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Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

en Amor filial

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

Contestó a aquel contacto no muy convencida pero cuando vio al hombre en su primera cita, toda su carne se le puso caliente. Se entregó a él como si de una colegiala enamorada y sumisa se tratara. Él se aprovechó de la ocasión y no sólo se la folló cómo y por dónde quiso sino que además hizo entrar en el juego a una sobrina de ella…

 

I close my eyes

Only for a moment

And the moment’s gone.

All my dreams

Pass before my eyes a curiosity.

Dust in the wind

All they are is dust in the wind…

Dust in the wind, KANSAS

 

En primer lugar diré como carta de presentación que tengo cincuenta y seis años y que llevo divorciada más de quince. Tengo dos hijos, chico y chica, y llegué a este país buscando un nivel de vida mejor para todos. Anduve varios meses por diversas comunidades hasta que finalmente acabé asentándome en Madrid. Mi primer empleo consistió en cuidar a un señor elegante y educado pero muy mayor, el cual a las pocas semanas me dijo estar enamorado de mí. Un buen día, a una amiga mía le llamó la atención un anuncio que vimos en una revista de esas de contactos diciéndole yo que no me importaría contestar a ver qué pasaba. Tras un mes y una serie de cartas quedamos una tarde citados en una céntrica cafetería. Nada más verle puedo jurar que se me cayó el alma al suelo. Era un chico muy joven para mi edad, alto y bien parecido. En esta primera cita me llevó a la Casa de Campo y ese mismo día se lo presenté a mi hijo el cual, tras hablar un rato con él, me animó diciéndome:

¡Mamá, me alegro por ti y mereces ser feliz!. Parece un tío legal y muy majo así que adelante. ¡Felicidades! –me dijo dándome dos besos en las mejillas.

A partir de ese momento ya daba por sentado que éramos amantes. Al marchar mi hijo y quedar los dos solos frente a una taza de café empezamos a charlar hablando de todo un poco y conociéndonos de ese modo más y más. Lo cierto es que, a cada momento, me estaba gustando más aquel joven aunque apenas fuera un poco mayor que mi hijo. Era atento conmigo, educado y podía estar horas hablando de cualquier tema así que no resultó raro que una mujer madura, en un país extraño y falta de cariño masculino hacía largo tiempo, se sintiera atraída por un pipiolo como aquel.

¿Nunca has sentido la necesidad de seguir tus impulsos? –me preguntó en voz baja acercándose a mí.

Algunas veces sí –contesté de forma escueta y notándome cada vez más cercana a él.

Cuando iba a seguir me agarró el mentón entre sus dedos y selló mis labios con los suyos sorprendiéndome yo misma cuando mi propia lengua penetró como una exhalación en su boca. ¡No podía creer mi rápida respuesta! No sólo aceptaba aquel beso sino que lo deseaba haciéndolo mucho más profundo al mezclar mi lengua con la suya en el interior de su cavidad bucal. En esos momentos sentí mi entrepierna empapada debajo de la fina braguita.

Me encontraba tan excitada que cuando sentí apoyada su mano sobre uno de mis pechos y cómo sus dedos pellizcaban el pezón por encima del jersey de punto que me había puesto aquel día, le agarré con fuerza de la nuca besándole con desesperación para, de ese modo, ahogar el tremendo orgasmo que inundaba mi entrepierna.

Luego, y ya en la soledad de mi cuarto, me masturbé tantas veces como pude hasta quedar dormida como una bendita. Nunca hubiera pensado que un hombre mucho más joven que yo pudiera provocar en mi aquella ansia escondida hasta ese momento. Ahora comprendía que mi hijo gustase de salir con mujeres mayores que él.

Durante la siguiente semana hablamos por teléfono varias veces. Su voz grave y fuertemente masculina me excitaba y siempre acababa con algo entre las piernas, normalmente mi mano o bien un vibrador que me habían regalado las compañeras del trabajo.

Al fin llegó el tan deseado fin de semana. Tenía ganas de volver a verle y toda la semana había estado pensando en el siguiente encuentro, pensando en sus labios apoyados en los míos, en sus nervudos dedos resbalando sobre mi rostro y en la completa seguridad que me daba estar junto a él. Parecía una joven e inexperta colegiala en busca de su primera cita…

Me vestí muy provocativa para él. Quería estar muy guapa y sensual y que sólo tuviera ojos para mí. Buscando en mi armario escogí una falda amplia y larga. Me quité el sujetador y me puse una liviana rebeca sobre los hombros ya que la primavera tocaba a su fin. Nos habíamos citado en una piscina municipal. Mi enamorado apareció al fin y se sacó el bañador en la parte trasera del coche poniéndose unos bermudas. Por más que traté de ver más de aquel cuerpo, no pude. Estuvimos dando un corto paseo hasta que, llegados a una llanura de césped extendió una manta sobre la hierba y nos tumbamos juntos. Procuré, subiéndome la falda y sin vergüenza alguna, mostrar una buena parte de mis muslos y creo que no lo hice mal. Incluso, yendo mucho más allá, creo que pudo darse una buena ración de culo pues mis bragas debido al calor estaban metidas en la hendidura que formaban mis nalgas. Por mi cabeza no pasaba otra idea en esos momentos más que sentirme observada y deseada por aquel jovencito tan atractivo y varonil.

La noche se iba echando encima por lo que decidimos levantarnos doblando él la manta. Echándole un rápido vistazo me fijé que estaba empalmado bajo los bermudas de algodón que se había puesto. Aquello me halagaba pero no me atreví a decirle nada. Tan sólo me volví de espaldas aprovechando para relamerme los labios imaginando todo aquello que podría hacerme con aquel bulto más que considerable. Andamos hasta el coche y, mientras él metía la manta en el maletero, yo me escondí tras unos árboles para orinar. Cuando me estaba limpiando, me lo encontré delante de mí. Su polla parecía querer romper la tela de los pantalones y debo reconocer que me quedé parada sin saber si terminar de subirme la braguita o bien lanzarme sobre él y violarlo allí mismo.

Él estaba frente a mí, sin decir nada pero diciéndomelo todo con su mirada. Sin saber cómo y respirando aceleradamente me encontré de pie, con la falda caída a la altura de los tobillos y pude sentir su cálida mano acariciándome los pechos, el vientre, sus dedos en mis ensortijados vellos mientras su otra mano bajaba lentamente por mi espalda hasta alcanzar mi redondo trasero.

Noté como uno de sus dedos se deslizaba entre mis glúteos hasta alcanzar mi ano. Me agité, ahogué un tímido gemido de protesta intentando separarlo, pero con ello sólo provoqué que se deslizara hacia el interior haciendo la caricia mucho más profunda. Jamás en mi vida me habían hecho nada parecido, ni mi ex marido ni los ocasionales amantes que había tenido tras mi divorcio. También era la primera vez que un hombre me veía completamente desnuda, sin nada de ropa. Debido a mis tontas manías, ni tan siquiera mi esposo había logrado nunca disfrutar de mi total desnudez.

Así pues, aquel joven al que había conocido unos días antes, acababa de conseguir dos cosas que jamás pensé pudieran sucederme. Me estaba sodomizando con uno de sus dedos y podía gozar de la totalidad de mi cuerpo desnudo. Pero lo que más excitante me resultaba de toda aquella escena es que aún no era noche cerrada y que podíamos ser vistos por cualquiera. Imagino que aquella excitación significaba algún tipo de extraña y desconocida actitud exhibicionista por mi parte. Su dedo presionaba a cada momento más y más tratando de introducirse en mi estrecho agujero y aquel dulce contacto logró hacerme correr por primera vez en brazos de aquel apuesto hombre al que agradecí sus caricias mordiéndole levemente el hombro.

Abrazándome a él con fuerza podía sentir la tensión de su polla mientras me besaba en el cuello y me succionaba el lóbulo de mi pequeña orejilla. Se entretuvo jugando con sus labios y su lengua con el pendiente haciéndome sollozar de emoción. Me excité de tal modo que orgasmé dos veces seguidas sin poder ni querer remediarlo. Él sabía que me tenía a su disposición y que podría hacer conmigo lo que quisiera.

Estrella cariño….ahora me gustaría darte por detrás –me dijo susurrándome al oído.

Asentí sin dudarlo, sorprendida yo misma por mi propio atrevimiento y de hasta qué punto deseaba sentirlo en mi interior sin importarme por cual de mis agujeros. Con algo de miedo le advertí que era virgen por ahí y que sólo le pedía que tuviera cuidado al hacérmelo. Sonriéndome, imagino que contento por mi total entrega, me dijo con su voz grave que me relajara y que ya vería como me gustaría. Una vez me tuvo convencida, bajó la ventanilla del coche y echándome hacia delante me hizo meter medio cuerpo dentro dejando expuesto mi trasero para su total disfrute.

Sepárate las nalgas lo más que puedas que te voy a hacer algo que te va a encantar –me dijo.

Sentí su húmeda lengua deslizarse por mis nalgas mordisqueándomelas suavemente con los dientes antes de alcanzar mi oscuro agujero. Me lamió el ano lentamente mientras con uno o dos de sus dedos me lo iba penetrando, masturbándomelo con gran placer por mi parte. Su lengua penetraba dentro del agujero de mi culo como si de una traviesa culebra se tratara. El gusto me derretía sin poder evitar estremecerme con cada uno de sus roces sobre tan delicado agujero. Comencé a sentir sus lametones y mordisquillos en la espalda notando el vello de su pubis en mis nalgas. Los estertores de una nueva corrida sacudían mi espina dorsal recorriendo mi columna vertebral hasta que el muy cabrito aprovechó mi indefensión para sacar los dedos y meterme media polla dentro.

Noté un pinchazo tremendo que me hizo gritar de dolor. Una fuerte quemazón invadió el interior de mi estrecho culito obligándome a morderme el labio inferior evitando lanzar el terrible berrido que intentaba salir de lo más profundo de mí. Él, tan amable como siempre, empezó a decirme al oído palabras dulces que lograron relajarme un tanto y así, muy lentamente, me la fue clavando hasta que noté sus bolas chocar contra mis muslos.

Una vez estuvo bien aposentado en mi interior y mi culito un poco más dilatado, inició un lento mete y saca con el que me hizo tocar el cielo y el infierno a un mismo tiempo. Enredaba sus dedos en mi cabello acariciándome a continuación la nuca y mis tetas a las que sometía a un continuo e insoportable pellizqueo de pezones. Al fin con los dedos de su mano derecha se entregó a la dulce tarea de follarme el coño sin descanso.

Ahora sí berreaba con desesperación sin importarme lo más mínimo poder ser sorprendida por alguien en tan delicado estado. Uniendo dos dedos en forma de pinza atrapó mi clítoris restregándomelo con fuerza y haciendo que yo agitase mis glúteos solicitando una mayor intensidad. Noté mi diminuto botoncito endurecerse al contacto con sus dedos mientras mi vulva no paraba de humedecerse con los jugos que no dejaba de producir. Mi amante en esos momentos se mantenía totalmente quieto siendo yo la que buscaba más y más placer el cual no tardó en llegar justo en el instante en que él soltaba una tremenda andanada de semen la cual me llegó hasta lo más hondo de mi persona llenándome las paredes de mi ano

De forma delicada me la sacó del culo y volviéndome de cara a él me arrodillé a sus pies lamiéndole su herramienta de forma exquisita hasta dejársela limpia y reluciente. Saboreé los restos de su líquido seminal con gran placer al tiempo que con mis manos me masturbaba ferozmente hasta alcanzar un nuevo orgasmo que me dejó bien satisfecha y relajada.

Con los ojos fuera de mis órbitas pude ver cómo, pese a su reciente corrida, seguía manteniendo una más que aceptable erección hecho que aproveché para animarle pronunciando las siguientes palabras sin apartar la mirada de la suya:

¡Dios mío, qué maravilla! ¡Qué dura la tienes y eso que acabas de correrte!

Cogiéndome de los brazos me puso en pie restregándose contra mí y cuando la tuvo nuevamente bien dura, me hizo tender de espaldas sobre el capó del coche apoyando una pierna en su hombro y me la clavó de una sola vez en el coño. Allí me encontraba yo a mis cincuenta y muchos años, ensartada por aquel grueso y maravilloso arpón y gozando como una loca del sexo que me estaba dando mi joven y poderoso amigo.

Aquella tarde resultó inigualable para mí y fue la primera de una interminable, larga y maravillosa relación secreta entre los dos. Cada vez que nos encontrábamos lo hacíamos de aquel modo tan salvaje y placentero hasta que un día se presentó con una falda la cual me dijo que quería que me pusiera. Era realmente corta, una especie de minifalda negra de cuero la cual, una vez me la puse, apenas me cubría más allá de medio muslo. La verdad es que al principio me sentí algo ridícula e incluso algo puta pero luego, al abandonar el coche y pasear con ella cogidos de la cintura, me decía que se sentía feliz y envidiado al ver las miradas que los otros hombres lanzaban sobre mis piernas. El pensar como los otros hombres me desnudaban con la mirada me confesó que le ponía tremendamente cachondo.

Llegados a la cafetería donde solíamos ir, nos sentamos en una mesa junto a una ventana y al cruzar las piernas pude verme en la cristalera. Se me podían ver sin el más mínimo recato la totalidad de mis muslos. Un grupo de chicos de no más de dieciséis años que pasaban por la calle se fijaron en mí y centraron sus miradas con cara libidinosa y de enorme deseo. En los mayorcitos que me observaban desde la barra incluso pude apreciar el creciente aumento de sus entrepiernas. Me sentía fuertemente halagada por ello creyéndome la mujer más deseada en esos momentos. Desde ese día he ido potenciando mi imagen comprándome ese tipo de faldas y ropa más ceñida y provocativa.

Una tarde del mes de mayo me llamó al móvil la mayor de mis sobrinas diciéndome que llegaba al día siguiente para pasar unos días con su querida tía. Lo que no esperaba era la sorpresa que la aguardaba…Fuimos con mi amigo al aeropuerto recogiéndola en la terminal entre grandes muestras de cariño por parte de ambas. Aprovechando un momento en que nos quedamos solas, mi sobrina Amanda me preguntó de dónde había sacado aquel chico tan joven y tan guapo. Sonreí de forma forzada ante su directo comentario sin responder a su pregunta al ver cómo él se acercaba a nosotras. Ya en el coche y a mitad de camino mi bello amante me dijo:

Estás realmente preciosa pero, ¿crees que tu sobrina aprobará esta falda tan corta que llevas?

Sorprendiéndome gratamente no sólo la aprobó sino que me pidió permiso para insinuarse a mi amigo. Ella ya conocía la relación que ambos manteníamos pues se lo había contado en la terminal del aeropuerto. Se lo dije a él y me contestó:

Sí, pero si tú antes te deshaces de las braguitas…

Ellos iban en la parte delantera del coche sonriéndose mutuamente y buscando los primeros gestos complices entre ambos. Tardé un rato en decidirme pues debo reconocer que me daba cierto apuro quitarme las bragas allí delante de mi sobrina pero al final, por el lado de la puerta, le acabé entregando mis braguitas.

Me coloqué entre los dos asientos y él, puso el retrovisor de tal modo que podía verme perfectamente mi húmedo coñito todo bien recortado. Era una pequeña gran sorpresa que le tenía reservada a mi hombre. Pude ver la tremenda erección que dicha imagen le produjo. Aquello tampoco pasó desapercibido para mi sobrina la cual empezó a meterse con él.

Tu tía dice que tienes un par de tetas preciosas…me gustaría verlas para poder opinar así que enseñámelas –le dijo mi compañero sin cortarse.

Al igual que había hecho yo antes con mis braguitas de algodón azul celeste, ella también pese a su aparente liberalidad dudó unos breves segundos para, al final, desabrochándose la blusa sacarse el sujetador dejando al aire sus turgentes senos de pezones oscuros. Él, sin dejar de conducir, alargó la mano y se las manoseó y magreó durante un largo rato. Parecía estar gozando una enormidad con aquellos pechos duros y jóvenes que mi sobrina le ofrecía con grandes muestras de placer. Ella sin darse cuenta de que estabámos en medio de la carretera, no paraba de meterse mano en su empapada almejita.

Yo, con algo más de disimulo, me estaba masturbando hasta que abriendo los ojos como platos sentí la mano de mi sobrinita acariciándome los pelillos del pubis. Estábamos en pleno verano y cuando quise darme cuenta nos encontrábamos a unos cuantos metros de la carretera y ya en mitad del campo pero no tan lejos como para no poder ser vistos por alguien. Paró el motor del coche y salió afuera pidiéndonos que saliésemos también nosotras del vehículo. Nos puso juntas a las dos y sin más preámbulos comenzó a desnudarnos. En pocos segundos ambas nos encontramos completamente desnudas y sintiendo la brisa del campo sobre nuestros cuerpos. Resultaba morboso estar allí desnudas en medio del campo y con la posibilidad más que probable de poder ser vistas por alguien. Aquella idea circuló de forma fugaz por mi cabeza y creo que también debió hacerlo por la de mi sobrina. A continuación nuestro amante, pues ahora lo era de las dos, nos pidió que hiciéramos lo mismo con él lanzándose primero mi sobrina como una loba en celo sobre su masculina figura siguiéndola yo instantes después. Estuvimos jugando un rato con su cuerpo lamiéndole el cuello, las orejas y los pezones mientras recorríamos con nuestras manos su velludo pecho haciéndole vibrar de emoción.

Ambas estábamos encendidas como perras antes de lanzarse sobre su presa. Jugábamos con cada poro de su piel, reconociendo sus más íntimos rincones, notándolo estremecerse con nuestras hábiles y experimentadas caricias…La última prenda que le sacamos fue el slip. Mostraba una erección de tal tamaño que el slip a duras penas podía aguantar semejante bulto bajo su protección.

Nos ordenó, aunque de manera suave, que se la chupásemos a dúo. Fue un placer comerle su bello músculo en compañía de mi sobrina. Nos íbamos turnando a cada paso sacándola de nuestras bocas y ofreciéndosela a continuación a la otra. Me encantaba tener su polla dentro de mi boca mientras podía sentir los labios o la lengua de mi sobrina chupándole sus cargadas bolas. En ocasiones, y debido a la cercanía, nuestros labios se acercaban peligrosamente y en una de esas mi sobrina aproximó sus labios más de lo conveniente y ambas nos fundimos en un beso que me dejó completamente descolocada pero al que debo decir que tampoco le hice ascos. La boca de Amanda resultó fresca y de besos intensos. Obligándome a abrir ligeramente los labios introdujo su lengua en mi boca mezclándola con la mía en un beso escandaloso y lleno de lujuria que le devolví sintiendo una de sus manos sobre mi pecho. Debo decir que aquel mi primer beso lésbico y nada menos que con mi sobrina no me resultó molesto ni mucho menos recibiéndolo con gran placer entregándome a la pasión y al deseo. Allí nos encontrábamos las dos arrodilladas en el suelo y comiéndole el instrumento a mi chico para, de tanto en tanto, abandonarlo entregándonos a los placeres de Lesbos entre ambas.

Separándose unos instantes de nosotras mi amante sacó la manta que tenía guardada en el maletero y estirándose sobre ella hizo que Amanda tomara asiento sobre aquel vástago de dimensiones formidables, dándole la espalda y con las piernas estiradas. Una vez la tuvo bien montada y con la polla metida en su vagina la cogió de los hombros haciéndola que se recostase sobre él entre los gritos desvergonzados de mi sobrinita. Aquella imagen no produjo ningún tipo de celos en mí…más bien se trataba de una extraña sensación mezcla de morbo y de un creciente vicio que notaba subir entre mis piernas sin poder evitar llevar mis manos entre ellas.

Fóllame….fóllame fuerte vamos….Métemela fuerte hasta los huevos –escuchaba pedirle a mi sobrina entre berridos irrefrenables.

Mi hombre la tenía fuertemente cogida por las caderas y no hacía más que golpear una y otra vez en aquel oscuro coñito que no paraba de absorberlo y expulsarlo una y otra vez. Con enorme satisfacción podía ver aquel tallo, en el que quedaban bien marcadas las venas a punto de reventar, desaparecer en el interior de la cavidad de Amanda la cual enloquecida por completo no dejaba de mover la cabeza a un lado y al otro cayéndole sus negros cabellos sobre su bello rostro.

Yo me puse a horcajadas encima de la boca de mi sobrina la cual ni corta ni perezosa sacó la lengua lamiéndome primero los muslos y pasando después a comerme el sexo entre mis gemidos excitados al ser ella quien me lo hacía. Mi amigo me pidió que me pusiese a cuatro patas de manera que mis pechos quedaban a su entera disposición. Amanda, cada vez más y más excitada, me lo demostraba chupándome el clítoris con sus labios. Mil estrellas de color llenaron mi cabeza ante el ataque de la hija de mi hermana. Se apoderó de mi botoncito, haciendo titilar la punta de su lengua sobre él y con esa caricia me hacía transportar al séptimo cielo, mientras yo misma alzaba mi pelvis de forma espasmódica para así conseguir un mejor contacto con su lengua. La cabeza me daba vueltas sintiéndome un tanto mareada pero al tiempo bien satisfecha entre gemidos cada vez más broncos.

De pronto y sin poder soportar por más tiempo aquella tortura a la que me sometía mi querida sobrina rompí en un orgasmo apoteósico, de esos que te dejan marcada, de esos que tardas largo tiempo en olvidar si es que finalmente consigues hacerlo…Me pareció derretirme como un terrón de azúcar en el café, un placer inmenso y total que me inundó hasta el último poro de mi cuerpo, igual que el agua penetra en cada hueco de una esponja. Abrí los ojos con gran dificultad y allí me encontré con los ojos brillantes de Amanda clavados en los míos y sonriéndome de modo descarado y sensual. Se incorporó levemente para besarme primero de con dulzura y luego de forma mucho más apasionada llevándome contra ella y haciéndome sentir los latidos acelerados de su corazón. Me acariciaba las mejillas, los labios, el cuello con mucho amor mientras me iba recuperando del orgasmo alcanzado. De pronto la escuché susurrarme al oído con voz apenas audible:

¡Tía, eres realmente maravillosa! ¡Me ha encantado hacerte el amor y verte correr entre mis labios!

Ese fue mi primer orgasmo con mi sobrina Amanda. Después vendrían otros muchos en compañía de mi querido amante o bien en la soledad de las sábanas de su lecho estando juntas las dos. De todos modos debo decir que ningún otro fue ya como aquel, ninguno alcanzó la fuerza y la entrega de aquella primera vez…

Volviendo a la escena que formábamos los tres, al mismo tiempo que sentía la excitación de mi sobrina, podía sentir también el roce de las manos de Manuel alternando sus caricias en los pechos de ella para meter después los dedos en el interior de mi ojete haciéndome dar un fuerte respingo aprobatorio. Amanda se corrió de forma ruidosa pareciendo que se meaba y tal vez aquello era lo que estaba haciendo…

Mi sobrina, cansada y agotada, por el orgasmo alcanzado se retiró a un lado dejándome el sitio. Ahora Manuel me hizo poner con el culo en pompa y, sin pedir permiso, me endiñó su polla en mi ardiente coño al tiempo que mi sobrina, debajo, formaba un estupendo sesenta y nueve conmigo. Él me la sacó, tras un buen rato de follarme mi sexo, para metérmela de una sola vez en el culo donde me estuvo sodomizando hasta que finalmente soltó el semen almacenado en sus pelotas. Una vez la sacó de mi dolorido culito pude ver con agrado como la leche me resbalaba por los muslos yendo a parar a la boca de Amanda la cual los recogía tragándoselos con cara de golosa.

Cuando acabamos aquel delicioso acoplamiento, mi sobrina me preguntó con curiosidad qué se sentía al notarla clavada en el culo.

Eso tiene fácil solución –dijo mi amigo adelantándose a mi respuesta.

Poniéndola a cuatro patas entre los dos mi joven amante se situó tras ella y, en cuestión de un cuarto de hora, la hija de mi hermana perdió su virginidad anal y conoció el tremendo placer, tras el intenso y tan necesario dolor inicial, que puede sentirse con un hombre como aquel. La pobre Amanda lloraba y gritaba entre fuertes alaridos que resonaban en aquel campo en el que nos encontrábamos. Yo, al igual que había hecho ella con el mío, saboreé el sabor del semen cálido, espeso y blanquecino que le corría entre las piernas como el mejor de los placeres.

Aquel semental tenía las suficientes fuerzas como para cumplir con las dos y de ello nos aprovechamos ambas hasta que mi sobrina Amanda tuvo que marchar entre grandes muestras de dolor por su parte. Continué disfrutando de la virilidad de mi hombre durante más de un año haciéndolo en los lugares más insospechados y peligrosos como aquella vez que lo hicimos en un parque público una noche que volvíamos a casa o aquella otra en que acabamos follando en el rellano de nuestra casa sin poder gemir ni decir palabra por miedo a ser descubiertos por nuestros vecinos.

Al final, como ocurre en muchos casos, él encontró otra chica mucho más joven y al conocer dicha relación entre ellos preferí coger el toro por los cuernos y le planteé la idea de separarnos pues consideré más oportuno dejarlo yo que seguir sufriendo con una situación en la que me sabía claramente perdedora y que ya no conducía a nada…

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