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Viaje de un jubilado a La Argentina (6)

en Amor filial

Este relato no sería posible sin la estimable colaboración de mi amigo Guilleos, un porteño auténtico.

                              El viaje de regreso a casa me resultó más corto que de costumbre, mi cabeza revivía cada minuto pasado con las dos amigas y mis piernas parecían flotar, iba como en una nube, cuando entré a casa Elena estaba en la cocina preparando la cena y Corina guardaba cuidadosamente la ropita del nieto Javi, el crío parecía que crecía apresurado día a día, además parecía ser más espabilado de lo normal, su madre me miró de reojo y sonrió, después de unos minutos volvió a mirarme y alzando la voz para que la oyera Elena me dijo…

  • Debes estar agotado Pepe, ¿por qué no te das una ducha?, seguro que te sienta muy bien.

                              A la vez que decía esto hacía un gesto con la nariz como que olía a algo raro, yo instintivamente bajé la nariz a la axila por si acaso pero mi nuera me miró a la bragueta, debía tener un olfato de sabueso y una intuición felina porque había adivinado que no venía precisamente del museo.  Le hice caso y me duché poniéndome luego un agua de colonia refrescante, parecía la de Javi.

                              Cuando salí de la ducha Corina me miró satisfecha y movió la cabeza recriminándome la falta de visión.  Al momento mi mujer me llamaba desde la cocina para que le ayudara a poner la mesa, cenamos en armonía.  Elena me preguntó donde había estado todo el día y le conté que había estado en el Museo, por lo menos no le mentía, en la puerta si había estado.  Corina estaba de lo más comunicativa y habladora, parecía contenta de haberme avisado y ser un poco cómplice de mis correrías, cuando acabamos de cenar sonó el teléfono, era Javier que estaba de viaje en el interior, él también estaba contento Corina lo notó porque se le trababa un poco la lengua, oler por supuesto no olía pero su mujer supo que estaba algo bebido y con buena compañía, al momento se puso seria pero al final se encogió de hombros y me dijo que su marido le había recordado su recado y que si no lo había hecho que no lo olvidara.

                              Por un momento no comprendí pero de pronto recordé que me había encargado que fuera a casa de Viviana, su suegra le encargaba las reparaciones caseras y él iba encantado, yo sospechaba que el pago sería en especie, por parte de Viviana no tenía duda y por la de mi hijo tampoco.  Ante la cara interrogante de Corina tuve que decirle que su madre me había encargado que le revisara las puertas de un armario que no cerraban bien, ella parece que me creyó pero yo no lo habría jurado.

                              Después de lo que  me había hecho pasar mi consuegra no tenía ganas de acudir como un corderito a su llamada y dejé pasar un día pero la llamada directa de mi hijo me obligó a ir, su suegra le acuciaba a que fuera.  Hasta el último momento no me decidí, ya estaba en la calle cuando me supo mal, sobre todo por Javier que le estaría dando la tabarra, al llegar a su casa me abrió inmediatamente, me recibió como si fuera a una fiesta, no creía que para estar por casa fuera siempre de punta en blanco, nunca la veía sin maquillar y con ropa normal, ni en su casa.

 

  • Hola Pepe, te estaba esperando, bueno hace días que te espero, ¿no te dijo nada Javier?
  • Lo cierto es que sí, lo siento pero se me olvidó, no creí que era tan urgente, porque habrías llamado a un profesional.
  • No, realmente no es muy urgente, el caso es que Javier me dijo que vos eras muy manitas y lo arreglabas todo, yo le creo, hasta ahora me lo ha estado arreglando el pero al tener que viajar…
  • Ya veo, y ¿qué problema es ese tan importante?
  • Sólo es una puerta del armario ropero, estoy cambiando la ropa de invierno por la de verano y cada vez que abro la puerta se descuelga, ¿quieres ver que le pasa? Ven está en mi dormitorio.

                              No me pude negar y la seguí, iba con recelo esperando una encerrona pero realmente la puerta estaba mal, tenía dos bisagras sueltas y estaba a punto de caer.

  • Qué pena, de haberlo sabido habría traído tornillos y alguna herramienta.
  • No te preocupes, tengo un destornillador viejo, por lo menos intenta que no se caiga más.

                              No tenía escapatoria, me trajo la herramienta y probé a apretar los tornillos que se habían aflojado, estaban tan desbocados los agujeros que no se fijaban, se me ocurrió suplementarlos y le pedí algún mondadientes y con ellos quedaron provisionalmente fuertes, la mujer saltaba de alegría al ver que al menos cerraban las puertas y en un imprevisto me abrazó emocionada, con las manos ocupadas por la herramienta y los tornillos no pude hacer nada y aguanté todo el tiempo que quiso abrazarme, no fue breve y no era un abrazo de cortesía, se pegaba literalmente a mí, notaba como sus brazos me atraían hacia ella y me estrujaba sus tetas bajo la liviana blusa, su cintura no se separaba de la mía y su pelvis presionaba la mía, las muestras eran de alegría pero los roces eran de una intención inequívoca.

  • ¡Qué alegría Pepe, eres un manitas de verdad, nunca se me habría ocurrido a mí, fíjate con un simple mondadientes, es que tienes unas manosssss!

                              Cuando se separó de mí la blusa se le había pegado a las tetas y las mostraba como una segunda piel, siguió mi mirada y vio que en efecto eran sus tetas el motivo de mi cara.

 

  • Anda Pepe, no seas bobo, te has quedado con la boca abierta, si sólo son un par de tetas y tú… ya las conoces.
  • No tanto como quisiera, tienes unas tetas muy hermosas, perdona pechos…
  • Mmm que educado te has vuelto de momento, me gusta más cómo dices tetas… te sale de adentro.
  • Puedes jurarlo, de adentro del todo.
  • Ya que estamos aquí me puedes ayudar a guardar la ropa, ¿quieres?

                             

                              Me encogí de hombros y ella lo interpretó como que estaba encantado, de paso que le sujetaba las ropas plegadas cuando encontraba una pieza que le gustaba la desplegaba y me la enseñaba poniéndosela sobre ella.

  • Mira esta camisa, siempre me ha gustado, ¿sabes una cosa?  Es de hombre pero vi una película en que la mujer se la ponía cuando se levantaba después de una noche loca con él, me gusta sentir el roce de una prenda varonil, deja que me la ponga y verás que bien me sienta.

                              Despasó los botones de la camisa, en efecto era de hombre, blanca y parecía de fiesta, para llevar pajarita y todo, pensé que se la pondría sobre la blusa pero se volvió de espaldas y la quitó en un segundo, cuando se giró otra vez ya llevaba la camisa colocada pero abrochada sólo con un botón, hacía posturas para que se entreabriera y mostrara la redondez de las tetas sueltas, mis dedos me hacían cosquillas queriendo lanzarse bajo la camisa pero me contuve.

                              Cada vez era más frecuentes las pruebas de ropa, yo sentado en la cama asistía como espectador, al principio muy pudorosa se volvía de espaldas para cambiarse de prenda, pero con la rutina iba perdiendo la vergüenza y ya se cambiaba sin tanta ceremonia, a la rapidez la iba sustituyendo por hacerme fijar en cualquier detalle de la prenda y eso colocándose entre mis piernas aproximando tanto sus tetas, la mayoría de veces visibles, a escasos centímetros de mis narices.

                              Me propuse seguirle el juego recordando al buen consejo de mi nuevo amigo, cuando tenía alguna duda la señalaba procurando que mi dedo diera de lleno en alguna de las dos gemelas, cuando ella se daba por aludida y quería que siguiera aventurando con mis manos yo las retiraba sin inmutarme.  Viviana no comprendía o mejor no admitía mi indiferencia y cada vez me provocaba ofreciéndome más sus tetas sin disimulo.

  • Pepe, ¿te ha fijado cuanto realzan mis tetas esta camiseta?  Me la compré después de habérsela visto a la actriz…)
  • Pues no me había fijado, a ver… aquí parece que te hace un pliegue… ¡ah! perdona es tu pezón…
  • Mmm, que dedos y que manos tienes Pepe, ya te lo he dicho, necesito una revisión a fondo.
  • ¿Muy a fondo?
  • A fondo del todo Pepe.
  • ¡Uf! Qué hora se ha hecho, y aún tengo que hacer un recado, de todas formas no te puedo reparar todo hoy, no tengo la herramienta precisa.
  • Si que tienes la herramienta precisa, yo sólo me conformo con una y tus manitas… mira cómo me tienes los pezones, duros como aceitunas negras.
  • Debe ser por el frio, bueno Viviana, lo siento otro día seguiremos, vendré a reparar el armario y si quieres que revise algo más me lo dices…
  • ¿Seguro que te tienes que ir?  Pues no sabes lo que te pierdes, estoy bastante motivada hoy.
  • Qué lástima, no coincidimos nunca, probaremos a ver si tenemos más suerte la próxima vez, chao.

                              Salí de casa de Viviana como un león enjaulado, para mi sorpresa la polla se había animado lo suficiente para haber cumplido los deseos de la mujer pero esta vez había ganado la cabeza de arriba sobre la de abajo y estaba contento pero más caliente que una vela encendida.

                              Tenía un lío en la cabeza que me hacía andar rápido hacia casa, no sabía si había hecho bien o mal, seguro que había perdido la oportunidad de haber saboreado a Viviana o quizás algo más pero podría ser que a última hora me hubiera dado un corte y entonces sí que estaba jodido.  Mi polla no entendía de sutilezas y me martilleaba la cabeza diciéndome que “ave que vuela a la cazuela” pero yo no pensaba así…  Hasta ahora por lo menos.

                              Al entrar en casa me crucé con Elena, salía con prisa, iba a buscar los pañales para Javi que tenía pedidos en la farmacia, me preguntó si quería ir yo pero con la cara que puse de ignorante pensó que mientras me explicaba donde era y demás ya lo habría hecho ella de sobra, no sabía que era mi arma secreta para escurrir el bulto cuando no me venía bien una cosa.

                              Me senté en el salón y me puse a leer el periódico sin ganas, al momento salió de su habitación Corina, acababa de acostar a Javi y se había lavado las tetas seguramente porque se estaba abrochando la blusa.

  • Hola Pepe, ¿vos por aquí tan pronto?
  • Si, hoy he terminado pronto, quizás demasiado, no sé.
  • Huy, Pepe, sabes que te conozco muy bien, casi como Elena, a ti te pasa algo pero no me lo vas a decir ¿verdad?
  • Qué más quisiera Corina, te aprecio mucho, más de lo que piensas pero hay cosas que no te puedo contar y menos a ti.
  • Ya, no hace falta que me digas más… mi madre…
  • Joder Corina, no sé que tienes pero el olfato… sí es tu madre, no sé qué pensar de ella.
  • Si quieres te lo digo yo que la conozco, mi madre es una persona que sabe que está

muy bien a su edad y le gusta que le hagan caso y la galanteen pero cuando se da               cuenta que va muy deprisa no sabe decidirse y de momento frena y pasa como con los coches el que va atrás choca con ella.

  • Perdona que te diga esto Corina, de ninguna forma quiero que te ofendas es tu madre y eso es mucho pero en España tenemos un nombre para eso, tu madre es una    “calienta pollas” en valenciano “calfa nanos” si quieres más detalles, no hace falta que te lo traduzca.
  • Ya lo sé Pepe, le gusta mover y seducir a la gente, luego se acojona y se vuelve atrás… y

               a ti te ha calentado de sobra…

  • Vaya nuera, sí que me conoces si, vengo con la polla más dura que en mucho tiempo.
  • Qué mal repartido está el mundo Pepe.
  • ¿Por qué lo dices? Si es que te ofendido lo siento, se me ha escapado.
  • No, no es eso, es que hay personas que no son así y no tienen a nadie que les calmen cuando están como tú ahora.
  • No sabes cuánto daría por encontrar una persona así.
  • Y a mí, me da vergüenza decírtelo pero sé que lo sentiré si no te lo digo, me gusta tu forma de ser, yo no soy como mi madre.
  • Ya lo sé, tú me has demostrado que tienes más confianza conmigo que incluso con mi hijo.
  • ¿Lo has notado?
  • Claro Corina, el día que me ofreciste tus pechos para que mamara de ti me emocionaste, reconozco que tienes unas tetas divinas y me encantó chuparlas pero me gustó mucho tu entrega para hacerme feliz y también cuando recurriste a mí al asustarte con tu herida vaginal… fue emocionante después del susto.
  • No sabes las sensaciones que me diste las dos veces, verte mamar de mis pechos fue una experiencia que me hizo mojarme y cuando después de tranquilizarme me curarte con el “cura sana” me acabaste de conquistar, luego en mi cama deseaba que estuvieras toda la noche curándome, estaba ardiendo.
  • Qué lástima Corina ya tengo la polla dura hablando sólo contigo y por culpa de tu madre y tú me dices esas cosas…
  • ¿Si te confieso una cosa te enfadarás?
  • Contigo nunca Corina.  Dime.
  • Me gustaría que me enseñaras tu polla, sólo enseñármela, luego me masturbaré pensando en ti, te lo prometo.
  • Me pides mucho Corina, no me importa enseñarte mi polla, al contrario, casi me avergüenza, no es nada atractiva pero tú tienes tu marido, el te cogerá muy bien, se deshará en halagos contigo y te hará alcanzar orgasmos impetuosos.
  • Ay, si yo te contara Pepe, todo eso es lo que quisiera yo pero la realidad es diferente, no te debo contar nada porque es tu hijo pero créeme que es diferente, sobre todo conmigo, por eso quisiera ver tu pene, para soñar con él solamente.
  • Es que mi mujer puede llegar de un momento a otro, imagina la escena.
  • No te preocupes, la oiremos llegar, sólo es verlo.
  • Está bien Corina, lo hago sólo por ti, porque por tu madre…
  • No la nombres ahora por favor…

                              Nos pusimos frente a la ventana, el sol entraba a raudales y cuando me bajé la cremallera Corina estaba sentada frente a mí con los ojos bien abiertos, me abrí el pantalón y quedé con el slip puesto, bajo él se notaba el bulto que bajaba por la pierna izquierda.  Corina no esperó a que la sacara yo y cogiendo del elástico lo fue bajando, cuando se vio ante el tronco venoso, tragó saliva, luego siguió bajándolo, el miembro estaba forzado por la erección y cuando llegó al glande saltó de repente frente a ella poniéndose horizontal después de dar unos saltos.

  • ¡Ooooh!  Pepe, ¡qué maravilla!  Es mejor de lo que me había imaginado y te digo una cosa, me gusta más que la de Javier, la de él es más larga pero la tuya es mucho más gruesa, casi no debe caber.
  • No te burles de mí Corina, tengo una polla de lo más corriente, vulgar diría yo y cosa rara, siempre está dormida,
  • No me lo creo, tiene la cabeza roja llena de sangre viva y con piel, no como la de tu hijo, da gusto descubrirla y esperar a que amanezca como el sol por la mañana, ¿me dejas verla descubierta?
  • Corina por favor que mi mujer va a venirrrr.
  • Sólo será un momento.
  • Vale, mira… o mejor hazlo tú.
  • Gracias, no me atrevía a pedírtelo.

                              La chica con dos dedos sujetó el prepucio y fue retirándolo suavemente por miedo de hacerme daño, a mi hijo recordé que lo habían operado de fimosis de niño y encima no había sido muy hábil el cirujano al coser.  Ella sólo retiró lo justo para descubrir el capullo.

  • Sigue si quieres, no me haces daño pero sujétalo con todos los dedos, no se va a romper.

                             

                              La chica me miró y sonrió, agarró con toda la mano y cerró el puño sobre mi polla cada vez más dura y tiró hacia el nacimiento, yo notaba en mis venas el paso de sus dedos uno a uno, cuando su mano llegó a mis huevos la piel estaba tirante y el glande se curvaba tensando el frenillo.

  • ¡Qué bien huele!
  • Pues a gel de ducha, debe ser.
  • No, huele a macho, a hombre de verdad, ¿me dejas besarlo?
  • Por favor Corina, Elena está el llegar imagina que nos pilla.
  • Tranquilo, sólo es un beso cariñoso.
 

                              Cerré los ojos para no verla, imaginé que juntaba los labios para darle un piquito en la punta pero noté el calor de su aliento y sus labios rodeando el glande por completo, cuando abrí los ojos vi como el capullo entero estaba dentro de su boca y todavía aspiraba haciendo que entrara poco a poco más y más, no pude recriminarle nada sólo esperé y cuando levantó los ojos hacia mí me dijo.

 

  • Está sabrosa, quiero probarla.
  • ¡Corina! ¿qué dices, estás loca?
  • Sí, estoy loca por probarla aunque sea un poquito, sentirla tocándome el sexo, quemándome, saber que está ahí, luego la soñaré mientras me acaricie con los dedos.
  • ¿Tú te acaricias con los dedos?
  • Desde que mamaste en mis pechos, concédeme este capricho, vale mucho para mí.

 

                              A sus palabras me iba resistiendo bastante bien hasta ahora pero cuando se subió la falda y se bajó las bragas enseñándome el coño apenas con un milímetro de vello no pude más.

  • ¿Cómo lo hacemos?
  • Como quieras, si quieres te sientas y me subo en tus piernas.
  • Pero será como dices, sólo tocarte.
  • Claro Pepe, te lo prometo.

                              Me senté como me dijo y ella levantó la falta y se sentó sobre mis piernas, luego dejó caer la falda, no se veía nada, sólo sentía el calor que manaba de su entrepierna, pasó sus brazos alrededor de mi cuello y fue buscando la postura, noté como sus labios iban abriéndose al paso de mi capullo, ella se movía recorriendo toda la raja de su sexo, sentí el clítoris como se enganchaba y saltaba al liberarse, ella lo sintió mucho más que yo, al llegar a sus labios menores estaban mojados, esa era su meta, sentirme en la entrada y lo había conseguido, me miró y le dije que ya era suficiente, ella resignada pero con cara de fastidio obedeció y se levantó.

 

  • Espera, sólo un momento.

                              Me sorprendió, no lo esperaba de ella pero se dejó caer de golpe, se hincó literalmente la polla hasta adentro de su coño, me clavó las uñas en la espalda y se hubiera corrido si no llegan a llamar a la puerta, era Elena y traía prisa.  Corina se sacó la polla de su coño encharcado y corrió a abrir, yo me guardé sus bragas en el bolsillo.

                              Elena entró sofocada, venía casi corriendo porque era tarde para la comida.  Corina entró en su habitación y salió secándose la cara y las manos, debía haberse refrescado, cuando noté humedad en mi pierna proveniente de mi bolsillo me acordé de devolverle las bragas a mi nuera, todavía estaban mojadas, ella las escondió en la cinturilla de la falda y salió rápida para esconderlas y ponerse otras.

                              Por la noche mi mujer hizo otra incursión en el pantalón de mi pijama, yo bendecía mi suerte, me estaban pasando cosas impensables desde hacía un mes pero el comentario de Elena me sacó del sueño y de paso me heló la sangre.

  • Mmm…  ¡Qué bien hueles!  ¿te has comprado una colonia nueva?

                              Entonces caí en la cuenta de después del breve escarceo con Corina no me había lavado y el perfume de los flujos de la chica me delatarían, pero por otra parte mi “buen olor” podía ser de la cercanía a las tetas de Viviana por lo cual decidí tomar una acción a la desesperada y girándome sobre Elena le abrí las piernas y le metí la polla si más, yo no estoy ya para la posición del misionero por lo que después de unas metidas rápidas y de que se le pasase la sorpresa a mi mujer me tumbé a su lado y opté por la postura acostumbrada cuando no tenemos sueño y nos dedicamos a hablar.  Entrelacé mis piernas con las suyas y los dos tumbados con la polla metida en su coño a ritmo lento íbamos comentando a la vez que me movía suavemente manteniendo mi erección y de vez en cuando dedicándole unas caricias en el clítoris o en las tetas, al final siempre acabábamos igual, cuando la conversación decaía o yo aceleraba o ella se acariciaba hasta provocarse un orgasmo, yo la seguía hasta correrme más o menos a la vez.  Esta vez el tema de conversación se interrumpió cuando oímos ruidos en la cocina, la luz estaba encendida y mi mujer se levantó para ver si le ocurría algo a Corina o al niño pero al momento la luz se apagó aunque los ruidos continuaron algún tiempo, nosotros más tranquilos volvimos a nuestro quehacer hasta que nos dormimos con los sexos satisfechos.

                              Por la mañana me crucé con mi nuera, mi mujer estaba poniendo la ropa en la lavadora, con cara de haber dormido poco.

  • Buenos días Corina ¿cómo estás? Nos parece haberte oído en la cocina de madrugada.
  • Shhhit, habla en voz baja, anoche no me podía dormir, imagina recordando qué, el dedo me parecía poco y usé dos y luego tres, nada, cogí el cepillo del pelo y use el mango, tampoco era ni parecido, al final en la cocina busqué y encontré un  pepino de un tamaño similar a tu poronga, me lo llevé a mi habitación, lo forré con un condón y no paré hasta correrme como una loca.
  • No me digas que esos eran los ruidos que oímos.
  • Seguro y lo mejor es que ésta mañana antes de levantarme me lo he metido otra vez, estoy obsesionada con tu polla Pepe.

                              En ese momento vino Elena para preguntarle sobre si iba a añadir alguna prenda más, ella le contestó que tenía un poco de ropa interior y que la metería ella.

                              Últimamente mi mujer ya no decía nada, se había acostumbrado pero yo no, la hora de alimentarse de mi nieto era una rutina, si Corina no pensaba salir de casa sólo llevaba una camisa que en su momento abría totalmente y descubría sus pechos y cuando digo sus pechos me refiero a los dos a la vez, ignoro si lo hacía para motivar a Javi pero a mí sí que me motivaba y bastante.  Elena incluso a veces le aconsejaba que se quitara del todo la camisa abierta para mayor movilidad con el peque, esto me volvía loco, saber que Javi se iba a dejar (por exceso de leche) una teta llena por lo menos me jodía bastante, con gusto me ofrecería voluntario para vaciar y renovar el contenido de la que quedara olvidada por mi nieto y sé que Corina me lo agradecería también.  

                              La visión de la madre ofreciéndole al bebé su alimento me conmovía pero cuando presionaba el pezón de la que no estaba en funcionamiento con dos dedos y lanzaba el chorrito de leche hacia arriba me ponía malo, creo que incluso por reflejo sacaba la lengua para que no se perdiera el líquido, la madre también lo gozaba sabiendo de mis debilidades por las tetas lecheras o sin leche, el resultado siempre era el mismo, si se acercaba mi mujer o se terminaba la exhibición tenía que levantarme cubriéndome la bragueta para ocultar mi erección, aquella tarde no fue la excepción y me levanté mucho antes al recordar la confidencia de Corina en su noche con “mi” pepino.

                              Por la mañana ya más despejado decidí salir disparado y cumplir mi ilusión de ver el famoso Museo, me estaba afeitando cuando se fue la luz eléctrica, sólo fue un momento pero el trueno que le siguió me hizo saltar, salí extrañado, cuando me levanté el cielo estaba gris pero ahora estaba tan negro como la cueva de Alí Babá, aún no llovía pero por momentos se ponía más oscuro hasta que unas gotas como platos cayeron con fuerza, desde la ventana daba gusto ver la cortina de agua que caía sobre los tejados, la calle se difuminaba en la niebla de lluvia, pronto por la calzada se formaban ríos que los desagües no podían tragar, en medio de este caos llamaron a la puerta, nos extrañó, no esperábamos a nadie ni creíamos que a nadie se le ocurriría intentar vendernos alguna bicoca.

                              Todos nos miramos y a mí me tocó ir a ver quién era, yo representaba al macho protector y fui, no sin precaución, miré por la mirilla y no vi nada, sólo parecía una escoba al revés, abrí más por curiosidad que por otra cosa y la persona (por decir algo) que había en el rellano me fue desconocida, se levantó el flequillo empapado y reconocí a la juvenil cara de Carla, la hice pasar sin falta, parecía sacada de la lavadora sin centrifugar y chorreando le llevé al salón, las dos mujeres tardaron en reaccionar, ni la esperaban ni sabían qué hacer ni que decir.

  • ¿Qué te ha pasado Carla, porqué has venido hoy y con lo que está cayendo?
  • He venido porque como le pedí permiso para faltar dos días por mi examen no debía dejar la casa sin atender…
  • Pero Carla, si estamos dos mujeres y no ensuciamos apenas, podías venir cualquier día y hoy encima con el chubasco que cae, anda vamos a cambiarte de ropa. -le dijo Corina-

                              La maquinaria femenina se puso en marcha enseguida, se llevaron a Carla a la habitación de Corina que sacó alguna ropa de antes de estar embarazada, oí el secador de pelo y al rato la trajeron de vuelta al salón, mi mujer le había preparado un café con leche y en un momento parecía otra vez la linda muchacha de siempre, le insistieron para que no hiciera nada pero la chica muy agradecida se empeñó en limpiar lo más preciso, las mujeres de la casa desistieron ante el empeño y la dejaron seguir su trabajo.

                              Yo me despreocupé del asunto ya y me puse con mi periódico del día anterior, la verdad es que las noticias que daban me eran indiferentes, me puse a pensar en el pobre viejo del parque, esperaba que no le hubiese cogido la tormenta, también en mi nuevo amigo canoso, hoy debía estar pasando un mal día peleando con sus bronquios, en eso estaba cuando llegó Carla junto a mí con una mopa recogiendo el polvo del suelo, me sonrió, le sonreí y le pregunté…

  • ¿Cómo estás Carla, porqué has venido hoy?
  • ¿La verdad? Tenía ganas de verte.
  • Gracias mujer pero no debiste venir con éste tiempo.
  • ¿Y qué me importa a mí la lluvia?

                              La chica miró a su alrededor y comprobó que estábamos solos, se cogió la orilla de la falda que le había dejado Corina y se la subió a la cintura, me ofreció la visión más linda que había visto desde hacía mucho, no llevaba bragas, se estaban secando en el baño de Corina, sus piernas delgadas casi se juntaban en un pubis depilado completamente partido en dos por la regata de sus labios, por si me quedaba alguna duda se pellizcó los labios y los separó dejando el clítoris en solitario, estaba moreno en medio de la piel rosada del sexo, una punzada en mi polla me hizo llevar la mano a ella.  Carla lo notó y mirando a la puerta se acercó a mí y puso la mano sobre el bulto que se marcaba, mi mano se deslizó entre las piernas de la chica y noté cómo estaba mojada y no de lluvia precisamente, sólo pude deslizar el dedo a lo largo de sus labios pero el suspiro que me dedicó fue el mayor regalo, ante las voces de las mujeres acercándose dejó caer la falda y siguió con su tarea.

                              La chica hizo su trabajo más rápidamente de lo normal y se fue a casa, Corina le dio dinero para que tomara un taxi aunque la tormenta ya había cesado y solamente chispeaba, cuando nos pusimos a comer fue el tema de comentario, tanto Elena como Corina no podían elogiar más el compromiso de la chica, con lo joven que era y lo responsable, ya acabando los postres una llamada nos cortó la conversación…

  • Debe ser Carla para decir que ha llegado bien…
  • ¿Hola, has llegado bien?
  • ¿Bien? estoy desesperada, no he podido salir de casa en todo el día y además me he quedado esperando a Pepe, le he comprado herramientas para que no le falte de nada y tampoco ha venido hoy.
  • Mamá, ¿cómo iba a ir con el día tan horrible que ha hecho?, nos lo ha dicho y se lo hemos prohibido -mintió- en el momento que pueda pasará y te arreglará todo… si puede.
  • Bueno, confío con ello, dile que le guardo una sorpresa…
  • Vale, se lo diré pero no te pases mamá que te conozco, no te aproveches de él, es muy buena persona, te lo digo yo, adiós mamá.
 

                              Corina colgó y nos miró… condescendiente.

  • Mi madre… se pone histérica cuando no le salen las cosas como ella ha previsto, no le hagas caso Pepe, ve cuando quieras o puedas y no le des mucha bola, ya sabes cómo es.
  • El caso es que tenía previsto ir esta tarde pero ya que has hablado con ella iré otro día.
  • Mejor, hoy está un poco ofuscada y no controla mucho.

                              Mi nuera me lo decía con la convicción de que sabía de qué estábamos hablando los dos, Elena asentía convencida de la paranoia de su consuegra.

                              Ya liberado del compromiso me sentí más a gusto en casa y me quedé con las dos y el niño, estuve jugando con él un rato y disfruté de sus gracias y de la visión de las tetas que se zampó antes de caer rendido con una sonrisa angelical, mi mujer me miraba y con los ojos me señalaba la delantera de Corina, por si yo no me había dado cuenta suficientemente.

                              Por la mañana temprano volvió a llamar Viviana, con la excusa de asegurarse de que iba a ir para poder salir ella si no era así, tuve que confirmárselo iría esa mañana, cuando salí por la puerta miré a las dos mujeres que se quedaban en casa, las dos me deseaban suerte y paciencia con Viviana, su hija apretaba los puños en señal de ánimo también, cuando llegué a la casa de la mujer no me sorprendí lo más mínimo con el atuendo que me recibió, no llegó a asomarse del todo porque sólo llevaba una bata que apenas le cubría el culo y mal abrochada.

  • Uy perdona Pepe, no te esperaba tan pronto pero pasa, me iba a duchar en este momento, si quieres ahí tienes el mueble bar, sírvete lo que te apetezca.
  • Gracias Viviana pero es un poco pronto para mi, te esperaré, ¿no habías dicho que tenías herramientas nuevas?
  • No creas, no son gran cosa pero en tus manos harán maravillas, la tuya sí que debe ser una buena herramienta… eso espero.

                             

                              Antes de meterse en el baño sacó una caja que pesaba bastante, en ella seguro que iría de todo un poco, se volvió intentando levantarla del suelo y lo que provocó que se le subiera la bata a la cintura dejando el culo a la vista, entre los muslos apretados los labios se estrujaban formando una raya vertical.

                              Realmente había toda clase de herramientas para una reparación sencilla, aunque de una calidad pobre, en la tienda se ve que la vieron venir.

                              No tardó en aparecer envuelta en dos toallas, una en el pelo sólo le dejaba ver la cara y otra liada al cuerpo por debajo de los brazos, le llegaba justo sobre las rodillas y la bata desde luego se le había olvidado en el baño.

  • Uf que calor, no tienes idea lo que me despeja una buena ducha, ¿a ti no?
  • También pero cuando tengo algo que hacer prefiero ducharme después, vengo duchado de casa.      
 

                              Parecía que tenía mucha prisa para que empezara porque me explicaba la lista que me había preparado, todas eran tonterías pero si quería podía recrearme en realizarlas, no quise ir al dormitorio directamente para evitar que me hiciera una encerrona nada más llegar y elegí lo más neutro.

  • ¿Qué le pasa al fregadero de la cocina?
  • Pues que no deja de gotear, tu hijo ya lo ha intentado varias veces pero con tus manos seguro que se soluciona.
  • Vamos a ver, ¿puedes despejar de botellas el fregadero?
 

                              Ella diligentemente se agachó y empezó a sacar detergentes y botellas de limpieza, mientras iba sacando cosas la toalla se iba subiendo hasta más allá de las nalgas, yo miraba hacia otro lado recogiendo las botellas que me daba, cuando estuvo despejado me dijo…

  • Ya está pero espera vas muy mudado, te traeré una manta vieja para que te agaches sin mancharte, no quiero que Elena se enfade contigo y… conmigo.
 

                         Lo de la manta fue una buena idea, yo no tenía el agache bueno, las rodillas me crujían y tuve que sentarme por comodidad, al comprobar que efectivamente goteaba le dije si podía abrir el grifo para asegurarme la fuga, acabé tumbándome boca arriba para ver mejor.

 
  • Viviana ¿puedes abrir el grifo para ver por donde salé?
  • Muy bien, enseguida, avísame cuando cierro.

                              Tardé bastante en decirle que cerrara, desde abajo, entre sus piernas, tenía una visión privilegiada de sus muslos, verdaderamente tenía un tipo excepcional para su edad, ella cambiaba el peso de las piernas al tardar y me ofrecía varias posiciones de sus labios, eran perfectos, cerraban como una ostra, sabía que guardaba la perla y estaba seguro que acabaría comiéndomela, cuando le dije que ya sabía por dónde salía el agua ella se quiso asegurar y se agachó sentándose sobre mí, con las piernas abiertas la toalla forzada terminó en soltarse y cayó al suelo, Viviana no le dio importancia y yo no lo demostré, todo era preguntarme para que servía esto o lo otro, alargándose o reculando sentada sobre mi polla, abría las piernas y por consiguiente el coño, las tetas plegadas por sus muslos se querían escapar por los lados, yo le pedía alguna llave para intentar cerrar la fuga y ella sin levantarse se inclinaba y me frotaba la polla, ya la había encajonado en sus labios y por mucho que se movía sólo me producía una erección cada vez mas exagerada.

  • Perdón Pepe, no me había dado cuenta de que me había descargado sobre ti, te estaré haciendo daño.
  • No creas, lo que me preocupa es que me marques los pantalones de gel u otra cosa, luego me los tiene que lavar Elena.
  • Lo siento, sólo quería ayudar, si quieres te abro el pantalón para no mancharte nada.
  • Lo que quieras.

                              No sólo me abrió el pantalón sino que me bajó el slip lo suficiente para que la polla saliera aunque los huevos los dejó adentro, la polla tumbada sobre mi vientre servía para pasearse con sus labios rodeándola, parecía que era hiperactiva de lo que se movía, ya iba perdiendo la paciencia y además de moverse a lo largo hacía unos círculos que restregaba todo el coño sin dejar nada seco, cuando ya se hartó de esperar mi reacción me cogió el tronco y lo puso vertical, lo aseguró entre sus labios vaginales y se cogió al borde del fregadero para elevarse lo suficiente y dejarse caer.

  • ¿Qué haces Viviana?, me provocas y luego se te pasa en un segundo, no juegues conmigo así.
  • Lo siento Pepe pero estoy tan nerviosa y se nota tan caliente tu pene que me he desbocado sin querer.
  • Pues debes saber que eso no es sólo cosa tuya, creo que debo cooperar.

                              Me hice mucho daño pero valió la pena, con los alicates me pellizqué un dedo y me salió bastante sangre, grité de dolor y ella creyó que me había roto la polla pero salí de abajo del fregadero con la mano ensangrentada, aún con la polla fuera ella la atendía más que a mi mano, me hice el asustado, incluso parecía que perdía el sentido y pidiéndole que me abrochara los pantalones, me despedí de ella para volver a casa y curarme, mientras me guardaba la polla, con pesar la besaba y me insistía que también tenía apósitos para curarme intentaba tranquilizarme abrazándome incrustándome las tetas para convencerme, pude aguantar la presión y cuando salí en el primer bar que vi pedí una copa y con una servilleta me limpié la mano.

                              Cuando llegué a casa les enseñé la mano herida, Elena se preocupó pero al ver la herida se rió de mí.  Corina me curó y me preguntó que me había pasado, le tuve que contar el motivo de la herida y se rió muy a gusto, imaginaba la escena de su madre ya convencida de que iba a conseguir su propósito y nuevamente quedaba frustrada por una tontería.

                              A la mañana siguiente con la excusa de ver cómo seguía mi herida Viviana se presentó en casa, al oír que llegaba me tuve que liar la mano con una servilleta de papel y pegarme un esparadrapo, la mujer muy compungida me abrazó, como siempre pegando totalmente su cuerpo al mío, le dije que no era mucho pero para poder hacer algo pasarían unos días, ella muy a su pesar transigió, me apoyaron Corina y Elena aunque me arrancó la promesa de que sin falta iría lo antes posible y me informó que se había comprado un botiquín de urgencia.

                              Cuando se fue Viviana salí de casa, después de todo el día anterior encerrado necesitaba respirar y me encaminé al parque donde estaban mis nuevos amigos, al viejo lo vi de lejos pero se ve que llegaba tarde, ya estaba rodeado de oyentes entre ellos mi nuevo amigo, éste cuando me vio llegar de lejos se levantó y vino a mi encuentro, le pregunté por su salud y con una cara más que expresiva me dio a entender que iba pasando, como yo suponía el ambiente húmedo no le ayudaba, nos sentamos en un banco y estuvimos hablando de todo un poco y a la mínima referencia de mi consuegra le conté cómo iba la lucha desesperada por cobrar el pez después de cansarlo, estaba yo deseando contarle y él me aconsejó que siguiera así, apretando más el sedal y al final caería en la cesta, también me aconsejó que no me demorara demasiado por si de momento perdía su interés y rompía el sedal.  Este último consejo me dejó pensativo, seguramente tenía razón y lo cierto es que la mujer me gustaba mucho y me la quería follar pero, a mi manera.

                              Nos despedimos después de un buen rato, hablamos mucho, tenía una conversación muy interesante y conocimientos de todo tipo, me hizo una confidencia, no me lo acabó de contar por deferencia a la dama pero conocía a alguna mujer de buen ver y desde luego no eran tan difíciles como Viviana, bueno… había de todo, me propuse que me  interesaría por esas historias y acabaría contándome detalles.

                              De vuelta a casa  decidí no demorar más la cosa y acudir al día siguiente, cuando me vio en su puerta se le iluminó la sonrisa, me había presentado sin llamar y acababa de levantarse, aparentemente apurada se cubrió el mal colocado camisón cortito y cuanto más cubría más enseñaba, me recordó lo de la gotera del fregadero pero yo iba ya decidido y le dije que prefería no mojarme las manos y acabar con el armario, a ella le encantó la idea y después de disculparse por el desorden de la cama me hizo sentar con ella.

  • No sabes cuánto de agradezco que hayas venido, estoy muy triste, he estado toda la noche sin dormir, tenía un montón de dudas, he imaginado que hasta evitabas venir porque no te gustaba verme.
  • De ninguna forma, eres una mujer encantadora y siempre es un placer estar a tu lado.
  • ¿De verdad? Yo creo que ya no atraigo a los hombres, ya soy muy mayor y mi cuerpo está ajado y sin atractivos.
  • Para nada tienes un cuerpo envidiable, deseable y de una chica joven, no habrá ningún hombre que no soñara coger contigo.
  • Mmm, no me digas eso sólo quieres adularme, ¿crees que no sé que mis tetas ya no gustan?, ya están fláccidas y blandas.
  • Todo lo contrario, a mi me encantan, el único defecto que les encuentro es que son un poco huidizas…
  • Bueno… es que soy tan indecisa… pero luego siempre me arrepiento, cuando me las has visto me ha dado un cosquilleo interno que me he mojado y cuando me las tocaste, casi me voy, creí que no te gustaban lo suficiente, el otro día me pasé, lo siento por eso estaba deseando que vinieras para pedirte perdón, cuando fui a verte te lo iba a decir delante de todas pero me contuve.
  • No se te ocurra decir nada delante de Elena, es mi mujer, la quiero mucho y no debe entrar en esto y tu hija menos, es la mujer de Javier y no quiero que tengan problemas matrimoniales…
  • No te preocupes seré prudente pero no me dejes tan caliente como el otro día.
  • Yo también estaba caliente pero el accidente me cortó la calentura, quizás en otro momento…
  • ¿En otro momento?...  Y que te parece este momento…

                              Se fue quitando el camisón que llevaba dejando al descubierto una teta y después lentamente la otra, lo cierto es que las tenía preciosas pero yo estaba decidido a mostrarme duro con ella.  Cuando dejó aparte el camisón sólo le quedaron la bragas, eran minúsculas y se las recolocó para que se le marcara mejor la raja del coño, los labios separados no dejaban dudas, mimosa se puso de rodillas y vino hacia mí gateando en la cama y se puso a buscar en mi pantalón, me dejé hacer mientras le apretaba las tetas y cuando me sacó la polla se lanzó directa a chupármela pero la frené en seco.

  • Un  momento Viviana, en el sexo me gusta mandar a mí, si no te gusta me voy.
  • No por favor Pepe, no te enojes conmigo sólo quería agradarte, dicen que la chupo muy bien.
  • ¡Ah! dicen… o sea que tienes varios que te cogen y yo soy el último en llegar.
  • No, nooo, sólo hay uno pero cada vez lo hacemos menos.
  • Eso es que se habrá buscado a otra…
  • No por favor no me digas eso, estoy segura que no me haría eso a mí…
  • No sé pero si quieres algo conmigo seré yo quien te diga lo que quiero y lo que no.
  • Si, lo que tú digas, tú mandas.
  • Bueno pues, túmbate en la cama.
  • ¿Así?  Yo creía que querías alguna posición rara.
  • No así no, ponte cruzada y deja caer la cabeza por la orilla.

                              La mujer no acababa de hacerse a la idea pero pronto lo supo, acostada sobre la sábana con la cabeza afuera esperó a que yo hiciera algo y lo hice, me acerqué a ella después de quitarme la ropa, con sólo verla tan buena la polla la tenía como un hierro y me agaché para besarle las tetas, ella las juntó para que las chupara a las dos pero después seguí al estómago, mi polla se acercaba y ella no se daba cuenta solamente cuando le tocó en la frente se fijó en ella, descapullada tenía un aspecto agresivo y al pasar por la nariz rozando hasta llegar a los labios los abrió, sólo pretendía darme un beso en el glande pero yo insistí hasta hacerle abrir la boca y se la metí, al principio la acogió con placer pero cuando vio que no paraba de entrar y el grosor no era el acostumbrado empezó a quejarse, no paré hasta notarle en la garganta el bulto del capullo y empecé a entrar y salir, cuando se acostumbró al calibre hacía lo indecible para tragar, yo le cogía las dos tetas y ella se asía a mis piernas, personalmente me habría corrido muy a gusto follándole la boca pero me había propuesto dejarla más que satisfecha por lo que cuando vi que se ponía roja con la cabeza colgando me salí.

                              Viviana tardó un poco en poder hablar, no le salía la voz pero no se quejó, yo sostenía la polla con la mano esperando que se repusiera y cuando me miró con ganas de seguir le dije que se bajara de la cama, lo hizo y apoyó las manos en el colchón, le dije que subiera una pierna a la cama y de lado le metí la polla directamente en el coño, fue una sorpresa para ella, esperaba unos preliminares más suaves pero no quería demostrar “debilidad” con ella, estuve metiéndosela durante varios minutos, la edad me favorecía y no tenía prisa, cuando ya estaba cansada de tener la pierna elevada y el coño le chorreaba por el muslo la cogí de la cintura y puso las dos piernas arriba en la orilla, yo desde el suelo cogido a la cintura la seguí metiendo mientras ella apoyaba la cabeza en la sábana, las tetas le colgaban y oscilaban debajo de ella.

                              Aunque se quejaba, Viviana estaba gozando mucho, lo demostraban los gemidos que se le escapaban y el susurro para que siguiera así.  Para la edad que tenía no se le marcaba celulitis en las nalgas y me excitó mucho cuando se cogió las dos para abrir el coño más todavía, en principio no tenía intención pero la visión del agujero moreno completamente redondo me dio la idea, le saqué la polla y con ella le unté todo el canal entre las nalgas, ella en un primer momento se movió pero como seguía con las manos sujetándose las nalgas apoyé el glande en el ano, dio un salto hacia adelante huyendo y se volvió.

 

  • ¡Ah!  No, eso no, no se lo he dejado a nadie.
  • ¿Ni al otro galán?
  • Tampoco, a nadie, me da mucho miedo por el orto.
  • No temas, yo sé cómo hacerlo sin que te duela.
  • Ni hablar, por ahí no quiero.
  • Bueno… pues… lo que quieras…

                              Hice mención de buscar mi ropa esparcida por la habitación y ella se me abrazó a las piernas.

 

  • No por favor Pepe, lo que quieras menos eso, no lo he hecho nunca.
  • Pues una vez ha de ser la primera… pero si no quieres…
  • Es que me harás daño…
  • No te preocupes tengo práctica, nadie se me ha quejado aún.
  • ¿De verdad, me prometes que si me haces daño pararás?
  • Eso seguro, siempre lo digo, al menor dolor… fuera.

                              Ya se puso de rodillas otra vez, se iba acercando a la orilla de la cama otra vez pero le dije que se quedara en el centro, le pedí un poco de crema para suavizar la zona y ella buscó frenética en la mesita, me alargó una crema suave y vi que había de sobra, me puse en los dedos y fui rodeando el ano desde afuera hacia el centro, ella se tranquilizaba porque le gustaba el tacto, de vez en cuando me acercaba y le paseaba la polla desde el clítoris hasta el ano, al pasar por la vagina hacía una pequeña incursión, ya iba separando las rodillas y se inclinaba sobre el colchón, entonces le puse el tubo de crema en el esfínter, apreté a fondo y un chorro de crema se inyectó en el culo, el frescor de la crema le hizo moverse para repartirlo y con un dedo lo fui metiendo y repartiendo por las paredes interiores.

                              Le dije que podía soltar las nalgas que yo me ocuparía de todo, le aconsejé que se cogiera los pezones y se los pusiera duros pues el placer debía ser pleno, me cogí a las poderosas caderas y con la polla lubricada como un perrito caliente me apoyé y empujé.

  • No, no Javier para, para ya.
  • ¿Cómo Javier?, ¿en quién estás pensando?, soy Pepe, ¿quién es ese Javier?
  • Sniff…  ¿Javier, he dicho Javier?
  • Claro lo he oído bien, no será… ¿mi hijo Javier?
  • Pues… si, se me ha escapado.
  • O sea que te estás cogiendo a mi hijo, a tu yerno, al marido de tu hija Corina, al padre de tu nieto Javi.
  • Si, si, si, lo llamo cuando estoy desesperada, tiene una pija muy larga aunque la tuya es mucho más gorda y nunca le he dado mi culo, ¿cómo te lo voy a dar a vos?  Me vas a partir en dos.
  • Vaya, vaya con Javier también, con una mujer tan buena que tiene y va buscando otros coños.
  • Sólo lo hace para calmar mis ardores, es como un favor de familia.
  • Ya, un favor, pues ahora te voy a hacer yo otro favor a ti, ponte como estabas.
  • No Pepe no, déjalo ya.
  • De eso nada te voy a follar el orto como dices tú.
  • Pero no me hagas daño, pórtate bien conmigo.
  • No te preocupes, será un favor de familia.

                              No hace falta decir que esta vez entró el capullo a la primera, el grito se oyó desde mi casa seguro pero cuando iba a medio tronco ya se movía buscando la trayectoria y suspirando de gusto.

  • Oooh, Pepe, me ha hecho daño pero ha valido la pena, muévete por favor, métela hasta adentro, no me cabe toda, deja la mitad fuera, por tu madre.

                              Por supuesto que no le hice caso y se tragó toda la polla y más que hubiera tenido, ella misma se fue dando la vuelta hasta quedar boca arriba subiendo las piernas sobre la cabeza y dejando el coño arriba, sus dedos se perdían en su vagina y el clítoris era atacado por la otra mano.

  • No pares Pepe, me voy a correr, siii me corrooo, agh.

                              Las sacudidas le hicieron zarandearse pero no soltó las piernas ni las bajó, mientras sacaba los dedos del coño se pellizcaba las tetas, yo seguía con una cadencia rápida y regular.

  • ¿No te corres, Pepe?
  • No te preocupes, cuando me vaya a correr te enterarás.
 

                              Seguí metiéndosela espoleado por la imagen de la mujer abierta de piernas con las tetas rojas de pellizcos y los pezones duros como aceitunas negras, cuando noté que me venía la eyaculación me incorporé, ella se preparó para que se la metiera en el coño pero pasé sobre ella, cambió de pensamiento y juntó sus tetas para recibirme pero mi polla fue directamente a sus labios, se abrieron, con un poco de esfuerzo pero se abrieron y mi polla entró hasta la mitad, cuando empecé a bombear leche, ella tragaba a la vez hasta salirle por las comisuras de la boca, al terminar me cogió del culo y me atrajo metiéndose la polla hasta la garganta.

  • Pepe, pepe, cuánto tiempo esperando algo así, has sido un poco brusco conmigo pero te perdono, me has hecho gozar como nunca.
  • ¿Y Javier?
  • También me hace gozar pero no como vos, es digno hijo tuyo aunque le falta experiencia aun.  Si se enterara Corina… a ella también le gusta mucho coger.
  • ¿Pero no le dirás nada a Corina, verdad?
  • Claro que no pero no sé como ocultárselo, me conoce muy bien.

 

Continuará

Agradezco sus comentarios.

Gracias

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Para un concierto lo mejor es un trío, o más.

Mi ahijado, su hermano y su madre

Mi ahijado, su hermano y su madre

Mis tetas decidieron mi destino por mí.

Entre mi padre y mi tía me quitaron mis complejos.

Mis primas de la capital (9)

Mis primas de la capital (8)

Ayudando a mi mamá

Mis primas de la capitál (7)

Mis primas de la capital (6)

Mis primas de la capital (4)

Mis primas de la capital (5)

Mis primas de la capital (3)

Mis primas de la capital (2)

Mis primas de la capital

Dos que valen por tres.

Al conocer mi adopción encontré la felicidad

El chat me ayudó con mi sobrina (Continuación 2)

El chat me ayudó con mi sobrina (continuación)

Mi gran desgracia mi polla Final

Mi gran desgracia mi polla continuación

Mi padre y mi tio tienen los mismos gustos

He tenido mas corridas que km. en mi carrera

Mi gran desgracia .. mi polla

Me casé con una miss

Me gusta ser chófer (TOMO II)

Me gusta ser chófer (TOMO I)

Bienvenida mi jubilación

Tengo una familia atipica pero con mucha memoriT

Bienvenida mi jubilacion tomo 2

Mi primer viaje en avión

Desde el balnerario con amor

El chat me ayudo con mi sobrina