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Me hicieron creer que era afeminado. (21)

en Amor filial

                                                  Después de desayunar dejamos a Adela maquillándose y Jorge y yo bajamos a la cafetería del hotel, tomando otro café me dio las gracias por mi colaboración, Jorge era consciente de que la había cagado conmigo y todavía más con Adela y no se le había pasado que yo había intercedido un poco para que la cosa se suavizara, a mi me pidió perdón de todas la maneras posibles incluso me dijo que me mandaría clientela para que cosiera a gente conocida de la política muy influyente y a sus… amistades.

                                                  Me insinuó que Susi no era la única que le calentaba la cama en su apartamento y por lo que me contó Adela no todo eran mujeres, a mi todo eso no me importaba, con su vida podía hacer lo que quisiera, de hecho Adela me había propuesto un encuentro con Susi también y conociendo a las dos se prometía caliente.

                                                  Nos acercamos al coche que estaba aparcado en el garaje privado del hotel y me dio las llaves del local que me había prometido con la dirección en una tarjeta de visita personal por si necesitaba alguna cosa, de paso sacó del maletero un maletín que resultó ser ropa de repuesto para Adela.

                                                  Cuando subimos a la habitación su mujer sonrió satisfecha al ver la buena sintonía que había entre nosotros, se acercó a mí y me besó en la boca después su marido le acercó la cara y ella, luego de dudar un momento, también lo besó levemente, no obstante Jorge lo interpretó como un principio de reconciliación y le entregó el maletín.

                                                  Adela estaba bellísima recién maquillada y pintada, no puedo decir si se veía elegante porque cuando entramos en la suite nos recibió saliendo del tocador completamente desnuda, los pezones ya no los llevaba pintados pero aún así le adornaban las tetas, salidos y con las areolas anchas.  A la luz del día la pude admirar entera y completa, tenía un vientre plano y un pubis bastante abultado que sobresalía de la pelvis, me pareció un verdadero crimen que Jorge desviara su atención en otros cuerpo pero… yo no era nadie para juzgar.

                                                  La vuelta a Madrid a mitad de mañana estuvo rodeada de buenas vibraciones, si a la ida eran un poco forzadas para crear ambiente ahora, después de follar toda la noche, ya había total confianza, me dejaron a la puerta de casa y siguieron hacia la suya.  Cuando entré y vi mi casa me pareció más sencilla de lo que hasta ahora la había visto, sonreí al ver lo pronto que me adaptaba a la buena vida.  Me acordé de mi abuela, en el pueblo no tardaría de acostarse a la siesta y posiblemente pensaría en lo que estaría haciendo yo, le hubiese contado con mucho gusto la noche que había pasado con Adela, ella se habría alegrado por mí y aprovecharía para darme algunos buenos consejos.

                                                  Me quité la ropa, el traje blanco con la camiseta parecía que había tenido éxito y estaba contento con mi elección, desnudo sentado en la cama y mirando al infinito por encima de los tejados de la acera de enfrente, sin darme cuenta me eché hacia atrás y me dormí.

                                                  Al despertar ya era media tarde, sentí un poco de fresco y me sorprendí porque la polla estaba un poco dura tumbada sobre mi pierna izquierda descansando inquieta y dando cabezadas, le pregunté mentalmente si no había tenido bastante, no me contestó naturalmente pero en su boquita aparecía una gotita de líquido pre seminal.

                                                  Me vestí con la ropa “normal” nueva y salí a la calle con la idea de visitar la calle donde estaba “mi atelier”, paseando con mi plano recorrí las calles, en ellas muchos diseñadores internacionales de moda tenían sus tiendas y en los escaparates lucían sus modelos exclusivos, entre dos de ellas encontré una persiana caída cubierta de polvo con un montón de cartas y prospectos viejos, más atrás una segunda puerta acristalada que compartía un escaparate, sólo el doble de ancho que la puerta, el interior no se veía porque habían pegado papeles para ocultar el desorden que estaría acumulado.

                                                  En la clase del lunes crucé una mirada con Adela, estaba rodeada de sus admiradoras y les contaba cómo había pasado su cumpleaños, me miró sin mostrar ninguna reacción y siguió contándoles que había estado cenando con su marido y bailando en un club exclusivo y otras tantas fantasías más, las demás coreaban exclamaciones de admiración y envidia, cuando al fin se sentaron para iniciar la clase Adela me miró disimuladamente y pasando una mano sobre el pecho se pellizcó un pezón, le seguí la broma cogiéndome la polla como si se pusiera dura y sonrió.

                                                  Por la tarde fui a comprar artículos de limpieza y con la ropa más vieja que encontré fui al nuevo local, costó abrir la persiana y la puerta interior, quedé desilusionado al ver lo que había adentro, una polvareda y papeles por el suelo daban un aspecto de abandono total pero al entrar me fijé que había una mesa muy larga y un montón de sillas además de perchas en las paredes, como todo lujo en el fondo vi un sofá que aunque viejo era lo suficientemente grande para echar una cabezadita si no quería volver a casa.

                                                  Rápidamente me hice una composición de lugar y vi las posibilidades de la larga mesa y las perchas para mi trabajo, incluso las sillas me servirían para algo y el sofá tampoco estaba tan mal, detrás de una puerta disimulada había un cuarto con una neverita y el servicio al lado con una ducha inclusive.  Me pareció tan fantástico como un palacio y cuando quité los papeles del escaparate y entró el sol parecía todavía mucho más acogedor.

                                                  Estuve hasta muy tarde pero acabé de limpiar, había luz eléctrica y agua corriente y eso ya era mucho, después de limpiar la entrada blanqueé el cristal del escaparate y la puerta para que no se viera nada desde la calle y fui acomodando todo de manera más o menos racional, cuando volví a casa estaba agotado y desfallecido, ataqué las reservas de mi tía Julia y me fui a dormir.

                                                  Por la mañana, cuando volví de la Academia, llamé a mi casa para contarles la buena nueva, se pusieron las tres al aparato, hablaban atropelladamente y no les entendía, mi abuela dándome consejos, mi madre emocionada y mi tía diciéndome que volviera pronto que me echaba de menos, a mi abuela me pareció oírle que me ayudaría en lo que pudiera.

                                                  No habían pasado cuatro días cuando por la tarde llamaron desde la calle…

  • ¿Sí, quién es?
  • Hola Carlos, soy yo, baja a ayudarme por favor.
  • Voy.

                                                  Me intrigó porque no reconocí la voz y aquella persona, indudablemente, me conocía, por lo que me puse una camisa y bajé.  En la puerta encontré plantados sobre la acera dos maniquís con sus respectivos pies y en el coche que había estacionado el culo de una mujer con el cuerpo en el interior peleando por sacar otras cosas, me habría echado a reír al ver la postura, sin saber quién era, de momento admiré el culo que se movía debajo de la falda ancha, esperé y al final desde adentro una voz me pidió que la ayudara y cogiéndola de las caderas estiré.

  • Nooo, de ahí no, da la vuelta por la otra puerta.

                                                  Giré el coche y abrí, me di de frente con la cara de la pelirroja más bonita que podía existir, me miraba sonriente y con los ojos me encandiló aunque por un momento la vista se me desvió hacia su escote que, hueco, mostraba el par de tetas que iluminaba el sol vespertino.

  • ¡Ana! ¿qué haces aquí?
  • ¿Qué no te alegras de verme?  Si quieres me voy.
  • Nooo perdona, no quise decir eso, es que no te esperaba, podías haberme avisado ¿Por qué no has venido en tren?
  • Porque era una sorpresa y te traigo unas cosas para tu nuevo taller…
  • ¿Cómo te has enterado de eso?
  • Tu abuela… enseguida me contó la novedad y me preguntó si tenía alguna cosa que te sirviera, yo hablé con las mujeres del pueblo y unas y otras me fueron trayendo cosas, los maniquís son de una tienda, allí le molestaban, no están nuevos pero tú sabrás darles utilidad.
  • Sí por eso no te preocupes, los forraré y quedarán perfectos.
  • Y…  ¿qué te parece si me ayudas a sacar esto en vez de estar aquí agachado mientras me miras las tetas?
  • Jajaja, me has pillado, es que la vista es preciosa, mmm, con esas pecas todavía están más apetitosas.
  • ¡Qué tonto que eres, anda saca esto!

                                                  Había otro maniquí de señora y una caja con tijeras de cortar, dedales y reglas de dibujar patrones, de éstas me di cuenta que eran nuevas y sospeché que eran cosecha de Ana que las habría comprado.  En el ascensor tuve que hacer tres viajes para subir todo y cuando llegamos por fin vi que Ana había traído su neceser.

  • ¿Esto es tuyo?
  • Claro, ahí llevo mis cosas, ya sabes ropa interior, maquillaje… en fin lo necesario para pasar la noche contigo.
  • Mmm, eso es lo mejor, voy a repasar tu habitación, al estar cerrada habrá olor a humedad.

                                                  La habitación naturalmente no olía mal, al contrario, ella había puesto entre la ropa unas bolsitas de simientes de lavanda y con la penumbra que había daba sensación de frescura.

  • Veo que has cuidado la habitación.
  • Como no podía ser de otra forma, aunque confieso que muchas veces he estado tentado de acostarme en tu cama pensando en ti.
  • Has hecho bien porque es mejor acostarte conmigo, ¿me acompañas?

                                                  Y tanto que la acompañé, me quité a estirones la ropa ligera de estar por casa que llevaba y me acerqué a ella, Ana estaba esperando que la desnudara yo y lo hice con la máxima lentitud, prenda a prenda le fui quitando todo, poco a poco le descubría un hombro o le bajaba una cremallera punto por punto haciéndole exasperar, casi parecía que le contaba las pecas una a una o destapaba el pecho y le besaba el cuello al mismo tiempo, la puse frente al espejo de cuerpo y desde atrás mis manos le iban bajando los tirantes y las copas del sujetador azul marino descubriendo una galaxia de puntos rojizos, al llegar a las areolas parecía que amanecían dos soles, el semicírculo rojo auguraba un día luminoso y poco a poco fueron apareciendo como si salieran del mar.

                                                  Los pezones quedaron enganchados en la puntilla pero la blonda no resistió la presión que ejercían y saltaron vibrando, al momento el amanecer se aceleró y las dos tetas quedaron como un sol de mediodía.  Ana echaba la cabeza hacia atrás pegándola a mi cara y me acariciaba con su pelo rizado color azafrán, mis labios rozaban sus sienes y sus orejas y entre mis dedos sus pezones iban alcanzando un tamaño exagerado.

                                                  La mujer del médico se dio la vuelta dejando que mis manos soltaran sus tetas y me rodeó el cuello con sus brazos, sus tetas se pegaron a mi pecho y mis manos cayeron por su espalda, en la cintura encontré el cierre de la cremallera de la falda y tiré hacia abajo, la falda cayó al suelo y unas braguitas minúsculas quedaron entre mis manos y su culo.

                                                  Ana notaba cómo mi polla había crecido como un garrote entre sus muslos y se acercó hacia mi dejándola apretada entre ellos, se movía suavemente pero no le pareció suficiente y bajó un poco el elástico de la cintura dejando sólo a la vista el principio de sus labios mayores.

                                                  Ahora mi capullo presionaba entre ellos haciéndolos separar para dejar paso, noté el roce con el clítoris y Ana se abrazó todavía más a mí, le cogí las nalgas con las dos manos y la levanté un poco, ella de puntillas separó un poco las piernas y así pude recorrer el coño de abajo arriba hasta llegar a la entrada de la vagina, tiré de ella y el capullo entró verticalmente, la postura era incómoda pero las ganas eran muchas y estuvimos abrazados a la vez que entraba y salía.

                                                  Ana se separó lo suficiente para ver cómo desaparecía mi polla depilada en su coño rojizo, noté como vibraba su cuerpo, ese momento me abrazó mordiéndome en el cuello, el pelo de la nuca se me erizó y una corriente eléctrica me recorrió la espalda, no lo tenía previsto pero mi polla escupió leche a ráfagas llenándole los labios y las bragas.

  • ¡Aaaah! Qué ganas tenía de sentirte dentro de mí.
  • Y yo, no quería correrme tan pronto pero ha sido superior a mis fuerzas.
  • No te preocupes, tenemos toda la noche para hacerlo con tranquilidad.
  • ¿Tranquilidad, tú crees que puedo tener tranquilidad con una mujer como tú en mis brazos?
  • Jajaja, imagínate yo, que me he corrido aún antes que tú.
  • Vamos a la cama, parece mentira que no hayamos llegado a ella, estamos a un paso y ya hemos follado, jajaja.
  • Ha sido sólo el preludio, ahora nos recrearemos más.
  • ¡Quítate las bragas!, las llevas mojadas.
  • Y tanto, entre mis jugos y tu leche están para escurrir, jajaja.

 

                                                  Las bragas cayeron a los pies de la cama y al subir delante de mi le di un bocado en una nalga, ella al sentirlo se dio la vuelta riendo y quedó con las piernas abiertas, mi boca se lanzó entre ellas y como una ventosa aspiró el coño abierto, la lengua no dejó de lamer de arriba abajo hasta que me pidió…

  • Por favor Carlos, para que me matas, me vas a hacer venir antes de tiempo, tu lengua está endiablada.
  • Pues imagina mi polla.
  • Mmm, la estoy deseando desde que salí del pueblo, cada vez que cambiaba de marcha al coche rozaba los muslos imaginándote dentro de mí.

                                                  Subí gateando sobre el manto de amapolas que eran sus miles de pecas y con la polla haciendo un surco entre sus muslos hasta llegar al coño que me esperaba abierto de par en par, Ana me abrazó al llegar a su altura, me atrajo sobre sus tetas que se aplastaron con mi peso y me fui dejando caer sobre ella, su estómago, su vientre y su pubis se fueron hundiendo pero en su coño el que se hundió fui yo y totalmente porque sus piernas se enredaron en mi cintura y me incrustaron en ella.

                                                  No me moví, estuve unos momentos deleitándome con sus besos y notando la presión que ejercía en el fondo de su vagina, ella notaba las palpitaciones de mi capullo y me exprimía como a un limón, acercó sus labios a mi oreja y me mordió ligeramente el lóbulo susurrando…

  • Muévete ya pero despacio, quiero sentir en cada pliegue el labio de tu capullo.

                                                  Lentamente empecé a salir, notaba el roce y la sensación de vacío que iba dejando, su coño se estrechaba al dejar el hueco pero al llegar al borde, sin salir totalmente volví a entrar, la sensación era inigualable, cada anillo que pulsaba era una descarga eléctrica que me llegaba al cerebro, Ana con los ojos cerrados acusaba uno por uno la misma sensación y con la respiración contenida parecía contarlos.

                                                  Después de unas cuantas metidas y sacadas sin respirar desde lo más profundo de su ser exhaló un suspiro…

  • ¡Carlos no pares, me corro otra vez!
  • No, espera Ana quiero seguir gozando de este momento.
  • No sé si podré, es demasiado para mí, he estado mucho tiempo esperándote.
  • Levanta las piernas sobre la cabeza, me voy a clavar aún más en ti.
  • Sí, más, te necesito más, me gustaría que te metieras todo y fuéramos sólo uno tú y yo.
  • Lo intentaré.

                                                  Por descontado que no lo conseguí pero mi polla desapareció completamente, presionando su monte de Venus pelirrojo junto al mío en una sola masa, no se distinguía el comienzo de sus labios y por debajo seguro que mis huevos estaban incrustados entre sus nalgas.  Estuvimos quietos unos instantes, sintiendo sus pulsaciones y las mías, queriendo aguantar uno más que el otro pretendiendo alargar aquel momento tan íntimo, el resultado fue explosivo, su orgasmo contenido y mi eyaculación fueron tan violentos que nos separamos un momento para volvernos a pegar como si hubiéramos explosionado.

                                                  Nos besamos, mordimos, lamimos o chupamos sin orden ni concierto, Ana me arañaba donde podía y yo la mordía procurando que las marcas no fueran visibles, por lo menos en público, (con su marido, ya vería).

                                                  Ya se ocultaba el sol cuando decidimos ducharnos, la cama revuelta parecía un campo de batalla y en el estómago se oían unos ruidos reclamando comida.

  • ¿Qué te parece si comemos algo?, estoy desfallecida.
  • Buena idea yo también necesito reponer fuerzas, vístete y salimos, de paso te enseño el nuevo local.

                                                  Ana se duchó y se pintó un poco los labios y los ojos, mientras me  entretuve en comprobar los maniquís que había traído y descubrí que se podían desmontar.  En el tiempo que Ana estaba ocupada preparé todo y dejé en la puerta de mi casa lo que más pesaba para aprovechar el coche de Ana y llevarme las cosas, no tenía demasiadas pero la máquina de coser y los patrones ocupaban bastante.

                                                  Al salir del baño Ana se paró a mi lado y al levantar la vista la miré desde los pies a la cabeza, todavía no se había vestido y me pareció una divinidad, tenía un cuerpo espectacular, le di un beso entre las piernas y ella me esquivó.

  • ¡Quita lobo!, si empezamos otra vez no respondo de mi y no saldremos hasta mañana.
  • Mmm, te aseguro que podría aguantar el hambre pero no el banquete que me daría con todo lo que tienes para mí.
  • Jajaja, no sufras que te lo reservo para después.

                                                  Cargué las cosas en el coche con más facilidad con las que habían venido y en un momento estábamos en el bajo amontonándolo todo, ya volvería con más tiempo y lo organizaría.

  • No está nada mal aunque le falta un toque femenino.
  • No te preocupes, ya se lo daré yo con más tiempo.
  • ¡Ah, si tienes hasta un sofá!
  • Sí, es para que las clientas estén muy cómodas, jajaja.
  • Mmm, me voy a poner celosa.
  • ¿De verdad?, tú eres la principal y creo que lo primero que deberíamos hacer es inaugurar el negocio para que tenga éxito.
  • No sé cómo, ni siquiera tenemos champan.
  • No hace falta, tenemos lo necesario.

                                                  Saqué la polla y le señalé el sofá, Ana riendo como una chiquilla fue hacia él sabiendo lo que le esperaba, soltó el cierre de la falda y al arrodillarse en el asiento bajó las bragas hasta los tobillos, acabé de sacarlas para poder acoplarme entre sus piernas y entre risas le metí la polla.

  • A este paso no te van a quedar ganas de follar esta noche.
  • Creo que sí, mi polla no entiende de horas y el coño que tienes tan estrecho está bueno a cualquiera de ellas. 

                                                  Fue un polvo rápido, me corrí un momento antes que Ana pero se giró y rodando quedó sobre mí, me cabalgó un instante, la corrida que la sacudió fue corta pero intensa porque tuvimos que esperar un rato a que nuestros corazones recobraran las pulsaciones normales.

                                                  Encontramos una taberna donde servían unas tapas deliciosas, no teníamos ganas de comer con mantel y servilletas y en la barra de la misma picamos varios aperitivos, luego anduvimos por el barrio para ver las tiendas de categoría que había, la gente que paseaba vestía muy elegante y los automóviles que circulaban eran casi todos de marcas importantes. 

                                                  Ya anochecido volvimos a casa, le cedí el paso al entrar y ella pasó de largo su habitación y me esperó en la puerta de la mía.

  • ¿Me invitas a pasar la noche contigo?
  • Por supuesto salvo que tú habitación está al entrar, ¿no te acuerdas?
  • Claro tonto pero me apetece que me invites a la tuya, quiero que me folles en tu cama.
  • Con todo gusto aunque no está tan ordenada como la tuya y las sábanas…
  • Jajaja, ¿quieres decir que huele a hombre?
  • Mmm, creo que sí, me has pillado de improviso.
  • Me gustará oler a hombre, tú eres mi hombre.
  • Y tú mi hembra pelirroja.  Jajaja.

                                                  Saltamos a la cama por cada lado y nos enzarzamos en una lucha por ver quién dominaba a quién, a la vez que nos arrancábamos casi la ropa, en uno de esos lazos Ana me cogió la polla y la lamió pero puede zafarme y le mordí la teta izquierda, gritó y en un movimiento rápido me torció un brazo y me inmovilizó sentándose en mi cara, lamí el coño y de un salto me cogió los huevos apretándolos con cara de no querer soltarlos, me tuve que rendir pero ella exigió su trofeo y se sentó sobre mi polla levantando los brazos victoriosos, como premio de consolación se inclinó sobre mí y me dejó al alcance sus tetas color calabaza.

  • Ahora me voy a vengar, te has aprovechado de mi “debilidad” y te voy a castigar, ¡ponte de rodillas con la cabeza en la cama!
  • ¿Qué me vas a hacer? Noooo, jajaja, eso no, jajaja, con esa polla no, por el culo no te atreverás, jajaja.
  • Jajaja, te vas a enterar, ¡nota cómo te entra! 
  • ¡Por Dios que me matas, ya no me acordaba desde la última vez!
  • Ya está adentro, ahora prepárate a recibir polla a mansalva, jajaja.
  • Uuuh, que miedo me da, jajaja.

                                                  Fue una follada de lo más divertida pero cuando se corrió los gemidos ya no eran de risa, se dejó caer sobre el colchón y sobre ella le estuve metiendo todo lo que tenía hasta correrme también, quedamos tendidos y rendidos sobre la sábana.

  • Uf, que gozada, no sabes lo que he pensado en ti, ya hacía tiempo que quería venir pero Cayo tiene mucho trabajo ahora y me sabía mal dejarlo sólo.
  • Tranquila, así lo cogemos con más ganas y… a propósito, ¿cómo está tu marido?
  • De salud bien pero con tanto trabajo… todos los días viene rendido y deseando ir a dormir.
  • ¿Y a la pelirroja no le riega el jardín?
  • Jajaja, no mucho, el pobre ya tiene bastante para que lo vaya agobiando, algunos fines de semana le como la polla y se anima pero no se le llega a poner dura del todo, la tengo que ayudar para que entre.
  • Lo siento, supongo que a todos nos llegará.
  • Por el momento la tuya no da señales de que sea pronto, hemos follado como locos.
  • Es que tú estás para eso y más.
  • Que galante que eres.

                                                  La noche no terminó ahí y aún lo volvimos a hacer a media noche y por la mañana, cuando Ana se despidió se le notaban los ojos húmedos, a mi la garganta tampoco me dejaba tragar bien y nos dimos un beso largo en la boca.

  • Cuídate Carlos ¡ah!  Se me olvidaba, te he dejado un sobre con dinero en tu mesita.
  • Ni pensarlo, no quiero dinero tuyo, me las arreglo bastante bien.
  • Nooo, no es mío, me lo dio tu abuela, me dijo que no quería que pasaras estrecheces, es una buena mujer.
  • Si es así bien pero no quiero que se te ocurra dejarme nada de dinero.
  • Pues a Cayo sí que se le ocurrió, me insistió para que te diera algo de su parte.
  • Y me lo has dado pero dinero no, jajaja.
  • Adiós hombretón y… no folles demasiado.
  • Jajaja, te guardaré algo, jajaja.

 

                                                  Esperé en la acera hasta verla desaparecer y subí a casa, en el ascensor tuve una sospecha y cogí la llave de la habitación de Ana, antes de irse la había dejado ordenada pero busqué entre la ropa del armario y vi el sobre que me dejó tiempo atrás como reserva pero debajo de él había otro camuflado, no lo toqué pero me reafirmé en que no lo haría si no estaba extremadamente apurado.

                                                  Los días siguientes fueron frenéticos, por las mañanas a la Academia y por las tardes al bajo, lo ordené lo mejor que pude y cosí un vestido playero para Susi con los pañuelos que me había traído, no era lo que quería hacerle pero como anticipo me gustó, era informal y luciría en Ibiza si iba de vacaciones, lo colgué en un maniquí, limpié una franja del escaparate y lo expuse con un biombo detrás.

                                                  No habían pasado dos días cuando llamaron a la puerta, con cierto recelo abrí, no me conocía nadie por allí y no quería llamar la atención como había dicho Jorge, era una joven, casi una chiquilla con el uniforme de la tienda de al lado, lo deduje por el logotipo de la firma de moda.

  • Buenas tardes, perdone que lo moleste pero me manda mi jefa para que le diga que vaya a hablar con ella.
  • Hola buenas tardes, se lo agradezco pero ahora es imposible, estoy haciendo un trabajo urgente y me llevará un tiempo.

 

                                                  La chica se marchó cabizbaja y no me había sentado todavía cuando llamaron imperiosamente a la puerta.

  • Buenas, acaba de venir mi empleada pidiéndole que viniera a hablar conmigo.
  • Es verdad pero ahora no puedo, como le dije estoy trabajando y no puedo perder tiempo.
  • Oye… no estoy acostumbrada a que me nieguen nada y menos una persona como tú, así que te espero en mi tienda en media hora todo lo más.

                                                  Pasó media y una y dos y no aparecí por su tienda y al día siguiente nada más llegar oí que llamaban a mi puerta, era la señora del día anterior, me fijé más en ella, era rubia con una melena por los hombros y vestía muy elegante, en la camisa de seda llevaba prendido un broche de brillantes con el logo de su negocio.

  • Joven, ayer creo que dejé claro que quería hablar con usted y fue de mala educación pasar de mí como lo hizo.
  • Perdone señora…
  • Alicia, me llamo Alicia.
  • Pues… señora Alicia, tengo una serie de normas muy estrictas que me he impuesto a mí mismo y una de ellas es que el trabajo es lo primero, así es que si no está conforme ya sabe por dónde ha entrado…
  • Mmm… vamos a ver joven, vamos a tranquilizarnos, me  parece que hemos empezado mal, le pido disculpas, es que tengo un carácter fuerte y no estoy acostumbrada a que me repliquen.
  • Eso está mejor señora Alicia.
  • Vale, vamos a tutearnos ¿te parece…?
  • Carlos, me llamo Carlos…  Alicia.
  • Verás… yo tengo una buena clientela y hace mucho que intento conservarla y desde hace unos días vienen preguntando si habíamos abierto un taller porque les gustó el vestido playero que has hecho, tengo que reconocer que es muy bonito pero me pregunto qué intenciones tienes en un futuro próximo.
  • No tienes por qué preocuparte, yo sólo soy un estudiante de costura que se quiere abrir camino y me han dejado este local, sólo vendré a ratos y cómo ves no quiero ni vender ni mostrar nada, el vestido lo he acercado al escaparate pera que lo vea su dueña una amiga íntima y se lleve una sorpresa, hasta los pañuelos son de ella, jajaja.
  • Uf, me tranquilizas, de todas formas me gusta tu trabajo y se me ha ocurrido, si puedo enviarte a alguna clienta para hacerle lo que pida, yo te pagaría generosamente pero seguiría siendo mi clienta.
  • En un principio confieso que me halagas pero no me atrevo a comprometerme, todavía estoy muy verde para coser con la calidad de tu tienda.
  • No estoy de acuerdo, las ideas que demuestras no lo dicen igual, insisto y te ganarías un buen dinero y quién sabe si un nombre…
  • Mmm… hay otra cosa… como te dije tengo unas normas…
  • Tranquilo, lo que pidas…
  • Me gustaría que oyeras mis normas, son un poco… especiales…

 

                                                  Le conté mis normas, sobre todo la principal y más delicada, en principio pareció que se espantó pero al momento quedó pensativa y con la cara más dulce que podía me dijo.

  • Eso es un tema que se podría estudiar, conozco a mis clientas desde hace muchos años y sé que a muchas de ellas no les sería demasiado penoso cumplir con tu norma y sabiendo esto, ¿qué te parece si me pruebo el vestido de tu amiga para ver el efecto puesto?

                                                  La talla de Susi no era ni mucho menos la de Alicia porque ésta era más ancha pero no dije nada y le acerqué el maniquí, Alicia lo miró e imagino que se daría cuenta de las proporciones pero aún así continuó quitándose la camisa con el broche de diamantes, si el broche brillaba la lencería que lucía debajo me deslumbró.

  • ¿Me ayudas?, parece que he engordado algo…
  • Ten cuidado Alicia, me ha costado mucho coser los pañuelos sin estropearlos, deja que te ayude.
  • Me parece que es inútil, es que con la cantidad de pecho que tengo… y ya ves que me compro sujetadores caros paro nada, no me reducen nada, se me salen por todos lados, me lo voy a quitar para ver si así…

                                                  No esperó a que la ayudara, se quitó el vestido otra vez y soltó el sujetador, tenía razón unas tetas gloriosas cayeron sobre su pecho, debía llevar una talla 110 o más, cuando intentó meterse dentro del vestido por la cabeza rogó que le fuera ayudando recolocándole las tetas en el mismo, las tenía más duras de lo que creí en un primer momento pero los pezones no pasaron, contra todo pronóstico los tenía tan salidos que se quedaban enganchados como perchas.

  • Espera Alicia te los  voy a suavizar para que pasen.
  • ¡Aaaah, sí!, que gusto y qué suaves tienes las manos.
  • No son las manos, es mi lengua Alicia pero si no te gusta lo dejo estar.
  • Nooo Carlos sigue, me gusta, tienes una lengua especial, espera que me quite otra vez el vestido y me suavizas todas las tetas, así cabrán mejor.

 

                                                  Ella sabía mejor que yo que si le chupaba las tetas se iban a poner duras e hinchadas y todavía sería más difícil pero ya lo del vestido no era lo primordial ahora eran sus tetas y mis manos las amasaron lo suficiente para hacerla suspirar,  ya le cogía con descaro el culo y lo apretaba, noté que llevaba liguero y pasando por debajo de la falda le solté las medias, subí las manos y la falda fue descubriendo las piernas un poco rellenas de Alicia.

  • Uf ¡por Dios Carlos!, ¿qué estamos haciendo?, yo sólo venía para hablar de negocios…
  • Y lo vamos a hacer, te voy a enseñar mis habilidades y también mis normas, toca lo que guardo para ti, te la voy a meter donde te vea un agujero.
  • ¡Por todos los santos, que rabo tienes muchacho!  ¿Es de verdad?  Que duro.
  • Agáchate en el sofá y lo comprobarás, creo que ese carácter tan fuerte se te va a suavizar.

                                                  No lo tuve que repetir dos veces, se arrodilló y le bajé las bragas del conjunto, las nalgas blancas y redondas casi ocultaban los labios del coño peludo pero mi polla sabía por dónde buscar y sin más se hundió hasta el fondo.

  • Aaaag, Carlos cuidado, no me avisaste y con la tranca que tienes… no lo aparentas tan flacucho.
  • Es que toda la carne la tengo en la polla Alicia.
  • Joder Carlos, ¿no me tendrás rencor por lo que te he dicho?, aaaag.  ¡Dioooos que polla!

                                                  Mi verga entraba en ella como si la estuviera cosiendo, se corrió entre alaridos y cuando quiso rogar que parara me corrí yo también.

  • ¿Qué has hecho insensato?  ¿Te has corrido dentro de mí?
  • Sí, lo siento, pensé que ya no tendrías peligro de quedar preñada…
  • No es eso pero mi marido me come el coño todos los días y va a notar el sabor de tu leche.
  • Tranquila Alicia no sabe mal, ninguna mujer se me ha quejado de eso, jajaja.
  • Joder, que putada, ¡oh perdón se me ha escapado!  Espero que no se note, me pondré colonia.
  • O mejor cuéntale de la polla que te ha follado esta tarde, jajaja.

                                                  Alicia volvió a su tienda después de arreglarse la ropa, le costó enfundarse el sujetador otra vez pero lo consiguió, las bragas me las dejó  llenas de leche porque se había limpiado con ellas y me prometió que volvería a por ellas.

                                                  Al día siguiente una llamada nerviosa me alteró la tarde, al abrir vi la cara bonita de Silvia, la Miss que traía un paquete en la mano se volvió nerviosa mirando a un coche que la esperaba.

  • Hola Silvia, ¿cómo tú por aquí?
  • Me ha dicho Vero que te habías mudado, te traigo la tela para el vestido de noche, mis medidas ya las tienes, me gustaría quedarme un buen rato contigo pero ya ves… mi marido me espera en el coche.
  • Ah, ya ha vuelto… ¿y… como van las cosas?
  • Más o menos, le he dado un margen de confianza pero no sé, ya te contaré, nos vamos a San Mauricio unos días, ¿Cuándo vuelva ya lo tendrás?
  • Si lo necesitas no haré otra cosa pero me gustaría probártelo primero.
  • Y a mí que me follaras pero eso lo haremos cuando vuelva, adiós.

 

                                                  Me dio un beso precipitadamente pero aún le dio tiempo para cogerme una mano y pasarla por una teta, la polla saltó pero ya era tarde, entró en el coche subiéndose la falda y enseñando las bragas al meter las piernas, me habría hecho una paja de no haber tenido tanto trabajo.

                                                  En los siguientes días no hice otra cosa que cortar y coser el vestido de Silvia, era una tela tan fina que parecía un tul, me acordé del vestido de Adela, éste no era tan pesado como aquel pero en cambio tenía unas trasparencias que no dejaban mucho para la imaginación, Silvia había elegido un tejido para dar la campanada donde fuera.

                                                  Estuve hasta muy tarde y el día que lo terminé lo colgué en otro maniquí en el escaparate, todavía no había venido ninguna clienta recomendada por Alicia cuando llamaron a la puerta, la sombra no era la de la vecina y me extrañó.

  • Hola, me llamo Beatriz y soy la encargada de la tienda de al lado.
  • ¿La tienda de al lado?
  • No, esa no, la del otro lado.
  • Ah, ya entiendo ¿y qué se le ofrece?  Me llamo Carlos.
  • Bueno… me ha dicho un pajarito que mi… vecina Alicia vino el otro día a hablar contigo.
  • Sí, ¿se lo ha dicho ella?
  • Nooo, no nos hablamos, somos competencia feroz, nos llevamos fatal desde hace mucho.
  • Pues lo siento, dígame en que le puedo servir.
  • El caso es que… paso todos los días por delante y he visto el vestido de pañuelos y me ha gustado pero no me atreví a entrar pero al ver el vestido de noche ya no he podido aguantar y aquí estoy.
  • Sí, es un vestido para una amiga, yo sólo estoy aprendiendo.
  • Ya veo pero tienes muy buenas ideas y me preguntaba si esa ideas las vas a vender a la tienda de al lado.
  • No tengo intención de vender nada, sólo estoy aquí porque me han dejado el bajo pero no voy a abrir tienda.
  • Mmm, me alegro, eres bueno Carlos, no sé si te lo han dicho ya.
  • No creo pero voy estudiando con esa intención.
  • El caso es que me gustaría que si por casualidad… tengo… algún compromiso me podrías coser algo, nada importante pero mis clientas quieren lo más moderno y tú tienes buenas ideas.
  • Sí, me gusta ver las tendencias.
  • Me pregunto si me dejarías llevarme el vestido y probármelo en casa, sólo para ver el efecto y la caída.
  • Lo siento, el vestido está sólo hasta que se lo lleve mi amiga que vendrá en cualquier momento.
  • ¿Y probármelo aquí?
  • No sé, no me gustaría que se estropeara o se manchara, me ha costado mucho.
  • No te preocupes, es sólo un momento.
  • Lo siento pero no tengo probador todavía.
  • No padezcas, hay confianza… entre vecinos…

                                                  Beatriz era una morena más joven que Alicia, llevaba una melena corta con la nuca al aire, tenía unos ojos muy vivos y una boca pequeñita con unos labios carnosos pintados de rojo, se notaba muy inquieta y me hacía gracia, apenas tenía curvas, las tetas casi no se le notaban y las caderas eran una continuación de la cintura, en un momento el suéter holgado y la falda estrecha quedaron sobre la mesa de corte y cuando le acerqué el vestido de noche quedé impactado, la chica, como había notado, apenas tenía tetas pero lo poco que tenía era un puñadito turgente mirando hacia arriba y por supuesto ni llevaba ni necesitaba sujetador y las braguitas eran testimoniales, unos hilos alrededor de las caderas y un triángulo por delante entre las delgadas piernas.

                                                  No hizo falta ayudarle a ponérselo, el vestido cayó sobre ella quedando en su lugar como en la percha, parecía haberse hecho con sus medidas de largo aunque Silvia era mucho más exuberante, por el inmenso escote le sobraba tela y quedaba un hueco que enseñaba más de media teta.

  • ¿Qué tal me sienta por detrás?
  • Un poquitín holgado, igual que por delante.
  • Sí ya veo, es que tengo tan poco pecho… estoy acomplejada.
  • ¿Porqué, si tienes un tipo de modelo?
  • Ya pero a los hombres “les” gustan las mujeres con curvas.
  • A algunos sí que “les” gustan pero a otros no.
  • ¿A ti te gustan?
  • No sabría decir… es piel al fin y al cabo.
  • Ya imaginaba yo.  ¿Qué me recomendarías?
  • En tu caso le haría una pinza aquí… y otra allá.
  • Es que se me ve el pezón un poco y me da vergüenza, los tengo un poco abultados.
  • Ya pero eso lo podría solventar.
  • ¿Sí, cómo?
  • Es fácil mira… ¿puedo?
  • Si claro, toca lo que quieras, no me importa.

 

                                                  Mis manos se perdieron debajo del vestido hasta atrapar las tetas de Beatriz, me cabían justo en la palma de la mano y el pezón entre los dedos, la polla empezó a moverse y tuve que cruzar las piernas para no descubrirla.

  • ¿Ves? si te pongo una pieza aquí en el pezón quedaría disimulado porque como los tienes tan duros se notarán.
  • Ya lo veo, es el problema de siempre, no sé qué hacer con ellos, no puedo ir con prendas ceñidas, siempre holgada.
  • Según, me gustaría saber que grosor podrías ponerte para disimularlos.
  • No tengo ni idea, unas veces salen más que otras.
  • Normal pero me gustaría ver hasta dónde pueden llegar.
  • Pues son impredecibles.
  • Espera igual lo puedo calcular más o menos, quítate el vestido mientras.

                                                  La chica se quitó el vestido por la cabeza y le pude apreciar los labios del coño que se marcaban en el triángulo, era tan pequeño que lo rodeaban y quedaban uno a cada parte.  Cuando dejó el vestido me senté frente a ella y cogiéndole de la cintura la atraje hacia mí, ella con las manos detrás esperaba y mi lengua no le hizo perder tiempo, le chupé las tetas desde afuera hacia el centro y al final el pezón asomaba el doble que antes.

  • ¿Ves lo que te decía? Creo que ya están al máximo.
  • Voy a asegurarme por si acaso.

                                                  Atrapé el pezón desde la areola y aspiré, media teta entró en el paladar casi rozándome la campanilla y con la lengua le lamí el dátil que le había salido, Bea cerró los ojos y gimió, mis manos bajaron de la cintura al culo y siguió suspirando al haber acudido al otro pezón, por detrás estiré el hilo del tanga haciendo que se tensara el triángulo delantero metido entre los labios del coño, soltando y estirando le rozaba el clítoris que ya se marcaba en la cinta que quedaba a la vista.

                                                  Bea movió los brazos y me rodeó la cabeza acariciando el pelo, se acercaba a mí ya entre mis piernas, no abría los ojos, sólo sentía las caricias y me dio tiempo justo a sacar la polla antes de que se pegara a mí, las tetas ya eran mías y las lamía sin consideración, una mano la pasaba por su espalda atrayéndola hacia mí y la otra había separado el hilo del tanga a un lado dejando la raja de las nalgas libre, el dedo pasaba desde la cintura hasta casi los labios del coño por detrás y ella sin darse cuenta separaba las piernas más y más.

                                                  La mano de la espalda ya no hacía papel porque no se escapaba y pasó para la parte de adelante, el triángulo ya no estaba entre los labios del coño, ahora estaba en la ingle y mis dedos tenían acceso libre al clítoris, el prepucio había descubierto la pequeña almendra pelada y estaba mojada y brillante.  Mi boca había empapado de saliva los pechos de la chica y ahora subía hacia su garganta, dándole besos cortos me fui levantando de la silla y mi polla conmigo, al llegar a su boca la besé y Bea me lo devolvió, la polla ya rozaba su vientre y se puso de puntillas para que se nivelara con sus labios, yo colaboré agachándome un poco y la atraje desde las nalgas, el capullo entró entre los labios pero era difícil llegar más allá, era más baja que yo y las piernas me dolían de estar medio agachado.

                                                  Bea me llevó las manos a su culo y cuando notó que ya la tenía sujeta saltó rodeándome con sus piernas, mi polla por arte de magia se colocó entre sus labios menores y Bea se dejó caer sólo un poco, ya había notado que yo estaba llamando a su puerta cuando se descolgó del todo quedando clavada, la chica no pesaba demasiado pero saltando sobre mi polla colgada de mi cuello rozaba con los pezones mi pecho, la polla estaba tan dura que me dolía y la llevé en volandas hasta apoyarla sobre la mesa de corte, la hice tumbar de espaldas y clavé la polla a mi gusto, sus nalgas chapoteaban contra mi vientre al hundirme en ella y estirándose los largos pezones y gimiendo se corrió.  Yo seguí entrando y saliendo sin parar pero ya mis huevos quería aliviarse y ella lo notó.

  • Nooo, no te corras adentro que estoy ovulando estos días.
  • Pues lo dices muy tarde.
  • ¡Nooo sácala, no me preñes!
  • Lo siento Bea, te voy a llenaaaar.
  • ¡Por favor, te lo ruego, que no me entre en el coño!
  • ¡Ya veré lo que puedo hacer!
  • ¡Nooo, por ahí nooo, que no cabeeee!
  • Ya es demasiado tarde, por ahí no te preño seguro.
  • ¡Aaaag, joder que polla más gordaaaa!

                                                  Estaba seguro que no la iba a preñar pero el culo se lo dejé como si hubiera parido, la polla entró sólo con la lubricación de los flujos que le iban saliendo del coño que no eran pocos y el glande empezó a escupir leche todavía en la entrada del culo pero según iba saliendo leche iba entrando poco a poco, cuando los huevos chocaron con sus nalgas todavía estaba expulsando las últimas lechadas pero Bea ya estaba tranquila aunque dolorida.

                                                  Quedó tendida sobre la mesa cuando salí de su culo, puso la mano debajo para comprobar que salía la leche de ahí y no del coño y sonrió contenta al llenarse la palma de la mano de espesa espuma.

  • Uf, que susto me has dado pero me gustó, me he corrido como hacía tiempo, me ha encantado, espero repetirlo pronto.
  • Cuando quieras pero si te ve tu vecina…
  • No te preocupes por ella, ya te traeré clientela y te voy a decir más, la semana que viene voy a Paris para la presentación de la nueva temporada, ya te comentaré las nuevas tendencias para el año que viene, te advierto que es más secreto que la formula de la Coca Cola pero algo podré adelantarte, lo prometo.
  • Gracias, pero te agradecería que cuando vengas no sea en tus días fértiles, quiero follarte y correrme en tu coño.
  • Palabra de honor.
 

Continuará.

Agradezco sus valoraciones y comentarios.

Gracias.

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