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El pacto. (34)

en Grandes Relatos

NORMA - LAS ISLEÑAS.

                                                  Me di un regio duchazo y quedé vestido sólo con la bata de baño, me serví un whisky con hielo y me dispuse a esperar escuchando música.  Unos cuarenta minutos después que salí de la casa golpearon la puerta y abrí, Norma vestía una remera ajustada, una minifalda que dejaba sus juveniles muslos al descubierto y calzaba sandalias de tacón alto, apenas si tenía puesto maquillaje y, al ingresar, lo primero que me llamó la atención fue su actitud corporal y la mirada hacia el suelo.  La tomé de los pelos y la obligué a levantar la cabeza para besarla, respondió mi beso y quiso decir algo, no la dejé…  “No te quiero escuchar hablar, sólo gemir”, le dije y ya no volvió a abrir la boca. 

                                                  La seguía besando y llevé mi mano a su entrepierna, efectivamente no llevaba ropa interior y ya estaba lubricada, mis dedos separaron sus labios e introduje dos en el interior de su vagina, los moví entrando y saliendo mientras con el pulgar acariciaba su clítoris.  Ella gemía y se movía ayudando al movimiento de los dedos y cuando comenzó a acelerar sus movimientos le apreté fuerte un pezón con los dedos de la otra mano y le dije que no terminara, que todavía no tuviera un orgasmo.  Se notó el esfuerzo para controlarse pero lo logró mordiéndose los labios y mirándome con una súplica brillando en sus ojos.

  • Hace falta que aprendas bien como es la historia, sacame la bata y desnudame… 

                                                  No bien quedé desnudo tomé el cinturón de paño de la bata y le dije que fuera a la habitación, cuando entramos en ésta hice que se desnudara y até con ese cinturón sus manos a la espalda, sopesé con mis manos sus nalgas y sus tetas, luego la dejé para tomar el cinturón de cuero de mis pantalones, ella me miraba con los ojos llenos de lágrimas, esperando quizás los azotes del cuero en su cuerpo.  Le indiqué que subiera a la cama y se preparara para darme una mamada.

  • Te lo vas a tener que tragar todo hasta la garganta, si llegás a tener arcadas o vomitás, te hincho el lomo y el culo a cintazos…  Dale, dale, no me hagas esperar… 

                                                  Se puso a la tarea y se apuró para tratar de cumplir con lo que le pedía y al tocar apurada el fondo de su garganta tuvo una arcada fuerte y sacó el miembro de su boca.  La saliva le corría por los labios y los ojos llenos de lágrimas con algunas que corrían silenciosas por sus mejillas, por la arcada en sí y por lo que se imaginaba que vendría ya que mientras seguía arrodillada me levanté de la cama, me puse por detrás de ella y toqué sus nalgas con el cinto, terminé dándole un soberano “chirlo” en las nalgas que la hizo gemir de dolor.

  • La historia que vos tenés que aprender es que sos mucha mujer para que cualquier tipo te domine y te haga sufrir castigándote…  El asunto es que hagas gozar pero también que goces, el castigo no produce gozo, te humilla y te denigra…  Lamento mucho que así te hayan enseñado o así lo hayas aprendido…  Yo voy a tratar de demostrarte que es mejor, entre comillas, “dominarte” gozando y haciéndote gozar.  

                                                  Parecía no entender y tocando su vagina me di cuenta que estaba seca, la posibilidad de la golpiza había espantado sus ganas.  Le solté las manos y le pedí que “jugara” con mi miembro, que me gustaba que lo dejara entrar en su garganta y se tomara toda mi leche, yo trataría de “jugar” con ella para averiguar quién gozaba primero y mejor.  De inmediato me coloqué invertido a ella y comencé a lamer y besar los labios de su vagina abriéndolos para que mi lengua se aventurara en su interior.

                                                  Su excitación fue en aumento y muy pronto comencé a sentir que volvía a mojarse y se dedicaba a lamer y a chupar a “mi amigo” absorbiendo el glande con los labios y toda la boca, tocaba mis testículos con una mano hasta que puso ambas manos rodeando mis muslos y llegó a tocar mi pubis con su nariz, lo sacó rápido aguantando la arcada pero siguió con su intento.  Dos o tres veces hasta que lo logró y comenzó con entradas y salidas que ella misma dirigía.  Sus flujos me mojaban el rostro y aproveché los mismos para lubricar el agujerito de su culo, primero fue el dedo medio y luego el índice los que penetraron y se movieron en su recto, sus gemidos, sus entradas y salidas, ya bastante aceleradas y la saliva que sentía correr por mis testículos incentivaban mi libido haciendo que mis caderas tomaran su ritmo y la acompañaran en su cogida bucal.

                                                  Mi boca absorbiendo su clítoris y los tres dedos que había insertado en su culo, junto a los movimientos de rotación para dilatarlo, hacían que moviera con desesperación sus caderas pero no descuidaba a mi miembro que hacía permanecer en el fondo de su garganta para sacarlo suavemente apretándolo con los labios.  En un momento dado no aguantó y apretando mis muslos se penetró hasta lo más que pudo y comenzó a temblar en un orgasmo feroz.  El chorro de flujo empapó mi cara, traté de tomar lo más que pude y me dejé ir llenando su garganta de leche, no pudo evitar tragar el semen pero tampoco quiso hacerlo porque cuando salió lamió y limpió todo dejándolo reluciente.

  • “¡Ayyy, Guille, por Dios!, es la primera vez que siento que soy yo quien te hizo acabar y no que usaras mi boca para acabarme adentro y el orgasmo, ¡Uffff!, ni te imaginás lo que fue”…
  • Cuando tomes conciencia que no sos sólo “agujeros”, vas a hacer que todo se sienta mejor…

                                                  Los besos que nos dimos recorriendo nuestras bocas con labios y lenguas y las caricias en sus tetas y pezones que pronto pasaron a ser lamidas y chupones, la “encendieron” enseguida y se soltó besándome y acariciándome todo el cuerpo.

  • Quiero chuparte las tetas mientras estoy adentro tuyo, cabalgame y hacé que te sienta.
  • “¿En serio, me dejás?, ¿puedo estar arriba?”.
  • Si, preciosa, quiero que me seques, esmérate. 

                                                  Ya no lo pensó y con los ojos brillantes de gozo bajó a ensalivar el miembro y subió para colocarlo a las puertas de su conchita estrecha.  Se dejó caer despacio y el tope en su interior coincidió justo con el contacto de sus nalgas, desde allí en más fue un concierto de gemidos y exclamaciones de placer, me cabalgó “a piacere” sin permitirme ningún movimiento, tampoco los quería hacer, ella entraba y salía haciéndome sentir sus músculos vaginales, acercaba sus tetas a mi boca y movía sus nalgas hacia los costados en un ritmo acompasado.  Cuando se penetraba hasta el fondo apretando allí con fuerza sus músculos y contraía todo el cuerpo denunciaba sus orgasmos, los cuales parecía cortar rápido para seguir con su cabalgada enfebrecida, llegó un momento en que mi glande comenzó a latir avisando de mi eminente orgasmo y ella lo sintió.

  • “Dame vos Guille, llename, por favor, llename”… 

                                                  No me hice rogar, empujando mi pelvis acabé en lo más profundo de su intimidad.  Ella pareció estar esperando eso para soltarse totalmente, los orgasmos cortitos acumulados se convirtieron en uno solo que la hizo contraer el cuerpo y gritar como desaforada para caer luego de bruces sobre mi pecho.  Temblaba sin poder parar, me hacía sentir todavía sus apretones y gimoteaba junto a mi hombro.

                                                  Había venido a la cabaña presta a recibir un correctivo que la colocaba en el rol que un cobarde le había hecho asumir y acababa de recibir un placer inesperado, dando y recibiendo sin sentirse usada.  Yo sentía mi ego muy alabado y debía admitir, aunque no lo diría, que, no sé si decir odio pero podía decir que ese tipo de cobardes asquerosos me daban asco y, a ciencia cierta, sentía como enfermas a las que entraban en esa temática de roles definidos, no como enfermas porque lo hicieran para experimentar, enfermas porque lo convertían en su único modo de entenderlo y me daban mucha pena. 

                                                  Había tanto campo para recorrer en la búsqueda de placeres dando y recibiendo caricias, mimos y entregas mutuas que no se me cruzaba por la cabeza lo de excitarse dando y recibiendo dolor.  Yo sabía perfectamente lo que era causar dolor en otro y no era algo que excitara sexualmente, a menos que fueras un enfermo que vivieras escondiéndote detrás de fachadas y, ciertamente, conocí a varios que, a la larga o a la corta, siempre se demuestran como cobardes e inútiles. 

                                                  Como fuere, Norma había experimentado algunos placeres que no conocía y la hicieron sentir muy bien sin dolores de por medio y ahora yacía desmadejada, boca abajo y de piernas y brazos abiertos extendida sobre la cama.  En su rostro relajado se adivinaba una sonrisa de satisfacción, allí la dejé y fui a servirme una bebida, al volver estaba sentada y apoyada en el respaldo de la cama, le pregunté que quería tomar.

  • “Me encantaría saciarme de vos pero, es imposible saciarme aún con todo lo que das y como no va a poder ser, me voy a tomar una gaseosa, tengo la garganta seca”, -se la serví y volví con el vaso en la mano-. 
  • “Te recuerdo que me prometiste algo que está pendiente”.

                                                  Esto me lo dijo girando un poco el cuerpo y golpeándose una nalga, a la par que esgrimía una mirada de picardía que encendía el morbo.

  • No me olvido pero, el tema es así, primero caricias, besos, lengua, dilatación y posición y la “frutilla del postre” será tu pedido para que te penetre.
  • “Jajaja, ¿y si no te lo pido?”.
  • Lo tomo igual aunque tendrá mejor sabor cuando lo pidas. 

                                                  Mirándola y notando que estaba disfrutando del momento y de la relación sin sentirse “usada”, me acerqué a ella para besarla, lo hice en su boca notando la reciprocidad y la devolución con ganas y con pasión, luego pasé a su cuello y apoyar mis labios en ese lugar le produjo una sensación de placer y un gemido que ella no esperó ni pudo contener.  Seguí con sus tetas a las que besé, chupé y mordí suave sin ocasionarle dolores y cuando pasé por su estómago ya no pudo aguantar, sus movimientos se hicieron compulsivos y sus gemidos más sonoros.

 

  • “No puedo más Guille, dejame participar, te quiero chupar, dejame hacer algo o me vuelvo loca de placer, esto no me pasó nunca”.
  • Quedate quieta y dejame continuar con esto, me encanta saborearte. 

                                                  La hice girar y tomándola de las caderas la arrastré hasta el medio de la cama, quedó boca abajo y comencé a besar sus piernas por debajo de sus nalgas-  Mi lengua jugaba en la parte interna de sus piernas acercándose a la raya de su culo, luego abrí sus nalgas con las manos y me dediqué a “torturar” con la lengua toda la hendidura sin tocar el “ojito” marrón.  Éste, por momentos se fruncía y en otros momentos parecía “florecer” abriéndose como si reclamara por la lengua que pasaba por sus costados.  Ya había “jugado” antes con mis dedos por ese lugar, ahora sería ella la que tendría que dilatarlo con su entrega, ella misma tendría que “abrirse” y lo iba a hacer… 

                                                  Mi lengua no la hizo esperar más,  penetró con su punta en el agujerito y todo su cuerpo se tensó, no gritó porque mordió la almohada pero elevó su culo para sentir más y yo le di más aprovechando para ensalivar todo con abundancia, después me incorporé un poco y comencé a pasar el glande por toda la roseta amarronada.  La presión era insignificante pero ella, elevaba su culo y sus caderas como queriendo que el agujerito “devorara” la punta de mi pene, cuanto más fuerza hacía, yo me retiraba y, a los segundos volvía a presionar, así, unas dos o tres veces pero sin penetrarla, apenas la mitad del glande parecía entrar, lo retiraba.

 

  • “Vos ganaste Guille, no aguanto más, por favor Guille, haceme la cola, metela como quieras, como más te guste, mi cola es toda tuya”.
  • Jajaja…  ¿Qué te pasa, pensabas ganarme la pulseada?...  Vamos a hacer algo distinto a lo que estás acostumbrada y después me decís si hay diferencia, le voy a “hacer el amor” a tu culito.

                                                  Se había distendido completamente y salivando nuevamente el lugar comencé a penetrarlo despacio, dejando que ella fuera acomodando el recto para que el paso fuera placentero.  El paso por el anillo del esfínter ni lo notó, apenas un pequeño estremecimiento y fue más por placer que por dolor.  La penetración fue lenta entrando y retrocediendo, haciendo movimientos de entrada y salida desde el principio, entraba, salía un poco y volvía a entrar otro poco más.  La desesperación de ella era evidente, se movía, gemía, trataba de levantar sus caderas para que la penetración se hiciera más rápida y violenta pero el control era enteramente mío.  Cuando mi pelvis hizo contacto con sus nalgas el gemido de satisfacción fue muy placentero y no sólo para ella, yo me sentí muy bien, había logrado que todo fuera placer y ella lo sentía del mismo modo.  Me quedé quieto metido en lo más profundo y fue ella la que comenzó con los movimientos haciendo fuerza para incorporarse y poniéndose en cuatro mientras avanzaba y retrocedía con sus caderas.  No hubo forma de pararla lloraba, reía, gritaba gozando y me agradecía.

  • “Gracias Guille, no tenés idea lo que me estás haciendo sentir…  Vine a que me cogieras, a que me “usaran” como lo habían hecho anteriormente y me has hecho descubrir que es mucho mejor cuando das y recibís…  He tenido orgasmos recibiendo y los he tenido dando…  Que entraras en mí haciéndome sentir placer alejado del dolor y del miedo o la humillación por lo que vendría no lo puedo explicar”.
  • Es el eterno secreto de dar y recibir “de a dos” y cuando fue el momento de enseñarte un estúpido cobarde, en lugar de enseñarte, te utilizó como “cosa” y vos sos más que eso. 

                                                  Mientras hablaba seguía duro instalado en lo profundo de su recto y comencé a moverme tomando un ritmo cada vez más acelerado.  Ahora tocaba hacerle saber que una “pizca” de dolor asociado al placer no tenía porque ser necesariamente malo.  Aferrado a sus caderas no disminuí mi ritmo y llegó un momento en que se descontroló pidiendo más…

 

  • “Más fuerte, dame más fuerte Guille, meté todo, haceme sentir que te estoy haciendo gozar, llename el culo de leche”. 

                                                  Las contracciones, los apretones de su músculo y sus gritos apagados por la almohada me hacían saber que el orgasmo que se estaba gestando sería único.  Al comenzar a gritar desaforada todo su placer, empujé lo más que pude y accedí a su pedido, llenándole los intestinos.  Así nos quedamos por varios minutos, “mi amigo” no quería disminuir su erección y ella apretaba y aflojaba el músculo de su esfínter como si estuviera masajeándolo.  Quedó sin ganas de moverse y a mí me daba lo mismo, así que el baño podía esperar hasta la mañana y nos dormimos totalmente complacidos.  Estaba seguro que de algo le había servido la noche a Norma y eso me lo corroboró a la mañana cuando nos bañábamos pues se empeñó en darme una mamada de antología, diciéndome que era la primera vez que despertaba junto a un hombre y desayunaba con su leche sintiéndose feliz. 

                                                  Luego de tomar juntos el desayuno que correspondía y de charlar un rato en que me hizo saber que no volvería a cometer el error de entregarse al egoísmo de otro sabiendo darse su lugar y que tampoco volvería a molestarme con tonterías de “pendeja”, me preguntó que harían ahora, ella, Nora y Lidia después de lo que habían vivido.

  • Creo que ya se los dije, en principio, deberían aprender que la hipocresía no conduce a ningún lado positivo, tampoco ayuda el que se “encasillen”…  Gozaron entre ustedes, gozamos entre todos y no ha habido parentesco o tabúes de por medio, eso no es sólo “calentura” es adultez, queda entre ustedes repetirlo o no sin imposiciones ni celos ni miedos ni prejuicios, tampoco es cuestión de ventilar el modo de pensar y actuar de cada una porque no todos podrán entenderlo…  La fórmula es Discreción y Adultez, si no lo entienden así van a vivir cargadas de problemas, de los que vengan y de los que se hagan. 

                                                  Después bañarnos y de tomar el desayuno que nos vinieron a servir en la habitación se fue para la casa caminando, no quiso que la llevara, estaba seguro que se había aprendido bien la “historia” y trataría de no cometer más “boludeces” conmigo.  Previendo cualquier tipo de “visitas” ni de Víctor de ninguna de las chicas, me subí a la camioneta y me fui para el lado del río para tratar de averiguar por el servicio de lanchas y los guías que “supuestamente” me llevarían a pescar a los grandes peces del río Paraná y afluentes.  Cuando llegué al lugar me encontré con toda una parafernalia montada para “beneficio” del pescador, lanchas grandes con asientos anatómicos, equipos de pesca con cañas, líneas, anzuelos, carnadas “especiales”, conservadoras con hielo seco, cabañas para pasar el día, confiterías, restaurantes, comercios de venta de bebidas, fiambres, comida variada, repelente de insectos, toda una mescolanza que sólo ellos entendían. 

                                                  No bien estacioné la camioneta en una playa privada de estacionamiento y bajé me rodearon unos muchachos para ofrecerme los servicios de los distintos guías y lanchas que me llevarían a las mejores “correderas” de la zona “asegurándome” la captura de excelentes ejemplares, les dije que sólo estaba mirando y que no me interesaba pescar.  Pronto se desentendieron de mí y me puse a “curiosear” por el muelle observando a los guías y a las distintas lanchas.  Había venido a Corrientes con las ganas de pescar un buen par de ejemplares pero todo me pareció muy “comercialmente” preparado, no es que me pusiera en contra de esa forma de negocio, al contrario, se notaba que estaba todo muy bien montado pero yo tenía incorporada una idea más “artesanal” y lo que me ofrecían no terminaba de conformarme. 

                                                  El solcito del mediodía estaba “apretando” y me percaté que no tenía ni una gorra que me protegiera un poco la cabeza, entonces me acerqué a unos de los puestos de venta de esos “de todo un poco” para tratar de adquirir una.  No había nadie en el puesto y como las gorras estaban a la vista comencé a probarme un par de ella, rápidamente se acercó una señora de unos cuarenta y cinco años que estaba conversando con una chica jovencita en otro puesto similar, era alta, de más de 1,70 mt., robusta, maciza pero no gorda, un busto abundante que se hacía notar bajo el vestido de color claro, el cabello rubio pajizo, boca bien formada de labios medianos, ni finos ni gruesos, unos ojos celestes que daba gusto mirar y una simpatía que irradiaba energía.

  • “Buen día señor, se nota que no está acostumbrado al sol y por acá “pega” bastante fuerte…  Si anda con ganas de pescar, para andar arriba de la lancha esa gorrita no le va a alcanzar, se va a quemar toda la cara y los hombros, a usted le haría falta un sombrero de ala más ancha”.
  • Buen día señora, ¿qué me quiere vender un sombrero mexicano? 

                                                  Se lo pregunté sonriendo y la devolución de su sonrisa hizo la charla más sencilla.

  • “Para nada pero a un citadino como usted le resultaría mejor un sombrero de paja isleño”.
  • ¿Tanto se nota la ciudad que tengo encima?
  • “Algo se le nota aunque no tiene la piel tan blanca y algo de sol le ha venido dando en la cara y las manos”.
  • La verdad, no soy muy “amigo” del sol pero, vivo en el campo y algo siempre “pega” aunque es cierto que en esta zona se siente más.
  • “Usted disculpe pero lo estábamos mirando con mi hija que tiene el puesto aquel -me señaló el lugar de donde había venido-…  Parecía que venía decidido a preguntar en el parador de lanchas y se arrepintió, aparte está solo sin compañero o compañera y como que algo no le gustó”.

                                                  Indudablemente, al ser un día de semana, sin tanta gente o turistas que anduvieran dando vuelta, se prestaba para la charla y noté que al vernos tan entretenidos en la charla se acercaba la hija para sumarse.

  • Para serle sincero, vine al pueblo a saludar a un amigo al que no veía hace años y no pensaba irme sin intentar sacar a un par de “grandes” pero, todo este “comercio” me ha desilusionado un poco, parece muy “montado” para el turista y eso de “te llevo, te paseo, trato que pesques o te “aseguro” las piezas que quieras” no me cuadra tanto, hubiese preferido algo más “isleño”, con gente local, ¿no sé si me explico?
  • “Lo entiendo perfectamente pero, es lo que nos ayuda a subsistir a muchos.  Mis hijas y yo vivimos en la isla y casi, casi que podría darle algún tipo de solución.  Ahí viene mi hija, déjeme consultarlo con ella, después le digo y usted decide, ¿le parece?”
  • No sé lo que me quiere ofrecer pero, con escuchar no pierdo nada. 

                                                  Se acercó la hija a nosotros, saludó y se presentó, lo que, de alguna manera nos obligó a presentarnos, la madre se llamaba Berta, la hija Rocío, de una altura similar a la madre pero con un físico más menudo que, seguramente a los cuarenta sería igual al de la madre.  Tenía 19 ó 20 años, el cabello rubio brillaba y el vestido ajustado que tenía dejaba adivinar un cuerpo hermoso, la cara era la de la madre con veinte y pico de años menos, la simpatía y el don de gente era el mismo.

  • “Rocío, el señor Guillermo tiene ganas de pescar los “grandes” pero con gente local, ¿qué te parece si le decimos a Alfredo para que salga con él a hacer unas “tiradas”?”
  • Yo no tengo problemas en ayudarlo mamá pero ya sabés que hay que hacerlo aparecer como algo de amistad o de parentesco porque él no puede facturar ni hacerlo comercialmente porque no tiene permisos y estos acá son como mafiosos.

                                                  Yo las escuchaba atentamente y lo que decían me producía un cosquilleo que ya conocía, me encantaba “hacer la vista gorda” en algunas cosas y mejor si era para beneficiar a quien lo necesitaba y “joder” a quienes se creían “dueños”.

  • “Esto es así señor Guillermo, tendría que hacerse pasar por pariente nuestro para no perjudicarlo a este hombre ni a nosotras”.
  • Yo no tengo inconvenientes y se habrán dado cuenta que ni pregunté por tarifas ni nada de eso pero, tengo una condición y espero que no lo tomen a mal.
  • “Bueno, usted dirá”…
  • Visto que no hay gente ni actividad comercial para sus puestos, ¿por qué no me aceptan una invitación a almorzar y me cuentan todo al detalle?...  ¿Quién va a dudar de un pariente que las invita a almorzar?

                                                  Las dos mujeres se miraron, se sonrieron y me dijeron que el restaurant era bastante caro, que ellas no iban nunca a comer allí porque no podían costearlo…

  • Hacemos así, yo soy un tío lejano y te cambio los dos almuerzos por el sombrero de paja isleño.

                                                  La risa de las dos no se hizo esperar y luego de cerrar los puestos y ponerle candados, se tomaron de mis brazos, me dieron el sombrero y nos cruzamos al restaurant a almorzar como era debido, pues el hambre ya se me hacía sentir en las tripas.  Al entrar saludaron al adicionista y me presentaron con el mozo como un tío que vivía en un campo cerca de Mar del Plata.  Se sacaron las ganas de pedir una regia parrillada y un bife de chorizo para cada una que hicieron fuerza para tratar de terminarlo aunque no lo lograron, yo pedí lo mismo y lo adobamos todo con un regio vino tinto que nos recomendó el mozo.

                                                  Allí me enteré que Berta era viuda hacía cinco años, que perdió al marido por una enfermedad incurable, tenía 43 años, Rocío era la hija mayor y la menor de nombre Amanda tenía 18 años, ella y el marido eran descendientes de alemanes y vivían en la isla, en una casa grande que les costaba mantener.  El marido había sido Oficial de la Marina Mercante y tenían una Pensión que nunca alcanzaba, la lancha en que se movilizaban hasta el lugar de los puestos, (los que abrían a las 10.00 y cerraban cerca de las 18.00) y otra lancha un poco más grande que era del marido que nunca quiso venderla.

                                                  El isleño de nombre Alfredo era un señor vecino que vivía en una isla a unos 300 metros de la de ellas, estaba casado, tenía tres hijos chicos y sus condiciones de vida eran paupérrimas, subsistía como cazador furtivo de nutrias y carpinchos y de lo que pescaba o haciendo algún que otro arreglo en casas de la isla.  Según ellas, Alfredo sabía de “correderas” (las denominadas “correderas” son canales más profundos por donde se movilizan normalmente los peces más grandes) que no eran ni conocidas ni frecuentadas por los guías del muelle.  No cobraba mucho y lo poco que ingresaba lo utilizaba para vestir y mantener a su familia.  Les dije que se quedaran tranquilas que yo iba a ayudar a ese hombre porque me encantaba la actitud solidaria de ellas.

  • “Hablando de eso”… -dijo Rocío-…  Yo hoy tengo que llevarles unos antibióticos para la mujer que anda con mucho catarro”… 

                                                  Habíamos terminado de almorzar y eran las tres de la tarde, todo transcurrió con mucha alegría y simpatía, ambas mujeres estaban encantadas con mi forma de ser, en realidad, era recíproco y les propuse algo más.

  • Si nos vamos ahora para el pueblo, entre ida y vuelta, nos quedarían dos horas limpias de tiempo para hacer unas compras y mandarle a este hombre algunas cosas, además tengo que averiguar qué tengo que comprar para pescar.
  • “Como quieras Guillermo pero salgamos ya y por cañas y otras cosas olvidate, en casa hay de sobra, lo que si hay que comprar es nafta o bidones de 20 litros que yo cargaría en el surtidor del muelle antes de ir a casa y un par de conservadoras, lo demás que se necesite se le compra a la lancha almacenera”,  -dijo Berta-.

                                                    Aboné el almuerzo y con una Rocío un tanto indecisa, arrastrada por su madre a la que le sobraba decisión y como si nos conociéramos desde siempre, nos subimos a la camioneta y pusimos rumbo al pueblo.  En el trayecto Berta me contaba que hacía mucho tiempo que ellas no venían al pueblo, todo lo que necesitaban lo tenían en las inmediaciones del muelle, además de no existir medios de transportes para cubrir los 20 kilómetros de distancia.  Les dije que iríamos a una de las grandes tiendas y que por ese sombrero isleño y la simpatía de las dos se habían hecho acreedoras a un “Bono de Compra Libre”.

  • “Me explicás como es eso Guillermo”, -La consulta de Berta sonó como a un interrogante de desconfianza-…
  • Voy a ser claro con ustedes, yo “tengo ganas” de que las dos vayan y compren lo que gusten, no es por nada en especial con ustedes ni pienso pedirles nada a cambio, es una especie de compulsión que tengo, me encanta ver a las mujeres comprando y como dinero hay, me doy el gusto, lógicamente no lo hago con todas, es sólo con las que me agradan y llegan.  

                                                  Evidentemente, aquí el “tengo ganas” también funcionaba porque las dos aceptaron de inmediato y sin reticencias la sugerencia y la explicación.  Al llegar a las tiendas decidimos separarnos, yo iría con Berta para el lado de las herramientas y buscaríamos los bidones, Rocío iría para el lado de las ropas y calzados.  Con Berta hicimos rápido y se compró cuatro bidones y un par de juegos de herramientas que le hacían falta, clavos, mechas para perforaciones caseras, tornillos, arandelas y como venía todo individualizado en bolsas transparentes era más fácil.  Se le notaba el apuro para reunirse con Rocío, las “cosas de mujeres” eran más que  importantes.  Yo aproveché para abonar lo de las herramientas y acerqué la camioneta a una de las puertas luego de acomodar lo recién comprado, luego volví a entrar.  Las encontré revisando el sector de ropa de dama, en dos de los carritos grandes había ropa de chicos, calzados para chicos y grandes, ropa interior, vestidos, remeras, short, jeans, un set de maquillaje, champús, jabones, eso por lo que pude ver a simple vista.  Al acercarme Berta me preguntó:

  • “Guille, ¿no estaremos abusando de tu generosidad?”.
  • Para nada preciosa, -noté que lo de “preciosa” no lo esperaba pero no le disgustó para nada y se denunció con la sonrisa- compren lo que quieran, lo único que me preocupa es el horario, van a tener que irse muy de noche.
  • “Si, casualmente eso es lo que hablábamos con Rocío y pensábamos en quedarnos en alguna hostería e irnos con vos mañana temprano.  Yo lo soluciono rápido, le hablo por teléfono a Amanda, le aviso dónde estamos y le digo que le alcance a la mujer de Alfredo unos antibióticos que tengo en mi botiquín, luego los repongo”.
  • Siendo así, ya les tengo solucionado el problema del hospedaje y la cena, yo tengo una habitación de más en la “casita” que alquilé. 

                                                  Lo consultó con la hija y le pareció una buena idea, tampoco iban a poder decirme que no pues a la mínima duda saldría el “tengo ganas” a relucir.  Les dije que siguieran comprando tranquilas, que yo me iba a tomar un café y tenía que hacer unos llamados telefónicos.  Lo llamé a Víctor para enterarme de novedades, fueron las mejores, ya estaban instalados y trabajando, Nora tenía firmada la tenencia del hijo con la negativa del padre y los abuelos para posibles y futuros reclamos y Norma andaba hecha “una seda” colaborando en todo.  Le pedí que le hiciera llegar mis felicitaciones y que me iba a instalar dos o tres días en la casa de un isleño que había conocido y que me había asegurado conocer unas buenas “correderas”.  Me deseó suerte con la pesca y mandó un abrazo. 

                                                  Después de cortar la comunicación con Víctor, aspiré hondo y llamé a la Estancia, apenas si sonó una vez y atendió una eufórica Ana María.

  • “Hola “patroncito”, estábamos esperando tu llamada”.
  • Hola Ana, ¿qué pasó?, ¿está todo bien?
  • “Sí, está todo bien, es que tengo a una “cargosa” al lado que cada vez que suena mi teléfono viene corriendo para ver quién es, ¿vos cómo estás Guille?”.
  • Bien mi cielo, preparándome para irme un par de días de pesca a una isla…  -La escuchaba murmurar algo al lado del teléfono-…  Dame con mi mujer antes de que te pegue.
  • “Ya te doy, parece que está apurada por hablar con vos”.  “Tomá, tomá”,-se escuchó del otro lado del parlante-… 
  • Hola amor, ¿estás bien?, ¿dónde estás?, ¿cuándo volvés?, te necesito a mi lado, te extraño, regresá pronto.

                                                  Le corté la comunicación y esperé un ratito para volver a llamar, volvió a atender Ana María…

 

  • “No le digas nada, “Patroncito” acabo de retarla y está llorando a lágrima viva”.  -Le pasó el teléfono a Carolina-…
  • ¿Estás más calmada?, ¿podemos hablar tranquilos?  Si tengo que cortar nuevamente no vuelvo a llamar.
  • “No amor, estoy bien, tengo mucho miedo de perderte, te necesito conmigo”.
  • De ese modo y con esas ansiedades de inmadura no estás logrando mucho.  Yo también te extraño y te necesito pero con esas actitudes no me estás mostrando los cambios que yo necesito ver.  ¿Cómo están las cosas en la Clínica?
  • “Bien, las cosas están bien, ha venido un montón de gente a hacerse ver, las chicas están atendiendo sin problemas y yo estoy yendo casi todos los días, si seguimos a este ritmo vamos a tener que tomar a otra Doctora y a otra enfermera”. 

                                                  Se notaba que se iba controlando para no decirme todo atropelladamente…

 

  • Está bien, eso decidilo vos…  Yo estoy en Corrientes, en casa de un amigo que no veía desde hace mucho tiempo y mañana temprano me voy un par de días a pescar a una isla, cualquier cosa me llaman porque hay buena señal, si puedo te llamo y voy viendo cómo estás reaccionando y, sinceramente espero que no sea como lo de hoy.  Te amo, las amo y les mando un beso enorme.  

                                                  No esperé que me contestara, no tenía ganas de escuchar explicaciones, además internamente tenía claro que, si no fuera por los sentimientos que habían resurgido plenos con ella y para ella, no estaría haciéndome problemas por Carolina.  Por otro lado, había llegado a la conclusión que el “problemático” era yo pues me molestaba por nimiedades que no sabía dejar pasar, tendría que aprender a “manejar” este modo de ser que antes no tenía tan arraigado, es más, tampoco creía que fuera por el dinero que ahora tenía, creía que “El Pacto”, de alguna u otra manera me afectaba.  Pensaba en eso y me disponía a pedir otro café cuando se acercó Rocío a decirme que ya habían terminado de comprar y la madre estaba en la Caja esperándome. 

                                                  Nos fuimos los dos para el lado de las Cajas y era tal la alegría de la joven que se aferró a mi brazo para caminar a la par preguntándome “de que planeta me había escapado”, la teta dura apoyada en mi brazo me tentó a contestarle que era muy “terrenal” y ya lo averiguaría pero, me contuve.  Los carritos cargados de mercaderías eran cuatro y la cara de incertidumbre de Berta cuando me acercaba a ella me provocó una risa que no pude contener.

  • “¿Querés que saquemos algunas cosas?, ¿te parece que son muchas?”…
  • Para nada belleza, seguramente habrán olvidado otras tantas, me río porque parece que miraras a Papá Noel.
  • “Jajaja, si Papá Noel fuera como vos, más de una no lo dejaría salir de la casa”.  -dijo Rocío, lanzándose a reír sin tapujos, como “soltando” nervios-.

                                                  Nos organizamos para que uno de los chicos que hacían de cadetes del Súper nos ayudara a trasladar todo a la camioneta y acomodar los trastos.  Faltaba poco para las ocho de la tarde-noche y les dije de prepararnos para ir luego a cenar, para ello, iríamos a mi “casita”.  La cabaña las dejó fascinadas, conocían el lugar por comentarios pero nunca pensaron que podrían estar adentro de una de esas cabañas.  Les pedí que se movieran como si fuera de ellas y que como seguramente querrían bañarse y cambiarse les dejaba los dos baños a disposición, me contestaron que usarían uno sólo y se ayudarían mutuamente en sus “arreglos”.  No pude decir nada ante eso, ellas sabrían, lo que sí es cierto es que se llevaron al baño toda una serie de paquetes, evidentemente con cosas que necesitarían para cambiarse o maquillarse o vaya uno a saber para qué. 

                                                  Yo me serví mí whiskicito, hablé al restaurant reservando una mesa para tres para aproximadamente las 22.30, me tomé el trago y me despatarré en el sofá.  Al rato me quedé dormido por más de una hora y me despertó una mano sobre mi hombro y una cascada de cabello rubio que caía casi sobre mi cara.  La sonrisa de Berta me sorprendió y más me sorprendió cuando las vi a las dos paradas junto al sofá, parecían dos valkirias que brillaban.  La Berta y Rocío que había conocido en el muelle quedaron en el baño, éstas eran dos beldades rubias que apabullaban.

  • Hola princesas o ángeles, pregúntenle a Berta y a Rocío si les falta mucho para salir del baño, ya me voy a cambiar yo.
  • “Dale loco, no nos adules que nos vamos a creer que te gustamos” -dijo Berta, esperando una respuesta afirmativa-.
  • Las desalmadas son ustedes, pensé que estaba muerto y que dos ángeles trataban de despertarme. 

                                                  Los jeans elastizados que dejaban adivinar sus formas, las remeras ajustadas que apenas contenían las hermosas tetas similares en cantidad y calidad, las sandalias de tacos medianos y las cascadas rubias que enmarcaban rostros sutilmente maquillados y de ojos celestes que atrapaban más las miradas dulces de agradecimiento y de deseos de las dos me hicieron pensar en dejar de lado la cena pero, un par de horas más o menos no incidiría.

  • Denme un par de minutos que me cambio y nos vamos a cenar.

                                                  Al entrar al restaurant acaparamos todas las miradas, para ellas de admiración, para mí, ya me las imaginaba pero no me hacía problemas por esas miradas de condescendencia o de envidia, incluso, de lástima, yo sabía quién tenía “la sartén por el mango… y el “mango” también”Luego de que se acomodaron y miraron todo con cierto asombro, llegó el momento de ordenar la cena y hay una cosa que parece bastante cierta, cuando uno está saturado de sensaciones particularmente agradables, se hace difícil pensar en comer o que comer, a ella les pasó y me traspasaron la decisión, yo la hice más fácil, llamé al maître y le pedí por favor que nos sorprendiera con una buena elección pero que no fueran productos de río.  Las chicas me sonrieron y aceptaron lo expresado.  Cenamos muy bien, bebimos moderadamente y la cena sirvió para contarnos algunas intimidades.  Supieron de mi “ganancia repentina”, de mí “escapada”, de mi mujer, de la Estancia, de la Clínica. 

                                                  Rocío contó que había tenido un novio hasta hacía un par de meses pero había roto con él porque no le ofrecía nada más que un futuro de “muelle y lanchas de pesca” y ella, aunque tenía un Secundario completo pretendía un poco más, quería otras posibilidades y otros estudios, para lo cual se iría al término del verano a la capital de la Provincia a seguir una carrera universitaria.  Berta, que siempre había tenido un buen pasar, opinaba al igual que las dos hijas que ese no era lugar para crecer y Amanda también quería seguir una carrera, para ello estaba tratando de mejorar la casa para poder venderla a buen precio y sumando la venta de la concesión de los dos puestos de venta turística, pretendían comprar una casa en la capital y poner un negocio más chico para mantenerse.  Me pareció buena idea y se los hice saber.  Las conversaciones ya no daban para más y había que “rumbear” para el lado de la cabaña. 

                                                  Los ojos interrogantes de ambas mujeres llamaban mi atención pero los pezones erectos de las cuatro tetas me hacían pensar que esperaban que me decidiera a pasar la noche con alguna.  Berta me allanó todos los caminos…

  • “Guille, aparte de todo lo que tenés y de lo que hiciste, ¿qué más tendrías ganas de hacer ahora?”  -Se quedaron las dos prestando atención a mi respuesta-…
  • Para serles sincero, “tengo ganas” de acostarme y hacerle el amor a las dos juntas y pasar una noche fantástica sin compromisos posteriores. 

                                                  La primera que pegó un salto levantándose de la silla fue Berta, de inmediato la siguió Rocío…

  • “¿Qué estamos esperando?, yo me estoy derritiendo, tengo ganas de sentirte y de gozarte.  Hace como siete años que no sé de hombre alguno y me has despertado todas las ganas juntas.  Hacé lo que quieras conmigo Guille, ya estoy toda mojada”.  -Rocío no se quedó atrás y me pedía por favor que nos apuráramos, que ya no se aguantaba-…
  • “Me van a tener que enseñar un montón de cosas pero estoy dispuesta a aprender lo que sea.  Pagá, Guille pagá, de verdad no me aguanto las ganas”.

                                                  Yo me sonreí y firmé la adicción, nos fuimos caminando hasta la camioneta con las dos agarradas de mis brazos y refregando las tetas duras contra ellos.  Rocío subió atrás y mientras ponía en marcha el vehículo acariciaba mi pecho con sus dos manos y gimiendo, besaba mi cuello.  Berta se inclinó hacia mi entrepierna y acarició a “mi amigo” endurecido por sobre el pantalón exclamando que aparte de gozar, estaba segura que hoy iba a “sufrir” un poco.

                                                    Cuando entramos a la cabaña, no se detuvieron en el comedor, directamente fueron hacia la escalera a las habitaciones superiores, yo las seguí observando que, si bien un poco más grande el de la madre, la estructura de los culos eran similares y por lo que se podía ver, habían aprovechado a comprar ropa interior muy diminuta porque no se les notaba puestas.  Entraron en la habitación y cuando lo hice, se me abalanzaron ambas poniéndome los brazos alrededor del cuello, yo las tomé a ambas de las cinturas.  El beso de Berta fue feroz, como queriendo comerme la boca y sacando a flote ganas adormecidas, su lengua me recorrió toda la boca y la hija tuvo que tirarle del cabello para sacarse las ganas de besarme ella también.

                                                  Berta no se quedó quieta y se arrodilló, desabrochó mi cinturón bajando el cierre para, seguidamente, bajar mis pantalones y mi ropa interior, haciéndose “dueña” de “mi amigo” que agradeció la liberación cabeceando.  Lo tocó, lo besó, lamió todo el glande y, de apurada, se atoró tratando de introducirlo de una hasta su garganta pero no desistió en su intento, volvió a insistir y pronto aplastó su nariz en mi pelvis dándome un placer que no esperaba tan rápido.

                                                  Rocío continuaba con sus besos y tiró de mi remera para sacármela por la cabeza, a los saltos llegué hasta la cama y cuando caí en ella, tirando cada una de un camal, me liberaron del pantalón, quedé boca arriba con “mi amigo” apuntando al techo.  Mientras la jovencita se sacaba la remera y exhibía un hermoso sostén que apenas podía contener sus tetas, miró sorprendida a mi pene y luego la miró a la madre, ésta la empujó suavemente hacia la cama.

  • “Despacio y tranquila hija, vas a ver que no es tan difícil”… 

                                                  Le decía a la vez que le soltó con agilidad el cierre del sostén liberando esas tetas prodigiosas de areolas grandes y pezones oscuros y grandes completamente erectos.  Se dejó caer sobre mí para acercarme las tetas a mi boca y me dediqué a besar, lamer y absorberlos con fuerza, los gemidos no se hicieron esperar, tampoco los movimientos sobre mi cuerpo como si estuviera reptando, unos instantes después comenzó a bajar sin olvidarse de besar toda la piel que encontraba a su paso, al llegar a la entrepierna tomó mi pene con las manos y siguió con besos, lamidas y absorciones al glande.  No podía lograr que el tronco pasara la mitad de su boca y sus entradas y salidas tenían ese límite, no me satisfacía su “paja bucal” y como noté que la madre estaba sacando sus pantalones desnudándola por completo, le pedí que la tocara para incentivarla un poco más.

                                                  Berta no lo dudo, más “de armas tomar” sepultó su cara en la vagina de la hija y la hizo saltar como si hubiera tocado un cable pelado, yo aproveché para poner las manos en su cabeza y de un golpe de cadera llegué al fondo de su garganta.  Casi vomita por la arcada pero no la saqué del todo y seguí entrando y saliendo hasta la mitad, cuando gemía y se contraía por la lengua de la madre, empujaba hasta su garganta, dos o tres veces así y ya lo hizo sola, hasta que me di cuenta que un orgasmo enorme la asaltaba y, más vale prevenir, salí de su boca dejándola gritar como desaforada y convulsionar a gusto hasta quedarse quieta y tranquila.  La madre asomó su cara de entre sus nalgas y la tenía empapada en flujos con una enorme sonrisa de satisfacción, yo salí de mi posición y Rocío aún quedó tirada boca abajo, besé la cara y la boca de Berta dándome cuenta que ya no tenía ropa alguna que la cubriera y amasé sus tetas, un poco más flojas que las de la hija pero igual de suculentas y receptivas, el gemido cuando absorbí su pezón fue más que elocuente pero no me entretuve mucho allí.

  • Subí a la cama mi cielo, tengo ganas de comerte hasta que me pidas que pare. 

                                                  Subió a la cama y sola se puso en cuatro abriendo las piernas, quedó su vagina y su culo totalmente depilado, al igual que el de su hija y, eso me sorprendió, a mi disposición y luego de lamer el interior de sus muslos me dediqué a “jugar” con mi boca por debajo y entremedio de sus nalgas.  Apenas apliqué mi boca en su vagina se dejó ir en un orgasmo que me mojó parte de la boca y la barbilla, parecía que lo estaba aguantando esperando lo que sucedió.  Yo no me quedé quieto, seguí insistiendo en el lugar y cuando metí el pulgar en su ano el grito de placer fue enorme e hizo reaccionar a Rocío que metió la cabeza por el costado, debajo de los brazos de la madre para ocuparse de lamer y chupar sus tetas. 

                                                  El cuadro estaba completo y sacando mi boca la cambié por mi glande que coloqué en el agujerito de su vagina para empezar a penetrarla despacio.  Lubricada y todo la sintió y la sintió bastante porque su estrechez era elocuente, yo sentía como los músculos se dilataban al paso del tronco y no aflojé la introducción hasta que choqué mi pelvis con sus nalgas.  El “SÍÍÍÍÍÍÍ” que dejó escuchar gritando a viva voz, me sonó a triunfo y a satisfacción compartida.  Primero entré y salí despacio, luego fui incrementando el ritmo hasta que el sonido del choque de mi pelvis con sus nalgas se hizo sentir en toda la habitación por sobre el sonido de sus gemidos y grititos de placer.  Gritaba pidiendo más profundidad, más fuerza y a la vez parecía orar dando gracias por todo el placer y las sensaciones, sus orgasmos se sucedían y después que otro orgasmo la asaltara y la venciera ya no pudo aguantar la posición y se desplomó de bruces sobre la cama, iba a seguir hasta terminar pero preferí intentar con la hija y le dije que adoptara la misma posición.

  • “Yo me pongo como quieras Guille pero entrá despacio, nunca tuve nada tan grande adentro, tengo muchas ganas aunque también tengo miedo”.
  • Relajate y dejame a mí, no te prometo que no la vas a sentir pero te aseguro que la vas a gozar.

                                                  Me pareció menos estrecha que la madre pero igual la sintió.  Los gemidos de dolor no alcanzaron a equipararse a los de placer y me detuve a mitad de camino para entrar y salir lentamente, en principio los movimientos sólo los hacía yo pero, apenas unos instantes después, comenzó a colaborar moviendo sus caderas y sus nalgas buscando que la penetración se hiciera más profunda.

 

  • “Siento que me estás partiendo Guille igual seguí, el dolor está pasando y comienzo a necesitar sentirte más adentro.  Empujá un poco más, un poco más fuerte”. 

                                                  Esas palabras fueron el “disparador” y empujé hasta estar completamente adentro de ella.  El glande tocó la matriz y desde allí mis movimientos se hicieron más seguidos y penetrantes.  Los de ella se convirtieron en desaforados, casi convulsivos acompañados de gritos y gemidos que no dejaban dudas de los orgasmos que la asaltaban.  Berta, ya recuperada y haciendo gala de una agilidad inusual, se sentó delante de la cara de la hija y acercó su entrepierna a su boca mientras con una mano en la nuca le indicaba lo que pretendía.  Rocío lo entendió a la perfección y aplastó su cara y boca en la vagina de la madre arrancándole gemidos de placer.  Mis movimientos no impidieron que jugara con mis pulgares introduciéndolos y tratando de dilatar su ano que parecía palpitar. 

                                                  Alguien ya había andado por allí y quise intentar, salivé el lugar y la punteé con el glande, no hizo ningún amago para retirarse y seguí entrando.  Movía sus nalgas con satisfacción y acomodándose, el tema fue cuando el glande seguido de todo el tronco penetró el esfínter y no se detuvo hasta llegar a lo más profundo.  Berta se desesperó ante el grito de su hija y lo único que atinó a hacer fue a aplastar su cara aún más en su entrepierna y gritar ella su propio orgasmo. 

                                                  Los segundos que permanecí quieto instalado en el fondo del culo de Rocío sirvieron para que el túnel se amoldara al grueso de la pija y cuando ella hizo fuerza, empujando como para que penetrara más, comencé a entrar y salir rítmicamente.  La joven quedó con la cara entre las rodillas de la madre que se había dejado caer un poco más allá con los brazos en cruz y los ojos cerrados, respirando todavía agitadamente, ésta, Rocío, se aferró a las rodillas de la madre con sus brazos y colaboró con los movimientos de entrada y salida acoplándose rápidamente al ritmo moviendo rápido sus nalgas.

                                                  Esta vez el orgasmo fue uno sólo pero apretó el miembro con el músculo anal y pareció que le había dado electricidad, pedía “más y más” y no la hice desear, seguí unos segundos más hasta que, en lo más profundo deposité toda la leche que venía conteniendo.  Apenas pudo dar otro apretón al sentir el calor del líquido y quedó como desmayada, yo salí despacio y noté que no podía cerrar el agujero de su culo, estaba seguro que no se esperó nunca ese goce.

                                                  La madre la ayudó a trasladarse hasta el baño y la bañera grande nos albergó a los tres y mientras el agua de la ducha pegaba en la espalda, Rocío era acariciada por su madre quien la enjabonaba con cariño, el beso que se dieron agradeciéndose mutuamente por lo experimentado volvió a “despertar” a mi adormilado “amigo”, todavía sin estar al 100% me apoyé en la espalda de Berta haciéndole sentir su incipiente dureza entre las nalgas.

  • “No te imaginás como te siento Guille pero no sé si podría aguantar a tu pene penetrando mi culito”.
  • “No sabés lo que es mamá, yo había tenido sexo anal con mi novio y me gustaba pero… esto fue, no sé explicártelo, me había prometido no gritar aunque me doliera, no pude mamá, fue más fuerte que yo, si no hubieras estado ayudándome habría llorado primero por el dolor  después por el placer, nunca sentí nada igual”.
  • De todos modos, aunque me gusta, no voy a intentarlo ahora, me estaría forzando y ustedes merecen más que eso…  Igual tengo una pregunta para hacerles, ¿ya había practicado el sexo entre ustedes?
  • “No Guille, jamás, aunque hemos sido las tres muy abiertas para hablarnos y entendernos, nunca se nos había pasado por la cabeza, creo que lo mejor es que fue espontáneo y, no me quiero equivocar pero nos agradó a las dos”.  -Eso lo decía Berta y Rocío asentía con la cabeza-…  “Me parece que las noches en la isla no volverán a ser tan solitarias ni frías”.

                                                  Los tres reímos con la salida de Berta y luego de secarnos nos fuimos a dormir a la otra habitación…

Continuará…

 

Por favor, si les gusta, valoren y comenten.

 

Gracias.  GUILLEOS1.

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Mi timidez y mis tías (14)

Mis primas de la capital (15)

Mi timidez y mis tías (13)

Mi timidez y mis tías 12

Mis primas de la capital 14

Mi timidez y mis tías 11

Mi timidez y mis tías 10

Mi timidez y mis tías 9

Mi timidez y mis tías 8

Mi timidez y mis tías 7

Mi timidez y mis tías 6

Mi timidez y mis tías 5

Mi timidez y mis tías 4

Mi timidez y mis tías (3)

Mi timidez y mis tías 2

Mi timidez y mis tías 1

Mi coño conquistó New York. (2)

Mis primas de la capital (13)

Mi coño conquistó New York.Cuando decidí labrarme

Para un concierto lo mejor es un trío… o más (3)

Para un concierto lo mejor es un trío… o más (2)

Mis primas de la capital (11)

Mis primas de la capital (12)

Mellizos y gemelas, de gavilán a paloma.

Mis primas de la capitál (10)

Para un concierto lo mejor es un trío, o más.

Mi ahijado, su hermano y su madre

Mi ahijado, su hermano y su madre

Mis tetas decidieron mi destino por mí.

Entre mi padre y mi tía me quitaron mis complejos.

Mis primas de la capital (9)

Mis primas de la capital (8)

Ayudando a mi mamá

Mis primas de la capitál (7)

Mis primas de la capital (6)

Mis primas de la capital (4)

Mis primas de la capital (5)

Mis primas de la capital (3)

Mis primas de la capital (2)

Mis primas de la capital

Dos que valen por tres.

Al conocer mi adopción encontré la felicidad

El chat me ayudó con mi sobrina (Continuación 2)

El chat me ayudó con mi sobrina (continuación)

Mi gran desgracia mi polla Final

Mi gran desgracia mi polla continuación

Mi padre y mi tio tienen los mismos gustos

He tenido mas corridas que km. en mi carrera

Mi gran desgracia .. mi polla

Me casé con una miss

Me gusta ser chófer (TOMO II)

Me gusta ser chófer (TOMO I)

Bienvenida mi jubilación

Tengo una familia atipica pero con mucha memoriT

Bienvenida mi jubilacion tomo 2

Mi primer viaje en avión

Desde el balnerario con amor

El chat me ayudo con mi sobrina