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Sensuales caricias maternas

en Amor filial

Sensuales caricias maternas

La imagen del cuerpo femenino de su madre cubierto tan sólo por sus finas y tenues prendas interiores unida a los primeros albores sexuales del joven muchacho desencadenó entre ellos un auténtico torbellino de pasión y lujuria incestuosa que les hizo vivir imborrables orgasmos…

 

Talkin’ to myself and feelin’ old

sometimes I’d like to quit

nothing ever seems to fit

hangin’ around

nothing to do but frown

rainy days and Mondays always get me down.

What I’ve got they used to call the blues

nothin’ is really wrong

feelin’ like I don’t belong

walkin’ around

some kind of lonely clown

rainy days and Mondays always get me down…

Rainy days and Mondays, THE CARPENTERS

 

Hola amigos, hace tiempo que me viene rondando por la cabeza la idea de dar a conocer una aventura que tuvo lugar hace ya largos años. La misma acaeció en la época de mi adolescencia pues apenas tenía yo dieciséis años escasos y la verdad es que aquella resultó ser mi primera experiencia sexual propiamente dicha. En el momento en que escribo estoy prácticamente a punto de entrar en la treintena, me encuentro felizmente casado con una mujer que me adora y a la que adoro y tengo un hijo maravilloso que es lo mejor que nos ha ocurrido tanto a mi mujer como a mí. Pero creo que es mejor que me ciña simplemente al relato que quiero contar para así no aburrir con temas ajenos al mismo.

Mi madre, mi querida madre, por aquel entonces era una mujer hermosa y apetecible y ya hacía casi tres años que se había separado de mi padre. Ella debía rondar los treinta y seis o treinta y siete años, no más y por aquella época era una mujer atractiva de cabellos rubios que siempre solía llevar recogidos en una larga coleta que le caía por la espalda. Sus ojos son grises y de un leve tono azulado, muy expresivos y grandes. Es bajita pues no llega al metro sesenta aunque mantiene un cuerpo excelente pese a sus años. Lo mejor de ella, según le oi decir una vez a mi tía Luisa, son sus pechos redondos y de buen tamaño junto a sus piernas acabadas en un culete bien levantado que siempre solía realzar con faldas o tejanos bien ceñidos para que se marcara convenientemente. Gracias a mi buena suerte pude conocerlas más a fondo, disfrutando de aquellas bellezas de piel suave, de aureolas rosadas y de pezones grandes y oscuros.

Yo, tal como comenté anteriormente, tenía unos dieciséis años y disfrutaba de la vida viviendo con ella y mi hermano menor de diez pues mi padre nos había abandonado yéndose de casa al liarse con una conocida del barrio casada igualmente. Mis padres no tardaron en arreglar la separación acordando el divorcio unos años más tarde. Así pues, tras su marcha quedamos los tres en casa. A partir de ahí nuestra madre trató de que nuestra vida fuera lo más normal posible sin que notáramos en demasía la falta de papá. En cuanto a lo demás todo continuó más o menos igual asistiendo mi hermano y yo al colegio y disfrutando por mi parte de la vida de cualquier adolescente de mi edad.

Aquellos años fueron para mí de gran importancia pues empezó a nacer en mí el interés lógico de cualquier muchacho por el sexo. Mis primeras experiencias fueron de forma totalmente autodidacta y en la soledad de mi habitación. Con quince años cumplidos empecé a notar un cierto interés por las chicas del colegio y cómo algo en mi interior se rebelaba haciéndome sentir unos calores desconocidos hasta aquel entonces. La primera vez que me masturbé no tendría más de trece años y lo hice con el roce simple de la palma de mi mano acariciando mi pene, un roce cada vez más intenso hasta descubrir aquel líquido espeso y blanquecino que para un muchacho como yo resultó toda una revelación. Así estuve cuatro largos meses utilizando aquella forma tan rudimentaria de darme placer y no fue hasta un tiempo después que finalmente encontré la forma habitual de hacerlo envolviendo mi instrumento con la totalidad de mis dedos para menearlo cada vez con mayor ritmo hasta acabar disfrutando de aquel placer solitario pero tan delicioso.

También resultaron para mí de gran interés las relaciones en el colegio y en concreto las relaciones con mis amigos. Tras acabar la clase de gimnasia y ya metido en la ducha, pude observar como no era yo tan sólo quien sufría aquella crisis sexual sino que a mis compañeros de curso les ocurría lo mismo. Hablando entre nosotros comentábamos sobre las chicas e incluso algunos de los más lanzados contaban alguna pequeña experiencia con su hermana mayor o con alguna tía perversa. Por aquellos tiempos empezó a caer en mis manos alguna que otra revista porno descubriendo de ese modo el bello cuerpo femenino y todo aquello que un hombre y una mujer pueden hacer entre ellos. También alguna que otra película que me dejó mi mejor amigo resultó para mí un auténtico filón del que poder sacar más que petróleo. Obviamente pocas eran las oportunidades en que podía disfrutar a solas de aquel material pero cuando lo hacía acababa masturbándome por la noche en la soledad de mi dormitorio.

Un sábado por la mañana y sin previo aviso mi padre vino a casa a recoger a mi hermano para que pasara el fin de semana con él. Nos encontrábamos en época otoñal y aquel sábado amaneció lluvioso y con el cielo fuertemente nublado. Mis padres discutieron pues mamá le dijo que podía haberle avisado antes de presentarse tan de sopetón. Tras disputar un rato entre ellos, finalmente papá marchó con mi hermano viéndoles montar en el coche a través del marco de la ventana del salón.

La mañana se desarrolló sin nada que reseñar, me duché al poco de levantarme tras haber marchado mi padre y mi hermano y después me tumbé en el sofá delante de la caja tonta mientras mi madre preparaba la comida. El mal tiempo reinante y la televisión tan aburrida que había a esas horas de la mañana me hacían adormecer allí tumbado. Así estuve echando una pequeña cabezada oyendo de lejos la música de la radio cuyo sonido se colaba por el pasillo desde la cocina donde mamá escuchaba una de aquellas tediosas tertulias que hacían los sábados por la mañana. Al fin llegó la hora de comer sentándonos ambos a disfrutar de la comida que había preparado mi madre.

Esta tarde voy a salir un rato con unas amigas a tomar un café y luego iremos a cenar por ahí así que llegaré un poco tarde a casa. Tú ya estás hecho todo un hombre y ya eres suficientemente responsable como para quedarte solo en casa hasta que yo llegue.

No te preocupes mamá. Pásatelo bien con tus amigas y disfruta de la cena. Yo ya me prepararé un sándwich de cena y luego me pondré a estudiar o a ver la tele un rato.

Sabía que podía contar contigo. Hace tiempo que no salgo y la verdad es que me apetece desconectar un rato y pasarlo bien. Sabes, como llegaré tarde si quieres puedes acostarte en mi cama para ver la tele y allí me esperas hasta que vuelva a casa. Tendré que coger el abrigo y el paraguas pues parece que va a seguir lloviendo y seguro que esta noche hará frío.

Lo cierto es que siempre me había gustado estar con mi mamá tumbados los dos en su cama y oyéndola contarme viejas historias de la abuela o del abuelo. Y aquella vez no iba a ser menos. Sobre las seis de la tarde mi madre me dejó en el cuarto de estar metiéndose ella a la ducha pues según me dijo había quedado con sus amigas a las ocho para tomar un refresco antes de ir a cenar. Allí estuvo entretenida veinte largos minutos duchándose y arreglándose saliendo finalmente donde yo estaba tan sólo cubierta con una pequeña toalla que le envolvía el cuerpo. Para ir a su cuarto tuvo que pasar irremediablemente por delante de mí pues el cuarto de estar se encontraba a medio camino entre el baño y el dormitorio de mi madre.

No tardé mucho en oírla llamarme desde su dormitorio. Levantándome de la silla me dirigí a su cuarto encontrándomela sólo en ropa interior. Allí estaba de espaldas a mí revolviendo entre sus ropas en busca de algo que ponerse. Nunca en mi vida había tenido la ocasión de ver a una mujer en ese estado y mucho menos a mi propia madre. Sin hacer caso de mi presencia, mamá estaba buscando entre sus faldas, pantalones y blusas e iba vestida con una especie de pequeño conjunto blanco compuesto por un top y unas diminutas braguitas, casi un tanga, cuya fina tela se le metía sin remedio por la raja del culo. Sus bonitas piernas las llevaba cubiertas con unas finas medias en color carne dándole todo aquel conjunto tan elegante y sensual una presencia realmente arrebatadora.

Me quedé totalmente petrificado viendo a mamá vestida de aquel modo, como nunca la había visto hasta entonces. Sin poder evitar mi reacción sentí la rápida respuesta entre mis piernas notando la alteración de mi polla la cual empezaba a responder creciendo debajo del pantalón. Ella se volvió hacia mí imagino mirando la cara de bobo que debía tener.

¿Qué haces ahí pasmado? Se diría que nunca has visto una mujer cambiándose.

Me quedé parado y sin saber qué decir. Con la vista clavada en el suelo, moví ligeramente la cabeza respondiendo que en verdad era la primera vez que me veía en aquella situación. Acercándose a mí cogió mi mano suavemente entre las suyas llevándome hasta su cama donde me hizo sentar junto a ella. Abandonándome en la misma se levantó y empezó a dar vueltas por el dormitorio paseando de un lado a otro como si de un desfile de modelos se tratase.

¿Qué tal me ves? Hijo, ¿qué te parece tu mamá? –me preguntó de manera inocente como sin darle importancia a su pregunta.

Estás muy guapa, mamá…realmente muy guapa –respondí un tanto confundido estando allí en presencia de mi madre.

No paraba de mirar sus pechos sin poder apartar mi vista de los mismos. ¡Tanta era la atracción que producían en mí! Aquellos redondos pechos de buen tamaño y que aún se mantenían duros y firmes parecían querer romper la fina tela del top que los ocultaba de mi inexperta mirada de muchacho joven y aún con todo por conocer en cuanto al sexo se refiere. Sin saber dónde meterme en esos momentos y contemplándome con ojos burlones escuché a mi madre decirme mientras se manoseaba aquel par de tetas con sus manos.

Mi niño, dime…¿te gustan las tetitas de tu mamá? Cuando eras pequeño bien que te amorrabas a ellas para beber la lechita que yo te daba…

Volviendo donde yo estaba se sentó junto a mí y, sin apartar los ojos de los míos me puso sobre ella y forzándome un tanto me llevó la cabeza entre sus pechos haciéndome ahogar de la presión que hizo. Yo me quedé paralizado sin saber qué hacer ni cómo responder. Al fin y al cabo era mi querida mamá quien me pedía aquello…Echando ella los tirantes a ambos lados vi aparecer aquel par de montañas que me dejaron completamente aturdido por su tamaño y belleza.

Vamos hijito, no seas vergonzoso y chupa los pechos de tu mamaíta.

Yo continuaba indeciso y sin saber cómo escapar de aquella situación tan incómoda y desconocida. Sin embargo, mis hormonas de muchacho joven y en edad de descubrir la hermosura femenina me hicieron acercarme a ella lanzándome sobre aquellas protuberantes pechugas siendo ahora yo quien se ahogó entre ellas haciéndome con uno de aquellos pezones el cual empecé a chupar con fuerza.

Tranquilo, no chupes tan fuerte –me dijo separándome de ella y mirándome con aquellos ojos donde se traslucía su inmensa felicidad. Debes hacerlo más despacio como si se tratase de un helado que estuvieras comiéndote...Vamos, prueba a hacerlo ahora más despacio –me pidió cogiéndome del cuello con la mano y llevándome nuevamente hacia ella.

Ahora sí, aproximé mis labios a su terso pecho y empecé a lamerlo y chuparlo con delicadeza jugando con mi lengua y llenándolo con mi saliva.

Ahora está mucho mejor…-la oí decirme antes de emitir un pequeño gemido con el que me demostraba el gusto que la hacía sentir con aquella caricia. ¿Te gustan hijo? ¡Chúpalas vamos! –me animó a continuar agarrándome con fuerza del cuello mientras echaba la cabeza hacia atrás después de cerrar con fuerza los ojos.

Yo, sin creer todavía en mi buena suerte, me dediqué con mayor ahínco a disfrutar de aquel dulce manjar que mi mamá me estaba ofreciendo. De un pecho pasé al otro entregándome a la misma caricia con igual ternura. Noté el pezón bien duro igual que había ocurrido con el otro y cómo mi madre reía completamente satisfecha y feliz con lo que su hijo le hacía.

Mi entrepierna estaba a punto de reventar buscando escapar del encierro que la ahogaba. Mi madre, buena conocedora de las respuestas masculinas, lo notó viéndolo crecer sin remedio por debajo del pantalón que cobijaba aquel músculo rebelde y en busca de unas caricias que lo relajaran.

Hijo mío, ¿pero qué es eso? ¿Acaso pretendes hacer enloquecer a tu pobre madre haciéndole ver semejante cosa?...Hijo, eres muy malo, realmente muy, muy malo…-me dijo mirándome con la mirada perdida y los ojos vidriosos.

Sin poder mantenerse quieta ni un solo segundo más, apoyó la mano en mi entrepierna notándola dura y desarrollada pese a mi evidente juventud. Mi madre entrecerró los ojos viéndome tan crecido y ya en los albores de la edad adulta. Ya no era el niño que se acurrucaba entre sus brazos por las noches durmiéndome como un angelito protegido por su dulce mamá. Ahora ya era todo un hombre como así se lo demostraba mi respuesta al simple roce de su mano por encima de la tela del fino pantalón.

Recuperando levemente la tranquilidad me obligó a ponerme de pie y sin más me soltó primero la hebilla que sujetaba los tejanos pasando después a deshacerse del molesto botón. Con gran lentitud me fue bajando la cremallera con sus dedos en busca del cilindro tan deseado. Yo, por mi parte, me dejaba hacer por aquellas expertas manos de mujer madura y perfectamente conocedora de qué pasos llevar a cabo. Una vez estuvo la cremallera bajada, agarró con impaciencia la tela del tejano dejándola caer por mis muslos para luego y, sin solución de continuidad, apoderarse de mis calzoncillos bajándolos igualmente y haciendo aparecer mi pene el cual ya mostraba una buena erección. Ya por entonces el mismo ofrecía un tamaño más que aceptable aunque con el discurrir del tiempo supe como tratarlo para hacer que se desarrollase algo más. No poseo un miembro enorme pero sí que tiene un buen tamaño y grosor como para hacer que mi esposa se sienta bien agradecida cada vez que hacemos el amor. Y, al parecer, mi madre pensó lo mismo aquella vez que me vio completamente desnudo delante de ella.

¡Hijo, menuda cosa tienes! ¡Se ve que has salido a tu padre! Anda vete guardándolo que ya va siendo hora que me vista si no quiero hacer tarde con mis amigas.

Pese a sus palabras, su mirada ligeramente descompuesta parecía querer decir otra cosa imaginando yo un montón de cosas agradables junto a mi querida mamá. De ese modo la vi separarse de mí escondiéndome yo, un tanto avergonzado, mi polla nuevamente bajo el calzoncillo y el pantalón. Según pude observar se encontraba un tanto húmedo y por el pequeño agujerito pude ver cómo se dejaban ver las primeras gotas de aquel líquido blanquecino ya tan bien conocido por mí en mis solitarios masajeos.

Mamá, tras acabar de vestirse con una blusa color fucsia y una falda negra hasta la rodilla, se maquilló delante del espejo del baño con un ligero toque de colorete en los pómulos para después esparcirlo por la barbilla. Al acabar se calzó con aquellos zapatos negros de alto tacón y cogiendo el bolso se despidió de mí con dos besos como si anteriormente no hubiera pasado nada.

¡Ya estoy lista! Ahora debo irme pero prometo llegar pronto –me dijo dándome dos cariñosos besos en las mejillas. En la nevera tienes lo que quieras para cenar. Come algo que te conozco y luego no tomas nada –me reprendió alborotándome el cabello entre sus dedos. ¡Bueno me voy corriendo que sino éstas me van a matar! Acuéstate en mi cama y mira un rato la televisión –dijo poniéndose el abrigo para después abrir la puerta cerrándola tras ella finalmente.

Allí me quedé solo y me puse a ver la tele en la que daban el partido de fútbol de cada fin de semana. De ese modo estuve entretenido una hora más o menos y durante el descanso del partido me preparé un sándwich de jamón y queso el cual me comí junto con una coca cola delante del televisor. Al acabar el partido estuve recogiendo las cosas en la cocina acabando finalmente, y viendo que mamá no volvía, marché al dormitorio de ella y me tumbé en la cama a ver la tele tras ponerme el pijama. Daban una película de acción pero al poco rato noté un ligero sopor durmiéndome sin remedio al instante.

Más tarde, y después de un rato que no sabría bien determinar, me desperté al escuchar la puerta de la calle abrirse: Miré el reloj de la mesilla y vi que eran las doce y media de la noche. Me había quedado dormido en la cama con el televisor encendido, sin embargo no quise levantarme a apagarlo haciéndome el dormido. Escuché el rápido taconeo de sus pies acercándose al dormitorio a través del largo pasillo. Ella abrió la puerta del cuarto sin hacer ruido y allí me encontró cogido a la almohada y sin mover un solo músculo del cuerpo.

Está dormido –la escuché decir dirigiéndose a la cómoda donde descansaba el televisor el cual apagó con el mando a distancia.

Sin hacer ruido encendió la lámpara de su mesilla y a continuación guardó el abrigo en el armario. Se metió al baño sin cerrar la puerta con lo que desde la cama podía observarla sin molestias. Tras quitarse la falda y la blusa se puso delante del espejo mirándose unos segundos. Se deshizo del poco maquillaje que llevaba lavándose la cara con agua y remojándose ligeramente los cabellos con los dedos. Yo la contemplaba sin que ella sospechara nada y debo reconocer que verla de aquel modo con la ropa interior tal como la había visto unas horas antes hizo que mi juvenil miembro volviera a enderezarse entre mis piernas. Verla pasear entrando y saliendo subida a aquellos altos tacones me hacía sentir un suave cosquilleo por todo mi cuerpo. Lo cierto es que mi madre se conservaba fenomenal al menos para un muchacho como yo que empezaba a ver a las mujeres de otro modo muy diferente al de un joven inocente e inexperto. Al fin sacándose los zapatos y las medias buscó en el armario encontrando el camisón de dormir con el que cubrió sus redondas formas.

Echando el edredón a un lado se introdujo en la cama pegándose bien a mí pasando su brazo por encima de mi costado como si de un par de enamorados se tratase. Noté su cuerpo vibrante y su respiración acelerada envolviendo la habitación en el silencio del dormitorio. Yo intentaba con dificultad mantenerme quieto evitando así lanzarme sobre ella que era lo que en esos momentos más deseaba. La sentí abandonarme unos instantes apagando a continuación la lámpara quedando la habitación entre tinieblas y tan sólo iluminada por la ligera luz que entraba a través de la ventana.

¡Qué calentita que está la cama! ¡Con el frío que hace en la calle! –comentó en voz baja imaginándome dormido.

Volvió a juntar su cuerpo al mío haciéndome sentir el roce de sus pechos sobre mi espalda. Su boca exhalaba un cálido aliento a vino y a licor. Al parecer había bebido algo durante la cena con sus amigas. La escuché ronronear levemente pegándose aún más a mí. Aquella proximidad me estaba haciendo difícil poder mantener la debida compostura frente a mi querida mamá. Me moví un poco haciéndola asustar pero al momento volvió a rodearme con su brazo llevándome contra ella. En la oscuridad del cuarto empezó a recorrer mi espalda con su mano, notándola yo fría pero manteniéndome quieto y sin decir nada.

¡Qué caliente que está! ¡Qué piel más cálida! –decía entre susurros bajando y subiendo su mano por mi espalda. Y que frío que siento yo…

Con extrema lentitud fue bajando la mano hasta alcanzar mi trasero el cual acarició con sus dedos por encima de la tela del calzón de deporte. Haciendo su contacto más osado introdujo sus dedos por dentro del pantalón acariciándome con suavidad mis nalgas. ¡Juro que estaba a punto de reventar con lo que mi querida mamá me estaba haciendo! A cada momento, a cada instante, me estaba costando más el mantenerme inmóvil sin responder a sus caricias.

Sin pronunciar palabra mamá llevó la otra mano a mi desnudo pecho jugando unos breves instantes con los pocos pelillos que ya empezaban a cubrir el mismo y sintiendo yo su respiración cada vez más inquieta. Besándome con suavidad mi espalda y mi hombro advertí el lento descenso de su mano por mi torso y mi abdomen alcanzando finalmente mi sexo bien duro y deseoso por sentir unas manos que lo cobijaran entre ellas.

¡Qué bello es! El vivo retrato de su padre pero mucho más juvenil y poderoso…

Sin dudarlo más introdujo su mano lanzándose a por mi polla moviendo sus dedos arriba y abajo. No pude menos que producir un leve gemido de emoción lo cual oído por mi madre, la hizo elevar la mirada hacia mí encontrándome tan nervioso y excitado por las caricias con las que me complacía.

¿Hace mucho que estabas despierto? –me preguntó de modo cómplice mientras me besaba cariñosamente el hombro.

Alargando la mano busqué la lámpara de mi mesilla la cual encendí con prisas. Al encenderse la luz me encontré con la sonrisa de mi madre, una sonrisa entre picarona y maliciosa que no había visto en ella hasta entonces.

¿Te gusta lo que te hago, hijo? –volvió a preguntarme haciéndome volver hasta acabar poniéndome boca arriba.

No pude responder nada, estaba tan cortado ante aquella inesperada situación que de mi boca no pudo salir una sola palabra. Lo que sí hice fue removerme en la cama tratando de colocarme mejor. Mi madre, bien conocedora de qué botones tocar para seducir a un muchacho como yo, echó el edredón a un lado quedando todo mi cuerpo a su vista. Continuó con su tarea de masajearme mi sexo agitándolo suavemente y notando cómo respondía a tan encantadores estímulos.

Hijo, ¡me pusiste tan cachonda esta tarde! No te pongas nervioso y disfruta del cuerpo de tu mamá. Eres tan tierno y quién mejor que yo para que conozcas el cuerpo de una mujer… -la oí decirme con voz grave como si de un dulce sueño se tratase.

Colocándose encima de mí acercó mi bulto a su entrepierna. De ese modo, podía ver sus pelillos intentando escapar por los lados de su diminuta braguita. Sin poder soportar más tanta tensión dejé caer mis manos sobre sus muslos notándolos duros y fornidos. Echándose hacia atrás levantó los brazos para deshacerse del camisón dejando al aire aquellos senos que tanto me habían entusiasmado horas antes.

Bajo la fina luz de la lámpara, quedé embobado frente a aquel par de buenas razones que mi madre me ofrecía. Ella, sin apartar sus ojos de los míos, se agarró con las manos sus tetas acariciándoselas con las palmas de las manos hasta empezar a gemir gracias al placer que sentía. Con los ojos entreabiertos cogió mis manos llevándolas a sus pechos y haciendo que ahora fuera yo quien disfrutara de aquellas tersas moles.

Así, mi niño así…Dale mucho gusto a tu mami…vamos cariño…-me animó a continuar con lo que le hacía.

Gracias al roce continuo de mis manos pude ver cómo sus pezones respondían endureciéndose por completo. Los gemidos de mi madre fueron aumentando de volumen haciéndose más habituales poco a poco. Con gran placer la vi tumbarse sobre mí entregándome sus pechitos para que se los comiera.

Vamos cariño, come los pechos de tu mami –dijo al ver cómo me sumergía hundiendo mi cabeza entre ellos.

Con deseos redoblados se los lamí y besé chupando y mordiendo aquellas masas de carne. Chupaba y chupaba con enormes ganas mordisqueándole con especial interés aquel par de pezones tan sensibles y tiernos que tenía. Mi madre enredaba sus dedos en mis cabellos incitándome a continuar mientras gemía cada vez con más fuerza hasta que finalmente la vi temblar y estremecerse consiguiendo hacerla alcanzar un fuerte orgasmo tan sólo con aquellas dulces caricias en zona tan delicada.

Quedé muy sorprendido ante aquella reacción de mi madre que por aquel entonces no sabía el significado que guardaba. Lo que sí sabía era que me encontraba excitado cosa que mi madre también percibió. Una vez recuperada y volviendo a retomar con alguna dificultad el ritmo normal de su respiración me obligó a estirarme en la cama.

Ahora hijo te toca pasarlo bien a ti. Disfruta de lo que voy a hacerte…-me dijo colocándose a los pies de la cama y echándose hacia delante se situó entre mis piernas haciéndome levantar ligeramente mi trasero para despojarme del calzoncillo y apoderarse seguidamente de mi pene con una de sus manos.

Con los ojos entreabiertos lo llevó a su boca empezando a chuparlo y lamerlo con gran dedicación. Aquella era la primera vez que sentía algo así y debo decir que fue una sensación que jamás olvidaré. Notaba los labios y la lengua de mamá pasando y repasando una y otra vez por todo mi excitado instrumento lamiéndolo por todos lados hasta que no pude aguantar más tanto placer y me corrí a los pocos segundos como un colegial sobre su cara y su boca.

Ella disfrutó de aquella mi primera corrida, aquella corrida de adolescente lamiendo y chupando mi pene hasta dejarlo bien limpio. Gimiendo de emoción pude ver como no dejaba ni un solo resto del duro combate mantenido segundos antes. Me miró fijamente mientras emitía pequeños sollozos como agradeciéndome aquel regalo que le había hecho gozar.

Quedé tendido sobre la cama pensando en lo que acababa de ocurrir y sabiendo que aquello no era algo habitual entre un hijo y una madre. Sin embargo, no por ello me sentí mal o tuve una sensación de culpabilidad. Mamá, tras la crisis que me había hecho sentir, continuó recorriéndome con la lengua mi tierno cuerpo subiendo nuevamente hasta mi pecho el cual volvió a maltratar con aquel áspid que tenía por lengua para luego bajar hasta mis piernas subiendo y bajando por las mismas hasta acabar haciéndose con mis muslos los cuales ensalivó evitando en todo momento atacar de nuevo mi fatigado miembro. Sin embargo, las caricias de mi amada mamá y el roce continuo de su lengua unido a mi curiosidad juvenil surtió en mí una tan agradable sensación que, como por arte de magia, pude ver como mi polla volvía a envalentonarse.

Ummmmmmm, qué maravilla mi niño. Tienes la misma energía que tu padre. ¡Ojalá él se hubiera comportado como un hombre! –la oí mascullar entre dientes con un gesto de dolor. Bien, dejemos eso a un lado…Tienes mucho que aprender y pienso hacerte disfrutar de un rato bien placentero…

Volvió a metérsela en la boca chupándola ahora de forma mucho más detenida como si se recreara en cada caricia que me daba. Recorrió todo el tronco con su lengua ensalivándolo por entero y haciéndose finalmente con mis colgantes con los cuales jugó hasta hacerme gritar del gusto que sentía. Una vez me tuvo bien excitado se tumbó en la cama pidiéndome que me pusiera sobre ella. Dudé unos segundos si seguir pues aquello ya estaba llegando demasiado lejos. Sin embargo, mi madre me tranquilizó diciéndome que era algo necesario para mi completa educación.

Abriendo ella las piernas y flexionándolas hasta tomar la mejor postura, me recibió ayudándome a llevar mi pene a la entrada de su vagina que ya por entonces se encontraba bien lubricada.

Vamos, déjate caer…yo te ayudo…¡haz feliz a tu mami, cariño! –reclamó con voz entrecortada por el inmenso deseo que la consumía.

Sin hacerme de rogar empujé acompañado por ella y notando como mi pene entraba en ella sin mayor dificultad. Aquella fue una sensación mágica y maravillosa para ambos. Quedé unos segundos quieto sin saber qué hacer hasta que noté como mi madre se movía debajo de mí pidiéndome con ojos llorosos que yo hiciera lo mismo.

¡Qué feliz me haces…no sabes qué feliz me siento! –dijo cruzando las piernas por detrás de mis nalgas y apretándome contra ella para así sentirme mucho más.

Ella gemía débilmente con cada ligero golpe que le propinaba entrando y saliendo y aprendiendo rápido mi cometido de joven macho en busca del placer de su compañera. Yo también sentía una enorme felicidad en esos momentos notando mi pene entrar y salir de aquel tesoro que mi madre me entregaba sin reservas. Ella jadeando a cada momento con más fuerza me cogió las manos llevándolas a sus pechos para que se los acariciara. Aquella vez lo estaba sintiendo mucho más que la primera, como si me estuviera costando mucho más disfrutar de mi propio placer. Luego, con el tiempo, supe el motivo de ello…

Ahora, ponte tú boca arriba que mamá tiene otra cosa que enseñarte…

Obedeciéndola en todo, ahora fue ella quien se subió encima mío. Agarró mi pene con su mano y lo llevó hasta su coñito el cual se encontraba empapado y dispuesto a una nueva penetración. Montándose sobre mí y estirando bien las piernas quedó bien sentada con todo mi pene dentro de ella. Lanzó un fuerte gemido mitad de dolor y mitad de placer sintiéndose ensartada de aquel modo por aquel joven estoque en que se había convertido mi miembro. Con gran placer pude ver cómo alcanzaba un fuerte orgasmo mordiéndose el labio inferior y gozando como loca de aquel delicioso acoplamiento que ambos formábamos.

Reponiéndose de aquel ruidoso orgasmo empezó a cabalgar como una loca subiendo y bajando sin descanso y cada vez a mayor velocidad. Yo me agarré con fuerza a sus caderas viéndola botar y viendo como sus grandes tetas se meneaban a cada embestida que le daba. Ahora sí noté la cercanía de un nuevo orgasmo, el placer era demasiado intenso como para poder soportarlo mucho tiempo más. Al fin la vi echar el cuerpo hacia atrás arqueando la espalda como una culebra y emitiendo un nuevo gruñido prueba clara del orgasmo que la estaba haciendo disfrutar. Y fue en ese momento cuando noté como una nueva catarata escapaba de mis entrañas yendo a parar al interior de aquel sexo incestuoso traspasado y transgredido por el líquido del pecado. Tres fuertes trallazos fueron a dar contra las paredes de mi madre la cual las recibió con infinito placer relamiéndose de gusto y disfrutando del placer que la había hecho sentir su joven hijo. Al fin cayó rendida abrazándose a mí con fuerza y durmiéndonos ambos a los pocos segundos.

Al día siguiente desperté con una grata sensación entre las piernas. Abrí los ojos, todavía adormilado y allí estaba mi madre jugando con mi pene y metiéndoselo en la boca con enorme maestría. Agarrándome a su cabeza emití el primer suspiro de la mañana lo cual hizo que mi madre, al verme despierto, elevara su mirada sonriéndome de forma cómplice. Incorporándose se vino hacia mí acercando su boca a mi oído y diciéndome con voz cálida:

¿Ya te despertaste? Sabes…me encantó lo que me hiciste anoche y tengo muchas más ganas de ti así que quiero que me des mi desayuno de la mañana…

Volviendo a bajar por mi pecho y mi vientre alcanzó de nuevo mi dura herramienta tragándosela de una sola vez. Cerré los ojos dejándome llevar por lo que mi madre me hacía. Se la veía hambrienta y no paraba de meter y sacar mi polla de su boca una y otra vez acariciándola con su lengua y ensalivándola como una verdadera maestra hasta dejarla bien brillante. Pese a todo, ella todo aquello lo hacía con extrema lentitud tratando de retrasar todo lo posible mi placer para así disfrutar mucho más de mi virilidad.

Así mami, así…cómetela entera vamos…-pronuncié cogiéndola del cabello y haciéndola mover su boca a cada paso más y más deprisa.

Ella se amorró entre mis piernas y, con mi polla entre sus manos, la fue metiendo lentamente, muy lentamente y centímetro a centímetro hasta que pude notar cómo mi aparato golpeaba contra su paladar obligándola a sacarla para poder toser. No podía creérmelo pero en cambio era bien cierto. ¡Se había metido entera mi polla en su boca! Aquel hallazgo me hizo sentirme mucho más satisfecho, sintiéndome feliz de haber conseguido unirme por entero a ella. Así estuvo chupándomela y chupándomela diez largos minutos hasta que al fin reventé entre sus dedos descargando sobre su barbilla, su boca y sus bonitos pechos.

Tómala mami…tómala toda entera. ¡Qué gusto me das! –dije temblando de emoción y llevándola contra mí para que toda mi catarata de leche cayera sobre ella.

Sí, mi niño sí…dásela toda a tu mami…¡qué rica y que calentita que está! Me encanta cariño. –exclamó ella saboreando mi leche y esparciendo con sus manos el semen caído sobre sus pechos. ¡Qué bueno ha estado! ¿Te ha gustado despertar de esta manera?

Ha sido genial –respondí clavando mis ojos en los suyos y viéndola con los cabellos revueltos y con aquella mirada de profundo agradecimiento.

Tras haberme corrido estuvimos toda la mañana abrazados en la cama y diciéndonos cariños de enamorados hasta que sin resistir más la tentación acabamos haciendo el amor de forma apasionada y dándonos por primera vez la lengua en un beso entre madre e hijo que me hizo ver las estrellas.

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Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (1)

Unos días en casa de su tía (2)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Amando a mi compañera del instituto

Deseos húmedos

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (1)

Seduciendo a una mujer madura (2)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo