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El pacto. (37).

en Grandes Relatos

DESPEDIDAS.

                                                  La primera que se levantó fue Berta y se dispuso a hacer el desayuno, eran como las 08.00 de la mañana y el día “pintaba” espléndido, el olor y el desorden de la cama no dejaban dudas sobre lo acontecido esa noche allí.  Rocío se levantó luego de darme un beso y después lo hice yo tratando de hacer que también se levantara Amanda, me pidió seguir, decía que estaba muy cogida y destruida. 

                                                  Me causó gracia y la dejé para ir a darme una ducha.  Habíamos terminado de desayunar y aparecieron, sin los chicos, Camila y Alfredo que se iba a poner a revisar las lanchas, no pudo hacerlo, mi teléfono sonó, era Víctor avisando que estaba saliendo de la casa para ir al muelle y le pedí a Alfredo que fuera a buscarlo dándole las referencias para que lo ubicara.  Cuando volví a entrar en la casa la mirada y los “colmillos” de Camila me hicieron saber que Berta y Rocío le habían contado lo de anoche.  La que se animó a hablarme fue Berta.

  • “Guille, ¿no te quedaría un “resto”?, Camila, apenas si lo hizo “funcionar” a Alfredo y me parece que se “calentó” con lo que le contamos, jaja”.
  • “Son “malas” Guille, me lo contaron a propósito haciendo hincapié en los detalles, la otra no se quiere levantar de la cama porque dice que recibió “las cogidas” de su vida y yo estoy toda mojada, ¿no te animás a darme un poquito a mí?”.

                                                  La cara de súplica me hizo sonreír y me acerqué a ella para darle un beso que me respondió y que le aflojó un poco las piernas.  La llevé a la habitación de Rocío y Amanda y, luego de desnudarnos y tocarnos, la hice poner en la misma posición al borde de la cama, el procedimiento fue igual, la forma de gozar, los gritos y los orgasmos de Camila fueron más escandalosos transmitiendo su placer.  La madre y las dos hijas contemplaban desde la puerta y se tocaban sin poder sustraerse al momento pero se aguantaron para no participar, la única que se acercó a besarla a Camila y a tocarle los pechos fue Amanda, quedaron las dos abrazadas y riendo cuando me fui al baño a lavar.  Al salir del baño y volver a la cocina las cara de las cuatro eran similares, evidenciando aquello de que la cara y el semblante de una mujer “bien cogida” es notorio para el que sabe ver.

                                                  Como a las diez de la mañana conjuntamente con la llegada de los lanchones de los materiales y trabajadores de la empresa, arribaba Alfredo trayendo a Víctor quien me abrazó, me felicitó y alabó a Berta por la casa.  Luego de las presentaciones con todos pasó a explicarnos lo que quería hacer con las fotos y con la publicidad, tomó nota de los números de teléfonos, el de línea fija que estaba en el muelle y los celulares de Berta y Rocío, lo mismo hizo con el cuadro de tarifas que había confeccionado Berta con Rocío y Alfredo, además de los horarios de cuatro horas para cada salida, acorde a los cuales variaba la tarifa.

                                                  Visto esto, sólo le quedaban las fotos y para eso esperaríamos a que estuviera todo mejor armado.  Algunos trabajadores terminaban con el muelle y la empalizada y otros hacían las perforaciones para colocar los pilotes sobre los que se armarían las casillas.  Alfredo y Camila tuvieron que regresar a la casa porque allí también se estarían colocando pilotes pues uno de los lanchones había atracado en la costa y había bajado todos los materiales para comenzar a construir la casa nueva.

                                                  Pronto llegó el almuerzo y Víctor le contó a Berta y a sus hijos lo que yo había hecho por él, aún a pesar de pedirle que no abriera la boca, que lo mío era cosa de amistad.

  • “No, si es como yo decía, sos un ángel disfrazado de hombre”, -dijo Berta-.
  • “En realidad, yo no debería sorprenderme, fue siempre igual, aún cuando no tenía un “mango” y ahora que los tiene en cantidad no ha cambiado, para beneficio de los que quiere, ya que cuando “no te quiere”, no te quiere y no hay tu tía, lo conozco bastante como para afirmarlo”.
  • No hay caso con ustedes, uno no puede hacerse “el malo”, -dije como para cambiar la charla-.
  • “Jajaja, a mí no me la “vendés”, vos sos un “malo” disfrazado de “bueno”, de todos modos, al “malo” lo demuestra sólo con quienes lo merecen, lo que hace que, los que lo rodeamos bien, no le fallemos nunca”.  

                                                  Luego de las charlas de sobremesa, Víctor me dijo que ya que estaba en el baile y tan cerca del río era una pena que no hubiera traído un par de cañas para hacer unas “tiradas”.

 

  • ¿Tenés ganas de ir a pescar?, le preguntamos a Alfredo si se puede y si tiene carnada, cañas y líneas hay acá. 

                                                  Dijo que le gustaría intentarlo y lo llamé a Alfredo para ver si podía o conocía algunos lugares dónde no nos cocinara el sol.  Me contestó que él tenía carnada y conocía unos lugares dónde estaríamos a la sombra, en quince minutos estaría para llevarnos.  De inmediato Berta nos preparó unos refrigerios y nos recomendó no sacarnos las remeras y llevar siempre puestas las gorras, en mi caso, el sombrero de paja.

                                                  Media hora después estábamos yendo con Alfredo en una de las lanchas hacia uno de los lugares y “correderas” que él conocía y que normalmente no se utilizaba por guías y los pescadores.  El lugar era hermoso y separados a unos metros de la costa y acorde a la ubicación del sol, la sombra nos daba de lleno, sólo se escuchaba el sonido de algunos insectos y nos preparamos para tirar las líneas.  Alfredo nos corrigió la manera de encarnar los anzuelos y nos puso anzuelos de mayor tamaño.

  • “Si vamos en busca de “grandes”, anzuelos y carnadas deben ser grandes, probemos así”. 

                                                  Estuvimos unos veinte minutos sintiendo piques de pescados chicos entretenidos con las carnadas hasta que la caña de Víctor pegó un salto y casi se le escapa de las manos, el pez se llevaba carnada y línea.

  • “Dale un poco de sedal y cuando te diga, trabá el reel y dale una clavada fuerte”.

                                                  Cuando le pegó el grito, Víctor levantó la caña con fuerza y como a treinta metros, con el sedal tirante a la altura de la caña, en un extremo del mismo, se vio a un destello dorado que pareció refulgir con el sol.  El enorme pez dorado, el llamado “Tigre del río” comenzaba la peor batalla por su supervivencia.  Fueron más de veinte minutos de pelea, de tensar el sedal y aflojarlo, de llevarlo y traerlo, de tratar de domar su ímpetu y coraje, hasta que lo pudo arrimar a la lancha para que Alfredo pudiera usar el “bichero” y clavándoselo en un costado, lo izara hasta el piso de la lancha.

                                                  No nos dejó acercarnos mientras le mantenía las mandíbulas abiertas con unas pinzas y le extraía el anzuelo de la boca.  Nos decía que en la lancha se producían los peores accidentes con los Dorados, la gente solía confiarse con los más chicos pero aún éstos te cortaban los dedos con facilidad en un mordisco peor sería con éste cuyas mandíbulas daban miedo.  Según Alfredo, el pescado andaría en los 15 kilos y era un ejemplar hermoso.

                                                  Víctor dijo que él no pescaba más, estaba agotado, emocionado y la adrenalina aún lo tenía temblando, Alfredo se reía y clavó un cuchillo en el pescado para matarlo, luego lo tapó con una lona que humedeció, después me preguntó si no quería intentar con el Surubí o con un Pacú, le contesté que el Pacú me gustaba más y movió la lancha hacia otro lugar más cercano a la costa, cambió las carnadas y el tamaño de los anzuelos para que yo tirara la caña en los lugares que él me marcaba.  Unos veinte minutos después tuve un pique hermoso que inclinó la caña hacia el agua.

  • “Es un Pacú”, -dijo Alfredo-…  Dele un poco de sedal y termine de clavarlo, para asegurarlo nomás, el anzuelo ya lo tiene clavado”. 

                                                  Así lo hice y frené su lenta corrida, me pareció que era enorme y, según Alfredo, debía pesar como ocho kilos.  Seguir ahora con la pesca sería de vicio y como dijo Víctor, “la cena está asegurada”, no valía la pena continuar con la tarea.  Eso sí, la foto con el Pacú y el Dorado fue religiosa, una con cada uno y luego otra última con los pescados juntos, no cabrían dudas para nadie.

                                                  Volvimos tranquilos, relajados y conversando sobre las tarifas de las salidas de pesca.  Según nos decía Víctor esas tarifas actuarían como detonante para que mucha gente de los pueblos cercanos se acercara a contratar los servicios.  Le pregunté porque lo decía.

  • “Te voy a poner un ejemplo concreto…  Yo no conozco tus costos pero conozco muy bien los míos, con las tarifas anteriores ni en pedo se me ocurriría alquilar una lancha con guía para salir a pescar, no hubiese podido, no me daba el presupuesto, ahora es distinto, hago mis cuentas y me puedo permitir venir a pescar una vez por mes si quiero y a ustedes les conviene porque con estas lanchas pueden tener a dos o tres pescadores por lancha y la ganancia sería doble o triple con el mismo gasto”.
  • Sabés que tenés razón, con el tema de pensar en el turista que te alquila él la lancha no pensamos en que los pescadores no tienen problema en compartir la salida y si se les brindan las mismas atenciones, carnadas y anzuelos probando en un mismo lugar, nadie puede quejarse si uno saca y otro no, ¿vos que decís Alfredo?
  • “Eso es trabajo del guía que no debe hacer preferencias y brindarse a todos por igual”.
  • Eso es parte de tu trabajo, hacerles entender como tienen que atender al pescador, al que lo hace bien, fantástico, al que lo hace mal, se le da el “raje”, turista o pescador local mal atendido no le sirve a la empresa.
  • “Cuando estés saturado de pedidos, tengo un par de vecinos que tienen las lanchas herrumbradas en la casa, es mucho el combustible que gastan, no pueden pagar guarderías náuticas y están ocupando un lugar que necesitan para otra cosa, en una de esas se pueden comprar baratas”.
  • ¿Por qué esperar?, mañana nos vamos al mediodía con Alfredo, vemos las embarcaciones y si él da el visto bueno se las compramos porque si viene gente a pescar no podemos decirle que no hay embarcaciones, tenemos que tener reemplazos.

                                                  La charla no daba para más y ya llegábamos a la casa de Berta, la empalizada había quedado espectacular y el muelle agrandado no le iba en zaga, Víctor aprovechó a sacar varias fotos tomadas desde el río en ángulos en los que no salían el lanchón atracado a un costado y otras en la que se veía la casa de fondo.  Me comentó que luego las arreglaría con un programa si es que salía algo que no se debía ver.

                                                  Estaban armando las casillas, una de ellas ya estaba lista y colocaban los muebles, tres camas superpuestas con colchones y almohadas en cada casilla, un armario de dos puertas y un anafe de tres hornallas, también aprovechó Víctor para sacar fotos de la parte de afuera y de su interior.  Nos vino a recibir Berta al muelle y, ante la cara de envidia de los trabajadores, bajamos con los pescados limpios, algo que Alfredo se encargó de hacer y era trabajo de los guías.

                                                  Luego nos reunimos nosotros y las mujeres de la casa para conversar con ellas respecto de lo que habíamos hablado en la lancha y aunque Berta era un poco reacia a comprar otras embarcaciones tuvo que aceptar que era conveniente, además había una ventaja que otros no tenían, había lugar para guardarlas y Alfredo era mecánico en náutica, eso serían gastos que la empresa se evitaba.

                                                  Al rato de estar conversando, uno de los trabajadores nos pidió cortar la corriente eléctrica para que pudieran empalmar las conexiones a las casillas, éstas ya estaban terminadas, hasta pasarelas que empalmaban con la pasarela general les hicieron, quedaron como para habitarlas ya.  También Víctor sacó fotos de las casillas con las luces encendidas.  Después de limpiar todo y emparejar la tierra de la costa en las empalizadas, el capataz nos avisó que ese trabajo estaba terminado y quería que le diéramos el “visto bueno”.  Berta, Rocío y Amanda fueron a recorrer todo el lugar, otros trabajadores se fueron con Alfredo para terminar la casa de él y yo seguí tomando mate con Víctor.

  • “¿Ahora que pensás hacer porque ya veo que te cuesta quedarte quieto?”.
  • Me quedo un par de días más, mañana voy a aprovechar para ir a saldar el tema de la cabaña, ya me despido de ustedes y desde acá me vuelvo a la Estancia, ya los estoy extrañando, allá tengo varios quilombos por resolver y después, “alguien” dirá, no sé si podré volver por estos lugares, una vez que terminen las cosas que tengo pensadas en el pueblo de la Estancia quiero dedicarme a viajar por el Mundo con mi mujer, de todos modos, Berta, vos y algunos pocos tienen mi teléfono, cualquier problema que tengan me llaman, aún cuando esté en Egipto, tengo maneras de ayudarlos.

                                                   Me levanté diciendo que tenía que hacer una llamada telefónica y me alejé de Víctor tocándolo en el hombro, me di cuenta que estaba a punto de quebrarse y no quería que lo hiciera.  Lo que le dije era muy cierto, la estaba pasando bien pero extrañaba mucho a Carolina y a Ana María y, ¿por qué no?, a la Estancia y sus alrededores. 

                                                  Me encantaba eso de tener sexo con otras mujeres, máxime que yo elegía a las que más me gustaban pero me daba cuenta que la cantidad y la variedad redundaba en un placer efímero, muchas veces reiterado y repetido cuyo placer era momentáneo y prácticamente pasajero.  Disfrutaba con ellas y trataba de que disfrutaran de mi compañía pero necesitaba a Carolina y a Ana María a mi lado, no ya por físico o por el sexo que me daban, las necesitaba por sentimientos, ansiaba abrazarlas y que me abrazaran haciéndome saber que eran mías, del mismo modo en que yo me sentía de ellas.

                                                  Por el sonido de mi teléfono vibrando me descubrí sorprendido y alejado de la casa, había ya recorrido unos cien metros por el sendero que me llevaba a la casa de Alfredo, atendí preocupado porque era Ana María quien llamaba.

  • Hola Ana, ¿qué sucede?, ¿qué es lo que ha pasado? 

                                                  Era raro que fuera ella la que llamara y tuve un mal presentimiento, extrañamente, no por ellas.

  • “Guille, es Fernando, se descompuso muy mal, pensé que se moría y Carolina se lo llevó a la Clínica para hacerle análisis, desde ayer ya lo vi muy demacrado pero él decía que no tenía nada, hoy empezó a vomitar y se desmayó…  Caro no me dice nada y estoy desesperada”.  -La voz parecía a punto de quebrarse-.
  • Quedate tranquila mi cielo, respirá hondo y no te desesperes, ¿dónde estás ahora?
  • “Estoy en la Estancia con las chicas, por favor Guille, hablá con Caro y preguntale, tengo un presagio malo con esto”.
  • Dejame que yo la llame y luego te aviso, tratá de tranquilizarte, sea malo o bueno no vas a poder hacer nada, ya la estoy llamando.

                                                  De inmediato marqué el número de Carolina y me daba “apagado o fuera de cobertura” la cobertura no podía ser, debía estar apagado, la llamé a Belinda y el tema era similar.  Mónica fue la única que atendió el teléfono, me dijo que Carolina y Belinda estaban en uno de los consultorios con Fernando, haciendo pruebas y análisis y habían apagado los teléfonos porque Ana María llamaba a cada rato.

  • Fernando está jodido, ¿no? 

                                                  Me contestó que estaba bastante mal y no le dejé contarme lo que tenía.

  • A como dé lugar, le decís a Carolina que me llame urgente y que alguien vaya a buscarla a Ana María a casa para llevarla a la Clínica, que piense como amiga y no como médica, Ana es la esposa de Fernando y tiene que estar a su lado pero, YA, ¿te quedó claro?  -A los dos minutos me llamó Carolina y muy nerviosa-.
  • “Hola amor, lo que pasa es…”…
  • No importa, lo de Ana María y lo del teléfono desconectado ya lo hablaremos en otra oportunidad, ¿qué tiene Fernando? y no me des vueltas que no estoy para boludeces.
  • “Le estuve haciendo análisis y creo que tiene cáncer de páncreas”.

                                                  Tenía claro que en muy poco tiempo me quedaría sin Encargado, ese cáncer no perdona y avanza rapidísimo.

  • ¿Qué es lo que decidiste hacer? y, aunque suene duro, ¿cuánto tiempo le calculás?
  • “Está viniendo una ambulancia para trasladarlo a una Clínica de la ciudad y normalmente estos pacientes no pasan de los treinta días”.  -La escuché llorar-.
  • Bueno, escuchame bien, se lo entregás al mejor Oncólogo que haya en esa Clínica, te sacás el guardapolvo de Médica y te dedicás a atender a tu amiga, codo a codo, aunque tengas que dejar el trabajo por un tiempo, no le ocultes nada, la negra es fuerte y lo va a “bancar” pero te necesita a su lado, ¿me entendiste?
  • “Sí amor, te entendí, ahora más que nunca te necesitamos acá”.
  • Lo sé y quisiera irme ya pero me metí en un lío bárbaro comprando una empresa de lanchas de pesca para turismo y estoy “peleando” por los permisos de concesión y por un par de lanchas que parece que fueron robadas y no, no te hagas ninguna película, yo no estoy acusado de nada pero son cosas que tengo que arreglar en la semana por eso no creo que pueda volver hasta que pasen dos o tres días, sin olvidar que tengo casi veinte horas de viaje, sólo si se complica demasiado me llamás y me voy en helicóptero o en avión. 

                                                  Me dijo que se quedaría con Ana María y no la volvería a dejar sola, le mandé besos, le dije que la extrañaba y corté la llamada.  Me volvía para la casa y me crucé con el Capataz de la empresa contratada que se dirigía a la casa de Alfredo para ver si habían terminado, lo saludé y me dijo que las señoras habían quedado muy conformes, haciéndome saber también que, seguramente, la casa grande que estaban armando no estaría lista hasta mañana, le dije que estaba bien y le pedí que hicieran un presupuesto para hacer un muelle mediano con techo y una pasarela en esa casa, que me lo trajera mañana o que el dueño me avisara luego por teléfono para darle o no el visto bueno y procurar que empezaran con eso mañana mismo.

                                                  Lo saludé y regresé apurado, Berta y Víctor estaban por salir a buscarme y se alegraron de verme pero no pude disimular la cara de preocupación.

  • “¿Está todo bien Guille?, tenés una cara que dice que no”, -me dijo Berta-.
  • Me han surgido unos problemas en la Estancia y tuve que arreglar algunas cosas con mi mujer.
  • “Algo en lo que te podamos ayudar”, -terció Víctor-.
  • No creo Víctor, lo han internado de urgencia al Encargado y según mi mujer que lo estuvo atendiendo y haciendo análisis, tiene un cáncer de páncreas y esos no perdonan…  Lo mandé a internar en la mejor Clínica pero ella no cree que pase de los treinta días, es una pena porque aparte de buen trabajador es un tipo sensacional pero, contra eso no se puede.
  • “Decímelo a mí, mi esposo murió de lo mismo, se lo llevó en veinte días”.
  • Como sea, nosotros aún estamos vivos, ¿quién va a asar los pescados?

                                                  Víctor dijo que, si querían, él iba encendiendo el fuego, hasta ahí se animaba, Berta se rió y le dijo que no se preocupara, que en poco tiempo vendría Alfredo y él se ocupaba de todo.  Se arrimaron las chicas y dijeron que le iban a preparar la habitación a Víctor y éste pidió una concesión, dijo que le gustaría estrenar una de las casillas y que le venía bien porque roncaba fuerte, todas se rieron y las chicas fueron a prepararle la cama en la casilla más alejada, luego le avisaron que las ventanas y la puerta tenían mosquiteros pero, por las dudas, habían tirado insecticida en aerosol.

  • Si hay algo de lo que no te vas a poder quejar es de la atención que te han brindado,

-le dije-.

  • “Ni loco, hoy ha sido un día completo, no sabés cuanta falta me hacía, aire, sol, pesca de la buena y atención preferencial, mejor imposible”.

                                                  Apenas un poco antes de que oscureciera cayó Alfredo con toda la prole y me preguntó por lo del muelle.  Se lo confirmé y no esperé la llamada del dueño de la empresa, lo llamé yo, me comentó que ya había hablado con el Capataz y me dio los números de lo que salía el muelle, acorde a las especificaciones pedidas, le pedí que en la mañana mandara todos los materiales y a la gente para comenzar a construirlo, quedamos de acuerdo y volviéndome hacia Camila y Alfredo les dije que ojalá les gustara, Camila no se aguantó, se levantó y apoyándome las tetas en mi pecho me abrazó fuerte y me dio las gracias con un beso en la mejilla, no sé cómo me aguanté para no apretarle las nalgas.

                                                  Víctor se chupó los dedos con el Dorado y con lo que le tocó del Pacú, decía que nunca había comido un pescado con tanto sabor.

  • “Tiene el sabor de haberlo sacado uno”, -dijo Alfredo riendo- y todos estuvimos de acuerdo con la afirmación.
  • “Me van a tener que hacer cliente preferencial, así puedo venir todas las semanas”,

-dijo Víctor como broma-, yo no lo tomé como tal.

  • Trato hecho pero vos te encargás de poner una antena satelital para Internet, le conseguís a las chicas un buen equipo con monitor grande e impresora laser color…  No te asustés, yo pago los equipos y hago que debiten a mi cuenta el costo del servicio, sólo tendrías que venir de vez en cuando a controlar que todo funcione bien y estaríamos comunicados por Skype, es egoísmo puro, para que no me extrañen tanto.
  • “Listo, dalo por hecho, el jueves o viernes traigo todo con equipo y antena, estaremos todos comunicados y lo que no sepan, yo se los enseño”. 

                                                  Rocío, Amanda y Camila se pusieron locas de contentas, iban a estar mejor comunicadas con el Mundo, incluso, como Víctor les dijo, seguir una Carrera o hacer Cursos on line.

  • “Alguno de ustedes me va a tener que decir cuando despertamos de este sueño”,

-expresó Berta-.

  • “La ventaja es que no es sueño Berta, hace una semana estaba hundido, casi derrotado y apareció Guille, hoy tengo una empresa montada, atiendo a la Gobernación y varias Intendencias, tengo personal a cargo, vehículos, local propio y los problemas de casa totalmente resueltos…  Te aseguro que no es sueño”, -dijo Víctor emocionado-.
  • Me van a terminar por hacer enojar con sus pavadas…  Me voy a hablar por teléfono para saber cómo andan las cosas por mi casa.

                                                  El teléfono sonó dos veces y atendió Carolina…

  • “Hola mi cielo, estamos con Ana María en la Clínica de la ciudad, ya está mejor y estabilizado pero el diagnóstico es el mismo”.
  • ¿Cómo está Ana?
  • “Ana está bien, ya lo hablé con ella y lo tomó con mucha entereza, esperá que te paso”.
  • “Hola Guille, este “cabeza dura” nunca dijo nada y parece que todo se agravó…  Ya me dijo Caro lo que puede pasar y estoy muy triste”.
  • Mi morocha de “fierro”, no te puedo pedir que no estés triste, lo que te puedo pedir es que no decaigas, nos tenés a nosotros para apoyarte y no te vamos a dejar “pagando” en nada, ya le dije a Caro que en dos o tres días estoy por allí.
  • “Guille, amor, no nos dejan quedarnos en la Clínica, nos dejás que durmamos juntas hoy, necesito que me abracen”.
  • ¿Ustedes dos en la misma cama?...  Ustedes dos sí, ya las estoy envidiando y tengo ganas de volver más rápido.
  • “Gracias mi vida, siempre estás pendiente de todas nuestras necesidades”.

                                                  Le pedí que le pasara el teléfono a Caro…

 

  • Caro, cielo, te voy a pedir un favor y sé que te va a encantar, no dejés que Ana vaya a dormir a su casa, que duerma con vos las noches que sean necesarias y no se priven, si quieren.
  • “Como digas amor y no, no me va a molestar para nada pero te queremos tener a vos, te extrañamos”.
  • Yo también mi vida, yo también las extraño y no te imaginás cuanto, vuelvan tranquilas y traten de descansar… algo…  Les mando un beso enorme a las dos.  -Corté la comunicación con el pecho oprimido-.

                                                  Me encontraba sentado en el muelle, a mi espalda y a mis costados se hacían notar las luces de la casa y los faroles que alumbraban la pasarela y el muelle mismo pero hacia el frente todo era oscuridad y quietud que rompía algún pez saltando en el agua o el chillido de un murciélago, no había luna y lo extenso del ancho del río lo convertía en más tenebroso aún, sin embargo, me gustaba la oscuridad, me sentía bien en ella, siempre me había gustado.  Los sonidos que los silencios de la oscuridad me otorgaban parecían como que penetraban más y los pensamientos se convertían en posibilidades de concreciones.

                                                  Siempre entendí que desde la oscuridad uno afirmaba los pasos para llegar a discernir una buena luz, en algún lado tenía que estar el camino iluminado, por el contrario, estar rodeado de luz te enceguecía para muchas cosas y a otras las pasabas de largo porque prestarles atención te dañaba la visión.  Para mí no era lo mismo salir de la oscuridad hacía la luz que vivir enceguecido por brillos que llegan a dañar.  Pensaba en eso y sonreía porque tampoco me importaba que alguien pensara distinto, yo estaba bien con lo mío y para hacerlo más completo aún apagué las luces del muelle, ahora era sólo yo y mis silencios.

                                                  Al rato de estar así el imperceptible ruido de unos pasos sobre los tablones de madera, me sacaron de todo pensamiento, era Berta, ya todos se habían ido a dormir y me estaba buscando.

  • No prendas la luz, -le pedí-.
  • “Te estaba buscando e imaginé que estaría por aquí, es el mejor lugar para dejar divagar los pensamientos…  Se nota que algo te anda dando vueltas en la cabeza, ¿puedo hacer algo para ayudar al hombre que me hace feliz?
  • Hola cariño, verdaderamente, no podés hacer nada, los problemas en casa me están obligando a irme y, aunque no me sobren ganas, debo hacerlo, tampoco quiero mentirte, tengo necesidad de hacerlo y eso me provoca todo un lío en la cabeza.
  • “Jajaja, es lo que hacen los ángeles, aparecen, hacen felices a algunas personas, les muestran los caminos y acaban por seguir sus derroteros…  No me hace para nada feliz que te vayas pero más infeliz y egoísta sería si te pido que te quedes, estaría impidiendo la felicidad de otros y la tuya propia, además, no me engaño, sé que no se puede incidir en tus decisiones”.
  • Si hay algo que me encanta en algunas mujeres es la capacidad para saber discernir y la madurez para entender…  No sé si podré volver o si alguna vez lo haré por eso se me ocurrió la idea de Internet, nos podremos ver a la distancia.
  • “No será lo mismo pero, tanto a Víctor, a mí, a mis hijas, a Alfredo y a su familia nos has mostrado un camino de esperanzas que no teníamos, sólo nos resta continuarlo y no fallarte ni a vos ni a nosotros mismos, eso sin contar que nos has revelado como hembras y mujeres…  Lo que no entiendo es que habrás obtenido de Víctor”…  -No podía verla pero imaginé su cara de picardía-.
  • De Víctor nada sexual, si a eso te referís, es MÍ amigo y es hombre pero, admito que tiene unas cuñadas maravillosas.

                                                  Se echó a mis brazos riendo y nos dimos un beso interminable, yo sabía que, particularmente a ella, el beso la ponía a mil, lo pude corroborar apretando sus pezones o intentando apretarlos porque de tan duros que estaban parecían de piedra.

  • Si las tetas las tenés así, me imagino como estarás de mojada en otro lado, vamos a sacarnos la ropa y probemos que tal es esto en la oscuridad del río y sobre un muelle.
  • “Síííí”, -dijo dejando entrever su alegría-…  “Es algo que siempre quise hacer”.

                                                  No alcancé a sacarme la remera y ya tenía su cuerpo desnudo apretándose contra mí, buscando con sus manos sacarme los pantalones, al bajarlos quedó con la cara pegada al miembro y se dedicó a besarlo y a chuparlo haciendo que su garganta tomara contacto con el glande, lo ensalivó lo más que pudo y se apoyó afirmándose en la baranda con su culo apuntándome.

 

  • “Hacé lo que quieras con este cuerpo, él y yo necesitamos de vos”.

                                                  No tuvo que repetirlo, mi glande endurecido al tope buscó su vagina que chorreaba y se fue deslizando sin parar hasta chocar con su matriz, el gemido de satisfacción sonó nítido en el silencio de la noche y nos adaptamos rápido a un mismo ritmo de entradas y salidas.  Sus apretones, contracciones y grititos de placer me hacían saber de los orgasmos consecutivos que tenía, estaba gozando como nunca y yo notaba su completa entrega.  Llegó un momento en que las fuerzas la abandonaron y se dejó caer de rodillas, mi miembro salió obligado de ese lugar cálido y sentí el fresco de la noche en él, me agaché apoyándolo en su espalda y acaricié sus pechos notando sus estremecimientos que parecían escalofríos.

                                                  Incorporándose, se sentó en un banco largo que allí había y me pidió unos minutos, se abrazó a mi cintura y colocando la cara en mí vientre rozando con su boca el miembro, me dijo:

  • “Jamás podré explicarle a nadie todo lo que siento cuanto estás adentro de mí, es una mezcla rara entre lo celestial que te produce un gozo infinito y lo demoníaco que te lleva a querer más y más sin importar las consecuencias…  La mente y los sentidos me exigen pero el cuerpo termina por hacerme claudicar…  Quiero besarte, abrazarte y después quiero que me hagas bramar de gusto, con lo que a vos te gusta y a mí me llegó a encantar”. 

                                                  Así lo hizo, me abrazó fuerte pegando su piel desnuda a la mía y nos besamos con desesperación a la vez que nos acariciábamos, luego se giró y se colocó en la misma posición anterior.  Su vagina me volvió a recibir pero lo hice por poco tiempo, mi dedo pulgar dilataba su ano y sus gemidos y urgencias pedían cambiar de lugar, no esperé más y saliendo de ella apunté el glande en su agujero más chiquito que pareció abrirse para dejar pasar al visitante.  Lo terminé de dilatar haciendo presión e introduciendo el glande y una parte del tronco, ella aguantó estoicamente la penetración a medias y movió su culo para adaptar el conducto.  Lo que restaba de mi pija ya no lo pudo aguantar tan bien y gritó sin ningún tapujo pero no tardó nada en seguir moviéndose para sentirlo mejor.

 

  • “¡Por Dios Guille, meté todo lo que puedas, movete, dame con fuerza, hacele sentir a ese culo quien es el macho que lo domina”.

                                                      Claro que se lo hice sentir y ya no me importó si sus lágrimas eran de dolor o satisfacción, pasó a ser un culo entregado a los designios de mi miembro, ya habría tiempo para pedir disculpas, para hacer mimos o para reír gozando por el placer.  Ni sé cuánto tiempo estuve entrando y saliendo ni cuántos fueron los orgasmos que ella tuvo, sólo sé que la mantuve con mis brazos rodeando su cintura para que no se desplomara nuevamente y en un último empujón le rebalsé el culo de leche, luego saqué el miembro rápido escuchando el característico “plop” y la senté en el banco para que se recuperara.

                                                  Al rato de estar respirando hondo como si le faltara el aire, recuperó un poco la compostura, me di cuenta, no porque la viera sino porque me habló tratando de reír entre sollozos…

  • “Sos una bestia, MÍ bestia y, aunque me dolió horrores, me encantó tu toma de posesión…  Me vas a tener que ayudar a llegar a casa, me tiemblan las piernas y estoy segura que estoy sangrando porque sentí la rajadura”.
  • Pará, aguantá un poco que prendo las luces y te limpio.
  • “No, no, dejalas apagadas, este era nuestro momento de intimidad con la oscuridad y el río de acompañantes, nadie tiene porque saberlo”.
  • Berta, corazón, con los gritos que diste hasta Camila va a aparecer para saber que te pasó.
  • “No seas exagerado, no grité tanto”. 

                                                  Los dos sabíamos que lo había hecho pero ninguno hizo nada para impedirlo y nos sentíamos bien con eso.  La pauta nos la dieron Rocío y Amanda que estaban apoyadas en la puerta de entrada de la casa tratando de ver hacia la oscuridad del muelle.  Nos abrazamos y, con las ropas en las manos, nos fuimos caminando hacia la casa.  Las caras risueñas de las chicas lo expresaban todo, sólo dijeron que ya tenían el baño preparado y entre las dos ayudaron a la madre a subir los escalones que faltaban para ingresar a la casa.  Después de ponerme el bóxer ingresé detrás de ellas, me serví un vaso con un poco de whisky y me senté en uno de los sillones del living.  Noté que me ardía el pene y lo miré, estaba todo irritado, no había salido indemne de la “batalla” recién acontecida, busqué una pomada en la habitación.

                                                  Me estaba poniendo cuando se acercó Amanda y comenzó a acariciarme.

  • “Los escuchamos ahí afuera, bueno, a mamá la escuchamos, parecía que la matabas y ahora mi conchita golosa quiere volver a sentirte y Rocío ni te cuento”.
  • Se nos fue un poco de las manos con tu madre y ahora no creo que pueda hacer más nada, mirá como estoy.  -Le mostré el miembro inflamado y todo colorado-.
  • “¿Cómo estás vos?, eso porque no la viste a mami, tiene el culo partido en dos y hecho una flor pero dice que jamás se sintió tan bien”, -dijo Rocío saliendo del baño y sentándose en otro sillón-.
  • Nos dejamos llevar por el momento, era la despedida.
  • “¿Cómo la despedida, cuándo te vas?”.

                                                  Dijeron las dos saltando de sus asientos…

  • Posiblemente el martes al mediodía, depende de las firmas de los permisos de concesión.
  • “¿Y nosotras?”, -dijo Amanda con cara de compungida y haciendo “pucheros”-.
  • No me van a venir ahora con “escenitas”, ¿no?
  • “No, tonto, aunque nos duela, sabíamos que te tenías que ir, Amanda te preguntaba para cuando era la despedida con nosotras”.
  • Yo pensaba en hoy pero tu madre me sacó de contexto, me “dejó de cama”, vamos a ver si nos dedicamos mañana a la noche o el lunes.
  • “Podemos hacer así, mañana a la noche te quedás solo con Rocío, el lunes mamá se va con Alfredo al muelle grande a arreglar la oficina, Rocío se queda con los chicos y nos atendés a Camila y a mí, ¿te parece?”.
  • Hecho, mejor imposible… 

                                                  En “castigo” por haberme acaparado, la mandaron a la madre a dormir en la otra habitación y nosotros tres ocupamos la cama grande.  Berta aceptó gustosa, quería dormir sin ningún “roce” para evitar tentaciones.

                                                  Temprano en la mañana las tetas de Amanda apretaban mi espalda y me desperté antes que las dos, no las dejé seguir durmiendo, “mi amigo” se endureció pero no lo utilicé, me dediqué a jugar con la lengua y dedos en sus labios inferiores, ano y clítoris.  “Atendí” primero a Rocío y ella lo hizo con su hermana luego de los orgasmos que tuvieron, cambiamos los lugares, ahora era Amanda la que me recibía y “jugaba” con Rocío, volvieron a tener orgasmos y apareció Berta para decirnos que éramos unos “malvados” y avisarnos que ya estaba el desayuno listo.  A Víctor lo dejaríamos que durmiera un rato más, no fue mucho tiempo, apareció contento diciéndonos que había dormido como un lirón y compartió el desayuno.

                                                  Le recordé que después de comer nos iríamos a ver las lanchas que nos había mencionado, estaríamos por allí a eso de las 15.00 y llamándola por teléfono a Nora le avisó para que ésta le dijera a los vecinos que los visitaríamos.  A media mañana el sonido de los motores de los lanchones nos hizo saber que habían arribado a la casa de Alfredo para terminar la instalación de la casa y la construcción del muelle con la pasarela. 

                                                  Nos pasamos la mañana con Víctor sacando fotos de las inmediaciones y estuvimos conversando con Berta sobre la posibilidad de extender la propiedad usando los dos terrenos de los costado del suyo, nos comentó que esos eran terrenos fiscales, que, en su momento se los habían ofrecido al marido pero a éste le pareció mucho y los rechazó, le pedí que me averiguara todos los datos, sería un hermoso lugar con 150 metros de costa y 150 metros de fondo.

                                                  A las 13.30 pasó a buscarnos Alfredo y nos fuimos al muelle para desde allí irnos al pueblo, Víctor se despidió de las chicas avisando que regresaría el jueves o el viernes para instalar todo lo de Internet, incluso ya había visto un buen lugar en uno de los extremos de la casa para poner la antena, él traería las herramientas y los cables necesarios. 

                                                  Víctor se volvió en su camioneta y yo lo hice con la mía llevando a Alfredo que estaba sorprendido con el vehículo y con la posibilidad de ir al pueblo, en el trayecto le comenté que yo me iba a ausentar unas tres horas porque tenía que hacer diversos trámites, él me podría esperar en casa de Víctor o irse a tomar algo por allí aunque con moderación, me dijo que me quedara tranquilo, que me esperaría en la plaza como a las 20.00.  Le dije así porque daba por descontado que tendría que despedirme de Norma y Nora en la cabaña.  A las 14.45 estacionábamos en la puerta de la casa de mi amigo y salieron ambas cuñadas a recibirnos, el abrazo que me dieron fue interminable y nos avisó Nora que los vecinos nos estaban esperando. 

                                                  No quisimos esperar más y nos fuimos a ver las lanchas, las dos estaban prácticamente sin uso y en excelentes condiciones, compré las dos a menos de la mitad de su precio original y les dejé una seña a cada dueño, el resto se los entregaría Víctor cuando hicieran los papeles de las lanchas a nombre mío.  Volvimos a la casa de mi amigo y tomamos unos mates, ellos se pusieron de acuerdo para llevar las lanchas hasta el muelle de pesca.

                                                   En un aparte le dije a Nora que yo tenía que irme a arreglar el tema de la cabaña porque luego de eso volvería para la Estancia y quería despedirme de ellas.  Se puso de acuerdo para irse con la hermana a casa de Lidia, se despidieron de mí pidiéndome que volviera pronto, lo saludaron a Alfredo y se fueron a esperarme a la cabaña.  Quedamos los tres hombres solos y luego de diez minutos llamé por teléfono a la administración de las cabañas para avisar que iba a saldar mi cuenta.  Me despedí de Víctor con un fuerte abrazo, le dejé el dinero para pagar las lanchas y le reiteré que me llamara cuando me necesitara, me aseguró que así lo haría y antes de ponernos tristes me fui con Alfredo al que dejé frente a una confitería en la plaza del pueblo.

                                                  Pasé por la administración de las cabañas y aboné todas las deudas, dejé paga la habitación hasta ese día incluido y me fui hasta el alojamiento, en la puerta estaban las dos hermanas esperando, me gustaba verlas vestidas con esos sencillos vestidos de verano, se marcaban todas sus formas al caminar.  Ingresamos al lugar y me “atacaron” las dos a la vez con besos, caricias y tirones para sacarme la ropa, me desnudaron rápido, a ellas les llevó segundos sacarse los vestidos, ninguna llevaba ropa interior y tomándolas de las nalgas las hice subir las escaleras para ir a la habitación.  La cama nos dio la bienvenida porque me empujaron sobre ella y se arrojaron riendo encima de mi cuerpo, no me alcanzaban las manos y la boca, a ellas les pasaba igual hasta que quedaron ambas boca arriba y me dejaron “jugar” a mí.

                                                  Mí lengua, dedos y boca pronto se hicieron “amigos” de sus tetas, vaginas y anos, enseguida comenzaron a demostrar el goce y la satisfacción que experimentaban comiéndose la boca entre ellas o chupándose las tetas alternadamente.  Después de un par de orgasmos que tuvieron, les pedí ponerse a las dos en cuatro cerca del borde de la cama, lo hicieron rápido y esos dos hermosos culos quedaron a disposición de “mi amigo” que se “babeaba” tratando de elegir lugares por dónde entrar. 

                                                  Por “antigüedad” le tocó primero a Nora y cuando toqué el fondo de su vagina, sus gemidos se convirtieron en gritos que su hermana trataba de sofocar con labios y lengua.  Vi luego que Norma se incorporaba para colocar su entrepierna en la boca de Nora, la que no tardó en amorrarse a esa vagina empapada, sus orgasmos fueron casi simultáneos, una no lo pudo gritar porque Norma mantenía firmemente su cabeza enterrada entre sus piernas y la otra se despachó a gusto haciéndonos escuchar su placer.

                                                  Yo no me detuve y seguí machacando con entradas y salidas, no violentas aunque profundas y le corté el orgasmo que se encadenaba al primero penetrando en su culo expectante.  Ella sabía que eso iba a suceder pero el “invasor” siempre se hacía sentir, esta vez fue despacio disfrutando de cada centímetro ganado para que pasara rápido del dolor inicial al placer de su culo rendido.  Los gemidos y la voz entrecortada pidiendo más profundidad y los movimientos de su culo que quería enterrarse en mi pelvis exigían mayor actividad y afirmándome bien con mis manos en sus caderas comencé a imprimir un ritmo cada vez más acelerado.  Casi me lleva con ella cuando apretó las tetas de la hermana e incorporando la cabeza gritó con fuerza ante un orgasmo devastador y allí quedó laxa y quieta sobre las piernas de Norma quien la corrió con delicadeza.

                                                  Salí despacio de su culo mirando la abertura enorme que parecía latir y la hice girar hacia un costado, Norma no esperó, sin ascos de ninguna clase metió el miembro en su boca haciéndolo llegar hasta su garganta, las arcadas no la detuvieron y lo sacó dejándolo reluciente de saliva, lo hizo dos o tres veces dejando que la saliva chorreara en mis testículos y con un giro ágil se colocó en cuatro igual que había estado anteriormente.  Aquí lo hice distinto y, también sin ser violento, entré en su vagina hasta llegar al final, su gemido de placer sonó fuerte y saliendo de allí entré rápido en el otro agujero y llegué hasta dónde mi pelvis lo permitía.

                                                  Sólo acusó el primer sofocón y el “ayyyy” hizo reaccionar a la hermana que se colocó debajo de su torso a chuparle las tetas y los pezones, noté que algún que otro mordisco se escapó porque los pequeños gritos y las contracciones lo denunciaban, yo intercalaba entradas y salidas en uno y otro agujero y ella pedía más.

  • “Sí, mi alma, rompeme el culo y la concha, dame más fuerte, sos y serás el único que podrá hacer conmigo lo que quiera, te gozo con el alma Guille, reventá todo lo que quieras”.

                                                  Esos pedidos me enervaban y siempre terminaba “pagando el pato” el culo invadido, esta vez no fue la excepción y comencé a acelerar las entradas y salidas con penetraciones profundas que lograban que sus orgasmos se entrecortaran por los golpes en su matriz.  Llegó un momento en que no quise aguantar más y entrando muy profundo en su culo, se lo llené de leche, al sentir que la llenaba se descontroló y comenzó a gritar y a moverse desaforadamente, su orgasmo no parecía terminar nunca y me quedé quieto, muy adentro de ella, dejándola que así lo expresara.

                                                  Las dos hermanas me abrazaron a un tiempo, me atrajeron y me arrojaron a la cama para quedar en medio de ellas, luego me llenaron de besos y la que habló fue Nora, la mayor.

  • “Guille, sabemos que darte las gracias por todo lo que hiciste por nosotros te va a molestar y es preferible no decir nada, a cualquiera de nosotras nos resultaría ínfimo y pequeño decir sólo “algo” al respecto de todo, nos diste lo que nadie, nos enseñaste a descubrirnos, nos diste sueños y nos convertiste en mujeres felices, jamás nos cansaremos de agradecértelo”.  -Las lágrimas no la dejaron seguir y me abrazaron con fuerza apretándome-.
  • Menos mal que no ibas a decir nada, sin embargo, se olvidan de una cosa importante y es bueno que siempre lo tengan en cuenta, ustedes se merecían eso y más por ser como son e, indudablemente, por el “lomo” que se gastan y las ganas de entregarse que me han demostrado, jajaja.

                                                  Mi risa las contagió y el momento de tristeza se dilucidó.  Después de un rato de mimos nos fuimos a bañar, bueno, yo no me bañé, ellas lo hicieron por mí y se prodigaron en caricias y besos pero, como mis dedos no se quedaron quietos, a dos manos, les arranqué un orgasmo más a cada una.  Junté todas mis cosas, vi que el dinero que había dejado dentro del bolso no había sido tocado (no me quería imaginar lo que le podría pasar a quien tocara o intentara tocar algo de lo mío) y salimos para ir a entregar las llaves a la administración.  Nora y Norma me dijeron que se irían caminando, lo preferían así y nos despedimos en la vereda con abrazos y los pedidos de las dos para que volviera.

                                                  Llegué a horario a la confitería para tomar un regio cortado junto a Alfredo, me contó que había estado caminando y recorriendo algunos lugares que le llamaron la atención y había visto dos o tres comercios de venta de artículos de pesca con buenos precios de artículos que les vendría bien tener en las lanchas y bastante clientela, por lo que deducía que a la gente del lugar le gustaba y practicaba la pesca, pensó que sería conveniente dejar folletos o datos en los mostradores y/o conversar con los comerciantes para que les enviaran clientes…  Le contesté que era una muy buena idea y que se podrían organizar tour de pesca con hasta tres personas por embarcación “arreglando” los precios con los comerciantes pero eso tendría que conversarlo bien con Berta, el trabajo sería el mismo, ganando menos por persona pero, en definitiva teniendo más ingresos porque se incrementaba la cantidad de pescadores.

                                                  Siempre había sido de la idea que no se podía mantener un negocio cobrándole mucho a un sólo cliente, era preferible cobrar menos, sin perder pero, se terminaba ganando más porque el mismo producto con el mismo gasto se le vendía a siete u ocho clientes.  Alfredo entendió rápido la idea y dijo que lo hablaría bien con Berta.  Cuando subimos a la camioneta le pregunté cuanto tendría que gastar en los productos que quería comprar, me dio un importe y le dejé cuatro veces más.  Sabía que no tenía dinero y no tendría hasta que la empresa empezara a producir, por ello, le di 30 mil Pesos y le dije que era un adelanto para que no tuviera problemas en este mes.  Me agradeció sorprendido y me dijo que se lo entregaría todo a Camila para que ella lo administrara.  Cuando llegamos a la casa en la isla eran como las diez de la noche y nos esperaban todas para cenar…

Continuará…

 

Por favor, si les gusta, valoren y comenten.

 

Gracias.  GUILLEOS1.

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