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Me hicieron creer que era afeminado. (2)

en Amor filial

                                                  Hasta que fuera a Madrid a estudiar corte y convertirme en modisto todavía tenía mucho camino por delante, mi abuela hacía lo posible por darme los trabajos que le encargaban y veía ilusionada como avanzaba.  Mi tía Julia al verme cómo cosía se interesaba por mí y siempre estaba pendiente de mis progresos aunque a ella los que más le interesaban eran los que se desarrollaban debajo de mi pantalón.  

                                                  Una mañana en que mi madre había salido a comprar al mercado y mi abuela estaba en la tienda me llamó, yo como casi siempre estaba en casa pues el ir al colegio representaba pillar alguna enfermedad, no había niño con algún síntoma que yo no me contagiara, era una lista interminable, sarampión anginas, constipados, fiebres y muchas más por lo que procuraban comprarme los libros y entre todas las mujeres de mi casa me enseñaban lo básico.

                                                  Al pasar por la puerta de la habitación de Julia me preguntó si yo entendía de cortinas, la verdad era algo que no había tocado nunca pero ante la insistencia de mi tía acepté a tomar medidas, al ver las que ya estaban colgadas no les vi demasiada dificultad y ella me rogó que le cosiera unas y así iría practicando, al subir a la escalera mi tía se ofreció a sujetarme para que no cayera a la vez que tomaba nota de mis mediciones, aprovechaba que estaba en mala postura con el metro en la mano para ir subiendo la mano por mi pierna  y cuando estaba cerca de mi polla la dejaba caer.

En realidad estaba haciendo el efecto “llamada” y no tardó en conseguir que un bulto cada vez mayor le indicara que sus manoteos tenían buen resultado, yo procuraba fijarme en lo que hacía para no estropear la tela luego y estaba deseando acabar pero cuando ya había medido varias veces la misma cortina intenté bajar, para entonces mi tía ya había pasado la mano suave por mi pantalón y cada vez me apretaba la polla más intencionadamente.

  • Un momento Carlos, tengo una duda… me parece que desde que tuviste las fiebres que te curamos entre tu madre y yo has crecido un poco y no sólo en estatura… ¿me dejas ver si en todo ha sido igual?
  • Sí tía, lo que quieras pero te aseguro que no he crecido nada, no hace tanto eso de la fiebre.
  • No creas, cada vez que estás enfermo creces bastante, se te nota mucho y ahora parece que también.

                                                  A la vez que me daba estas aclaraciones me iba bajando la bragueta, no tardó en meter el brazo hasta el codo y buscar el capullo, cuando lo tuvo en la mano tiró de él y lo sacó, tuve que forzar la postura para que no me partiera el miembro que aunque no estaba ni mucho menos al cien por cien ya tenía una buena erección.

  • ¿Tú ves Carlos como yo tenía razón? Lo menos un dedo te ha crecido el pajarito.  (Diooos qué polla tienes)
  • Si tú lo dices tía, ¿me dejas bajar ya?
  • Un momento me gustaría verlo crecer, ya sabes, notarlo en la boca como me llena el paladar.
  • Vale tía pero sólo un poco.

                                                  Cuando terminé la frase ya había engullido el capullo, lo estaba lamiendo a la vez que retiraba el prepucio con las dos manos a lo largo del tronco, yo estaba inquieto porque podía entrar alguien pero mi tía no tenía ningún temor, se había asegurado de que no vendrían visitas.  Según me iba creciendo la polla en su boca la soltó y se fue quitando la bata que llevaba, notaba mi excitación según se aligeraba de ropa y ella quería tener la máxima, pronto tuvo que renunciar a seguir porque los labios no le daban más de sí y me dijo con la boca llena.

  • Anda Carlos baja que ya no puedo abrir más la boca, así podrás, si quieres, tocarme las tetas si te gustan.

                                                  A mí las tetas de mi tía me encantaban, eran las más jóvenes que había tocado y con la sensibilidad que demostraba los pezones me ponía loco, no me costó nada bajar lo hice de un salto cuando se sacó del todo la polla de la boca y caí frente a ella, ya tenía las dos maravillas suaves y duras a mi alcance, me lancé a por un pezón de aquellos llenándome la boca mientras mis dedos apretujaban al otro.

  • Tranquilo loquito, que no se acaban, espera que te voy a enseñar una cosa, el otro día me gustó cuando me senté en tu cara, me diste mucho gusto, hasta me corrí pero se nota que tienes mucho que aprender, te voy a enseñar cómo debes comerme el coño, no sólo es lamer o chupar te voy a enseñar dónde y cómo.
  • Lo que quieras tía, ya sabes que me gusta aprender.
  • Ya lo he visto, eres rápido en lo que te gusta.

                                                  Julia se tumbó en su cama, se quitó lo único que le quedaba, las bragas y abrió las piernas ante mis narices, me gustó ver los labios depilados de su sexo, ahora así de cerca me gustaban más que los peludos como el de mi madre, separó los labios y cogiéndome la cabeza me la acercó para que no perdiera detalle de la clase de anatomía femenina, me estuvo explicando cada rincón de su coño, me demostró lo curioso que era su clítoris, en cierta manera le vi un parecido a mi polla en pequeño, sus labios menores y al separarlos vi la entrada de su vagina. 

                                                  Metió sus dedos demostrándome que allí cabía todo o sea que por allí se la iba a meter y al sacarlos me los dio a oler, el olor penetrante del flujo del coño me abrió los pulmones pero ella no paró ahí y me enseñó su culo, me demostró cómo debía acariciarlo para dilatarlo, se metió un dedo y luego dos para que viera lo engañoso que era pues también se adaptaba a las necesidades, yo estaba ensimismado mirando y oyendo las explicaciones con la cabeza entre los muslos cuando cogiéndome de las orejas me dijo.

  • Ale, se acabaron las clases teóricas, ahora empiezan las prácticas, empieza a chupar Carlos, a ver cómo lo haces.

                                                  No solo me mantenía la cabeza sujeta con los muslos sino que con la mano la atraía hacia ella, yo no tenía escapatoria pero pensé que me daría “nota” si lo hacía bien por lo que le metí dos dedos en la vagina y dos más en el culo.

  • ¡Oooh, no Carlos, todo a la vez nooo!

                                                  No le hice caso porque ella levantó las caderas y todavía me era más fácil llegar a donde yo quería, Julia se tiraba de los pezones jadeando y gimiendo.

  • No Carlos así no, oh, sí así, no me hagas caso sigue, sigue.

 

                                                  La clase debió ser de su gustó porque en un momento levantó las caderas hasta quedar arqueada y abrió las piernas liberándome la cabeza, ya pude seguir lamiendo a mi gusto.  Me centré en el clítoris que estaba brillante y duro y acto seguido gritó y se derrumbó, entre convulsiones abrió las piernas al máximo y me gritó que siguiera.

  • Me corro Carlos, me corro, me estás comiendo el coño como nunca me lo han hecho, el inútil de tu tío no tenía ni idea, no pares por Dios.
  • Me alegro tía, ¿entonces he aprendido la lección?
  • Siií, de maravilla, matrícula de honor, seguro que ésta no será la última que me hagas, ahora te voy a enseñar otra cosa, sube a la cama y ponte al revés de mí.

                                                  Mi tía fue calmándose mientras yo me colocaba como ella quería, en realidad era fácil, simplemente puso su cara sobre mi pelvis y la mía en la suya.

  • Mira Carlos, así como tú me has hecho feliz, ahora te voy a hacer a ti pero no sólo eso sino que lo haremos los dos a la vez, ya verás que bien, haz lo mismo de antes.

                                                  A mí no me costó repetir la acción ya me la sabía de memoria, cuando noté la boca de mi tía chupándome la polla nos abrazamos el uno contra el otro y nos comimos a la vez, Julia procuraba no arañarme con los dientes pero mi glande apenas le cabía en la boca, con forma de champiñón no era fácil pero ella le ponía empeño, yo por mi parte ya había comprendido los efectos de las caricias linguales y atacaba con furia el clítoris, cuando mi tía chillaba pidiendo que parase cambiaba a la vagina o al culo, esto fue lo que desencadenó el segundo orgasmo, no se esperaba mi iniciativa o quizá se lo reservaba para otra lección pero al sentir mi lengua intentar entrar por la puerta de atrás, explotó como un volcán.  

                                                  No creí que se recuperara tan pronto del primero y ya estaba con el segundo, movía la cabeza intentando soportar los espasmos y no perder mi polla pero lo consiguió y recibió la lechada que le propiné en varias entregas, tosió y estornudó pero sus labios no se abrieron y tragó todo lo que le llegó, cuando acabamos de sacudirnos abrimos el abrazo, las tetas las tenía pegadas a mí y me habían marcado los pezones en mi lechosa piel.

  • ¡Qué maravilla Carlos!  Has estado de premio, para que lo sepas esto que hemos hecho se le llama comúnmente un 69, te lo imaginarás si visualizas el número, otro día te enseñaré el 71 pero por hoy ya está bien, ¿o te has quedado con ganas?
  • No me importaría correrme otra vez tía pero ya es tarde, tienes razón, otro día.
  • Me vas a matar Carlos, sólo con decirme eso ya estoy caliente de nuevo pero, otra vez será.

                                                  Julia me dejó ir, me fui contento porque le había demostrado que yo también podía tener mis iniciativas, le hubiese contado el rato con doña Francisca pero preferí que lo fuera averiguando por sí misma.

                                                  Tuve unos días de agobio, dedicaba a tiempo completo la confección del traje de doña Francisca, sabía que no le podía fallar, era una mujer muy influyente, en realidad era ella la que mandaba en la compañía aunque su marido fuera el director y si había decidido tutelarme…

                                                  Cuando vino a tomarse la primera prueba el vestido realmente ya estaba terminado, sólo faltaba quitarle unos hilvanes y poco más pero le hice toda la ceremonia y se lo probé, ya sabiendo sus ideas y sus consejos no me corté al pedirle que se desnudara quedándose sólo con las bragas, mi abuela Antonia nos había dejado su habitación para mayor intimidad, la señora tampoco hizo muestras de apuros y se quedó frete a mí esperando a que le pusiera el vestido, en un principio se lo enseñé sobre un maniquí para que viera el efecto desde afuera, la mujer desnuda a mi lado se fijaba y alababa los detalles que le había puesto, yo la miraba de perfil y admiraba que con los cincuenta años más o menos que le calculaba tuviera las tetas tan erguidas y duras.

                                                  Le puse el vestido y no me preocupé en tocarle por todos sitios como ella misma me había aconsejado, le demostré que con aquel escote podía llevar sujetador o no, le sostenía las tetas a varias alturas para demostrarle la caída del vestido, ella reaccionaba endureciendo los pezones de una manera exagerada pero yo le apretaba con dos dedos y le demostraba que, con los pitones salidos, tampoco se notaban en el vestido.

                                                  La señora Francisca estaba encantada, se me abrazó con el vestido puesto pero no pude evitar que se apretara contra mí notando entre sus piernas mi polla dura.

  • Mmm, Carlos, veo que tú también eres tan sensible como yo, quítame el vestido porque te voy a dar un premio.

 

                                                  Le quité el vestido con cuidado por la cabeza para que no se descosiera y al tener los brazos en alto cubiertos por la prenda se le quedaron las dos tetas al aire frente a mí, las tenía más levantadas y duras que nunca y no pude resistir absorberle un pezón con la boca, ella se quedó rígida y suspiró.

  • ¡Traidor!  Haberme avisado, casi me da un síncope, ahora veremos si te atreves con el otro.
  • Por supuesto y espero que esté por lo menos tan delicioso como éste.
  • Lo está te lo aseguro aunque no tanto como esto que tienes entre las piernas.

                                                  Me había cogido la polla y no me la soltaba, me abrió el pantalón y metió la otra mano para que no se le escapara y cuando la tuvo asegurada tiró de ella y me la sacó ya dura, no me gusta que se arrodillen frente a mí y menos una mujer pero me estaba acostumbrando a que siempre era para lo mismo, la señora Francisca no me decepcionó y se tragó la verga hasta donde pudo, yo le estuve masajeando las tetas como podía y ella al ver que me podía correr en su boca me señaló la cama de mi abuela, caímos los dos a la vez y nos hundimos en el colchón mullido, cumplí con mi promesa y le chupé los dos pezones como le había avisado para luego girar sobre ella.

                                                  La sorprendí cuando me puse a la altura de sus bragas, le pasé dos dedos por debajo y tiré de ellas hasta quitárselas, me lancé con la boca a su poblada melena, la señora se sorprendió, no esperaba un ataque tan directo pero me gustaba mandar a mí y a ella que estaba acostumbrada a hacerlo le vino de nuevas, abrió las piernas y no lo lamentó, no le dejé ningún rincón por explorar, le apliqué el mismo trato que a mi tía unos días antes y su reacción fue brutal, al notar mi dedo mojado rodear su culo susurró…

  • Sííííí, eso es, así me gusta, me encanta por ahí, a mi marido no le gusta pero a mí me encanta.
  • ¿De verdad doña Francisca, y qué tal esto?

                                                  Dejé un dedo dentro de su culo y mi lengua se centró en su clítoris, era más grande que el de Julia y lo rodeé con la lengua hasta quitarle el capuchón, la mujer se convulsionaba corriéndose en mi boca.

  • Por favor Carlos, quiero correrme otra vez, ¡méteme la polla en el culo!

                                                  Lo hice sin esfuerzo, la mujer colaboraba eficazmente relajándose y no me di cuenta que la tenía empalada hasta que mis huevos chocaron con su coño, recordé que no quería que me corriese en su vagina y seguí, no tardó en recibir el segundo y no pude aguantar más y le llené de leche, nos quedamos un momento quietos hasta que salí desmayado al mismo tiempo que un chorro de semen se le escurría entre las nalgas.

  • ¡Qué bárbaro Carlos, eres divino, me has hecho muy feliz!
  • Sólo pensaba que le iba a agradar.
  • Pues lo has hecho y mucho… tengo que contarte una cosa, confío con tu discreción, estoy contactando con una persona especial, es la mujer del Jefe de Policía, sabes que su marido es un hombre brutal, a la compañía le conviene porque controla a los trabajadores si piden más sueldo o mejoras pero reconozco que no es buena persona y además es muy celoso, a su mujer la tiene encerrada en casa no la deja salir y tampoco deja que vayan visitas y menos si son hombres.  Para cuidar la casa tiene a una jovencita muy tímida, imagino que también la tendrá atemorizada, la señora Jacinta es muy guapa y muy buena mujer, está secuestrada por su marido y cuando me ha visto puesto el vestido que me hiciste la otra vez le ha gustado mucho, la estoy convenciendo para que le hagas uno a ella, el problema aparte de su marido es… ya sabes lo que me prometiste… a tus clientas les debes poner una condición y debes ser muy estricto en eso, ya te diré algo más sobre esto.
  • ¿Usted cree que me dejará entrar a mí?
  • Claro, eso ya lo arreglaremos, tú te vestirás lo más extravagante que puedas y te moverás como tú sabes, jajaja, el resto es pan comido.

                                                  Yo no era tan optimista pero me fié de la mano izquierda de la señora Francisca, mi abuela la despidió cuando se fue, me preguntó cómo había ido la prueba, realmente confiaba en mí pero sabía que la mujer se había ido demasiado contenta y al ver la cama deshecha supuso lo que había ocurrido allí aunque no tanto.  Quiso saber en detalle que había opinado del vestido y en la siesta del día siguiente me dijo que me acostara con ella, volví a recordar el olor a Antonia, era algo especial que me hacía sentir muy a gusto, mientras me escuchaba noté la mano tibia que me pasaba por encima de los calzoncillos, sabía que con sólo notarla reaccionaría y así pasó, a la segunda pasada ya tenía la polla tan dura que me sobraba la prenda y levanté el culo para que ella me lo bajara, lo hizo y subió la mano por mis delgados muslos hasta dar con el mástil vertical.

  • Caray Carlos, la verdad es que tienes un miembro de hombre, ¡qué hombre!  Mejor que los mayores.
  • No exageres abuela.
  • ¡Que sí, tu abuelo no tenía ni la mitad y creo que los otros tampoco!, jajaja, sigue contándome lo del vestido anda.

                                                  Continué con el relato, ella no me soltaba la polla y la masajeaba lentamente de arriba abajo sin ninguna intención simplemente me acariciaba, a mi me mantenía erecto con su mano y su teta tocándome el brazo, pensé que le gustaría saber más detalles y le conté cuando le tomé las medidas, sabía que nos había visto, lo que no sabía cuánto había visto, le fui contando, como quien no le da importancia, la tocada de tetas a la mujer y los consejos que me había dado respecto a las vergüenzas y demás.

                                                  La mano de mi abuela iba apretándome la verga y acelerando la velocidad, la oía respirar fuerte y se acomodó de lado para poderme escuchar mejor, sus tetas ahora caían a mi lado, las podía tocar y lo hice, ya tenía los pezones duros y seguí haciendo lo mismo que ella, hablando tranquilamente y pellizcándole los pezones alternativamente y esperé.

  • Cuéntame Carlos, cuéntame ¿Qué pasó sobre la mesa?
  • ¿En la mesa?  Nada, ¿qué va a pasar?
  • Venga Carlos que soy yo Antonia y a tu abuela se lo puedes contar todo, os vi… le estabas metiendo esto que tengo en la mano por detrás, lo que no sé por dónde.
  • Jo… abuela, ¿de verdad quieres que te lo cuente?
  • ¿Tú qué crees?  Estoy mojada ya imaginándomelo.
  • ¿Qué quieres decir con mojada?
  • Joder Carlos, tú estás aprendiendo el libro empezando por la última página, ven.

 

                                                  Mi abuela me cogió la mano libre y se la llevó a la entrepierna, separó las bragas y me acompañó a su coño, la humedad que había se notaba antes de llegar, noté la pelambrera que no era tan poblada como la de mi madre ni como la de la señora Francisca pero era muy suave.

  • ¿Has notado lo mojada que estoy?  Eso quiere decir que estoy lubricada o mejor dicho que estoy caliente, ¿sabes para qué? pues al estar así una polla entra más suave y en vez de doler da mucho gusto a los dos.
  • ¡Ah, no lo sabía!
  • Pues… ya lo sabes.

                                                  Mis dedos entre los suaves y mojados labios de mi abuela notaron una vibración mi abuela empezó a agitar mi polla a toda velocidad y pronto me corrí hacia el cielo a la vez que ella se estremecía de placer, se estaba corriendo con mi mano en su coño.

  • ¡Uf abuela!, ¿qué te ha pasado?
  • Pues que me he corrido igual que tú, ¿sabes? pero esto que no se entere nadie por favor, se armaría un lío tremendo.

 

                                                  Por supuesto que no se lo iba a contar a nadie ni a ella cómo me había follado el coño de sus hijas, a mi tía varias veces y mi madre una.

                                                  Ya había pasado un tiempo sin darnos cuenta, mis primas habían perdido el interés por las muñecas y por las funciones de teatro que les preparaba yo y me dejaban tranquilo con el disfraz de los “actores” ellas ahora estaban más interesadas en los chicos y chicas de su clase, conmigo seguían teniendo el mismo trato pero ya no estábamos siempre juntos como antes quizá por eso me sorprendió que una tarde vinieran donde yo estaba dándole al hilo y la aguja y me dijeron.

  • ¿Puedes venir?  Tenemos que enseñarte algo.
  • Por supuesto primas, ahora voy.
  • Estamos en nuestro cuarto, no tardes.

                                                  Acudí enseguida, sólo me aseguré que la costura que estaba cosiendo no se deshiciera y fui a su cuarto, las dos dormían juntas en dos camas y cuando entré cerraron la puerta.

  • Mira Carlos lo que nos ha regalado mamá.
  • ¿…?
  • ¿No te has dado cuenta aún?
  • Pues… no, si no me lo decís…
  • Trae la mano anda -me dijo mi prima Cristina-

                                                  Mi prima mayor me llevó la mano al pecho y me la dejó sobre su teta, no noté nada demasiado diferente simplemente un tacto un poco duro.

  • ¿Aún no has notado nada?  Fíjate bien toca, toca.
  • No prima no noto nada, ¿qué debía notar?
  • ¡Qué tonto, mi madre nos ha comprado sujetadores, dice que ya debemos llevar!
  • ¡Aaaah!  Lo siento no me había dado cuenta.
  • ¡Parece que estás ciego primo, tócame a mí y verás!

 

                                                  A mi prima Alicia sí que le noté la diferencia, se le notaba la blandura de su teta, curiosamente aunque era un año menor que Cris tenía las tetas bastante más desarrolladas que su hermana y esto siempre las tenía enzarzadas en bromas.

  • Es que Cris como tiene pocas tetas lleva un sujetador con relleno y yo no, a mi no me hace falta.
  • Y a mí tampoco y cuando me crezcan las tendré más gordas que tú.

                                                  Las dos se habían vuelto a picar y habían subido sus camisetas para que yo juzgara, ciertamente Alicia tenía unas tetas muy apetecibles y el sujetador aún las realzaba más, se bajó el sujetador y le quedaron prácticamente igual, altas redondas y con las areolas redondas como las de mi madre.  Cris cuando bajó el sujetador dejándolo colgando de su pecho las copas parecían unas gafas de sol, tenía unas incipientes tetas apenas como una nuez pero muy diferentes a las de su hermana, semejaban a dos conos terminados en la punta de un pezón bastante prominente, en eso se parecía a su madre.

                                                  Mi tía las tenía en punta y separadas.  Las dos querían que opinara cuáles me gustaban más pero procuré no decantarme por ninguna, aún era pronto para juzgar pero me gustó el pique entre las dos, parecía que estaban creciendo demasiado deprisa y me sorprendieron cuando me preguntó Alicia.

  • ¿Y tú Carlos, también has crecido?
  • Sí un poco ya me veis…
  • No, quiero decir… de pito.
  • Sí, es que tenemos curiosidad, los chicos de clase dicen que no te ha crecido y que la tienes como un cacahuete (maní).
  • Siento desilusionaros pero se equivocan los chicos, la tengo normal.
  • Primo enséñanosla por favor… así podremos discutir con ellos.
  • No hace falta, podéis creerme.
  • ¿Y sabes que piensan mis amigas?  Que no te gustan las chicas, ¿es verdad?
  • Eso no es verdad, sí que me gustan pero ahora mismo no me interesan mucho.
  • No te creemos Carlos, vamos… enséñanos la pollita que tienes, no se lo diremos a nadie.
  • ¿De verdad que no se lo diréis a nadie?  Prometedlo las dos.
  • Lo prometemos.
  • Ni a los chicos ni a las chicas, ¿entendido?  A nadie.
  • Si, vale pesado lo prometemos.

                                                  La promesa a los chicos sonó más creíble que a las chicas pero lo di por bueno y me bajé los pantalones, ellas estaban frente a mi mirando fijamente a ver que salía de abajo del calzoncillo, cuando saltó como un muelle hasta la horizontal gritaron.

  • ¡Ay, que susto, que barbaridad primo, si que tienes la pollita grande!
  • ¿Cómo dices la pollita hermana?  Es una polla gigante, ¿nos dejas tocarla?
  • No tocarla no, quedamos en sólo verla.
  • Es que es muy grande, Germán el chico más mayor de la clase un día se la sacó, como está en la última fila nos la enseñó y no era ni la mitad que ésta.  ¿Está dura?

 

                                                  Alicia pese a ser la pequeña de las dos era la más decidida y no esperó a que le diera permiso y me cogió la polla por el capullo.

  • Cris toca y verás, está como un palo.

                                                  Su hermana me agarró por la parte del tronco que quedaba y entre las dos me apretaron para comprobar la dureza, apenas podían cerrar los dedos alrededor.

  • ¡Qué barbaridad Carlos, Germán a tu lado sí que tiene una pichita y ni comparación de dura!
  • ¿Se la habéis tocado?
  • Bueno… sí, un día se empeñó que se la tocáramos, estaba también dura pero no tanto y la punta estaba cubierta de piel, él quería que se la quitáramos pero no pudimos, le apretaba mucho no como la tuya y además olía mal.
  • ¿También la olisteis?
  • Si, quería que se la chupáramos pero como olía tan raro no quisimos, la tuya huele bien, ¿me dejas olerla?
  • Vale pero sólo olerla.

                                                  Mis primas eso de mantener los acuerdos no lo tenían muy claro, Alicia la más atrevida estiró todo lo que pudo el prepucio hacia atrás y acercó la nariz, aspiraba como si fuera una rosa y al ver que no olía como la de su compañero se atrevió a hacer lo que él les proponía, sacó tímidamente la punta de la lengua y tocó el capullo, no le debió saber mal cuando pasó la lengua entera alrededor, su hermana seguía sujetando el tronco manteniéndolo quieto, la pequeña quiso aventurarse a más y abrió la boca y aspiró, al ver que no podía mojó con saliva alrededor y obligó a los labios a adaptarse al diámetro, con dificultad entró, su hermana miraba alucinada cómo se había podido meter el glande hinchado como estaba  y quiso probar también.

                                                  Alicia tras muchos ruegos le cedió el puesto y Cris hizo lo mismo, no tuvo tanta dificultad porque tenía la boca más grande y no solo se tragó el glande sino buena parte del tronco, su hermana pequeña estaba admirada y enfadada a la vez porque ella no había podido conseguirlo y quiso probar otra vez, entre las dos se estableció una competencia que ganó Alicia por insistencia aunque le costó su buen esfuerzo porque de tanto sobarme la polla había crecido en longitud y grosor cada vez más, ahora el capullo ya había cambiado de color, ellas veían como de rosa pasaba a rojo y ahora estaba morado.

                                                  Alicia ya no se contentaba en chupármelo ahora ya me lo masajeaba a la vez, sólo le dejó a su hermana la menor parte del tronco y ésta tuvo la idea de cogerme los huevos y amasarlos, yo tenía entre mis dedos una teta de cada una, la de Alicia se cogía bien y me llenaba la mano pero la de Cris apenas la podía pellizcar y le estiraba el pezón que lo tenía duro y salido.

                                                  Para mí ya fue demasiado, les grité que se apartaran porque notaba que me iba a correr, ellas no me comprendían y sólo me dio tiempo a quitarle la cabeza a Alicia de mi polla, con las dos hermanas sujetando la verga a la vez saltó de mi polla un primer chorro de leche que cayó a un metro de distancia, con ojos como platos ellas miraban el segundo y el tercer, las lechadas iban cayendo cada vez más cerca y al momento se le escurría entre los dedos, mi prima pequeña quiso probarlo y acercó la boca para notar el sabor pero a mí aún me faltaba un espasmo más y le entró directamente a la boca, hizo un guiño de extrañeza pero no le pareció malo.

  • ¿Cómo está Alicia, sabe bien?
  • No está mal Cris, un poco salada pero está buena, ¡pruébala!

                                                  Alicia era de ideas rápidas y le metió un dedo mojado con mi semen en la boca a Cris, esta tras la sorpresa lo saboreó y le pidió más, como ya no le quedaba a Alicia en los dedos me cogió la polla y volvió meterla en la boca y relamió toda la leche que quedaba alrededor.

  • ¡Aaaah, está buena, si Asun se enterara…!
  • Asun es mi amiga Asunción, es la mayor de la clase y Germán siempre va detrás de ella, es guapa y ya tiene las tetas gordas, cuando se la sacó ella fue la primera que se la tocó y Germán dijo que se la había chupado pero ella nos dijo que era mentira.
  • ¡Ya os he dicho que no podéis decir nada a nadie!, ¿lo tenéis claro?
  • Sí Carlos tranquilo, no se lo diremos.

                                                  Mis primas se volvieron a poner sus sujetadores Alicia aún tuvo que ajustarse las tetas para estar igualadas pero Cris se lo dejó caer como pudo, realmente no le hacía falta.

                                                  Mi abuela me anunció de que la señora Francisca iba a venir a recoger el vestido, yo ya lo tenía terminado colgado en una percha, mi abuela me había enseñado también a plancharlo y estaba impecable, nos hizo pasar a su habitación, preveía que la señora quería también catar otra vez mi polla y acertó, tras unos elogios al vestido se quitó la ropa y se tendió en la cama haciéndome señas para que subiera sobre ella, ya había abierto las piernas para enseñarme lo que tenía para mí, se había recortado el vello del coño para que no me molestara en la lengua, los labios se los separó para que viera que ya tenía el clítoris duro y el coño para que viera la humedad que le salía.  No hubieron preámbulos, subí entre sus piernas, cogí sus tetas y me dejé caer, al notarme el capullo se movió lo justo para que acertara y sin más me hundí hasta los huevos.

                                                  Un suspiro desde lo más hondo se le escapó a la vez que me abrazaba con las piernas para apretarme contra ella, notaba cómo le presionaba el útero, ese día estaba desaforada y al poco de entrar en ella se corrió, me marcó las uñas en la espalda y me urgió.

  • ¡No pares Carlos, no pares que me voy a correr otra vez!

                                                  No le creí, no sabía lo rápido que podía reponerse aquella mujer después de un orgasmo pero no tuvo uno sino dos seguidos más, parecía un terremoto debajo de mí, yo me sujetaba en sus tetas que las tenía tan duras que me marcaban en el pecho.

  • ¡Espera Carlos, ahora por detrás!

                                                  Me empujó para quitarme de encima y se dio una vuelta rápida quedándose con las rodillas en la sábana y la cabeza agachada.

  • ¡Por el culo Carlos, ya sabes!

                                                  La señora ya sabía qué y cómo hacerlo, separó las nalgas después de mojarse con sus jugos el culo, yo eché un salivazo en mi capullo y me apoyé entre sus cachetes, le di una palmada y empujé, sorprendentemente entré casi sin esfuerzo, tenía un dominio de su esfínter pasmoso y sólo me animó.

  • ¡No pares Carlos, no pares y sigue hasta adentro muévete fuerte aunque grite y córrete cuando quieras!

                                                  Para mí fue como dar luz verde al tren, me sujeté a sus caderas y no paré de hundirme en ella hasta que la llené de leche caliente, ella sólo gemía y jadeaba pidiéndome más y más, nos caímos los dos al colchón yo encima sin sacarla, finalmente la polla salió desmayada, la sábana de mi abuela se manchó de la leche que le fue saliendo del culo, luego tendría que explicarle todo lo ocurrido.

                                                  Estuvimos un rato tendidos boca arriba, estábamos cansados y entonces me contó las últimas novedades, había hablado con la señora Jacinta, le parecía bien la idea, el único inconveniente y el más grave era su marido, estaba segura que no se iría de casa hasta que yo me marchara y así sería difícil que pudiera “tomarle medida” pero la señora estaba convencida que, de una forma u otra, lo conseguiría, cuando se marchó le dio un beso a Antonia, diciéndole maravillas de mí, mi abuela ya sabía realmente de que se trataba y lo confirmó.

                                                  El Jefe de Policía vivía en una casa sola, desde allí se divisaba casi toda la mina y controlaba todos los movimientos de la gente, era como el perro de presa del director, hacía bien su trabajo y disfrutaba con ello, no escatimaba esfuerzos para repartir palos por cualquier motivo y todo el mundo le temía, cuando llamé a su puerta me abrió una chica joven delgada y con cara triste, me preguntó tímidamente qué quería y mientras se lo estaba explicando se oyó un bramido desde dentro preguntando quién era yo y qué quería, la chica que todavía me estaba escuchando no le pudo contestar y al momento una mano con pelos en los nudillos la apartó como una pluma y un gigantón con un bigote que se unía a las patillas se presentó en medio de la puerta, yo acojonado le dije quien era y a lo que venía, se puso serio y me miró de arriba abajo.

                                                  Mi aspecto era como me había recomendado la señora Francisca, un pantalón rojo que ya no me venía de estrecho y una camisa de flores de mi tía con un pañuelo anudado al cuello, me había perfumado con la colonia de mi madre y se me veía desde lejos, el hombretón de momento estalló en una carcajada, mi aspecto le pareció tan ridículo y tan inofensivo que me dijo que pasara, no se apartó y tuve que escurrirme entre él y la puerta, en un rincón estaba asustada la chica de servicio.

                                                  Detrás de mi me escoltaba el jefe sin parar de reír mirándome los andares y los braceos, me llevó a la habitación donde estaba su mujer y sin parar de reír le dijo que yo era “su  querido modisto” me dio una palmada en el hombro que me descoyuntó la espalda, me quejé y todavía se rió más.

  • Jajaja, ¡ahí tienes a mi mujer hombretón, a ver si le tomas bien las medidas!, jajaja.

                                                  Luego dijo que se marchaba al bar pues no valía la pena que perdiera el tiempo conmigo, con el portazo que dio la casa tembló y entonces miré a la señora Jacinta, la mujer era bastante más joven que él, vestía de oscuro con un vestido que se abrochaba al cuello y hasta casi los pies, llevaba un moño que recogía su pelo en el cogote, estaba bordando una mantelería en una mesa camilla al lado de la ventana que daba detrás de la casa, me miró con unos ojos que me desmoralizaron, la chica de servicio se había retirado a la señal de la señora y cuando se levantó hacia mí sus pasos parecían tambaleantes.

                                                  Me fijé que era delgada pero tenía unas caderas bastante marcadas, de pecho en cambio apenas se le notaba, me dijo que Francisca le había comentado lo diestro que era en coser y que le haría ilusión un vestido pero discreto porque su marido… ya lo había visto, con eso me explicó todo.  Le pregunté si Francisca le había contado que debía tomar medidas antes y ella bajando la mirada me dijo con la cabeza que sí, de la bolsa que llevaba colgada al hombro saqué la cinta métrica y una libreta y lápiz, se quedó de pie esperando mis indicaciones, primero quise comprobar si estaba dispuesta y le tomé las medida de las mangas, se dejaba manejar y yo podía pasar la mano por debajo del brazo hasta la axila, ella al notar mi mano cerca del costado dio un leve movimiento pero enseguida me pidió disculpas con la mirada, le tomé medida de hombros y ella agachó la cabeza, me fijé en la nuca.

                                                  Tenía la piel casi tan blanca como la mía y el pelo lo tenía recogido con horquillas, era muy rubia y al pasarle la cinta le toqué el cuello, toda la nuca se le erizó y se estremeció, le di un beso suave en el cuello y ella se encogió pero no se movió, le fui soltando las horquillas del pelo hasta dejarle suelta la melena sobre los hombros, le llegaba a media espalda y estaba muy suave.  Le di la vuelta y le miré a los ojos, los tenía llenos de lágrimas y le besé las mejillas para enjugarlas a la vez que le ahuecaba el pelo y lo desenredaba con los dedos desde la cabeza hasta la espalda, se le hizo un nudo detrás y quise soltarlo rodeándole con mis brazos, la mujer cerró los ojos y entreabrió los labios, me olvidé del pelo y le di un beso.

                                                  Yo no sabía dar besos, ella lo notó enseguida y tomó la iniciativa me rodeó la cabeza con sus brazos y me besó primero suavemente y luego furiosamente, con su lengua buscó la mía, no sabía lo que quería pero hice lo mismo, ¡que delicia!  Nos fundimos en un abrazo y nos besamos hasta escocernos los labios, sufría pues con el pantalón que llevaba de dos años antes me apretaba la polla que estaba doblada y quería salir, me quité el pañuelo del cuello y la camisa de flores, ella me acariciaba el pecho lampiño, intenté desabrocharle el cuello de su vestido pero me cogió las manos en un movimiento reflejo pero luego me soltó dejándome hacer, botón tras botón fui descubriendo su pecho, al contraste del vestido oscuro parecía más blanca todavía, al poco me di cuenta que llevaba un sujetador que le oprimía los pechos tanto que apenas le sobresalían.

                                                  Le bajé los tirante y las copas y un par de tetas saltaron liberadas, parecían dos pasteles de merengue, suaves con un pezón rosado las cogí mientras ella me miraba lo que le hacía, besé sus pezones, callaba pero me dejaba hacer, seguí abriéndole el vestido hasta que lo dejé caer en el suelo, las bragas que llevaba no eran más eróticas que el sujetador, le venían holgadas y eran de tela pero aún así debajo se notaba el bulto del pubis.

                                                  La cogí la mano y la llevé a mi polla, la quitó pero insistí y abrí el pantalón y la saqué fuera, se cogió a ella como si fuera la barra de salvación, yo busqué debajo de sus bragas y un mullido triángulo de rizos me llenó la mano, busqué y debajo encontré los labios mojados, entre ellos salía curioso un bultito más duro, al tocarlo, Jacinta se trasformó, me empujó a su cama y de un estirón me quitó los pantalones, mi polla apuntaba al techo y se la metió en la boca, con la manos nerviosas se quitó las bragas y subió sobre mí y se sentó sobre mi polla, entre sus labios se frotaba a la vez que me volvía a besar como antes.

                                                  Al volver a sentarse se metió la polla en el coño, cerró los ojos hasta que sintió que ya no podía llegar más hondo y empezó a saltar sobre mí, me llevó las manos a sus tetas y las dejó para que le hiciera lo que quisiera, cerró los ojos fuertemente mordiéndose el labio hasta casi hacerse sangre y lanzó un grito de liberación.

  • ¡Por fin me corrooo, que gusto, Carlos gracias cielo, es el primer orgasmo de mi vida!
  • ¿Cómo puede ser, si está casada hace mucho tiempo?
  • Sí pero ya viste a mi marido, nunca me ha dejado llegar, él solo sabe meterla y correrse, nunca me ha hecho el amor, ni follarme, sólo violarme, cuando viene a casa casi siempre borracho me busca, yo me hago un ovillo y él me penetra sin piedad, se corre enseguida porque no aguanta ni piensa en mí y se tumba oliendo a alcohol a veces hasta vomita todo y tengo que lavarlo yo.
  • ¿Y nunca se ha quedado embarazada?
  • Nunca, no puedo porque mi marido no es fértil, él no lo sabe porque me lo contó el médico y yo no me he atrevido a decírselo porque no sé de lo que sería capaz, preferí decirle que soy yo.
  • Lo siento, no sé cómo puede soportar esta vida.
  • Ya ves, no me deja ver a nadie ni recibir visitas sobre todo de hombres, ya ves como visto y como has tenido que vestir tú, jajaja.
  • Jajaja, me lo aconsejó la señora Francisca y ha dado resultado.
  • Me encantas Carlos, ahora ya me he desfogado, quiero que me trates como a una mujer, hazme lo que quieras.
  • Gracias Jacinta.

 

                                                  Nos volvimos a besar pero ahora era yo quien tomaba el mando, busqué entre la maraña de vello y encontré sus labios rosados abiertos y lamí el clítoris como me había enseñado mi tía, la chica se volvía loca, nadie se lo había hecho y lo disfrutó, ella quiso corresponderme, a su marido se lo había hecho un par de veces después de darle dos bofetadas y lo odiaba pero a mí lo hizo con gusto, puso el máximo de interés y la polla me la puso a tope, yo le lamí todo el coño, la vagina apenas resaltaba entre los pequeños labios menores y el botón del trasero casi no se le notaba, cuando lo lamí pareció estallar abriendo las piernas y sujetándolas con las manos.

  • Si quieres por ahí también, a nadie se lo he permitido y menos a mi marido, tú serás el primero.

                                                  La invitación era muy tentadora y le metí los dedos para dilatarla, con saliva lubriqué el ano y el capullo y apreté, en un momento el glande sin punta se aplastó empujando como el tope de un tren pero venció la resistencia, la chica sollozaba en silencio por eso cuando terminó por entrar estalló en una carcajada de éxito.

  • Jajaja, ¡ya está Carlos, ya me has desvirgado el culo, soy toda tuya!
  • Es usted toda una delicia.
  • No me llames de usted Carlos y sigue moviéndote.

                                                  Le obedecí y se la metí despacio tenía un tacto sedoso y pronto llegué el fondo, le cogí las tetas que colgaban suaves y le puse los pezones más duros todavía, la chica se movía al ritmo de mis empujones y de pronto se aferró a la sábana, sus gemidos se aceleraron y mordiendo la tela para no gritar se volvió a correr, yo no pude resistir, veía la espalda brillar de sudor de la chica y las tetas sobresalir por los costados, mi polla se hundía arrastrando el esfínter y luego lo obligaba a salir con ella, mi resistencia llegó al límite, me aferré a sus caderas y me quedé inmóvil, le trasvasé toda la leche que tenía, sólo le había dejado el capullo adentro cuando por mi polla iba expulsando semen al recto.

                                                  Ninguno de los dos oímos que habían llamado a la puerta de la habitación con los nudillos, la chica dio por avisado y entró, la escena que se encontró era lo menos que se esperaba, su señora estaba de rodillas con la cabeza apoyada en el colchón y yo con la polla a medio meter corriéndome en su culo, la cara que hizo no se podía describir y salió corriendo pero Jacinta empezó a llorar, me dejó que acabara de correrme pero luego se puso a temblar.

  • Dios mío…  ¿Qué he hecho?  Ahora se enterará mi marido, me matará es capaz, Olivia la chica de servicio tiene orden de mi marido de contarle lo que hago, se lo dirá y me matará seguro, ¡qué mala suerte tengo en la vida!
  • Joder, sí que es mala suerte pero tenía una cara muy triste… tengo una idea… cuando vine vi a la chica que me abrió y no debe pasarlo bien por la forma que la trataba tu marido.  ¿Qué te parece si le tomo medidas a ella también?, es posible que necesite un delantal o un vestido o un uniforme…
  • ¡Qué idea Carlos!  Espera voy a llamarla.

                                                  Jacinta se asomó a la puerta y llamó a Olivia, esta acudió con miedo, no sabía dónde podía llegar aquello y entró en la habitación, la señora se había cubierto malamente con su vestido pero nada más entrar y cerrar se lo quitó.

  • Olivia te presento a Carlos, es el modisto que me va a hacer un vestido, ¿no te gustaría que te hiciera otro a ti?... o lo que quieras.
  • ¡Oh señora, disculpe pero estoy muy nerviosa, perdóneme si he entrado sin esperar su permiso!
  • No te preocupes, espero que además de bonita eres y serás discreta ¿verdad?
  • Si señora, aunque su marido me ha encargado que le cuente todo lo que hace y quien viene a casa.
  • ¿Y tú se lo vas a contar?
  • ¿Yo?, no sé qué hacer…
  • No te preocupes ahora de eso, deja que Carlos te tome medida.

                                                  Desnudo como iba me acerqué a la chica, estaba encogida de miedo y vergüenza pero con toda naturalidad le tomé medidas, vi que la chica no tenía mucha experiencia, (menos que yo) y le acaricié suavemente el cuello y las orejas, no pudo evitar disimular el efecto que le hacían mis caricias, la piel de gallina la delataba.  Jacinta me ayudaba quitándole el miedo, le daba ánimos para que se dejara manejar y cuando le dije de abrir el suéter y la camisa ella misma me ayudó, la chica tenía unas tetas preciosas que, al rodearlas para medirle el pecho, noté duras y me acerqué tanto que mi polla le rozó la mano, ella no pudo reprimir el impulso y cerró la mano atrapándome el capullo.

                                                  Miré a Jacinta y me sonrió, se levantó del silloncito y le bajó los tirantes del sujetador sencillo que llevaba, le sacó las tetas ante la inmovilidad de Olivia y las levantó para que yo las chupara, noté que le gustaba porque me apretó la polla y me retiró la piel de un tirón, la mano se le llenaba por momento de carne dura y ella suspiraba con los ojos cerrados ante lo inevitable.  Jacinta le había acabado de quitar el vestido y pudimos ver que las bragas tampoco eran de mucha fantasía sencillas de licra pero que le marcaban los labios del coño, Jacinta me llevó la mano por debajo de las bragas de Olivia y llegué hasta sus labios, la chica gimió pero la señora la cogió de los hombros y la hizo ir hasta la cama, suavemente la empujo hasta dejarla tumbada con las piernas caídas hacia afuera.

                                                  El pubis se le marcaba más, lo tenía grueso y apetecible, acabó de quitarle las bragas y puso un almohadón en el suelo.  Me arrodillé y le comí el coño a Olivia, la chica se tapaba la cara con las manos pero abría las piernas cada vez más, se corrió inmediatamente aunque seguí lamiéndole el clítoris, me pedía por favor que parara pero la dejé sólo para seguir con sus tetas, la chica se volvió a correr.

                                                  Lloraba cuando entre hipos confesó que su jefe muchas noches que venía borracho antes de meterse en la habitación de su mujer visitaba la suya, ella ya sabía lo que le esperaba por eso ya no oponía resistencia, al principio se negaba pero tras una serie de golpes había decidido ceder, lo único que no le dejaba era que le metiera la polla en la vagina, quería conservar su virginidad a toda costa pero al jefe le era igual un agujero que otro y ya sabía qué hacer, la ponía a cuatro y le metía la polla en el culo, la mayoría de veces sin lubricar se corría y se iba a por su mujer, imaginaba que haría más o menos pero al vernos a nosotros le entraron ganas de llorar al ver a Jacinta gozar con mi polla.

                                                  Jacinta también lloraba, al fin y al cabo era otra víctima de su marido por eso la miró con ternura cuando levantó las piernas de la chica sobre mis hombros y le dijo al oído.

  • Olivia sé lo importante que es la virginidad para una mujer sobre todo a ti por eso te aconsejo que vale la pena perderla con una persona especial y esa persona es Carlos, te recomiendo que te haga mujer él, es un encanto de hombre.

                                                  La chica por toda respuesta movió la cabeza asintiendo mientras abría las piernas, Jacinta las sujetaba hacia arriba y yo me puse frente a Olivia, la señora se encargó de mojarme la polla con su saliva y encararla al coño de la sirvienta, cuando la tuve en su sitio me dijo.

  • Carlos, es un honor para un hombre desflorar a una mujer, espero que sea inolvidable para ella y para ti.

 

                                                  Empujé hasta que noté resistencia, Olivia abrió los ojos asustada pero apenas notó un leve escozor cuando sonrió feliz, acababa de ser mujer y yo estaba dentro de ella, fui despacio pero sin parar hasta que no me quedaba polla que meter, Jacinta me acompañaba acariciándome los huevos, notó que los tenía duros y ásperos y que no iba a tardar en eyacular otra vez.

  • Olivia ya veo que no has sufrido como cuando yo la perdí, a mi me violó, quiero que conozcas la ternura de un hombre de verdad y ya que sabes lo que es ser penetrada por el culo de forma salvaje quiero que sientas lo que es un verdadero placer, cuando entraste lo estaba sintiendo yo.
  • Sí, me gustaría que me metiera esta polla tan suave en el culo, y que se corra en él.

                                                  Ya no tuve duda, aguanté en el coño de Olivia hasta el último momento, era tan tierno y suave que se me hizo muy duro sacarla pero pasé al culo, la chica sabía cómo relajarse para notarlo menos pero cuando se la metí cerró el esfínter para sentirme más, me corrí y se corrió otra vez, en esta ocasión voluntariamente.

                                                  Estuve acariciando las tetas de Jacinta mientras le llenaba el culo a Olivia, con una mano acariciaba el clítoris de una y con la otra el otro de la otra, se corrieron casi a la vez, las dos gimieron liberadas, acababan de hacerse amigas y compañeras de infortunio, por lo menos siempre les quedaría el recuerdo y… posiblemente mis nuevos vestidos.

Continuará.

 

Agradezco sus valoraciones y comentarios.

 

Gracias.

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Para un concierto lo mejor es un trío… o más (2)

Mis primas de la capital (11)

Mis primas de la capital (12)

Mellizos y gemelas, de gavilán a paloma.

Mis primas de la capitál (10)

Para un concierto lo mejor es un trío, o más.

Mi ahijado, su hermano y su madre

Mi ahijado, su hermano y su madre

Mis tetas decidieron mi destino por mí.

Entre mi padre y mi tía me quitaron mis complejos.

Mis primas de la capital (9)

Mis primas de la capital (8)

Ayudando a mi mamá

Mis primas de la capitál (7)

Mis primas de la capital (6)

Mis primas de la capital (4)

Mis primas de la capital (5)

Mis primas de la capital (3)

Mis primas de la capital (2)

Mis primas de la capital

Dos que valen por tres.

Al conocer mi adopción encontré la felicidad

El chat me ayudó con mi sobrina (Continuación 2)

El chat me ayudó con mi sobrina (continuación)

Mi gran desgracia mi polla Final

Mi gran desgracia mi polla continuación

Mi padre y mi tio tienen los mismos gustos

He tenido mas corridas que km. en mi carrera

Mi gran desgracia .. mi polla

Me casé con una miss

Me gusta ser chófer (TOMO II)

Me gusta ser chófer (TOMO I)

Bienvenida mi jubilación

Tengo una familia atipica pero con mucha memoriT

Bienvenida mi jubilacion tomo 2

Mi primer viaje en avión

Desde el balnerario con amor

El chat me ayudo con mi sobrina