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Jugando con mi amiga y mi novio (2)

en Trios

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

 

Tras la abundante sesión lésbica, las dos muchachas llamaron al joven macho en busca de mayores placeres. Sedientas y necesitadas de mucho más, el muchacho resultó el mejor antídoto para la lujuria de sus males...

 

 

Well you can ride on the crest of a wave if that's where you want to be

but does the look on your face mean you're really feeling happy

or do you feel like you're standing on a wooden leg

or a poor man much to proud to beg

or a page from a book that can't be read at all.

 

Well you can see by the way that they are talking

that it's time for you to pick up your grip and start walking

'cause they want to see your long legs flying

go to the place where the earth meets the sky and

don't turn around and wave goodbye at all.

 

They won't be satisfied, till you're out of their sight

but I wonder how will you feel

with a deck of cards and you're not around to deal, yeah...

 

Crest of a wave, RORY GALLAGHER

 

 

Después de quedar exhaustas nos cambiamos, tomando un breve descanso ambas nos levantamos en busca de Ricardo, mi novio.

-           Venga, llamémosle a ver qué puede ofrecernos.

-           Ups, eres insaciable.

-           Sí, lo soy... nunca tengo bastante.

Retirando la cortina a un lado, las dos llamamos a Ricardo provocándole y tocando el amplio ventanal con los nudillos. Él pronto aceptó la llamada de buen grado, abandonando la piscina y dirigiéndonos de la mano al salón. Mónica nos esperaba tumbada en el sofá en su total hermosura.

-           Mira a quien te traigo.

-           Ah hola Ricardo, ¿estaba fría el agua de la piscina?

-           Sólo al entrar, luego se sentía deliciosa -contestó él besándole la mano caballerosamente.

-           Ummm, habrá que ir a probarla más tarde... me apetece un baño -declaró mi amiga dejándose rozar el dorso por los labios de mi chico.

Hablamos amigablemente, Ricardo acariciando como al descuido el vientre desnudo de Mónica la cual nada decía. De todos modos, estaba claro lo que todos queríamos aunque tratáramos de retrasarlo unos minutos más. Mónica, sonriendo, observaba el torso desnudo que frente a ella se mostraba con total descaro. Sólo con el bañador, el resto quedaba a la vista produciendo en ambas el interés por su persona. Fui yo la que provoqué la situación, empezando a acariciar los pechos de mi amiga por encima del pequeño top que llevaba e invitando a Ricardo a hacer lo mismo. Mi querida Mónica se dejó hacer por ambos, pasiva por entero y con su rostro sonriente y risueño. Con los dedos, lentamente hicimos levantar la fina tela apareciendo frente a nosotros los pechos llenos de delicadeza. Con la mirada invité a mi chico a probar del mismo, haciendo yo lo propio con el otro. Comenzamos a rozarlos tímidamente, pasando pronto a degustar los oscuros y sensibles pezones corriendo la lengua por encima. El primer gemido escapó de los labios de mi amiga, indicando lo placentero de la caricia con ese leve gimoteo. Así continuamos lamiendo con la peor intención la sensibilidad femenina que enseguida notamos crecer bajo nuestros labios.

-           Seguid, seguid con eso... me encanta...

Continué lamiendo de forma sutil y sonriendo a mi novio, le llevé la cara a la de Mónica para que la besara. La seducción de los dos hacia ella siguió por unos segundos más, besándose suavemente ellos mientras yo continuaba mi tarea rodeando la aureola rosada del pezón. Mónica aceptaba de buen grado los besos del hombre, respondiéndolos al abrir los labios con deseo contenido.

-           Es buena chica -susurré en voz baja a mi novio para rápidamente ser ella la que volvía la cabeza, solicitando mis labios sin decir palabra y con el solo gesto inconfundible.

-           Me excita, me excita eso... me excita ver cómo os coméis las bocas -dijo Ricardo al observar el beso que ambas formábamos.

-           ¿Te gusta verdad cabrón? -pregunté alegre y sabiendo lo mucho que eso le gustaba.

Conocía bien lo mucho que le gustaba vernos morreándonos, muchas veces me lo había dicho así que no era ningún secreto. Así pues y olvidándome de él, quise incitarle aún más comiéndome lo delicado de los labios rosados de mi amiga.

-           Ven pequeña, deja que te bese...

Sacando las lenguas ambas, empezamos a jugar perversas mezclándolas una con otra. La mano en su cabello, nos besábamos uniendo los labios con suavidad, entregándome Mónica la lengua y tomándola yo con la mía al golpearla con rápidos movimientos. Rendidas al beso y completamente olvidadas de Ricardo, disfrutábamos de tan hermoso momento en el silencio que nos envolvía. Él nada decía, imagino sólo observándonos en nuestra cálida entrega. Un rato más estuvimos así, los ojos cerrados y las bocas fundidas tan pronto de un modo tierno como mucho más voluptuoso según las sensaciones se aceleraban.

Separadas, quedamos sentadas con la agradable imagen que la compañía de mi chico nos mostraba. Alargué la mano hacia él, tomando la parte alta del bañador para atraerle. Nos acercamos sonrientes, iniciando la seducción de los besos por encima del pecho y el abdomen musculosos. Mónica por arriba y yo por abajo, corríamos la piel llenándola con la intensidad y delicadeza de nuestros besos, de nuestros labios posados en lo terso de la figura masculina. Ricardo nos acogió complacido, notando la mano subirme el brazo para ir a parar sobre el cabello buscando acercarme más a él. Los besos continuaron, amándole como mejor supimos, besándole yo el brazo mientras la otra seguía por arriba de modo tímido pero procaz. Mi chico me dio sus dedos a chupar, elevando la mirada hasta cruzarla con la suya. Los dos sonreímos en clara muestra de lo que ambos deseábamos. Sabía lo que pensaba como seguro sabía él los impúdicos pensamientos que en esos instantes llenaban mi loca cabecita.

Cayendo sobre él, me apoderé del abdomen con la boca para enseguida subir arriba con un lento movimiento de lengua. Me ponía loca, me ponía loca la situación y fantasear con la idea de todo aquello que los tres podíamos llegar a hacer. Como dije no era la primera vez que lo hacíamos y eso me hacía pensar en todos los anteriores encuentros disfrutados en compañía de mi dulce amiga. Cogida la cara entre sus manos, Ricardo se dobló para besarme con un punto exquisito de dulzura. No tardó ella en reclamar lo suyo, besándose ahora ellos del mismo modo dulce y lleno de ternura.

-           Sois preciosas muchachas -escuché a Ricardo que decía antes de volver a probar los labios húmedos y carnosos de mi amiga.

Me daba morbo el verles, ningún atisbo de celos hacia ellos más bien todo lo contrario. Entre los tres existía completa armonía y tan solo lo veíamos como sexo puro y duro encontrando en Mónica el complemento perfecto a nuestra relación. Al tiempo que se besaban, pude comprobar con agrado cómo ella llevaba la mano por encima de la entrepierna oculta a la vista de ambas. La estuvo manoseando unos breves instantes con total deleite por parte de mi chico. ¡Ummmmm, qué morbo me daba eso! Abierta de piernas, la mano de Ricardo no estuvo quieta buscándome a través de la tela del pequeño short.

-           Deja que te demos placer cariño -musité en voz baja removiéndome sobre el sofá camino de una mejor posición.

-           ¿En qué piensas loquilla?

-           Ya lo verás, tú déjanos hacer a nosotras...

Bajándole el bañador, empezamos a degustar el miembro aún a media asta. Caído abajo, Ricardo lo bamboleaba a un lado y otro lo que a las dos nos resultó de lo más estimulante y provocador. Las lenguas pegadas a él, el continuo ir y venir elevaba en ambas el interés por atraparlo. Mimosas y alegres, lo llenamos de besos pasando las lenguas por encima del tronco todavía medio flácido pero que no tardaría en crecer convenientemente. Ya nos encargaríamos de eso. Fui yo la que tomándolo con la mano lo llevé a la boca, lamiendo levemente el glande descapullado para seguidamente tragarlo iniciando el lento chupar. Los ojos cerrados tiraba del débil músculo adelante y atrás buscando la rápida respuesta del mismo. Ricardo empezó a gemir en tono bajo ante el amable tratamiento que le daba. Me gustaba chupar polla, sabía que era buena en eso y a ello me entregaba siempre que podía. El miembro de mi chico resultaba para mí el mejor bocado a degustar. Con la mano apoyada en su muslo, chupaba adelante y atrás envolviéndolo con los labios sin abandonarlo un solo segundo.

-           Así nena, así... chupa, chupa así -la voz entrecortada de mi chico se mezclaba con el ruido que los besos de Mónica le dedicaban por encima de la piel.

Poco a poco fui aumentando el ritmo de la felatio, succionando sin descanso al elevar los ojos en busca de los suyos. El músculo protestó, evidentemente de forma positiva ante el constante ataque que le ofrecía. Cada vez más recio, palpitante y sincero lo notaba ganar volumen en el interior de mi boquita.

-           Tómala cariño, disfruta tú también de ella -invité a mi amiga a devorarla al entregársela en buena camaradería.

-           Sí dámela, dámela -aceptó al instante agarrándola de forma decidida entre sus dedillos.

Llenándose de ella, Mónica empezó a chupar del mismo modo que acababa de hacer yo, tragando polla de manera experta y hambrienta. Perfecta imagen la que mi amiga me mostraba, saboreando el sexo de Ricardo con total complacencia. ¡Me ponía tanto verla así!

-           Me encanta el mango de tu chico.

-           ¿Te gusta eh?

-           Me gusta sí, enorme pedazo que tiene -declaró antes de ofrecerme los labios para que la besara.

Lo hice, enredando las lenguas en el interior de su boca entre los gemidos leves que ambas producíamos. Los míos se mezclaban con los suyos más intensos y prolongados en el tiempo. Sin cerrar los ojos la veía masturbar de forma muy lenta a mi chico, plegando y desplegando la piel con el movimiento adelante y atrás de su mano. Ya bien duro, el miembro aparecía brillante y con el glande pujante ante nosotras. Observé a Mónica morderse ligeramente el labio inferior, estaba segura que se moría de ganas por comérselo entero. Le gustaba comer polla tanto como a mí sino más, pese a su mayor interés hacia las mujeres. Cerrando los ojos tragó polla, dedicándose a la feliz tarea entre los constantes gruñidos que la boca de mi chico producía. Chupaba a buen ritmo al tiempo que jugaba golpeando con los dedos los colgantes. Se los acaricié yo también notándolos duros y cargados bajo los dedos. Apenas lo habíamos hecho unas horas antes disfrutando el uno del otro en el interior de la ducha, pero conocedora de lo pronto que Ricardo recuperaba fuerzas sabía que estaría bien preparado para darnos lo que ambas deseábamos.

Encima de mi amiga, la acaricié llevando las manos sobre los pechos colgándole. Ella me miraba sin dejar de lamer y devorar la virilidad masculina, la lengua arriba y abajo y así una y otra vez.

-           Vamos dale caña... lo necesita -musité a su oído incitándola a continuar.

Me excitaba tanto verles, Ricardo con la mirada perdida y el gesto descompuesto mientras ella chupaba en actitud sumisa y rendida al objeto que la subyugaba. Le besé la mejilla rozando los labios escasamente por encima.

-           Oh nena, sigue sigue...

-           ¿Es buena verdad?

-           Muy buena sí... me vuelve loco como lo hace.

-           ¿Tan buena como yo? -pregunté con un gesto de maldad.

-           Casi tan buena como tú -respondíó con prontitud a la directa pregunta.

-           ¿Casi tan buena como ella? -fue ahora Mónica la que le interrogó bromeando.

-           Bueno chicas, las dos sois fantásticas... no me hagáis quedar mal con ninguna -zanjó Ricardo entre las risas de todos.

-           ¡Menudo rabo tienes cabrón... ven deja que lo saboree!

Abriendo la boca se lo metió hasta el fondo, teniendo que sacarlo a los pocos segundos en busca de aire que respirar. Enseguida volvió a por ella, metiéndosela de nuevo hasta hacerla desaparecer por un breve lapso de tiempo. Los labios pegados a los huevos, creí enloquecer con lo que veía. Gimiendo excitado, Ricardo empujaba contra la boca que tanto placer le entregaba.

-           Ummmm, es enorme... fíjate cómo se ha puesto -voceó presentándome la imagen atroz del largo instrumento de mi chico.

Arrebatándosela de entre los dedos, empecé yo ahora a chupar y lamer, metiéndola y sacándola de la boca para finalmente correr la lengua por encima del venoso tronco. De abajo arriba hasta alcanzar el inflamado glande el cual cabeceaba en la evidente inquietud que le envolvía. Acercándose mi amiga, las dos comenzamos a disputar por el objeto tan deseado, pasándolo de una boca a la otra y rugiendo como auténticas leonas.

-           ¡Chicas no se peleen... hay para las dos! -vociferó Ricardo tratando de separarnos, las manos caídas en los revueltos cabellos.

-           ¿Seguro? -le pregunté en mi total entusiasmo.

-           Buffff no seas mala. Se hará lo que se pueda preciosas -declaró antes de empujarnos y atraernos más a él.

Separándonos ahora de su lado nos hizo levantar, quedando ambas enfrentadas y yo de espaldas a mi chico. Ricardo me quitó la camisetilla al tiempo que mi amiga se encargaba del botón y la cremallera de los shorts. Cayendo sobre mis pechos sentí los labios femeninos saborearlos y lamerlos de forma deliciosa. Entonces él se unió a nosotras despojándola por encima de la cabeza del diminuto top rosado. Las manos de largas uñas negras acariciaron mis pechos mientras las mías descansaban en su cintura para luego caer en sus brazos y luego en el blanco short que ocultaba a la vista el redondo trasero. Mónica gimió sonoramente al tirar la cabeza atrás, los tres muy juntos y excitados. Ricardo me ayudó a quitar el short y lo mismo hizo mi hermosa amiga con el suyo. Así quedamos las dos completamente desnudas y dispuestas a lo que fuera.

Agachadas pronto empezamos a devorar el miembro masculino, lamiéndolo una y otra con leves lengüetazos por encima del glande y el tronco. Finalmente ella se hizo dueña del mismo, al tiempo que yo me encargaba de sus redondas y firmes nalgas llenándolas de suaves besitos con los que encenderla. Embebida en lo mío, pude percibir empero los tímidos gemidos con los que Ricardo respondía a las dulces caricias que le ofrecían. Escuché el continuo lamer y succionar que ella le dedicaba, subiendo el volumen a cada nuevo roce.

-           ¡Glups, glups... ummmmmmmm!

Ella disfrutaba la doble tarea, el continuo chupar del pene y los besos y lametones con la que por detrás la complacía. Aquel culo redondo y firme, elevado y tan femenino me ponía loca, lamiéndolo y besándolo al mismo tiempo que con las manos le abría ambas montañas a los lados. Metí la lengua buscando el oscuro y estrecho agujero, rodeándolo con cierta dificultad por la poco favorecedora posición en la que me encontraba. Sin embargo, a mis oídos llegaron los ahogados lamentos y suspiros con los que Mónica me demostraba lo acertado de mi empuje. Sin avisar, volví a golpeárselo como había hecho un rato antes cuando nos encontrábamos a solas. Dos manotazos rudos y secos con los que hacerla abandonar el sexo de mi chico al gritar quejándose al echar la cabeza atrás.

-           Golpéala con fuerza vamos -me animó Ricardo a que lo hiciera.

-           Sabes, hace un rato he descubierto lo mucho que le gusta.

-           Menuda perrita, vamos golpéaselo hasta hacerlo enrojecer.

Dos manotazos más escuchándose el gritar y sollozar de mi amiga al remover el culillo tirándolo atrás.

-           Es una perrita sí, mira cómo le gusta y cómo mueve el culo.

-           No no, por favor -exclamó ella de forma nada convincente.

Echándose adelante los murmullos se silenciaron tomando entre los labios el miembro, envolviéndolo al tragar más de la mitad del mismo. Entonces fue Ricardo el que quedó inmóvil y en tensión al disfrutar las tiernas caricias de la glotona boca. A cuatro patas le ofrecí el culo en pompa el cual acarició llevando los dedos entre las nalgas, recorriendo el agujero trasero y corriéndolos adelante hasta mi sexo empapado en jugos.

-           Ummmmm sí, acaríciamelo... acaríciamelo, ya sabes lo mucho que me gusta -exclamé removiendo ahora yo el culillo de forma atrevida.

-           Eres una guarrilla, ¿acaso pretendes que lo pruebe?

-           Tú verás... eso es cosa tuya -declaré sonriéndole perversa sabedora de su interés por mi zona trasera.

-           ¡Qué cabrona estás hecha! -rugió con mi respuesta aprovechando para hundir uno de sus dedos en mi estrecho agujero posterior.

-           Ummmmmm Ricardo sí, cómo me gusta eso... vamos sigue...

Un largo minuto, quizá algo más estuvo penetrándome con lo cálido de su dedo experto y juguetón. Tiempo en el que contuve la respiración al disfrutar la pérfida transgresión con la que me satisfacía. Los ojos cerrados, los abrí a lo amplio de la estancia gimoteando en voz baja al notarme follada de modo tan amable. Movía el dedo de forma lenta y exasperante, deseando que lo hiciera más profundo al sentir cómo sólo metía el inicio para al momento volver a sacarlo. Del agujero posterior pasó a mi vulva y de nuevo atrás produciendo en mí una agradable sensación de placer máximo, buscando yo misma el roce de ahora ya dos de sus dedos. Atrapando mi sexo, lo masturbó de manera cada vez más rápida arrancándome con ello ahogados suspiros que fueron ganando en intensidad con el trabajar de los dedos.

-           ¡Sigue sigue... vamos continúa haciéndolo cariño... me vas a hacer correr!

Me corrí sí con el rápido masturbar de aquellos dedos circulando de un agujero al otro para acabar finalmente en lo sensible de mi clítoris inflamado y receptivo.

-           Vamos chicas, colocaos de espaldas -nos invitó ayudando a Mónica a hacerlo.

Ya las dos en pompa, imagino la tentación era demasiado grande para cualquiera que la enfrentara. Metiendo la cabeza en las posaderas traseras de mi amiga, empezó a lamerla y chuparla con evidente placer y suavidad. Acariciándome a mí el trasero que removía de forma procaz haciendo pequeños circulillos. Sentí sus dedos rozarme por encima de la vulva y, elevada como me encontraba, aproveché para recorrer con la mano la sensual y curvada espalda de mi amiga subiéndola y bajándola hasta la altura de los lumbares. Ricardo continuó con su roce, moviendo los dedos entre lo abultado de mis labios que permitían el resbalar con total facilidad. Mientras, Mónica suspiraba profundamente con el raspar de la lengua, lanzando el pubis adelante y arriba facilitando así la tarea. Él deslizó los dedos entre los labios femeninos, escuchándose a ella gemir inquieta. Ya convenientemente humedecidos me los dio a probar, deleitándome al chupar de ellos. El sabor de sus jugos se mezcló con el mío, los fluidos abundantes y claros de ambas se unieron en mi boca saboreándolos con gesto de completo agrado.

-           ¡Me encanta su sabor, tan amargo y cálido!

-           Bésame, bésame Oli -suplicó llevándome hacia ella para caer en un beso largo y sensual jugando con las lenguas.

Girando la cabeza posé los labios en su cabello. Aspirando el fresco perfume que la envolvía, entrecerré los ojos dejándome llevar por su compañía. Volví a besarla haciéndola callar al morder ligeramente el labio inferior que noté tembloroso entre mis dientes.

Separándome de ella observé a mi chico devorándola entre sus cachetes. La lengua corría hambrienta, hundiéndose y saliendo para volverse a hundir entregada por entero a devorar el sexo húmedo y abierto. Con uno de sus dedos me follaba, metiéndolo lo que podía a lo que yo respondía gimoteando satisfecha. Cambiando, disfrutó ahora los aromas que mi sexo desprendía pasando la lengua adelante y atrás. La lengua subiendo de mi vulva al agujero posterior era mucho más de lo que podía soportar. Aquella caricia me enloquecía y la que lo haya sufrido sabe bien de lo que hablo.

-           ¡Maldito, maldito... qué bueno eres! -el culo le buscaba retirándolo al instante en actitud provocadora.

-           Fóllanos... fó... llanos quieres... -pedí con voz entrecortada mientras llevaba mi mano a la suya que sentía traspasarme traviesa.

Un par de azotes que nos hicieron gritar y brincar en nuestra rendida postura, empinándonos sugerentes gritamos una vez más con el seco batir de la palma por encima de las nalgas. Cogiéndose el miembro y tras mi amiga, apuntó la brillante cabeza a la entrada del sexo sediento. Mónica se quejaba agitada, reclamaba la cercana penetración con sollozos contenidos, un gritito apagado escapándole la boca. Me excité con el nerviosismo de la muchacha, estaba lista para que mi chico la hiciera suya, lo deseaba con todas sus ganas moviendo el culo hasta pegarlo al pene cabeceante. Él la tomó de las caderas apretándola más a su sexo, pasándolo entre los cachetes hasta hacer aparecer la cabeza amoratada y lubricada.

-           ¡Fóllala venga... no la hagas esperar cariño! -le animé con voz llena de vicio.

Separándose mínimamente, apuntó nuevamente y en un segundo estuvo dentro de ella arrancándole un lamento desconsolado. De forma fácil la penetró hasta el fondo, permaneciendo quieto en el interior de mi hermosa amiga que sólo hacía que aguantar la respiración tan llena como se sentía. El avance tan rotundo entre las paredes femeninas la fascinaba, produciendo en ella un gesto beatífico de profunda sumisión y desamparo. Pegado en ella hasta los huevos, Ricardo la enganchó bien por la cintura para, de pronto, salir de ella y volver a empujar de manera brusca. Gritó ella, los ojos en blanco por el intenso placer que la dominaba. Con la mano apoyada en la nalga de mi amiga y la otra en la mía, empezó a moverse de manera lenta y cómoda favorecido sin duda por lo muy mojada que ella estaba. Llevé mis dedos entre sus piernas pudiendo así comprobar la unión perfecta que ambos formaban. Acariciando los labios empapados de ella, los huevos cargados y también la parte del tronco venoso cada vez que salía, todo ello me hacía sentir partícipe de la agradable cópula que ante mí se daba.

Ricardo se hundía, acompañado ahora de ella que respondía tirando el trasero atrás provocando el encuentro de un sexo con otro. Mónica jadeaba y gemía en un susurro al tiempo que su apuesto compañero gruñía y bramaba disfrutando cada nuevo golpe con el que enterrarse en la vagina complaciente. Mientras tanto, yo aprovechaba mi soledad para masturbarme de manera furiosa, pasando y repasando los dedos por encima de la vulva para acabar finalmente metiéndolos tanto como la postura me permitía.

Deseaba correrme, buscando una mejor posición conseguí introducir dos dedos notando al instante el raspar de las uñas sobre mi carnosa intimidad. La flor abierta permitía el lento resbalar, sacando los dedos para llevarlos al clítoris que estimulé con suavidad y lentitud acelerando poco a poco la presión ejercida. Gemí olvidada por completo de los otros dos, concentrada tan sólo en el placer que mis dedos provocaban en el órgano tan sensible de mi anatomía. Ataqué el tierno botón con delicadeza y firmeza al tiempo. De arriba abajo moviendo los dedos por encima de los labios mayores y menores, el conocimiento de mi propio cuerpo me hacía asaltar los rincones más escondidos y excitables para mi más creciente placer. Subí los dedos arriba pasándolos por el pubis y de vuelta abajo, introduciéndolos en la vagina en un nuevo golpe de efecto que me hizo vibrar. Mientras, con la otra mano me tocaba el pecho, manoseándolo por abajo y tomando el duro pezón que pellizqué levemente. Apretando por abajo y elevando el ritmo de los dedos, me masturbé sin descanso hipando y gimiendo en busca de mi propio placer el cual no tardó mucho en presentarse corriéndome todo un escalofrío la espalda y cayendo hacia delante entre lo mullido de los almohadones.

Mis profundos y satisfechos suspiros se mezclaron con los de la pareja de amantes que a mi lado saboreaban el cuerpo excitado del otro. Mónica aullaba y berreaba desesperada, estaba claro lo mucho que lo gozaba y lo bien que se compenetraba con mi chico el cual no cejaba en su empeño por hacerla gozar. Pegados el uno al otro, el miembro la traspasaba hasta lo más hondo de su ser, ahogándola con su presencia poderosa y firme. Dos minutos más estuvieron así, copulando en medio de sonidos inconexos y deslavazados que ninguna relación guardaban unos con otros. De vez en cuando, alguna palabra ardiente escapaba de los labios masculinos produciendo en ella estentóreos gritos de la mayor satisfacción. Finalmente se corrió derrotada y feliz, resoplando su placer en un gesto descansado al notar el dardo enhiesto escapar de ella.

Interesándose ahora por mi persona, fue mi coñito el que disfrutó sus atenciones al quedar clavado en mí sin más dilación. Un grito emití, mitad dolorido mitad satisfecho ante el implacable dominio al que me sometía. Al momento comenzamos a movernos acompasados, aumentando poco a poco la cadencia del suave balanceo.

-           Así así... dámela toda... dámela toda cariño -reclamé al tiempo que doblaba la espalda hacia atrás.

-           Estás muy mojada... vamos muévete...

-           Sí sí... continúa... métela, métela toda -pedí sintiéndole deslizar con facilidad en mi interior.

La cabeza echada atrás, sonreí perversa al cruzar la mirada con la suya. El gesto marcado por la emoción del momento, Ricardo empujaba adelante y atrás bien tomada por las caderas como me tenía. Embestía contra mí, tan pronto furibundo y con rapidez como luego mucho más lento y como si se sintiera complacido con cada centímetro de su sexo que me hacía notar. Y seguramente así era. La presencia de Mónica, por otro lado, funcionaba de estímulo perfecto para ambos, excitándonos la situación aún más. Yo me masturbaba pasando los dedos arriba y abajo, acariciándome la zona llevada por los nervios que me envolvían. De ese modo podía palpar levemente los testículos cargados de mi chico, rozándolos apenas con su continuo cabalgar. Los noté muy duros y eso me hizo sonreír, le costaba poco recuperarse de lo que las dos nos favoreceríamos más tarde.

La mano apoyada en la espalda, la follada siguió agradable moviéndonos al ritmo que él imponía. Yo sólo me dejaba hacer aunque de vez en cuando también ayudaba en el lento balanceo que tanta tensión me provocaba. Salió de mí para volver con mi amiga.

-           Ummmm sí, me tenías tan abandonada... lo necesitaba... dame fuerte vamos...

-           Qué puta eres -dije yo acercándome a ella para entregarle la lengua que enganchó raspándola entre los dientes.

-           Muy puta sí, ya lo sabes... los dos me hacéis poner así de puta.

-           Eres tan hermosa nena -declaré tras hacerla callar con un beso lleno de ternura.

Nuevamente cogida de las caderas, Ricardo se dedicó a lo delicado de la lozana flor. Gemidos y lamentos afligidos que pronto se convirtieron en aullidos de puro placer con el rápido cabalgar, pegándose a ella y pudiéndose vislumbrar parte del pene curvado cada vez que escapaba de Mónica. Y a los pocos segundos nuevamente pasó a estar conmigo, jugando con el largo instrumento al hacerlo correr sobre los labios empapados para finalmente apuntar quedando al instante dentro de mí.

-           Métela Ricardo, métela diossss... me encanta tu polla.

-           Sí nena, tómala... tómala toda hasta el fondo.

Gruñí satisfecha, tirando la cabeza adelante al sentirme llena de mi hombre. Me mordí el labio para no gritar, apretándolos después uno con otro al empezar el empuje adentro y afuera. A cuatro patas y con la mirada perdida, creía perder el sentido. El movimiento del coito se hacía intenso, profundo por momentos, adelante y atrás, entrando medio tronco primeramente y resbalando después hasta el final en un segundo intento. Quedé sin respiración, agradeciendo la pronta caricia de mi amiga pasando la mano por encima de mi hombro para hacerla bajar espalda abajo. Mientras continué masturbándome, apretando el clítoris entre los dedos y dejándolo descansar al atrapar los huevos en un suave masajeo.

-           Fóllame cariño, fó... llame -suplicaba en voz baja en mi total entrega.

Tuve que agarrarme al brazo del sofá, acompasada como estaba al movimiento armónico que nos dábamos. Adelante y atrás, adentro y afuera nos entendíamos a las mil maravillas.

-           ¡Rómpeme mi amor, róm... peme! -sollozaba gritando ahora con el ritmo constante de mi atacante.

A los pocos segundos quedamos quietos, escapando Ricardo una vez más de entre mis paredes abiertas. Caí adelante mordiendo la almohada en mi apenada desazón. Entonces abrí los ojos de golpe al escuchar el grito dolorido de mi amiga. Miré al lado y supe el motivo de aquello. Mi chico se encontraba en el interior del estrecho canal, agarrándola bien de los costados y sin interés alguno en dejarla escapar. Lágrimas caían por las mejillas rosadas de ella, no era la primera vez que se lo probaba igual que hacía conmigo, pero lo inesperado supongo que la sorprendió con la guardia baja.

-           Con cuidado, con cuidado cariño... sabes lo mucho que me cuesta al principio.

-           Lo sé preciosa... relájate que enseguida pasará el dolor -declaró parado tras ella para que se acomodara al dardo candente.

-           Me quema, me quema Ricardo -dijo ella mirándole con rostro suplicante.

-           ¡Qué cabrón eres... cómo te gusta eso!

-           ¿Y a vosotras no, dime?

-           Claro que sí cariño, ya sabes lo guarrillas que somos... pero imagino que también habrá para mí... -exclamé apoyando la mano en el trasero masculino.

-           Ven aquí -exigió llevándome hacia él para besarme apasionado sin dejar lo que a mi amiga tanto placer daba.

-           Fóllaselo, fóllaselo vamos... sabes bien lo mucho que le gusta -le dije unida a él para al instante separarme deleitándome con lo lujurioso de la feliz pareja.

Enganchándola del hombro, Ricardo la llevó contra él quedando ambos hechos uno, el torso bronceado y masculino de mi chico y Mónica dándole la espalda y sin parar de hipar. Inmóviles los dos, creí morir de emoción ante la imagen perfecta del anillo anal abrazando lo grueso del tronco lubricado. Comiéndole la oreja, la encendía con palabras ardientes y de lo más obsceno. ¡A poco me corro con todo aquello!

-           ¡Qué estrecho lo tienes! ¿Te gusta putilla? Dime, ¿te gusta verdad?

-           Sí sí, me gusta... fóllame, fóllame despacio por favor -imploraba ella exhalando un rotundo gemido al remover el culillo contra el vientre de su guapo compañero.

-           Vamos mué... vete... dame placer nena...

-           ¡Oh dios, lléname entera… métemela hasta el final!

En pompa como la tenía presionó resbalando decidido y ardiente, abrazado por el angosto canal del que se hacía dueño. Clavándose hasta la mitad, empujó una segunda vez hasta conseguir hacer tope en ella. Mónica contuvo el aliento ante la fuerza con la que el macho la traspasaba, bufando furioso con la expresión totalmente desencajada. Él empezó a moverse con facilidad, iniciando un lento mete y saca que la hizo gemir satisfecha. Se mordió el labio, cerrando los ojos al notarse nuevamente penetrada y cómo el grueso falo la horadaba. Entonces sí gritó de emoción al verse follada de aquel modo. El miembro se movía en su interior, sodomizándola a buen ritmo una y otra vez hasta quedar parado con los huevos pegados.

-           ¡Dios qué bueno... qué bueno eres, me matas pero me en... canta... fóllame, fóllame si!

Yo me masturbaba cachonda perdida por el espectáculo que me ofrecían. Ricardo dándolo todo y mi pobre amiga soportando el terrible castigo como mejor podía. Era una hermosa imagen, ambos amantes entregados a la perfecta comunión de los cuerpos, moviéndose de forma lenta como mejor forma de alargar todo aquello. Mis deditos corrían traviesos entre los labios, gimiendo complacida mi propio placer al hundirlos de tanto en tanto. Me corrí en silencio, apretando los labios y sin apartar la mirada de tan morbosa estampa.

Tomándola del muslo la hizo doblar la pierna, quedando los dos en posición mucho más cómoda y el camino bien libre para él. Atacó haciéndola suspirar y gritar, temblando toda ella, la tensión marcada en su bello rostro con cada golpe que le propinaba y sollozando una y otra vez que siguiera. Yo también estuve a punto de gritar, los ojos entrecerrados y abierta y turbada como me encontraba. Ambos aguantaban con evidente dificultad el aliento, jadeando de forma entrecortada y lanzándose exabruptos el uno al otro imposibles de reproducir.

Echándole mano al culo, Ricardo le clavó los dedos hundiéndolos. Luego apoderándose del cuello se lo comió con lascivia, dándole un chupetón que tardaría días en desaparecer. Los dedos en los cabellos, la agarró llevándola hacia él. Se besaron con desesperación malsana.

-           ¡Bésame Ricardo, bésame!

Boca arriba fui yo quien la cogió del cabello besándonos de forma breve en un primer momento para luego separarnos y mirarnos la una a la otra. Se la veía tan hermosa, gimoteando desfallecida por lo brusco de mi chico. Abriendo la boca, sus dulces labios se hicieron con los míos envolviéndolos por entero. Cogiéndole gusto, correspondí el beso empujando la lengua hasta hacerla abrir los labios. El beso se hizo apasionado como antes lo había sido con él. Con ese simple hecho pude sentir lo muy cachonda que se encontraba... no era para menos. Nos reímos tontamente, la mano de Mónica sobre mi seno mientras la mía caía apoyada en su brazo. Su mano fue más allá, bajando para atraparme el glúteo masajeándolo suavemente. Gemí excitada por lo fascinante del tacto, los dedos reconociendo mi cuerpo en una nueva exploración de la hirsuta piel.

-           ¿Qué tal si me follas ahora a mí? ¿no crees que me tienes demasiado tiempo abandonada? -me dirigí a Ricardo que nos observaba desde su inmejorable perspectiva, masturbándose y moviendo lentamente los dedos por encima de su sexo hecho piedra.

Acercándose hasta quedar a mi lado, se agarró la polla masturbándose y golpeando con ella la entrada de la vulva. El glande encima de mis labios, palpitaba sediento de deseo. Le recibí gozosa, las piernas dobladas para enseguida elevarlas rodeándole por detrás hasta dejarle atrapado.

-           ¡Ummmm sí cariño... te siento, te sientoooo!

Caído sobre mí me abracé fuertemente a él, sus manos recorriendo ansiosas las sinuosas formas de mi cuerpo. La enorme hinchazón presionaba entre mis paredes, arrancándome débiles gimoteos de intenso placer. No paraba de pedirle más y más, que siguiera hasta el infinito, en lo más profundo de mi ser no deseaba otra cosa que sentirme suya por completo. Las manos bajaron a mi culo, masajeándolo ávido de caricias mientras notaba caer todo el peso de la penetración. Yo le acariciaba el cuello, jugando con el terso pelo al tiempo que las bocas se enredaban en un apasionado combate. El torso velludo y sudoroso apretaba mis pechos en lo incesante del coito, resbalando una y otra vez de la manera más fácil. Ricardo rozaba mis piernas con intención malvada, bajando y subiendo las manos a lo largo de los muslos. Cogida a sus brazos y sus hombros, apretó mis glúteos rollizos mientras el miembro viril me traspasaba violento, el aliento masculino resonando jadeante junto a mi oreja.

-           ¡Así mi amor, así... métemela con fuerza... me encanta sentir tu polla hasta el final! -sonreí en un mínimo instante de descanso que se dio.

-           ¡Sí nena, sí... voy a follarte hasta que digas basta! -los ojos brillándole del modo especial que le conocía.

Un escalofrío me corrió el cuerpo, vibrando entre sus brazos y deseando continuar. Deseaba tenerle dentro de mí, la sensación salvaje de la penetración y las paredes de la vagina envolviéndole gozosas en el lento mete y saca. Moría por que se corriera y sentir el calor de su semen viscoso y blanquecino llenándome, avasallada por la fuerza incontenible de mi hombre. La mezcla de pasión y rudeza que Ricardo mostraba me excitaba de forma insospechada. Alargando la mano, le toqué los huevos y parte del erecto pene, la que sobresalía para al momento volver a hundirse arrancándome un lamento placentero. Él mientras tanto y aprovechando mi debilidad, chupaba el pezón izquierdo succionando goloso del mismo. Caí en un nuevo orgasmo, largo y delicioso y eso hizo crecer aún más la necesidad en mí por ser poseída.

-           Hazme el amor cariño, me muero por ser tuya... anda jódeme... fóllame el culo...

Lo quería dentro de mí, sentir su largo miembro correr en mi estrecho culito. Casi gritando en mi terrible inconsciencia, reclamé que me penetrara con fuerza. Notándole salir acaricié la bolsa de piel rugosa y delgada, sopesando la suavidad de los testículos cargados. Yo gimoteaba, rugía, sollozaba porque lo hiciera. En lo nublado de mi visión, pude verle hacerme levantar el trasero dejando mis piernas dobladas y cómo acercaba el rosado glande al anillo anal tras haber humedecido este último convenientemente. Me encontraba perfectamente dispuesta para la tan temida prueba. Estrecha como lo era y pese a haberlo hecho otras veces, cada nueva sodomía resultaba laboriosa y complicada.

-           Vamos empuja, con cuidado pero no te detengas -le animé con voz turbia.

Hincado ante mí la cabeza inflamada presionó levemente, buscando dilatar mínimamente el agujero cerrado. Al sentirle apretar y pese a lo mucho que lo apetecía, me retorcí imagino que como forma última de defensa, quise moverme lo que le hizo agarrarme de la cadera sin ofrecerme escape posible. Cerrando los ojos, aguanté la respiración sabiendo lo que se me venía encima. Sin embargo lo deseaba tanto... Poco a poco fui abriéndome como por milagro bajo el empuje del pene ardiente. Un gemido de queja abandonó mis labios, abriendo los ojos para encontrarme la mirada descompuesta del macho alterado. Poco a poco fue dejándose caer en mí, uno, dos centímetros y así uno a uno hasta casi la mitad. Sollocé con una mezcla de dolor y placer, los ojos en blanco a causa del enérgico invasor.

-           Sí Ricardo sí... te siento, te siento mi vida... métemela toda con cui... dado.

Quedamos quietos unos segundos, haciéndome al enorme grosor del músculo inflamado. Las venas se veían azuladas marcándose en la fina piel del tronco, ahora recio y poderoso. Un poco más y ya casi estaba todo dentro, ayudando yo en la tarea al abrirme las mollas con las manos. Mi chico comenzó a moverse al entender que ya estaba acomodada a su singular amigo. Cerré los ojos creyendo perder el sentido. Sin embargo, la fuerza de la naturaleza me hizo soportar el suplicio al que me entregaba. La barra de carne resbalando lentamente y cada vez con mayor facilidad.

-           Vamos nena muévete... mueve ese culito que tienes, me encanta.

-           A mí sí que me encanta cabrón... fóllame, fóllame vamosssssss.

Embistió corriendo agujero adentro y sentí los huevos pegados. Lancé un grito dolorido pero placentero al tiempo. La polla hecha puñal me desgarraba las entrañas pero por otro lado la sensación era tan intensa y única que no podía más que gimotear y agradecer el momento. Por otro lado, las paredes de mi estrecho agujero semejaban querer aspirarlo, apretándolo entre ellas como el mejor de los regalos. Comenzamos el lento mete y saca moviéndonos acompasados el uno al otro, bombeando Ricardo y respondiendo yo meneando las caderas acompañando el empujar del dardo maléfico. Echado sobre mí me tomaba de los pechos, pellizcándolos entre los dedos mientras junto al oído enervaba mis sentidos con frases ardientes y llenas de vicio.

Mi chico salía ofreciéndome un mínimo respiro para enseguida hacerme sollozar de deleite al notar su peso encima. Aguantamos así un rato largo, él martilleando sin descanso entre los gritos desconsolados que yo profería. La cabeza reposando de lado en el almohadón, el tormento se hacía interminable. Ricardo se mostraba incansable en el delirio de ambos, golpeando de forma brusca y seca hasta llegar a lo más hondo de mi ser. Por abajo alargué la mano agarrándole los testículos entre los dedos. Un leve gemido escapó de los labios de mi chico al verse acariciado de modo tan suave. Quería que se corriera, notar el calor de su leche corriéndome las entrañas y así se lo hice saber.

-           Córrete mi amor, córrete... dámelo todo mi vida, dámelooooo.

Sin duda, mi chico soportaba bien el envite cosa que yo desde luego agradecía. Llevaba ya mucho aguantando sus ganas, satisfaciéndonos a ambas, el pobre no sé cómo podía. Estuvimos follando un rato más, sodomizándome entre los prolongados jadeos y rugidos que los dos lanzábamos. Exhalando sordos bramidos entre los dientes apretados, busqué hacerle liberar toda la mucha tensión acumulada. Jugando con sus cargadas bolas, un pensamiento malvado me corrió la cabeza.

Estrujándoselas con fuerza un grito escapó de sus labios, tensando el cuerpo y con el rostro demudado por el dolor. Los dos alcanzamos el orgasmo al tiempo, enredados en la locura del éxtasis más completo. Sentí el abundante líquido llenarme las entrañas con su ardor violento, derramando dentro de mí uno, dos y tres incontenibles chorros de leche. Bien complacida, aullaba como una perra al notarle derrumbarse derrotado sobre mí. Nos abrazamos volviéndole a atrapar entre mis piernas. Vencido y en su total debilidad, nos besamos apoyando suavemente sus labios en los míos para luego caer la cabeza en mi hombro. Entre los dedos acaricié amorosamente sus cabellos encrespados.

-           ¿Qué tal cariño? Te portaste bien... como siempre ufffff -le dije sonriendo mientras trataba de quitarle de encima.

-           Las dos sois el mejor estímulo -sonrió también recuperando poco a poco el resuello perdido.

-           ¿Te gusta Mónica verdad? ¡Qué cabrón estás hecho! -reí divertida dejando que me besara de nuevo, resbalándole los labios por la comisura del labio hasta acabar lanzándome el aliento entrecortado en el cuello.

-           Es un buen macho sí... tienes suerte con él Oli -se unió Mónica a la conversación acercándose para darnos su húmeda lengua explorando con ella las bocas de ambos.

Las manos por encima del cuerpo no dejaba de sobarme. Al fin salió de mí, viendo escapar el flácido pene chorreante de los jugos de los tres. Llevando los dedos a mi abierto culito, los humedecí con los restos goteantes de la corrida. De boca en boca los fui pasando para que todos probáramos el sabor amargo del líquido blanquecino.

-           ¡Me encanta su sabor! ¡Siempre me ha gustado! -indiqué con gesto satisfecho y lascivo.

-           ¡Qué puta estás hecha! -escuché a mi amiga decirme al golpear mis nalgas con dos sonoras cachetadas.

-           Oh, no me digas esas cosas cariño... venga ayudadme a levantar, necesito una ducha bien fría -exclamé alargándoles las manos al incorporarme.

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