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Me hicieron creer que era afeminado. (28)

en Amor filial

                                      Cuando conté a Rosa la visita a Doña Angustias quedó un poco triste, aunque por otro lado se alegró, imaginaba que habría tenido que follarla y sabía que no me ilusionaba pero al conocer mi incursión en la habitación de su sobrina y sobre todo la “función” que había visto con el Ama de Llaves perseguida por un “fauno” se rió con ganas, no esperábamos que la señora gruesa volviera por una larga temporada.

                                      A quien tampoco esperábamos era la visita de una mujer preciosa, cuando entró tímidamente asomando la cabeza por la puerta creímos que nos habría confundido por alguna de las tiendas vecinas pero al iluminarse una sonrisa encantadora en su cara supe que se alegraba de verme.

  • ¡Hola, buenos días!, sin duda tú debes ser Carlos…
  • Hola, sí soy Carlos pero yo no tengo el gusto de conocerte, todavía…
  • ¿Ah, no? ¡qué desilusión! ¿no te dice nada una chica morena, ojos verdes, talla 100 de pecho, con el culo alto y unas caderas como un cántaro romano?
  • ¡EMILIA!, ¡claro, eres exactamente como te describió tu hermana Inés, aunque se quedó corta, eres todavía más preciosa, encantado de conocerte en persona!
  • Lo mismo digo, a ti también te describió perfectamente, por lo menos en lo que puedo ver.  Jajaja.
  • Pues imagino que si fue tan exacta en lo que se aprecia de ti, también lo será en tus gustos…
  • ¿En mis gustos, que dijo, que soy golosa, detallista…?
  • Imagino que todo eso pero también que te gusta follar como a nadie.  Jajaja.
  • Mmm, ya hablaré yo con Inés, porque en eso las tres hermanas somos iguales, jajaja.
  • ¿Y… qué te trae por aquí?, me diste una sorpresa muy agradable, creí que no te iba a conocer, aunque no perdía la esperanza.
  • Vengo primero para hablar contigo y luego…
  • Dime pues…
  • No sé si te contó mi hermana también que soy editora de una importante revista de moda, al ver el vestido que le cosiste para el evento de Ginebra me han llegado un montón de llamadas interesándose por el modisto que le había diseñado ese vestido fantástico, ella nunca llegó a decir que eras tú para no perjudicar tu carrera antes de empezar y dejó a todo el mundo con la incógnita pero ya sabes cómo funciona este mundo, las agencias, las revistas y los fotógrafos buscaron en el entorno de Inés y llegaron a mí.
  • Vaya, no creí que fuera para tanto.
  • ¡Uff, no tienes idea!, Inés me advirtió de lo que te iba a caer encima porque sabe que todavía eres bisoño en éste ambiente, por eso me pidió que viniera para avisarte y aconsejarte, si quieres, sobre la oleada de fama que vas a coger.
  • Me está dando pánico, yo sólo soy una persona con ganas de trabajar y hacerme un sitio en la moda pero todo esto así de golpe…
  • No te preocupes, tampoco es para tanto, ya irás haciéndote a la idea… aunque veo que tienes buenas condiciones, te has montado un taller con mucho gusto, puedes competir con otros profesionales con “nombre” y además no eres nada “divo” eso a la mayoría de mujeres nos gusta, que nos traten con respeto pero sin miedo.
  • De eso sí que puedo presumir, me encantan las mujeres, aunque algunos no lo crean, pero me gusta tratarlas con la máxima dulzura y sensibilidad.
  • Jajaja, de eso ya estoy informada… mmm, el famoso sofá…  Inés contó que es muy cómodo y me recomendó que lo probara.
  • Jajaja,… Inés… es una belleza (mejorando lo presente, claro) tiene un cuerpo divino, me habría gustado verla en la Feria al lado del coche rojo deportivo.
  • Sí que estaba preciosa, yo fui expresamente para verla porque los coches que presentaba son inalcanzables para mí aunque a ti te veo con uno a no tardar mucho, jajaja.
  • Ya quisiera yo, te llevaría conmigo para presumir de mujer…
  • Mmm ¡qué cómodo es el sofá, siéntate conmigo y hablamos!

                                                  Emilia vestía una blusa cruzada de seda verde con unos pantalones acampanados beige, llevaba un cinturón muy ancho de adorno apenas abrochado que casi le llegaba por debajo el pecho y al sentarse le presionó por debajo del pecho subiendo las tetas hasta casi salir por la abertura de la blusa, quedé asombrado porque al abrirse las solapas no vi sujetador alguno, ella se fijó en lo que yo estaba mirando, comprendió y se echó a reír.

  • Jajaja, veo que te fijas en mis tetas.
  • Waw, lo siento pero no puedo disimular cuando veo así una maravilla de la naturaleza.
  • Bueno son dos, jajaja.  Nunca me acuerdo del peligro de éste cinturón, me suben las tetas casi hasta el cuello, me lo voy a quitar…
  • ¡No, espera!  No me prives de esta visión todavía.
  • Si te gustan tanto no seré yo la que te lo impida.
  • No por favor, no pienses que soy un adolescente mirón, lo que ocurre es que tus tetas no son frecuentes, con el volumen que tienen y se mantienen sin sujetador.
  • Ya lo creo, todas mis amigas me envidian, en la oficina competimos y siempre gano yo, los hombres no se lo creen hasta que no las tocan, ¿te lo crees?
  • Sí tú me lo dices lo creo, aunque no te miento si te digo que me encantaría tocarlas.
  • Encantada, Inés me dijo que tienes unas manos muy suaves y una lengua…
  • ¿Te gusta que te las chupen?
  • No me gusta, me vuelve loca, me duelen los pezones nada más pensarlo, mira cómo están ya.

                                                  Emilia tiró de la blusa para que saliera de los pantalones, ya se había quitado el cinturón “armadura” y las tetas apenas habían bajado dos centímetros, separó cada una de las solapas de la blusa y quedó con las tetas apuntando hacia arriba con apenas curva por debajo del pezón, a su alrededor más que una areola parecía una galleta María y cuando Emilia quedó a la espera de mi “inspección” mis manos a la par acudieron para valorar aquellas tetas perfectas.

                                                  Desde abajo hacia arriba fui recorriendo aquellos pechos redondos que apenas se aplastaba por el peso, estaban duros y altos pero lo que más me sorprendió fue que Emilia sacara la lengua esperando que le subiera uno para chuparlo ella, lo hice y a la vez le chupé el otro.  Emilia se recostó sobre el respaldo lamiendo su pezón izquierdo, le venía justo para llegar con la punta de la lengua pero yo chupaba con glotonería el mío, lo tenía en la boca entero, había aspirado hasta la areola y lo notaba en el paladar, la lengua pulsaba el pezón que apenas podía doblarlo de duro que estaba.

                                                  Noté cómo se soltaba el botón de mi pantalón y luego el de Emilia, yo creí que había sido ella y ella que había sido yo aunque de reojo vi a Rosa que se había acercado a nosotros silenciosamente apretándose las tetas también, desde el almacén controlaba lo que pasaba en el sofá que estaba al abrigo de las miradas desde la calle.

                                                  Rosa estaba dispuesta para facilitarnos las cosas, me sacó la polla y descubrió el capullo, le dio una lamida y lo dejó brillante mientras que Emilia estaba con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás disfrutando de mi chupada.  Al notar que la presión en la cintura aflojaba levantó un poco el culo creyendo que quería bajarle el pantalón cosa que hizo Rosa, la piel morena de Emilia contrastaba con sus bragas blancas caladas, no se le notaba vello aunque sí el triángulo oscuro de la raíz recién depilada.

                                                  Mi compañera me cogió la mano y la llevó a la entrepierna de Emilia pero no me abandonó, siguió mis movimientos y entre los dos ladeamos el camal de la braga y separamos los labios del coño de la morena.  Emilia estaba en una nube con mi boca en su teta, suspiraba y me hacía acompañar en el movimiento de cabeza a su teta, mi mano (y la de Rosa) acariciaba el clítoris de la Editora que con las piernas abiertas sacaba el culo del asiento para que le metiéramos los dedos en el coño.

                                                  La mano de la chica buscó y encontró mi polla vertical y se aferró a ella, la subía y bajaba lentamente apretándola para sentir hasta la mínima vena, Rosa apartó las bragas y las “colgó” en una nalga de la morena, llevó dos dedos a su coño y suavemente los metió como a ella le gustaba que le hiciera, por su parte rozó el anillo del agujero negro que aparecía entre sus nalgas y al no notar rechazo pulsó hasta meter medio dedo.

                                                  La chica se corrió entre las manos de Rosa y mía, aguantamos recogiendo la avenida de jugo que manaba del coño, en sus calambres dio indicios de “despertar” del sueño y Rosa agachada desapareció hacia el almacén.

                                                  Emilia abrió los ojos lentamente como despertando de un dulce sueño, se incorporó y se sentó sobre mis rodillas, fue resbalando por mis muslos hasta que notó el capullo entre sus labios, siguió resbalando y el glande se abrió paso arrasando lo que encontraba a su paso, el clítoris tuvo que ladearse para dejar paso a aquel ariete y los labios menores se apartaron asustados al verlo llegar, lo resbaladizo del coño hizo que del propio peso de Emilia la polla se fuera metiendo hasta que estuvo completamente sentada sobre mí, sus tetas se pegaron a mi cara y pude chupar el otro pezón que había sido “castigado” por ella, claramente el que chupé yo estaba más morado y salido pero pronto los dejé iguales.

                                                  Mis manos no quedaron ociosas y después de acomodar sus nalgas para que mi polla entrara vertical hasta su cintura buscaron donde Rosa había comenzado a hurgar, noté que había avanzado la labor porque estaba distendido y mi dedo se coló apenas apretar, seguí presionando y ella moviendo el culo me iba dirigiendo hasta que me faltó dedo, como siempre hacía en estos casos lo sacaba y lo acompañaba de su compañero, con dos dedos en el culo Emilia empezó a degustar la dilatación y presionaba más con su coño para sentirse llena, mi boca no daba abasto, las altas y redondas tetas me hicieron pensar que las tenía operadas por la dureza que mostraban pero ella adivinó mi pensamiento al apretárselas y me susurró al oído.

  • No lo dudes, son naturales, todas mías ¿te gustan?
  • Me gusta “todo” lo tuyo Emilia.
  • Y a mí me enamora tu polla y tus dedos… parecen otra polla que me encula a la vez, ¿te gusta meterla por el culo?  A mí me encanta.
  • Pues date la vuelta y te pones de rodillas en el sofá que la voy a clavar hasta que balbucees.

                                                  Vi a Rosa que asomaba por detrás de Emilia, se había desnudado completamente y con una mano se pellizcaba un pezón y con la otra metía dos dedos en su coño, me mostró cómo los tenía y vi la humedad que se deslizaba por la mano hasta la muñeca.

                                                  Emilia separó las nalgas con las dos manos apoyando la cabeza también en el asiento de sofá, le pasé la polla como un pincel por el coño y ya mojado apunté al culo, se le notaba bastante dilatado pero no lo suficiente.  El grito que dio debió oírse en las tiendas de al lado pero sólo fue la entrada, luego mi polla fue clavándose lentamente sin parar hasta adentro.

  • ¡Qué dolor Carlos, Inés no me advirtió de esto!
  • No me creo que no te hallan follado antes este culo tan precioso.
  • Sí, me culearon alguna vez pero eran pijas delgadas y con más cuidado, tu polla me ha forzado la entrada, me has partido el culo Carlos.
  • A veces debo tomar decisiones drásticas, vi el culo dilatado pero todavía no lo suficiente por eso tuve que presionar un poco más, espero que me perdones.
  • Ya ha pasado, sólo fue el instante que entró el capullo, estaba muy seco.
  • Tienes razón, a tu hermana le puse crema.
  • ¡Ah por eso!  A ella le encantó notar como la llenabas de polla.
  • Es que eres más estrecha que ella, lo noté nada más meterla en el coño también, pero estás deliciosa, pareces una adolescente.
  • ¡Qué bien sabes quedar!  Me partes el culo y aún tengo que sentirme dichosa, jajaja.  Si me vieran en el despacho se iban a reír todos, jajaja.
  • Si no quieres, no lo cuentes pues.
  • En el despacho no pero a mis hermanas sí que se lo contaré, sobre todo a Nerea, ella no ha probado todavía una polla por el culo.
  • ¡Mmm, que pena porque me gustaría follarla también como a vosotras dos!
  • La convenceremos entre Inés y yo, te gustará, es todo lo contrario a nosotras, de cabello rubio casi blanco y lacio con una melena larga y una tetas pequeñas, creo que una talla 90, delgada y alta, no sé si te gustará porque no se depila el coño pero el vello casi no se le ve, tiene unos labios tan fijos que parece que los hubieran dibujado, jajaja, no sé si le podrás meter esta polla enorme, jajaja.
  • Me estás poniendo más cachondo a cada momento, me voy a correr en tu culo de un momento a otro.
  • ¡No, espera muévete más deprisa que me está llegando la corrida!, cuando me ha llegado al fondo parece que me han dado corriente y me vengo ya.
  • Pues no te duermas que mi polla ya añora a Nerea, me pica la curiosidad de abrirle el coño con mi polla y luego veremos si su culo dilata lo suficiente, has hecho bien en contármelo, estaré prevenido de aceite de bebé o crema hidratante.
  • Ya tengo ganas de que me lo cuente ella, se lo diré también a Inés para que esté pendiente.

 

                                                  Cuando me cogí a su cintura y empecé a clavarle la polla como una máquina de coser Emilia gemía, dando golpes con el puño en el sofá, se corrió gritando que la follara más duro, parecía que ya había olvidado el dolor que le produje al meterla.

  • Ya… ya te puedes correr tú, me ha venido todo de golpe, estoy deshecha, tengo el culo ardiendo pero… me encanta, dame tu leche.
  • ¿Dónde la prefieres?
  • Donde gustes, si quieres regarme el culo ya lo puedes hacer.
  • No, prefiero ducharte los pezones, esas tetas merecen mucha atención y se la voy a dar, cógeme la polla entre ellas y muévete, me vas a hacer una paja cubana.
  • ¿Así, lo hago bien?
  • Joder, lo haces de maravilla, ¿Dónde lo has aprendido?
  • Jajaja, con la práctica, a todos les gustan mis tetas y yo soy muy complaciente, jajaja.

 

                                                  Ya no hablamos más, aguanté hasta que pude, la polla le salía casi a la altura del cuello, con aquellas tetas atrapándola cabían hasta los huevos en el canalillo, cuando salió la primera ráfaga soltó las tetas y la polla se encabritó casi vertical, parecía una fuente cuando le llenaba la cara de semen, tuve que cogerla al vuelo aunque era difícil, porque ondeaba suelta y dirigirla a sus pezones.

                                                  Cuando acabé de eyacular, había leche por doquier, ella la repartía por todas sus curvas, me enseñó las palmas de las manos que le brillaban de leche y las lamió con deleite.  Rosa también me mostró desde su escondite como sus dedos estaban blancos de espuma, entre ellos unos hilillos pegajosos demostraban que se había corrido en la clandestinidad.

  • Ufff, que fuerte ha sido Carlos, Inés se quedó corta, es una lástima que me tenga que ir ya, habríamos repetido la follada aunque me fuera a casa en ambulancia, jajaja.
  • Y yo a Cuidados Intensivos del hospital, jajaja.
  • Bien, perdona que me haya “distraído” con ésta cogida brutal pero el motivo de mi visita era inicialmente comentarte que estamos interesados en hacerte un reportaje de moda, saldrás en primera plana, te ayudaremos en lo que podamos para mantenerte alejado de las “fieras” de la prensa hasta que tú nos digas, ¿te parece bien?
  • Bueno… no sé, soy novato en todo esto, imagino que será lo mejor.
  • ¡Ah y por dinero no te preocupes, te pagaremos muy bien, la revista se venderá mucho con esta exclusiva, ya verás!

                                                  Rosa salió de detrás del almacén como ignorante de todo y le acercó con toda naturalidad el pantalón y la blusa, al acercarse a ella se quedó mirando descaradamente las tetas de Nerea y sin pedir permiso las cogió por debajo.

  • Mmm, buenas tetas, deben estar deliciosas ¿me permites?

                                                  Antes de que Nerea se diera cuenta Rosa le estaba chupando los dos pezones brillantes de leche, provocando que salieran otra vez duros.

  • ¡Ah, tú debes ser Rosa!, Inés me habló también de ti, dice que comes el coño de una forma exquisita, lástima que tenga prisa, la próxima vez cuenta conmigo.

 

                                                  Rosa le hizo una reverencia cuando le devolvió las tetas y sonrió, pasó la mano entre los labios mojados de Nerea y chupó los dedos coquetamente.  Cuando Rosa acompañó a Nerea a la puerta me senté en el sofá, tenía la polla caída pero Rosa al volver se arrodilló entre mis piernas y la metió en la boca.

  • He sufrido mucho viendo cómo la follabas.
  • ¡No me digas que te has puesto celosa!
  • Mmm, un poco sí al verla correrse de esa manera, sé que no tengo ningún derecho y quiero lo mejor para ti pero el ver cómo entra esa verga en otro coño…, en fin ya pasó… deja que te coma la polla.
  • No, comérmela no, te voy a follar o mejor dicho vamos a follar que ya pasa de la hora de cerrar, jajaja.

                                                  Cuando cerramos el taller las piernas me temblaban un poco y Rosa andaba un poco despatarrada, habíamos follado de todas las posturas y por todos los agujeros y luego fuimos a cenar.

  • ¡Pero hoy pago yo, te lo advierto Carlos, has hecho que me entren ganas de comer!
  • ¿Más todavía? Creí que habías quedado saciada, jajaja.
  • De tu polla nunca, jajaja.

 

                                                  Ya había pasado mucho tiempo desde que abrí el taller, iba haciendo cada vez más encargos de vestidos, el boca a boca funcionaba pero sobre todo estudiaba y hacía pruebas con los patrones más diversos, estudiábamos modelos de actrices y princesas y gente elegante y intentábamos descubrir cómo estaban hechos para aprender los secretos de la costura, a Rosa le pagaba poco, ella era la primera que no quería cobrar pero cuando recogía dinero le daba una buena parte, tenía la misma ilusión que yo en que me hiciera famoso.

                                                  Lo que no creímos nunca que ocurriera pasó, una tarde la luz que entraba por la puerta de cristal se oscureció y al abrir una señora muy gruesa apareció con una sonrisa de oreja a oreja, era doña Angustias que al llegar a mitad del taller dio una vuelta para demostrar que ya estaba curada de su esguince.

  • ¡Hola guapetón!, ya estoy bien y dispuesta a todo.
  • Buenas tardes doña Angustias, me alegro mucho de verla… curada.
  • Y a mí de verte a ti, no sabes las ganas que tengo de estar contigo, no he podido esperar a llamarte y me he presentado aquí.
  • Pues usted dirá.
  • Mmm, ya lo sabes pillín, quiero… que me hagas un vestido.
  • Pues está en el sitio indicado, si quiere pase al probador y le tomo medidas.

                                                  Rosa me miró, ya estaba preparando café para la señora y al verla entrar al probador quitándose toda la ropa me compadeció.

  • Perdona si me he quitado demasiada ropa, no sé tú modo de trabajar pero así serán más fieles las medidas, al tener tanto “Michelin” no es igual que esas “lagartijas” que se ven por ahí.
  • No diga eso doña Angustias, que no está nada mal, sólo es cuestión de escalar un poco los patrones…

 

                                                  Realmente el cuerpo de la señora se salía por el banquito tapizado del probador, las nalgas y sus pliegues rebosaban con creces y sus bragas apenas se veían, pese a ser altas, entre medio de tanta carne, las tetas eran inmensas y le caían sobre la barriga llegando casi al ombligo donde nacía un vientre lacio que cubría el pubis, aun así tenía algo, quizá el morbo de la simpatía que irradiaba que no me parecía nada mal, ella misma se miraba en los espejos y parecía ver reflejada a una sílfide y no quise desengañarla.

                                                  Pasó la mano por la bragueta cuando tuve que rodearla con los brazos para tomarle la medida de contorno de cadera, fue un leve roce pero que mi polla acusó y más al volver a tocármela, esta vez con más intensidad al medirle la cintura, con los brazos levantados para tomar el contorno de pecho las tetas se levantaron casi quince centímetros y los pezones aunque ovalados por el peso se le pusieron duros.

  • ¿Ves que tetas tengo?  Así casi las tengo como cuando tenía quince años, entonces sí que estaban duras y sensibles, me acuerdo de la primera vez que me las chuparon, fue un chico que trabajaba en mi casa de campo, mis padres eran muy ricos, y teníamos de todo, el chico estaba al cuidado de los caballos y un día fui a acariciar a mi yegua, el caballo de al lado tenía una verga como el brazo o más y quería montarla, yo quedé asombrada de aquella “cosa” que le golpeaba el vientre dando cabezadas.    El chico me cogió por detrás, yo estuve quieta aunque sentí su polla en la falda a cuadros que llevaba, ladeó la trenza y me besó en el cuello, no me moví, me gustaba y me ponía los pezones muy duros, él lo descubrió y se empeño en besármelos, me prometió enseñarme su polla a cambio y quedamos de acuerdo, abrí el vestido tumbados en el heno, ya llevaba sujetador desde hacía tiempo porque me crecieron pronto y mucho, el chico se lanzó sobre mi chupándome los pezones, yo mirando al caballo le cogí la polla, no era ni mucho menos tan grande pero se levantaba igual, cuando acababa de lamerme una teta y pasó a la otra sentí como me mojaba la mano, el chico se había corrido tan sólo con cogérsela, le dio mucha vergüenza y aunque le dije que no pasaba nada ya no volvió, yo no conté nada a nadie pero alguien descubrió la leche en el suelo y sumaron dos y dos y a la semana siguiente lo echaron, nunca más lo vi.
  • ¡Qué bonita y triste historia doña Angustias!
  • No me llames doña, llámame Angustias o mejor Angus, es más familiar.
  • Gracias Angus y déjeme decirle que todavía también tiene unas tetas preciosas.
  • Me gustaría que me las chuparan como aquel muchacho…, es una asignatura pendiente, mi marido es un torpe que no ha aprendido nunca.

 

                                                  Tenía las inmensas tetas tan cerca que con solo abrir la boca se llenó de carne blanca y blanda, tenía un sabor a vainilla y el pezón me supo a pastel, me acostumbré a aquella dulzura y por un momento me olvidé de comparar las otras tetas que había chupado.

                                                  Angus me buscó la polla y la sacó, la tenía bastante dura pero se empeñó en ponerla más y tuve que ponerme frente a ella para que me la chupara, los labios gruesos y los mofletes de la cara hicieron que pareciera que se la tragaba entera (o sí lo haría).

  • Mmm qué delicia, tú sí que aguantas, mi marido resultó ser de la misma resistencia que aquel muchacho, aunque yo habría preferido que volviera otra vez y volver a intentarlo, estaba decidida a que me desvirgara allí mismo al lado del la verga del caballo.

 

                                                  Se levantó con una agilidad inusitada y se bajó las bragas camufladas, eran negras y muy bonitas aunque no se le veían, apoyó las manos en la banqueta y dijo…

  • Carlos, he estado soñando estos días con tu polla, comprendo que no tengo un cuerpo que provoque la libido masculina pero deseo tanto que me follen el culo…

                                                  No lo pensé dos veces, vi a Rosa por el espejo que se tapaba la cara para no verlo pero me cogí a las ampulosas nalgas y escupí entre ellas, esperé un tiempo prudencial y empujé la polla ciegamente, al capullo resbalaba por aquella masa de carne y siguiendo el canal que había entre ellas se deslizó hasta hacer tope, supe donde estaba porque Angus me dijo.

  • ¡Ahí Carlos, has llegado!, empuja sin miedo, si me rompes ya me curaré, tengo todo el tiempo del mundo y tu polla es mi sueño.
  • Ahí voy Angus, espero no hacerle sufrir.
  • No temas y métela.

 

                                                  Ni yo creí que lo lograría, mi verga desapareció entre aquellas nalgas blancas y pareció que no tenían fin, de momento noté cierta dificultad pero Angus me animó…

  • ¡No pares Carlos, sigue, sigue que ya te siento, sí, más y más, uug  ya casi, ya yaaaa!
  • ¿Segura Angus?, no quiero hacerle daño.
  • ¿Daño?...  ¡Si me estás dando un gusto que no había sentido nunca en mi vida, clávala a fondo, sin miedo!

                                                  Ya sin temor empujé a tope con un golpe de cintura, pegué mi vientre entre aquellas nalgas y me despreocupé de la polla, sabía que había entrado donde yo quería aunque no tenía ni idea hasta dónde, posiblemente hasta la mitad o menos pero Angus estaba contenta y yo por supuesto más.  Las tetas de la mujer oscilaban como las campanas de una catedral en día de fiesta mayor pero los pezones se erguían como cualquiera.

                                                  Todavía se agachó más apoyando la cabeza en la banqueta, no creí que pudiera hacer aquella postura pero la verdad es que no podía ponerse de otra manera, las piernas le flojeaban por la corrida que sacudía todas sus carnes, notaba que desde la nuca por toda la espalda y sus nalgas una oleada de temblores agitaba aquellas dunas de carne.  Aún estaba en aquellos estertores cuando se abrió la puerta de la calle y entró Alicia (la dueña de la tienda vecina) gritando.

  • ¡Hola Carlos! ¿cómo quedaste con aquella gorda pesada que te mandé? Ya no la podía soportar, es un agobio.

                                                  La polla salió del culo de Angus como si le hubieran dado un tiro de escopeta, parecía un pimiento rojo asado pero la cara que le vi a Angus cuando se volvió hacia mí no estaba menos roja y no precisamente por la postura, había oído tanto como yo el comentario de la imprudente  Alicia, no me atreví a salir, esperaba que Rosa me diera un “capote” y salvara la situación, lo que no pude prever fue la reacción de Angus, al incorporarse  con las tetas balanceándose a sus costados salió del probador completamente desnuda y se plantó delante de Alicia con los brazos en jarras, Alicia al verla perdió el color de la cara, parecía que hubiera visto un fantasma pero no le duró mucho porque se puso roja como un tomate al hablar Angus.

  • ¡Mira “nena”…! para tu información Carlos me acaba de proporcionar un orgasmo fabuloso metiéndome su polla por el culo, es un chico, perdón, un hombre fabuloso en todos los sentidos y además de follar como los ángeles no tiene la costumbre de hablar mal de sus clientes  y menos despreciarlos y humillarlos por su aspecto, esto te lo digo sólo a modo de información, ya quisieras tener una pizca de la educación y de la calidad humana de éste joven.  Pero… quiero darte más información todavía, aunque no debería, te comento y sólo para que lo sepas, que todos los bajos de éste edificio son míos, mi familia era la dueña de casi toda la calle no hace mucho y no te oculto que mi marido es el dueño del Banco ***, por lo cual te advierto que ésta noche cuando lo vea le voy a decir que rescinda tu contrato de alquiler inmediatamente.   Te doy una semana a partir de ahora mismo para que dejes libre el local y espero no verte por este barrio con otra tienda porque les avisaré a todos lo mala persona que eres y como comprenderás, me harán más caso a mí que a ti, si es que se te ocurre contar lo que “crees” que ha sucedido aquí ésta tarde.   Así que ya sabes, una semana Alicia, una semana y adiós.

                                                  Si intentan sacarme sangre no me sacan ni una gota y estoy convencido que a Rosa tampoco, se había quedado como una estatua con la bandeja del café y pastas danesas para reponer fuerzas Angus y yo.

                                                  De Alicia no supimos nada porque cuando terminó de hablar la señora dio media vuelta sobre sus tacones y desapareció como alma que la lleva el diablo.

                                                  Ahora en medio del taller, la señora completamente desnuda se volvió hacia nosotros, creí morir porque no habíamos previsto cerrar la puerta y por un momento pensé que pasaría si en vez de Alicia hubiera entrado el marido o algún conocido de la señora pero nos lo aclaró sencillamente.

  • En fin… disculpad la escenita de Alicia, no sabe que la dueña de la fortuna soy yo y que mi marido es más pobre que una rata, sé positivamente que no pinta nada en el banco pero lo tengo allí para que no esté ocioso en casa, también sé que se folla a la que puede y digo a la que “puede” porque no puede si no es con “pastillitas” pero lo prefiero lejos de mí, bueno no quiero cansaros ¿qué os ha parecido el discursito?
  • No sabe lo que lo sentimos, debíamos haber cerrado el taller con llave, nunca viene nadie y menos con esos humos, creí que estábamos a salvo en el probador… no sé, no tengo disculpa.
  • Jajaja, me gustas Carlos y tu también Rosa, veo que estás en todos los detalles, hacéis un equipo perfecto, si ayudas a Carlos os irá muy bien te lo prometo y para demostrártelo voy a ser la primera en colaborar.  A partir de la semana que viene contad con el bajo de al lado, la tienda de Alicia ya es historia, os propongo que montéis una tienda vuestra, el taller puede seguir aquí y Rosa se puede ocupar de llevar la tienda y ayudarte a ti, cuando os haga falta ya empleareis a alguien para que atienda la tienda de vuestros modelos, por supuesto no os cobraré nada por el alquiler hasta que vea que ganáis dinero y aún así os daré un trato preferente, te auguro un éxito rotundo Carlos, vas a ser el “amo de la calle”, jajaja.
  • No sé qué decirle Angus, simplemente pedirle un abrazo si me lo permite.
  • Claro que sí, ven a mis carnes jajaja.  No conozco a nadie que sea capaz de follar a una mujer como yo sin reticencias y tu lo has hecho y sobre todo me has metido tu polla en el culo sin verlo siquiera, me hubiera gustado que me llenaras de leche pero esa entrometida nos ha cortado el “rollo” pero me siento satisfecha, era un sueño como otro cualquiera pero muy importante para mí, se lo contaré sólo a mi sobrina, ella también me contó lo que hicisteis en su habitación mirando a Fernanda correr hasta que la pilló el jardinero, lamento no haber estado junto a vosotros y disfrutado también de la escena y ahora vamos a tomar café los tres.

                                                  Angus se sentó desnuda como estaba y entre sorbo y sorbo de café se comió casi todas las galletas, no me extrañó de donde salían los kilos, sentada como estaba no se le veía nada entre los muslos pero cuando se levantó dejó una mancha de flujo en el asiento.

                                                  Rosa ayudó a la mujer a vestirse y salimos a despedirla.  Al día siguiente los escaparates de la tienda de Alicia ya anunciaban los letreros de “LIQUIDACIÓN  POR CIERRE”.

                                                  Rosa estaba tan pletórica como yo pero pronto empezó a hacer planes, los hacía en su cama mirando al techo a la vez que me meneaba la polla, muy suavemente  mientras yo le acariciaba los pezones.

  • ¡Señorita Rosa… le nombro Directora de la firma de Modas Carlos’s! y si no te gusta el nombre lo cambiamos pero lo que no cambio será el placer de follarte ahora mismo.
  • Ni yo lo intentaría.

                                                  Rodé sobre ella que abrió las piernas separándolas, tumbado sobre su cuerpo con las tetas haciendo de amortiguadores, con el pubis piel contra piel me creció la polla discurriendo entre sus labios, Rosa esperó a que tuviera una rigidez adecuada besándome en la boca, su lengua me enervaba y en pocos minutos el capullo se clavaba en la sábana entre sus piernas, con un leve movimiento Rosa acercó su vagina a mi glande y aprovechó mi peso para que entrara en ella, fue una entrada tierna, la abrazaba por abajo de sus hombros y la atraía hacia mí, notando cómo se aplastaban las tetas por debajo y los pezones se iban endureciendo  marcándome  la piel.

                                                  Estuvimos mucho rato follando, no teníamos prisa pero sobre todo lo hacíamos porque nos sentíamos felices y compenetrados, incluso cuando nos corrimos no nos separamos, seguimos abrazados después de la agitación que nos sacudió y la polla salió al rato de llenar el coño de Rosa, iba saliendo entre sus piernas el liquido blanco  cuando dejé de hacer de tapón y me mojó de leche al quedar mi polla fláccida entre sus labios.

                                                  Tiempo más tarde…

                                                  Aunque menos de lo que debía, de vez en cuando llamaba a mi familia, suponía que todo iba bien, ya hacía mucho tiempo desde que salí del pueblo sin más bagaje que mis ilusiones y el apoyo de mi familia, ya no era aquel muchacho imberbe, inseguro y desesperado por follar, ahora ya era dueño de un taller y sobre todo de una tienda en la mejor zona de lujo de Madrid, con la ayuda inestimable de Rosa que era mi mano derecha y que llevaba mis negocios viento en popa cuando yo tenía que salir por el mundo para mostrar mis colecciones.

                                                  Inés era mi modelo favorita, con ella como estandarte cerraba siempre los desfiles y recogía los aplausos de los asistentes volcados ya en mis colecciones.

                                                  Por eso cuando estaba en mi despacho preparando mi próximo trabajo en Milán me extraño que mi secretaria me pasara una llamada desde mi casa.

  • ¿Hola, quien es?
  • Hola Carlos, soy tu madre…
  • Mamá te noto rara, ¿pasa algo?
  • Sí, tu abuela…
  • ¿Qué quieres decir mamá?
  • Tu abuela está muy mal.
  • ¡Oh!, ¿qué me dices, que es lo que le pasa, cuéntame la verdad?
  • El médico… no nos ha dado buenas noticias, cree que no durará mucho.
  • Joder mamá, pero… ¿cómo está?
  • Aparentemente bastante bien pero no tiene solución.
  • ¿Ella lo sabe?
  • Claro, ya conoces a mi madre, lo sabe mejor que el médico.
  • Voy para allá mamá.
  • Te lo agradezco, no te lo iba a decir para no molestar pero te nombra mucho, ya sabes el cariño que te tiene.
  • Salgo con el coche enseguida, en un rato estoy con vosotras.
  • Gracias hijo.

                                                  Me preocupé mucho sobre todo conociendo a mi abuela pero al oír a mi madre llamarme “hijo” ya supe que algo grave pasaba, le di las órdenes pertinentes a María mi secretaria y a Rosa y fui al garaje donde guardaba mi berlina de lujo, cómodamente con el acondicionador  climatizando el ambiente llegué al pueblo, mi apariencia no era la misma, sin dejar de ser “original” en mi atuendo tenía mejor gusto para vestirme aunque seguía llamando la atención por donde pasaba.

                                                  La primera mala impresión fue ver la tienda de mi abuela cerrada, me dio un escalofrío notar que debía estar ya mucho tiempo sin abrir porque casi no había genero y pasé a casa, mi madre al verme me abrazó sin poder contener la alegría combinada con la preocupación por su madre, al momento acudió mi tía Julia, se le notaban las ojeras de haber llorado y me abrazó también, aunque a su manera, como siempre me pegaba las tetas contra mi pecho, mi madre ya le había comentado que iba a volver y ella se había puesto un sujetador que le intentaba juntar sus tetas duras, en un momento noté que seguía teniendo un cuerpo envidiable.

  • ¿La abuela está en casa?, me gustaría verla.
  • Sí, está en su habitación, te está esperando, cuando le dijimos que ibas a venir se le iluminó la cara, parece que incluso se ha aliviado un poco.
  • Voy a verla lo primero.

 

                                                  Entré en la habitación que estaba en penumbra, mi abuela estaba adormecida y me senté a su lado, oía su respiración agitada y le cogí la mano, giró la cabeza y me miró.

  • Hola cariño, me alegro de verte.
  • ¿Cómo estás Antonia?
  • Mmm, ¡cómo me gusta que me llames Antonia!, hace tanto tiempo…
  • Demasiado, no me perdonaré haberte dejado de la mano tanto tiempo pero ya sabes, el trabajo…
  • ¿Pero te va bien?
  • Sí Antonia, me va todo muy bien, ya tengo un nombre en el mundo de la moda.
  • Me alegro, yo en cambio…
  • No digas eso Antonia, sólo necesitas un poco de calor, ya sabes… unas cuantas siestas conmigo y…
  • Jajaja, no me hagas reír que me duele todo. Ya no me acuerdo de aquella época, bueno, te miento, es lo único de lo que me acuerdo, recuerdo los comienzos de tu despertar al sexo, las primeras pajas, las primeras chupadas a mis tetas… qué tiempos aquellos.
  • Si, ya ha llovido, yo también me acuerdo con mucho cariño, pero no te preocupes, me quedaré unos días contigo y te pondré otra vez a punto, ahora ya tengo más práctica y follo mejor, en poco tiempo estarás mejor que antes y te llevaré a Madrid, verás otros médicos y volverás al pueblo nueva.
  • No te hagas ilusiones Carlos, yo sé que no tengo futuro, me gustaría lo que dices, me encantaría que me metieras la polla mil veces pero ya soy vieja y no te lo recomiendo, tengo el coño arrugado y no te cuento de las tetas.
  • Mmm, no creo, seguro que he visto peores coños por ahí, sobre todo menos sensibles.
  • Eso te lo aseguro, recuerdo tu polla, tan tierna, tan agradecida y tan dura, era una maravilla sentirla dentro de mí, me corría tan a gusto que sólo deseaba tenerla adentro, no te dije nunca nada para no influir en tu formación pero me moría por follar contigo.
  • Qué buena eres abuela, ¿sabes una cosa?  Se me está poniendo dura sólo de oírte decir eso.
  • Debes tener una polla preciosa ahora, ya de hombre, aunque la de muchacho me volvía loca, inexperta y todo follabas muy bien.
  • ¿Te gustaría tocármela ahora?
  • No me atrevía a pedírtelo, creí que no querrías darme ese placer.
  • Por favor Antonia, no digas eso, toma mi polla, cógela.

 

                                                  Me levanté y bajé los pantalones, con las confidencias que me había contado se me había puesto dura y la mano temblorosa de Antonia me cogió la polla con una fuerza inesperada, la recorrió a lo largo quitándole el prepucio pasándole el dedo pulgar por el frenillo, alcanzó la máxima dureza en su mano y me miró.

  • Carlos, me muero de vergüenza pero no quiero irme de este mundo sin hacerte esta pregunta, ¿querrías follarme por última vez?
  • Antonia no digas eso, te follaré las veces que quieras pero no la “última vez” sino las veces que quieras.
  • Yo sé lo que me digo, me gustaría mucho Carlos.
  • Hazme un lado Antonia.

 

                                                  La cama de mi abuela era muy blanda, ya no me acordaba cuando subí desnudo y me tumbé a su lado, se pegó a mí al notarme y pasó su mano por mi pecho, le gustó notar que ya tenía vello y bajó la mano hasta mi vientre, le gustaba rozar mi piel desnuda.

  • Carlos quítame el camisón, quiero sentir tu piel.

 

                                                  Con cuidado le saqué el camisón por la cabeza, con la poca luz que entraba por las cortinas corridas pude ver sus tetas fláccidas pero sus pezones eran los mismos de siempre, su mano llevó la mía a sus tetas y las acaricié, Antonia suspiró al notar mi caricia y llevó mis dedos a su pezón para que comprobara el efecto de mi caricia.  Ella quiso comprobar si a mí también me había afectado y sonrió al notar que la polla estaba como un palo.

  • Carlos, fóllame como sólo tú sabes.

                                                  Me puse de lado y crucé las piernas con las de Antonia, ella encogió una por la que me escurrí para acoplarme entre sus muslos, mi polla rozó sus labios y Antonia me cogió el capullo y lo llevó a la entrada de su blanda vagina, lo había humedecido con saliva.

  • Ya puedes entrar Carlos, empuja sin miedo, ya no soy virgen, jajaja.

                                                  A  pesar de su delicada salud estaba contenta al notarme en la puerta de su coño y empujé, noté como me abría paso pero entraba fácilmente por la suave vagina, me moví lentamente pero a fondo como sabía que le gustaba a ella al mismo tiempo que le pellizcaba los pezones, los gemidos eran leves porque no le quedaban muchas fuerzas pero seguro que lo sentía igual que cuando se la metía de joven.

  • ¿Carlos, me gustaría correrme ya, te parece bien?
  • Claro Antonia, cuando quieras pero me apetece acompañarte, si me esperas un  poco nos corremos juntos.
  • Será mi mayor placer.

                                                  Antonia me esperó y yo aceleré y nada más sentir que me iba a correr ella se estremeció y me abrazó, con las piernas en tijera me clavé en ella y la llené de leche.

  • ¡Qué gusto notar tu leche caliente, me da la vida!
  • Si quieres que te folle toda la noche dímelo y mañana salimos a pasear.
  • Jajaja, eres el mismo crio de siempre, lo mío no tiene arreglo pero me has hecho feliz, te lo agradezco mucho, me gustaría que recordaras siempre que has sido lo mejor que me ha pasado en este tiempo y el que me ha hecho más feliz hasta el último momento. Anda vístete y déjame con tu leche dentro del coño, cruzaré las piernas para retenerlo más rato y… ¡no le digas nada a tu madre!, jajaja.
  • Es nuestro secreto, Antonia.
  • Nuestro dulce secreto.

                                                  Antonia quedó sumida en un sopor, salí de su cama, me vestí y volví con la familia.

  • ¿Cómo la has encontrado?
  • Regular, aunque mantiene lo principal, sus ganas de vivir y a ellas se agarra, me parte el corazón saber que el médico no da ninguna esperanza.
  • Lo siento Carlos pero así es, su corazón se ha cansado de trabajar, lo único que nos queda es hacerle feliz hasta los últimos momentos.
  • Sí, ya lo procuro.

 

                                                  Antonia tuvo la lucidez de reunirnos a toda la familia, me dejó un sitio preferente a su lado y me cogió la mano, uno a uno nos agradeció el trato y el amor que le habíamos demostrado aunque realmente éramos nosotros los que estábamos en deuda por su dedicación, era el alma, corazón y vida de la familia, siempre nos tuvo debajo de su “paraguas” de amor, se lo dijimos, sonrió satisfecha y me apretó la mano, nadie sabía más que yo lo que significaba aquel apretón, llegó a agarrarme fuerte hasta que fue soltando suavemente después de un suspiro profundo.

                                                  Quedó como dormida, todos sentimos el paso de su espíritu sobre nosotros y juntos estallamos en un sollozo incontrolable, Antonia nos había dejado.

                                                  La ceremonia fue emocionante, todo el pueblo acudió a casa para darnos el pésame, yo estaba muy triste pero agradecí la asistencia de todo el mundo sobre todo cuando sentí el abrazo cálido de Cintia, ya no era la joven casi adolescente que había parido a las gemelas, una de ellas era Carla mi ahijada, su abrazo me hizo recordar muchas cosas, era un abrazo cálido y me besó en la mejilla, con ella iban dos mocitas, ya no vestían de niñas, su madre les dijo que me dieran un beso y me lo dieron, noté que ya no eran besos de niña, comprendí que eran dignas hijas de su madre.

                                                  El olor fue lo primero que sentí y al momento lo vi todo rojo, la melena de Ana la pelirroja me había cubierto la cara al besarme, amparada por su cabellera el beso no fue en la mejilla, fue en la comisura de los labios, los suyos eran carnosos y suaves, sus ojos tiernos por las lágrimas y por la alegría de verme, la volví a besar cuando se despidió, ya era toda una señora, mi tía me contó más tarde que su marido el doctor Don Cayo estaba muy mayor y ella le ayudaba en la consulta, comprendí el porqué ya no iba por Madrid a “mi” casa, a mi ya no me hacía falta porque me había mudado a una urbanización de las afueras pero mantenía la casa abierta por si algún día me avisaba y pasábamos una noche los dos en su cama.

                                                  Todo el pueblo fue desfilando dándome el pésame, las mujeres lloraban y los hombres con sus camisas abrochadas hasta el último botón del cuello apretaban mi mano con sinceridad pero con energía.

                                                  Cuando volvimos del cementerio mi prima pequeña me dio un beso en la boca, fue corto pero me gustó entre otras cosas porque lo hizo delante de su novio, Cris tenía razón le habían crecido las tetas bastante y ahora me lo demostró al abrazarme, se pegó a mi completamente y me hizo recordar tiempos lejanos.  Me dijo que se iba a casa de su novio, vivían juntos entre su casa y la nuestra.

                                                  Cris fue especial, en su abrazo noté la calidez de la sensibilidad de mi prima mayor, su beso fue largo y el abrazo intenso, me dio tristeza separarme de ella pero a continuación esperaba su novia Gema, su beso también fue muy sincero, demostró que tenía memoria y que me tenía afecto, me abrazó pegándose a mí, sentí el calor de su cuerpo y mi polla dio un salto al reconocerla y recordar los momentos vividos, también se marcharon a la casa que convivían desde hacía un tiempo, su madre había comprendido que su amor era sincero y acabó por admitir su relación aunque yo sabía que tenía capacidad para amar a una mujer o a un hombre por igual.

                                                  Al final todos se fueron marchando y nos dejaron solos a Teresa, a Julia y a mí, fuimos hacia casa, nunca me pareció la casa tan grande, vacía y fría, al pasar por la habitación de mi abuela miré, su cama alta y mullida parecía un mar en la noche, sin hablar nos sentamos en el salón, en el sofá abracé a las dos mujeres que más quería y las atraje a mí con mis brazos, lloramos los tres y les besé los ojos secándoles las lágrimas.

  • Teresa, te quiero.
  • Y yo a ti Carlos.
  • Y a ti también Julia, te quiero mucho.
  • No hace falta que te diga la falta que me haces cariño.

                                                  Besé a Teresa en la boca, ahora lloraba de felicidad y se pegó a mí, me volví e hice lo mismo con Julia, tenía los ojos también húmedos y con el beso metió la lengua en mi boca hasta enredarse con la mía, las junté a las dos y se besaron sobre mi pecho.

  • Vamos a mi cama.
  • No, venid a la mía, es más ancha y estamos solos.

 

                                                  Los tres abrazados seguimos por el pasillo adelante.

Continuara.

Si les gustó valoren y comenten.

Gracias.

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