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Ninfas hambrientas

en Lésbicos

Ninfas hambrientas

 

Juntando su boca a la mía me besó intensamente obligándome a abrir los labios hasta conseguir meter su cálida lengua en el interior de mi boca…

 

 

T’ain’t no big thing to wait for the bell to ring

t'ain't no big thing the toll of the bell.

 

Aggravated spare for days

I troll down town the red light place.

Jump up bubble up what's in store

love is the drug and I need to score.

 

Showing out, showing out hit and run

boy meets girl where the beat goes on.

Stitched up tight, can't shake free

love is the drug, got a hook on me.

 

Oh oh catch that buzz

love is the drug I'm thinking of.

Oh oh can't you see

love is the drug for me.

Oh oh, oh oh…

 

Love is the drug, ROXY MUSIC

 

 

Durante los tres largos años en los que estuve acabando Derecho en Zaragoza, pude entablar una profunda amistad con Isabel, mi compañera de apartamento. Gracias a la beca que me habían concedido tras mis dos primeros años de carrera, nada más llegar a Zaragoza busqué alojamiento encontrando pronto en el tablón de anuncios del bar de la facultad uno de ellos en los que una chica buscaba compañera con la que compartir piso. Tras verlo y quedar de acuerdo en los gastos generales y de alquiler, pronto me establecí en mi pequeña habitación donde pude apilar mis muchos libros repartidos por las repisas de aquel desvencijado mueble librería lacado en blanco que ocupaba una de las paredes. El cuarto como digo era pequeño pero suficiente para mis cosas y además tenía una mesa frente a un amplio ventanal por el que se colaba abundante luz, ideal para poder estudiar todo el día pues daba a un bonito jardín interior el cual, según me dijo Isabel, pertenecía a un matrimonio mayor que apenas hacía uso del mismo por lo que no existía posibilidad alguna de ruidos molestos.

Siendo como soy de carácter alegre y jovial, no tardé mucho en encontrar trabajo en un pub poniendo copas por las noches. Aparte de las noches del viernes y del sábado, no me comprometía a más con lo que tenía prácticamente toda la semana para estudiar, además de sacarme un buen dinerillo con el que ir tirando mientras no encontrase algo mejor. La adaptación a la ciudad y al nuevo ritmo de vida en la facultad no resultó demasiado problemático y con Isabel enseguida congeniamos pues al igual que yo era de naturaleza extrovertida y sociable lo que me ayudó a introducirme rápidamente en su amplio grupo de amigos.

Isabel salía desde el primer año de carrera con Gerardo, un chico un año mayor que ella y del que parecía estar muy enamorada por las veces que me pedía que me quedara estudiando en la biblioteca. La verdad es que tampoco me importaba demasiado pues de ese modo podía disfrutar del ambiente universitario, estando al tanto de las últimas novedades. Así pues, entre pilas de libros y apuntes, me acabé liando con Pascual uno de los chicos del grupo y que trataba de acabar la carrera pues estaba ya en el último curso además de tener dos asignaturas sueltas de cuarto. Pascual, de familia adinerada dedicada al negocio de la fruta, era de un pueblo cercano a Zaragoza aunque compartía piso con dos chicos más de su pueblo subiendo a ver a la familia cada diez o quince días.

La verdad es que la relación con Isa se fue estrechando día a día, saliendo a menudo al cine o a tomar algo por ahí con nuestros respectivos novios. Hasta que un buen día mí perspectiva respecto a mi amiga cambió por completo. Nunca me he sentido inclinada por las mujeres, considerándome siempre atraída por los muchachos por los que, a fuer de ser sincera, me veía con frecuencia rodeada debido a mi bonito cuerpo de bellas y armoniosas formas. Tan solo en una ocasión y hace ya años, me vi envuelta en una tímida relación con mi prima Amelia durante uno de los veranos en casa de mis abuelos, aunque para mí aquello siempre supuso más un inocente juego que un verdadero interés hacia las chicas.

Sin embargo, con el transcurrir del tiempo y sintiéndome cada vez más unida a ella, poco a poco fui notando ciertas actitudes en mi amiga que provocaban en mí una creciente inquietud que no sabía bien a qué respondía. Jóvenes como éramos y viviendo bajo el mismo techo, la confianza entre nosotras traspasó lo meramente amistoso haciendo que el tema del sexo fluyera de manera espontánea en nuestras conversaciones, comentándome ella cosas de su relación con Gerardo así como yo de mis escarceos con Pascual con el que ya me había acostado en dos ocasiones. En nuestras charlas hablábamos de ropa y zapatos, de lencería, de nuestros chicos y, por supuesto, de las más íntimas fantasías que pudieran llenar nuestras locas cabecitas.

Por las mañanas y tras la ducha, nos movíamos por la cocina con poca ropa mientras preparábamos el desayuno. Un escalofrío me recorría el cuerpo cada vez que veía los pezones de mi amiga marcarse a través del fino algodón de sus camisetas. No sabía si todo aquello constituía en mí simple admiración hacia ella o si había algo más en mis turbios pensamientos. En ocasiones me quedaba embobada mirándola, perdiendo completamente el hilo de sus palabras enfrascada como estaba en mis propias ideas. Lo mejor en ella era su rostro ovalado y pecoso, enmarcado en aquella larga y rizada cabellera castaña y en el que destacaban sus bonitos y profundos ojos color violeta. Envidiaba sus largas y estilizadas piernas y sus redondos y turgentes pechos en comparación con los míos que se encontraban mucho menos desarrollados.

Más de una noche nos habíamos quedado dormidas juntas en el amplio sofá tras aquellas largas sesiones de estudio. Al despertar por la mañana me encontraba abrazada a ella pudiendo notar su cálido aliento y el roce de sus sedosos cabellos por encima de mi mejilla. Un día a mediodía en que llegué a casa por sorpresa y sin avisar, escuché al final del pasillo unos sonidos más que inconfundibles que, al instante, me pusieron alerta. Quedándome quieta imaginé que Isabel y Gerardo estarían enrollados en el dormitorio de mi amiga así que decidí no molestar y marcharme de casa dejándoles gozar de un buen momento de intimidad. Sin embargo, mi natural curiosidad hizo que avanzase por el pasillo en busca de no sabía bien qué. De manera imprudente habían dejado la puerta del salón ligeramente entreabierta, permitiéndome contemplar de ese modo la imagen de Gerardo arrodillado entre las piernas de Isabel la cual parecía disfrutar del mejor de los placeres. Con los ojos completamente en blanco, sus gritos y suspiros llenaban la habitación cada vez que el muchacho hundía la lengua en su sexo haciéndola retorcerse de puro placer. Apoyada en el quicio de la puerta y evitando ser vista, no pude dejar de observar el feliz encuentro que mi amiga y su chico mantenían ajenos por entero a mi presencia. Gerardo, con el torso desnudo y los tejanos todavía puestos, mantenía los muslos de Isabel apoyados sobre sus hombros mientras lamía y chupaba la vulva entre las risitas nerviosas que ella producía. La imagen de mi amiga aprisionando con fuerza la cabeza de su novio entre las piernas provocó en mí un deseo irrefrenable haciendo que mi mano bajara en busca de mi vagina la cual noté empezar a humedecerse bajo la tela de la braguita. Las palabras ininteligibles de él me excitaron aún más, buscando aguzar el oído para no perderme nada de lo que allí ocurría.

Vamos cariño, sigue… me encanta sentir tu lengua –escuché decir a mi amiga animando a su chico a que continuara.

Las cálidas palabras de ella actuaron como un pinchazo sobre mi cerebro. Jamás hubiese imaginado algo así, encontrarme con Isabel y su novio allí en medio del salón disfrutando de tan sublime momento. Un relampagueo me subió por la espalda al tiempo que un leve rubor invadía mis mejillas sintiéndome acalorada ante tan turbia escena. Isabel, apoyada sobre los codos y con las piernas dobladas, se removía con la mirada perdida, mordiéndose el labio inferior y sonriendo como una bendita entre los ayes lastimeros que su boca lanzaba. Teniéndole bien cogido de los cabellos lo empujaba contra su pubis obligándole a prolongar la agradable tarea iniciada.

¡Qué jugoso lo tienes, mi amor! –exclamó el muchacho alzando la vista en busca de la mirada cómplice de su amiga.

Chúpalo… vamos Gerardo, chúpame el botoncillo… lo haces de maravilla –afirmó ella con voz trémula y provocativa.

Separándose mínimamente de él, Isabel se subió la tela de la falda hacia arriba para así poder despojarse de aquellas braguitas de un encantador tono azul pálido las cuales vi deslizarse muy lentamente a través de las piernas hasta acabar cayendo en el suelo con un pequeño golpe del pie. Entonces observé cómo él se apoderaba de los poderosos muslos y volvía a enterrar su cara en el sexo de ella, escondiendo la mitad de su cabeza bajo la falda. Mi amiga reía gozosa, sabedora de la entrega del muchacho, mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás con los ojos fuertemente cerrados y sintiendo de nuevo la húmeda lengua saborear las paredes de su vagina. Así aquella dulce sinfonía de gritos y lamentos invadió una vez más el cuarto demostrando de ese modo el mucho placer que Isabel sentía. Gerardo, al mismo tiempo que lamía los labios, acompañó aquella caricia empezando a meter y sacar dos de sus dedos del interior de la empapada cueva.

Paso a paso aquellos diabólicos dedos fueron tomando mayor velocidad provocando toda una sucesión de espasmos placenteros en el cuerpo de ella. Apoderándose de la mano del chico, Isabel la condujo hacia su boca donde devoró ambos dedos chupándolos como si de un pequeño pene se tratase. Luego se abrió ella misma la blusa que llevaba, quedando al descubierto el bonito sujetador de encaje bajo el que se ocultaban sus redondos pechos. Las caricias del muchacho sobre el clítoris fueron ganando en descaro y agilidad haciendo que el orgasmo femenino fuera avecinándose cada vez de manera más diáfana. Por mi parte, con los dedos pellizcaba mi clítoris bajo la tela del tanga sin perder detalle del espectáculo que la pareja de amantes me regalaba, apretando mientras tanto con la otra mano uno de mis pechos por encima de la fina camiseta. Mi curiosidad, asombro y libido se hallaban en su máximo apogeo y, observando aquellos juegos, sentía aumentar mi humedad envolviendo el algodón de mi prenda más íntima. Quise gritar pero una fuerza superior a mí me hizo callar al ver los dedos de Isabel abrir los labios de su sexo, aceptando la cada vez más profunda caricia de su joven compañero.

Mientras Gerardo seguía disfrutando las interioridades de mi amiga, ella se acariciaba a buen ritmo jugando y haciendo pequeños círculos con sus dedos por encima de los abultados labios en medio del ritmo cada vez más acelerado y entrecortado que su respiración mostraba. Follándola a toda mecha sin dejar de meter y sacar los dedos de manera infernal, las caderas de mi amiga se movían frenéticamente haciéndose sus jadeos más y más escandalosos a cada instante hasta que finalmente terminó alcanzando un largo orgasmo que la hizo caer rendida y satisfecha. Todo aquello me excitó de manera incontrolable y, doblada como estaba reclinada hacia delante sobre la puerta, me corrí temblándome todo el cuerpo con la visita del intenso clímax que a duras penas logré acallar mordiéndome fuertemente el labio hasta provocar que el mismo sangrara. Segundos más tarde, recomponiendo mis ropas y todavía sintiendo los últimos escalofríos del orgasmo, comprobé cómo Isabel se incorporaba hacia delante atrayendo hacia ella al muchacho para acabar fundidos en un apasionado beso como colofón al mucho cansancio acumulado.

Bésame Gerardo, bésame… dios, qué gusto me has hecho sentir… Ahora te toca a ti, túmbate cariño – la oí decir antes de abandonar la imagen de tan lujuriosa escena camino de la calle.

Todo aquel día y los días que siguieron las cálidas escenas entre mi amiga y su novio no dejaron de golpear mi cabeza una y otra vez desencadenando en mí un estado continuo de excitación al que solo podía poner remedio masturbándome de manera furiosa durante la ducha o bien por las noches, envuelta entre las sábanas en la soledad de mi lecho.

Así fueron pasando los días entre estudio, trabajo y salidas con mi novio hasta que una de esas noches lluviosas de otoño sucedió finalmente lo que tanto temía o quizá sería mejor decir lo que tanto deseaba. Como tantas otras noches nos encontrábamos viendo la televisión un rato antes de ir a dormir. No recuerdo bien el programa que daban pero lo que sí recuerdo es que yo me hallaba tumbada en el sofá con la cabeza apoyada sobre los muslos de Isabel mientras de vez en cuando hacíamos algún que otro comentario sobre las imágenes que la pantalla del televisor proyectaba. Tumbada como estaba me notaba relajada aunque cansada, sintiendo de tanto en tanto los dedos de mi amiga enredados suavemente en mi pelo. No sé por qué pero algo en la mirada de ella me hizo pensar que aquella noche algo sucedería entre nosotras. En sus palabras, en sus miradas y en sus sonrisas la veía más cercana. El tono grave de su voz desprendía un hálito desconocido para mí, como si deseara compartir algo distinto conmigo.

Sin darme ni cuenta llegó un momento en que la tenía tan cerca de mí que podía notar el calor de sus palabras golpear mi rostro. Su mirada almendrada y profunda me tenía como atrapada y lo peor de todo, sin posibilidad ni deseos de escapar de ella. Al tiempo que sentía sus pechos apoyados en los míos, el frescor de su cuerpo salido de la ducha hacía poco me envolvió por completo. Finalmente mostrándome falsamente pasiva ante ella dejé que sus labios cubrieran los míos al mismo tiempo que una de las manos de Isabel recorría mi cuello acariciándolo con extrema lentitud.

¿Qué haces? –susurré sin mostrarme molesta una vez su boca se separó de la mía.

Besarte… ¿acaso no te ha gustado? –respondió sonriendo de manera tímida antes de volver a agacharse sin darme posibilidad de respuesta.

Juntando su boca a la mía me besó intensamente obligándome a abrir los labios hasta conseguir meter su cálida lengua en el interior de mi boca. Así estuvo mordisqueando suavemente mis labios, enseñándome a entregar mi lengua para enseguida retirarla haciéndola buscarla reconociendo mi boca con desesperación, mezclando nuestras respiraciones cada vez más aceleradas mientras notaba sus dedos recorrer mis brazos arriba y abajo. Gemí sintiendo mi cuerpo vibrar ante el ataque de mi amiga y, dejando mi indolencia a un lado, respondí atrapando su cabeza entre mis dedos para ser ahora yo quien enganchara su vivaracha lengua con la mía fundiéndonos en un morreo lleno de pasión y deseo.

Con irrefrenables prisas y sin esperar a más Isabel tomó mi sudadera desde abajo y, levantando mis brazos, la ayudé a deshacerme de la misma para seguidamente notar sus manos empaparse de cada una de mis femeninas formas. De forma defensiva y mostrando mi total timidez busqué apagar la pequeña lámpara que descansaba sobre la mesa que había junto al sofá. Sin embargo, mi experta amiga me hizo desistir de aquella idea atrayéndome hacia ella para así volver a juntar nuestros labios una vez más.

¿Qué te ocurre, Miriam? –me preguntó observándome con cierta extrañeza una vez se hubo separado mínimamente de mí.

Perdona… es solo que me da algo de vergüenza –contesté sentada junto a ella mostrándome turbada pero no incómoda.

¿Es tu primera vez con una chica? –volvió a preguntar atusando con ternura mi recogido cabello.

Bueno, no exactamente… hace ya muchos años pero solo fueron unos tímidos besos y caricias con una prima mía –confesé sintiéndome aliviada al dar a conocer aquel lejano encuentro al que hasta entonces no había dado mayor importancia.

No pasa nada, cariño… es normal que te sientas un poco violenta al principio. Tú solo déjate llevar, verás qué fácil… –comentó en voz baja mientras cogía mi mentón entre sus dedos obligándome a ladear levemente la cabeza antes de volver a hacerme notar la humedad de su carnosa boca.

Dejándome cubrir por sus brazos bajo la tenue luz que envolvía la habitación, pude sentir su abrasadora boca pegada a la mía, humedeciendo mis labios con infinita dulzura al tiempo que recorría mi muslo por encima de mis leggins. Llevando sus dedos hacia mi espalda, me soltó el sujetador dejándolo caer hacia delante quedando de ese modo desnudos ante ella mis pequeños y tiernos pechos.

Son preciosos –susurró con voz entrecortada mientras los devoraba con su atenta mirada.

Acercándose más a mí y sentadas en el sofá, la sensación del suave roce de sus ropas por encima de mi piel hizo que un largo suspiro escapara de entre mis labios sin poder poner coto al profundo deseo que de forma lenta pero innegable se iba apoderando de mi cuerpo. Sus redondas formas se apretaban a mí, buscando la caricia cómplice, haciendo que me acostumbrara al contacto mientras su mano bajaba de manera descuidada pero precisa hacia mis glúteos. Durante largo rato nos besamos metiéndole mi lengua en su boca para así saborear la ardiente lengua que mezclé con la mía disfrutando de aquel beso un tanto brusco y feroz mientras mi amiga tenía cogido mi rostro entre sus manos comiéndome la boca con creciente desenfreno. La intensidad de aquel beso aumentó entremezclando nuestras salivas en una lucha sin cuartel que hizo el momento mucho más guarro y sensual chupándonos los labios, las lenguas y nuestros rostros congestionados por el deseo y la pasión. Enseguida bajó una de sus manos a mi pecho y haciéndome reclinar hacia atrás empezamos a jugar con nuestras lenguas devolviéndole yo sus besos ya de manera totalmente entregada. Ella aprovechó aquella rendición para inclinarse sobre mí mordisqueándome la oreja, el cuello y el hombro, desprovisto de ropajes que lo cubrieran, entre mis suspiros de profunda satisfacción. Realmente me sentía muy a gusto entre los brazos de mi amiga, gozando de sus besos y respondiendo a sus caricias con desesperación.

Me gustas, mi vida… hace tiempo que deseaba esto… poder disfrutar de tu cuerpo y del calor de tu boca –la escuché exclamar antes de verla bajar su boca en busca de mis pequeños pechitos al tiempo que acariciaba con extrema lentitud mis piernas y muslos.

Echándose sobre mí puso sus manos en mis pechos acariciándolos suavemente con los dedos hasta conseguir que mis oscuros pezones se endurecieran buscando la amable caricia de ella. Aquello provocó en mí que inevitablemente gimiera en voz baja ante el sutil roce que experimentaba sobre tan delicada zona de mi cuerpo. Sonriendo como si de ese modo quisiera demostrarle lo mucho que aquello me estaba gustando, dejé que me tocara los pechos apretándolos y masajeándolos haciendo el desplazamiento circular de sus manos cada vez más agradable para mí. Sin embargo pronto cambió la suavidad de sus caricias por movimientos de carácter mucho más enérgico y vigoroso. El pellizco de su dedo sobre uno de mis sensibles pezones hizo que me incorporara gritando de dolor ante tan inesperado suplicio. Atenuando la presión que ejercía, Isabel se tumbó encima de mí volviendo una vez más a besar mis labios acallando de ese modo aquella sensación mitad de dolor, mitad de placer. Aquella extraña emoción hasta entonces desconocida para mí, me sorprendió gratamente sin saber explicarme exactamente el motivo de ello. Jamás antes había conocido la extraña y placentera sensación que un sentimiento doloroso podía llegar a producir sobre mi cuerpo. Suspiré cayendo hacia atrás gritando nuevamente al sentir crecer la presión de sus dedos sobre mi pobre pezón.

Fue entonces cuando mi amiga trocó la caricia dolorosa de sus dedos por la de sus labios y su lengua. Así empezó a cubrir mi pecho de besos apenas perceptibles para mí mientras su mano bajaba y subía de manera decidida por mis caderas hasta hacerse con mi pecho el cual apretó sin dejar un momento de saborear la tersura de su piel. Cerrando los ojos de puro placer me dejé llevar por sus caricias, gimiendo y jadeando sin cesar de pedirle que continuara con lo que me estaba haciendo. Así, Isabel siguió lamiendo y chupando cada uno de mis pechos con auténtico fervor, succionando mis pezones sin descanso haciendo que mi cuerpo vibrara de emoción.

Sigue… sigue Isa… me encanta cómo lo haces –declaré acariciándole el rostro con el dorso de mi mano.

¿Te gusta, cariño? Pues aún queda mucho más… tú relájate y disfruta de lo que te hago…

Estirándome hacia atrás la observé bajar lentamente hacia abajo sin apartar la mirada de la mía, provocándome con cada uno de sus gestos. Mientras sus manos se deslizaban por cada una de las partes de mi cuerpo, su boca recorrió mi joven barriguilla haciéndome temblar entera. Realmente sabía qué hacer y cómo tratarme para lograr de mí la mejor de las respuestas. Con mis manos acompañaba el movimiento de su cabeza ayudándola en el delicioso reconocimiento que hacía de cada rincón de mi desnuda figura. Bajando aún más me obligó a levantar las piernas para seguidamente hacerse con mis leggins los cuales dejó resbalar paso a paso para finalmente hacerlos desaparecer camino del suelo. Un largo suspiro fluyó de entre mis labios imaginando cuál sería el siguiente paso que mi amiga iba a llevar a cabo. Evidentemente no me equivoqué en mi inicial sospecha al ver cómo me hacía doblar las piernas sintiéndola dedicar todos sus esfuerzos a lamer y besar mis muslos arriba y abajo llenándolos con parte de su saliva.

Ahora déjame que te quite esto… no lo vamos a necesitar –exclamó despojándome de mi prenda más íntima, del diminuto tanga antes de sonreír de manera triunfante incorporándose en busca de mi oreja la cual llenó de sus babas haciéndome sentir las muchas ganas que tenía de mí.

Abriendo mis piernas dejé que contemplara mi total desnudez, devorando cada una de mis formas con su mirada procaz para finalmente acabar centrando su atención en mi más escondido tesoro.

¡Qué peludo lo tienes!... Tal vez deberías depilártelo un poco, cariño… ¿no te dijo nada Pascual sobre ello? –me preguntó sin apartar un segundo su vista de mi sexo.

No, no me dijo nada… ¿tú crees que debería hacerlo? –respondí sintiéndome un tanto molesta por el comentario tan directo de mi amiga.

Bueno, eso depende del chico… a algunos les puede llegar a resultar un tanto incómodo el sentir los pelillos en sus labios y su boca… pero tampoco tiene por qué ser necesariamente así, no te preocupes por ello…

Sin decir otra cosa volvió a besarme, uniéndose nuestras lenguas una vez más mientras reconocía ahora sí la totalidad de mi desnudo cuerpo, subiendo y bajando sus manos por los laterales para así poder acariciar con decisión mis pequeños pechos y mis piernas. A mi lado y sin parar de acariciarme, comenzó a buscar mi sexo entre las piernas hasta acabar notándolo muy húmedo y mojado. Siempre he sido fácil de excitar así que todo el anterior preámbulo de caricias y besos habían logrado llevarme a un estado de ansiedad y deseo por el que solo quería que aquello no terminara nunca y poder gozar de ese modo en brazos de mi querida Isabel. Enseguida sentí tensionarse todo mi cuerpo nada más notar sus dedos por encima de mi entrepierna, empezando a investigar separando mis abultados labios a los lados y dejando mi clítoris frente a ella. Enterrando su cabeza y encajando la barbilla entre mis muslos solté un gritito de placer en el momento en que su aliento tomó contacto con mi diminuto botoncillo, acogiéndolo en su boca y empezando a lamerlo y saborearlo con exquisita precisión. Pasando su lengua arriba y abajo lo fue humedeciendo aún más de lo que ya lo estaba mientras yo no podía más que gemir enredando mis dedos en su pelo para hacer que continuara con aquel dulce suplicio que para mí no acababa más que empezar.

Contrayéndome entre sus manos, mi respiración fue acelerándose al envolver mi clítoris con sus labios lamiéndolo y besándolo hasta conseguir endurecerlo por completo. Esto hizo que yo respondiera ronroneando como una gatita mimosa mientras encogía las piernas buscando un mejor acomodo. Atrapándolo con los dientes mordió suavemente el delicado botón arrancándome con ello un profundo grito de satisfacción ante la inesperada caricia que mi amiga me había hecho sentir. Al tiempo que maltrataba mi pobre coñito de aquel modo, me tocaba los pechos masajeándolos muy lentamente una y otra vez. Separándome más las piernas, su lengua tomó mayor ritmo lamiendo y chupándome la rajilla arriba y abajo sin darme descanso alguno. Yo no paraba de removerme, levantando las caderas en busca de la cálida caricia y retorciéndome de placer cada vez que sentía el frenesí con el que mi amiga se entregaba a tan agradable tarea. Mis grititos y jadeos llenaban la estancia y aún más la llenaron cuando Isabel introdujo tres de sus dedos entre las paredes de mi vagina separándolas con facilidad… tan empapada me hallaba fluyendo mis jugos con inaudita intensidad.

No… no sigas, por favor –supliqué mordiéndome el labio inferior en un intento por ahogar la lujuria que envolvía cada miembro de mi cuerpo cansado.

Suspiré, gemí y sollocé al notar abrirse mi sexo bajo el empuje que aquellos dedos ejercían sobre mí. Mientras, la diabólica lengua continuaba humedeciendo mis labios y el clítoris haciendo a cada paso más y más inaguantable aquella caricia. Ciertamente me estaba dando un gusto tremendo, pocas veces había sentido algo así. En ese instante, los tres traviesos dedos dieron paso a la totalidad de la femenina mano notándome llena de ella y sin saber cómo demonios mi cuerpo era capaz de aceptar todo aquel puño dentro de mi estrecho agujerito. Sin poder soportar tanto placer, un grito desgarrado escapó de entre mis labios, tensándome entera al alcanzarme la tumultuosa fuerza de aquel orgasmo, chillando desesperada mientras la mano de Isabel se introducía en mi coñito sin darme el más mínimo respiro hasta que finalmente acabó sacándola logrando yo soltarme antes de acabar agotada y sudorosa pero tremendamente feliz.

Bésame… bésame –pedí solícita una vez pude recuperarme mínimamente del largo orgasmo obtenido.

Contemplándome con sus ojos rebosantes de deseo y juntando su boca a la mía, nos besamos levemente disfrutando yo de aquel placer tan distinto que mi amiga me había hecho sentir. Haciéndome tumbar boca arriba Isabel buscó colocarse en posición inversa a la mía para así formar ambas un 69, idea que me hizo vibrar imaginando el siguiente paso de aquel fascinante encuentro. Completamente relajada, acepté la propuesta de mi compañera de piso deseando participar activamente de todo aquello que pudiera mostrarme. Quitándose la camiseta de manga corta que llevaba, la lanzó por los aires quedando colgantes aquel par de hermosos pechos que tanto me gustaban. Alargando las manos se los acaricié tímidamente gozando de la tersura de su piel mientras ella me animaba a seguir haciéndolo. Elevándose para adoptar la mejor postura, vi cómo se subía la diminuta faldilla hasta quedar perfectamente acomodada sobre mi rostro. Sin poder aguantar por más tiempo el horrible deseo que me envolvía, atrapé con mis dedillos la tela del diminuto tanga que mi amiga llevaba y, echándola a un lado, quedó ante mí su precioso y depilado chochito el cual devoré con la mirada durante unos breves segundos, breves segundos que se hicieron eternos para mí.

Chúpalo, mi amor… vamos chúpalo, lo estoy deseando –susurró Isabel en voz baja mientras se apretaba más contra mí.

Aquel olor a hembra tan desconocido para mí, que mi amiga me ofrecía de modo tan sincero, tuvo la extraña virtud de hacerme perder totalmente el entendimiento. Acariciando su vientre liso y rastreando por encima del monte de Venus, pronto saqué mi lengua empezando a lamer su mojado chochito de manera un tanto brusca, sin saber muy bien qué hacer, presionando los labios con cierta rapidez y aspereza demostrando con ello mi patente inexperiencia en las lides de Lesbos.

Despacio… pasa la lengua con suavidad y muy lentamente… como cuando te tomas un helado o le chupas la polla a un chico –la escuché decir indicándome el camino a seguir mientras restregaba su pubis contra mi cara.

Siguiendo sus enseñanzas volví a sacar mi lengua, dejándola resbalar esta vez de forma delicada saboreando el gustillo agridulce de su inmaculada rajilla. Esta segunda tentativa pareció mucho más gratificante para ella pues el roce de mi húmedo apéndice consiguió arrancar de su boca un ronco gemido de satisfacción. Aquella respuesta por su parte me animó a continuar en mi labor, viéndola cerrar los ojos disfrutando de mis caricias. Cayendo entre mis muslos sentí su cabeza enterrarse, chupándome con deseo. Cogiéndole los cabellos cerré las piernas y le fui marcando el ritmo mientras mis dedos empezaban a introducirse entre las paredes de ella, dedicándose a rozar sus abultados labios. No tardé en encontrar el sonrosado botón y con ello el aumento de sus gemidos y lamentos. Así fui degustando los abundantes jugos que el coñito de mi amiga producía, aguantando como podía los nuevos placeres que su hambrienta lengua provocaba en lo más profundo de mi ser.

Así cariño, qué cachonda me tienes… sigue así… lo estás haciendo muy bien –apuntó mientras sus piernas empezaban a moverse inquietas.

Echando la cabeza hacia atrás, toda ella se arqueó y un casi imperceptible suspiro escapó de su boca antes de caer sobre mí, acariciando mis caderas y mi trasero mientras besaba frenéticamente la parte interna de mis muslos. Ambas nos restregábamos de manera furiosa, gozando de cada una de las emociones que nuestras manos y bocas lograban extraer del sudoroso cuerpo de la otra. Bajando mi mano la llevé a mi entrepierna haciéndome un dedo, levantando mis caderas y empezando yo misma a masturbarme lentamente. Aquel gesto por mi parte pareció estimular a Isabel aún más pues, escondiendo completamente su rostro entre mis muslos, sentí el calor de su respiración invadiendo la tierna flor de mi sexo. Gimiendo satisfecha continué acariciándome pasando las yemas de mis dedos cada vez con mayor intención por encima del clítoris. De ese modo estuvimos largo rato comiéndonos y chupándonos, recreándonos con cada caricia de la otra, gozando de cada poro de nuestra piel hasta vernos envueltas en un nuevo y cálido orgasmo que nos hizo caer derrengadas y satisfechas.

Embebida en la locura del momento quedé absorta y maravillada viendo la cantidad de jugos que mi amiga me entregaba. Nunca antes había visto a nadie gozar de aquel modo tan brutal y salvaje. Realmente parecía estarse meando de gusto, retorciéndose y clavándome sus uñas en las piernas mientras la oía aullar de placer.

Me corro… dios, sigue… sigue Miriam, por favor –creí oírla berrear y chillar entre los espasmos que su bonito cuerpo sufría.

Un largo silencio cubrió toda la habitación dando final al fragor de la batalla que ambas habíamos mantenido. Con los ojos todavía cerrados, me mantuve quieta esperando que el ritmo de mi respiración se fuera acompasando. Al abrirlos pude observar cómo Isabel se erguía permitiéndome entrever la imagen de su rostro cansado. Levantándome yo también quedé sentada junto a ella y así estuvimos unos segundos morreándonos, riendo nuestro placer y disfrutando de la compañía de la otra para luego bajar su boca lamiéndome el cuello, pasando de ahí a mis pechos que se erizaron de inmediato al sentir sus labios y su lengua jugando y pasando por encima de mis sensibles pezones. Enseguida nos besamos succionándonos las bocas de forma entusiasta y llena de lascivia, lascivia que pocas veces antes había conocido. Sin ceder en sus caricias Isabel se apoderó de mis nalgas, sobándolas y deslizando las manos por encima de las mismas provocando en mi continuos jadeos de placer.

Obligándome a darle la espalda, se puso a lamerme cada vez de manera más osada, pasando la lengua arriba y abajo hasta alcanzar en una de esas el hueco de mi agujero posterior el cual chupó y cubrió de saliva humedeciéndolo con ganas. La punta de su lengüecilla comenzó a rozarme hundiéndose y empujando maliciosamente el umbral de mi ojete. Yo no paraba de gemir y jadear pidiéndole que siguiera con el estupendo tormento al que me sometía. Quedé completamente quieta, sintiendo mi pulso acelerarse y escapar un profundo suspiro de mi interior, al notar introducirse dos de sus dedos en mi más estrecho conducto, explorándolo a conciencia. Debo reconocer que, al principio, aquella inesperada caricia me resultó un tanto molesta pero pronto aquella molestia fue dando paso a una placentera sensación en todo mi cuerpo que me excitó sobremanera.

¿Qué me haces? –pregunté girando la cabeza hacia ella, sorprendida por la mucha audacia de mi amiga.

Quieta cariño, no te muevas… ¿Es que no te gusta?... Tú calla y déjame hacer a mí –exclamó a su vez presionando mi ano con decisión pero sin lastimarme y haciendo girar aquel par de diabólicos dedillos buscando dilatar mi esfínter.

Sí… sí, claro que sí –respondí meneando mi culillo de forma provocativa animándola así a que continuara.

Isa volvió a buscar mi sexo metiéndome los dedos mientras continuaba chupándome el ano de aquel modo tan maravilloso. Mis constantes temblores y movimientos parecieron incitarla a llevar sus dedos a mi boca, dándome a probar mis propios jugos los cuales saboreé como una niña golosa hasta dejarlos totalmente limpios. Susurrando incoherencias y con todo mi cuerpo en tensión, supe que no tardaría mucho en recibir la visita de un nuevo orgasmo si mi amiga seguía con aquel dulce tormento. Sin embargo, la brusca separación por su parte acercando su boca a mi oído me hizo poner alerta al escuchar sus tiernas palabras:

Me encanta tu culillo… me vuelve loca, cariño… ¿me dejas que lo pruebe?

Tratando de descifrar el significado exacto de su última pregunta, me removí inquieta sobre el sofá.

No te muevas, enseguida vuelvo –la oí decirme clavando la mirada en mi cálida desnudez.

¿Adónde vas? –pregunté viéndola separarse de mí, dejándome arrodillada como estaba y con la cabeza vuelta hacia ella.

¡Oh, no preguntes! Voy un momento a mi cuarto, no tardo nada –respondió sonriéndome extrañamente mientras me cogía el mentón entre sus dedos dándome un suave piquillo en los labios.

De ese modo y saliendo descalza como iba, allí me dejó imaginando qué loca idea llenaba la cabeza de mi compañera de piso. Pronto lo descubrí al verla aparecer por la puerta del salón con un arnés en la mano. La imagen más que sugerente de aquel juguete hizo que me excitara sobremanera fantaseando con las muchas posibilidades que aquello podía ofrecernos.

¿De dónde has sacado eso? –pregunté removiéndome mientras acariciaba mi sexo pasando los dedos arriba y abajo.

Es un juguete que tengo desde hace tiempo, ya verás que te gustará… a Gerardo le encanta cuando lo uso con él –la escuché responderme viéndola llevar aquel negro consolador hasta su boca empezando a lamerlo como si de un verdadero miembro masculino se tratara.

Aquella confesión por parte de mi amiga me sorprendió enormemente pues jamás hubiese sospechado que un chico como Gerardo, tan varonil y apuesto, fuese aficionado a aquel tipo de juegos. Creyendo perder la razón y con la mirada nublada por el deseo, la observé ajustar convenientemente las correas elásticas a su cintura. Llegándose junto a mí enseguida sentí la hambrienta lengua jugando por encima de mi vulva y mi ano humedeciéndolos hasta conseguir que un escalofrío inundara todo mi cuerpo. Rígida como estaba volví a notar aquel roce presionando mi esfínter anal tal como había hecho momentos antes. De nuevo la habitación se llenó de los débiles gemidos que mi garganta producía cada vez que mi amiga pasaba la lengua intentando dilatar mi oscuro agujero. Así estuvo largo rato acostumbrando mi culo a sus caricias, mezclando el masaje de su lengua con la suave rotación de uno de sus dedos en el interior de mi estrecho canal.

Tirándome hacia atrás besó mis labios introduciéndome la lengua de forma obscena, para dirigirse a continuación a mi oreja haciéndome notar junto al oído la ansiedad más que evidente que su respiración manifestaba. Acariciándole la mejilla y tomándola por la nuca, enredé mis dedos en sus largos cabellos atrayéndola hacia mí para, una vez más, hacer que abriera la boca volviendo a mezclar nuestras lenguas en un beso húmedo y sensual. Bajando la mano hacia abajo, Isabel recorrió cada centímetro de mi piel hasta llegar al pubis el cual frotó con toda la palma, acompañándola yo en tan encantador y travieso juego pasando mi mano por encima de la suya. Luego condujo los dedos hacia el monte de Venus buscando mi raja y, sin casi darme cuenta, los noté entrar en mi sexo moviéndose dentro y fuera con asombrosa rapidez. Tras disfrutar unos segundos del agradable tratamiento que sus dedos me daban no pude menos que reclamar aquello que ambas llevábamos esperando desde hacía un buen rato:

Métemela, mi amor… no me hagas esperar más –reclamé estirándome boca arriba mostrando mi cuerpo desnudo sin rubor alguno.

Sudorosa y excitada, finalmente me sentía dispuesta a recibir aquel falso pene que tanto deseaba tener en mi interior. Además el hecho de que fuera una mujer quien me follara sirvió de mayor acicate para mí, quedando apoyada sobre mis codos y con las piernas dobladas frente a ella. Sonriéndome sabiéndose vencedora y seduciéndome con su mirada felina, Isabel se arrodilló entre mis piernas y colocando el miembro de látex en la entrada de mi vagina se fue dejando caer lentamente haciendo que mis labios se abrieran recibiéndola con pasmosa facilidad. Yo grité al sentirme penetrada de aquel modo tan delicado y, rodeando sus piernas, la fui atrayendo hasta tenerla completamente dentro.

No te muevas… déjame sentirla dentro de mí –exclamé con su bonito rostro pegado al mío.

Quietas como estábamos, mi amante de aquella noche acercó su boca besándome una vez más antes de iniciar un lento mete y saca que me hizo gemir débilmente. Poco a poco y tomándome de la cadera, Isa fue moviéndose adelante y atrás sin apartar un solo segundo su brillante mirada de la mía. El suave balanceo con el que me obsequió hizo que me dejara llevar completamente entregada al ritmo que ella imponía. Un grito agudo escapó de mis labios al entrar aquel grueso instrumento de un solo golpe en mi irritada vagina.

Aaaaay cariño, con cuidado… no seas brusca –me lamenté al sentirme traspasada de aquel modo tan inesperado.

Pese a mis quejas, el movimiento de mi compañera fue haciéndose más y más enérgico penetrando mi bien abierta vagina sin consideración alguna. Situando una de mis piernas sobre su hombro tal como mi chico solía hacer, Isabel empujó clavando con fuerza el horrible pene de plástico hasta conseguir hacer tope. Yo me hallaba tan mojada que los movimientos de mi amiga cada vez que entraba, resultaban tan fáciles como cuando el punzante filo del cuchillo penetra en la mantequilla. Así entre los continuos lamentos que ambas dábamos, fue entrando y saliendo embistiendo de manera descortés y haciendo que mis manos buscaran cualquier cosa a la que agarrarse. ¡Dios santo, qué placer me estaba dando! Sin dejar de mirarla a los ojos, mis manos tan pronto acariciaban mis pechos como abrazaban el almohadón, en el que reposaba mi cabeza, tratando de soportar el intenso calor que invadía todo mi cuerpo.

¡Fuerte, más fuerte… métemela toda… fóllame entera cabrona! –chillé reclamando mayor rapidez en sus movimientos.

Dejándose caer una vez más sobre mí pude sentir su respiración agitada junto al oído mientras empujaba dando fuertes golpes de riñones. Al mismo tiempo sus manos manoseaban mis muslos y cada zona de mi cuerpo que se topaban por el camino. Yo me encontraba ya tan y tan alterada que estaba bien segura que no tardaría mucho en correrme si seguía follándome de aquel modo tan feroz. Echándose hacia atrás, los dedos de mi amiga buscaron mi vulva dedicándose a jugar con mi clítoris mientras el miembro de látex continuaba presionando y aflojando su empuje sin darme respiro alguno.

Ahora cariño date la vuelta, por favor –la oí decir escapando de mi interior.

Humedeciéndome los labios que notaba resecos y temblorosos, le di la espalda apoyando las manos en el brazo del sofá en espera de nuevos placeres que estaba bien segura no tardarían en producirse. De espaldas y acomodada como estaba, noté su mano pasar por encima de mi redonda posadera hundiendo los dedos en la misma. Abriendo levemente las piernas, enseguida grité ante el fuerte manotazo que mi amiga propinó sobre mi tierno trasero. Un nuevo manotazo aún más fuerte que el anterior me hizo gritar una vez más, mordiéndome los labios para acallar el dolor mientras arañaba con las uñas la piel del sofá. Pese al evidente dolor que sus golpes me producían, no pude evitar excitarme cada vez que su mano sacudía mi pobre culete haciéndome jadear y gimotear. Así estuvo golpeándome de manera violenta hasta que mis redondas nalgas quedaron cubiertas por aquella marca cárdena y dolorosa, producto del cruel tratamiento al que mi compañera de piso me sometía.

Parando en su castigo Isa se situó detrás de mí y de una sola vez entró en mi vagina volviendo a regalarme con aquel animoso ritmo que tanto me hacía vibrar. Sus movimientos tan pronto se hacían fuertes como perdían en energía y vigor para de nuevo, alcanzar lo más profundo de mis entrañas haciéndome jadear como loca. Ambas nos desplazábamos de manera acompasada acompañando mis nalgas las embestidas de mi amiga cada vez que se movía. Yo no dejaba de gemir llevando la mano a mi boca para no chillar el enorme placer que me estaba dando. Varios fueron los orgasmos que tuve y sin embargo ella no cesaba en su empeño por hacerme disfrutar mucho más. Mientras me follaba sentí sus dedos rozándome el culito hasta vencer la resistencia de mi esfínter y toda yo me estremecí pegando un respingo de satisfacción. Mirando hacia atrás pude ver el temible aparato colgar entre las piernas de mi amiga y supe que el tan temido y al mismo tiempo tan deseado momento había llegado al fin.

Sí mi amor… fóllame el culito, me encanta –susurré en voz baja sin parar de remover las caderas buscando hacer la entrada de sus dedos más profunda.

¿Te gusta como lo hago, putita? –me preguntó quedándose quieta unos segundos con la mano clavada en mi piel.

Sí, sí, me gusta… me vuelve loca como lo haces… me harás correr otra vez si sigues así –reconocí pasando la lengua por encima de mis labios.

Isabel acariciaba con la mano mi espalda y mis nalgas y, saliendo de mí, me tomó por la cintura acercándome más a ella hasta apoyar de forma suave y delicada el enorme consolador en el ano haciéndome perder la cabeza con ello. Sin embargo, pronto mis carnes se abrieron haciéndome lanzar un grito de puro dolor al dar ella un golpe seco de riñones.

Ah, me duele mucho, por favor para… -afirmé notando mis entrañas arder ante el imparable avance que el grueso falo ejercía sobre mí.

Tranquila cariño… ahora déjate hacer y disfruta –me dijo llevándome hacia ella y empezando a besarme mientras sus dedos jugaban con mis pezones.

Aprovechando mi lenta relajación empujó poseyéndome poco a poco hasta acabar entrando por entero. Nuevamente grité tratando de escapar a su dominio cosa que ella no permitió agarrándome con fuerza del brazo.

Sácala, por favor… me quema por dentro –supliqué sudorosa y con la mirada perdida.

Miriam, estáte quieta… verás que pronto te gustará…

Pronto mis quejas cambiaron a tímidos gemidos placenteros al empezar a acostumbrarse mi estrecho agujero a la entrada de tan espantoso visitante. Echándome hacia delante mientras levantaba la cabeza agarrándome al sofá, noté sus suaves movimientos sodomizándome muy lentamente para poco a poco ir cogiendo mayor velocidad dentro de mí. Mis gritos de dolor y placer volvieron a llenar la habitación ante las furiosas embestidas que mi amiga empezaba a propinarme, follándome con violencia y teniéndome bien cogida de la cadera mientras entraba y salía sin dejar de martillear un solo instante. Entraba hasta la raíz como si de un macho se tratara y cada vez que lo hacía parecía querer desvanecerme mordiéndome los labios y llorando con los ojos bañados en lágrimas por el dolor que aquel grueso aparato me producía. La cabeza me daba vueltas envuelta como estaba en la locura del momento. Ella apretaba mis nalgas mientras me follaba profundamente buscando lo más hondo de mi ser.

Así… así mi vida, fóllame… clávamela hasta el fondo, no pares… -jadeaba como una perra con los ojos cerrados.

¿Ves como al final te gustó? –exclamó triunfante sin dejar de golpear con furia una y otra vez.

Los golpes de Isabel eran tan brutales que pensé que me iba a romper por dentro, tan dentro de mí la sentía. Para poder frenar mínimamente el placer que me envolvía llevé mi mano entre las piernas frotando mi conejito empapado de jugos. Mientras, el largo consolador entraba continuamente entre mis gemidos, mezcla apasionada entre un dolor extraño y el mejor de los deleites.

Sigue follándome, Isa… sigue follándome así… creo que voy a correrme… qué gusto más bueno- gemí empujando hacia atrás tratando de encontrar la total penetración.

¿Así te gusta, perra? ¿Te gusta que te follen fuerte el culito? –dijo agarrándome con fuerza del cabello y haciéndome volver la cabeza para complacerse con mi gesto de total entrega.

Sí, sí fóllame… fóllame fuerte… rómpeme el culo –reclamé hipando y boqueando en busca del aire que me faltaba.

Mis dedos continuaban acariciando mi clítoris y entrando y saliendo de mi sexo mojado mientras el incansable consolador acompañaba mis lamentos penetrándome sin descanso. Cada vez que entraba en mí, Isa aprovechaba para juguetear con mi espalda besándome luego la nuca, el cuello y los hombros provocando todos aquellos besos que me estremeciera entera. Finalmente el placer me envolvió por completo haciendo que mi visión se nublara en busca del último de mis orgasmos, el mejor de los orgasmos que nunca antes había vivido.

¡Me vie… me viene! –declaré temblándome las piernas y desplomándome hacia delante mientras notaba perder el sentido por unos breves instantes.

¡Sí cariño, disfrútalo… córrete, mi amor! –exclamó mi amiga cayendo abrazada a mí y llenándome el hombro de besos antes de extraer suavemente el grueso dardo del interior de mi irritado culillo.

Tras el devastador final una sensación de calidez y de relajación total me recorrió de pies a cabeza sintiéndome completamente exhausta tras el tremendo maratón de sexo al que mi hermosa compañera me había sometido. Todo mi cuerpo y mi mente se hallaban bloqueados por la fatiga extrema motivada por el enorme placer sufrido. Boca abajo y aferrándome con fuerza a la almohada volví a ronronear demostrando lo mucho que aquello me había gustado. Abrazada a mí, ella siguió acariciando mis cansados miembros al tiempo que llenaba mis oídos con tiernas palabras de amor segundos antes de quedar ambas dormidas en el silencio de la noche. Unas horas más tarde y con los primeros rayos solares entrando por la ventana, desperté con la imagen fresca y radiante del cuerpo de mi amiga recién salido de la ducha y envuelto en una simple toalla. Dándome los buenos días y sonriéndome abiertamente se acercó al sofá y me besó apenas rozando mis labios con los suyos…

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