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El tío culebra me quitó el miedo. (2)

en Sexo con maduros

Mi amiga Susa estaba limpiando su habitación cuando llegué a su casa, me preguntó cómo había tenido el baño y le contesté simplemente que bien, aún así algo debió de notarme cuando me cogió de los brazos y me sentó en la cama.

-        Te veo rara Feli, algo te ha pasado, somos amigas y te conozco demasiado, dime lo que sea.

Me subí el vestido y abrí el bañador por debajo, se veía una mancha rosada.

-        También te ha venido la regla?

Le negué con la cabeza, no me entendía por lo que tuve que tumbarme en la cama y separar el bañador de la ingle, con las piernas abiertas del todo vio de donde podía haber salido la sangre.

-        Feli que has hecho? No podías esperar a un chico?

-        No me lo ha hecho un chico, me ha desflorado un hombre.

-        Un hombre?, quien?, si aquí son todos viejos.

-        No es muy joven pero tiene lo que tienen todos los hombres, incluso más.

-        Eso me lo vas a contar ahora mismo y con todo detalle.

Yo me resistía a contar la mañana con el tío Culebra, pero Susa al final me lo sacó, en un principio se enfadó, creyó que me había violado pero le expliqué que yo se lo había pedido, no conté lo de mi abuela.

Estuve unos días sin ir al río, cuando Susa estuvo bien vino a mi casa, yo tenía trabajo pero entre las dos convencimos a mi madre y nos dejó ir a bañarnos.

Me puse el bañador y escondí el bikini entre la toalla y salimos las dos.

En el río no había nadie, estuvimos escuchando y solo se oían los pájaros y el rumor del agua, Susa ya simplemente se quitó el bañador ni siquiera sacó el bikini, yo no iba a ser menos y la imité, nos quedamos las dos desnudas sobre la hierba, le conté el mordisco de la culebra y miré por si acaso estaba por allí, las dos con las tetas mirando al cielo y las piernas abiertas tomábamos el sol, me pidió que le contara otra vez como me había desvirgado el hombre, me di cuenta de que mientras se lo iba contando con todo detalle sus manos no estaban quietas, una apretaba su teta mientras la otra hacía rizos con los pelos del coño, me escuchaba con los ojos cerrados, seguramente se lo estaba imaginando.

A lo lejos oí un sonido diferente, parecía un cascabel, se lo dije a Susa que ni me oyó, estaba ensimismada con sus manos.

Me levanté y fui hacia las piedras, eran rocas grandes de las que a veces nos lanzábamos al agua como de un trampolín, cuando subí a la más alta entre unas cañas más allá vi salir hacia el rio la caña del tío Culebra, en la punta tenía un cascabel que le avisaba cuando picaba un pez, lo raro es que sonaba, el sedal iba de una orilla a la otra y él no tiraba de la caña.

Fui hacia donde estaba la caña y descubrí que se había quedado dormido sobre la arena, no lo desperté, la curiosidad y el hecho de que los camales del bañador le estaban holgados fue lo que me hizo meter la mano hacia arriba, no tuve que buscar mucho, a su izquierda la cabeza de su polla descansaba semi erecta, debía estar soñando pues el capullo se movía dando saltos.

Al pasar mi mano empezó a crecer, salió por debajo del camal y lo cogí bajándole la piel, era imponente, el glande en forma de fresón y el tronco negro y venoso impresionaba y a la vez me hacia mojarme el coño.

El tío Culebra, decía palabras inconexas mientras dormía, me puse la polla en la boca y peleé hasta tragarme el capullo, lo tuve poco rato pues empezó a moverse, cuando lo saqué mis labios me dolían, puse mi coño sobre su cara, el olor a mujer le hizo abrir los ojos, en un principio no lo comprendió pero cuando me vio mi pelo rojo sonrió y me dio un lametazo entre mis labios.

Se incorporó y me pregunto qué me había pasado que no había ido en varios días, me había esperado y había desistido ya de volver a verme.

Le conté de que había venido con mi amiga Susa y me gustaría presentársela, el hombre me dijo que no, que lo que había pasado no debía contarlo a nadie, por eso el era tan discreto.

Lo convencí mientras le meneaba la polla como una zambomba, no pudo decir que no y recogió sus cosas y vino detrás de mí, sobre la piedra ya vimos a Susa, estaba casi en la misma postura que la había dejado,  su mano estaba claramente entre sus piernas, la otra en un pezón, al acercarnos no se movió, los dedos estaban mojados de flujo blanco y espeso, se había corrido y dormido después.

Le dije al hombre que podía tumbarse entre nosotras, que le había contado todo menos lo de mi abuela pero prefirió seguir pescando allí mismo.

Me senté en el suelo a su lado, con mi mano dentro del bañador la acariciaba suavemente su polla manteniéndola dura y caliente.

A mi espalda oí a Susa que me llamaba, cuando me descubrió sentada al lado del hombre se acercó tapándose las tetas con una mano y el coño con la otra pero cuando le enseñé lo que llevaba en mi mano, su cara cambió de semblante.

El hombre al notar que a su espalda estaba Susa dejó la caña clavada en la arena y se levantó dándose la vuelta, los presenté y Susa no sabía qué hacer, si saludarlo y destapar sus tetas o su coño, acabó cruzando sus piernas, de todas formas el triángulo peludo la cubría mejor que unas bragas.

Al verlo de cerca ya no le pareció tan viejo, iba bien afeitado y con el pelo arreglado, sus ojos vivaces no aparentaban la edad que tenía.

Les dije que nos sentáramos en las toallas, Susa al verme más joven que ella y tan tranquila con el hombre no quiso ser menos y destapó sus tetas, el coño estaba protegido.

Estuvimos hablando de varias cosas, Susa sentada con las piernas plegadas ofrecía una buena visión de su coño si no hubiera sido tan peluda, el mío se abría frente a los dos, estuvimos hablando del pueblo de las costumbres antiguas de los años pasados, Susa mientras hablaba parecía estar pensando, al fin se explicó.

-        Me parece recordarlo de joven tío Culebra, pero hace mucho, yo era una cría y usted creo que venía a mi casa a trabajar el campo, puede ser? Mi madre se llama Hortensia.

-        Mmm Hortensia… claro, tu padre no se fue unos años a Alemania a buscar trabajo?

-        Si, estuvo dos años, pero volvió sin suerte, en su ausencia tuvo que buscar a alguien que le llevara los campos.

-        Pues sí, tu madre tuvo la gentileza de contratarme y estuve unos meses trabajando en tu casa.

-        Ya voy recordando, era tan pequeña… me acuerdo viendo como subía los sacos de trigo a la espalda a la cámara, iba todo sudoroso, también meter la paja en el pajar, le ayudaba mi madre, estaban cubiertos de sudor y de paja, terminaban muy tarde y luego se iban a bañar en la alberca de detrás de casa, esa noche se quedaba a dormir en mi casa porque al otro día tenía que madrugar.

El hombre me miró arqueando una ceja, comprendí que conocía muy bien a Hortensia, la madre se Susa, y mucha noches la había pasado en su casa y en su cama, la chiquilla no los había oído pero Hortensia tenía que morder la almohada para que no se oyeran sus gemidos cuando se corría con la polla del tío Culebra dentro de su coño.

Al hombre también le gustaba recordar, y la consecuencia fue que su polla empezó a asomar por el camal del bañador viejo.

Susa no lo vio hasta que asomaba cuatro dedos fuera, se quedó sin respiración, los pelos de su coño empezaron a brillar húmedos, tuve que intervenir a favor de Susa.

-        Tío Culebra, porqué no le enseña a Susa su polla, le he contado cómo me desvirgó el otro día y no se lo creé.

-        Ya te dije que no debías contar nada, no te creerán y se reirán de ti.

-        Yo no me reiré, estoy deseando verla, Feli me lo ha contado y dice que da miedo.

-        Pero has de prometer que no se lo dirás a nadie y menos a tu madre.

-        Delo por jurado, esto no saldrá de aquí.

Sin estar convencido del todo el hombre lentamente se levantó, las dos nos arrodillamos frente a él mientras se soltaba el cordón del bañador, lo dejó suelto y la prenda no se cayó al suelo, se había quedado enganchada a la polla erecta del tío, Susa no pudo esperar más y tiró de los camales hacia abajo.

Como movido por un resorte la verga saltó hacia arriba, pero del peso bajó quedándose quieto sin llegar a la horizontal, pero con un grosor que imponía, Susa lo miraba con mucha curiosidad de cerca, pero yo quise que lo viera del todo y le descubrí el glande, sin piel aún parecía más grande y dando saltitos iba acercándose a la horizontal.

Susa digna hija de su madre no pudo resistirlo, la cogió con las dos manos y se la llevó a la boca, pero en un primer momento no pudo tragarla y le estuvo lamiendo por el tronco hasta llegar a los huevos, las venas estaban hinchadas y en la negrura parecían azules.

-        Feli ayúdame, sujétala como está.

Susa se dio la vuelta y se agachó apoyando sus manos en las rodillas, separó las piernas y esperó.

Yo tiré de la polla del hombre y el lentamente la siguió, la puse entre las piernas de mi amiga, al notar que le quemaba la brasa del capullo, separó las piernas mientras con los dedos mojados de saliva se lubricaba el coño, Culebra no la cogió de las caderas, la cogió de las tetas, seguramente a Hortensia le gustaba así más, no eran muy grandes pero las tenía separadas y le asomaban por los lados, con los pezones entre los dedos fue presionando, yo miraba a pocos centímetros sujetando la polla contra los labios morenos de Susa, vi como se abrían para dejar pasar aquella máquina de follar, Susa dejó caer la cabeza derrotada, solo sentía como aquella barra de carne iba introduciéndose en ella, de vez en cuando me preguntaba cuanto llevaba dentro y cuanto faltaba por entrar, no le quise decir la verdad, pero cuando quedaban cuatro dedos, le di una nalgada al viejo y se la acabó de meter de un golpe.

Susa gritó, pero no de dolor, fue de la impresión de notar como su matriz era estrujada como una naranja.

No le hizo falta cambiar de postura, ni el hombre se cansó ni ella prefería otra cosa, se corrió como estaba agachada y mirando al suelo.

El tío Culebra ya sabía donde se iba a correr cuando la metió, simplemente le dio una palmada en la nalga e hizo que se diera la vuelta, su cara quedó frente a su polla y el acercó el capullo a su boca, ya sus labios admitieron el calibre mojado de flujos, entró solo el glande pero era suficiente, tras varias inyecciones de leche la boca de Susa se llenó, tosió pero con la boca bloqueada la leche salió hasta por la nariz, el resto tuvo que tragarlo.

Cuando se pudo incorporar, tenía los ojos llorosos pero sonreía, se abrazó al hombre, aplasto sus tetas en el pecho canoso del tío Culebra, con las piernas cruzadas estaba sintiendo los espasmos del orgasmo que le duraba aún.

Nos metimos los tres en el río, Susa se enjuagó la boca y el coño, yo lo hice con la polla del hombre, él me lo agradeció besándome las tetas que flotaban entre dos aguas.

Al volver a casa juramos y prometimos no decir nada, estábamos seguras de nosotras mismas, pero cuando llegamos al pueblo nos dirigimos directamente a la tienda de Cati.

Esperamos hasta que terminó de atender a una mujer, Susa le contó de dónde veníamos pero al vernos tan alborozadas Cati sospecho algo y no paró hasta hacernos cantar.

Susa le dijo como la habían follado y con qué polla, pero tuvo la prudencia de no contarle a quien pertenecía, pero para ella era igual, una polla así tendría que probarla.

Nos dijo que al día siguiente haría cualquier cosa para acompañarnos, al final hablo con su madre, le rogó, le prometió, le suplicó tanto que por no oírla consintió en sustituirla.

Las tres fuimos al día siguiente, por el camino les conté como me había desvirgado, Cati se alegró por mí y nos contó que a ella lo había hecho un muchacho que nada más romperla se corrió, tuvo que darle un empujón para sacarla, ya nunca más lo volvió a ver, Susa dijo que ella ni eso, se había desflorado ella misma con un cepillo del pelo de madera, lo estuvo usando hasta que se le cayó la pintura, ahora lo había sustituido por uno más grueso de plástico.

El tío Culebra nos oyó de lejos, íbamos riendo y gritando de contentas, al llegar Cati no esperó y se quitó toda la ropa, se lanzó al agua y estuvo dando brazadas de una orilla a la otra mientras nosotras nos quitamos el bañador y nos tumbábamos a tomar el sol.

Cuando el destrozado sombrero del tío Culebra asomó por encima de las piedras Cati ya estaba con nosotras, le daba la espalda desde donde estaba mirando el hombre, Susa tuvo la idea, sacó un pañuelo de su bolsa y lo lió en los ojos a Cati, le dijo que iba a ser una sorpresa, pero que no tenía que quitarse el pañuelo hasta que no se lo ordenáramos.

Le dijimos al hombre que se podía acercar, el pelo de Catí mojado escurría agua sobre sus tetas y hacía que sus pezones estuvieran sacados y duros, el hombre los vio y se mordió el labio, Susa le cogió un pezón a su amiga y lo estuvo retorciendo suavemente, la chica gemía pero no se atrevía a quitarse el pañuelo, yo le cogí la mano a Culebra y la sustituí por la de Susa, Cati no se dio cuenta del cambio o si se dio no dijo nada, la otra mano fue a la otra teta mientras nosotras le bajábamos el bañador al hombre, la polla saltó como siempre, subiendo lentamente y ganando dureza y grosor, cuando ya estaba muy dura le dijimos a Cati que sacara la lengua, lo hizo y acercamos al hombre hasta hacerle tocar la punta del capullo.

Cati encogió la lengua pero la saboreó, enseguida reconoció el sabor salado de una polla, abrió la boca, pero no calculaba el diámetro y tuvo que ser Culebra quien fuera forzando sus labios para que entrara el glande.

Mi amiga quería protestar pero no podía hablar, los dientes bloqueados, los labios dilatados y la lengua que solo podía lamer el capullo, se conformó con chupar y chupar el glande.

Susa le quitó el pañuelo cuando Cati ya se había decidido a mamarle la polla a aquel bruto.

La impresión debió ser tremenda pues de su boca veía salir o mejor dicho entrar una verga que se prolongaba muy lejos y de la que colgaban un par de huevos como limones.

Cuando miró hacia arriba abrió los ojos incrédula, tenía como cliente al tío Culebra y nunca hubiera sospechado que aquel hombre modoso, silencioso y extremadamente prudente y pacifico tuviera guardada semejante joya.

Al dejarla suelta Cati ya pudo sacarse el miembro del hombre y poder hablar y sobre todo respirar.

No hicieron falta presentaciones, se conocían de la tienda, se dedicaron varios elogios mutuos, unos de sus curvas y otros de su polla, estuvimos derivando la conversación a temas menos calientes para que se bajara la polla de Culebra.

Cati también hizo memoria, recordaba vagamente a Culebra, siempre habían tenido tienda en su casa y cuando su padre murió en un accidente con la mula, su madre se quedó desesperada, hasta entonces su padre era el que llevaba la tienda, mi madre solo atendía a los clientes pero no sabía comprar ni donde estaban las cosas.

Hasta que se dejó aconsejar por las clientas y se convenció que debía seguir el negocio, pero debía pedir ayuda a alguien.

Al tío Culebra lo recordaba moviendo sacos de alubias, o de garbanzos o de lentejas en la trastienda, subiendo cajas de jabón o garrafas de vino, el hombre trabajaba muy bien y acababa muy tarde, no miraba el horario, siempre estaba dispuesto, muchas noches su madre le invitaba a cenar, el hombre todo sudado se lavaba en el abrevadero de las caballerías, cuando entraba a cenar parecía otro, el olor a jabón y la ropa limpia que le dio mi madre de mi pobre padre lo trasformaba, cenaba con nosotras, hacían planes para el día siguiente, apuntaban las faltas de género o lo que convenía vender, mi madre poco a poco salía del bache, yo me aburría y me dormía sobre la mesa, casi siempre el tío Culebra la cogía en brazos y la llevaba a su cama que estaba al fondo de la casa.

Su madre viendo el interés que ponía para todo termino arreglándole un cuarto que no se usaba y le puso una cama con un armario, Cati muchas veces se dio cuenta de que la cama estaba hecha por la mañana, se admiró hasta que punto era cuidadoso con lo suyo.

Por la mañana cuando se levantaba ya estaba el hombre preparado para trabajar, muchos días su madre se levantaba con el pelo alborotado y con ojeras, medio dormida aún.

El tío Culebra estaba escuchando con los ojos cerrados, sonreía levemente pero su polla en vez de bajarse estaba más viva que nunca, daba saltos y el glande palpitaba.

Cati no pudo aguantar la visión, estaba acostumbrada a los frascos y botellas de la tienda, no había ninguno que no hubiera probado su coño, se metía cualquier cosa con la forma de una polla, quizá por eso no se fue con rodeos, se tumbó sobre la toalla y abrió sus piernas y sus labios pidieron carne dura, el hombre tuvo que arrodillarse con cuidado, pero le ayudamos Susa y yo, cuando se apoyó sobre Cati nosotras le llevábamos la polla guiándola hacia el coño de Cati, ella también colaboraba buscando la mejor posición para que él estuviera cómodo.

Nos pidió que le enrolláramos una toalla y que se la pusiéramos bajo el culo, el hombre lo agradeció y se dejó caer suavemente.

Cati había calculado mal, pero no se arrepintió, la polla le abría las carnes pero apretaba los dientes y aguantaba, aquello no tenía comparación con las botellas de coca cola que se metía cuando ya estaba desesperada de ganas de follar, aquello era hierro candente que la abrasaba dulcemente y que la llenaba y llenaba sin tener fin.

No se atrevió a preguntar por vergüenza, simplemente esperó a que entrara todo, no quería saber cuánto trozo faltaba aún.

Lo supo cuando notó los huevos del hombre pegarse en sus nalgas, casi no podía doblar la cintura, aún así le pidió que se moviera y no parara.

El hombre se movía pausadamente pero ella no tenía paciencia y levantaba las caderas buscándolo.

No hacía mucho que el hombre la estaba penetrando cuando le rodeo con las piernas en su espalda y se corrió, aún bajo el cuerpo de él saltaba como acometida por un ataque de epilepsia.

Se quedó inerte unos momentos, nosotras ayudamos al hombre a levantarse, cuando se despejó Cati ya Culebra estaba esperándola de pié frente a ella, su polla seguía amenazante como antes, aún no se había corrido y se merecía lo mejor.

Animamos a Cati a seguir, ella estaba agotada pero con ganas de sentir aquello dentro.

El tío Culebra nos dijo que se agachara y que nosotras nos pusiéramos a su cabeza, sujetándole los brazos, Cati estaba cómoda aunque las piernas aún le temblaban.

Cuando notó la polla subir entre sus muslos por detrás los abrió, era como si la fuera a marcar a fuego, sintió como se abría paso en su coño, la vagina ya le había tomado la medida y se adaptó enseguida a él.

Pero él tenía otros planes, aún en su memoria tenía grabadas las noches que pasaba con la madre de Cati, la mujer viuda joven sin experiencia en el negocio se hundió en la desesperación, todo lo veía negro, hasta que las propias clientas le hablaron claro, tenía que luchar y sacar adelante su vida, la decisión la tomó justo en el momento oportuno, el padre de Susa había acabado de volver de Alemania y él se había quedado sin trabajo, no entendía nada de comercio, pero tenía lo más importante, ganas de trabajar y se propuso ayudar en todo a Begoña, la madre de Cati, los comienzos fueron duros, además de trabajar tenía que animar continuamente a la viuda, se ponía a llorar a cada momento y en cualquier sitio, muchas veces la encontraba en el almacén entre sacos bañada en lágrimas.

Un día tomó las riendas él y decidió primero hacer un inventario de lo que había, descubrieron cosas que estaban años sin vender, él se preocupó de remover todo ordenando el almacén, hasta sorprendió a propios y extraños pintando la tienda de colores vivos y alegres, aquel día fue especial, ya habían cerrado la tienda, estaba todo amontonado para pintar las paredes y el techo, el hombre nunca había pintado pero decidió hacerlo para motivar a Begoña, subido a una escalera pintaba el techo con una brocha, Begoña al pie de la escalera la iba mojando de pintura en el cubo que tenía en el suelo, hubo un movimiento descoordinado, él no vio la brocha que ella le alcanzaba y cuando lo hizo se mancho todo el pantalón, Begoña se sintió culpable y quiso limpiarle antes de que se secara y le restregó con un trapo húmedo, al poco sus manos se quedaron pegadas al pantalón del hombre, con la mirada fija sin poder soltarse, había descubierto en él una cosa impensable y que necesitaba imperiosamente, le había tanteado la polla, que aun sin estar todavía en plena forma ya apuntaba maneras.

A partir de aquel día, Begoña tuvo otra obsesión, la tienda pasó a un segundo plano, Culebra y su polla llenaron su cabeza.

Las clientas la empujaron un poco, no dejaban de alabar los cambios del negocio, ahora tenían más cosas, más modernas y más presentación, el carácter de Begoña cambió, vio la luz al final del túnel y para celebrarlo lo invitó a cenar, no fue una cena como las de siempre, se esmeró en preparar los platos que sabía que a él le gustaban, trajo el mejor vino que encontró y se puso lo más guapa que pudo, rebuscó la ropa que hacía años que no se ponía pero que a su marido tanto le gustaba.

Esa noche su hija se fue a dormir con una amiguita en casa de una conocida, después de cenar le sirvió café y coñac, incluso encendió la radio y buscó música suave, el no sabía bailar pero le era igual, apenas pudo resistir dos canciones, la cogió en brazos y mientras ella le iba abriendo las puertas de la casa le guiaba a su dormitorio.

Por el trayecto apoyaba su cara en el cuello del hombre que la llevaba como una pluma, olía muy bien, a hombre rudo y trabajador, cuando la depositó suavemente en la cama lo vio todavía más hombretón de lo que era, lo atrajo hacia ella y lo besó en la boca, le supo a miel, no quería pero tuvo que hacer comparaciones, su marido nunca le había besado como Culebra, ni de novios.

El beso que acababa de recibir, le había trasportado, se sentía entre nubes, las manos de Culebra le mesaron el pelo, le acabó de quitar los miedos y remordimientos que aún le quedaban, se atrevió a hacer algo impensable en ella, tomó la iniciativa, le arrancó prácticamente la camisa y le despasó los botones del pantalón, buscó frenéticamente aquella polla que había rozado en una ocasión.

Culebra no se atrevía a hacerle nada, temía que la viuda se arrepintiera en algún momento y la noche acabara mal para los dos, él tendría que irse de allí y tal vez del pueblo.

No tuvo que esperar mucho, cuando Begoña le bajó los pantalones quedó maravillada, era mucho más de lo que había pensado, no quería acordarse esa noche de su difunto pero era inevitable, pensó que si follaba igual que la tenía iba a ser memorable.

Se equivocó, se quedó corta, cuando Culebra vio que no había vuelta atrás, se decidió, suavemente le fue desabrochando la blusa que llevaba, las enaguas y la faja, no comprendía porqué llevaba faja porque no le hacía ninguna falta, era delgada con unas caderas anchas pero con la cintura estrecha su cuerpo tenía unas tetas redondas con unos pezones pequeños apenas se le notaba la areola, iguales que su hija.

El sujetador, no se podía decir que era bonito, aunque era el mejor que tenía, no esperó a soltarle los corchetes, le bajó los tirantes y las copas, cuando Culebra le rodeó las tetas con los dedos ásperos ella suspiró profundamente, hacía mucho que no se los acariciaban así, su marido era de poco romanticismo y siempre hacía lo mismo, le entraba separándole las piernas, a veces sin quitarle siquiera las bragas, las ladeaba y no se molestaba, la penetraba y cuando le venía se corría dentro, jamás le preguntó donde hacerlo o si prefería otra postura y menos si ella había llegado, para él era la mejor y la normal.

Para Begoña todo era nuevo, los encallecidos dedos hicieron maravillas en sus pezones, no los había tenido tan duros desde que su hija Cati chupaba de ellos, durante aquellos meses su marido no consintió tocarlos, la leche le repugnaba, en cambio Culebra tenía toda la paciencia del mundo, no dejaba ningún resquicio sin acariciar, hasta cuando llegó a pasar la mano bajo de su ombligo ella ya creía que iba a desfallecer, pensó que aquello podía ser lo que le habían contado que se sentía en un orgasmo.

Culebra no le metió la mano como siempre le habían hecho, simplemente le rozó para que separara los muslos, cuando vio la cabeza de Culebra entre ellos, se asustó, nunca había pasado una lengua entre sus pelos púbicos, siempre habían sido repudiados, ahora simplemente mesados, peinados por los dedos de Culebra, no llego a tocarle el clítoris, prefirió separarle los labios y lamerlos suavemente, notaba como su vagina se humedecía por momentos, desde que había enviudado no la había tenido tan mojada, excepto una vez que una mujer del pueblo de dijo que cogiera un calabacín y se lo metiera, cuando lo hizo se mojo mucho pero tanto gusto le dio que se fue para dentro y le costó sacarlo, ya nunca lo intentó pues se veía llamando a alguien para que se lo sacara.   

Ella solo se atrevió a cogerle el tronco de la polla, lo mantenía apretado notando su dureza, pero Culebra la guió para que acercara su cara a ella, le pasó la polla por la mejilla, ella se restregaba contra ella como una gata, el hombre fue acercando el capullo hacia la boca de Begoña, cuando le rozaba con los labios él le pasó el dedo entre ellos, Begoña abrió la boca y se lo chupó, la piel era áspera de trabajar pero ella le lamió el dedo con la avaricia de un bebé.

Cuando Culebra fue sustituyendo el dedo por el capullo Begoña no lo extrañó, fue abriendo los labios hasta que tuvo el glande casi dentro del todo, Culebra le cogió de la cabeza y dio un golpe de cintura, el glande y parte del cuerpo entró en la boca de Begoña.

La sensación que tuvo era sublime, tenía lo más íntimo del hombre en su boca, Culebra le confiaba su hombría, tantas sensaciones seguidas, el lamer, el glande, el notar su dureza en el paladar y sentir el calor abrasador que le llegaba a la garganta, no se atrevió a sacársela, esperó hasta que él lo decidió, una mano estaba entre los labios de su coño, lo sentía como una lija pero cuando rodeó su clítoris con ellos, notó como sus labios se abrían solos dejándole hacer, estaba ya en el más alto nivel de sensaciones cuando Culebra se inclinó sobre ella.

Begoña sabía la mecánica, abrió las piernas y esperó, no tuvo que esperar mucho entre sus muslos se apoyaban los de Culebra pero el capullo ya lo tenía a la entrada de su vagina, su polla sin sujetarla recorría sus labios de abajo arriba, estaba esperando que ella tomara la última decisión.

Con las dos manos agarró al tronco y movió su culo hasta que el glande se apretaba en su vagina, luego le cogió los huevos y estiró del conjunto, el peso de Culebra bastó.

Estuvo a punto de chillar al sentir semejante polla, pero la delicadeza con la que entraba prefirió dejar disfrutar de aquella verga enorme, al oído le animaba a seguir empujando, la carne le escocía pero sabía que eso le pasaría con el tiempo pero aquel momento era único y lo gozó.

Se corrió con un estallido en su cuerpo, dejó de notar el colchón bajo su cuerpo, parecía flotar, en realidad se había abrazado estrechamente a él y lo había rodeado con sus piernas, con las flexiones que hacía Culebra ella le acompañaba.

Se soltó cuando ya no puso soportar tanto placer, cayó sobre la cama casi inerte, no quería que amaneciera después de esto, pero Culebra seguía entrando en ella rítmicamente, comprendió que él necesitaba correrse también, era de admirar que no se hubiera corrido, pero quiso darse el capricho y le insinuó si podía cambiar de posición, el aceptó encantado, le gustó su disposición complaciente y se dio la vuelta, se puso como lo había visto a los perros, en el lavadero las mujeres le habían dicho que así entraba más y daba más gusto, quería probarlo y lo probó, las mujeres tenían razón, le llegó hasta el fondo de sus entrañas, su cabeza le pesaba tanto que tuvo que apoyarle en la sabana, al moverse la polla casi se le salió.

Notó como por la raja del culo le corría algo húmedo, era saliva que había dejado caer Culebra, al llegar a su culo le impresionó tanto que un escalofrío le recorrió la espalda hasta la nuca, su marido una vez había intentado metérsela por ahí, pero ella se había negado, el premio fue una bofetada, ahora le iba a regalar su culo a Culebra, se lo merecía.

El miedo seguía siendo el mismo, pero la voluntad de hacerlo era su mayor motivación, lo que no esperaba fue la delicadeza que aquel hombre le demostró, solo notó la presión de aquel capullo puntiagudo, en un principio se aplastó contra su ano hundiéndolo un poco, ella comprendió que tenía que colaborar y se relajó, a la tranquilidad que le invadió se unió la emoción de sentir como aquel hombre se iba metiendo en su culo, el momento fue rápido, el glande entró y Culebra se paró hasta que la mujer dejó de soplar, cuando siguió no paró hasta que se pegó a ella, Begoña lloró, pero se sorprendió que no lloraba de dolor, ni de pena, ni de remordimiento, lloraba de felicidad, estaba siendo poseída por el hombre que le había demostrado su interés por ella, un interés que nadie se lo había dedicado, para Begoña era suficiente, en aquel momento decidió que aquella polla no sería la última vez que la taladrara por el coño y por el culo.

Ya no era Culebra el que empujaba para metérsela, ahora era ella la que culeaba para encontrarlo, esto debió de gustarle a Culebra pues no tardó en clavársela de golpe y llenarla de leche caliente, se desplomaron abrazados, por la mañana antes de amanecer Begoña despertó a Culebra, entre sus piernas ya tenía el desayuno caliente.

A aquella noche siguieron muchas, a la niña la acostaban pronto, tenía que dormir, ellos cuando la niña cerraba los ojos se iban directamente a la cama, ya no tenían ropa que quitar, bajo las sabanas se metían desnudos, no había duda de lo que iban a hacer, iban a hacer el amor, no como su marido que la follaba sin miramiento, no habían excusas, ni cansancios, ni dolores de cabeza, todas las noches acababan extenuados, probaron todas las posiciones, el instinto les hizo intentar todo lo que los amantes más experimentados habían hecho desde siglos.

No tardaron en perder el miedo y dejaron de tomar precauciones, las mujeres le contaron que un medico japonés había inventado un método, se llamaba Ogino y que era muy seguro, ellos lo siguieron a rajatabla, pero tuvieron suerte y no la preñó.

Según la niña se iba haciendo mayor tuvieron que adaptarse, procuraban cambiarse de cama muchas noches, la del hombre aparecía toda deshecha mientras que la de su madre apenas estaba removida, Begoña a partir de ese día empezó a arreglarse más, se pintaba suavemente sus labios, sus vestidos fueron más alegres, los cambios no pasaron inadvertidos para las clientas más asiduas, pero todas guardaron silencio, ni a sus maridos les contaron nada, era como si Culebra las follara a todas.

Tuvieron que ir dejándolo cuando Cati se hizo mayor, ya le ayudaba a su madre y esta se sabía manejar en el negocio, poco a poco fueron distanciando las noches de pasión hasta que los dos decidieron que por el bien de Cati debían dejar la relación.

Culebra volvió a su casa, estaba según la había dejado después de aquella primera cena.

Ahora estaba a punto de entrar en el culo de aquella Cati, la niña que tantas veces había jugado con él, todos estos recuerdos pasaron por su cabeza como un rayo, cuando abrió los ojos vio entre sus manos las caderas redondas, la cintura estrecha y la espalda que tanto se parecía a la de Begoña, tenía la forma de un cántaro.

Cuando se aferró a la cintura de la chica le volvió a echar otro salivazo en el culo y empujó, como suponía el glande se aplastó contra su ano.

Susa y yo sosteníamos de los brazos a mi amiga agachada, notamos que Culebra empujaba porque las uñas de Cati se clavaron en nuestros brazos, Susa cogió el tubo de bronceador y roció el glande del hombre que lo repartió alrededor del culo de la chica, al siguiente empujón ya entró lentamente hasta que el esfínter se cerró alrededor del capullo, pero en dos pausas más terminó de meter la polla hasta dentro, cuando sus huevos se pegaron al culo de Cati murmuró claramente.

-        Por ti Begoña.

A Cati se le encendió la bombilla, al oír como Culebra nombraba a su madre recordó todos esos detalles que antes habían pasado inadvertidos, aquellos cambios en su casa, su madre cambió de carácter, ya no lloró más, incluso se pintaba un poco los labios comprendió lo que habría sufrido desde que se quedó viuda, aquel hombre que ahora la estaba atravesando lo hizo muchos años antes con su madre, a él le debía probablemente su bienestar actual.

Nosotras solo veíamos como Culebra se hacía hacia adelante clavando su polla o hacia atrás sacándola, poco a poco fue acelerando el ritmo, Cati empezó a disfrutar de aquella verga que le estaba haciendo gozar, quiso compartir ese placer y sus manos buscaron nuestros coños, yo fui la primera que al notar la mano de mi amiga separé las piernas, se mojó los dedos dentro de mí y acarició mi clítoris, a mi lado Susa recibía las mismas caricias, lo noté por la cara que hacía.

Culebra también debió notarlo cuando vio que Susa y yo buscábamos las tetas que colgaban de Cati, los pezones estaban más salidos que nunca y prefirió apretar una teta de cada una de nosotras, la morena y más pequeña de Susa y la pelirroja y más gorda mía.

Yo fui la primera en correrme, Cati metió dos dedos en mi coño y me tocó en el punto más sensible, le cogí la mano para que no me dejara en ese momento máximo y no lo hizo.

Susa me siguió, los dedos de Cati eran mucho más activos que el sufrido cepillo del pelo que normalmente la consolaba.

Cati no tardo en imitarnos, vimos como su espalda se erizaba, la piel de gallina cubrió su cuerpo unos momentos antes de estallar en un orgasmo bestial, le flaquearon las piernas y Culebra la tuvo que sujetar de la cintura para que no se cayera, nosotras le sostuvimos de los brazos.

En ese momento tan álgido Cati pensó rápido, a partir de ahora iba a ser mucho más cercana a su madre, ahora la comprendía del todo, más que hija iba a ser su amiga, su compañera, su confidente, incluso se propuso que iba a invitar a Culebra a su casa, y volvería a hacer el amor con él, hasta quizá lo compartirían entre las dos, quien sabe.

Los espasmos que la sacudían no cesaban, era incontrolable, sin fuerzas notó como Culebra se salía, ella creyó que ya había acabado pero solo fue para entrar de golpe a fondo dos o tres veces seguidas, luego se salió lo justo para dejar espacio para la leche que le estaba llegando ya al capullo.

La llenó a rebosar, su recto quedó inundado, pero el hombre siguió metiendo hasta que la dureza fue bajando, al sacarla se oyó un plop! Y un chorro de leche se escurrió por los muslos.

La polla de Culebra aun colgando era imponente, brillante de semen y goteando. Cati se dejó caer en la toalla, nosotras lo hicimos a su lado, el hombre se volvió al río y nadó un poco hasta el centro, a través del agua cristalina se veía nadar entre dos aguas su polla lánguida.

Los deseos de Cati se cumplieron, cuando volvió a casa ya miraba a su madre de manera distinta, poco a poco se fue acercando a ella, su madre lo notó y lo agradeció, ya no era tan díscola, había cambiado de momento, cuando una noche cenando le contó el encuentro con el tío Culebra su madre cerró los ojos recordando, sin abrirlos escucho los planes de su hija, volverían a invitarlo a cenar y ella volvería aprobar aquella polla que la había hecho tan feliz antaño, cuando su hija le propuso compartirlo Begoña cogió la mano de su hija y se la estrechó, era la mejor idea que había escuchado en tiempos.

Ahora que hace unos años que ocurrieron estos hechos, he vuelto al pueblo, he visitado a Susa, está casada y tiene un bebé, le dejó el niño a su suegra y fuimos a casa de Cati, su madre estaba en la caja de la tienda, se hizo cargo del mostrador y la hija nos acompañó dentro de la casa, en un sillón estaba Culebra, con más de setenta años no se conservaba mal, Cati nos contó cómo vivían juntos los tres, recordamos las mañanas de baño de antaño y Culebra nos pidió poder tocarnos las tetas otra vez, las mías las recordaba por los pezones pecosos, pero las de Susa ahora llenas de leche le encantaron, mi amiga quiso regalarle algo de ella y se acercó para que mamara directamente de su teta, cuando la soltó el pezón estaba rojo y sus labios mojados de leche, Cati le notó como su polla volvía a revivir, no era la de antes pero seguía luciendo orgullosa y amenazante, mientras que Susa se la meneaba yo le chupaba el capullo, cuando se iba a correr Cati le cogió el tronco y Susa y yo pusimos nuestras tetas para que eyaculara sobre ellas.

Nos llenó de leche, los goterones nos cubrieron los pezones y el canalillo a las dos.

Cati le escurrió el glande y recogió las últimas gotas que le salieron y se las metió en la boca, el hombre se sentía feliz, cuando le dejamos se había quedado dormido, Cati nos contó todo como lo he contado yo ahora, no llegué a saber cómo se llamaba realmente el tío Culebra.

FIN

Agradecería que comentaran el relato.

Gracias.

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