miprimita.com

Navegando por el Cantábrico (8)

en Lésbicos

Navegando por el Cantábrico (8)

 

Segunda parte del encuentro lésbico en casa de la protagonista aprovechando la falta de los maridos. Última parte de las ocho de esta historia que espero que haya resultado interesante e instructiva para el lector…

 

 

Yeah I’ve been racing ever since I was fifteen

and ain’t nobody ever catch me.

Yeah I was hurtling and taking that money

we made it look so damn easy.

 

You can’t slow me down, slow me down

only got one speed.

 

I’m gonna run till I can’t see the ground

I just wanna keep going faster

yeah yeah yeah.

I’m gonna fly and I ain’t coming down

I just wanna keep going faster

baby that’s going faster

yeah yeah yeah

that’s what I gotta do.

 

I won so many times

I’ve never been busted

I don’t remember how to loose.

You’re always saying that I can’t escape justice

how many times I gotta tell you…

 

Go faster, RICHIE KOTZEN

 

 

CAPÍTULO VIII

 

 

Ya en casa y tras dejar los bolsos y la boina sobre la mesa del salón, la dejé curioseando los libros y las fotos de la librería mientras me dirigía al dormitorio a ponerme cómoda. Me quité los botines lanzando un suspiro de satisfacción al deshacerme de los tacones. Enseguida volví junto a ella que estaba viendo las fotos de mis padres y de mi marido con mi hija.

¿Quiénes son? –me preguntó.

Son mis padres y ella es Begoña, la menor de mis hijos.

Es hermosa tu madre y tu hija también –comentó con amabilidad.

Lo son, sí. Lo cierto es que tengo muchos rasgos en común con mi madre en cuanto al carácter aunque me parezco físicamente mucho más a mi padre.

Es muy atractivo, sí –reconoció al momento.

Dime, ¿qué talla tienes? Debemos tener más o menos la misma –dije cambiando de conversación.

La l –contestó con premura.

Perfecto, tenemos la misma. Te dejaré algo de ropa para dormir.

¿Quieres algo de beber?

¿Tienes cerveza?

Sí claro, enseguida te traigo una. Ahora vengo –exclamé dándole la espalda para internarme en el pasillo.

Tras coger dos cervezas del frigorífico, crucé el pasillo con celeridad para unirme a mi joven invitada.

¡Oh gracias, Inés. Apetece una cerveza fresquita –indicó sonriendo al tomar la cerveza de entre mis dedos.

Estaba sedienta –dije respondiendo a sus palabras.

Sentémonos –la invité con la mano dirigida al sofá.

Caí en un extremo del mismo, sentada con la pierna doblada hacia atrás y con la cerveza en la mano a la cual di un pequeño sorbo. Silvia quedó sentada a mi lado, con los ojos clavados en los míos. Aquella mirada tan fija me hizo sentir un tanto aturdida. Sabía que me deseaba como yo la deseaba a ella y también sabía a lo que habíamos ido a mi casa. Con nuestros maridos tan lejos, la oportunidad no podía ser mejor. Con la cerveza entre los dedos me creía a resguardo de un posible ataque.

Me pones mucho Inés –no tardó ella en romper aquella barrera quitándome la cerveza para dejarla sobre la mesa.

Tú también a mí… Me gustas mucho –respondí con voz temblorosa.

¿Es verdad eso? ¿no me engañas?

Es totalmente cierto, ¿tanto te extraña?

No cariño, claro que no –respondió apartándome los cabellos de la frente.

¿Nunca has estado con una mujer? –continuó preguntando.

No, nunca –respondí de forma sincera.

¿Y tienes miedo?

Oh no, no es exactamente eso. Es más bien curiosidad por saber cómo puede ser.

Distinto a con un hombre. Verás que te gustará… llevo toda la semana pensando en ti –me confesó antes de besarme con infinita suavidad.

Deja que te bese. Ven cariño… déjate hacer… tú relájate y disfruta –dijo antes de caer sobre mí besándome con la misma dulzura.

Cogiéndome a sus brazos dejé reposar la cabeza sobre la almohada. Sacando las lenguas jugamos con ellas golpeándolas varias veces hasta acabar rozándosela con mis labios y mis dientes. Cada roce que mis dientes le daban hacía crecer el ritmo de su respiración, descontrolando su deseo. Las manos corrían ansiosas por encima de las ropas, palpando cada una de las partes de nuestras anatomías. Palpé su espalda, sus nalgas, sus caderas mientras ella besaba mi cuello arrancándome mi primer grito de emoción. Pasó la lengua de abajo arriba por el cuello para volver a bajar humedeciéndolo con su saliva que noté muy caliente. Respondí besándola, entrando en su boca sin pedir permiso para enredar mi traviesa lengua a la suya. El deseo nos unía más y más, de forma imparable y obscena. Sacando la lengua la besé ahora en la comisura de la boca, haciéndole sentir lo muy caliente que estaba.

¡Eres ardiente cariño… eso me gusta! –exclamó tomándome de la nuca para ser ella quien avanzara en el interior de mi boca.

El aliento cálido de la muchacha recorría mi piel atrapándome cada vez más. Su mano me rozaba, acariciándome hasta alcanzar la pierna. Apoderándose de ella la dejó deslizar por el muslo para llegar a la rodilla. Temblé entera deseando que siguiera con aquello que me hacía. Me manoseaba con descaro, llevando las manos por los costados de mi cuerpo para volver a mi rostro y entregarme su lengua húmeda y llena de vicio. Abriendo mis labios, buscó mi lengua para quedar fundidas en un beso largo y apasionado.

Mis manos, mientras tanto, la abrazaban con fuerza al recibir aquel beso lleno de fuego y desenfreno. Tan pronto me agarraba a sus hombros como le recorría la espalda apretándola contra mí. Ambas gemíamos, jadeábamos de forma entrecortada con cada encuentro de las lenguas. Silvia se removía sobre mí, besando mi cuello desnudo, jugando con él, excitándome…

¡Te deseo Inés, te deseo… eres tan hermosa! –sus labios clamaron al caer sobre mi hombro besándolo y mordisqueándolo con furia.

Cogiéndome de las manos me hizo incorporar, quedando las dos de rodillas en el sofá y con los ojos llenos de lujuria y deseo. La muchacha se quitó el jersey una vez más pudiendo disfrutar la imagen de aquellos desafiantes y erguidos pechos. Se los acarició con las manos sopesándolos como si quisiera entregármelos. Me quedé aturdida frente a su joven belleza, observando la redondez de sus pequeños pechos.

Al ver que no respondía, fue ella quien se lanzó buscando con las manos mi cintura para rápidamente internarse bajo la tela de la blusa tratando de ascender. Deseaba ser acariciada por sus manos expertas aunque jóvenes, deseaba que me desnudara y entregarme por completo a ella. Silvia pareció comprender y enseguida enganchó uno de los botones de la blusa, empezando a soltarlos con extrema lentitud recreándose en cada uno de ellos. Mientras lo hacía, me provocaba con su mirada y una sonrisa insinuante al deslizar la lengua por los labios. Los humedeció profusamente. Se la veía tan hermosa y tentadora. Acercando la boca extrajo la lengua dándomela a probar para, al instante, volver a retirarla haciéndome desearla aún más.

Al acabar con el último de los botones, me ayudó a quitarme la blusa quedando solo cubierta con el sujetador negro. Llevando la mano a mi espalda, lo soltó con sapiencia para luego dejarlo caer al suelo. Mis senos cayeron hacia delante, mostrándose orgullosos ante su mirada.

¡Qué grandes son… me gustaría tanto tenerlos así! –dijo antes de lanzarse sobre ellos succionándolos y lamiéndolos con apetito voraz.

Yo empecé a reír, dejándome llevar por aquellos besos y aquella boca que tanto me excitaban. La joven continuó con lo que me hacía, entregada a la tarea de besar y chupar mis pechos como si en ello le fuera la vida. Se apoderó de los pezones, jugueteando con ellos lamiéndolos y haciéndolos crecer para finalmente mordisquearlos levemente provocando en mí un leve grito de satisfacción. Subiendo hacia mi rostro al abandonarlos, nos besamos con timidez mordiéndole ahora yo su jugoso labio.

Nos miramos a los ojos, con la tenue luz de la lámpara cercana cayendo sobre nosotras. Empezamos a desnudarnos poco a poco, entre abrazos y risas. Haciéndome sentar y bajando la cremallera lateral, consiguió hacer resbalar la falda hasta acabar desapareciendo por mis pies. Con rapidez se deshizo de los zapatos y de los tejanos quedando ambas desnudas en la soledad del amplio salón. Nos besamos fugazmente, sintiendo las respiraciones desbocadas y deseosas de un enlace mucho más estrecho.

La bella rubita lucía unas bragas tipo tanga de color lila. De ese modo su culillo quedaba al descubierto, bajando mis manos hacia el mismo apretándolo con los dedos. Silvia gimió disfrutando la caricia. Echándome hacia atrás ambas caímos abrazadas sobre el sofá.

Bésame cariño, bésame –le pedí musitando y abriendo mi boca sedienta de besos.

Ella lo hizo, cubriendo mis labios con los suyos en un beso delicado y lleno de sensualidad. Me sentía tan a gusto a su lado, era tan diferente a Juan… Nuevamente su lengua se apoderó de mi cuello lamiéndolo y llenándolo con su saliva. Un escalofrío me corrió la piel haciendo que mi vello se pusiera de punta.

Quedando arrodillada, con las manos acarició cada una de mis formas, recorriendo mi barriga, mi vientre, apartándome la pierna a un lado para pasar la mano por encima de la braga. La mano subió a mis pechos masajeándolos con delicadeza mientras trataba de seducirme con sus palabras.

Me excita tu cuerpo… eres tan hermosa…

Descendiendo hacia abajo y sin decir nada más, llegó entre mis piernas haciendo que las abriera. Echando la braguita a un lado, apareció mi sexo frente a ella. Lo estuvo observando un largo tiempo, deleitándose con el mismo y relamiéndose con el festín que pensaba darse a mi costa. Yo creía no poder aguantar más. Me moría por sentir su lengua en mi vulva, haciéndome vibrar con cada una de sus caricias, ofreciéndole mis jugos para que los bebiera.

Lanzando sus babas sobre mi rajilla, empezó a acariciarme con los dedos. Pasándolos con rapidez para esparcir la saliva y mezclarla con mis tibios efluvios. Al fin hundió la cabeza iniciando el definitivo ataque. Grité emocionada al notar sus labios trabajándome mi coñito. Mi primera mujer entre las piernas haciéndome gozar. Doblé las piernas para facilitar su tarea. Sacando la lengua la pasó por toda mi raja humedeciéndola aún mucho más. Saboreaba mis jugos con maestría, recorriendo mi sexo con lascivia, mirándome a los ojos para ver mi estado. Yo gimoteaba, cerraba los ojos, clavaba las uñas en mis carnes buscando alivio. Apartando los labios con los dedos, metió la lengua en mi vagina escudriñándola hasta el final. Lancé un suspiro al notar la calidez de su lengua, lamiéndome y devorándome sin descanso. Pasaba y repasaba mi intimidad, empapándose de ella y saboreando el manantial que ya era mi sexo.

Oh sí, fóllame con tu lengua. Fóllame así, sí… eres maravillosa…

¡Qué rico lo tienes… estás tan cachonda, cariño! –susurró en voz baja para enseguida continuar trabajándome de aquel agradable modo.

Las jóvenes manos subieron por mis costados hasta alcanzar mis senos, acariciándolos con fuerza. Yo me retorcía con cada cosa que me hacía, me quejaba, le pedía más pataleando sin control. La húmeda lengua volvió a entrar en mi vagina, follándome al entrar y salir con ella para, una vez fuera, hacerse con mi clítoris golpeándolo con destreza. Temblé con dicho roce, gozando las acometidas de aquella lengua que tan bien sabía excitarme. El orgasmo se avecinaba de forma irrefrenable al agarrarme a sus cabellos, jadeando y gritando como una completa furcia. Silvia sonrió, seguramente sabiendo que no iba a aguantar mucho más. Perfecta conocedora de cual es el punto más débil de una mujer, asaltó mi pequeño botoncillo lamiéndolo y chupándolo con desenfreno para acabar envolviéndolo entre sus labios. Esto último terminó con mis últimas fuerzas, cayendo hacia atrás entre los lamentos y gritos que llenaban el salón de mi casa.

¡Más, más, más… me co… rro… me voy a correr, mi vida… chúpame toda! –grité agarrada a su cabeza mientras el placer me visitaba entre chillidos y alaridos desconsolados.

Una vez acabado el magnífico trabajo de bajos con que me obsequió y, puestas otra vez en marcha, ahora era yo quien debía devolverle el favor que me había dado. Aún tumbada, levanté las piernas dejando que me quitara las bragas. De pie, Silvia hizo lo propio deshaciéndose de ellas para quedar con su depilado coñito mostrado a mi vista. Contemplé con admiración la total desnudez de aquella joven ninfa. Cambiando de postura, quedó estirada mientras yo me situaba encima acariciando su cuerpo con mis manos. Una de ellas cayó sobre el turgente y delicado seno al mismo tiempo que con la otra recorría su pubis haciéndola gemir. Subiendo a su boca la besé al ver el brillo especial que sus ojos desprendían. Sabía lo que quería, lo deseosa que estaba de cada una de mis caricias.

Escuché la llegada de un mensaje al móvil. Seguramente sería de Juan desde Burdeos. A saber lo que aquellos dos estarían haciendo… Me olvidé del móvil sin querer pensar más en ello, solo en gozar de la hermosura de aquella mujer. La besé en la mejilla, retirándole el cabello hacia atrás para tomarle con mis labios el lóbulo de la oreja. Jadeó inquieta al sentir tan encantadora caricia. Respiraba con dificultad buscándome con las manos para atraerme más a ella. Besé sus rubios cabellos, enredando mis dedos en ellos para obligarla después a ladear la cabeza, lamiéndole la nuca con delicadeza. Silvia se agitó, vibrando toda ella pero sin cambiar la postura que tenía.

Eres mala, nena –me dijo sonriendo.

Calla, no digas nada –exclamé junto a su boca para, al momento, comérsela envolviendo sus labios en un beso lleno de sensualidad y erotismo que ella devolvió con igual interés.

Cerrando los ojos volví a la carga. Con la lengua fui descendiendo por el cuello hasta llegar a uno de sus pechos el cual empecé a chupar y lamer entre sus lamentos de entrega. Jugué con sus pechitos pasando de uno a otro, alternando mi manoseo con tímidos besitos que la hacían estremecer cada vez que se lo hacía. Los pezones respondieron poniéndose durísimos bajo la caricia de mi lengua. Silvia no dejaba de pedirme que continuara dándole placer. Abandoné sus montañas para bajar a su barriguilla en la cual me entretuve haciendo circulillos alrededor del ombligo.

Muy bien, mi vida… me estás poniendo muy cachonda… lo haces realmente bien –la escuché decir al tomarme la cara entre sus manos.

Volví a deslizar la lengua haciéndola caer aún más hasta casi llegar al vientre. Entrelazamos las manos con fuerza en medio de los sonidos guturales que la muchacha producía. Descendí besándole el vientre mientras pasaba mis manos por encima de sus muslos y glúteos. Llegué a la rajilla, abriendo los labios con la lengua para hundirla en su húmeda almeja que me recibió con un grito de júbilo de la joven. Silvia rio gozosa al sentir la lengua abriendo su tierna flor, apoderándome de ella e iniciando un lento lameteo dentro y fuera. Humedecí toda su concha, escarbando en ella, trabajándola arriba y abajo. Mi joven amante se retorcía, sollozando con cada golpe que mi lengua le daba. Sus jugos se hacían más copiosos, ahogándome en ellos como si del mejor néctar se tratara. Los labios se veían abultados y repletos de los líquidos de ambas. Mi lengua se deslizaba con facilidad, hundiéndose entre sus pliegues hasta alcanzar lo más profundo de su ser. No me olvidé de su botoncillo rosado al restregarlo contra mi boca y mi nariz. Eso la excitó mucho más.

¡Vamos mi vida, hazme el amor… lámeme con tu lengua y dame placer! –me animó a seguir al pellizcarse los pezones.

Bebí aquel manantial, disfrutando el sabor salado y medio amargo de su sexo. Me encantó devorarlo al tiempo que Silvia gemía de forma más escandalosa. Metí mi lengua una vez más, atrapando mi cabeza con sus piernas al gemir con mayor vehemencia. Luego acompañé mi caricia, introduciendo uno de mis dedos en su cueva. Lo fui metiendo poco a poco, viéndola quejarse al entrarle hasta el final. Empecé a moverlo mientras mi lengua acariciaba su clítoris que ya aparecía hinchado y duro. Gritó con desesperación.

Liberando su coño unos segundos, fue ella misma la que empezó a acariciarse, masturbándose al pasar lentamente la mano mientras me clavaba sus ojos vidriosos. Seguidamente se metió tres dedos en la concha mostrando una cara de tremendo placer. La muchacha no paraba de jadear, apretando los labios para no gritar la impaciencia que la consumía. Sacaba la lengua obscenamente cuando la relevé volviendo a ser yo quien la penetraba.

Fóllame cariño… sí fóllame… dios, qué bueno –gritaba removiendo las caderas al compás que mi lengua y mis dedos le imponían.

Chupé como una loca, succionándole el clítoris con inaudita rapidez y del mejor modo que supe. La angustia se apoderó de ella, moviéndose turbada con el continuo roce que mi apéndice le ofrecía. Separé los labios de su sexo para volver a lamerle su sensible órgano. Contrajo la vagina moviéndose juguetona y excitada. Y fue entonces cuando le metí un dedo levemente en la vagina, corriéndose a los pocos segundos Silvia de forma acalorada.

Ahhhh, sigue así. No te pares… me corro, mi vida…

Disfruté su abundante corrida, relamiéndome de placer al saborear la calidez de aquellos jugos femeninos. Los primeros jugos de mujer que me bebía y debo reconocer que quedé más que satisfecha. Igual que ella claro que, una vez terminamos, presentaba una cara de completa felicidad. Subí hacia ella y nos besamos, abrazadas como las amantes en que nos habíamos convertido. Volvimos a la realidad, besándonos las bocas al acariciarnos los pechos y las piernas. Descansamos no más de dos o tres minutos.

Tengo un juguete –dijo ya medio recuperada de su anterior orgasmo.

¿Ah sí? ¿y qué es? –pregunté con interés.

Lo tengo en el bolso. Espera aquí –dijo poniéndose en pie para correr hacia la mesa.

Observé el culillo de la muchacha mientras cruzaba el salón camino del bolso. Ciertamente resultaba de lo más apetitosa, con las mollas de su culo prieto y redondo ofrecidas a mi vista. Lo que Silvia extrajo del bolso era un arnés de gran tamaño. Abrí los ojos con sorpresa ante lo que la joven sostenía en su mano.

Siempre lo llevo por si surge la ocasión. ¿te gustaría probarlo?

¿Pero qué pretendes hacer con eso? ¿Acaso quieres follarme? –pregunté un tanto turbada.

¿Por qué no? Me gustaría sí... Quiero ser perversa contigo. ¿quieres?

Asintiendo, sonreí ante la feliz perspectiva que aquello me deparaba. La joven se ató con rapidez las correas del horrible aparato a la cintura. Volvió junto a mí para bajar la mano dejándola posada en mi trasero. Vi sus labios temblar de deseo al tomarme de la nuca para atraerme hacia ella. Se la veía tan excitada… Yo misma busqué sus labios para besarla apasionadamente, juntando las lenguas dentro de su boca.

Eres tan hermosa –la escuché decirme con la voz quebrada por su creciente intranquilidad.

Cogiendo mi barbilla entre sus dedos, me besó alternando suavidad con rudeza. Respondí a sus besos sintiendo mi corazón acelerarse una vez más. Acaricié su pecho con mis dedos mientras la muchacha hacía lo mismo con los míos. Bajó a mis piernas al tiempo que mi mano buscaba curiosa el falso pene que colgaba de su cintura. Lo noté duro y grueso bajo mi mano, como si de un verdadero miembro masculino se tratara. Echándole un fugaz vistazo vi el aterrador aspecto que aquello presentaba. Semejaba por completo cada una de las formas de una polla, con el glande totalmente al descubierto y el largo tallo en el que destacaban las hinchadas venas. Silvia sonrió viendo mi aturdimiento.

¿Te gusta? –preguntó.

Sí, me gusta. Parece un pene de verdad. Es tremendo –exclamé moviendo los dedos alrededor del mismo.

Sentí excitarme al imaginarme follada por aquello, al imaginarme follada por Silvia. ¿lo haría de forma suave o con brusquedad? Sin pronunciar palabra, la joven rubita me hizo hundir la cabeza entre sus piernas. Metí el miembro de látex imitando una felación al chuparlo. Silvia rugió furiosa al verme tan entregada, mientras con la mano me llevaba contra ella haciéndome toser al tener que sacarlo de mi boca. Tanto fue el ánimo que se dio al empujar mi cabeza. Yo continué lo que hacía, jugando con aquello como si de un hombre se tratara, pasando la lengua para lamerlo desde la base hasta el glande humedeciéndolo con mi saliva. La jovencita no paraba de animarme con sus sucias palabras, excitándome hasta morir.

Te follaré putita, sí te follaré hasta que no puedas más. ¿eso es lo que quieres, verdad?

Sí, sí… quiero que me folles como una puta… quiero sentirte dentro de mí.

Haciéndome levantar me puso de espaldas a ella y su mano, llena de experiencia, cayó sobre mi muslo para pronto subir buscando la entrepierna. Girándome la cabeza me besó furiosamente, abriendo la boca para entregarme su traviesa lengüecilla a la que respondí dándole la mía. Con la mano tenía sujeta mi cabeza para besarme con mayor comodidad mientras los dedos se movían sobre mi pubis. Yo me dejaba besar y acariciar sintiéndome en la gloria; nunca con mi esposo había sentido algo así. Era tan bello y hermoso… La mano subió por mi barriga, acariciando después uno de mis pechos para terminar separándonos, pudiendo ver a Silvia llevarse los dedos a la boca chupándolos húmedos de mis fluidos.

Ponte de espaldas –me dijo con voz nerviosa.

Lo hice, colocándome a cuatro patas y con las manos apoyadas en el brazo del sofá. Con los ojos entrecerrados y la boca jadeante, levanté el culo esperando lo que me haría. Comenzó a jugar conmigo, chupando y sobándome el cuerpo. Acarició los labios de mi vagina haciendo que me arquease hacia delante, echando el culo mucho más arriba. Alargando las manos, Silvia las llevó a mis senos pellizcando los tiesos pezones con fuerza. Me quejé de dolor pero lo aguanté sin moverme. Yo me encontraba muy mojada, sollozando inquieta y removiendo mis caderas de forma circular. Metiendo la lengua en mi rajilla, la introdujo todo lo posible, chupándome y mordisqueando mi endurecido garbanzo.

¿Me dejas que te folle?

Claro que sí, nena. Me encantará que lo hagas –contesté a su petición.

Así pues, colocándose tras de mí, acercó la cabeza del falso pene en busca de mi empapada entrada. Sin más espera, penetró en mí arrancándome un suspiro de dolor mezclado con placer. Sentí mis carnes abrirse, el desgarro producido por la entrada, lenta pero imparable, de aquel grueso aparato. Centímetro a centímetro y tomada de la cintura, la perversa muchacha fue entrando en mí hasta la mitad. Ahí se quedó quieta unos segundos, manteniéndose parada y haciéndome degustar el placer del consolador. Quieta yo también, gemía y lloraba disfrutando de la femenina penetración. Teniéndome bien cogida, empujó ahora con fuerza para acabar metida hasta el final. Grité cayendo derrotada hacia delante y con la cara echada a un lado, respirando agitada ante aquel sucio empuje.

Con cuidado cariño, con cuidado… es demasiado grande para mi pobre coñito –musité suplicante al aprovechar un breve descanso por parte de la joven.

Tranquila querida… quiero que lo disfrutes como si del pene de un hombre se tratara –exclamó tirándose sobre mí para notar sus pechos pegados a mi espalda.

Agarrada del pelo, me hizo incorporar para volver a besarme al darme a sentir su agitación junto a la boca. Respirábamos ansiosas, besándonos con mayor deseo si cabe. El hambre atrasada y las ganas que nos teníamos hizo que rápidamente empezáramos a movernos en un suave balanceo. Adelante y atrás, adelante y atrás entre los crecientes sonidos guturales y las cálidas frases que nos profesábamos. La muchacha empujaba con decisión, agarrada a mis caderas y sin parar de mover la cabeza a un lado y otro. Desde mi posición y vuelta hacia ella, la joven parecía enloquecer con cada golpe que me daba. Yo gemía y gemía, dejándome follar de aquel modo tan maravilloso por mi joven amante.

Fóllame Silvia… fóllame sí…

Sí nena, sí… voy a follarte hasta morir. Eres una perrita encantadora –dijo al deslizarse entre las paredes de mi sexo.

Yo gruñí, aullando después al oír las palabras que me dedicaba. Me tenía a su merced y las dos lo sabíamos, gozándolo mucho más. Un cachete me dio en la nalga mientras continuaba con aquel ritmo, penetrándome de modo atroz.

Sigue, sigue… muévete dentro de mí –pedí entre jadeos, gritando de forma escandalosa al notar el aumento de los golpes de Silvia.

Lo siento… lo sien… to entero… sigue cariño, no pares –reclamé con mayor ardor.

De ese modo estuvimos un rato más, tampoco mucho, moviéndonos al ritmo acompasado que mi pareja me iba marcando. Echándome hacia atrás, me abrazó el cuerpo acariciándome los pechos entre sus manos sin aminorar las embestidas en ningún momento. Gozaba de forma desesperada, soportando el suplicio que su movimiento adelante y atrás me imponía. Bajó entre mis piernas, masturbándome de forma lenta al acompañarla yo con mi mano por encima de la suya. Era todo tan maravilloso que no pude aguantar más, cayendo en el mejor de los placeres. El orgasmo se apoderó de mí, gimoteando e hipando al notar mis jugos abandonarme piernas abajo. Un orgasmo mucho más largo y profundo se enlazó al primero, haciéndome desplomar rendida sobre el sofá.

¡Qué bueno… qué bueno ha sido. Ha sido estupendo, mi vida! –sollocé al notarla abrazada encima de mí.

¿Te ha gustado nena? Dime, ¿te ha gustado? –me preguntó con evidente impaciencia.

Me ha gustado sí –tuve que reconocer, cerrando los ojos al sentir sus labios besarme el hombro.

Necesitaba descansar. El encuentro con Silvia había sido de lo más satisfactorio. Realmente lo había disfrutado como no lo imaginaba. La idea del arnés me había encantado, realmente me había resultado de lo más estimulante… Pensé en probar lo mismo con ella, mi cabeza corría a mil por hora pese a lo muy cansada que estaba.

Me gustaría probarlo contigo. Quisiera ser yo quien te lo hiciera –susurré con algo de vergüenza.

¿Eso quieres putita? –sonrió ante mi retorcida propuesta.

Silvia, pasa el fin de semana conmigo. Cuando vuelvan esos dos les contaremos lo que ha pasado. Seguro que no les importará.

Estoy segura. He hablado con Pedro varias veces de ello.

Lo sé. Él me lo dijo en el barco –contesté dejándome tomar la cara para volver a besarnos…

Mas de crimson

Con la madre de mi amigo

La convención (2)

La convención (1)

Pasión en forma de venganza

Doña Regina, la mujer de la papelería

Nada mejor que el verano (2)

Nada mejor que el verano (1)

Lo duro de ser azafata

Doña Rafaela, toda una jamona

El arte de la felatio - Juegos entre primos (1)

Compañeras de piso (2)

Compañeras de piso (1)

Vacaciones movidas

En un día plomizo y oscuro

Ejecutivo afortunado

En la barra del pub

El poder de la juventud

Virginia

La tía Romina 2

La tía Romina 1

Querida madre

Las aventuras de Águeda 2

Las aventuras de Águeda 1

La muchacha de la boca de fresa

Haciéndomelo con el fontanero

Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (1)

Unos días en casa de su tía (2)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo