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Me hicieron creer que era afeminado. (34)

en Amor filial

                                      Nada más subir al avión María se descalzó, tenía los pies hinchados y viendo lo incómoda que estaba le cambié mi asiento de pasillo por el de ventanilla que le asignaron, Rosa a la otra parte del pasillo también se descalzó, aflojó el cinturón y abrió dos botones de la camisa orientando el aire acondicionado hacia ella, a los pocos minutos de nivelarse el avión y coger el rumbo se durmió.

                                      María no dejaba de trabajar nunca, con su maletín lleno de papeles sobre el vientre ordenaba los recortes de periódicos que había recogido y toda la documentación referente al desfile, llevaba un paquete de fotografías que nos habían hecho y que pensaba exponer en un panel en el taller.

                                     

                                      Estaba tan ensimismada que no se daba cuenta que la miraba sonriendo, me gustaba aquella chica, pese a su juventud demostraba una sensatez extraordinaria, había asumido su problema con total naturalidad sólo con los ánimos que le dimos al enterarnos que estaba preñada, nunca nos habló de su familia, debía ser cierto lo que nos dijo que no sería bien recibida la noticia de ser madre soltera y tan joven, nosotros procuraríamos facilitarle las cosas todo lo que pudiéramos pero aún así era un verdadero problema.

                                      Cuando por fin cerró el maletín vimos que la camisa que llevaba estaba empapada de leche, disimuladamente abrió los botones que necesitó para ver el “alcance de la inundación”, lógicamente no sólo llevaba empapada la camisa sino que el sujetador también se podía escurrir, imaginé lo molesta que iría sobre todo porque el vuelo duraría como mínimo unas dos horas además del tiempo que se pierde en el aeropuerto, equipaje etc.

                                      María me miró sin saber qué hacer y cuando pasó la azafata le dije que se acercara, era una chica muy alta, bellísima como todas ellas y nos preguntó en francés (la compañía del vuelo era Air France) qué deseábamos, con un tono rutinario, le hice una seña para que se inclinara sobre María y cuando lo hizo le abrí la camisa, vio que las tetas le brillaban de leche y la mancha se extendía ya hacia el estómago.

                                      La chica nos preguntó en silencio juntando los dedos índices que si éramos matrimonio y le dije que no, sólo compañeros pero necesitábamos algunas servilletas de papel para empapar aquella subida láctea que parecía que con la altura del vuelo se le agudizaba más, la azafata miró a su alrededor, la mayoría de los  pasajeros estaban distraídos mirando hacia el mar de nubes que sobrevolábamos, fue hacia la zona de servicio y volvió con unas servilletas pero eran pequeñas y enseguida se mojaron también, con su cuerpo cubrió el de María y le terminó de abrir la camisa, comprobó que el derrame era mayor de lo que parecía y me dijo que la acompañara, buscó en el bolsillo del respaldo de adelante y sacó una mantita pequeña que cubrió los pechos de María.

                                      La seguí con dificultad por el estrecho pasillo hacia la zona de servicio del personal de vuelo, había otra azafata tan linda como ella con su uniforme impecable preparando café y le pidió que le cubriera el servicio indicándole que iba conmigo a solucionar un problema, la chica me reconoció y se lo dijo a la azafata que me miró con admiración, pareció que cambió de idea y sonrió.

                                      De un armario metálico empotrado sacó una maleta pequeña y me dijo que la siguiera, me llevó a un servicio y cerró por dentro, dejó la maleta sobre el inodoro y buscó entre su ropa hasta encontrar un sujetador que tenía de repuesto, me lo enseñó poniéndoselo sobre su pecho, era una monería, de una marca de las más conocidas, de encaje negro con unas copas mínimas, era una prenda carísima y preciosa pero lamentablemente tuve que rechazarla.

                                      Capté la idea que tenía la amable chica, quería dejarle su sujetador para que pudiera llegar más o menos cómoda, me lo explicó con insistencia pero tuve que desengañarla, insistió e incluso quiso demostrármelo, soltándose el pañuelo que llevaba de la compañía abrió su camisa, me enseñó el sujetador que llevaba, era azul marino un poco más “tapado” que el negro por si me valía, para que lo viera más claro bajó los tirantes y las copas para que me convenciera que cabían las tetas de María.

                                      Con el zumbido del avión y el fresco aire acondicionado noté como me subió un acaloro al rostro, la visión de aquellas tetas menudas con forma de pera me aceleraron tanto que si hubieran apagado los motores seguiríamos volando.

                                      Para no hacer un “feo” le señalé las tetas, tocándole los pezones desde abajo se las subí indicándole que su volumen era ideal pero María tenía tres veces más, la azafata se encogió de hombros ante la imposibilidad de darme una solución, sintiéndolo mucho guardó las tetas en su precioso sujetador y cerró la camisa, imagino que no sospecharía como tenía la polla en aquel recinto minúsculo pero cuando íbamos a salir se le iluminó la cara, me dijo que esperara un momento y me dejó sólo.

                                      Apenas unos minutos después se abrió la puerta, casi me pilla arreglándome la polla porque me molestaba pierna abajo y la puse vertical, asomó la otra azafata que me reconoció, me sonrió y sin más palabras cogió mis manos y se las puso sobre el uniforme a la altura de las tetas, me demostró orgullosa que ella sí que tenía unas tetas grandes, mucho más que la otra, como estaba informada soltó el pañuelo que hacía de corbata y abrió la camisa, tiró de ella sacándola de la falda estrecha y quedó con el sujetador.

                                      El modelo era igual o más bonito que el de su compañera pero era de seda y las copas en forma de triángulos sujetaban unas tetas redondas y generosas, debajo de la chaquetilla que llevaba no se apreciaban pero cuando soltó el cierre que unía las copas por delante me maravillé al verlas saltar hacia mí, posiblemente eran de una talla parecida a las de María aunque ésta las tenía hinchadas de leche pero podía valer, la seda se acoplaba a la forma del pecho, calcaba los pezones como una segunda piel y tiraba desde el cuello con los triángulos que hacían de tirantes.

                                      Mi cara se iluminó y la suya también, la mía porque había encontrado una solución de la gentil muchacha y la suya porque por el espejo del mínimo espacio del servicio vio el capullo que asomaba por detrás de la hebilla del cinturón.

                                      Acabó de quitarse el sujetador que colgaba por la espalda, no comprendí porque se soltaba la falda también hasta que la dejó caer al suelo y me cogió el capullo que asomaba curioso.

                                      Sin esperar a sacarlo, lo metió en la boca y luego fue soltando el cinturón, el botón y la cremallera, cuando terminó la polla ya no se veía en su boca, se la había tragado hasta la garganta, debía conocer al dedillo las difíciles dimensiones del servicio del avión porque cogiéndome de las caderas me puso en una postura pegado a la puerta, ella se colocó de espaldas y se agachó, tiró de sus bragas hasta el suelo y abrió las piernas, mojándose los dedos y pasándolos por su coño.

                                      No llegué a moverme, ella misma reculó hasta sentir mi polla en su coño y se hizo hacia atrás sin miedo, el siseo de los motores ocultó los gemidos en francés de la azafata, la cogí de la cintura para demostrarle que no me era indiferente y me clavé a ella, se corrió con las manos en el inodoro de acero inoxidable y cuando me iba a correr se levantó de pronto, me dijo que esperara y me hizo sentarme en el wáter, se volvió de espaldas y se sentó sobre mí.

                                      Apoyó su espalda contra mi pecho y se dejó caer, le cogí las tetas, por un momento me recordaron las de María pero secas, la chica saltaba sobre mí, despacio pero sin parar, busqué su clítoris para darle un poco de “vida” al polvo pero lo encontré duro y solitario, mi polla no estaba donde creí que debía, profundicé más y la encontré cuatro dedos más atrás, la tenía clavada en su culo y disfrutaba de ella como si fuera un  helado de limón.

                                      No paró de cabalgarme hasta que notó el calor de mi leche en su recto, se puso unas servilletas en el culo y se dio la vuelta, con la polla todavía vertical me lamió hasta no dejar rastro de su paso por ella pero en las alturas mi polla quería más y se lo hice entender, sin dejarla ponerse de pie, hice que siguiera mamándome hasta que le regué las amígdalas de nuevo, desde arriba le veía el  cuerpo precioso, una espalda y una cintura armoniosa con una piel blanca, las tetas me rozaban las piernas al bambolearse y cuando me corrí no abrió la boca, apenas carraspeó cuando me enseñó orgullosa su blanca dentadura y la lengua limpia.

                                      Después de vestirnos salimos, en mi mano llevaba el sujetador de la chica y ella con las tetas libres debajo del uniforme salió con una sonrisa encantadora, su compañera lo adivinó y le apretó las tetas notándolas sueltas, me dio un beso al aire y con una mueca dijo que sentía no ser ella la que me había dado la solución.

                                      Le pedí su dirección para devolverle la prenda y dijo que le guardara el sujetador ya que pasaría por mi tienda para recogerlo cuando pudiera.  María me miró extrañada pero cuando me senté a su lado y disimuladamente le enseñé el sujetador de seda todavía tibio sonrió y me buscó la polla notándola todavía a media erección, me dio un beso corto en la boca y se puso el sujetador de la azafata relleno de papeles de servilletas.

                                      De vuelta a la ciudad le contó a Rosa lo que creía que había pasado y aquella no lo creyó, sólo hice un comentario…

  • Te has quedado corta María, ésta compañía tiene unas atenciones con los clientes inimaginables, jajaja.

                                      Fuimos en un taxi al taller de costura, en el escaparate de la tienda aún cerrada había gente mirando con curiosidad, oímos comentarios del éxito que tuvimos en París y algunas señoras se interesaban por nuestras creaciones, entramos en el taller sin darnos a conocer y una vez adentro nos sentamos en el sofá, ninguno tenía ganas de comer ni de nada y le insistí a María que dejara el dichoso maletín en un rincón y que nos fuéramos cada uno a su casa, teníamos bien merecido un día de descanso.

                                      Rosa fue la primera en apoyar mi idea, volvió a ponerse los zapatos que recién se había sacado y cogiendo el maletín de María lo cerró y lo dejó detrás del sofá, luego la levantó de la silla y la acompañó a la puerta, yo las seguí y me encargué de cerrar el taller.

                                      Tomamos un taxi y las llevé a cada una a su casa, por último me dejó en la mía, al entrar la extrañaba pese a ser  mi casa, aún habiéndola decorado a mi gusto y teniendo todas las comodidades me di cuenta de que me faltaba algo, por un momento me sentí sólo, sin la compañía de las chicas, el ajetreo del trabajo y por no negarlo la necesidad de tener una mujer cerca (nada que ver con el sexo) hizo que me entrara un bajón moral, la casa me parecía enorme (mucho más de lo que era) y fría, me eché en mi cama, una cama inmensa perfectamente arreglada (venía una señora en horas de mi ausencia y mantenía la casa siempre impoluta) me acosté sobre la colcha sin preocuparme de manchar todo, no me quité ni los zapatos.

                                      Recordé todo el maremágnum de París, los preparativos del desfile, el estrés de las últimas pruebas, me reí para mí porque con todas las modelos bellísimas que pululaban casi desnudas por allí me acordé del peluquero que quiso ligar conmigo, jajaja, ¡qué poca visión! (o quizá era yo el que daba a equívoco), me acordé del apuro del Hotel, de Odette y Pierre, ¡qué pareja tan original! y las hermanas… ¡qué mujeres!, cada una en su dedicación, súper modelo, Relaciones Públicas y Esteticista, todo lo que podía desear y cuando se juntaron las tres para mí… qué gozada, no podía quejarme.

                                      Sin darme cuenta empujé con el zapato el talón y luego el otro y quedé dormido cruzado en la cama.  Al despertar ya era de noche, habría llamado a Rosa para saber cómo estaba y a María, ya nos preocupábamos por su embarazo, los meses pasaban sin darnos cuenta y la chica aunque no se quejó nunca debía de pasarlo mal pero de pronto me acordé de mi familia, mi madre sobre todo debía de saber antes que nadie mi éxito y fui a coger el teléfono para anunciarle que iría a verla.

                                      Casi había alcanzado el auricular cuando sonó, me asusté y por un momento acudieron a mí una serie de malos pensamientos, sobre todo en María, podía haberse adelantado el parto y sería por mi culpa, le había pedido demasiado y aquella caída en la pasarela que a mí me vino muy bien porque enseñó las bragas y la tripa demostrando que era realmente una preñada, me arrepentí por no habérselo agradecido mínimamente ni con un beso, dudé en cogerlo pero el aparato insistía e insistía.

  • ¿Sí, quién es?
  • Hola hijo, soy Teresa, tu madre.
  • ¡Mamá, oh mamá!, que ganas tenía de oírte, precisamente tenía la mano sobre el aparato para llamarte.
  • Sí, eso lo dices para cumplir, yo aquí sin saber de ti desde no sé cuándo y tú tan feliz, claro como tienes todo lo que quieres a mí que me den…
  • Por favor mamá créeme, acabo de llegar de París ¿sabes, de París nada menos?
  • Sí claro, lo que tú digas, de París y a los del pueblo…
  • Joder mamá, de verdad lo prometo, he estado exponiendo mi colección con modelos maravillosas y…
  • ¡Esa lengua hijo!, que aquí no has aprendido a decir tacos…
  • Vale Teresa lo siento, primero ¿cómo estás?, lo mío puede esperar, ¿te encuentras bien? y las demás, ¿también están bien?, tengo ganas de veros y no es mentira, mañana cogeré el coche y estaré un par de días con vosotras.
  • Snif,snif, tú sabes quedar muy bien cuando quieres pero no te acuerdas de nosotras, yo ni te cuento y tu tía está desesperada desde hace tiempo, no me dice nada pero sé lo que le pasa, bueno le pasa lo mismo que a mí pero yo lo disimulo más.
  • Me haces sentir mal, mañana voy y estamos una semana juntos.
  • No Carlos, hemos pensado otra cosa, le dije a Julia que ya no aguantaba más, tu amiga Cintia vino con sus hijas gemelas, están preciosas y le dije que no las dejara cerca de ti porque peligraban, nos reímos todas pero es verdad son ya dos señoritas y tu ahijada ya tiene unas tetillas que… bueno a lo que vamos, trajo una revista de moda que compró en el quiosco, estabas tú con tus modelos rodeado de fotógrafos y gente bien vestida, me propuse ir a verte y mi hermana se apuntó enseguida para acompañarme con la excusa de que no fuera sola.
  • ¿Así que estabais enteradas de lo de París?
  • Claro Carlos, estamos pendiente de todos tus movimientos, Cintia nos tiene informadas porque compra todas las revistas en que sales tú.
  • Vaya sorpresa y yo sufriendo, es una buena idea que vengáis, el tiempo que queráis por supuesto, os enseñaré todo y os presentaré a mis compañeras…
  • ¡Ah!, eso ya lo suponemos, no estarás sólo seguro, jajaja.
  • Jajaja me has pillado, no, no estoy sólo… del todo.

                                      Con la conciencia más tranquila y muy ilusionado por la llegada de mi familia abrí el frigorífico y vi una bandeja de fiambres a rebosar, la señora Vicenta pensaba en mí como a un hijo.  Sobre el banco de la cocina comí lo impensable, en un momento me entró un apetito feroz y no cerré el frigorífico hasta que terminé, el frescor y la luz tenue me acompañaron en la cena y una botella de vino rosado que había también cayó, luego salí a la terraza, no había luna y el cielo estaba estrellado al máximo, me percaté que desde que salí del pueblo no había visto nunca el cielo estrellado, ni Madrid ni mucho menos París tenía este cielo.

                                      En una tumbona mirando al cielo me desnudé y quedé sintiendo la brisa de la sierra cercana, no se oía nada excepto a los grillos que llenaban de ruido la noche, la piscina estaba como una balsa de aceite, se confundía con el cielo y lo reflejaba haciendo todo uno, sin saber porqué me levanté y como un cocodrilo me metí en el agua sin hacer ruido, no tenía ganas de nadar ni de chapotear, sólo de flotar mirando al cielo.

                                      Estaba en el medio del agua cuando en la orilla me pareció ver una sombra pero no hice mucho caso porque fue un segundo y seguí mirando las estrellas, pensé en el pueblo, mis andanzas con algunas chicas de allí pero sobre todo mis primas, desde crías habíamos jugado y con el tiempo los juegos fueron más y más picantes hasta que terminamos follando sin límites, aunque lo que más me puso dura la polla fue recordar a Teresa, mi madre, la delicadeza con que me recibía en su cama para que durmiera con ella, protegiéndome y cuidándome haciendo de padre y madre a la vez, poco a poco fuimos intimando hasta que llegó lo inevitable, yo crecía y mi polla más aún, mi madre lo veía y lo notaba mejor al arrimarme a ella en la cama y como mi abuela me había instruido la acaricié y le demostré que la verga que tenía su hijo estaba a su disposición.

                                      Teresa acabó por reconocer que éramos una pareja especial y como tal podíamos comportarnos, con unos preludios tímidos acabamos follando fogosamente, ya no hubo marcha atrás y lo hacíamos sin problema, mi tía Julia era diferente, era una mujer de bandera que desde muy joven quedó sin polla que le calmara su fogosidad, en mi encontró la persona comprensiva y discreta con unos atributos que la llenaban y nunca mejor dicho sus necesidades, me buscó y me encontró también, fue una excelente profesora en el sexo aunque a la que recordaba y más agradecido estaba fue a mi abuela Antonia, desde muy joven y sin darme cuenta me llevó de la mano hasta que me enseñó todo lo que debía saber, es más, me lo explicó con la práctica, hasta cuando murió lo hizo casi con mi polla dentro de ella, fue una gran mujer.

                                      Con los ojos fijos en el firmamento no vi la sombra que emergía a mi lado, apareció del fondo del agua y sólo era una cara porque el agua le había pegado el cabello, la sonrisa que me dedicó me quitó el susto inicial y sólo pude hacerle una pregunta.

  • ¿Eres una sirena?

                                      Por toda respuesta la chica desapareció debajo del agua y volvió a salir de golpe hasta la cintura, en la oscuridad casi absoluta de la noche vi brillar sus tetas juveniles chorreando agua.

  • ¿Te gustaría que fuera una sirena?
  • Sí y no, me gustaría ser el primer hombre en haber visto una pero lo de la cola de pez…
  • Jajaja, ya entiendo… pero de cintura hacia arriba somos mujeres, ¿quieres verlo?

 

                                      Hizo la misma maniobra, se sumergió y al salir me enseñó hasta el ombligo, las tetas las tenía duras y los pezones en punta, no pude verle la areola por la oscuridad pero me daba igual, me volvía loco por comérselas.

  • Me has convencido a medias pero me gusta lo que he visto.
  • Pues lo que no has visto te gustará más.

                                      No pude resistir y me zambullí junto a ella, buceé a su lado y aunque la luz era mínima vi como tenía las piernas juntas moviendo los pies para mantenerse flotando, entre ellas no se le notaba separación y volví a sumergirme, pasé la mano por el muslo y cuando llegué al culo separó las piernas dejándome ver el coño depilado, lo vi el tiempo justo para salir a respirar pero ella me esperaba con una sonrisa…

  • ¿Convencido?  Ya ves que no soy sirena, lo siento, aunque tú tampoco lo eres, te estuve mirando mientras flotabas en el agua, claramente parecías un velero y no lo digo por la vela sino por el mástil, jajaja.
  • ¿Me has visto?  Qué vergüenza, estaba pensando y me he perdido en mis sueños.
  • Debían ser buenos recuerdos porque te han hecho mucho efecto.
  • Y eso que no te había visto todavía.
  • Jajaja, no me imagino si eso pasara.
  • ¿Podría pasar?
  • Creo que sí pero mejor en la orilla, si quieres vamos a la parte menos honda.
  • ¿Aquí te vale?
  • Sí, creo que sí, sube a la baldosa y abre las piernas…
  • ¿Qué te parece así?
  • De maravilla.

                                      Me tumbé con el culo sobre el rebosadero de la piscina y el cuerpo tumbado sobre el césped, los pies en el agua y la “sirena” entre mis piernas, se sumergió y me dio varios besos desde los pies hacia arriba, según pasaba por mis rodillas la polla fue levantándose a las estrellas y cuando llegó a la ingle apuntaba a la Osa Mayor como una brújula.  Las gotas que escurrían por el pelo de la chica regaban mis huevos y su boca lamió el tronco hasta que llegó al capullo, tuvo que salir un poco del agua y le vi otra vez las tetas, cada vez me gustaban más y cuando volvió a meterse en el agua las rozó contra mis muslos.

                                      La polla desapareció en su boca y no dejó de chuparla hasta que le dije que parara, estaba a punto de salpicar el agua de leche y preferí cambiar y pagarle con la misma moneda.

                                      El coño de la chica no sabía a nada cuando le di las primeras lamidas, con el agua de la piscina el cloro y demás estaba insípida pero cuando sus jugos empezaron a manar era una delicia, debía ser muy joven, quizá una adolescente aunque las tetas y el culo eran de por lo menos veinteañera pero los labios y el clítoris era puro merengue.

                                      La chica no aguantó tanto como yo, le puse una pierna a cada lado del rebosadero, las dos afuera del agua y tiré de ella hasta sacar el culo casi en el aire, le chupé todo lo que tenía, no imaginó que el culo entraría en mis apetencias y cuando le metí la punta de la lengua en él gimió como herida de muerte, una oleada de flujo me llenó la cara y goteó a la piscina, la lengua en su vagina estrecha y delicada le produjo otro orgasmo pero el más fuerte lo “sufrió” cuando ataqué su clítoris tan tierno que apenas se ponía duro, se puso histérica, metió las piernas en el agua y chapoteó sin control a la vez que la sujetaba con las manos en las tetas, de tanto movimiento se escurrió hacia el agua y la sujeté para que no se hiciera daño en la espalda pero cayó a plomo sobre mi polla.

                                      Pese a la oscuridad reinante vi abrir su ojos como faros de coche, se había clavado la polla según caía y gimió abrazándose a mí, al mismo tiempo lloraba, noté cómo su pecho se agitaba convulsionando con el hipo de los sollozos, no entendía nada pero la chica puso los codos sobre el canto de la piscina y abrió las piernas para que yo me colocara entre ellas, cogido a las caderas le metí la polla durante mucho rato, el agua refrigeraba mis huevos y me hacía resistir más, la chica con los ojos cerrados miraba al cielo moviendo la cabeza a un lado y al otro.

  • Gracias por ser tan delicado, acabas de hacerme mujer.

                                      El orgasmo que la sacudió no tenía comparación con los anteriores, separó tanto las piernas que pude pegarme a ella sin tocarle los muslos y sin prisa noté que mi polla estaba llegando al límite, se lo dije de la manera más “suave” que pude.

  • Bella sirena, te voy a llenar de leche, elige donde la quieres.
  • Espera un momento, como soy una sirena te lo voy a demostrar.

 

                                      Se dejó caer en el agua y se sumergió, al momento sentí como mi polla que se había salido de su coño tierno entraba en su boca no menos tierna, la mamada que me ofrendó fue especial, con la juventud que aparentaba era impropia de su edad pero lo que más me extrañó fue que estuvo comiéndome la polla largo rato sin salir a respirar, sólo notaba su lengua y su paladar hasta que sin avisar le llené la boca de semen, apenas salió algo a la superficie, unas hebras blancas, cerré los ojos satisfecho y cuando los abrí debajo del agua no había nadie, miré a mi alrededor, incluso salí de la piscina y busqué por el jardín, no encontré ni las huellas húmedas de sus pies, intrigado pero con el sabor de su coño en la boca entré en casa y me acosté.

                                      Al día siguiente me asomé al chalet de al lado, por la suciedad de la puerta vi que allí no vivía nadie y la valla que rodeaba el mío estaba intacta, lo único que noté fueron unos puñados de yerba que arrancó cuando se estaba corriendo con mi lengua en su botón.

                                      Preferí no contarlo a mis chicas, posiblemente me dirían que estaba soñando o se burlarían diciendo que necesitaba follar a una mujer de verdad, en cualquier caso la noche siguiente salí al jardín pero ya no la volví a ver, decididamente parecía que el estar pensando en todas las mujeres de mi vida, sumado a la soledad de la casa y al cansancio por todo lo vivido más el relajarme en el agua bajo el cielo estrellado me habían jugado una mala pasada.

                                      En la estación estaba nervioso, el tren de Asturias ya había llegado y no habían bajado mi madre y su hermana, miré la nota que escribí cuando lo confirmaron y no estaba equivocado, fui de puntillas asomándome por las ventanillas hasta que las descubrí, apenas quedaba gente en el vagón, busqué la puerta y fui en su busca, no me esperaban y sorprendí a Teresa por detrás cogiéndole las tetas, dio un grito que se oyó en el andén pero la gente que se volvió al vernos besarnos y abrazarnos movió la cabeza disculpándonos.

                                      Julia esperaba impaciente a que terminara de besar a Teresa, nos besábamos en la boca, ahora éramos Teresa y Carlos, con Julia que también quería saludar a Carlos.  Teresa ya falta de respiración descansó y Julia aprovechó a su vez para abrazarme, ya en el vagón no quedaba nadie y el abrazo y el beso que me dio no era apto para menores, se enroscó contra mi cuerpo metiendo una pierna entre mis muslos y la otra por detrás, sus brazos rodeaban mi nuca y su boca se pegó a la mía llenándome de lengua, la polla no la defraudó porque la notó enseguida en su vientre, movió su pelvis para darme a entender que la había notado y redobló el furor del beso.

                                      Teresa esperó a que se calmara, miró mi bragueta y sonrió, ella también me había notado pero no tanto, salimos de la estación cogidos del brazo, no quisieron que llevara su bolsa con la poca ropa que necesitaban para estar más cerca de mí, estaba orgulloso de llevar a dos mujeres como aquellas, las miraba y sus sonrisas me llenaban el alma, aunque ya noté que los años hacían mella en ellas, alguna cana aparecía en Teresa, Julia se teñía muy coqueta y quería seguir como antes pero le rocé con disimulo una de sus tetas en punta y noté que ya no eran tan turgentes como cuando salí del pueblo.

                                      De la estación, en taxi, las llevé al taller, quedaron alucinadas porque nunca creyeron que sería todo verdad lo que les contaba, vieron la gran mesa, el probador y el sofá, Julia intuyó que aquel sofá podría contar muchas cosas y se sentó dando palmaditas en el asiento, le sonreí y ella se mordió el labio, las hice pasar a la tienda, allí quedaron deslumbradas, tenía expuestos los modelos que habían desfilado en unos maniquíes, les maravilló el de Inés y sobre todo el que les llamó la atención fue el de María, le habíamos puesto unos almohadones al maniquí simulando la barriga.

                                      Cuando del despacho salió María se miraron una a la otra, la barriga de la chica parecía de gemelos a punto de parir y andaba con dificultad, las dos pensaron lo mismo, bueno las tres porque Rosa salió en ese momento del almacén y viendo la escena se apresuró a aclararlo.

  • Jajaja, ¡nooo, no es lo que pensáis!, el niño no es vuestro nieto.
  • ¡Aaah, gracias por decírnoslo!, si lo llega a decir él no me lo hubiera creído, jajaja, hola somos…
  • Sí, Teresa y Julia, no podíais ser otras, nos ha hablado tanto de vosotras que os consideramos de la familia.
  • Entonces tú eres…
  • Es Rosa, mi mano derecha y la izquierda, mi cabeza, mi todo…
  • ¿Tu todo?
  • Eso he dicho, mi todo… confío tanto en ella que somos como una persona sola.
  • Mmm, por un momento me había parecido que…
  • ¿Qué soy su novia?, jajaja, nooo, soy su amiga, su compañera, su consejera y bueno… follamos de vez en cuando y lo pasamos muy bien.
  • Y ésta criatura es María, está como veis un “poquito” embarazada pero es algo que se cura, jajaja, el niño que viene se llamará Carlitos, me ha hecho este honor y no soy su padre aunque no me importaría, porque he hecho méritos para ello.

                                      Rosa y María me abrazaron y me dieron un beso en la boca cada una para que quedara claro lo que decían, noté que mi madre sonreía satisfecha porque la gente me quería pero Julia hizo un mohín de celos.

                                      Estuvimos un rato comentando cosas de lo que nos había pasado hasta la fecha y luego nos fuimos a casa, cuando subieron a mi coche ya quedaron sorprendidas por el confort pero cuando llegamos y pulsé el botón de la puerta y se abrió hasta la del garaje se notaban orgullosas.

  • Carlos, ¿de verdad Rosa no es tu…?
  • No Julia, es lo que ha dicho solamente,
  • ¿Te parece poco, hasta ha dicho que folláis lo que queréis?
  • Claro, ¿no me crees capaz?
  • Sí, claro y seguro que estará muy contenta, ya lo creo pero es un poco… mayor que tú.
  • Bueno sí pero tiene mucha experiencia y si a eso vamos tú tampoco eres de mi edad…
  • Bueno sí…
  • Dejad de decir tonterías, ya sabemos que el sexo en nuestra familia es una cosa natural, ¿o no?
  • Sí Teresa, tan natural que ya estoy deseando que subas a mi cama.
  • ¿Y yo no?
  • Claro tú también, mi cama es lo suficientemente grande para las dos hermanas, jajaja.

                                      Iba a preparar algo de cena ligera pero Julia quiso agasajarme y preparó una cena de las que sabía que me gustaban y que hacía años que no comía, nos pusimos a reventar, luego pasamos al salón y las invité a una copa, Teresa no estaba acostumbrada y apenas dio un sorbo pero Julia se la bebió con sed.

  • Mmm, ¡qué maravilla de piscina!  Si la vieran tus primas.
  • A todo esto…  ¿Cómo están?
  • Como siempre, Cris con su chica y Amelia con “sus” chicos.
  • Me alegro, si os gusta la piscina podéis tomar un baño.
  • ¡Si no hemos traído bañador Carlos!
  • Si os fijáis estamos en luna nueva, no hay luna y si queréis yo no miraré, jajaja.
  • Buena idea, ¡fuera ropa Teresa!
  • Pero Julia ¿tú estás bien… desnudas?
  • Desnudas no, desnudos porque Carlos tampoco se va a poner nada ¿verdad?
  • Claro que no, con dos bellezas como vosotras, ¿quién quiere bañador?

                                      Las tetas de Julia seguían estando rellenas, separadas y puntiagudas, me lo demostró agitándolas cuando estuvieron libres del sujetador y tiró de los pezones para sacarlos antes de zambullirse de cabeza en el agua, antes había dado unas flexiones en el césped demostrándome que también iba depilada seguro que lo había hecho para mí.

                                      Teresa se mostraba un poco cohibida, se quitó la ropa un poco alejada pero cuando no tuvo más remedio que ponerse frente a mi separó los brazos que cubría las tetas y haciendo una reverencia me enseñó las dos gruesas y redondas mamas, el coño no se lo había depilado pero noté que, por lo menos, recortado sí que lo llevaba porque hacía un triángulo perfectamente delineado.

                                      Un poco temerosa tocó el agua con el pie por si estaba fría y se sentó antes de entrar en el agua, yo me lancé entre las dos, ya entre ellas una mano no tardó en cogerme la polla, la tenía semidura por el frescor del agua pero al retirarme el prepucio acabó de endurecerse, supuse que Julia estaba impaciente por cogerla pero miré sus manos y las tenía estirando sus pezones, ¡era mi madre la que me había cogido la polla y la había desenfundado!

                                      Me atrajo hacia ella y se pegó a mí, separando las piernas y metiéndola entre sus muslos, noté los rizos del coño y el calor de sus labios, por detrás en mi espalda las tetas duras de Julia, me clavaba los pezones casi en los costados pero el roce de su pubis depilado en mis nalgas era inconfundible, sus manos pasaron por debajo de mis piernas y atraparon los huevos, siguió por el tronco y cuando notó que estaba entre los labios de su hermana volvió hacia mi culo y buscó mi agujero.

                                      Con la suavidad del agua y la humedad no tuvo dificultad de meterme medio dedo en el culo, Teresa se alegró porque la polla dio un salto entre sus labios apretándole el clítoris, se pegó a mí y con la facilidad de flotar abrió las piernas y se dejó caer, la polla siguió la ruta de sus labios y cuando llegó a su vagina entró sin llamar, bajó hasta que hizo tope, se había metido mi polla de un tirón, me abrazó por el cuello y empezó a saltar suavemente, con los brazos atrás busqué a Julia, allí estaba su coño, separé los labios y con la otra mano atrapé el clítoris, se pegó a mi espalda frotándome las tetas y me besó en la nuca.

                                      Sentí un escalofrío y un temblor, el escalofrío era mío, pero el temblor era de Teresa que se estaba corriendo, apoyó su cabeza en mi pecho y se agitó con sus tetas haciendo de almohada entre los dos, Julia se pegaba a mi culo dejándome el hueco preciso para mis manos en su coño y esta vez me mordió, me hizo daño en la oreja pero la perdoné porque lo hizo sin querer, no calculó bien porque se sacudía sin orden ni concierto bajo el efecto el orgasmo que la atacaba.

  • Hermana mayor… ¿me puedes hacer un favor?
  • Claro hermana menor, aquí te dejo esta polla caliente, trátala bien.
  • De eso puedes estar segura.

                                      Las dos nadaron a mí alrededor, estábamos en la zona que apenas tocábamos los pies en el suelo pero era suficiente para saltar y caer dulcemente, Julia no tuvo que buscar mucho, encontró la polla casi vertical.  Teresa se la había dejado a punto y Julia no la cambió, saltó lo necesario y se dejó caer como Teresa, me rodeó con sus piernas por la cintura y así la llevé hasta la orilla donde esperaba Teresa, ya no cubría el agua y le dije que me dejara sus tetas, con la típica posición de las manos para dar de mamar a un bebé cogió sus tetas y entre dos dedos dejó salir los pezones y esperó a que los chupara, según los iba lamiendo y chupando fue soltando las tetas y pude abarcarlas enteras, ella sólo se movía ladeándose para que llegara cómodamente.

                                      Julia seguía clavada en la polla y como el nivel de agua estaba por la cintura se dejó caer hacia atrás haciendo la posición del muerto, con las piernas abiertas y yo incrustado entre ellas la cogí de las caderas y se la clavé rápidamente, sólo braceaba para mantenerse a flote dejando sus tetas aparecer sobre el agua.

  • Queridas, me voy a correr de un momento a otro, sabéis que sois especiales para mí y no quisiera que os sintierais menospreciadas, me correría en cualquiera de vosotras pero creo que lo mejor es que lo haga en vuestras tetas, vamos a salir y sobre la yerba os regaré a las dos a la vez.
  • ¿Y no nos dejarás beber un poco de tu leche?
  • Eso luego, en mi cama podéis comerme la polla y beberos lo que queráis, yo también disfrutaré de vuestros jugos.
  • Mmm, cuantas veces lo he soñado.
  • ¡Y te habrás hecho un dedo, seguro!
  • ¿Cómo lo sabes Teresa?  Muchas veces.

 

                                      En la cama los tres no nos molestábamos pero ocupábamos el espacio de dos o menos, me tumbé en medio y Julia se sentó sobre mi cara, Teresa no se descuidó y se arrodilló entre mis piernas cogiéndome la polla y chupándola con avidez, el coño de Julia pronto estuvo sabroso, el agua de la piscina había dejado sitio a los flujos de mi tía, le tenía los pezones pellizcados, tuve que rectificar mi apreciación un poco, las tetas en estado ”relajado” estaba un poco más blandas pero una vez excitadas estaba tan duras como antes y los pezones más salidos, los labios menores un poco más caídos pero la lengua al tocar el clítoris lo provocaba hasta rasparme el paladar.

                                      A mi madre sí que la encontré un poco más ajada, se le notaba que ahora era ella la que llevaba el peso de la casa, físicamente se le notaba la cara con más arrugas y el pelo más canoso, las tetas seguían tan apetecibles como siempre pero un poco caídas aunque eso a mí no me preocupaba para nada, los pezones los tenía tan vivos como siempre y sólo con unas caricias se ponían tan bravos como un Miura.

                                      Me sorprendí mucho cuando Teresa se levantó de mi polla sin correrse, Julia ya lo había hecho llenándome la cara de líquido pero Teresa esperó a que su hermana se calmara y se puso a cuatro patas a mi lado, se volvió y me preguntó…

  • Carlos ¿quieres follarme el culo?, me haces falta.
  • Claro Teresa, es uno de mis placeres preferidos.

                                      Julia se retiró para dejar que me incorporara y se acercó a su hermana, ésta con la cabeza en la sábana y las tetas descansando al lado de su barbilla esperaba pacientemente, su hermana separó las nalgas y vio que tenía el esfínter demasiado cerrado, me miró y le alargué un tarro de crema.

                                      Teresa notó el frescor de la crema y se relajó tranquila, estaba dispuesta a que la enculara en seco (amor de madre, pensé yo) con la crema repartida me tocó a mí y Julia después de chuparme la polla para ponérmela a cien la repartió hasta los huevos, llevándome del capullo hasta el culo de Teresa.

                                      La oímos coger aire en los pulmones y apreté, creí que la iba a lastimar pero mi polla entró tan fácilmente que se hundió hasta los huevos, luego suspiró profundamente, no me di cuenta pero Julia me dijo que Teresa estaba llorando.

  • ¿Qué te pasa Teresa, te he hecho daño, he sido demasiado brusco?
  • No Carlos, has estado perfecto, me he emocionado porque ya eres un hombre de verdad, no el crío que jugaba a muñecas con sus primas, sufrí mucho al verte tan afeminado, luego tu abuela se hizo cargo de ti, nos aseguró que te enseñaría y lo hizo, nosotras al principio colaboramos incrédulas pero ahora estamos enganchadas a ti, nos gusta que nos folles como un hombre, nos haces corrernos de todas las formas posibles, eres nuestro hombre Carlos.
  • ¿Entonces Antonia sabía que os follaba a vosotras también?
  • Claro, cuando estuviste a punto nos dijo que fuéramos ofreciéndonos para que practicaras con mujeres más jóvenes y no tuvimos inconveniente que también lo hicieras con tus primas, a ellas sin saberlo les encantó que las desvirgaras y a nosotras también, eras tan delicado y tan cariñoso que nos enamoraste a todas y todas te queremos tener en nuestras camas.

                                      Teresa se confesaba a la vez que recibía la verga en su culo, Julia a su lado con los ojos húmedos asentía a la vez que me acariciaba los huevos acompañándome hasta el culo de su hermana, con la otra mano acariciaba el clítoris de Teresa y le metía dos dedos en el coño.

                                      Cuando volvió a sollozar ya no sabía a qué se debía, Julia me miró y me dijo que no dejara de follarla y se agachó hasta ella y la besó, se estaba corriendo y tenía todo lo que necesitaba, el cariño de su hijo, su amante y su hermana.

                                      Le bombeé toda la leche que tenía y más que hubiera tenido, estaba emocionado también, con un nudo en la garganta pero que me hacía clavarle más la polla para que me sintiera tan adentro de ella como me había tenido cuando me parió.

                                      Julia hizo mención de lamerle el culo para recibir la lechada que le había llenado pero ella no quiso.

  • Deja que sienta el calor del elixir de mi hijo Carlos, me gustaría llevar siempre dentro de mí su leche caliente.

                                      Julia la abrazó y la dejó tumbada en posición fetal, por el culo apenas se notaba una gota de mi semen pero se volvió hacia mí y me dijo…

  • Tu madre ha dicho la verdad, espero que no te enfades con nosotras, considéralo un acto de amor, reconozco que no soy como mi madre y mi hermana, a mi me gustaste desde niño, ya desde muy joven soñaba con follarte, te enseñaría a comerme el coño y a clavarme la polla por todos lados pero mi madre me paró los pies, me convencieron para ir paso a paso, temían que te asustaras y fueras por otro camino, al verte tan sensible teníamos dudas y lo hicimos a la manera de Antonia.
  • ¡Qué maravilla, me habría gustado saberlo, habría puesto más interés!
  • Nos contaba día a día las siestas que hacíais, cuando le tocabas tímidamente las tetas o las chupabas, nos contó emocionada cuando le metiste la polla por primera vez, esa polla tan hermosa, a mi madre le pareció un regalo del cielo, disfrutó de tu polla a la vez que te enseñaba, se corrió tantas veces que soñaba contigo, cuando nos dijo que podíamos incorporarnos a las lecciones nos alegramos mucho pero yo más porque iba a cumplir mi sueño, que me follaras de verdad y ahora ya estoy tranquila, me llevas a las nubes cada vez, me gustas Carlos, como persona y como hombre, siento no estar cerca de ti para que me hagas tuya muchas veces pero me alegra ver que tienes a mujeres cerca que te cuidan tanto como nosotras y que están tan contentas como nosotras en tenerte adentro de ellas.
  • Os quiero, sois las mujeres de mi vida, me gustaría que este momento no terminara nunca.
  • Ni nosotras pero si quieres déjame que te coma la polla y te corres en mi boca, estoy sedienta de ti, jajaja. Dejemos las seriedades para otro momento y disfrutemos, ¿te animas Teresa?
  • Claro, no te vas a apropiar de la polla de Carlos tu sola, jajaja.

 

Continuará

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Gracias.

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