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Amor incestuoso entre madre e hijo

en Amor filial

Amor incestuoso entre madre e hijo

Aquella noche fue especialmente provechosa tanto para la madura mujer como para su querido hijo. Tras cenar de un modo agradable, ambos se entregaron a los placeres incestuosos que sólo dos miembros de un mismo grupo familiar pueden ofrecerse entre sí…

 

Strumming my pain with his fingers,

Singing my life with his words,

Killing me softly with his song,

Killing me softly with his song,

Telling my whole life with his words,

Killing me softly with his song.

I heard he sang a good song, I heard he had a style.

And so I came to see him to listen for a while.

And there he was this young boy, a stranger to my eyes…

Killing me softly with his song, ROBERTA FLACK

 

Estás nerviosa en la soledad del salón de tu casa, esperando impaciente mi llegada que te haga olvidar tus dudas y tus penas por aquel encuentro adúltero e incestuoso que está a punto de producirse aprovechando la ausencia de tu marido, aquel hombre que tan abandonada y despreciada te tiene. Sabes que en pocos minutos estaré a tu lado y un ligero estremecimiento te recorre tu cuerpo de mujer madura pero todavía con muchas sensaciones que poder disfrutar y descubrir.

Estás en tu casa arreglando el salón y la cocina para mi agrado mientras te notas temblar como una colegiala en espera de su primera aventura...En la cocina das los últimos retoques a la exquisita cena que llevas horas preparando para degustarla junto a mí bajo una luz tenue y acogedora que hará el momento mucho más agradable y mágico. No quieres que salga nada mal y te entretienes revisando todo una y otra vez como temiendo que exista la posibilidad de que cualquier cosa pueda escapar a tu control. Arreglas toda la mesa de manera meticulosa, los platos, los cubiertos, la fuente con la ensalada de frutas y el vino que endulzará la velada.

El salón se encuentra iluminado levemente por las velas que descansan sobre la mesa al tiempo que sobre el amplio diván reposan cojines de vivos colores llamando a sentirse abrazado a los mismos gozando de una buena compañía. Aquella amplia estancia que será testigo de nuestro primer encuentro desprende un delicado aroma a plantas y flores silvestres que en breve recorrerá todas las habitaciones de la casa. Te diriges al equipo de música apoyada sobre tus elegantes zapatos de alto tacón y rebuscando entre aquellos viejos elepés que ya nadie escucha, encuentras una pequeña joya que compraste hace años en una encantadora tienda del Soho londinense. Piensas que una música suave y relajante será la mejor opción en un caso como ese.

El ambiente del salón resulta cálido y perfecto. Para esa ocasión quieres que ni el más mínimo detalle pueda quedar a la improvisación, deseas tenerlo absolutamente todo bajo control y por ello has escogido la vajilla de Bidasoa que te regalaron tus padres hace tantos años con motivo de tu feliz matrimonio…o al menos eso creías inocentemente, que sería un feliz matrimonio desarrollándose después las cosas como tantas y tantas veces ocurre en estos casos de historias que caen en la rutina irremediablemente llegando uno incluso a odiar a la otra persona. ¿Por qué demonios seremos así los humanos? –piensas en un pequeño momento de reflexión mientras descorchas la botella de vino rosado que empiezas llenando la copa hasta la mitad para pasar a degustarlo al instante dándole dos mínimos sorbos con los que logras calmar mínimamente el creciente nerviosismo que poco a poco se va adueñando de ti sin remedio. Saboreas unos instantes en tu boca el cálido y suave vino para dejarlo recorrer el paladar cayendo luego por la garganta y el esófago yendo a reposar finalmente en tu estómago el cual acoge aquel néctar de la tierra haciéndote sentir mucho más tranquila y sosegada.

Cuando todo está en orden a falta sólo de unos últimos retoques, subes las escaleras camino de tu dormitorio en busca de algo que ponerte. Aquella noche te sientes contenta y brillante como hacía mucho tiempo no te sentías así que eliges aquel bonito mini vestido sin mangas y con apliques dorados en el cuello que tan bien pega con el tono de tu piel y que tan bien remarca tu figura siempre que te lo pones. Una vez puesto te miras al espejo de forma coqueta y piensas que seguro que me encantará verte con él puesto. Ciertamente ese sujetador sin tirantes te hace un pecho bonito y alto haciéndolo destacar bajo la tela del vestido hasta límites insospechados…mmm…esta noche piensas seducirme y estar arrebatadora para mí, tan arrebatadora que estás deseando notar cómo tus pechos se ponen duros gracias al contacto de unas manos juveniles que los acaricien.

El conjunto que has elegido para esa noche es sensual y refinado y te hace muy, muy femenina…aunque pensándolo bien, ¿por qué no llevar a cabo una pequeña locura? Sonriendo maliciosamente dejas las braguitas en el cajón pues las estrellas brillantes que entran por la ventana de la habitación incitan a ir más allá y mostrarse fascinante y picante.

Tras coger las medias y los zapatos tomas asiento en la cama y recorriendo tus piernas de forma sensual con tus dedos arriba y abajo te colocas aquellas medias negras que tan bien funcionan como complemento ideal para ese vestido. Una vez puestas, juegas con tus dedos y tus uñas bien cuidadas y pintadas de un discreto tono burdeos por encima de tus piernas hasta que un escalofrío te recorre todo el cuerpo desde la cabeza hasta los pies.

Ya en el baño te maquillas tapando convenientemente las pequeñas arrugas que ya empiezan a aparecer en ese bello rostro de mujer en plena madurez, pasando luego a oscurecer los pómulos, empolvando de rosa tu nariz, la frente y la barbilla y acabando finalmente acentuando la curva de tus redondeados labios rellenándolos del mismo color que tus uñas.

Sentada frente al espejo ayudas a ponerte los zapatos de tacón con un gracioso movimiento de los pies y te recoges tus cabellos castaños y bien cuidados dejando caer el flequillo a un lado de manera encantadora. Sabes que me gusta verte así y es por ello que ansías sentirte deseada y entregada a mí por entero.

Permaneces en esa misma postura frente al espejo mirándote cara a cara unos segundos para cerrarlos después imaginándote abrazada entre mis brazos. Suspiras sonoramente sintiéndote amada como hace mucho que nadie te ama, amándote de manera dulce y delicada, notando mis manos y mi boca recorriéndote el cuerpo y obligándote a ahogar un gemido de emoción que de forma lenta pero sincera busca escapar de entre tus labios.

El sonido del timbre de la puerta te sobresalta sacándote de tu ensoñación y observas detenidamente la esfera rectangular de tu reloj Armani la cual marca diez minutos antes de las ocho, hora exacta de la cita que habíamos establecido. Suspiras de alivio al ver que ya todo está preparado y frente al espejo del vestíbulo te das los últimos retoques sonriendo satisfecha al ver que todo está perfecto y en su lugar.

Al fin abres la puerta aguantando la respiración y aparezco frente a ti regalándote una sonrisa cómplice de esas que tanto te gustan. Tus ojos recorren mi vestimenta informal y al volver sobre mi rostro me devuelves la sonrisa invitándome a pasar. Mi aspecto casual formado por aquella camisa morada de lino y aquellos pantalones de algodón color verde petróleo demuestran bien a las claras que no pensaba en una cita en la que fuera necesario ir más arreglado. Pese a todo el contraste entre ambos resulta sugestivo y perfecto para poder pasar una buena noche viendo una película sentados en el sofá teniéndote cogida entre mis brazos.

Llevo el pelo aparentemente descuidado y barba de varios días aunque bien recortada y, seguido por ti, paso al recibidor mirándote una y otra vez embelesándome con cada una de tus redondas formas, repasando tu cuerpo y tu vestuario poniendo especial atención sobre tu vestido y las medias que enfundan tus piernas de ensueño.

Al llegar al salón me siento en el diván frente a la mesa de cristal de moderno diseño en el que pueden verse varias revistas de temas variados. Enciendes el televisor y me dejas allí ausentándote unos momentos para ir a la cocina en busca de la cena que comeremos en pocos minutos.

Coges la bandeja de pescado en una mano y, sin darte cuenta de ello, empiezas a tararear en voz baja una conocida canción. Ello demuestra claramente el estado de felicidad que te embarga dejándote llevar por el ambiente propicio que nos rodea. Yo, sonrío amablemente al oírte canturrear mientras entras con las manos llenas camino de la mesa donde dejas las cosas diciéndome que ya está todo listo y que podemos empezar a cenar. Al querer hablar te acercas a mí y poniéndome los dedos en la boca me indicas que no diga nada, que me deje llevar y disfrute de la noche.

Apenas pruebo bocado durante la cena dedicándome tan sólo a gozar de tus ojos verdes y de tus labios frescos que me incitan al pecado de quererte, al pecado de besarte, al pecado de intentar tenerte junto a mí y gozar de tu cuerpo apetecible y maduro. No puedo evitar un ligero estremecimiento ante lo que pueda acontecer, ante lo que la noche cerrada nos pueda deparar estando el uno en brazos del otro sintiendo nuestras respiraciones acelerarse, nuestros cálidos alientos golpear contra el rostro del otro demostrándonos el deseo que nos embarga segundo a segundo.

Una vez acabada la cena vuelves a la cocina en busca del postre. Pudding de manzana con un chorretón de nata y luego un refrescante sorbete de limón para rebajar algo la comida. Recoges los platos y me dices que me siente en el diván que enseguida traes el café.

Un café solo estará bien para mí –te digo mientras me dirijo al diván.

Cinco minutos más tarde y cargada con la bandeja del café te sientas frente a mí tras dejar la bandeja sobre la mesa. Sin poder soportar más tus deseos aprietas los labios en una sonrisa involuntaria fantaseando con la idea de estar sentada sobre mí jugando con mis cabellos y ahogándome entre tus pechos mientras gritas tu placer a los cuatro vientos. Cruzas tus piernas tratando de llamar mi atención sobre tan interesante parte de tu cuerpo y una vez lo has conseguido las descruzas dejándome ver tu sexo desnudo y palpitante haciéndome atragantar ante tan inesperada visión.

Quedo embobado observando tu sexo en el que se descubren los pelillos oscuros y perfectamente recortados que cubren tu pubis y, sin esperar más, me levanto sentándome a tu lado y enlazo con mi brazo tu cintura de mujer madura que tanto me hace enloquecer. Suspiras levemente deseando que el contacto entre ambos se haga mucho más acentuado y profundo, abrazándote con fuerza a mí y entregándote por entero a la pasión y al deseo.

Haciéndote echar hacia atrás te hago flexionar ligeramente las piernas las cuales entreabres mostrándome tu bello tesoro que sabes que tanto anhelo poseer. Hundiéndome entre tus muslos empiezo a acariciar de manera suave el vello de tu pubis atrapándolo con mis dientes y de ahí paso a lamer los pliegues de tu coñito los cuales ya comienzan a humedecerse al contacto con mis labios y mi lengua. Noto tu respiración acelerarse y cómo meneas tu pelvis de forma descontrolada sintiendo la llegada de los primeros placeres que van creciendo entre tus piernas.

Gimes y jadeas de felicidad mientras te agarras a mi cabeza como si con ello pudieras lograr algún tipo de alivio aunque en realidad sabes que no es así, que ese placer intenso sólo acabará en el momento en que llegues al tan apetecido éxtasis que te haga retorcer entre mis manos. Sabes que aquello que hacemos no está bien, que ese encuentro incestuoso permanecerá fuera de los cánones establecidos como episodio pecaminoso que nos hará diferentes al resto de la sociedad y que quizá algún día debamos arrepentirnos por no poner freno a ese desenfreno ascendente que nos invade.

Chupo tu rosada rajita y ese roce hace que te estremezcas notando mi lengua jugar con tu sexo arriba y abajo, una y otra vez sin darte un segundo de respiro. Esa caricia agradable y sincera sobre parte tan sensible de tu cuerpo te encanta y cierras los ojos dejándote llevar por esa lengua cálida.

Cada vez estás más y más cachonda y, sin poder evitarlo, tus gemidos van aumentando de volumen hasta formar una bella sinfonía que envuelve todo el salón. El ritmo de mis lametones se acelera con tus lamentos yendo de tu sexo a tu oscuro agujero anal y vuelta a empezar cambiando de un sitio al otro sin parar. Abandonas tus senos llevando las manos a mi cabeza para acompañar los movimientos de mis chupadas, enterrándome aún más entre tus piernas. Elevas tanto las caderas que me obligas a subir el cuerpo al mismo tiempo. Enredando tus dedos entre mis cabellos me animas con tus palabras a continuar amándote de ese modo tan fascinante y que tanto te hace vibrar.

Sigue…sigue así, mi niño. ¡Cómo me haces gozar, cariño! –dices envuelta en una pasión desconocida que te hace vibrar de entusiasmo.

Respiras más fuerte sintiendo en tu interior como los latidos de tu corazón se descontrolan al ver mi lengua acariciar tus empapados labios, chupándolos y apretándolos con mis dientes de manera lenta y precisa haciendo que tus terminales nerviosos respondan instantáneamente a cada uno de mis roces. Entonces fijo mis ojos admirando la belleza de tus pechos. Resultan simplemente hermosos, del mismo tono oscuro que el resto de tu cuerpo tostado por el sol del verano.

Retuerces tus pezones color café y más grandes de lo normal para el tamaño de tus senos, estirándolos hasta el límite con tus dedos consiguiendo gracias a ello hacer que se muestren completamente rígidos y semejantes a rocas. Tus cálidas montañas de piel tersa se bambolean al lento compás de la mamada, y cada vez más rápido según me muevo para chuparte el clítoris al tiempo que tú misma pasas la mano por toda tu vagina. Cimbreas tu cuerpo sobre el diván moviéndote como una culebra y elevando las piernas para volverlas a dejar reposar con las rodillas dobladas. Entonces levantas las caderas buscando ser penetrada por mi lengua que te hace volar hacía mundos extraños y prodigiosos. La intensidad de mis caricias se refuerza a cada segundo que pasa y no paras de gozar agradeciéndomelo al abrir tus bonitos ojos y fijarlos en los míos para de ese modo demostrarme todo el placer que sientes.

Incremento la presión sobre tu sexo besándolo sin descanso para pasar a tu clítoris el cual noto palpitante y necesitado de caricias. Ahora sí gritas al sentir el simple contacto de mis labios absorbiendo tu pequeño botoncito que responde al instante endureciéndose por completo. Te retuerces entre mis manos agarrándote al cojín que descansa detrás de ti como si te sirviera de tabla de salvación. ¡Cómo me gusta verte disfrutar de ese modo con cada uno de mis ataques sobre tu irritada vulva!

Mi lengua no ceja en su empeño de hacerte gozar moviéndose traviesa y juguetona sin dejarte descansar. Chupo y chupo viendo tu sexo mojarse por entero y tu no dejas de jadear pronunciando palabras soeces que nunca te había oído decir hasta entonces. Te vuelves loca notándote perder la razón mientras me pides que siga comiéndote de ese modo tan fantástico y perturbador. Sonríes con cara angelical y ver esa cara me hace redoblar los esfuerzos acompañando mis labios y mi lengua con dos de mis dedos los cuales llevo a la entrada de tu vagina. Los voy metiendo y sacando cada vez más deprisa, entrando y saliendo con decisión una y otra vez. Mientras, tu clítoris se muestra excitado y protuberante como un pequeño pene erecto y deseoso de caricias.

No tardarás en correrte –piensas emocionándote con cada roce sobre tu clítoris al tiempo que notas flaquear tus piernas sintiéndote marear en busca de un placer inmenso y maravilloso como hace mucho que no disfrutas. Muerdes con fuerza tus labios para no gritar esa sensación de pleno deleite que de manera lenta te va colmando todo el cuerpo. Ahora puedes ver como mi lengua va de un extremo al otro de tu irritada rajita. Por unos segundos crees morir de tanto placer como recibes, sintiéndote tratada de forma tan delicada y distinta. Los movimientos se van intensificando y tus gemidos suben y suben de tono. Lentamente te vas acercando al deseado orgasmo hasta que mil estrellas brillantes inundan tu cerebro alcanzando el clímax mientras gritas al mundo tu tremendo placer, un orgasmo feroz e inigualable que te hace echar la cabeza sobre la almohada buscando encontrar un descanso merecido a tan maravilloso placer. Me entregas tus jugosos y abundantes líquidos los cuales bebo sin apartarme ni un solo segundo de tan copioso manantial.

Me incorporo echándome encima de ti y nos besamos largo rato, saboreando nuestras bocas, diciéndonos al oído palabras ardientes e indescifrables de amantes felices y cansados por el intenso deleite alcanzado. Nuestras lenguas se acarician sin prisa alguna y sientes en tu boca el sabor de tu flujo vaginal, un sabor fuerte y excitante a hembra satisfecha y deseosa de ser amada. Cada roce de nuestras bocas resulta para ambos una sensación nueva y diferente a la anterior, disfrutando de los suaves mordiscos que inflaman la piel delicada de los labios, recorriéndonos y reconociéndonos la enrojecida dermis de los mismos.

Sigues con la parte baja de tu vestido recogida alrededor de la cintura y con un susurro apenas audible me pides que te lo quite mientras notas mi inflamado y juvenil pene, que tan loca te pone, apretado contra tu muslo. Haciéndote incorporar voy bajando con dificultad la cremallera del vestido viendo aparecer, a cada segundo que pasa, la deliciosa desnudez de tu espalda. Una espalda que arqueas buscando la mejor posición para continuar nuestros juegos amorosos pues no deseas más que hacerme disfrutar del mismo modo que tu lo has hecho.

Diriges tu mano con rapidez hacia mi entrepierna y empiezas a manosear por encima de la tela del pantalón aquel duro objeto del deseo que, a duras penas, permanece oculto a tu mirada. Lo notas duro y poderoso y no puedes evitar que de tu boca salga un lamento ahogado imaginando todo lo mucho que puedo ofrecerte. Ya totalmente perdida la razón, me quitas el cinturón pasando luego a soltar el botón al tiempo que sigues con tu otra mano apoyada sobre aquel bulto que se percibe inquieto y nervioso. Al fin consigues hacer bajar el pantalón, bajando después el slip que tanto te excita apareciendo frente a ti esa polla juvenil e impaciente por sentir unas manos que la acaricien.

¡Es bellísima! –exclamas aguantando la respiración unos segundos ante aquella presencia que tanto temor te produce.

Mirándome a los ojos me ves temblar, deseoso por sentir el suave tacto de tus expertos dedos paseando por encima de mi sexo. Cogiéndote con mis manos dejo caer tu vestido haciéndolo resbalar hasta que salen a la luz tus pechos cubiertos por el sujetador. Me lanzo a por él y soltando el cierre te lo quito apareciendo ante mí aquel par de senos bajo los cuales se aprecian los latidos desbocados de tu corazón. Me entretengo un rato fijando la atención en aquellas maravillas que tienes por pechos y me sumerjo entre ellos empezando a chuparlos y lamerlos con fruición mientras escucho el largo suspiro que sale de tus labios. Ríes divertida disfrutando del roce de mi boca la cual te vuelve loca de pasión.

Al fin crees ya llegado el momento de ser tú quien pases a la acción así que me haces caer sobre el diván boca arriba y con urgencia malsana agarras mi sexo entre tus dedos sopesándolo como si de un trofeo largo tiempo deseado se tratase. Te encanta esa polla joven y vigorosa que sabes, sin duda alguna, que te dará el placer que necesitas en esos momentos. Estás cachonda igual que yo y los dos lo sabemos. Tan sólo queremos retrasar lo máximo posible el momento inevitable de la unión carnal en el que ambos reconozcamos nuestros cuerpos ávidos de placeres interminables.

Dámelo, mi niño…sabes que me encanta chupártelo –dices mientras lo observas como si realmente adorases ese bello monolito del amor.

Completamente enloquecida te introduces mi pene de una sola vez en tu boquita de madura viciosa y empiezas a lamerlo subiendo y bajando con tu lengua por todo ese largo tallo. Se ve endurecido y hambriento de caricias, esas caricias que tú sólo sabes darle. Mientras saboreas mi miembro sin descanso no dejas de mirarme a los ojos con esa cara de putita que tanto me gusta. Abres y cierras los ojos al mismo tiempo que llenas tus mejillas con el grosor de mi polla la cual parece querer traspasar la piel de tu cara. El movimiento de tus labios, a veces lento y otras veces mucho más rápido, lo acompañas con tu mano con la cual me vas masturbando con enorme cariño, como si con esa agradable y aparentemente simple caricia quisieras demostrarme toda la delicadeza que me deseas dispensar.

Me encanta tu trato suave y lo revelo gimiendo sonoramente y dejándome llevar por ese estado de entrega que tú solo sabes arrancarme. Sonrío de forma angelical estremeciéndome al notar tu boca tragándose mi virilidad con creciente desesperación, arriba y abajo, dentro y fuera, metiéndolo y sacándolo de tu boca cada vez con mayor rapidez. Estás hambrienta de mí y me lo demuestras con tus ojos viciosos y llenos de lujuria que tanto me ponen. No puedes parar y necesitas comértelo de forma desenfrenada y salvaje como si, en verdad, alguien desconocido te fuera a despojar de tan sabrosa maravilla.

No tardarás en correrte nuevamente, lo noto por los movimientos ágiles de tus dedos alrededor de tu sexo así que apoyándome sobre los pies me levanto y cogiéndote con las manos te cargo de las nalgas con facilidad llevándote hasta la cocina. Una vez allí te enlazo por la cintura y haciéndote subir te hago sentar en la lavadora.

¿Qué loca idea te corre por la cabeza? –me preguntas entre risitas nerviosas de enamorada.

Tranquila, ya lo verás…tú sólo disfruta de lo que voy a hacerte –respondo a tu pregunta dejando que un halo de misterio envuelva mis palabras.

Es entonces cuando aprieto el botón de encendido y la máquina empieza su rápido movimiento de centrifugado, movimiento que resulta estimulante para ambos allí abrazados frente a frente.

Una vez más me entretengo rozando tus glúteos con las yemas de mis dedos y de ahí dirijo mi ataque hasta tu coñito maternal el cual noto mojado y empapado a más no poder. Eso me gusta y te acaricio el muslo de arriba abajo mientras mi otra mano juega con la entrada de tu vagina sin dejar de mirarte a los ojos. Y es ahí cuando, al fin, viendo como te muerdes tus trémulos labios acabo entrando dentro de ti haciéndote notar la cabeza de mi pene para, de pronto, volver a sacarla haciéndote enloquecer y desearlo aún más.

Durante unos segundos que se me hacen eternos nos quedamos quietos sintiéndonos y disfrutando de nuestros cuerpos. Moví mi paquete a un lado y a otro varias veces dándotelo a sentir por todo el pubis y luego volví al centro, donde podía percibirse en toda su magnitud la calentura de tu sexo. Empecé a dar pequeños empujones dejando que sientas mi erecto miembro a lo que tú respondes ayudándome dando golpes de riñones de atrás delante de manera que todo mi bulto se aplasta contra ti arrancándote un largo gemido lastimero. Enganchas mi cabeza y buscas ansiosa mi boca besándome una y otra vez uniendo tus labios a los míos, uniendo tu lengua a la mía a la vez que sobo tus bonitos pechos.

Gimes insistentemente mientras nuestras lenguas se buscan y tú tratas de cruzar las piernas por detrás de mis nalgas sin conseguirlo. La polla me duele entre las piernas, tanto es el deseo que tengo por hacerte mía. En tus ojos veo clamar tus ganas por una buena sesión de sexo, una sesión de sexo obscena e inmoral pero de dimensiones irrefrenables. Loca por completo te restriegas contra mi duro instrumento como una auténtica ninfómana, llevándolo tú misma hacia tus húmedos labios al mismo tiempo que reclamas desesperadamente la tan apetecida penetración.

¡No me hagas esperar más…vamos muchacho, hazlo de una buena vez!

Quiero follarte –te digo entre bufidos entrecortados, una especie de bufidos animalescos, sin dejar de frotar mi enhiesto músculo entre tus piernas.

Tu coñito se muestra rosado e irritado así que pongo la punta de mi pene en la entrada y sin dejar de moverme a un lado y a otro, te la meto lentamente apoyado en el movimiento incansable de la lavadora y saboreando cada centímetro de tu vagina.

¡Dios, qué cálida sensación esa de tenerte allí tan abierta y ofrecida a los embates de mi pene! –pienso mientras un escalofrío me llena el cuerpo. Te tomo de la cintura, comienzo a moverme y, ahora sí, te haces conmigo enlazándome con tus piernas para que no pueda escapar a tu dominio. En ese momento pierdes el control de tus sentidos sintiéndote en un mundo lejano y maravilloso, sólo notando mi movimiento acompasado y el de la lavadora. Crees volar muy lejos sin poder abrir los ojos…qué bueno, qué grande sientes mi pene entrando y saliendo sin descanso.

Lloras de felicidad, tan feliz y dichosa estás que crees que no serás capaz de soportarlo por más tiempo. ¡Qué acometidas sientes en tu interior, qué sensaciones más excitantes! Te miro con apetito y admiración y voy entrando y saliendo, copulo y copulo notando tu sexo mojado y sin deseo alguno de querer dejarme escapar porque te hago sentir completamente en el cielo.

Ardes por dentro, mirándome de forma lasciva y pidiéndome mucho más de mí y cuando ya lo tienes entero dentro de tu húmedo coñito te dedicas, arqueando el cuerpo, a gozarlo a conciencia. Moviendo el culo y las caderas te lo metes y lo sacas lentamente follándote tú misma entre fuertes jadeos de placer.

Eres un lujo de mujer y yo no estoy dispuesto a desperdiciarte, no estoy dispuesto a dejar de disfrutar cada segundo de ese cuerpo maduro pero todavía de formas redondas y sensuales. De ese modo aprovechando el movimiento continuo de tus caderas, sitúo el dedo corazón en la entrada de tu agujero posterior el cual se nota oscuro y estrecho. Lo masajeo y empiezo a poner resistencia a tus vaivenes de tal forma que paso a paso va aumentando la presión de tus propias embestidas lo cual hace que mi miembro se entierre más y más en tus entrañas. Eso te excita más, te muerdes los labios y sacas la lengua provocándome mientras intentas encontrar el aire que les falta a tus cansados pulmones. Gimes alto y fuerte haciendo tus gritos ensordecedores y usas una de tus manos abriéndote las piernas, facilitando así la magnífica follada.

En esa posición sigo bombeando dejándote tú hacer, totalmente entregada y satisfecha. Te embisto con fuerza, salvajemente casi, teniéndote cogida de medio lado a la vez que acaricio y acaricio tu trasero buscando indagar en el orificio más escondido de tu bella silueta.

Cuando lo noto dilatado y deseoso de caricias llevo el dedo índice y el corazón hacia tu ano y empiezo a forzar la entrada presionando con fuerza, metiéndolos poco a poco. Ese obsceno roce te hace aguantar la respiración unos momentos para luego boquear, abriendo mucho la boca en una lasciva expresión de vicio, dolor y satisfacción mientras notas cómo se te erizan los cabellos.

Con cada uno de mis golpes te retuerces y las carnes se te encogen a cada aplicación que te doy. Hundes la cabeza en la pared para ahogar tus gritos.

Ya sé, ya sé –digo ya perdido totalmente el juicio. Aguanta un poco más que luego me darás las gracias.

Con las vigorosas friegas que te aplico, tu carne parece recuperar todo su volumen. Tiemblas una vez más apretando las nalgas y las piernas removiéndolas sin parar como si tuvieran vida propia. Tus cabellos rizados y castaños están ya sueltos y sudorosos cayendo sobre la pared y tu rostro aparece congestionado; mantienes los ojos cerrados y los labios apretados formando una sonrisa involuntaria mientras te manoseo los pechos, el estómago y las piernas.

La luz difusa de la cocina parece atenuarse por un momento. Te veo poner las manos sobre los pechos, pasándote las palmas de las manos por los pezones en un movimiento rotatorio. Las manos te resbalan por los costados del cuerpo y eres tú misma quien te frotas desesperada las caderas. Levantas la pelvis como buscando algo en la inmensidad del aire.

¡Cariño, vamos hijo mío…dámelo todo…córrete conmigo! –reclamas notando la proximidad del orgasmo más intenso que nunca has sentido.

¡Sí…sí, voy a correrme…qué gusto madre! ¡No aguanto más tanto placer! –confieso dando los últimos empellones de mi juventud cansada.

En ese momento me quedo parado y un grito ronco escapa de mi boca retorcida en una mueca de inmenso placer mientras saco de aquel agujero del pecado mi pene tan sólo unos segundos antes de escupir toda la leche recogida en mis cargados testículos. Entre las manos, como si deseara asfixiarlo, aprieto mi pene duro e inflamado y del mismo salen unos enormes chorros de semen que surcan el aire como balas yéndose, al fin, a posar suavemente, como serpentinas, sobre tu cuerpo agradecido de tanto placer como te he hecho sentir.

Hijo mío, abrázame por favor…necesito sentir tus brazos abrazándome…¡me has hecho tan feliz! –dices agarrándote con fuerza a mi nuca mientras besas mi hombro musculoso con enorme cariño llenándolo con tu saliva caliente y espesa.

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Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (1)

Seduciendo a una mujer madura (2)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo