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Me hicieron creer que era afeminado. (16)

en Amor filial

                                                  Después de la clase en la que probé la ropa a Adela y en la que le metí la polla en presencia de todas, me esperaba una buena reprimenda, en realidad me había pasado bastante envalentonado por todas las chicas y queriendo darle una “satisfacción” a la modelo y por su provocación me lancé a “tumba abierta”.  Rosa la profesora se había ido un rato antes percibiendo que aquello se calentaba demasiado y no quiso ser testigo para no ponerse en contra de todas las chicas pero en la siguiente clase me llamó y me ordenó que le acompañara al despacho de la directora.

                                                  Me entraron los temblores al saber que iba a enfrentarme con doña Martina, era una mujer de unos 50 años, la primera vez que la vi me recibió muy bien y no me pareció muy severa, desde entonces le había visto alguna vez pero raramente coincidíamos, ahora sin querer me la iba a topar cara a cara, mi futuro estaba pendiente de un hilo.

                                                  Íbamos por el pasillo Rosa y yo y ya me iba informando sobre el tema a tratar.

  • ¿Estarás contento, no?  El otro día tuve que salirme de clase avergonzada porque sabía que allí os ibais a desmadrar, de Adela me espero todo porque es una mujer que le arde el coño y tiene el futuro asegurado pero, ¿de ti?, confiaba contigo porque puedes tener un gran futuro si no lo desperdicias, claro.

                                                  Intentaba tragar y no tenía saliva en la boca, la cara de Rosa no era de estar muy contenta desde luego y la de Martina imagino que tampoco, lo que no sabía cómo se habría enterado del festín del otro día.

                                                  Después de tocar con los nudillos y recibir respuesta entramos, Martina estaba hablando por teléfono y nos hizo señas de que nos sentáramos, yo no me atreví y preferí recibir la bronca de pié pero Rosa me cogió de los hombros y me hundió en la silla, luego se puso detrás de Martina en plan fiscal.

                                                  Puse atención en la conversación de Martina cuando escuché que hablaban de mí, al otro lado del teléfono estaba doña Francisca que se interesaba por mis progresos, la Directora le contaba maravillas sobre mí, pensé en que quería quedar bien con ella, incluso me sorprendió cuando se despidieron con un…

  • Bueno Francisca, te dejo que tengo un asunto importante que tratar, estoy impaciente de verte y pasar una tarde juntas, ya sabes… lo pasaremos bien, un beso… donde tú quieras…

                                                  No estaba yo para análisis de la conversación porque nada más colgar me miró seria.

  • A ver Carlos, ha llegado a mis oídos un rumor que me extraña mucho de ti, te tenía por un… chico serio y según lo que me han contado no eres lo que pareces, quisiera que me lo aclarases, ¿qué pasó con Adela en clase el otro día?
  • Glup… ejem, no pasó nada doña Martina, le probé la blusa y…
  • Sí y algo más porque un pajarito me ha dicho que la temperatura subió a unos niveles difíciles de controlar, ¿no Rosa?
  • Sí eso creo, yo tuve que salir de clase al ver el cariz que tomaba, las chicas exaltadas animaban a Carlos a que le diera una lección a Adela, ya sabes Martina como son cuando se lanzan, Adela ya se había quitado casi toda la ropa nada más subir al estrado y…
  • Siento si me pasé un poco pero me estaban provocando y no sé cómo no pude reprimirme.
  • Bueno Carlos, espero que no se repitan estas cosas en clase, como habrás oído estaba hablando con mi amiga doña Francisca, le he tenido que omitir todo este caso porque tiene mucha confianza en tus estudios por lo que quiero que no me dejes en mal lugar, por otra parte Rosa me ha contado que en ciertos aspectos le has sorprendido también y eso me alegra.  En fin espero no tener que tener otra conversación como esta.  Ya puedes volver a clase pero cuidado con las chicas.

 

                                                  Rosa quedó hablando con Martina pero el tono de las voces no me parecían de recriminación sino todo lo contrario, por curiosidad quise saber qué decían de mí y me asomé por la puerta mal cerrada, lo que vi me descolocó, Rosa detrás de Martina sentada le pasaba los brazos sobre los hombros, metía las manos por el escote y le pellizcaba las tetas.

                                                  Martina gemía pero Rosa debía de apretar demasiado porque ya gritaba susurrando que le gustaba cómo la pellizcaba, Rosa apretaba más y más y Martina aguantaba el dolor.

  • Parece que te gusta que te pellizque las tetas, sobre todo si casi te arranco los pezones.
  • Sí, Rosa, me duelen pero me gusta cómo lo haces, tengo ganas de que me los comas y me los muerdas.
  • Y yo darte unos azotes con la fusta en ese culo tan hermoso que tienes.
  • Mmm, que gozo, se me está mojando el coño de pensarlo…

                                                  Quedé sin habla, de puntillas volví a clase y me reuní con Sonia, las demás estaban en corros hablando de todo menos de coser.

  • ¿Qué ha pasado Carlos, ha sido muy dura contigo?
  • Uf, más de lo que esperaba, Rosa estaba detrás de ella y parece que entre las dos me van a coger manía, no sé.
  • Pobre Carlos, tú que eres el único que estudia de verdad.
  • Eso es lo que me ha dicho, que espera más de mí y no quisiera defraudarle.
  • No lo harás.
  • ¿Y tú no me cuentas nada?, ¿qué tal Daniel, le gustó tu última carta?
  • Uy Carlos, no me atrevía a decirte nada, me da vergüenza.
  • Ya estamos con la vergüenza, te lo tengo dicho, nada de vergüenza conmigo.
  • Vale, mira pero que no nos vea nadie.

                                                  Sonia sacó de debajo de la blusa la carta que le había mandado Daniel, el papel estaba curvado por el pecho de la chica y con cuidado lo desplegó, quise leer algo pero apenas se notaba nada, las letras estaban borradas y la tinta corrida, miré a Sonia sin comprender.

  • ¿No te lo imaginas?, apenas se puede leer, hay trozos que algo se ve y por lo que he deducido es que le gustó mucho mi carta, que aunque no se marcaba mi teta como en el pañuelo, se apreciaba un poco la areola y el pezón.
  • Ya, entonces ¿por qué no se puede leer?
  • Imagínatelo, porque se ha hecho una paja sobre la carta antes de mandármela y se ha corrido sobre el papel, toda esta mancha es de leche suya.
  • Joder con Daniel, sí que es impetuoso ¿y no te dice nada más?
  • Claro, que quiere que le mande otra más, quiere más cosas de mí, ¿qué te parece?
  • No sé qué puedes mandarle más.
  • Piensa Carlos, ya se te ocurrirá algo.
  • Bueno lo pensaré.

                                                  El tal Daniel me estaba poniendo las cosas difíciles, no me gustaba nada calentarle la cama para que luego se acostara con la chica y la disfrutara él pero Sonia estaba tan angustiada que tendría que pensar algo.

                                                  Al salir de clase estaba esperando que se pintase un poco los labios cuando salió Martina y por último Rosa, se pusieron una a cada lado de mí y me dijo la Directora.

  • ¿No tienes prisa Carlos? o es que estás esperando a alguien.
  • No, sólo estaba esperando a Sonia, le acompaño un trecho y luego nos separamos.
  • ¡Ah, que sois novios!
  • ¡Noooo! sólo es por hablar un rato, a ella también le gusta lo de la costura.
  • Sí, la chica es bastante estudiosa… es que había pensado una cosa… para que no tengas un mal recuerdo de la conversación de esta mañana, me gustaría invitarte a comer, Rosa vendrá con nosotros también, es muy buena amiga mía, pero si tienes otro compromiso…
  • No que va, se lo diré a Sonia para que no me espere.

                                                  Entré en el patio en el momento que aparecía la chica, se lo dije y aunque puso cara de desilusión me animó a acompañar a las mujeres.  Los tres tomamos un taxi y nos dirigimos a casa de Martina, vivía en un barrio más alejado pero más moderno, yo me senté en medio de las dos, las dos mujeres de apoyaron de lado en las ventanillas mirándome a mí, yo estaba azorado pero ellas hablaban entre sí como dos amigas y de paso me acariciaban el pelo con los dedos, sus manos revoloteaban sobre mí y se apoyaban muchas veces en mis piernas y en los giros del coche se balanceaban oprimiéndome con sus cuerpos.

                                                  A Martina se le había desabrochado un botón de la camisa y como iba sentada a mi derecha le podía ver parte del canalillo, Rosa se me acercó al oído y me dijo sin que la oyera Martina…

  • Carlos ¿te has fijado en el canalillo que se le ve a Martina, a que está apetecible?
  • ¡Oh, no me había dado cuenta!
  • Vamos no disimules que te he visto mirárselo, no está mal para su edad, tiene unos pechos que ya quisieran muchas jóvenes.

                                                  A la vez que me decía estas cosas me pasaba la mano por el muslo, y Martina mirando hacia afuera se colocaba de forma que la camisa ya no daba más de sí y un segundo botón se le despasó por la presión.

  • ¿No te decía? ya lo ves, no le caben en la camisa.

                                                  La polla ya me molestaba, empezaba a crecer y la mano de Rosa no se separaba de mi pierna, si no llegábamos pronto enseguida notaría el calor de la carne debajo del pantalón pero de pronto Martina se volvió hacia nosotros y Rosa quitó la mano.

  • ¡Vaya Rosa, no me habías dicho que te habías comprado medias nuevas!
  • Si, las he estrenado hoy, es que se me rompen enseguida.
  • Pues en esta ya se te ha hecho un punto, fíjate hasta donde llega.

                                                  Era verdad, sobre la rodilla de Rosa había aparecido un punto en la media, Martina puso el dedo encima del agujero y fue siguiendo la carrera hacia arriba, iba subiendo la falda de Rosa y dejando los muslos al descubiertos al mismo tiempo que se inclinaba sobre mí y aplastaba sus tetas en mi brazo, cuando llegó a la banda elástica le preguntó.

  • ¡Ah, creí que eran pantis!, me gustan más las medias, ¿a ti no Carlos?

                                                  Rosa para enseñármelas abrió las piernas haciéndome fijar en los muslos apretados por las bandas que le sujetaban las medias y que a pocos centímetros debían verse las bragas.

  • Vaya Rosa, hoy vas de estreno, ¿éstas bragas también son nuevas? Me gustan mucho.
  • Sí, las compré el otro día cuando fuimos a comprar tu conjunto de lencería, ¿has visto Carlos qué modelo más bonito lleva Martina?

                                                  Estaba apretujado entre las dos y Rosa sin ningún reparo separó las solapas de la camisa de Martina y para más demostración le soltó otro botón, ya claramente se le notaban las dos tetas aprisionadas por un bonito modelo de encaje, era de piel morena y entre las dos tetas se abría un pozo sin fondo, mi polla ya se extendía a lo largo de la pierna y Rosa la rozaba de vez en cuando, Martina también la tocó cuando retiró la mano de la pierna de Rosa y yo estaba tan caliente que habría eyaculado allí mismo de no haber llegado al destino en ese momento.

                                                  Subimos a casa de Martina, era un piso pequeño pero muy bien arreglado, de reojo miré y la habitación de la Directora estaba abierta, había una cama grande y me dio la impresión que pronto me iban a subir a ella pero Martina me llevó al salón, las dos nada más llegar se pusieron cómodas invitándome a que me sintiera como en mi casa, se notaba que estaban acostumbradas a estar juntas porque Rosa sabía dónde estaba todo y le preguntó a Martina.

  • Martina ¿qué prefieres, comer antes o después de…?
  • Lo que quieras pero creo que será mejor antes de…

                                                  Rosa siguió como si nada y al momento Martina sacó una ensaladilla fría y una fuente con fiambres variados, una botella de vino y unas copas preciosas.

  • Uf ¡qué calor hace! ¿no tienes calor Carlos?
  • No, estoy bien de momento.
  • Pues yo sí que tengo calor, ¿te molesta si me pongo más fresca?
  • No, estás en tu casa.
  • Jajaja, es cierto pero lo decía por si… te sentías violento.
  • No te preocupes está acostumbrado a ver chicas ligeras de ropa, ¿verdad Carlos?
  • Sí Rosa, un poco.

 

                                                  Las dos se quitaron la camisa y la blusa, a Rosa ya la tenía controlada pero Martina me sorprendió, aunque la lencería hace mucho, se notaba que tenía buena materia prima, durante la comida estuvieron hablando como en el taxi, insinuándose y tocándome las manos pero al terminar las cosas cambiaron y sin más dijo Rosa.

  • Ahora toca el postre, Martina te enseñará su casa.

 

                                                  Parecía un formalismo pero al pasar por su cuarto lo vi bastante normal aunque no llegamos a entrar, sin embargo pasamos a la habitación contigua, estaba cerrada y la Directora sacó un llavín de debajo de un florero.  Al abrirla encendió la luz, me sorprendió ver el color de las paredes color lila y una cama grande con las sábanas moradas, la cama tenía unas anillas en las esquinas y un armario donde había ropa nada corriente, en una cómoda con cajones parecía que guardaba algunos juguetes.

  • ¡Aquí mandas tú ama, ordena y te obedeceré!
  • Desde luego, ya sabes lo que tienes que hacer, aquí sobra la ropa.

 

                                                  Mis ojos no podían abrirse más viendo cómo Martina, la Directora del colegio se sometía a las ordenes de Rosa, se desnudaba y se tendía en la cama, Rosa le atrapaba las muñecas y los tobillos y los ataba con unas esposas forradas de terciopelo a las esquinas de la cama, a continuación se desnudaba también ella, me sorprendió un poco porque aunque la había follado con un polvo rápido en la clase no la había visto totalmente desnuda y ganaba mucho.

  • ¿A qué esperas Carlos? Vamos a castigar a esta esclava, se ha portado mal contigo hoy.

 

                                                  Sin opinar me desnudé y Marina exclamó un “¡oooh!” cuando vio mi polla horizontal.

  • ¡Enséñale la polla que tienes a Martina! pero no dejes que la toque, no la merece.
  • Sí por favor, aunque sea sólo chuparla, sólo una lamida.
  • Te he dicho que no, sólo verla y olerla.

                                                  Me acompañó sobre la cama, subido sentado sobre su estómago y acercándome con el capullo cerca de su cara, Martina estiraba el cuello para lamerme pero Rosa estaba vigilante y tiraba de mí para que no me pudiera tocar.

  • Hoy has sido mala, mira como la chupo yo.

                                                  Sin levantarme del pecho de Martina se agachó a mi polla y delante de los ojos de Martina se la metió en la boca y aspiró, haciendo ruido de glotona, procuraba que a saliva que le salía por los labios le cayera sobre la cara a Martina y aquella rogaba y pedía su parte pero Rosa era inflexible y poniéndose de pie sobre la Directora me dijo abriéndose los labios del coño.

  • Cómeme el coño delante de esta esclava y procura que te vea bien, quiero que desee que se lo chupes a ella pero se lo tendrá que ganar.    

 

                                                  Le metí la lengua entre los labios abiertos, Martina me veía como le lamía el clítoris y se retorcía intentando llegar con las manos pero no podía, mi polla descansaba entre sus tetas y todo lo que alcanzaba era a su barbilla.  Rosa no aguantó mucho y se agachó cuando le vino el orgasmo, una serie de espuma le salía del coño y le caía sobre la cara de Martina, ésta sacaba la lengua para intentar saborear los jugos de Rosa.

  • Ahora chúpame el culo Martina, es todo lo que te mereces.

                                                  Rosa se agachó lo suficiente para que el culo le llegara a la boca de Martina y ésta sacó la lengua lamiéndole el agujero arrugado mojado de flujo.  La Directora pedía clemencia, quería participar del banquete pero Rosa era inflexible con ella.

  • Carlos, ponte de pie y deja que te chupe la polla.
  • Mmm, vale, muy bien pero me la vas a chupar como yo quiera.

 

                                                  Me levanté y puse la polla en la boca de Rosa, ávidamente la absorbió  pero le cogí de la nuca y la metí hasta su garganta, estaba en una postura inestable y como no quería que le metiera la polla tan a fondo se tuvo que soltar del cuerpo de Martina con lo que se dejó caer sobre su cara, la mujer aprovechó para lamerle el coño también y eso no era lo que le había mandado.  Le follé la boca sin soltarla del pelo y estuve a punto de correrme en su garganta pero ella estaba tan incómoda que se levantó como pudo.

  • ¿Qué haces bruto, me vas a ahogar, tu polla no es para meterla en la garganta.
  • Mi polla es para todos los agujeros que yo quiera hermosa.
  • Martina eso no, el coño no, te lo prohíbo, ¡aaaah!

                                                  Martina quedó como si le hubieran quitado un caramelo, la cara llena de saliva y jugos vaginales, los pezones duros y las tetas brillantes de tan tersas, entre las piernas se le notaba el brillo de la humedad pero Rosa no estaba para que la comieran, se puso otra vez sentada sobre el pecho de Martina y me dijo.

  • Pon tu culo para que te lo chupe y me metes la polla en el culo.
 

                                                  Dicho y hecho en cuclillas me lamía el culo y Rosa se me acercó hasta que le pude meter la polla en su culo, me pareció que lo había dicho muy alegremente por eso cuando empecé penetrarla…

  • Con cuidado animal, me vas a romper el culo, ¡qué polla Dios!
  • Por favor quítame las esposas y déjame que me folle también, te lo ruegoooo.
  • No hay nada para ti… sigue Carlos, ¡aaaag!
 

                                                  Le clavé la polla sin misericordia pero Rosa no protestó, si era el ama debía demostrarlo y mi capullo se aplastó contra su ano hasta abrirlo como un ariete, se le oía soplar como si tuviera contracciones de parto pero aguantó hasta sentirlo adentro, se movía hacia mí, culeaba y se me acercaba hundiéndose la polla, gemía al notarse llena y jadeaba, Martina sólo se contentaba en lamerme el culo lo cual me daba tal gusto que lo pagaba Rosa.

                                                  Tuve consideración con Martina, tampoco se había portado tan mal conmigo aunque a ellas les gustara jugar a amas y esclavas y me moví para que abarcara mis huevos también, noté que lo agradecía porque lamía con deleite y se los tragaba con cuidado.

                                                  Me corrí al notar cómo Martina me comía los huevos, saqué la polla aún antes de terminar de eyacular y la dejé suelta para que la probara, bebió con sed, estaba seca de saliva y mi leche le supo a néctar, también se corrió Martina, no me lo expliqué hasta ver a Rosa que se había agachado entre sus piernas y le estaba comiendo el coño abierto por las piernas esposadas, dejé que Martina siguiera chupando la polla para que no se me bajara y me incorporé. 

                                                  Se la metí otra vez a Rosa por el coño, no se lo esperaba y gimió como si la hubiera herido de muerte, aceleró las lamidas a Martina y aguantó hasta que Martina tuvo su nuevo orgasmo, parecía que Rosa se ahogaba con los jugos de Martina pero era que se atragantaba, se estaba corriendo también.

                                                  Pidió descansar un poco para reponerse pero a mí me faltaba algo y busqué en los cajones de la cómoda, encontré varios consoladores, cogí varios pero había uno doble y se lo metí a Martina, su coño se abrió forzado por el grosor de aquella monstruosidad y Rosa recibió la otra punta en su culo, las dos estuvieron moviéndose para absorber la mayor cantidad de polla, pero la que recibió más fue Rosa que abrió la boca para coger aire y se encontró mi verga entre los labios, no paré de meterla, apenas le cedían los labios para abarcarla pero no se quejaba, los ojos le lagrimeaban casi desorbitados pero cuando le llené la garganta tosió y una buena parte de leche le salió por la nariz, cuando pudo hablar me llamó de todo aunque se notaba que lo decía por decir.

                                                  Martina parecía que ya se había conformado con su parte pero cuando le desaté los pies se encogió y levantó las piernas sobre la cabeza, era demasiado tentador ver su culo, oscuro como la noche me acerqué y después de dar dos pinceladas por sus nalgas se me puso lo suficientemente dura para metérsela, no la hice sufrir porque no había alcanzado su grosor máximo pero según me iba recuperando lo iba apreciando, apenas me quedaba semen pero se lo di cuando se corrió.

                                                  Rosa le soltó las muñecas, las dos estaban agotadas y yo extenuado, la polla no se me veía de lánguida que se me había quedado pero las dos estaban satisfechas, Rosa había recibido más de lo que pensaba y Martina mucho más de lo que  imaginó.

                                                  Me auguraron que tendría un futuro muy prometedor señalándome la polla que aunque fláccida dio un cabeceo.

                                                  Martina me pagó el taxi hasta mi casa y en cuanto llegué me acosté, no entré ni a comprar el pan ya que vi a Vero coquetear con un chico que la rondaba.

                                                  Al día siguiente cuando entré a clase Rosa me miró y estaba seria, imaginé que lo haría para guardar las apariencias pero cuando vi con el cuidado con que se sentaba comprendí que estaba algo perjudicada en los bajos.

                                                  La mañana no se hizo larga, Adela hizo sus exhibiciones de modelo enseñándoles a todas la ropa que se había comprado y yo me refugié con Sonia, le volví a preguntar por la carta y se tocó el pecho indicándome que la llevaba escondida en el sujetador.

  • ¿Has pensado en algo Carlos?
  • Algo tengo en mente pero como siempre no sé si te gustará, ya sabes que no quiero que pienses mal de mí.
  • Por eso no te preocupes, haré lo que me pidas.
  • Lo malo es que tendremos que esperar a que tu tía no esté en casa.
  • ¡Ah, no te lo había dicho!, precisamente mi tía hoy se queda en el hospital con su prima para cuidarle.
  • ¿Es que está tan mal?
  • No creo, pero va a estar algún día en observación, si quieres podemos ir un rato.
  • Tengo una idea mejor, ¿por qué no vienes a mi casa?, no está lejos y así no nos ven tus vecinas y… te invito a comer.
  • No es mala idea pero me da vergüenza.
  • Y dale con la vergüenza, si quieres no vamos y ya te apañas con Daniel.
  • No por favor, voy contigo.

                                                  Cuando subimos a mi casa había comprado comida en un bar cercano y no pasé por la pastelería de Vero, ya en el ascensor asesino y entre vaivenes me acerqué a Sonia, olía muy bien y estuve a punto de besarla pero me contuve.

                                                  La comida fue rápida, tanto ella como yo teníamos prisa y al entrar en mi habitación vio su pañuelo en la mesita, la imagen de sus tetas con el pezón salido se notaba desde lejos, era como un calco perfecto.

  • ¡Mira, mi pañuelo! ¿no lo tenías guardado?
  • Si pero lo saqué anoche para que le diera el aire y no se borre la marca del carmín.
  • ¡Ah! ¿qué idea querías decirme?, estoy impaciente.
  • Te advierto que es la primera que me ha venido a la cabeza y seguro que no será buena.
  • No digas eso, la que sea será ideal.
  • Vamos a ver, a tu chico ya le has enseñado tus labios, te habrá besado imaginándote, le has mandado tu teta y ya has visto el resultado, se ha corrido en la carta y te la ha mandado de muestra, ya sólo te queda mandarle algo más… explicito.
  • ¿Qué quieres decir?
  • Pues no sé, algo de tu… ya sabes.
  • No sé ¿a qué te refieres?
  • A tu sexo mujer.
  • ¿A mi sexo?  Si yo no me puedo correr como él.
  • Tampoco hace falta, ¿te puedo hacer una pregunta personal?
  • Por favor…
  • ¿Tú te depilas ahí?
  • ¿Ahí abajo?, no ¿porqué?
  • Había pensado cortarte unos mechones de vello púbico y mandárselos, ¿lo tienes rizado o liso?
  • Rizado, muy rizado.
  • Mejor, así no tendrá dudas.
  • ¿Y con un mechón bastará?
  • Yo creo que sí pero si quieres te cortas varios y le vas mandando.
  • Pero yo no podré, nunca lo he hecho.
  • No te preocupes ya te ayudaré yo como siempre.
  • Pero me verás ahí abajo…
  • Pues sí claro, también me has visto tú ahí abajo ¿no?
  • Es cierto, vamos pues y esta noche le escribo y se lo mando.

                                                  De casualidad había cambiado la sábana y estaba limpia, le dije que se tumbara en la cama con las piernas separadas, había traído las tijeras de cortar la tela pero con aquella herramienta tan grande me dio miedo cortarle y busqué mi maquinilla de afeitar y el jabón.

  • Ya puedes bajarte las bragas, intentaré no mirar.
  • No te preocupes por nada, confío en ti.
  • Ya que estamos es mejor que te las quites.
  • Vale.
  • Y para no mancharte la camisa de jabón ¿Por qué no te la quitas también?
  • Como quieras Carlos.

                                                  La chica encima de la sábana con sólo el sujetador era una tentación demasiado fuerte para mí, la polla se me había salido del slip y salía disparada pierna abajo, le puse la almohada debajo del culo y con el pubis elevado parecía un pastel de moka, me lo habría comido sin dudarlo.

                                                  La idea de la maquinilla de afeitar no resultó buena, yo apenas tenía vello en la cara y me afeitaba sin casi necesidad pero Sonia tenía una verdadera alfombra de pelo ensortijado.

  • Te aseguro que no quiero cortarte por nada del mundo pero para eso necesito que no te muevas.
  • Ya lo sé Carlos, dime lo que quieres que haga y no te preocupes por mí.
  • Gracias, de momento sólo necesito que abras bien las piernas y que estés quieta, si te rozo te pido perdón por adelantado.

 

                                                  La chica tumbada y con la almohada debajo del culo mostraba el pubis en todo su esplendor, busqué el mejor ángulo para quitarle un mechón de pelo rizado y probé sentándome entre sus piernas, así podía abarcar todo de una vez, entonces fue cuando después de ponerle la crema de afeitar me di cuenta de que se atascaba y no cortaba apenas.

                                                  Tuve que rendirme y volver a por las tijeras, le quité el jabón con la esquina de la sábana, Sonia se encogió cuando notó la fría hoja de la tijera y tuve que atemperarla con la mano.  Cogiendo un puñado de pelo recorté por debajo y se lo enseñé, el pelo naturalmente al volver a estar libre se enroscó y apenas parecía que había cortado nada.

  • Creo que debes cortar más largo el pelo, acércate más a la piel que no pasa nada.
  • Vale, es que me da miedo cortarte, ahora lo haré mejor.

 

                                                  Para asegurarme de que no iba a llegar a la piel le puse la mano sobre el pubis y corté casi raso, esta vez le pareció bastante y me dijo que siguiera, fui cortando mechones que dejaba al lado en la sábana, mi mano cada vez estaba más cerca de la piel y cubría los labios abiertos del coño, procuraba dejar algún dedo distraído y pasarle entre ellos rozando el clítoris.

                                                  Sonia se encogía pero yo le miraba advirtiéndole del peligro que corría y se disculpaba, cuando llevaba unos cuantos rizos cortados (más que suficientes para lo que necesitaba) seguí cortando más y más, tuve que cambiar de postura porque la polla me molestaba y me puse a su lado, desde la cintura le recortaba la ingle y de paso separaba los labios con los dedos.  

                                                  Sonia suspiraba y movía las caderas inquieta, le gustaba lo que le hacía pero no quería decirme nada porque ya le había advertido, un olor tibio me llegaba del coño de la chica que con las piernas separadas clavaba las uñas en la sábana cuando notaba mis dedos pasearse entre sus labios, me acerqué más a ella, ya nuestros cuerpos estaban juntos y mi polla se alargaba por mi pierna.

                                                  Sin disimulo recorría los dedos a lo largo de los labios desde el nacimiento hasta casi el culo pasando sobre la vagina rosada, oía a mi lado los gemidos de la chica y mi convicción inicial flaqueaba, cada vez estaba menos convencido de sólo ayudar a la chica enamorada.

                                                  La lucha interior que tenía la resolvió Sonia, noté que su mano pasaba a lo largo de mi polla, sin duda la estaba notando debajo de mi pantalón alargarse y tomar volumen y recordó cuando había estado a punto de lamerla, al notar que la apretaba con la mano mis dedos dejaron de rozar y claramente se dedicaron a acariciar, rodearon el clítoris y lo hicieron salir brillante.  

                                                  Los jadeos de ella me animaban y al no intentar evitarlo me aceleraba el corazón, oí el sonido de mi bragueta al bajar y la mano de la chica buscar debajo de mi slip, la cogió con suavidad pero con determinación y cuando ya la tuvo frente a sus ojos no esperé y acerqué mi boca a su coño, pasé la lengua varias veces entre los labios, el sabor aún era mejor que el olor y chupé la humedad de su vagina metiendo un poco la lengua.

                                                  A Sonia no le dio ya vergüenza, estaba excitada y sin más lamió el capullo y lo rodeó con la lengua para después metérselo en la boca, estuvo quieta un momento con él entre los labios pero lo apretó contra el paladar y aspiró, más de media polla se coló entre sus labios, noté el roce de sus dientes inexpertos pero el frenillo estaba en máxima tensión.

                                                  Lamí y chupé cada rincón de su coño, ya se había olvidado el motivo de estar allí, las tijeras cayeron al suelo y los rizos se desperdigaron por la cama, a estirones me quité el pantalón y la camisa y Sonia se soltó el sujetador, desnudos los dos en un perfecto e improvisado 69 nos comimos ambos sexos, el instinto hizo que Sonia aprendiera enseguida cómo hacerlo y darme más placer a la vez que movía el culo para que le llegara a todos lados.

                                                  Fue un casualidad o la fiebre contagiosa pero cuando se apoyó con los talones elevando el coño hacia mi boca corriéndose, yo descargué en su boca un torrente de leche, con los espasmos perdíamos el ritmo pero era igual, a ella no se le salía la polla de la boca y a mí no se me escapaba su coño de la mía.

                                                  No quise parar y seguí lamiendo a ritmo más lento porque notaba que al rozarle el clítoris excitado daba una sacudida, ella notó lo mismo en mi glande y me imitó pero seguimos abrazados al revés y renovamos las lamidas al momento, esta vez fue Sonia la que se corrió primero y me llenó las mejillas de flujo espumoso, estuve limpiándole con la lengua y me di la vuelta, me besó en la boca y notó el sabor de su vagina, sonrió y me volvió a besar.

                                                  Debajo de mí notaba la presión de las tetas aplastadas, estaban duras y me marcaban los pezones, noté una pierna y luego la otra y entre ellas me dejé caer, estaba dispuesto a todo y se la iba a meter sin más, ya no aguantaba aquella tortura y le pasé el capullo entre sus labios buscando la entrada, ya me besaba con pasión loca pero de momento cuando ya tenía un centímetro de polla entre sus labios menores abrió los ojos y me miró.

  • ¡¡Oh Daniel!!, lo siento Carlos no puedo hacerlo, le prometí a Daniel que sería el primero.
  • ¡Nooo!  Me matas Sonia, estoy loco por hacerte mía, te he ayudado a apoyar a tu novio, he hecho cosas que cualquier hombre no haría y ahora que ya íbamos a follar me dices que no, que tu coño va a ser para Daniel.  No lo entiendo.
  • No sabes cómo lo siento, a mí también me habría gustado mucho, has visto como te he chupado, lamido y tragado tu leche, me ha gustado hacerlo y lo haría mil veces pero mi virgo… se lo prometí a Daniel, por favor compréndeme a mí también.

                                                  Por arte de magia mi polla quedó como un pimiento asado, muerta del todo, rodé sobre Sonia y quedé mirando al techo sin saber qué hacer, la chica me gustaba y por eso había hecho tantos sacrificios, tenía esperanzas pero ahora ya no, sabía que si después de a lo que habíamos llegado no dejaba que la penetrara ya no lo haría, me senté en la cama y me vestí, a mi espalda oía a Sonia sollozar, ella también se vestía, la despedida fue triste, cuando salía por la puerta le pregunté si la acompañaba a casa pero ella me miró con los ojos inundados, entró en el ascensor y pulsó para abajo.

                                                  Quedé hundido sentado en una silla, acababa de recibir el primer desengaño serio en mi corazón y en mi ego, desde la calle subían risas de mujer, me asomé y vi a Vero que esquivaba como podía el acoso de un joven que quería darle un beso, estaba seguro que lo conseguiría porque la risa era poco convincente y lo estaba deseando tanto o más que él.  Recogí el pañuelo grabado con las tetas de Sonia, lo metí en la caja de zapatos con las cartas de Daniel y abrí el cubo de basura para tirarlo, algo me detuvo en el último momento y lo escondí en el rincón del armario más alejado de mi vista.

                                                  En los siguientes días me centré en las clases, aunque iba de “oyente” solamente era el más avanzado con diferencia y eso lo notaba porque Rosa me encargaba cosas que a las demás ni se le ocurría, la Directora y Rosa después de la fiesta en su casa se comportaban como si no hubiera pasado nada, eso me enseñó a no darle importancia a ciertas cosas, habíamos follado y nada más.

                                                  Con Sonia la relación era de lo más fría, educada sí pero indiferente, yo notaba cómo la chica intentaba acercarse pero sabía el mal que me había hecho y se contenía, ya pronto se acercaban unas fechas festivas que aprovecharíamos también haciendo un “puente laboral” y de paso iría a ver a mi familia.

                                                  Cuando iba solo hacia casa un día, vi por el reflejo de los cristales de los escaparates que un coche negro estaba casi siempre detrás de mí, además me sentía observado y estaba incómodo, no conocía a nadie en Madrid más que a las de la escuela y eso me ponía nervioso, me detuve en una tienda de ropa y vi que el coche se arrimaba a la acera y bajaba el cristal tintado de atrás.

  • Shiiit, ¡oiga, usted! ¿es Carlos?
  • Sí, soy Carlos ¿quién es usted, qué quiere de mí?
  • ¡Suba!

                                                  Me quedé helado pero ya la puerta se abría invitándome a subir, no podía ver nada del interior porque estaba oscuro con los cristales negros, el coche era muy grande y lujoso y algo o quizá la curiosidad me hizo subir.

                                                  Al acostumbrarme a la penumbra vi que había un caballero muy bien vestido que miraba hacia adelante y le decía al chofer.

  • ¡Matías, llévenos a un sitio tranquilo!

                                                  El chofer miró por el retrovisor y sonrió a la vez que subía el cristal que separaba su puesto con la parte trasera.

                                                  Las rodillas me temblaban aunque intentaba contenerme, mi indumentaria no era de lo que más me enorgullecía en esos momento, imaginé de todo, incluso que sería un pervertido que buscaba sexo con jovencitos, la sonrisa del chofer me reafirmaba cada vez más que algo raro pasaba.

                                                  El coche era comodísimo, no se oía nada y en el mullido asiento apenas me podía mover, el caballero miraba hacia adelante en silencio como si yo no estuviera allí hasta que el coche paró en un rincón de un jardín desierto.

  • ¡Así que tú eres el famoso Carlos!, vaya, vaya.
  • Sí señor, soy Carlos y parece que me conoce pero yo no tengo el gusto…
  • Ya me imagino, yo soy don Jorge, el apellido no te lo digo porque no viene al caso.
  • Pues la verdad no me aclara nada, no sé en qué puedo ayudarle.
  • Sólo te puedo decir que soy el marido de Adela.

                                                  El coche me pareció que se hacía tan pequeño que me estrujaba, busqué un rincón donde esconderme y no lo encontré.

  • ¿Se refiere a Adela, la señorita que va a clase de costura?
  • La misma, Adela es mi mujer y va allí porque se aburre en casa.
  • Pues… mucho gusto ¿y de qué me conoce usted, he notado que el coche me seguía desde hace dos días?
  • Mi mujer me ha hablado de ti.
  • ¿Bien o mal?
  • Según como se mire, para ella bien.
  • ¿Y para usted?
  • Me parece que haces demasiadas preguntas, ¿no crees?
  • Usted es quien me ha hecho venir hasta aquí.
  • Está bien, te contaré algo y esto es confidencial, ¿comprendes a lo que me refiero?
  • Sí, no soy tonto.
  • Ya lo sé, el caso es que yo soy una persona importante y mi mujer me ha digamos… “pillado” en una situación delicada, para suavizar la tensión le he prometido un regalo y… ¿adivinas que regalo me ha pedido?
  • Ni idea, imagino que usted podrá comprarle lo que quiera.
  • Pues no… me ha pedido a Carlos o sea, a ti.
  • ¿A mí?, como si yo fuera un buen regalo.
  • Para ella eso parece y… se lo he tenido que conceder, claro.
  • ¿Y si yo no quiero entrar en ese juego?
  • No pasa nada pero a mí me cortará los huevos, además me obligará a dimitir de mis cargos en la Política y sería un gran escándalo.
  • Mmm, ahora que me fijo su cara me suena, me parece haberlo visto a veces en la televisión.
  • Seguro que muchas veces pero…  ¿Qué me dices?
  • Mmm, no sé ¿y qué quiere de mí Adela en concreto?
  • No mucho… quiere humillarme viéndolos follar en mi casa y en mi cama, sólo eso.
  • Joder, ¿sólo eso?  Casi nada, eso es muy fuerte para mí.
  • Imagina para mí pero es lo que hay.  ¡Tú decides ahora!
  • Mmm, sólo pongo una condición.
  • Cual, intentaré complacerte.
  • Quiero mandar yo, ya estoy harto de ser el último en decidir y… otra cosa, usted no tiene que intervenir.
  • Eso es lo que quiere ella, que yo sólo mire.
  • Comprenda que es muy violento para mí, no sé si aceptar.
  • No tienes nada que perder y mucho que ganar.
  • ¿Ganar, echar un polvo con una mujer con el marido al lado es ganar?  Gracias a Dios de eso no me falta.
  • Pues por tu figura nadie lo diría pero tendrías mucho que ganar te lo prometo, tengo muchas influencias y conozco a mucha gente y creo que a ti te gustaría medrar en la vida ¿no?
  • Claro que sí y ¿cuándo sería este regalo?
  • Ya te lo diré, de momento no le digas nada a Adela, será una sorpresa para ella, te tendré informado.  Matías lleva al chico a donde lo hemos recogido.
  • Sí señor diputado.

 

Continuará.

 

Agradezco sus valoraciones y comentarios.

 

Gracias.

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