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Un encanto de hombre

en Interracial

Un encanto de hombre

 

Acercándome a él le ofrecí los labios empezando a besarnos de manera tímida para, poco a poco, ir tomando ambos la confianza necesaria, la confianza tan necesaria entre dos amantes que llevan tanto tiempo deseando verse, tocarse y amarse…

 

 

This is the day of the expanding man

that shape is my shade, there where I used to stand.

It seems like only yesterday, I gazed through the glass

and ramblers, wild gamblers

that’s all in the past.

 

You call me a fool, you say it’s a crazy scheme

this one’s for real, I already bought the dream.

So useless to ask me why

throw a kiss and say goodbye.

I’ll make it this time

I’m ready to cross that fine line.

 

I’ll learn to work the saxophone,

I’ll play just what I feel

drink scotch whisky all night long

And die behind the wheel.

They got a name for the winners in the world,

I want a name when I lose

They call Alabama the crimson tide

call me Deacon blues!…

 

Deacon blues, STEELY DAN

 

 

Aquella mañana de la segunda quincena del mes de julio el sol picaba de lo lindo pese a ser la hora que era, tan sólo las once, un sol más parecido al de mediodía que al de media mañana. La belleza de las dalias mezclada con el olor embriagador de las madreselvas y jazmines que cubrían una de las paredes de la terraza, y junto a la suave brisa procedente del mar cercano, apaciguaban el calor ofreciendo un mínimo descanso y frescor.

¿Así que te quedaste unos días sola? –escuché a mi amiga Pili preguntarme de manera directa y maliciosa.

Bueno, Paco tuvo que marchar por uno de sus muchos negocios… ya sabes que él siempre se encuentra muy ocupado con sus cosas –respondí de mala gana y haciéndome la desentendida.

Hija, tienes un cielo de marido. Ojalá el mío me diese la libertad que te da el tuyo.

Bueno, no digas eso que tú tampoco puedes quejarte.

Pili era como una hermana para mí, mi mejor amiga y confidente y a la que conocía desde bien pequeña, desde los primeros años del colegio. De tez pálida y bonitos ojos color ámbar, su cabello largo y oscuro resbalaba por encima de los hombros cayéndole las puntas en cualquier dirección. Bajita y algo regordeta, se la veía siempre alegre y feliz resultando para mí el mejor de los bálsamos en los momentos de bajón que de vez en cuando me visitaban. Habíamos crecido juntas prácticamente desde el día en que entró a mi misma clase ocupando el pupitre adyacente al mío. De ese modo, poco a poco y día tras día fuimos ganando en confianza hasta acabar siendo como uña y carne. Pili había llegado a la ciudad procedente de su lejano pueblo de provincias pues su padre, que había empezado trabajando en una pequeña oficina bancaria, había conseguido mediante promoción interna acabar finalmente en el puesto de director.

¿Y cuántos días dices que estará tu maridito fuera de casa? –continuó Pili indagando sin poder evitar que una sonrisa aviesa le iluminara el rostro.

Una semana más o menos creo que me comentó –contesté recostándome en la tumbona mientras me colocaba las gafas de sol.

¿Una semana dices? Si Juan me dejara sola una semana no creo que me conociera cuando volviese –exclamó, riendo a carcajadas.

Oh, cállate de una buena vez pequeña arpía –zanjé la conversación acompañándole yo también en sus risas.

Tanto Pili como yo éramos plenamente conscientes de las aventurillas que cada una de nosotras disfrutábamos de tanto en tanto cuando una buena oportunidad se presentaba. Casadas con dos hombres mucho mayores que nosotras los cuales ya no satisfacían las necesidades de dos hembras cercanas a los cuarenta y todavía necesitadas de un buen revolcón que distrajera nuestras muchas horas de aburrimiento, ambas buscábamos fuera de casa y de la forma más discreta posible lo que no encontrábamos en el hogar conyugal.

Llaman a la puerta. Debe de ser Jean-Luc –declaré incorporándome de un solo salto una vez percibí el sonido insistente del timbre.

¿Le has invitado a tu casa? –me preguntó mi amiga casi saltándosele los ojos de las órbitas.

¿Por qué no? Aprovechando que Paco está fuera, no veo mejor lugar donde vernos.

¿Pero si apenas hace diez días que le conoces? Debes de haberte vuelto completamente loca…

Bueno, ya sabes de mis locuras. No te muevas de aquí, enseguida regreso y te lo presento –dije escapando de la terraza y dejándola tomando un trago de su botella de agua.

Sabía que era Jean-Luc, el joven muchacho al que llevaba esperando toda la mañana y del que tanto le había hablado a mi amiga. No podía ser otra persona pues el día anterior cuando hablé con él le dije que viniera a casa a media mañana. Realmente hacía unas dos semanas que nos habíamos conocido en la cafetería a la que suelo ir a tomar el café de la mañana con Pili. Aquel día ella no había podido acompañarme pues tenía cita con el médico por un tema de su hijo pequeño y el encuentro entre ambos se produjo de manera fortuita y como en más de una ocasión estas cosas suelen ocurrir.

Sentada en la barra y fumando tranquilamente mientras pensaba en mis cosas, golpeé accidentalmente con el codo la bolsa bandolera que reposaba a mi lado haciéndola caer al suelo. Poniéndome en pie al tiempo que él se agachaba a recoger los papeles que habían quedado esparcidos por el suelo, me excusé como pude inclinándome junto a él tratando de ayudarle. Mostrándose amable y sin dar importancia al hecho, pronto recogimos las cosas volviendo a tomar asiento en nuestros respectivos taburetes. De ese modo iniciamos la típica conversación entre dos desconocidos que acaban de tomar contacto contándome él, entre otras cosas, que trabajaba como fotógrafo en una famosa revista de moda. Por mi parte le dije que era habitual de aquella cafetería a la que solía ir con mi amiga a tomar el café casi todas las mañanas. Tras un rato de charla y después de recoger nuestras cosas y pedir otro café, Jean-Luc sugirió sentarnos en una mesa y así, la conversación entre ambos fue ganando en confianza, tomando un nuevo cariz.

De 27 años, piel fina y brillante y cabeza completamente rapada, Jean-Luc tenía un aire de artista bohemio, un espíritu libre y soñador que enseguida captó mi interés. Negro, negrísimo y mucho más alto que yo, de rasgos animalescos y algo toscos y con una boca enorme cubierta por un amplio bigote, mostraba una expresión algo grotesca en el semblante. Desde aquella primera mañana volvimos a vernos de forma habitual, intimando cada día más y más. Confieso que pronto caí en brazos de aquel joven muchacho de piel oscura pues ya en el tercer encuentro acabamos en el lecho de su pequeño y descuidado estudio. Y confieso que gracias a él estaba logrando superar uno de aquellos momentos bajos que las mujeres de mi edad solemos tener. Todo ello relacionado con el manifiesto desinterés que Paco me demostraba y siendo como soy una hembra ardiente y pasional, el muchacho resultó el antídoto perfecto para mis muchas necesidades de sexo.

¿Hola qué tal? ¿Estás sola? –escuché la voz ronca de mi amante preguntándome nada más abrir la puerta de la calle.

Oh, no. Estoy con mi amiga Pili.

Umm, pensé que estaríamos solos –exclamó inclinándose caballerosamente hacia mí para darme un pequeño beso en la comisura de los labios que me hizo derretir entera.

Bueno, no te preocupes por ella. No nos molestará. Pili es una buena amiga, casi como una hermana… –respondí guiñándole el ojo de manera provocativa una vez nos separamos.

Tranquilo, está en la terraza. Enseguida la conocerás –añadí tratando de apaciguar su más que evidente desazón.

Bien perfecto –replicó recuperando su habitual seguridad mientras me tomaba por la cintura besándome esta vez de manera mucho más intensa.

Juro que temblé como una colegiala mientras me dejaba llevar por aquel maravilloso beso. Los gruesos labios de Jean-Luc se mostraban húmedos y apetecibles y pronto sentí el calor de su lengua abriéndose paso entre mis labios en busca de la mía.

Oh cariño, bésame… me moría de ganas de verte –confesé buscando con desesperación su boca al tiempo que notaba la perversa mano recorriéndome el cuerpo por encima del fino top verde de tirantes y del minúsculo short gris que me había puesto aquel día.

Cerrando la puerta con un sutil golpe de pie, le hice acompañarme al interior del vestíbulo sin dejar un solo segundo de devorar los labios del muchacho el cual me tenía completamente envuelta entre sus brazos. Cogiéndome con fuerza a él, estuvimos allí un buen rato besándonos y comiéndonos las bocas, totalmente ajenos al resto del mundo.

Ven, vamos al salón… estaremos mucho más cómodos –ofrecí separándome finalmente sin apartar los ojos de él.

Siéntate –le invité ya en el salón indicándole con la mano el amplio sofá donde se acomodó dejando sus cosas a un lado.

Fijándome en él lo encontré hermoso y atractivo con aquella camisa de manga larga de un suave tono amarillo mostaza y los tejanos algo desgastados que llevaba.

¿Te apetece tomar algo?

Sí gracias, Merche. Algo fresco estará bien.

Tengo zumo en la nevera, ¿te va bien?

Sí, muy bien. Un zumo estará perfecto –respondió a mi pregunta encaminándome yo hacia la cocina tras su solicitud.

Una vez lleno el vaso, volví al salón entregándole su bebida no sin antes rozar tímidamente los gruesos dedos del muchacho con los míos. En ese momento imaginé para mí todo lo mucho que aquellos dedos tan masculinos podían llegar a ofrecerme.

Ven mi amor, voy a presentarte a mi amiga –sugerí tomándole de la mano una vez la figura inmensa del chico se puso en pie siguiéndome camino de la terraza.

…………………………………………………………………………………….

Pili, ¿al final no te dormiste con tanto calor como hace? Mira, este es Jean-Luc.

Pues ya ves que no, cariño. Realmente estaba a punto de darme una ducha. Este calor me está matando. Hola buenas -alargó Pili su mano a mi invitado tras responderme.

Hola encantado, ¿Qué tal estás? –saludó Jean-Luc a mi amiga de la forma caballerosa que yo tan bien conocía.

Bien, muy bien gracias. Merche me ha hablado mucho de ti.

Espero que para bien –respondió él con rapidez y sin mostrarse turbado.

Oh sí, por supuesto. Merche siempre habla muy bien de sus nuevos amigos –sonrió Pili sin dejar de clavar un segundo su brillante mirada en el rostro fresco y ovalado del joven muchacho.

Pili por favor, no hables así de mí. ¿Qué pensará Jean-Luc de mí?

¿Acaso no es cierto lo que digo? –me contestó Pili divertida mientras me guiñaba el ojo con complicidad.

…………………………………………………………………………………….

¿Y bien? ¿qué te ha parecido? –le pregunté a mi amiga agachándome junto a ella mientras Jean-Luc se mantenía entretenido y alejado de nosotras.

Chica, está para comérselo. ¿Dónde lo has encontrado?

Oh, no seas cotilla. Ya te contaré más detenidamente –respondí riendo levemente al tiempo que mi amiga sonreía comiéndose con la mirada la figura completa del joven.

Es hermoso. ¿Cuánto daría en estos momentos por un hombre como ese? –reconoció ella deslizando lentamente una de sus manos por encima del muslo.

Bueno, tiempo al tiempo. Tal vez algún día te lo deje probar –le contesté en un susurro acercando mis labios a su oído.

Pili se mantuvo callada, tan sólo manteniendo la vista fija en él y fantaseando seguramente ya con la idea de poder estar en brazos de aquel bello semental. Al parecer Jean-Luc había producido en ella una fuerte impresión, la impresión por otra parte que yo tanto esperaba. La conocía tan y tan bien que sabía perfectamente los turbios pensamientos que debían rondar en aquel instante la loca cabecita de mi amiga. Sin embargo, en ese momento no pasaba por mi mente la idea de compartir el muchacho con ella… seguramente más adelante se diese la ocasión pero aquella mañana estaba completamente convencida de que lo quería sólo para mí.

Ven cariño –escuché a Jean-Luc llamarme en voz alta.

Hace un buen día, un sol espléndido. ¿Qué te parecería tomar un buen baño y luego disfrutar un rato del sol? –me dijo una vez llegué junto a él.

Bueno, la verdad es que había pensado en algo mucho más interesante para ambos. ¿Qué tal si entramos a la casa? Así estaremos mucho más tranquilos… ¿qué me dices? –respondí en voz baja y del modo más insinuante que pude encontrar.

¿Tu amiga no se molestará?

Joder, olvídate de ella de una buena vez. Pili sólo desea verme feliz, ¿de acuerdo? –contesté un tanto molesta.

Bien en ese caso vayamos –declaró enlazándome por la cintura y acercándome a él de forma decidida.

…………………………………………………………………………………….

Pili, nos vamos adentro. Enseguida volvemos.

Ok chicos, pasadlo bien. Yo estaré tomando el sol.

Al volver al salón tomamos asiento de nuevo en el sofá iniciando una conversación banal e intrascendente. Ambos nos deseábamos. Aunque era la primera vez que visitaba mi casa imaginaba que Jean-Luc sabía a lo que había venido y yo, por mi parte, estaba dispuesta a entregarme por completo a los deseos del muchacho.

Acercándome a él le ofrecí los labios empezando a besarnos de manera tímida para, poco a poco, ir tomando ambos la confianza necesaria, la confianza tan necesaria entre dos amantes que llevan tanto tiempo deseando verse, tocarse y amarse. Cogiéndome del cuello y haciéndome ladear la cabeza, pronto entremezclamos las lenguas estableciendo un lenguaje mucho más sensual y lleno de erotismo. Mientras tanto yo lo atraje apoderándome de su poderoso brazo el cual recorrí con los dedos por encima de la fina tela de la camisa.

¡Tenía tantas ganas de que vinieras!

Yo también de verte –indicó él antes de cubrir con sus gruesos labios mi fina y delicada boca.

Te he echado de menos, mi amor. Estos tres días han sido un infierno sin poder verte, sin poder abrazarte.

Haciéndome callar de inmediato, volvió a besarme en un beso interminable que casi me hizo perder el sentido. Su boca jugó con mi garganta llegando al escote de mi blusilla donde mi pecho desbocado parecía querer escapar a su prisión. ¡Lo deseaba, lo deseaba como nunca había deseado a otro hombre! Deseaba sentir sus labios ardientes, sus fuertes manos reconociendo mis formas, su varonil presencia haciéndome el amor hasta morir… Echando mano a su camisa poco a poco, pero sin poder evitar mostrar la impaciencia que me dominaba, empecé a desabrochar los botones uno a uno, casi arrancándolos.

¡Dios, bésame muchacho! –supliqué dejándome agarrar el cuello por aquellos largos dedos.

Jean-Luc me besó de un modo grosero, reclamándome la lengua, reconociéndome la boca, metiéndome la lengua hasta la garganta para acabar mezclándolas ambos en un combate salvaje y feroz.

Te deseo… te deseo… ven, déjame que te quite esto –exigí con voz entrecortada mientras mis manos acariciaban la piel del muchacho por debajo de la delicada prenda de vestir.

Mostrándome impaciente y ayudada por él conseguí bajarle los pantalones y el slip hasta las rodillas y, levantando con mis dedos la parte superior de su vestimenta, me dediqué a pasar lentamente la lengua por su estómago, bajando y disfrutando con la zona del ombligo para acabar llenando de besos el vientre cuya piel sentí estremecerse de forma leve. Luego estuve recorriendo el muslo haciéndole notar la suavidad de mis labios, aproximando el aliento de mi boca al sugerente bulto que reposaba semi-flácido por encima del muslo. Jugando con el joven a mi antojo prolongué unos instantes más mi camino dejando deslizar la lengua por la parte interna de sus muslos y por los testículos. Todo ello produjo la rápida respuesta por su parte empezando a dar el oscuro miembro sus primeras señales de vida.

Sin meterlo aún en la boca, me dediqué a pasar la lengua por encima recorriendo el grueso tallo de arriba abajo entre los tenues gemidos que mi amante producía. Me gustaba gozar de aquella imagen, de tenerlo entre mis manos tan indefenso y débil pese a su más que evidente fortaleza. Así estuve un largo rato comiéndole los huevos sin dejar de masturbarle lentamente con la mano, saboreando luego el bello animal, haciéndolo mío, humedeciéndolo convenientemente mientras observaba el rostro beatífico del muchacho el cual no paraba de animarme a continuar con sus palabras y gemidos.

Jean-Luc gemía tímidamente cada vez que la punta de mi lengua recorría su brillante glande y, teniéndome firmemente sujeta por mi rubia cabellera, se fue dejando llevar por el roce que mi diabólico apéndice ejercía a lo largo y ancho de su erecto tronco el cual aparecía frente a mí poderoso y con las venas fuertemente hinchadas.

Me encanta… es enormemente grande… larga y gruesa como a mi me gustan –dije observándola fijamente mientras mis dedos se deslizaban de forma lenta pero precisa por encima de la delicada piel.

Chúpala… es toda tuya, Merche… vamos, cómetela entera –respondió él presionándome la cabeza, invitándome de ese modo a continuar con tan ardua tarea.

Y lo hice, claro que lo hice. Colocada entre sus piernas y sin necesidad de que volviera a repetírmelo, envolviéndolo con mis labios introduje sin más demora más de la mitad de aquel negro y oscuro músculo en el interior de mi boca empezando a disfrutar de tan grato festín. ¡Dios, aquella polla me empezaba a volver loca, era tan gruesa y larga que apenas podía envolverla en mi boquita, golpeando con fuerza mi garganta cada vez que lo intentaba! Pese a ello no cejé en mi empeño de darle placer y así, tras mirarle a los ojos y volviendo a meterlo en la boca hasta conseguir llevarlo al fondo, estuve combinando delicados lametones por encima del hermoso animal con introducciones profundas que me hacían llevar a la arcada viéndome obligada a abandonarla en busca de aire que respirar. Luego escupí sobre el mismo para enseguida volver a tragarlo siendo acompañada por el movimiento de las manos masculinas por encima de mi cabeza.

Jadeando de forma entrecortada el bello adonis de piel oscura se quitó la camisa quedando tan solo cubierto con aquella blanca camiseta de tirantes que tanto morbo produjo en mí. Poniéndome en pie me deshice con urgencia del short y del pequeño tanga permitiendo luego que fuera él quien me arrancara el delicado top que cubría la parte superior de mi cuerpo. Frente a frente como estábamos, Jean-Luc se inclinó morreándome apasionadamente mientras mi mano no abandonaba un solo segundo el delicado regalo que me ofrecía, masturbándolo y gozando de la incansable potencia del joven soldado.

De nuevo sentados y teniéndole cogido con mi mano derecha, continué chupando, devorando y masturbando aquella barra de chocolate que tanto me hacía enloquecer al tiempo que, con la otra, notaba la creciente humedad de mi entrepierna. Golosa y satisfecha, tan pronto cubría el capullo humedeciéndolo con mi saliva como me entretenía lamiéndole el tronco o acariciándole los testículos mientras Jean-Luc empujaba con decisión para así follarme la boca. Los crecientes suspiros de mi amante se mezclaban con mis insistentes caricias, haciéndoseme casi imposible el poder abarcar todo su pene con mi boca. Sabía que el joven negro no aguantaría mucho más aquel ritmo y además así lo deseaba, deseaba que me lo diera todo, que llegara a aquel punto de no retorno tan apetecido por ambos.

Apoyando las manos en sus muslos lo sentí caliente, enorme y a punto de reventar. Noté sus huevos tensarse, su miembro llenarse y el aviso de sus palabras indicando que el orgasmo le llegaba, que pronto se correría. Aquel era el momento tan esperado por mí, de modo que aproveché tan manifiesta debilidad para continuar chupando y lamiendo de manera frenética hasta hacerlo explotar. Por suerte conseguí sacarlo de mi boca poco antes de que aquellos abundantes y cálidos trallazos llenaran mis facciones de mujer agradecida. La primera lechada salió disparada sobre mi revuelto cabello mientras el resto pringaba de forma descontrolada mi nariz, los labios, la barbilla y parte de mi pecho.

¡Joder, me corro… me corro, cariño! –exclamó el animal herido mientras notaba yo cómo le temblaban las piernas.

Arrodillándome en el frío suelo agarré el fláccido miembro y contemplándolo extasiada saqué mi húmeda lengüecilla golpeando de manera traviesa el redondo champiñón el cual se veía cubierto de líquido seminal. Alargando el suplicio un poco más seguí mamando unos breves segundos, limpiando y tratando de consolar al fatigado sexo. Mientras tanto Jean-Luc, echando la cabeza hacia atrás, gemía de pura emoción.

Tras un corto instante de relajación dejé escapar la memorable culebra y echándome hacia atrás doblé las piernas al tiempo que él aprovechaba para deshacerse de los molestos mocasines, de los tejanos y de la camiseta. Desnudo ya por completo, lo miré pasándome la lengua de manera provocativa por encima de los trémulos labios. El pene de Jean-Luc, pese a la reciente corrida, presentaba todavía un aspecto más que aceptable.

Mastúrbate, Merche… me gusta ver cómo lo haces –le escuché decir en voz baja.

¿Eso te gusta, eh? –pregunté sintiéndome deseada.

Con la cabeza apoyada en la almohada, abrí las piernas mostrándole mi sexo con descaro. Él se mantuvo quieto, echando chispas por los ojos y sin decir palabra, seguramente en espera del espectáculo con el que pronto iba a obsequiar su posición de voyeur. Pronto conduje mis dedos hasta el umbral de mi vagina empezando a masturbarme sin esperar a más. Mi coño se veía húmedo y empapado de jugos y recorriéndolo por encima busqué los abultados labios hasta conseguir abrirlos. Con dos de mis dedos alcancé el clítoris iniciando sobre el mismo toda una serie de movimientos circulares que rápidamente dieron el resultado apetecido pues el rosado botón respondió endureciéndose al instante. Entre débiles gemidos, mi dedo corazón se introdujo a través de las paredes de la vagina acompañando el placer que mi clítoris recibía. Recuerdo que llegué a entreabrir tímidamente los ojos, observando cómo me comía entera con la mirada.

Estoy muy cachonda. Ven aquí, soldado y cómeme el conejito –susurré clavando mi mirada ufana y llena de vicio en el bello semblante de mi joven acompañante.

Acercándose a mí empezó a besarme con enorme delicadeza, acariciándome al mismo tiempo el pecho con la mano, haciéndome sentir amada… Nos besamos largamente hasta que, cogiéndole de la mano, lo atraje permitiendo que se apoderara y me rozara el cuello con sus labios. Tumbándose sobre mí continuó recorriendo mi cuerpo con las manos, los labios y la lengua. Yo sólo podía gemir y estremecerme ante aquellas caricias y, removiéndome, traté de buscar el roce de mi cuerpo con el suyo. Sin abandonar mi garganta, sus manos acariciaron mis pechos con extrema cautela. Pronto se entregó a la feliz tarea de lamer mis pezones los cuales se endurecieron bajo el calor de su boca. Jean-Luc jugaba con la lengua titilando las rosadas aureolas de mis pezones, retorciéndolos entre sus dedos hasta hacerme gritar de dolor. Pese a mi total entrega podía notar perfectamente la respiración profunda del muchacho paseando por encima de mi piel desnuda. Eso me excitaba mucho. Subiendo al lóbulo de la oreja me obsequió con un pequeño mordisco que me hizo vibrar de placer para seguidamente bajar nuevamente con lentitud por mi cuello, mi pecho y mi vientre hasta terminar en mis pies los cuales besó metiéndose el dedo grueso en la boca y lamiéndolo con auténtica lujuria. Luego llevó a cabo el camino en sentido contrario adueñándose de la parte interna de mis muslos para acabar posando su mano sobre mi sexo. Estaba tan caliente que no pude más que reclamar por segunda vez con mis palabras su total atención:

Cómeme entera… vamos hazlo… -exclamé subiendo las rodillas y dejando mi entrepierna expuesta ante él.

Mis manos juguetearon con su brillante cabeza, apretándola con urgencia animándole a darme el placer que tanto necesitaba en esos momentos. Jean-Luc no apartaba la vista de mi almeja lo cual me excitó sobremanera al saberme deseada por aquel bello muchacho. Situándose obediente entre mis piernas, el joven empezó a comerme el coño de forma lenta y absolutamente deliciosa, tomándose su tiempo, explorando cada uno de los rincones con su lengua, chupándolo y cubriéndolo de ese modo que a mí siempre tanto me ha gustado. Acercando la boca a los abultados labios de mi sexo estuvo unos segundos recorriéndolos de arriba abajo. Aquel cálido roce hizo que me arqueara mientras de mis labios escapaba un largo lamento de satisfacción. Siempre he sido fácilmente excitable y debo decir que el muchacho sabía cómo tratarme para conseguir de mí la mejor de las respuestas. Metiendo el dedo en mi coñito ayudé a la caricia de mi amante cuya rasposa lengua maltrataba mi pobre clítoris chupándolo una y otra vez. Con exquisita delicadeza lo fue acariciando obligándome con ello a aumentar el ritmo de mi dedo mientras suspiraba y jadeaba pidiendo más y más. Mi otra mano buscaba con desesperación algo a lo que asirse mientras todo mi cuerpo se retorcía con cada una de las caricias que aquella diabólica lengua producía sobre mi irritada concha.

Cariño córrete… quiero ver cómo te corres y cómo disfrutas tu propio placer –escuché su voz junto a mi oído una vez se hubo incorporado.

Volviendo a cerrar los ojos, suspiré ahogadamente al tiempo que dos de mis dedos se movían a cada paso con mayor velocidad proporcionándome una intensa satisfacción. Así estuve un buen rato revolcándome frente a él, con la vergüenza totalmente perdida y friccionando mi almeja entre lamentos cada vez más audibles, hasta alcanzar finalmente el primero de mis orgasmos. Con los ojos aún cerrados me mantuve inmóvil durante unos segundos disfrutando mi placer hasta acabar allí tirada y completamente relajada y feliz.

Tras recuperarme del orgasmo que me había hecho sentir sonreí complacida y le dije musitando apenas:

Bésame, cielo… bésame y hazme sentir amada… lo necesito tanto –confesé alargando mis manos hacia él.

Elevándose sobre mí me besó recogiendo los temblores de mis labios para luego llevar sus pasos camino del cuello el cual lamió haciéndome estremecer entera. Apartando mis cabellos hacia atrás se apoderó de mi oreja la cual chupó y comió con fruición permitiéndome notar el calor de su aliento. De ese modo la llenó con su saliva y nuevamente mordisqueó levemente el pequeño lóbulo provocando en mí multitud de agradables sensaciones que me hicieron suspirar largamente. Con sus manos recorrió todo mi cuerpo bajándolas y subiéndolas para así poder acariciar a su antojo mis pechos, mis caderas y mis muslos. Yo también le acariciaba y paseando la mano por su espalda pude notar el sudor impregnando la fina piel del muchacho. La cercanía entre ambos me permitía disfrutar la calidez de aquel cuerpo tan masculino y viril, de aquel cuerpo que deseaba hacer mío del mismo modo que yo deseaba entregarme a él. Sin poder evitarlo lancé un grito desesperado al sentir sus dedos por encima de mi empapada vagina, empezando a proporcionarme aquel dulce tormento que yo tan bien conocía. Jadeando inquieta yo también busqué su sexo encontrándolo excitado pero todavía no en su pleno apogeo.

Hazme el amor cariño… por favor, no me hagas esperar más…

¿Quieres que te folle? ¿de veras quieres que lo haga? Vamos pídemelo… quiero escuchar cómo me lo pides –me provocó Jean-Luc con su mirada forzada.

Sí fóllame… fóllame muchacho… lo deseo tanto…

Cogiéndome las piernas y colocando una de ellas sobre su hombro, acercó el miembro oscuro a la entrada de mi sexo y, ayudado por mi humedad, penetró desapareciendo dentro de mí de una sola estocada. Un grito ahogado escapó de mis labios al sentirme tan llena. Pronto empezó a moverse de forma lenta para poco a poco ir cogiendo ritmo entrando y saliendo de mi interior haciéndome sentir toda su larga humanidad. Yo, agarrada a sus brazos, gemía y jadeaba con la mirada perdida y sin dejar de reclamar mayor velocidad por parte de mi amigo. Jean-Luc, sin decir palabra, sólo hacía que moverse dentro de mí follándome entre los grititos cada vez más escandalosos que yo emitía. Gritaba de dolor y de placer, una mezcla extraña pero que me encantaba.

Oh Dios, vamos empuja fuerte… fóllame con fuerza cabrón –dije removiéndome bajo sus golpes, sintiéndome llena por entero.

El joven se dejó caer clavándome y desclavándome cada vez de manera más y más obscena disfrutando de los gemidos y lamentos que yo daba. No pude evitar que aquello me excitara y enardeciera al imaginar a mi amiga Pili escuchándonos desde la terraza. Sin darme descanso, aquel animal de piel de ébano aumentó aún más la velocidad de sus acometidas haciéndome notar el golpeteo salvaje de sus cargados testículos sobre mi delicada piel.

Más deprisa… vamos no te detengas… dame con fuerza y sin compasión –reclamé mientras apretaba con mis manos las nalgas de mi joven compañero.

Agarrándome del cuello posó sus labios sobre los míos besándome de manera débil, casi imperceptible y sin dejar en ningún momento de penetrarme tan pronto de forma desesperadamente lenta como rápida y desconsiderada segundos más tarde. Yo sólo creía morir de puro placer con cada golpe que me daba.

¿Te gusta putita? –me preguntó con el mayor de los descaros.

¡Clávamela, clávamela hasta el fondo… me encanta… qué polla tan enorme tienes!

Rodeándome por la cintura y estando agarrada a uno de sus brazos me hizo levantar abrazada a su cuello sin que en ningún instante el miembro saliera de mi hambriento sexo. Yo me deje llevar mimosa hasta acabar tomando él asiento en el sofá conmigo montada encima. Apoyando las manos en su pecho y sin esperar a más empecé a moverme cabalgando a gran velocidad sobre el eje masculino, berreando y gritando mi placer a los cuatro vientos.

La siento… sí, la siento entera… Dios, qué bueno –grité tratando de hacerme al tamaño de aquel pene.

El terrible ritmo impuesto hizo que la polla escapase a mi control saliendo del interior de mi lubricada vagina. Con rapidez lo solucioné enganchándola con mi mano derecha para nuevamente introducirla volviendo una vez más a follarme yo misma manteniéndome firmemente sentada encima del incansable semental. Él me tenía bien cogida por las redondas nalgas acompañándome en el ritmo de la follada y sin dejar de apretarlas entre las yemas de sus dedos.

¡Me matas… me matas de placer, muchacho. Me duele pero me vuelve loca, qué placer tan bueno me das.

El joven, enlazándome por la cintura con su musculoso brazo, aprovechó mi indefensión para golpearme la nalga con fuertes cachetadas que me hicieron aullar de dolor. Y así una, dos y tres veces y cada vez con más fuerza hasta conseguir que mi dolor se fuera acentuando a cada golpe que me daba.

Oh sí, golpéame con fuerza… golpea mi culito sí…

¿Eso te gusta? ¿Te gusta que te den fuerte en el culo?

¡Sí, me vuelve loca… pégame fuerte, joder!

¡Bien, toma… toma fuerte!

Vamos zorrita, muévete y disfruta… eres una zorrita maravillosa –le oí exclamar mientras se hacía con uno de mis pechos el cual lamió con dificultad debido al movimiento imparable que yo ejercía.

Ahora sí golpeó con fuerza inaudita mis redondas montañas provocando en mí una mezcla de dolor y placer que me hizo poner los ojos en blanco. Elevándome cansada y satisfecha, me coloqué a cuatro patas y de espaldas al muchacho ofreciéndole así mi apetecible trasero. Situándose detrás de mí dirigió su largo instrumento hacia la irritada entrada y empujando levemente se fue abriendo camino en el interior entre los sollozos desconsolados que yo producía.

Sí, sí… así, más fuerte… más fuerte, mi amor… me llena entera… dios, qué bueno que es esto…

Moviéndose sin descanso, Jean-Luc acarició mi rojizo pompis atizándolo a continuación de forma alternativa ahora con suavidad, ahora de forma despiadada y dejando caer toda la fuerza de sus manos.

Sigue, sigue cabronazo… qué gusto me das… vamos métemela, no te pares…

Él respiraba de manera entrecortada, demostrando el mucho cansancio acumulado pero pese a ello no disminuyó ni un ápice el ritmo de sus movimientos. Yo creí morir de tanto placer como sentía.

Toma, toma zorrita… me encanta tu coñito estrecho y hambriento de sexo.

Sí cariño… me vuelves loca… me vuelve loca cómo lo haces… fóllame más fuerte… qué fuerza tienes cabrón, me vas a romper por dentro.

Agarrando con fuerza mis cabellos y obligándome a tirar la cabeza hacia atrás, mi obstinado compañero de piel oscura ralentizó unos segundos su ritmo respondiendo yo con un tímido gemido de protesta frente a aquel repentino cambio. Él no hizo caso a mis quejas y continuó empujando con aquella lentitud tan exasperante para mí. Al parecer quería alargar todo lo posible el placer de ambos, cosa que yo agradecí con un largo suspiro. Volviéndome hacia él nos besamos apasionadamente sin decirnos nada, sólo gozando de aquel sublime momento, notando yo su mano rozar mi cuello. Saliendo de mi empapada vagina, volvió a entrar de un solo golpe arrancándome un dolorido gemido de satisfacción. Gemí una y otra vez, no podía dejar de hacerlo. El corazón parecía querer salir de mi pecho y mi cuerpo se encontraba completamente en tensión. Sentía su aliento golpear mi mejilla y cómo aquella polla se mostraba incansable torturándome hasta la extenuación, entrando y saliendo de mi coñito y ofreciéndome el mejor de los placeres.

Eres un animal… no tienes consideración alguna conmigo… mi pobre coñito se encuentra dolorido e irritado…

Pero te gusta, ¿eh putita?... ¿te gusta cómo te lo hago?

Oh sí es genial… ojalá no acabara nunca…

Los cargados testículos no paraban de golpear contra mí, una y otra vez y hasta el infinito haciéndome visitar mundos desconocidos hasta ese momento. Agotada y feliz me dejaba llevar por la brusquedad del muchacho y echando la mirada atrás observé su rostro, bello y sudoroso por el esfuerzo realizado. Dejándose caer, me mordió el hombro provocándome un escalofrío de puro placer.

¿Así, así mejor? –preguntó moviéndose de manera lenta y delicada.

Eres un cielo… nadie me ha follado nunca como tú lo haces… vamos, continúa.

Teniéndome abrazada por la cintura y acercándome más a él empujó con decisión hasta acabar enterrado en mi interior, para de nuevo salir y una vez más horadar mi rosada flor deslizándose sin el menor problema a través de las húmedas paredes. Sintiéndome herida por aquella especie de punzón ardiente, me mordí los labios evitando gritar lo mucho que aquello me estaba gustando. Estaba bien segura que mi mirada exhausta y feliz hablaría por mí mejor que cualquier palabra que pudiese emitir en esos momentos.

Buscando el brazo del sofá aguanté el brutal tratamiento al que me sometía aquel joven mandinga, fornicándome de manera incansable y soez. Cuánto más gritaba, más fuerte me daba haciéndome sentir su humanidad pegada a mí. Con los ojos cerrados y sin saber dónde agarrarme me noté destrozada por dentro, creí que mi maltrecho coñito no iba a poder resistir por más tiempo el ritmo y la fuerza descomunal de aquel animal salvaje. Soplando y resoplando en busca del aire que mis pulmones tanto necesitaban, mi inquieto culillo se removía de forma circular permitiendo el rápido movimiento del grueso rabo. Sin darme respiro, el joven soldado entraba y salía haciéndome sentir nuevo placeres, follándome con brusquedad, buscando los últimos rincones de mi empapado sexo.

Voy a correrme –me avisó ralentizando tímidamente el movimiento de su pubis.

Sí córrete… dámelo todo… vamos córrete, mi amor –supliqué casi implorante por el inmenso placer que llenaba todo mi cuerpo.

Bastaron unos pocos envites para que se corriese. Gritando y quedándose quieto empezó a eyacular abundantemente notando yo cómo el líquido masculino golpeaba de forma violenta las paredes de mi sexo. Con los ojos cerrados y la garganta reseca disfruté la descarga de mi joven macho mientras un nuevo orgasmo me visitaba de manera furiosa. Cayendo sobre mi espalda sentí el ardor de sus labios besando mi espalda y cómo la respiración entrecortada del muchacho se iba acompasando muy poco a poco. Yo también tardé en recuperarme un buen rato de aquel polvo tan estupendo, el calor de su hombría invadía por completo mis entrañas cosa con la que me sentía evidentemente encantada.

Qué polvo más rico… me ha encantado, cariño… me encanta sentir cómo tu leche me llena entera –exclamé abriendo los ojos y sonriéndole mientras chupaba mis dedos relamiéndome y saboreando los espesos goterones que acababa de rescatar de mi húmedo sexo.

¡Guau, qué corrida putita! Me siento muy cansado pero completamente relajado –aseguró él mostrándose ampliamente satisfecho.

¿Estás seguro, soldado? ¿Quieres decir que no serías capaz de echar otro más? –le pregunté mostrándome perversa y retadora mientras con la mano derecha echaba hacia atrás los pocos cabellos caídos sobre mi rostro.

Uf, eres mala. Déjame tomar un baño y descansar unos momentos y enseguida estoy nuevamente para ti –respondió él recogiendo el guante que tan amablemente le había lanzado.

Está bien, mejor descansa un rato… puedes darte una buena ducha, si quieres. Realmente creo que la necesitas –le invité gozosa alargándole las manos para que me ayudara a incorporar.

Es la segunda puerta de la derecha tras el pasillo. Tienes toallas y todo lo necesario, ¿de acuerdo? –continué diciéndole antes de elevarme sobre los pies en busca de un nuevo piquillo que sellara aquel cálido encuentro.

Jean-Luc unió sus labios a los míos haciéndome sentir amada. Al tiempo fue bajando su mano lentamente por los costados recorriendo mi cuerpo desnudo, acariciando mis pechos y mi vientre con exquisita suavidad y ternura.

…………………………………………………………………………………………….

Una vez nos separamos me vestí con rapidez dirigiéndome a continuación a la terraza donde encontré a Pili tumbada boca abajo y fumándose tranquilamente un cigarrillo.

¿Ya estás aquí? ¿dónde dejaste a tu joven compañero? –la escuché preguntarme de forma claramente maliciosa.

Oh, está duchándose en el baño. La verdad es que hacía mucho calor dentro –respondí mientras tomaba asiento junto a ella.

Ya veo, ya… Hija, estarás bien satisfecha. Menudo poderío y gemidos os gastabais…

Uff, Debes probarlo Pili. Ha sido tremendo… tremendo y verdaderamente fantástico –respondí a sus palabras mostrándome feliz mientras sentía aquel cosquilleo tan bien conocido recorrerme la espalda de arriba abajo.

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