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Una tarde en el cine

en Trios

Una tarde en el cine

Habían pasado ya catorce largos meses desde que se había separado de su marido. Su aburrido día a día transcurría entre sus queridas hijas y su trabajo como dependienta en unos grandes almacenes. Cosa rara pero aquel fin de semana libraba así que dejó a las niñas con sus padres y decidió pasar dos días en Madrid para relajarse, aprovechar para hacer unas compras que tenía pendientes y desconectar. Sin embargo, en vez de desconectar, le conectaron un electrizante enchufe……

Habían pasado ya catorce largos meses desde que se había separado de su marido. Su aburrido día a día transcurría entre sus queridas hijas y su trabajo como dependienta en unos grandes almacenes. Cosa rara pero aquel fin de semana libraba así que dejó a las niñas con sus padres y decidió pasar dos días en Madrid para relajarse, aprovechar para hacer unas compras que tenía pendientes y desconectar. Sin embargo, en vez de desconectar, le conectaron un electrizante enchufe……

Aquel día soleado fue dando paso a unos negros nubarrones los cuales amenazaban lluvia. No me importaba que pudiera llover pues iba bien abrigada con un jersey fino de lana y una falda larga por debajo de la rodilla. El verano recién acababa de terminar y ya empezaban los primeros días fríos y lluviosos típicos de la época otoñal.

Las calles vacías de la capital mostraban un aspecto desolador. Apenas de veía algún transeúnte paseando por la calle, algún taxi frenando en seco por culpa de algún maldito semáforo. Se trataba del día ideal para las personas que como yo, volvían al mundo exterior tras meses de autoobligadas oscuridad y tinieblas. Tras separarme de mi marido caí en un prolongado período depresivo del cual intentaba salir con la adecuada medicación. Mis pobres padres trataban de ayudarme en todo lo que podían. Me animaban a que saliera con amigas diciéndome que se quedaban ellos con las niñas.

Así pues aproveché aquel fin de semana que libraba en el trabajo y cogí el tren a Madrid para pasar dos días a solas. Era una sensación agradable el pasear despacio disfrutando de una ciudad como Madrid. Me dirigí hacia el parque del Retiro buscando paz y sosiego. Siempre que iba a Madrid la visita al Retiro era obligada así que aquella vez no iba a ser menos. No pensaba estar mucho tiempo así que después me encaminaría a hacer las compras que tenía proyectadas hacer.

Recorrí los largos paseos pasando por el Estanque de las Campanillas, el Monumento a Alfonso XII junto al estanque grande, el Quiosco de Música, el famoso Palacio de Cristal….Un agradable paseo en pleno centro de Madrid para respirar aire puro y relajarme lo cual, al fin y al cabo, era lo que había ido buscando.

Los rayos solares rozaban mi rostro provocando que una sensación de tranquilidad y reposo recorriese mi cuerpo. Aquel viaje a Madrid iba a ser rápido pues sólo iba a permanecer el fin de semana, por tanto deseaba dedicarlo a hacer ciertas compras que tenía pendientes y sobre todo para desconectar de la rutina diaria. Tratar de descansar sin preocuparme del reloj y reponer las debilitadas fuerzas.

Por desgracia, el luminoso día se fue estropeando. El viento se iba envalentonando cada vez más y más y mi falda, gracias al azote del aire, se levantaba dejando ver mis piernas. La dejé de lado tras la sexta vez en que mis muslos trataron de asomar ante la vista de cualquier curioso. Fui dejando pasar la tarde mirando escaparates sin descanso hasta que la tarde fue oscureciendo hasta dar paso a unos inquietantes truenos que no tardaron en descargar una molesta e inoportuna tormenta. En apenas unos segundos quedé empapada por completo pese a la carrera emprendida en busca de un lugar resguardado donde guarecerme. Lo que hubiera dado en esos momentos por una gabardina o un buen paraguas……

Al fin pude cobijarme al abrigo de un cine de los de sesión de tarde. Tenía una entrada enorme bajo un edificio años cincuenta, algo parecido a una galería. Mi jersey fino totalmente empapado dejaba transparentar el sujetador e incluso los pezones los cuales, debido al repentino cambio de temperatura, se pusieron duros.

Saqué un cepillo del bolso para poner en orden el desgreñado cabello. Ingresé al interior de la galería intentando, en vano, sacudir el agua que calaba mis ropas. De pronto me encontré acompañada de un chico de aproximadamente mi edad con la cazadora completamente mojada. Nada más verme y cruzando los ojos con los míos, esbozó una leve sonrisa a modo de saludo.

Eres lo mejor que me ha pasado esta tarde –dijo colocándose junto a mí.

Agradecí su gentil piropo con un ligero movimiento de cabeza observándole de forma disimulada mientras agitaba los brazos tratando de entrar en calor. Era de rasgos orientales, aunque no excesivamente exagerados. Sus brazos eran fuertes y de músculos bien cuidados, la espalda ancha y unos glúteos bien puestos. Los tejanos desgastados dejaban adivinar unas piernas robustas y poderosas. Me encontraba ante el tipo de hombre que ocupaba mis fantasías durante las vacías noches en que los fantasmas de la soledad se apoderaban de mi dormitorio.

Ambos caminábamos de un lado a otro, totalmente despreocupados, y al no parar de llover, nos fuimos acercando el uno al otro sin darnos cuenta. O quizás sí que éramos conscientes de la cercanía. Iniciamos la conversación comentando aquel tiempo infernal, para seguir con temas triviales y acabar entrando en terrenos más personales.

Se presentó diciéndome que se llamaba Martín, que tenía 42 años y que, desde hacía seis años estaba separado. Vivía en una pequeña localidad al sur de Madrid y trabajaba como comercial yendo de aquí para allá visitando clientes. Hacía tres días que estaba en Madrid aprovechando para saludar a unos familiares. Al igual que yo, pensaba volver a casa mañana aunque, en su caso, cogería el coche a primera hora de la mañana.

Por mi parte me presenté diciéndole que me llamaba Lourdes. Le dije que tenía 37 años y que estaba separada como él hacía más de un año. Le conté que trabajaba como dependienta en unos grandes almacenes y que tenía dos hijas que estaban con mis padres pues había ido el fin de semana a Madrid a descansar y relajarme del odioso día a día. Noté una sensación fría recorriéndome el cuerpo y crucé los brazos para darme cobijo.

¿Tienes frío? –preguntó amablemente viéndome con cara de circunstancias.

Sin darme tiempo a responder, pasó con rapidez su brazo por encima de mis hombros, atrayéndome hacia su masculino cuerpo. Hacía meses que no sentía una caricia como aquella. Al fijar mis ojos en su cara comprobé que no me miraba sino que tenía la mirada perdida en dirección al interior del cine. No dije nada, tan sólo me dejé abrazar por aquel hombre. La sensación de aquel cuerpo junto al mío era placentera…hacía tanto tiempo que nadie me abrazaba de aquel modo tan acogedor y delicado. La humedad me calaba hasta los huesos haciéndome tiritar levemente. Martín me hizo entrar hacia el fondo mientras seguíamos conversando agarrados como cualquier par de enamorados esperando el inicio de la sesión de la tarde. Vimos como el hombre de la puerta, de unos cincuenta y tantos años, se dirigió a nosotros diciéndonos:

¿Qué tal pareja? ¿Por qué no entráis? La película ha empezado hace un rato así que no os hago sacar la entrada. Pasad, que la tarde tiene mala pinta y así entráis en calor que falta os hace….

Cruzamos las miradas durante unos breves segundos y, tras mirar como seguía lloviendo en la calle, nos animamos y le agradecimos la oferta siguiéndole hacia el interior del cine. Al abrir la puerta nos topamos con unas cortinas de tono granate y una profunda oscuridad. El hombre, que resultó ser el acomodador de la sala, puso en marcha la pequeña linterna invitándonos a seguirle. Mientras trataba de conseguir que mis pupilas se hicieran al ambiente sombrío de aquella pequeña sala de apenas cincuenta asientos, mis oídos fueron ocupados por unos sonidos fácilmente reconocibles que procedían de la pantalla. Ambos fijamos al mismo tiempo nuestras sorprendidas miradas en la pantalla. No daba crédito, o no quería dar crédito, a lo que mis ojos veían. Me encontré ante una escena realmente estremecedora. A duras penas conseguí evitar lanzar un suspiro de emoción. Una jovencita de redondas formas estaba siendo follada por dos hombres al mismo tiempo.

¿Dónde hemos ido a parar? –clamé un tanto turbada por la escena que contemplaba.

Pues parece ser que nos encontramos en un cine porno –contestó Martín igualmente confundido. Vamos fuera si lo deseas….-dijo agarrándome con fuerza del brazo y tirando de mí.

No, no, quedémonos un rato. Al menos aquí estaremos resguardados…..

Nos sentamos en una de las últimas filas y echando un rápido vistazo comprobé que estábamos prácticamente solos. Tan solo algunos hombres de edad madura y alguna pareja escondida en algún rincón seguramente imitando alguna de las actitudes de los actores de la película. Nos quedamos como paralizados observando lo que aquellos dos hombres le hacían a aquella muchacha. Martín se giró hacia mí y, al mirar su cara de estupor, no pude evitar lanzar una sonora carcajada. Uno de los hombres se volvió hacia atrás diciéndonos que nos calláramos o que nos fuéramos si queríamos molestar. Ante su tono serio, Martín se disculpó indicándole que no volvería a suceder.

Aquella situación era demasiado para mí. Jamás me había sucedido algo como aquello. Estar dentro de un cine porno acompañada por un completo desconocido con el que apenas había cruzado dos palabras. Tenía ganas de salir pitando de allí pero, al mismo tiempo, tampoco quería quedar como una mojigata. Con el paso de los minutos me fui relajando dejándome caer sobre la butaca que me había correspondido.

Las escenas iban desarrollándose una tras otra sin descanso. No pude evitar sentirme un tanto nerviosa ante la información que mi vista iba procesando. El argumento de la película, si es que puede decirse que dichas películas tienen argumento, giraba alrededor de un castillo de estilo neoclásico. Especial agitación me produjo la escena entre dos mujeres en el interior de una sauna. ¿Realmente sería lesbiana? –pensé riéndome de mí misma ante tan loca reflexión.

La película tenía una cierta calidad pensando en el género en el que nos movíamos. La verdad es que los actores y actrices poseían unos cuerpos de escándalo, en especial los actores…..Los decorados estaban meticulosamente escogidos, una mezcla entre los interiores del castillo y ciertas partes del frondoso jardín que lo rodeaba. En cuanto a los diálogos no cabe hablar de ello pues todo era una sucesión de gemidos y lamentos. Alguna vez había visto una de aquellas películas cuando mi ex marido había traído alguna a casa. Y en esos momentos me encontraba allí, junto a un hombre al que no conocía de nada, calentándome ante lo que mis ojos veían.

Pude observar como Martín se removía inquieto a mi lado mientras me miraba de forma disimulada. Algo me decía que debía salir corriendo de aquel cine pero, sin embargo, una fuerza superior a mí me mantenía atada a aquella cómoda butaca. Al mirarle de reojo, un leve cosquilleo me recorría el cuerpo haciéndose más intenso por momentos. Podía sentir la respiración de aquel hombre junto a mi lado. Era difícil no sentirse inquieto ante lo que aquellas escenas mostraban. Tuve que morderme con fuerza los labios para evitar lanzar una fuerte exclamación ante la imagen de un enorme negro sodomizando a una madura rubia la cual se relamía ante lo que aquel macho le hacía.

El anonimato que ofrecían las sombras de la sala junto a la poca gente que había desembocaron en lo que estoy segura que ambos deseábamos hace rato. La presencia masculina de aquel muchacho hacía que me mantuviera alerta esperando que pasara lo que imaginaba que iba a pasar. Tantos meses de falta de un hombre que me abrazara, que me acariciara, tantos meses de falta de amor, de sentirme amada y protegida….

Finalmente mi desconocido acompañante se decidió y acercó su rodilla a la mía. La rozó de manera apenas perceptible como si temiera mi reacción. Sin embargo, al ver que no me quejaba ante su inicial ataque sino que lo aceptaba con agrado, continuó apretando con su rodilla, cada vez con más fuerza. Ese ligero contacto con aquel cuerpo masculino logró que mis pezones se endurecieran por debajo de la tela del sujetador.

La mano de aquel muchacho se puso en marcha buscando mi cuerpo a través de la oscuridad. Al fin la colocó sobre mi rodilla apretándola con suma delicadeza. La mezcla entre las imágenes de la pantalla y las caricias, cada vez más descaradas del hombre que tenía a mi lado, hicieron que me abandonara por completo. Con suavidad pero con firmeza fue subiendo a lo largo de mi muslo mientras apartaba a un lado la molesta tela de la falda.

¿Me había vuelto loca o qué me pasaba? ¿Acaso iba a dejarme follar por un completo desconocido en un lugar público como aquel a la vista de cualquier posible mirón? –razoné de forma fugaz. Completamente alarmada miré al resto de personas y, al ver que nadie nos prestaba atención, me tranquilicé dejándome llevar por lo que aquel hombre deseara hacerme. Tuve que apretar con fuerza los dientes tratando de impedir que algún inevitable sollozo revelase mi creciente nerviosismo.

Tenía los cinco sentidos pendientes de la enorme mano que manoseaba y sobaba mi muslo ya sin el más mínimo recato. Debo decir que deseaba que continuara con aquellas cálidas caricias y que no fuéramos sorprendidos por ningún inoportuno acompañante que rompiera aquel encantador momento. Cerré unos segundos los ojos con fuerza deseando que aquel hombre siguiera subiendo a lo largo de mi muslo hasta alcanzar mi empapada entrepierna. Entreabrí levemente los ojos topándome con la imagen de aquel negro enculando a aquella espectacular madura. En aquellos momentos me hubiera gustado estar en su lugar, ser follada por semejante animal hasta reventar de emoción.

La mano del hombre siguió explorando hasta toparse con el tanga que escondía el tesoro que con tanto anhelo buscaba. Estaba completamente mojada, el deseo invadía mi loca cabecita. Deseaba ser amada por aquel hombre y entregarme por completo a él. Detuvo unos instantes su avance con lo que le agarré la mano obligándole a continuar aquel dulce suplicio. Le miraba con ojos llorosos pidiéndole que no me abandonara. Evidentemente Martín no tenía intención de hacerlo……

Una vez observó mi necesidad de sentirme amada, introdujo su mano en mi entrepierna buscando acomodo entre la tela del delicado tanga que la cubría. Un ahogado suspiro salió de mi entreabierta boca. Un suspiro entrecortado, un suspiro inapreciable entre los fuertes gemidos de los protagonistas de la película. Lanzó el tanga hacia abajo pero, debido a mi postura y a la humedad de nuestros cuerpos, el mismo no cedía a los deseos del muchacho. Excitado ante la dificultad planteada y cuando iba a echarle una mano, rompió la delicada prenda con dos fuertes tirones.

Al fin –exclamó mirándome con ojos de deseo contenido mientras me despojaba del desgarrado tanga.

Sí, al fin lo lograste. Ahora debes seguir con lo que empezaste….-respondí animándole a seguir con aquellas maniobras que conseguían enloquecerme.

Volvió a la carga, ya sintiéndose aceptado por mí. Pude ver el deseo reflejado en sus rasgados ojos. Abrí mis piernas ayudándole en tan exquisito agravio. Se demoró unos instantes en mi cuidado pubis, rodeándolo lentamente con sus dedos, hasta alcanzar finalmente la entrada de mi vagina. Mis excitados labios vaginales aceptaron la encantadora intromisión de aquellos dedos los cuales empezaron a moverse iniciando un lento pero preciso movimiento masturbatorio.

Me voy a correr……me voy a correr. No lo soporto más, me corroooo.

Exploté en un satisfactorio orgasmo mordiéndome el labio inferior para no gritar el desmesurado placer que me consumía. Me entregué por completo a las caricias de aquel hombre que tanto placer me estaba dando. Necesité unos segundos para recuperarme del orgasmo que había logrado arrancarme. Hacía tanto tiempo que no disfrutaba de esa manera….

Por primera vez en aquella inesperada relación fijé mi atención en sus pantalones. Ahora era yo quien buscaba su codiciado tesoro. Clavé mi desesperada mirada sobre su bragueta. Estaba decidida a descubrir lo que aquel hombre escondía entre sus piernas. Mostraba un bulto realmente prometedor. No pude menos que pasar mi mano a lo largo y ancho de aquel bulto sintiendo como iba creciendo gracias al contacto que, con tanto cariño, le prodigaba. Restregué con decisión aquel horrible músculo hasta que no pude aguantar más y, ayudándole a despojarse de los pantalones, conseguí que se quedara tan solo cubierto con el slip que apenas podía cubrir semejante invitado.

Agaché la cabeza tratando de contactar con aquella tremenda inflamación. Estuve jugando un rato con ella notando como palpitaba entre mis labios.

Vamos cómetela cariño. No le hagas sufrir más…..no ves que lo está deseando…..-le escuché apenas musitar mientras agarraba mi cabeza llevándome hacia él.

Le obligué a levantar levemente el trasero de la butaca y agarrando de ambos lados la tela del slip, práctica que creía olvidada, la dejé deslizar sobre sus muslos hasta dejarla caer a sus pies. Ahora sí me quedé embobada observando con detenimiento aquel horrible miembro. Giraba a la derecha y se mostraba desafiante entre mis manos las cuales no sabían qué hacer con él. Exhalé un gemido de emoción ante aquella presencia perturbadora. Aquella polla cumplía con todas aquellas necesidades que pudiera tener. No tenía nada que ver con la de mi ex marido, jamás en mi vida había tenido entre mis manos algo igual. Dura, larga, vibraba entre mis dedos completamente orgullosa y no pude menos que pensar si aquello podría entrar dentro de mi desconsolada vagina.

Estuvimos masturbándonos mutuamente durante unos interminables minutos, sus dedos pasando una y otra vez sobre mi clítoris hasta ponerlo bien duro, mi mano acariciando con suavidad la fina piel de su prepucio llevándola hacia atrás hasta descubrir la gruesa y orgullosa cabezota. No aguanté más tanto placer y acabé corriéndome nuevamente entre sus dedos. El morbo de estar en aquel sucio cine de barrio gozando con aquel hombre me hacía desearlo aún más.

Quien haya tenido la suerte de gozar de una situación como aquella, aquella mujer que haya disfrutado de un orgasmo en un cine, entenderá lo que digo de los orgasmos silenciosos, sofocados y mudos sin posibilidad de dar a conocer a los cuatro vientos tanto placer condensado. Sin darme respiro su mano siguió palpándome con extrema lentitud hasta que pude ir recobrando el aliento. Martín llevó sus húmedos dedos hasta su nariz oliendo primero mi dulce perfume vaginal para luego introducirlos entre sus labios para degustar el néctar que con tanto cariño le había entregado. Entre las sombras de aquel desierto cine pude reconocer la bonita sonrisa de mi amante. Las piernas me fallaban, no pude pronunciar palabra, tanto fue el placer que me hizo sentir aquel estupendo hombre. No podía dar crédito a lo que estaba sucediendo y, aún peor, a lo que estaba completamente segura que iba a suceder sin que pudiera negarme a ello.

Querida, deseo follarte aquí mismo –me pidió con la voz entrecortada por el creciente deseo que le envolvía. Dime, ¿quieres que te folle?

Asentí levemente con la cabeza ante aquella petición tan bien formulada. Mi aprobación le confirmó lo que sus chispeantes ojos me reclamaban a gritos y lo que mi extenuado cuerpo apetecía desde hacía un buen rato. Estaba segura que lo íbamos a hacer allí mismo sin importarnos la presencia de cualquier posible espectador, follando como animales carentes de raciocinio, sólo impulsados por el deseo animal.

¿Pero te has vuelto loco? ¿Realmente piensas hacerlo aquí mismo sin importarte que cualquiera pueda vernos? –le pregunté con sonrisa maliciosa demostrándole que lo deseaba tanto como él.

Tal como te dije antes, eres lo mejor que me ha pasado esta tarde y no pienso desaprovecharlo.

Yo también deseo que me folles salvajemente. Entregarme a ti hasta que me hagas reventar de placer –confirmé por primera vez mi necesidad de ser amada.

Eres una putita, una putita caliente que sólo desea ser follada por un hombre como yo.

Aquella mirada me atemorizó durante unos segundos pero rápidamente cambió de semblante para pasar a sonreír abiertamente. Apoyé la cabeza sobre su hombro lo cual fue aprovechado por él para cogerme del mentón y ladeándome la cara acercar la suya besándome de un modo encantador. Entreabrí levemente los labios permitiendo el paso de aquella húmeda lengua. Atrapó mi lengua con la suya iniciando un combate enloquecedor en que las respectivas salivas pasaban de una boca a la otra. Martín pasó su brazo por encima de mis hombros atrayéndome hacia él. Me sentía como una niña pequeña entre los brazos de su padre, me sentía protegida por aquel muchacho de ojos rasgados y sonrisa perturbadora.

Miré a los lados y cuando me disponía a inclinarme entre las filas de asientos, descubrí al acomodador cincuentón mirándonos desde uno de los laterales de la sala. Me quedé paralizada por unos instantes ante la presencia de aquel hombre. Estuve unos segundos sopesando si echar todo a correr o bien seguir adelante. Sin embargo, mi desenfreno y depravación se acabaron imponiendo a la más mínima prudencia y cordura. No quería dar marcha atrás a mi calentura, así que me arrodillé entre sus piernas y, tomando entre mis manos aquella estupenda herramienta, me dediqué a masturbarla con el máximo cuidado.

El muchacho se tensó en la butaca estirando las piernas hacia delante dejándose llevar por mí. Sus manos y sus dedos se enredaron entre mi alborotado cabello acariciándolo con enorme suavidad. Palpé sus caderas firmes, apretando su cuerpo, sentí su sexo duro y vertical, enorme y decidido apuntándome de forma desafiante. Descendí lentamente, con la lengua fuera, recorriendo centímetro a centímetro el velludo pecho de aquel hombre hasta llegar a su ombligo.

En él me detuve recorriéndolo, hundiéndome como si deseara penetrarlo con mi hambrienta lengua. Continué bajando por el moreno vello, bajando y bajando reprimiendo el deseo que me envolvía hasta que topé como un maravilloso milagro con su palpitante sexo, su sexo deseoso de caricias, deseoso de caricias femeninas…..

Lo apreté con mi boca, con mis labios, con mis dientes, mordisqueándolo con inquietud y esmero mientras lo adoraba con mis manos. Martín lanzó un gemido grave y profundo acariciándome mis revueltos mechones animándome a seguir con aquel dulce tormento.

Sexo rosado, excitado, gigante, enloquecido; aproximé la cara para emborracharme con aquel olor masculino. Lo acaricié suavemente con la nariz mientras lo aspiraba, lo rodeaba, lo recorría, levemente sujeto con la mano. El cuerpo masculino sudoroso y estremeciéndose de placer. Empecé a subir y bajar a lo largo y ancho de aquel pene soberbio, pene inmenso conocedor de su descomunal poder. Finalmente me atreví a traspasar la frontera marcada acercando los labios para besarlo y degustarlo iniciando un erótico recorrido desde la redonda cabeza para ir bajando hasta la base, entreteniéndome al fin con el delicioso tratamiento en sus repletos testículos.

Abrí mis insaciables labios lamiendo el pene, lo recorrí mojándolo a conciencia, lubricándolo con mi saliva sedienta de más sexo. Me lo introduje en la boca escuchando el breve lamento de mi amante. Pensé que mi pequeña boquita no iba a poder ubicar tan soberbio aparato. Sin embargo, insistiendo e insistiendo mi boca y su pene se fueron acomodando, entrando y saliendo de su húmeda prisión, saboreándolo, resbalando hasta sus testículos los cuales absorbí como una desesperada, expulsándolos para volver a hacerme con el miembro irritado que Martín dejaba quieto, dejándome hacer sin oponer resistencia.

Así, así….sigue así. ¡Oh sí, es realmente maravilloso! Vamos sigue chupándomela –me empujó hacia él presionando mi cabeza para que siguiera comiéndosela.

Se la chupé en toda su longitud mientras me preguntaba cómo demonios había logrado acoger semejante tótem en mi juguetona boquita. Un breve recuerdo en torno a la polla de mi ex marido recorrió mi cabeza pero, lo cierto, es que no había color. Me sorprendió amargamente acordarme de él. ¿Por dónde andaría aquel cabrón?

Me decidí a introducirme en la boca aquella barra de carne la cual abultaba mis redondos carrillos pareciendo que los iba a traspasar. Tuve que hacer ímprobos esfuerzos para conseguir que no me ahogara con aquel enorme músculo, mis pobres mandíbulas parecían desencajarse soportando semejante presión. Me vi obligada a sacarla de mi boca para evitar que me provocara una arcada. Puedo asegurar que no exagero un ápice en mis apreciaciones; aquello mostraba un aspecto aterrador.

¡Sácala maldito cabrón, me vas a hacer ahogar! –le dije sonriéndole mientras volvía a acoger a aquella especie de Alien, aquella especie de octavo pasajero de la película de Ridley Scott…..

Tanto esfuerzo se vio felizmente recompensado pues aquel muchacho de rasgos orientales y de tez pálida comenzó a mover su pelvis ayudándome en mi tratamiento bucal. Abandoné brevemente mi presa y girando de nuevo la vista hacia el pasillo pude comprobar satisfecha como el mirón seguía todo aquello que hacíamos. No podría asegurarlo pero tuve la sensación que aquel hombre se estaba masturbando, seguramente deseando participar en aquel encuentro espontáneo y maravilloso.

Seguí y seguí absorbiendo aquel resbaladizo monolito que tanto me hacía enloquecer. Busqué en el bolso hasta encontrar una caja de preservativos que siempre me acompañaban por si en algún momento podían ser necesarios. Me apuré para meter uno en mi boca introduciéndome a continuación el deseado miembro cubriéndolo con el forro estirándolo hacia abajo. Es una de las pocas cosas que debía agradecer a mi ex marido en el terreno sexual. Él me enseñó a hacerlo hasta adquirir una perfección que creía olvidada. Me levanté dándole la espalda a mi querido amante hasta toparme con la pantalla en la que aquel negro enorme introducía una y otra vez su pene de color ébano en la vagina de su agradecida compañera. Los gritos resonaban en la pantalla demostrando el impresionante placer que aquella cuarentona sentía en el interior de su húmeda cavidad. El mismo placer que estaba segura que yo iba a sentir en breves segundos….

Agarré firmemente el pene con una de mis manos y apoyando la entrada de mi coño sobre el miembro masculino me fui dejando caer lentamente hasta insertarlo en mis entrañas. Creí morir de tanto placer que sentí, puedo asegurar que pensé que iba a partirme en dos con aquel eje abrasador. Entrecerré los ojos poniéndolos en blanco como si estuviera ida. La cabeza me daba vueltas, creí perder el norte. Mordí con fuerza mi brazo tratando de evitar el grito desgarrador que estaba segura que podía emitir.

¡Lo sentía, lo sentía….cómo sentía aquel pene dentro de mí! El dolor inicial fue dando paso a un placer inmenso que me subía por la espalda hasta rebotar en el interior de mi agotado cerebro. Apoyándome con dificultad en los brazos de la butaca empecé a mover las caderas en un lento e inapreciable balanceo, acompasado y ligero, el cual conseguí que pasara desapercibido para el resto de espectadores.

Fóllame, fóllame….vamos sigue así, no te detengas –balbuceé girando la cabeza hacia Martín.

Sí muy bien, lo estás haciendo muy bien. Sigue cabalgando así –apenas pudo decir agarrándome de la cadera y atrayéndome hacia él hasta que mi espalda reposó sobre su palpitante pecho.

Abrí los ojos encontrándome con la agradable presencia del acomodador de la sala el cual se relamía con el numerito que contemplaba. Pude observar que, pese a su edad, poseía un instrumento de buen tamaño. Sus callosas manos tomaron posesión de mis redondos pechos acariciándolos de manera exquisita. Me ayudó a deshacerme del jersey dejando a la vista el sujetador que, en esos momentos, apenas podía albergar la dureza de mis excitados senos. Tiró de los tirantes hacia los lados hasta que mis pechos saltaron al aire buscando las caricias de aquel hombre.

Cada vez nos resultaba más difícil guardar la debida compostura. Nuestras empapadas pieles se frotaban deseosas, aumenté mis movimientos cabalgando con mayor determinación notando como el sexo del muchacho golpeaba una y otra vez contra mí haciendo que mil sensaciones explotaran en el interior de mi loca cabecita. Llevé mi mano hasta mi desamparado clítoris el cual palpé haciéndolo endurecer al momento.

Me hice con la polla de mi nuevo amante llevándola hacia mi boca la cual la recibió con renovadas fuerzas. Empecé a disfrutar de aquellas dos pollas en el interior de mi cuerpo, una en la boca y la otra en mi empapado coño. Ya no recordaba aquellas sensaciones, aquellas sensaciones largamente olvidadas por meses de falta de compañía masculina.

De pronto Martín metió su mano entre nuestros cuerpos alcanzando mi ano con uno de sus dedos. Di un respingo de sorpresa, no esperaba un ataque de aquel tipo. Jamás mi marido se había entretenido con aquel oscuro agujero. Martín no se decidió a penetrarme el ano, seguramente debió pensar en dejarlo para otro momento. Tan solo se limitó a acariciármelo alrededor del anillo anal. Sin embargo, dicho contacto me arrancó uno de mis mejores orgasmos haciéndome caer desfallecida encima de él.

Me volvéis loca…vamos muchachos, dadme vuestras leches. Correos encima mío…….-atiné a decir una vez me hube recuperado de tan estupendo orgasmo.

Chupé y chupé la polla del hombre mientras cabalgaba sobre Martín cada vez a mayor velocidad tratando de lograr un postrero orgasmo que me hiciera acabar con mis últimas reservas. El primero en correrse fue el amable acomodador el cual no pudo aguantar por más tiempo tanto deseo contenido y acabó explotando sobre mi cara llenándomela con tres densos chorretones de blanquecino semen el cual cayó por mi barbilla yendo a parar sobre mis pechos.

Sin detenerme continué montando sobre Martín hasta que le escuché lanzar un ahogado gemido al tiempo que eyaculaba llenando el preservativo con su abundante descarga. ¡Dios mío! ¿qué me había pasado? ¿qué locas ideas y pensamientos habían recorrido mi cabeza para no poner freno a semejante desenfreno? Tardé medio minuto en volver a la realidad que me rodeaba, en aquellos momentos tan solo existíamos los tres, aquellos dos estupendos machos y yo en la soledad de aquella sala de cine. Descabalgué poniendo en orden mis ropas mientras ambos hombres escondían sus agotadas herramientas bajo sus respectivas prendas interiores. El maduro acomodador se acercó para darme un beso de inmenso agradecimiento. Una vez me besó se alejó entre las sombras dejándome en compañía de Martín.

¿Qué piensas hacer? Vamos preciosa, te invito a una cerveza fuera –me dijo guiñándome un ojo.

De acuerdo acepto, pero luego me llevarás a tu casa. Quiero continuar la fiesta hasta que amanezca –comenté brillándome los ojos de deseo.

Vaya, vaya….¿así que aún quieres más? ¿no has tenido bastante?

Sonreí ante su pregunta deseando encontrarme nuevamente entre los brazos de aquel hombre. El tiempo jugaba en mi contra así que debía aprovecharlo antes de coger el tren que me devolviera junto a mis hijas, que me devolviera a la monotonía del trabajo. Quizás pasaran un montón de meses hasta que pudiera volver a disfrutar de una experiencia como aquella……

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Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo