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Cada vez me encanta más la Navidad

en Amor filial

Para mí la navidad siempre ha sido unos días de mágica ilusión y felicidad, desde muy joven ha sido así y continua siéndolo, ahora casi en los 40 años sigo esperando estas fechas con verdadera impaciencia, cuando conocí al que después sería mi marido lo que más me atrajo de él era mi misma devoción por la Navidad, desde entonces esperábamos con inquietud para decorar la casa con todos los accesorios que encontrábamos, ya hasta los amigos nos regalaban cosas para que ampliáramos la decoración, después de casarnos tuvimos más motivo para seguir pues me quedé embarazada y ya había otro aliciente más para engalanarla, fue un niño y en estas fechas Papá Noel venia cargado de regalos, en mi casa se escenificaba con todo detalle la entrega de regalos incluso venían otros niños para que Paco los recibiera y fuera entregando los regalos pedidos, naturalmente los conocía a todos y con su disfraz que se hizo adrede los nombraba por su nombre y les preguntaba cosas que ya sabía de sobras, todos estaban encantados y era una fiesta en mi casa que se llenaba de gente, a los siete años tuvimos una niña, le llamamos Lisa porque yo me llamo Elisa igual que a mi hijo le pusimos de nombre Nico, diminutivo de Nicolás  por Papá Noel, durante todos los años mi marido sabía lo que le tocaba y se preparaba el personaje a la perfección, se dejaba barba y se la teñía la noche anterior, mi hijo fue creciendo sin sospechar nada, ya tenía diez años y en clase y los amigos empezaban a darle ideas más reales incluso se burlaban pero él defendía a capa y espada su ilusión, por otra parte en el ámbito familiar y de amigos se mantenía la tradición desde siempre y Paco era el Papá Noel por excelencia.

                                                  Pero la vida es cruel y un poco antes del Navidad mi marido tuvo la desgracia de morir en un accidente de coche, a mi además del drama personal se me presentó un problema práctico y sobre todo sentimental, aquél año no hubo en mi casa ni Navidad ni Papá Noel, todo el vecindario respetó mi duelo y en sus casas se apañaron para que pasara por allí un Papa Noel invisible y cumplieron, la noche buena fue la más triste de mi vida, mi hijo, mi hija pequeña y yo cenamos y cantamos varios villancicos en recuerdo de Paco y nos fuimos a dormir pronto, por la mañana como no había árbol ni adornos fue un despertar como cualquier otro pero al abrir la puerta de la calle, vimos con sorpresa que estaba llena de regalos que habían dejado mis amigos, desde entonces me juré a mi misma que no habría otra navidad tan triste como aquella.

                                                  Al año siguiente se me volvió a presentar el mismo dilema pero tuve la decisión de hacer lo posible para remediarlo y en un gran almacén tuve la suerte de encontrar la solución, en todas las secciones de juguetes había unos tronos con un Papá Noel con sus elfos y todo, lo cierto que bastante más descuidados que mi Paco, se les notaba a una legua las barbas postizas y los trajes ajados pero al salir y estando callejeando para hacer las compras vi en una tienda pequeña a un Papá Noel que sin tanto boato estaba rodeado de niños, me acerqué con curiosidad, este sí que parecía real, la barba era suya e incluso el pelo, el traje era aceptable y me acerque como tantas madres, aún sin niños llevaba la carta de mi hijo y mi hija, me acerqué al Papá y le pregunté al oído.

  • Perdone señor, pero quisiera hablar con usted personalmente, ¿cuándo termina el trabajo aquí?
  • A las nueve de la noche pero luego voy a un supermercado a reponer género hasta la madrugada.
  • ¿Y no podría dedicarme diez minutos para hablar de un tema urgente?
  • Si quiere a las doce paramos un cuarto de hora para tomar café, si quiere podemos hablar, esté en la puerta del almacén del hipermercado.

                                                  Dejé los niños con mi vecina Aurora y a la hora convenida estaba yo en la puerta del almacén, había bastante gente sobre todo personas mayores, todos parecían que verdaderamente trabajaban por necesidad imperiosa, vi a varios que me parecieron el hombre que yo buscaba incluso pregunté pero nadie sabía nada de nadie o por lo menos no querían hablar, hasta que detrás de mi oí una voz de hombre que me decía.

  • Perdón pero es que no he podido salir antes.
  • ¡Oh! No tiene importancia, de todas formas no le habría reconocido sin el traje rojo.
  • Jajaja, todos me lo dicen pero por favor, dígame lo que quiere de mí porque no tengo mucho tiempo.
  • Mire, el caso le parecerá un poco raro pero quisiera que el día de Noche Buena viniera a mi casa vestido de Papá Noel y repartiera los regalos, antes lo hacía mi marido pero murió hace poco y todos esperan a estas fechas, hasta los amigos y familia.
  • Pero yo no sé actuar, sólo me han enseñado a recoger las cartas y a hacer las mismas preguntas y recomendaciones a todos, todo lo más a hacerme alguna foto con los críos.
  • No se preocupe, de eso ya me encargo yo ¡Ah! Y sobre todo no se corte la barba ni en pelo, bueno si acaso vaya a la peluquería y que le arreglen debidamente todo, tome 50€ de adelanto para que se compre ropa si le hace falta, veo que debe tener necesidad por los calcetines que lleva.
  • No padezca, iré lo más cuidado que pueda aunque la verdad… no me vendrán mal los euros para comer un día bien y comprarme ropa interior.

                                                  La di mi dirección y quedé a una hora que sabía que no estarían mis hijos y cuando llamó me quedé asombrada, el Papá Noel que yo había visto y el casi mendigo con el que había hablado ahora era un joven bastante bien vestido aunque con sencillez y con la melena y la barba blancas recortadas y peinadas, le hice entrar y admiré la transformación, la barba se la había tintado y no se le notaba nada sólo los ojos que eran vivaces y agudos, estuvimos hablando mucho rato, le conté mi pequeña historia con la Navidad y él comprendió mi ilusión, la orienté cómo se debía comportar incluso lo que debía decir a los niños y a sus padres y le prometí que le facilitaría las cosas, marcando los regalos con los nombre de los niños y sus padres.

                                                  Esta Navidad fue un éxito total, todos los amigos y familiares vinieron,  además de los regalos que habían adelantado antes trajeron comida y bebida, el Papá Noel que se llamaba Fernando se metió en el personaje e hizo las delicias de todos, hasta los padres aprovecharon para hacerse los regalos a través de Papá Noel, con la comida y la bebida que habían traído casi habríamos cenado pero yo y todos los demás tenían ya la cena preparada y se fueron yendo poco a poco felicitándome por la idea y diciéndome que había estado mejor incluso que cuando lo hacía mi marido.

                                                  Al quedarnos solos Fernando  se dispuso a marcharse pero mi hijo y mi hija se pusieron a llorar, no querían que se fuera al frío de la noche sin cenar y me vi obligada a ofrecerle una silla en la mesa, el chico demostró buenos modales, sin duda era de una buena familia y por la crisis se había visto abocado a buscarse la vida como fuera, los niños estaban encantados y yo contenta de verlos a ellos, a cierta hora ya se dormían después de un día tan agitado y cuando fui a acostarlos se negaron, querían que los acostara Papá Noel y que les contara un cuento, Fernando agradecido por el trato y por la cena quiso completar la ilusión y los acostó y yo mientras recogía la mesa y arreglaba el gran desorden de la casa, cuando bajó Fernando de la habitación se quitó el traje rojo y se puso su ropa, la tenía bastante estropeada y por un momento me dio pena, le dije que me acompañara y en mi habitación abrí el armario donde guardaba la ropa de Paco, mi marido era de una complexión parecida y saqué pantalones, camisas y demás ropa, olía a ropa guardada demasiado tiempo y eso me convenció de que debía pasar página y darla para que alguien la aprovechara, insistí que se la probara y Fernando con un poco de apuro se probó la camisa, le sentaba de maravilla y le dije que probara los pantalones pues Paco era un poco más alto que el,

                                                  El chico se los probó, entonces me fijé que me había hecho caso, se había comprado ropa interior y la había estrenado ese día, también me fijé sin querer que llenaba bien el calzoncillo porque mostraba un bulto demasiado evidente, le dije que se pusiera el pantalón para ajustarle el largo y que yo se lo acortaría, el chico se estuvo quieto y erguido  mientras yo le plegaba los camales, a la altura de mi cara se le notaba el bulto que se inclinaba a la izquierda, desprendía calor y mi mejilla lo rozaba casi, con la excusa de que el pantalón se igualara de largo pasé la mano alisándole las arrugas, debajo del bolsillo izquierdo noté el bulto que le hacia la polla, la tenía dura y pegada al muslo, me sonroje y miré hacia abajo, me di cuenta de que mi vestido de fiesta que llevaba presentaba un escote que enseñaba mis tetas embutidas en un sujetador rojo, quedé de rodillas frente a él, no podía ni quería ponerme en pie, frente a mi cara tenía algo que deseaba desde hacía mucho tiempo, no era consciente de la falta que me hacía hasta tenerla delante y volví a pasar la mano pero esta vez tan lentamente que podía haber planchado el camal.

                                                  Fernando me acaricio la cabeza, se notaba que tenía reparo en tocarme, en sus manos noté que no era tan viejo como aparentaba con la barba larga y el pelo blanco, yo arrodillada frente a él me apoye contra su cuerpo abrazándole por las piernas, por mi cabeza pasó casi toda mi vida en unos segundos, veía como si fuera ahora las navidades con mi marido, la ilusión que poníamos decorando la casa por dentro y por fuera, para nosotros era doble fiesta, la de los niños y la nuestra, ahora aquello se había acabado bruscamente y gracias a mis vecinos y amigos me habían dado un empujón y deseaba seguir la traición y allí estaba aquel hombre un Papá Noel autentico, que era la admiración de padres e hijos y yo lo tenía entre mi brazos, le estaba dando algo que él necesitaba, ropa, comida y calor, y él me demostraba de que mi vida no se había terminado aún, seguía siendo una mujer admirada y eso le había producido una erección que ahora notaba en mi cara, no me lo pensé y sin decirle nada desabroché aquel pantalón de mi difunto marido, ya tenía practica en hacerlo aunque hacía demasiado tiempo y lo bajé hasta el suelo, el bulto que mostraba el bóxer del hombre era algo que yo no había imaginado nunca, mi marido estaba orgulloso de lo bien dotado que estaba y yo encantada con eso pero aquel bulto era enorme, pegado a su muslo casi lo rodeaba hasta el lado izquierdo, pasé la mano sobre la tela y noté las venas hinchadas, el calor que desprendía y llegué hasta el capullo, yo esperaba que poco a poco se difuminara pero al contrario, el capullo era más gordo que el tronco y en forma de pelota de golf,  cuando el hombre me acarició la cara noté que aquellas manos que trabajaban en cualquier trabajo que surgía no eran de hombre viejo, tenía los dedos largos y suaves y recorrió mis sienes y mis orejas hasta apretarme contra él la mejilla, cerré los ojos y tiré la cintura elástica hacia abajo, no quise mirar, por un momento la tela quedó enganchada en la verga gigante y el seguir forzando saltó de golpe, no fue doloroso el golpe pero sentí cómo un latigazo en la cara, ahora ya era el tacto de piel contra piel, moví la cara a lo largo de la polla y llegue a la punta, seguía pegada a su cuerpo y al separarme de él la polla se enderezó hacia adelante, no me atrevía a mirar al hombre sólo a la polla que ahora me apuntaba a la cara, apenas tenía una mata corta de vello que señalaba donde nacía y me acerque a olerla, el olor a macho que sentí me volvió loca, hacía mucho que no había olido un pene masculino, con la punta de la lengua le toqué para saber el sabor, aquel sabor un poco salado me hizo recordar las mamadas que le hacía a mi marido cuando estaba colgando las guirnaldas de lucecitas por la casa, él se quejaba en broma porque no le dejaba trabajar con las luces parpadeando pero yo desde debajo de la escalera le bajaba los pantalones y los calzoncillos le olía y le lamia la polla pero la verga que tenía enfrente no era como la de mi marido, aquella no se veía el tronco detrás del capullo, estaba ensimismada mirándola y tocándola apenas con la lengua cuando la polla dio varios saltos, temí perderla e instintivamente abrí la boca y me metí el glande con dificultad para no perderlo, el hombre tiro de mi cabeza hacia él y el capullo me tocó la campanilla, abrí los ojos asustada y vi con horror que todavía quedaba fuera más de la mitad, tuve que agarrarle con las dos manos para que no entrara más, con los dos puños cerrados me llegaba al fondo del paladar, el hombre me soltó la cabeza después de moverla hacia detrás y adelante, me indicaba lo que esperaba de mi y lo hice varias veces pero yo tenía otros planes.

                                                  Saque la polla de la boca y sin soltarlo lo empuje a la cama, quedó tendido con la polla vertical, fui a la puerta y la cerré, mis hijos estaban en la habitación contigua, frente a él acabé de dejar caer el vestido de noche que aún llevaba a medias y sin quitarme las bragas rojas que llevaba según la tradición subí a la cama, me iba a sentar sobre él pero al ver el tamaño y el diámetro de aquella maravilla recapacité y pasé una pierna sobre su cara y me incliné sobre su polla, el hombre me lamió por encima de las bragas, noté el calor y la humedad de su lengua pero levanté las caderas y el comprendió lo que quería, estiró la braga por mis muslos y la sacó por los pies, sólo me sacó una pierna, era suficiente porque abrí las rodillas y me dejé caer sobre su boca, la sensación que recibí no la puedo describir, esperaba unos labios y una lengua mojada en mi coño pero lo que noté fue la sensación de la barba mullida, yo llevaba un poco depilado el coño, no me ha gustado nunca los pelos largos ni tampoco completamente lisa y en recuerdo a mi marido continuaba depilándome con el pelo corto pero aquella barba poblada me hacía sentir como si flotara pero la lengua si seguía donde debía estar y cuando salió entre la maraña de pelo blanco creí desfallecer, ¡cuánto tiempo sin sentir una lengua abriéndome los labios del coño!, entrando apenas en mi vagina después de separar los labios menores  sentí como me humedecía de inmediato pero cuando  después de mojarme subió al clítoris una sacudida recorrió mi cuerpo, ya no me importó la barba y abrí todo lo que pude las piernas y me dejé caer sobre la boca del hombre, creí que me iba a correr sólo con la sensación de aquella lengua pero quise que mi orgasmo no fuera solitario, con mi marido acostumbrábamos a coordinar los dos, teníamos unas corridas muy violentas que solo podíamos resistir al compartirlas y me encontré delante de mi boca el capullo del aquella polla tan generosa, me lo tragué hasta donde pude, él se arqueó hacia arriba sacando más tamaño y dureza todavía pero le dije que se relajara, que yo me ocuparía de ella, lo hice lo mejor que sabía y debió gustarle porque empezó a gruñir y a palpitar peligrosamente, me dejé caer sobre su lengua y él desesperadamente me chupó y lamió el clítoris, fue una carrera como los 100 metros lisos, y llegamos a romper la cinta al mismo tiempo, me corrí en su boca, me derramaba sin parar los jugos, apenas podía recogerlos con la lengua a la vez que yo con el capullo apretado con mi boca procuraba que no se saliera la cantidad de leche que me llenaba los carrillos, tragaba y tragaba sin parar y aún así no daba abasto, quedamos extenuados por lo menos yo porque el hombre me levantó, yo estaba como una muñeca de trapo cuando me dejó sobre la sábana, con las piernas abiertas lo recibí sin darme cuenta de lo que me venía encima, no tenía problema de lubricación pero de dilatación sí, hacía mucho que mi marido no me follaba pero ahora el hombre no lo sabía, conté tres empujones, el primero me dolió, el segundo me gustó y el tercero me inundó de placer, no me creía que fuera capaz de alojar semejante polla en mi vagina, la creía atrofiada por el nulo uso pero a aquella polla no se le discutía nada y sin más tomo posesión de mi coño, con los ojos entornados veía aquel cuerpo moverse sobre mí, sólo se apoyaba con las manos a mi lado ni siquiera las rodillas, con los pies y las manos subía como si hiciera flexiones pero su polla entraba y salía como un embolo en mi coño, yo con las piernas en el aire completamente abiertas no ofrecía ninguna resistencia, al revés le invitaba a seguir y me fijé que su pecho, sus caderas y sus brazos no eran de un hombre tan mayor como yo pensaba, cuando se canso apoyó los codos y las rodillas y siguió metiéndome la polla, tuvo la gentileza de no clavarla toda, con la mitad me daba el mismo gusto que con toda aquella tranca y él lo notó, por primera vez me cogió las tetas, yo estaba deseándolo y se me pusieron duras, me las mordió, los pezones me hacían daño de tan duros como estaban pero no dije nada, no tardé en correrme, no quise demostrar gritando el placer que me daba y mordí la sábana para no despertar a los niños, el hombre se acercó a mí y me preguntó.

  • ¿Tomas precauciones?, yo no había previsto algo así y no tengo condones.
  • No, lo siento, no me había hecho falta desde hace mucho tiempo y no me tomo nada, por favor no te corras dentro de mí.

                                                  El chico asintió pero aguantó hasta el último momento, cuando la sacó saltó sobre mí la puso entre mis tetas pero yo quise que por lo menos se corriera en mí y me escurrí hasta alcanzar su capullo, volvía llenarme la boca de su leche, esta vez se me salió por las mejillas y por la nariz mojando la almohada.

                                                  El chico cayo a mi lado, me arrimé a él su pecho estaba agitado por el esfuerzo y a mi ya se me había pasado el orgasmo, le pregunté qué hacía en la vida, me contó que tenía treinta años pero por un negocio mal aconsejado estaba en la ruina y Hacienda lo había embargado y no podía tener nada a su nombre, ni le daban trabajo, ni podía alquilar una casa, le pregunté si le podía ayudar pero se negó en rotundo, ya se había acostumbrado y esperaba salir de esta situación él sólo, estuvimos hablando de muchas cosa, le agradecí lo que había hecho por mí, tanto con el traje de Papá Noel como sin él, me besó y le abracé, le rodeé con mis piernas y terminé subida sobre él, paseé mi coño a lo largo de su polla que le sobrepasaba el ombligo, me dedicó sus más tiernos besos a mis tetas y cuando me metí su polla en el coño y me tumbé sobre el estaba agradecida y bien follada, él me cogía de las nalgas y me guiaba arriba y abajo, mis tetas se aplastaban sobre el pero mis pezones estaban tan duros que se le marcaban en la piel, de pronto se me ocurrió y le dije que se estuviera quieto y me incorporé, con su polla mojada la pasé como un pincel hasta mi culo, quería que me follara por todos lados, no sabía hasta cuando tendría otra ocasión de follar y respiré hondo, las lágrimas se me saltaron pero aguanté hasta que el capullo entró en mi culo, luego todo fue más fácil, ahora sí que me entró toda su polla hasta los huevos, apenas podía moverme, me sentía empalada pero satisfecha y le dije.

  • Ahora sí que puedes correrte dentro de mí pero si quieres esperarme, te lo agradeceré.

                                                  El joven cumplió y esperó aunque colaboró eficazmente, con una mano acarició un pezón y con la otra atrapó mi clítoris y los agitó hasta que sentí como una especie de vacio se apoderaba de mi para a los pocos segundos venirme una oleada de placer que estalló como un tsunami, inmediatamente noté olas de semen que me llenaban el recto, sentía su capullo contraerse y ola tras ola expulsar semen en abundancia, me derrumbe sobre él, tenía tan dilatado el ano que con sólo moverme me escocía como si tuviera un hierro candente dentro, me deslice a su lado cuando noté que su polla perdía dureza y me dormí, ya de madrugada pasé la mano por su lado y noté su ausencia, el colchón aún estaba tibio y me levanté para buscarle, no lo encontré, en la mesita me había dejado una nota, me agradecía mi hospitalidad y la noche tan deliciosa que le había dedicado, no imaginaba lo que él había hecho por mí, se había llevado la ropa que le di de mi marido, yo quedé satisfecha de que aquel traje de primera calidad lo luciera un hombre como aquel, me dijo que no le buscara, que quería seguir probando fortuna hasta rehacerse, no importaba donde ni como, me quedé triste aunque comprendí que era lo mejor para los dos pero me hice el propósito de que al año siguiente lo buscaría por toda la ciudad y le ofrecería ser mi Papá Noel otra vez.

                                                  Por la mañana temprano el griterío de mis hijos me despertaron, arregle la cama lo mejor posible, habían manchas de semen y flujo por toda la sábana y ellos se metieron en mi cama enseñándome los juguetes y regalos que acababan de abrir, pasada la primera euforia les dije que se vistieran que saldríamos a la calle para visitar a los vecinos, a todos ellos también les había “traído” regalos.

                                                  Al abrir la puerta vi cómo los niños de los vecinos se enseñaban unos a otros sus juguetes todos estaban contentos, las madres y padres se saludaban complacidos, había sido una idea perfecta y con su colaboración todo había salido a pedir de boca, incluso mi vecina que era soltera y mayor que yo me felicitó, me extrañó porque ella no había estado en la fiesta pero supuse de que se lo habían contado, cuando se fueron los niños juntos a jugar al parque mi vecina Aurora me insinuó el porqué de su felicitación, ella madrugaba mucho y sacaba a su perro a pasear y de mi casa vio salir al joven Papá Noel vestido de traje, mi vecina ató cabos inmediatamente y supuso que el joven había “cenado” y muy bien en mi casa durante la noche, la miré con cara de tonta y entré rápidamente en casa, ella se quedó sonriendo socarronamente y se fue a la suya.

                                                  Al año siguiente con más antelación inicie la búsqueda, primero busqué entre los distintos lugares donde se entregaban las cartas de los niños, pregunté a los elfos y nadie me dio razón del joven, busqué por los hipermercados, había gente que esperaba a que sacaran la comida que estaba a punto de caducar y la repartían, tampoco supieron darme información, para ellos lo importante era comer ese día y no se preocupaban de nada más, en el vecindario tuve que confesar mi fracaso y buscaron soluciones alternativas, algunos padres se vistieron e intentamos repetir la fiesta pero nada de eso salió igual, yo seguía con mi espíritu navideño, engalanaba la casa por dentro y por fuera pero no pude conseguir levantar la fiesta como aquella vez, mi vecina vino a verme, ya no habíamos hablado del tema desde aquel año en que vio salir de mi casa al joven pero me dio una idea que me hizo pensar.

  • Elisa, no te canses, sé que te encanta la Navidad, desde que te mudaste al barrio tu marido y tú removíais las conciencias y la fiesta era una maravilla, yo aunque no tengo pareja ni hijos me gustaba veros tan ilusionados a los dos, y salvo aquel año que vino aquel Papa Noel joven no ha sido nada igual.
  • Por favor Lorena no me lo recuerdes, aquel año fue especial y lo que viste…
  • Tranquila mujer no pensé mal de ti, al revés te tuve envidia sana, a mi me habría gustado tener un hombre así en casa aunque fuera por unas horas sólo, nunca se lo he contado a nadie, ya sabes cómo son las vecinas y no te digo los vecinos, se te habrían echado encima, sobre todo ellos.
  • Jajaja, es cierto, gracias sólo te puedo contar que fue una maravilla y no te digo nada de la talla que calzaba.
  • Jajaja, no por favor, no me martirices.
  • No lo iba a hacer, no soy tan mala jajaja.
  • Algún día me gustaría que me dieras más detalles pero prefiero que no.
  • Te lo prometo, ya te contaré y más cuando ya me he desengañado, no volveré a verle.
  • Es la vida.
  • Si, es muy triste.
  • Pero se me ha ocurrido una cosa para la fiesta, el otro día pensé que en tu familia hay una gran devoción por estas fiestas y deberíais seguir con ella.
  • No sé cómo, entonces mi hijo estaba en la edad en que todo eran dudas y yo hice lo posible por seguir con la tradición, ahora es un hombrecito de 17 años y no creo que le interese el tema, a mi hija sí que le gustaría desde luego.
  • Pues por ella vale la pena intentarlo, debías decírselo a tu hijo, él es digno de su padre y posiblemente le interese.

                                                  No consideré las palabras de Lorena, para mi habían acabado las navidades, montaría algún árbol y muérdago en la entrada y nada más pero mi hijo me sorprendió antes de que se me ocurriera proponérselo.

  • Mamá, se me ha ocurrido una cosa pero me temo que no te gustará.
  • Dime hijo, ¿qué es eso que me querías decir?
  • He pensado que yo este año podía hacer de Papá Noel, tenemos el traje que usaba papá y si me maquillo bien podría parecer bastante convincente, ¿te acuerdas aquel año que vino Papá Noel a casa? fue genial, me convenció durante algunos años más gracias a ti.
  • A mí también me convenció bastante, fueron unas navidades inolvidables, me gustaría repetirlas.
  • Pues tengo la solución, este año lo haré yo, creo que nuestra vecina Aurora me podría maquillar, es esteticista de profesión y creo que lo haría muy bien.

                                                  Por un momento imagine que Aurora había supuesto de que no me atrevería a proponérselo a Nico, la verdad es que verlo vestido como su padre me habría hecho sentir recuerdos ya casi olvidados pero se lo agradecí, me había hecho un favor sin saberlo.

  • Nico me alegra que tengas tú también el espíritu de Navidad en la sangre pero has de saber que si lo haces tienes que comprometerte a hacerlo bien, y nadie tiene que saberlo y menos tú hermana, ya sabes la ilusión que teníais y lo bonito que es.
  • Si mamá, no te preocupes.

                                                  Cuando se acercaban las fiestas nos pusimos manos a la obra, para mí fue un suplicio, un montón de recuerdos acudieron a la memoria, mi hijo se subía a la escalera a colgar las luces y yo le ayudaba, me recordaba a mi marido, y me tenía que alejar de la escalera con la escusa de ver cómo quedaba de lejos para no estar pegada a él, todo me recordaba tiempos vividos, cuando se puso el traje rojo tuve que probárselo antes, la panza de relleno, la casaca roja y los pantalones, tuve que ajustarlos, mi hijo era más alto que Paco y tuve que sacarle de todos lados, al probarle el pantalón debajo de la panza voluminosa rocé sin querer la bragueta de Nico, fue un flash pero volvieron los recuerdos, ahora a los de Paco se unían los de Fernando, mi hijo ya no era un niño que creía en Papá Noel, ahora era un hombre vestido como él, con todos los atributos, cerré los ojos y terminé de tomar las medidas a ciegas por no ver el bulto que marcaba el pantalón rojo.

                                                  Llegó el día y como ya habíamos quedado Nico pasó a casa de Aurora, yo le había tomado mucho más afecto desde que me dijo que no había contado a nadie mi aventura navideña de antaño, siempre nos habíamos tratado bien pero desde entonces nos relacionábamos mucho más. Yo había invitado a todo el vecindario para que vinieran a casa. Por fin volveríamos a celebrar la Navidad como antes y la respuesta fue la misma, con otros niños y algunos mozalbetes que aún recordaban aquel año se reunieron en mi casa, no faltó nada, comida, pasteles, bebidas… y de momento llamaron a la puerta, por un momento se me heló la sangre, en el dintel apareció la figura vestida de rojo de Papá Noel, por un momento me vino a la mente la imagen de Paco mi marido y de Fernando el chico sin techo, pero aquellos ojos eran inconfundibles, eran de Nico, iba perfectamente caracterizado, la peluca y la barba parecían suyas, hasta le había envejecido con un montón de arrugas en la cara, era un trabajo perfecto, con razón había estado casi todo el día con Aurora.

                                                  Todos aplaudieron, los niños unos se escondieron, otros los más pequeños lloraron y otros se abrazaron a él, los padres no disimulaban su alegría y todos les entregaban sus cartas, en una habitación estaban guardados todos los regalos y una niña de su edad compañera de clase actuaba de elfo y le entregaba los paquetes nombrando con toda ceremonia el destinatario, estuvimos hasta muy tarde,  la comida y las bebidas se terminaron casi, los invitados se fueron a sus casas cargados de paquetes y cuando nos quedamos solos mi hijo llevó a su hermana a la cama para contarle un cuento antes de dormirse como le habían hecho a él, yo recogí un poco la casa y lo esperé, le ayudé a quitarse el traje que iba sujeto con imperdibles y cuando se iba a su habitación le dije si no quería que habláramos un rato más y le dije que se metiera a mi lado en mi cama.

                                                  Nico estaba tan contento como yo, el papel le había gustado, ver la ilusión en los ojos de aquellos niños que él conocía tan bien, los consejos personalizados a cada uno los había gozado, me contaba todo esto cuando estábamos en la cama con la luz de la mesita, Nico estaba agotado igual que yo y hablando se le fue apagando la voz hasta que me vi hablando sola, mi hijo se había dormido, me volví hacia él, me di cuenta de lo que se parecía a su padre, la barba y la peluca no se la había quitado, también me pareció reconocer a Fernando, al rato mi hijo empezó a decir palabras incomprensibles, estaba soñando, las emociones del día lo habían superado, incluso se movía y braceaba destapándose, yo procuraba volverlo a cubrir con la manta, pero él volvía a destaparse hablando palabras sueltas, en un movimiento se subió la camiseta del pijama, me sorprendió que tuviera vello en el pecho, no lo habría imaginado, su padre era bastante peludo pero él no tenía aún los 18 años y le pasé la mano para sentir el tacto del vello, Nico de momento se bajó el pantalón del pijama, me asusté, no se lo había bajado del todo pero le había asomado el glande de la polla bastante erecta, no era ni como la de Paco ni como la de Fernando, era puntiaguda en el glande pero iba creciendo hasta hacerse gruesa en el tronco, tuve curiosidad y le bajé la cintura del pijama, según iba bajando iba descubriendo cómo engordaba de manera exagerada hasta una mata de pelo rizado que le cubría hasta los huevos, la levanté por curiosidad, aprecié la dureza y la suavidad de la piel y también por curiosidad le bajé el prepucio, Nico entre sueños dijo algo que apenas oí pero que entendí perfectamente.

  • Sí Aurora, si chúpamela, como sabes hacérmelo.

                                                  Ahora mi confusión fue total, había descubierto varias cosas de momento, que mi hijo ya era un hombre, que tenía un cuerpo de hombre y una polla majestuosa de hombre y que además mi vecina Aurora seguramente se había ocupado de hacerlo un hombre en el sexo también.

                                                  No supe que hacer, me volví hacia el otro lado de la cama pero Nico no dejaba de llamar a Aurora reclamándole que se la chupara y se la meneara, me volví otra vez hacia él, se había bajado el pijama hasta los pies y exhibía la polla vertical, no se la tocaba pero se movía como la batuta de un director de orquesta, Nico nombraba con desespero a Aurora, mi vecina era un poco mayor que yo y no le conocía ninguna pareja, nunca había visto entrar a ningún hombre en su casa y era de lo más prudente y discreta, me había gustado mucho su actitud cuando descubrió que aquel chico me había follado toda la noche y se lo agradecí, incluso sentí no habérselo presentado, seguramente habría gozado de aquella polla gigante de Fernando pero ahora me daba cuenta de que no había desperdiciado la polla de Nico, éste la llamaba claramente reclamando sus caricias y en uno de sus movimientos tocó mi mano que estaba a su lado, me la cogió y se la llevó a la polla, no tuve más remedio que cerrar mi puño alrededor de ella, él me acompañó la mano subiéndola y bajándola a lo largo del tronco irregular, por la punta se me cerraba el puño en el capullo puntiagudo y en la base apenas podía juntar los dedos, no debía satisfacerle del todo cuando me sujetó la mano y fue él el que se movía follándome la mano, el capullo aparecía y desaparecía entre mis dedos, estaba muy excitado cuando de momento se volvió hacia mí, su mano libre fue directamente a mi teta, no me dio tiempo a esquivarlo y me estuve quieta, con torpeza estuvo amasándome la teta y pellizcándome el pezón, aún así se me puso duro saliendo excitado, estuve quieta aguantando la mano de Nico, recorría las tetas sin orden, iba de una a la otra sin centrarse en ninguna y en un momento de reposo aproveche y le solté la polla y me volví de espaldas, en mi mano quedó una sensación de vacío, me había acostumbrado a aquella tranca.

                                                  Esperaba que se apaciguara y que sólo fuera un sueño, especulé de que podía ser un sueño erótico, posiblemente deseara a mi vecina aunque no lo hubiera llegado a hacer pero no era así, se giró hacia mi estaba a mi espalda y yo en el mismo canto de la cama no podía huir ya más, mi hijo se pegó a mí, notaba su polla entre mis muslos y su mano en la otra teta que no había masajeado antes, sentía su respiración en la nuca y las palabras que me machacaban, - Aurora, Aurora -, sentí envidia de mi vecina, comprendí lo que ella habría sentido cuando descubrió al chico salir de mi casa al amanecer, ella se habría acariciado más de una vez el coño pensando en él y yo ahora también me estaba acariciando el coño, mi hijo seguía empujándome hacia fuera de la cama y levanté una pierna para no caerme, con instinto salvaje Nico notó el paso libre y me puso la polla entre mis muslos, notó las bragas pero no lo dudó y la hizo a un lado, noté como su punta se paraba entre mis labios, no ofrecí ninguna resistencia, con lo lubricada que estaba entró como un misil, sin apenas rozarme, se introdujo en mi vagina como dirigido a distancia,  yo notaba como lo que en un principio sentía como un dedo se iba ensanchando dilatando mi coño hasta hacerlo difícil de caber pero él seguía empujando y mi vagina dilatando, ya no podía resistir más cuando me cogió de la cintura y de un golpe acabó hundiéndola, creí morir, yo no estaba acostumbrada a aquello, desde hacía muchos años Fernando me había dilatado pero de una forma progresiva, ahora Nico era como un cono de carne ardiente que no acababa nunca de ensancharse, noté su glande en flecha presionando el útero y suspiré tranquila, ya había llegado al final pero Nico guardaba un secreto, debajo de la mata espesa de vello ensortijado ocultaba todavía cinco centímetros más de polla y no dudó en meterlos también,  tuve que coger aire para los pulmones, me sentía llena como si me llegara al estómago su polla y no me atrevía a cerrar las piernas porque seguramente no podría, las manos de Nico habían descubierto que por debajo de mi pijama tenía paso libre a mis tetas, ahora ya las amasaba con más cuidado, ya me follaba con cierta dulzura, me mordía en el cuello y en las orejas nombrando a Aurora, le fui cogiendo antipatía a Aurora, ya no era un sueño onírico de Nico, se estaba follando al chico, a mi hijo y yo sin sospecharlo, estaba gozando de aquel taladro ella sola, sentí hasta alegría cómo si se lo estuviera robando y levanté la pierna y me quité las bragas, retasé el culo para que entrara mejor, el chico lo notó y enredo sus piernas con las mías y aún me hundió más la polla.

  • Gracias Aurora, así me gusta más, ahora soy todo tuyo, ponte como más te gusta.

                                                  No lo dudé y si me lo pedía Nico lo haría, me puse boca arriba, apenas abrí las piernas cuando se inclinó sobre mí y me besó en el cuello, me mordió los pezones y se tumbó sobre mi clavándome la polla de dos golpes, me contuve de gritar, notaba su vello enredarse con el mío, fue cogiendo velocidad, pensé en Paco, mi marido ya habría acabado hacía tiempo, aquella postura era fatal para él porque se corría pronto al verme las tetas y mi cara, pero Nico estaba soñando y no me veía pero su polla iba ganando dureza y lo más peligroso palpitaba peligrosamente, me escurrí de debajo de él cuando descansaba y me tumbé boca abajo, por lo menos si despertaba no me vería ni sufriría un shock, él me dijo al oído.

  • ¿Así te gusta más, puta? No te preocupes a mí también Aurora.

                                                  Sólo me atreví a decirle que si con la cabeza cuando ya entraba entre mis piernas la polla de Nico, levanté el culo y la polla entró en el coño como un obús en la recámara de un cañón,  pasó las manos por debajo de mi pecho y agarró las dos tetas a la vez, las sacó hacia los lados y se dedicó a pellizcarme los pezones, su culo parecía una máquina de coser, me hundía la polla a una velocidad de vértigo y yo aguantaba como podía, ya me había dilatado el coño y ese no era mi problema prioritario ahora, podía aguantar bien, me relaje y me corrí boca abajo, mordí la almohada silenciosamente  hasta que una luz se iluminó en mi mente, mi hijo iba como un tren cara a un precipicio y no había forma de pararlo, llamaba continuamente a Aurora diciéndole palabras obscenas, se conoce que a mi vecina le gustaba que le regalaran los oídos con las lindezas que le decía Nico, a mí no me las habían dicho nunca pero no me sentía ofendida por eso, también me enaltecían porque notaba que me deseaba y no me importaba que me llamara puta o perra, me decía que me iba a partir el coño y que me iba a preñar, esto encendió las alarmas, no sabía si Aurora estaría en riesgo pero yo sí, y como pude tomé la solución más arriesgada, ya la punta del capullo palpitaba como un tambor y haciendo un esfuerzo supremo me levanté un poco con mi hijo a la espalda, la polla se salió pero él no se inmutó y volvió a apretar, yo con la mano ya lo esperaba y guié la flecha de su glande a mi culo, mordí la almohada y  hundí la cara en el colchón y aún así se oyó mi grito pero Nico entró ¡vaya si entró! me duele al recordarlo, para él no debió ser muy traumático porque la forma cónica de su polla facilitaba la penetración y de menor a mayor fue abriendo mi esfínter hasta los últimos cinco centímetros escondidos, intenté gritar pero mi garganta no respondía, parecía que me llegaba hasta las cuerdas vocales.

                                                  Fue como si le hubiera caído un rayo encima, se irguió, se tensó y se dejó caer sobre mí, sus manos aflojaron mis pezones y su polla se hundió en mi culo hasta el infinito, un calor recorrió mi vientre, seguro que había pasado el recto y me llenaba más profundo de leche, en mis oídos me martilleaba – Aurora, Aurora- se deslizó de lado sacando su polla de mi culo, me quedó un vacio inmenso y en sueños me pidió que lo besara, le busqué los labios entre la maraña de barba postiza hasta que los encontré, le di un pico pero él sacó la lengua y me la metió en la boca, sabía a miel, la ternura de sus labios fue un chasquido para mí, me dio un estremecimiento y me corrí, estuve agitándome unos minutos, aquel beso había hecho mella en mí más que su polla dedicada a Aurora, Nico quedó extenuado, había gastado todas sus energías con “Aurora” pero yo quería lo que no me había dado, su leche, y me acerqué a su polla desmayada, le lamí alrededor hasta que hizo señales de vida, se había quedado tan agotado que no notó como le crecía, pero mis labios  sí y estuve saboreando dentro de mi boca su polla desde el principio, me gustó notarla crecer entre mis labios, hasta que tuve que ir sacándola porque mi mandíbula no cedía más, le apliqué una caricia que no me fallaba con Paco mi marido, le lamí el frenillo solamente sin cogerle la polla con la mano ella sola se tenía vertical y yo lamia y lamia, me sorprendió que aún le quedara leche dentro cuando salió como una fuente hacia arriba, me llenó la cara de semen, las pestañas me impedían abrir un ojo pero me era igual, seguí lamiendo hasta que no le salió nada más, acabé de limpiarle el tronco hasta el principio, descubrí que debajo del vello seguía y seguía pero no le dejé restos de leche, la polla se deshinchó como un castillo infantil hinchable al apagar el soplador, le puse la manta por encima y me levanté para lavarme el coño y el culo, por los muslos me chorreaba la leche de Nico que apenas estaba rosada, me había desgarrado un poco el esfínter, me tocaría sentarme de lado durante unos días pero lo haría a gusto.

                                                  Cuando volví a la cama Nico seguía durmiendo como un bebé, ya se le había pasado el sueño con Aurora, en cambio me había despertado el mío, a partir de ahora tendría que idear un plan para quitárselo a mi vecina “oficialmente”, aquella polla no podía ser  más que mía.

                                                  Por la mañana cuando despertó todo estaba en orden, la cama como recién hecha y yo con mi pijama y mis bragas limpias, él con el suyo bien colocado, me miró y en su cara vi extrañeza, no recordaba bien el sueño que había tenido, sólo sabía que lo había sentido muy real, no quise preguntar pero me incliné sobre él, la barba había perdido el adhesivo y las arrugas se habían difuminado, ahora era Nico de verdad, le di un pico cariñoso en los labios, no era el primero  ya era una costumbre desde pequeño, pero el notó algo diferente, entre mi pijama se abría el escote mal abrochado, una teta estaba a punto de salir apoyándose con la otra, su mirada fue de mis labios a mi teta, un solo movimiento de mi hombro desencadenó la batalla, la teta acabó de asomarse y Nico me devolvió el beso, pero ya no era un pico, me comió literalmente la boca a la vez que atrapaba la teta atrevida, buscó el pezón y con él entre los dedos tiró de mí dejándome sobre él, allí la otra teta acabó de salir también y su boca ya se apoderó de los pezones, los trataba con suma delicadeza pero con una afectividad que me dolían de gusto, yo lo miraba admirada y agradecida cuando Nico me dijo…

  • Perdona mamá te quiero pedir un favor, a partir de ahora quisiera llamarte Elisa, ¿me dejas?
  • Claro amor, lo que tú quieras.
  • ¿Te puedo pedir otro favor Elisa?
  • El que quieras Nico.
  • Me gustaría follar contigo, ¿me dejas?
  • ¡Nico, cómo me dices eso!
  • Sí Elisa, me gustaría hacer el amor contigo.
  • ¿Y desde cuando te ha dado esa idea?
  • Desde que os vi a Fernando y a ti la noche que vino de Papá Noel a casa.
  • ¿Nos viste, y no has dicho nada en todos estos años?
  • No me he atrevido pero de hoy no pasa, ¿quieres?

                                                  No me costó nada pasar una pierna sobre Nico, ya había abierto la chaqueta del pijama y yo acabé por quitarme los pantalones y las bragas, la polla de Nico ya estaba lista, no me asusté porque ya sabía lo que me esperaba y sin decir nada mirándole a los ojos me dejé caer, hasta dentro los cinco centímetros invisibles, desde entonces ya no le he oído nombrar a Aurora y todos los años tengo mi Papa Noel asegurado.

FIN

 

Agradezco mucho sus valoraciones y comentarios.

 

Gracias.

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