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Viaje de un jubilado a La Argentina (49)

en Amor filial

Este relato no sería posible sin la estimable colaboración de mi amigo Guilleos, un porteño auténtico.

 

                                      En el taxi que nos llevaba de vuelta a casa Corina iba pegada a mí, al otro lado del asiento trasero estaba bien colocado en una elegante funda de terciopelo con una cremallera el vestido que le había regalado Gerta como recuerdo además del perfume que ya había probado y envolvía el ambiente dentro del coche, el conductor no era ajeno y no dejaba de mirar por el retrovisor aspirando de vez en cuando.

                                      Cuando llegamos a casa mi mujer enseguida notó el aroma, indudablemente era de mucha calidad y sin ser excesivamente fuerte pronto ambientó la casa Corina alborozada se acercó y mi mujer la olió en el cuello, le encantó el aroma, que con el calor de la piel de la chica se había potenciado, de paso alabó la elegancia de mi nuera con su vestido propio, luego Corina desapareció hacia su habitación, el pequeño Javi acababa de cenar y ya estaba durmiendo.

                                      Yo aproveché para entregarle el regalo que Gerta me había dado para ella y que también era una colonia de marca con un frasco precioso, a la vez le enseñé el que me había regalado a mí y me puse un poco en la mejilla para que lo oliera pero mi mujer, de paso, me dio un beso en la boca que me dejó sin respiración.

  • No sabes lo contenta que estoy de ver lo que te aprecian todos, allá por dónde vas todos te tratan como a un amigo de toda la vida y por eso sólo ya te quiero, estoy segura que te habrás comportado como un caballero y te habrás despedido de ellas también en mi nombre, ¿ves?, ya te lo dije… debías acompañar a Corina.

                                      Para remarcar lo que me había dicho me volvió a dar otro beso aún más fogoso que el anterior, un carraspeo nos cortó el momento de ardor, era Corina que estaba detrás de nosotros, por la mirada de Elena y la que debí hacer yo, se puso a reír un poco avergonzada.

  • Mmm, lo siento los he sorprendido en un momento cariñoso pero me gusta verlos así…  ¿Qué les parezco, qué tal me ven?

                                      Confieso que yo no pude decir nada, me quedé con la boca abierta como si hubiera visto una aparición pero Elena sí que pudo aunque a duras penas.

  • ¡Oooooh que maravilla Corina, estás preciosa!  El vestido es un primor, en una pasarela llamaría mucho la atención pero lucido por ti… le das un toque… no sé cómo decirlo, es un toque personal…
  • Yo si sé cómo decirlo… estás muy buena Corina… ¡oh perdón Elena, se me ha escapado!
  • No te preocupes Pepe, yo estaba pensando lo mismo pero me he contenido, ahora comprendo por qué los hombres se quedan con cara de bobos cuando ven a una mujer como tú.

                                      Yo le hubiera dicho muchas más cosas, aquel vestido paseado por una belleza tan escultural como Gerta sería una obra de arte hecha por los hombres pero vestido por Corina era una obra de los dioses, a la frialdad que normalmente le ponen las modelos al andar que sólo lucen el vestido, Corina le ponía toda la sensualidad de su cuerpo, sus curvas llenaban cada centímetro de tela y al mirarla era inevitable que la sangre se revolucionara dentro de mí con las inevitables consecuencias, un leve parpadeo y la mínima mirada que hizo Corina hacia mi pantalón fue captada por mi mujer que enseguida me miró la bragueta, no tuve tiempo de reaccionar y me vi cogido in fraganti.

  • ¡Pepe que te conozco!… aunque te comprendo, una belleza así no se ve todos los días, si yo fuera hombre me pasaría lo mismo.
  • Gracias Concha, eres un amor pero no lo he podido evitar, no sé en qué estaría pensando…
  • Ya… ¡yo sí que lo sé!

                                      Corina se dio varias vueltas en redondo para que la viéramos por todos lados, mi mujer se acercó a ella y miró con todo detalle el vestido, por supuesto estaba confeccionado de manera perfecta y curiosamente le sentaba como un guante, Gerta un poco más delgada quizás estaría más dentro de los cánones de la moda en cuanto a figura pero Corina era toda una hembra de quitar el hipo y seguro que habría levantado más que un rumor si lo hubiera paseado por la pasarela.

                                      Una vez pasada la sorpresa y la admiración Elena se fue a la cocina para preparar la cena, yo me iba hacia el salón para ver las noticias y el tiempo pero Corina me paró en medio del pasillo y me puso los brazos sobre los hombros.

  • ¿De verdad te gustó?  No has sido muy locuaz al verme.
  • No pude decir nada y lo que te hubiera dicho no hubiera sonado nada bien.
  • ¿Y ahora no me lo puedes decir?
  • Sí, ahora sí, que estás para follarte aquí mismo, te quitaba el vestido a mordiscos y te comía toda y…
  • Vale, vale loquito, con eso me basta, es que tenía mis dudas…

                                      Corina cerró los brazos detrás de mi cabeza y se me pegó a mí, creo que me dejó impreso el vestido en mi ropa porque noté cada una de sus curvas, aplastó las tetas contra mí y me puso su pierna entre mis muslos, haciendo que mi polla se saliera del bóxer hacia abajo a lo largo de mi pierna, el beso que me dio era comparable al que acababa de recibir de mi mujer en cuanto a fuerza pero respecto a erotismo lo superaba ampliamente.  Por un momento el ruido de los cacharros en la cocina se dejó de oír y Corina me soltó lentamente, yo estaba azorado por si Elena se asomaba y nos pillaba en lo que estábamos pero tuvimos suerte otra vez y no nos vio, cuando Corina desaparecía por la puerta de su habitación estiró de la cremallera que cerraba el vestido ajustado y se lo bajó para que viera lo que había debajo, me tuve que apoyar en la puerta del salón, Corina no se había puesto nada debajo del vestido, las tetas saltaron libres y duras y al caer al suelo vi que ni siquiera un tanga ocultaba el pubis moreno, se volvió de frente para que la viera bien y desapareció.

                                      Lo que decía la tele no lo escuché, lo veía pero en la retina tenía grabada la figura desnuda de Corina que junto a la sonrisa pícara que me dedicaba cada vez que quería calentarme era la imagen perfecta para tenerla siempre en mente.

                                      Cuando vino a cenar Javier ni se acordó de preguntarnos cómo había ido la tarde, ya se le había olvidado la despedida de Ingrid y sólo cuando le contamos que había venido Gerta de improviso mostró interés, al terminar de cenar Corina como deferencia le sacó el vestido que le había regalado y se lo apoyó sobre ella para que viera el efecto, Javier como todo comentario sólo dijo.

  • No está mal pero los vestidos como ese lucen más en la pasarela con esas top model tan sofisticadas.

                                      Corina nos miró desilusionada y apretando el vestido contra ella lo devolvió al armario.

                                      Al acostarnos mi mujer quería hablar, quería que le contara cosas de las amigas, no se puso a buscar mis piernas para entrelazarlas con las suyas como era habitual, directamente me buscó la polla y ya la encontró casi dura del todo.

  • Hay que ver lo sensible que te has vuelto, el pajarito lo tienes muy despabilado, es hablarte de chicas y ya ves cómo se pone.
  • Perdona Concha, no sé lo que me pasa pero antes al ver a Corina me ha hecho una impresión…
  • Sí ya lo he visto, se te ha puesto la polla como ahora, lo cierto es que la chica ya de por sí tiene todo un tipazo y con ese vestido o cualquiera que se ponga luce mucho, Javier tiene suerte, es una chica muy guapa.
  • Si pero ya has visto no le hecho casi caso, ni se ha acordado de preguntar por Ingrid y por Gerta casi que tampoco y del vestido ni te cuento.
  • Ya me he dado cuenta, debe ser por el trabajo, Javier está muy agobiado y más ahora si le han propuesto para subir de cargo…
  • Pues Corina no se merece este trato, seguro que tú si le habrías hecho caso.
  • Normal, ya me conoces, lo mínimo era reconocer que estaba buenísima, digo bellísima, es lo menos con lo contenta que estaba ella.
  • La chica se merece un poco más de atención por parte de Javier, si tu hijo fuera como tú ella estaría encantada, tengo que reconocer que tú eres más detallista, conmigo siempre lo has sido.
  • Claro porque eres un bellezón como Corina.
  • Jajaja, venga Pepe, que nos conocemos de tiempo, nunca he sigo guapa, resultona sí pero guapa… y de tipo normal…
  • ¿Normal y estas tetas que tanto me gustan quien te las ha comido como yo?
  • Tú sabes que éstas tetas sólo te las has comido tú y lo demás también y no me quejo pero a lo mejor hay hombres que podrían hacerlo igual o mejor…
  • ¿Cómo?, ¡entonces pregunta o búscate a otro a ver qué tal te lo hacen!
  • No seas tonto cariño, era broma a ver qué decías, anda cómeme el coño que sé que te gusta y a mi… me vuelve loca.
  • De eso nada primero me apetecen las tetas y luego ya veremos si te lo mereces… pero de momento te impongo un castigo, me vas a chupar la polla cómo tú sabes pero… ojo sin hacerme correr, eso ya te diré donde lo voy a hacer.
  • ¡A la orden marido, aquí tienes este par de tetas!.  Jajaja.

                                      Ni que decir tiene que el orden no fue el establecido, mi mujer me atrapó la polla y se la metió en la boca, no paró hasta que se la llenó de leche pero siguió con ella a la vez que yo le lamía el clítoris y le hacía saltar de gusto, su orgasmo no fue de los discretos, gimió y jadeo compitiendo con Corina desde su habitación, me di cuenta que desde hacía algún tiempo esto se había convertido en un pique de orgasmos.  Por la mañana Elena madrugó más que yo y cuando salí a la cocina a buscar un café me encontré con Corina y Elena hablando bajito, al parecer se estaban haciendo confidencias porque enseguida cambiaron de tema y aunque me hice el despistado estuve deambulando por allí hasta que mi mujer dijo que se iba a duchar, todavía no se había vestido, simplemente se había puesto una bata encima para salir de la habitación, Corina sin embargo llevaba el camisón largo pero semi transparente que a mí me volvió loco.  Corina alargó su café hasta oír el agua de la ducha, después se me acercó con la cafetera en la mano.

  • ¿Te gustaría otro café o… prefieres un café con leche?

 

                                      Cuando me lo preguntó movió los pechos hacia los lados en clara referencia a la leche que me iba a servir.

  • Gracias prefiero el café sólo, la leche me gusta aparte, de todas formas si la quieres condensada te la puedo servir yo a ti.
  • Si no tardas mucho podemos probar de las dos.
  • Me encantaría pero tienes que colaborar.
  • Con mucho gusto.

                                      Corina se abrió el camisón y sacó las dos tetas hinchadas, con dos dedos en cada una provocó que le salieran los hilillos de leche que me salpicaron la cara, me abalancé contra un pezón y con la boca lo más abierta que pude rodeé toda la areola y absorbí hasta notar el suave liquido tibio en el paladar, ella no perdía el tiempo me había sacado la polla y sin más había descubierto el capullo rodeándolo con la mano cerrada, escupió en la palma y volvió a restregarlo esta vez más delicadamente, con los ojos cerrados estaba concentrada mientras yo pasaba de una teta a la otra, ella controlaba mi erección para darme tiempo a que le vaciara un poco más las tetas y cambiaba de ritmo, yo estaba a punto de correrme en su mano aunque en principio mi intención era la de apoyarla contra la encimera levantar la falda del camisón y llenarle el coño de leche pero, todo se cortó cuando se oyó la puerta del baño, Elena había terminado antes de lo previsto o nosotros nos habíamos encantado demasiado, el caso fue que mientras yo me guardaba la polla a duras penas Corina se secaba los pezones y se guardaba las tetas debajo del camisón.

  • ¡Huf qué calor!, me iba a lavar el pelo para ir a la peluquería pero lo he pensado mejor e iré mañana.

                                      Corina me miró con cara de pena, habría sido una gran ocasión para terminar lo que habíamos empezado incluso haber hecho un bis pero tuvimos que conformarnos, en cambio Corina sí que se duchó y cuando salió se había pintado los labios y se había puesto perfume del que le regaló Gerta, supuse y supuse bien que lo había hecho para excitarme e imaginara lo que nos habíamos perdido.

                                      Quiero pensar que fue porque se lo recordó pero Elena también se perfumó al vestirse y también se puso un poco de color en la cara, Corina me miró de reojo, me hizo notar el cambio de aspecto y maliciosamente me insinuó si no lo había hecho como para marcar el territorio y hacerse valer, de una forma u otra a mi me daba igual, lo que me encantó era tener a las dos mujeres tan guapas a mi lado.

                                      A medio día vino Javier a comer, seguramente sería por cumplir pero nada más entrar le dedicó un piropo a su mujer además de darle una palmada en el culo, ella se extrañó pero se lo agradeció, también tuvo un comentario galante hacia su madre, parecía que estaba demasiado cambiado, después de comer se descubrió un poco tanta amabilidad y a mí me tocó tragarme el trago duro, me dio un sobre y me dijo.

  • Papá, siento darte un disgusto pero aquí tienes los pasajes para España, no os había dicho nada pero he estado mirando desde hace días las posibilidades para que estuvierais una temporada más con nosotros pero las líneas aéreas no tenían disponibilidad de plazas más adelante y como han tenido una anulación me han conseguido dos.
  • Lo entiendo hijo, la verdad es que no puedo decir que me alegro, sé que un día u otro tendría que ser pero en mi cabeza intentaba no planteármelo, ¿y para cuando es?
  • Míralo tú mismo, están reservado pero si no queréis lo dejamos y lo anulo.
  • No hombre no, si lo has hecho tú todo está bien solo es… que no nos gustaría volver todavía pero así será mejor, tenemos que hacer reformas en casa y nos vendrá mejor.

 

                                      Abrí el sobre, los pasajes ya estaban a nuestro nombre y con una fecha demasiado breve, ocho días más adelante, se me hizo un nudo en la garganta y miré a mi mujer, a Concha, en ese momento me di cuenta de que Concha volvería a ser Concha y no Elena como la habían “bautizado” y le enseñé la fecha, a ella también se le humedecieron los ojos y cogió al pequeño y lo abrazó, las lágrimas le corrían por las mejillas cuando me lo pasó a mí, yo también lo abracé contra mí, el niño naturalmente no sabía nada pero instintivamente me vio lagrimear e intuyó que algo iba mal y también empezó a lloriquear, cuando miré a mi hijo se había vuelto de espaldas para que no le viéramos que a él le pasaba lo mismo.  

                                      Corina no pudo contenerse y sus bonitos ojos se inundaron, ninguno habló, las mujeres recogieron la mesa en silencio, yo no solté al niño, ahora cada segundo contaba para estar con él, pensé que cabía la posibilidad de que algo fallara a última hora y que no pudieran venir y entonces a saber cuándo lo volvería a abrazar, yo quería verlo andar, que me llamara Pepe en vez de abuelo y todas esas cosas que a los abuelos nos gusta, me volví hacia la cocina, lo que vi me sorprendió aunque me encantó, Corina abrazaba a mi mujer, las dos se fundían en un estrecho abrazo dando rienda suelta a sus sentimientos, ya no se reprimían las lágrimas y las dos lloraban sin consuelo.

                                      Mi hijo miró el reloj, sabía que aún era pronto para volver al trabajo pero prefirió salir de casa, le dio un beso a su hijo y una palmada en mi hombro con un apretón que lo decía todo y salió sin hacer ruido.

                                      La tarde prometía ser tensa, las mujeres seguían haciendo hipos, ya se iban calmando aunque de vez en cuando se volvían a abrazar, yo no soltaba al niño y se me durmió entre los brazos, sólo lo miraba y me volvían a dar ganas de llorar, tan pequeño y aunque lo viera por Skipe ya no sería lo mismo, el olor a bebé, a la colonia o incluso a la leche que mamaba me recordarían siempre a aquella criatura.

                                      La tensión fue bajando lentamente ya las mujeres se ocuparon cada una de una cosa cuando sonó el teléfono, Corina lo cogió y estuvo hablando en su habitación, cuando salió la cara que hacía no la supe interpretar, simplemente nos dijo.

  • Era mi madre, me ha preguntado si íbamos a estar en casa porque pensaba venir a ver al niño y a nosotros, claro, de aquí a un rato vendrá.

                                      Me di cuenta de que en todo este tiempo no me había acordado de ella, desde que supe de sus andanzas por medio de Marga no había caído en que debíamos despedirnos de ella también y con más razón porque era de la familia, mi consuegra Viviana que aunque era de un carácter totalmente diferente nos había recibido maravillosamente sobre todo a mí.

                                      Cuando vino lo primero que hizo fue oler el aire, enseguida notó que había un olor a perfume y que era de mucha calidad, lo que no pudo fue adivinar la marca, Corina le contó que se lo había regalado su amiga Gerta, le contó por encima que se había convertido en una modelo cotizada y que el perfume no había salido a la venta todavía, a su madre todo esto le encantaba y como compensación para que no tuviera envidia le puso un poco para que lo probara, del frasco que le habían regalado a mi mujer sabiamente no lo mencionó.

                                      Viviana no era nada tonta e inmediatamente notó el ambiente serio que había en casa, Corina fue la encargada de contarle todo el tema de la vuelta a España y la estancia de ellos mientras durara el curso, la reacción de su madre nos sorprendió a todos.

  • Ay, estupendo así podré ir a visitaros unos días, me encantará ir.

                                      Corina ya conocía perfectamente a su madre y con cierto retintín le dijo.

  • ¡Mamá, estamos todos tristes porque se tienen que marchar y que nosotros también nos tenemos que ir y a tú sólo te interesa ir de excursión!
  • Mujer… bueno sí, perdónenme, es un disgusto pero enseguida había pensado que teniéndolos a todos allí y con casa…
  • ¡Mamá a ver si te lo explico!… mis suegros tienen una casa apropiada para ellos y ahora tienen que hacer una gran reforma para que podamos acomodarnos y que nos salga más económica la estancia, fíjate si son amables que nos ofrecen todas las facilidades para qué no extrañemos nada pero si quieres ir… hay hoteles en España, ¿sabes?
  • Claro Corina, por favor, sólo era una idea, se lo propondré a mi amiga Olga y posiblemente nos animemos las dos y hacemos un viaje sorpresa.
  • Eso está mejor, Corina tiene razón nuestra casa no es grande pero nos encantará enseñaros lo mejor que hay para ver por allí cerca.
  • Gracias, lo que siento es que no veré a mi nietecito en tiempo.
  • Lo podrás ver por internet como lo veían Pepe y Elena antes, no es lo mismo pero…

 

                                      Con ese pero Corina le dejaba claro que de todas formas no se preocupaba demasiado de su nieto.

  • ¡Qué pena que se marchen!, precisamente Pepe tengo un favor que pedirte y te agradecería que si pudieras…

                                      Corina se tensó como una pantera para atacar y yo estaba expectante.

  • No es nada trabajoso, tú lo tienes hecho en nada lo que ocurre es que me han hecho las cortinas de mi habitación nuevas y no encuentro a nadie que las coloque, en total sería quitar las viejas y poner las nuevas pero como llevan el mecanismo de los rieles para abrirlas no me entiendo sola, si pudieras venir…

                                      Mi mujer me miró, inocente de ella, me suplicó con la mirada que le hiciera ese favor, ella sabía que para mí no era ningún problema, en casa me ocupaba yo de todos estos menesteres pero no tuve excusa y acepté.

  • No te preocupes Viviana me pasaré un día de estos y lo solucionaré.
  • Ay gracias, sabía que no me ibas a defraudar, precisamente hoy me viene bien, como siempre voy de aquí para allá…
  • Sí, a Pepe le va muy bien esta tarde mamá y como yo no tengo nada que hacer lo acompañaré por si tengo que ayudarle, cuatro ojos ven más que dos.
  • No hace falta hija, ya estaré yo pendiente aunque sólo sea para sujetarle la escalera.
  • No es molestia, yo le acompaño y en un momento lo tienes todo arreglado y si tienes algo más también.

 

                                      Viviana no pudo encontrar más facilidades aunque no le venía nada bien la compañía de su hija, quería hacer una despedida memorable pero su hija no era nada ingenua y sabía sus planes.  Sólo estuvimos un rato más en casa y los tres salimos hacia casa de Viviana, mi mujer se quedó con el niño muy a gusto.

                                      Viviana tenía su casa impecable, con todos los adornos de decoración de mucho gusto y con los mueble y cortinas muy elegantes, no tenía problemas económicos y su único vicio era el sexo y no se privaba de nada, junto a su amiga Olga vivían la vida al máximo.

                                      Nos llevó a su habitación, tenía un ventanal grande con unas cortinas demasiado abigarradas para mi gusto pero ella era excesiva en todo y le gustaban así, al momento trajo las nuevas que eran más o menos del mismo tipo, la escalera y la caja de herramientas que se había comprado hacía un tiempo para cuando fuera yo.  Estuvimos probando las medidas y efectivamente era un poco laborioso el montaje por lo que me subí a la escalera y me fijé como estaba la otra, de paso la iba bajando y Corina la recogía, las plegó y fue a dejarlas en otra habitación. 

                                      Cuando entró su madre ya había ocupado su lugar e intentaba ayudarme sujetándome de las piernas para que no me cayera de la escalera, sus manos procuraban apoyarse en lo más próximo a mi bragueta y sin querer mi polla se estaba alborotando solamente al recordar las veces que le había perforado el culo a aquella hermosa mujer, por suerte o por desconfianza Corina volvió rápidamente y la vio cómo iba tentando mi entrepierna mientras yo descolgaba la cortina, enseguida carraspeó para hacerse notar y Viviana retiró las manos, Corina la hizo correr de lugar y esperó a que yo le diera la otra cortina.

                                      La suerte me ayudó porque al rato sonó el timbre de la calle, al momento entró como un vendaval Olga la amiga de Viviana.

  • Hola a todos, ¿qué haces ahora Viviana?, vengo adrede a buscarte para que nos vayamos a… mi casa, tengo unas visitas urgente y quiero que vengas conmigo.
  • Lo siento Olga es que Pepe me está poniendo las cortinas y mi hija Corina le está ayudando aunque yo quería hacerlo.
  • Pues razón de más, déjalos a ellos con las cortinas y ven conmigo a mi casa.
  • Pero, ¿por qué tanta urgencia?

                                      Olga en voz baja pero que le podíamos escuchar le dijo.

  • Mira Viviana, ahí abajo en el coche están Joao y Paulo, los dos brasileños…  ¿Te acuerdas?  Aquellos que tenían unas pijas…  Me ha costado reunirlos juntos y hoy se han presentado en mi casa.
  • Dios mío, precisamente hoy… y qué quieres que haga.
  • Ya te lo he dicho, deja a Pepe que es muy mañoso con Corina y que te hagan lo que quieras, ya sabes que Pepe es un artista y tu hija ya es mayor y responsable y vámonos que ocasiones como estas no pasan muchas veces.

 

                                      Viviana nos miró sin saber que hacer pero Corina la animó.

  • Tranquila mamá, Olga tiene razón, nosotros podemos hacer lo mismo que tú lo harías y te dejamos todo arreglado… sin prisas y tú mientras atiendes como sabes a tus visitas… anda vete tranquila.

 

                                      Era el empuje que le faltaba, enseguida se arregló el pelo un poco y se pintó los labios, aún le dio tiempo para darle a oler el perfume nuevo a Olga y salieron las dos volando.  Corina me hizo bajar de la escalera rápido y nos asomamos por la ventana, abajo en la calle estaba el coche de Olga, Viviana subió atrás porque adelante estaba ocupado por un brazo negro musculoso, por la otra ventanilla de atrás asomaba otro brazo igual de negro o más y con unos bíceps que parecía mi muslo, por el movimiento del coche se adivinaron las series de besos que se dieron y el coche arrancó en dirección a Villa del Parque.

                                      Yo volví a la escalera y Corina me fue dando la cortina nueva, como ya había quitado la otra ya sabía el sistema para ponerla y en un santiamén las coloqué, estaba retocándolas cuando noté la mano de Corina por donde la había pasado su madre un momento antes pero no se contentó sólo con esto, aprovechando que tenía las manos ocupadas me bajo la bragueta y en un rápido movimiento me sacó la polla, yo estaba en un peldaño de la escalera que llegaba a la altura de su cara y no tuvo problema de meterse la polla en la boca, el prepucio me lo retiró con los labios al meterla y su lengua acarició el frenillo, sólo abrió la boca para decirme.

  • Suficiente Pepe, ya está demasiado bien, tengo una idea, la cama de mi madre es de tamaño King size, vamos a aprovecharla, de todas formas ella lo tenía en mente, será una gozada coger en ella.
  • Se dará cuenta que estará deshecha.
  • Mejor, aunque se la haga se dará cuenta, así sabrá que yo también tengo buen gusto y de paso se acordará de las veces que ha cogido aquí con mi marido.
  • ¿Qué dices Corina, tú lo sabías?
  • Claro Pepe, ¿crees que soy tonta?, conociendo a mi madre y a Javier estaba cantado y el olor a concha de mi madre es inconfundible.

                                      Ya no quise razonar más, ¿qué iba a decir?  Cuando aparté la escalera Corina había destapado la cama y había dejado la sábana sola, quería que la ropa oliera a sexo y eso lo sabíamos hacer bien.

                                      Con la polla afuera todavía me bajó el pantalón y el bóxer juntos y sólo tuve que subirme el suéter por la cabeza, ella se había quitado la camisa y estaba soltándose la falda cuando yo ya estaba en la cama, le ofrecí la mano para que subiera, de quitarle el sujetador y las bragas ya me ocuparía yo y no tardé en hacerlo, la chica se desperezó gozando de la frescura de la sábana, debía haberla cambiado ese día porque olía a recién lavada y planchada, me abracé a Corina y le pasé los brazos por detrás, cuando los saqué ya había soltado el cierre del sujetador y la prenda quedaba vacía al lado de ella, las tetas se habían quedado como si no se lo hubiera quitado, erguidas y llenas coronadas por los morenos pezones y las areolas rugosas. 

                                      Me lancé sobre el izquierdo, no tardé en notar el sabor de la leche pero no succionaba solo lamía y el pezón se hacía duro y áspero, lo mordía y lo estiraba hasta ponerlo en punta, Corina cogía las dos tetas a la vez y las juntaba para que pasara de una a la otra, me hizo hueco entre sus piernas y apoyé la verga sobre las bragas, notaba entre la tela el calor que salía del coño, ella abría las piernas esperando que los labios se salieran de la mínima prenda por los lados pero al revés dejaba apretado la raja y se incrustaba entre los labios.  Le besé el cuello y los hombros hasta llegar a la garganta, ella dejaba que la besara ladeando la cabeza para que no dejara ningún centímetro de piel, los lóbulos de las orejas estaban entre mis labios con cuidado de no soltarle los pendientes y tragármelos -hubiera sido un problema­-.  

                                      Mis labios subían hasta el nacimiento de la melena, ella se giraba como una gata en celo buscando mis caricias, se dio la vuelta para que siguiera por la nuca, sus hombros desnudos me recibieron y al pasar por el centro de la espalda se le puso la carne de gallina y el pelo se le erizó.  Levantaba el culo para que mi polla siguiera acariciándola entre las nalgas, estuve empujando todo lo que me permitían las bragas, fui besándola por la espalda y al pasar por los lados vi como le sobresalían las tetas por los costados, besé el nacimiento de los pechos y ella se incorporó un poco para sacar los pezones por los lados para no privarlos de mis besos.

                                      Al llegar a la cintura arqueó las caderas y le besé los hoyuelos, pasé los dedos por debajo del elástico de las bragas y los separé tirando lentamente hacia abajo, la prenda se fue enrollando sobre las nalgas hasta quedar panda entre los muslos.  Corina levantó las piernas pera que pudiera sacarlas, luego las separó lentamente, al mismo tiempo con las manos se cogió los cachetes del culo y los separó, la piel morena del culo se oscurecía por momentos al juntarse hasta enmarcar el agujero arrugado en el centro, me tumbé sobre su espalda dejando mi polla entre sus piernas con el capullo podía notar el calor húmedo que desprendía y fui subiendo por su espalda hasta apoyarme contra ella, mi boca besaba su nuca otra vez y el pelo se le volvía a erizar.  Corina ladeó la cara y me dijo suplicante.

  • Pepe por mi madre, metémela por donde quieras pero lléname con tu pija.
  • No Corina, quiero que elijas tú.

                                      Dudó un poco y ella misma fue subiendo y bajando las caderas haciendo que mi polla recorriera sus labios hasta la rabadilla, yo notaba todo el “paisaje” del paseo, la aspereza del ano la suavidad de los labios menores, la humedad de la vagina y la dureza del clítoris, ella sin prisa se lo estaba pensando, a mi no me habría costado nada empujar, sabía que acertaba por donde fuera pero ella incidió un momento más rozándome con el clítoris, ya estaba tan duro que me impedía seguir entre sus labios, se quedaba encajado.  

                                      Elevó un poco más el culo, me cogió las manos y se las puso debajo para que le tomara las tetas, lo dejó a la suerte, al subirme sobre ella ninguno sabía dónde iba a meter la polla y fue la humedad la que decidió, el coño estaba tan mojado que no ofreció resistencia, sólo la sensación resbaladiza y fui entrando.  En cada empujón elevaba el culo y la polla iba entrando totalmente encarada sin presionar en ningún lado, cuando hice tope cerró las piernas y me obligó a abrir las mías rodeándola, me aprisionó la polla como antes había hecho con la boca.

                                      Cogido a sus tetas, tiraba de ellas hacia abajo pero era yo el que me deslizaba por su espalda y subía metiéndome en su coño cada vez más, el sudor que nos lubricaba facilitaba la marcha hasta que, en un momento, cayó tumbada sobre la sábana, extendió los brazos en cruz y separó las piernas, pude entrar un poco más pero me tuve que quedar quieto porque los espasmos que la recorrieron hacían más efecto que cualquier movimiento mío.  Los gemidos ahogados contra la sábana apenas se oían, alguna palabra suelta, animándome a que siguiera metiéndole la polla, yo prefería verla debajo de mí moverse desjuiciadamente.

                                      Con los brazos abiertos totalmente no llegaba por mucho a las orillas de la cama y los movía sin control con toda libertad, las piernas se movían igual imitando la figura del ángel sobre la nieve pero poco a poco se fue apaciguando hasta quedar con la cabeza ladeada, me pareció que estaría incómoda, me abracé a ella y los dos rodamos sobre la cama, quedó sobre mí boca arriba, yo no le había soltado las tetas y ella no había dejado que mi polla saliera de su coño.

                                      Se fue subiendo sobre mí, resbalaba como si tuviéramos jabón por medio y mi polla salió, junto a ella un manantial de jugos de su coño la mojaron y me mojaron a mí, luego fue bajando, mi polla la esperaba y ella lo sabía, levantó las rodillas y con las manos las sujetó en alto, yo la mantenía sujeta con las tetas y ella se fue dejando bajar, pronto lo noté, ya no estaba tan caliente ni tan húmedo como antes pero ella siguió bajando.  Mi capullo se estrelló como contra un muro pero noté que existían unas palpitaciones que hacían aflojar la resistencia, las palpitaciones fueron en aumento y el capullo fue ganando terreno, ya no estaba tan aplastado como antes y ahora iba retornando a su forma original en punta y ésta entraba ya, fue un momento de indecisión cuando, de golpe, me invadió una sensación de paz, mi polla ya estaba adentro de Corina, el tronco no puso dificultad y fue resbalando a lo profundo.

                                      Con las manos en las tetas notaba los latidos del corazón de Corina, eran fiel reflejo de lo que estaba pasando en su cuerpo, el máximo había sido en el momento del orgasmo pero cuando mi polla pugnaba por entrar en su culo también se había acelerado, ahora marcaba un ritmo acelerado pero regular, me sorprendió notar como volvía a acelerarse hasta un punto álgido en que volvió a sacudirle otro orgasmo, esta vez al estar sobre mi boca arriba sólo sujeta por las tetas y por el culo se movía con más libertad pero también con más descontrol, la cabeza la agitaba sobre la mía gritando y gimiendo sin ningún pudor, se estaba corriendo en la cama de su madre con una persona a la que su madre hubiera deseado tener dentro de ella, el goce era una mezcla de revanchismo y de placer propio, sabía que habrían muy pocas ocasiones de repetir un acto tan libremente como esta tarde, sin medida de tiempo ni de espacio y por eso se liberó en dos orgasmos casi seguidos y… no era el último que deseaba gozar esta tarde.

  • ¡Oh Diooos!  Que gusto me has dado Pepe, casi me muero de placer.
  • Ya lo he notado tu corazón funcionaba al máximo.
  • Sí pero tú no te has corrido todavía.
  • Para mí el mayor placer es ver cómo te corres tú.
  • De eso nada, ¡aquí o todos o ninguno!

                                      Se incorporó con dificultad, las piernas se le habían quedado entumecidas al tenerlas en alto pero cuando logró quedar sentada sobre mí, se levantó y sacó mi polla de su culo, no llegó a quitarse de encima, simplemente fue reculando hacia atrás hasta dejar sus muslos a cada lado de mi cabeza, se agachó y buscó lo que tenía delante, la esperaba mi polla casi vertical, como la había dejado y después de relamerla fue chupando todo el tronco hasta volver a la punta, cerró los labios y empujó, a mí me dio la sensación de que la estaba metiendo en su coño o en su culo dilatado otra vez porque sólo separaba los labios lo justo para que entrara rozando hasta que le llegó a la garganta. 

                                      Yo no calculé todos los detalles, delante de mis ojos tenía motivos para preocuparme por ella también, con los labios del coño moreno abiertos me dejaba a la vista el interior rosado, los labios menores un poco más morenos y la entrada de la vagina que supuraba los jugos sin parar, un poco más arriba el esfínter intentaba volver a su hermetismo pero le costaba conseguirlo ya que mi diámetro no era normal, a ella todas estas cosas no le importaban en estos momentos, se centraba en cuerpo y alma en chupar mi polla y en no dejar ningún resquicio sin lamer, me conocía más que a su marido y sabía qué hacer y cómo, me puso la polla como una vela, con el capullo rojo al principio pero que fue tomando un tono morado cuando la excitación iba rayando al máximo, me brillaba con toda la tirantez que permitía el prepucio retirado en el tronco y los huevos pegados.

                                      Mi lengua recorría su clítoris levantándole el pequeño capuchón, dejándolo brillante como una almendra pelada, ella movía las caderas tratando de esquivarme para no correrse antes que yo pero yo la tenía sujeta con las manos alrededor de los riñones y la cara incrustada entre las ingles, fue una batalla de titanes, los dos queríamos ganar pero ninguno quería llegar primero, lo que ansiábamos era llegar al mismo tiempo y lo notábamos cada uno en el sexo del otro.

                                      Cuando se obró el milagro fue una explosión y una liberación a la vez, no nos separamos queríamos darnos el uno al otro lo máximo de nosotros, abrazados, ella a mis piernas y yo a las de ella, seguimos lamiendo y chupando a la vez que los sentidos estaban tan sensibles que saltábamos como tocados por un rayo.

                                      No me importó que la chica se derramara en mi cara y en mi boca, creo que fue una eyaculación femenina más que un derrame brusco de flujos, igual le parecería a ella, mi polla escupió una cantidad de semen que le era casi imposible retener en la boca y se le salía por la comisura de los labios, la sábana se llenó de manchas que no dejaban la menor duda de la batalla allí librada, yo estaba más preocupado que Corina por lo que pensara su madre pero ella estaba segura que decir no le diría nada, tenía mucho que callar, se había estado follando a su marido mucho tiempo y ella lo había supuesto por muchas huellas que había notado, ahora era el momento de decirle sin escándalo que ella también sabía follar y con el hombre que ella hubiera querido tener.  Seguramente en estos momentos Viviana estaría siendo penetrada por un brasileño o quizás por dos con unas pollas enormes pero no con la mía, ella tenía buen gusto y lo lamentaría.

                                      Corina sabía positivamente que las corridas que habíamos tenido eran de las mejores que habíamos disfrutado pero ella había tenido tres orgasmos y yo uno aunque a mí me sobraba pero a ella le parecía injusto.

  • Pepe, gracias… me has subido al cielo, eres mi hombre en la cama y en…  Mejor que no lo diga.
  • Mejor que no sigas Corina, te comprendo y si lo dices me harás daño, al fin y al cabo tu marido es mi hijo y lo quiero con locura, lo nuestro es imposible.
  • Sí, ya lo sé pero… pero sería tan bonito…
  • Quizás en otra vida, quién sabe.
  • Me gustaría una cosa pero no sé si pedírtela.
  • Ya sabes que tus deseos son órdenes para mí.
  • Me gustaría que me hicieras el amor como a tu mujer.
  • ¿Tú crees que lo que hemos estado haciendo ha sido sólo sexo?
  • Ya sé que no pero me gustaría que me tomaras como a tu mujer, que me hicieras tuya, que te corrieras dentro de mí, necesito sentirme tuya del todo.

 

                                      Corina se acurrucó en mi pecho cuando me lo decía, no se atrevía a mirarme a la cara, me estaba pidiendo que la hiciera mi mujer, siempre habíamos sabido nuestro lugar, lo que ahora me pedía era extraordinario, nunca habría creído que me lo pediría y menos con aquella voz temblorosa, aquella voz no era sensual, era todo amor.

                                      La abracé como si fuera la primera vez, en realidad así era, busqué su boca y la encontré fueron unos besos sin furia, fueron dulces buscando llegar al alma y sus pechos aunque aplastados contra mí no se pusieron duros como siempre, ahora eran cálidos, me buscaba para palpitar juntos los corazones, no buscamos nuestros sexos, se encontraron ellos, por obra de la naturaleza o qué se yo, mi polla entró en ella, me recibía con las piernas abiertas pero no totalmente abiertas como cuando quería que la follara ahora simplemente me recibía dándome la bienvenida, nos movimos lentamente sin ningún ardor explosivo, parecía que no éramos nosotros los que empujaban para entrar y salir, alguien lo hacía por nosotros por eso cuando nos llegó el momento del orgasmo no fue buscado ni calculado, ahora fue natural, ella se estremeció y yo noté un relámpago desde la nuca hasta los huevos y reventé, no sé de donde saldría la leche pero la llené de semen.

                                      Seguimos abrazados hasta que mi polla se rindió, demasiado había hecho por nosotros, cuando salió yo esperaba que mancháramos la sábana de semen pero no, de su coño no salió nada, apenas algo de flujo que no llegó a gotear.

                                      Aún estuvimos un buen rato abrazados hasta que nos levantamos y nos duchamos, cuando volvimos la sábana estaba seca pero las manchas seguían allí, le dije que buscara otra sábana y que las cambiara y que le diera cualquier excusa a su madre pero ella me dijo.

  • De ninguna manera, quiero que mi madre sepa lo que ha pasado aquí hoy y me va a envidiar, estoy segura que no va a cambiar la sábana en mucho tiempo solamente para notar el olor a ti y a mí porque otra cosa no tendrá mi madre pero sabe distinguir un polvo de un acto de amor.

 

                                      Me dejó sin argumentos, de alguna manera sabía que tenía razón y por primera vez creí en la discreción de Viviana, en aquel momento me arrepentí de haber sido tan duro con ella pero creo que fue necesario aunque se merecía una buena follada de despedida.

                                      Recogimos la escalera y las cortinas viejas, Corina hizo otra vez la cama, imagino la reacción de Viviana cuando viera y oliera el campo de batalla.

                                      Íbamos a coger un taxi pero Corina quiso volver a casa paseando, me pasó el brazo por la cintura y yo por encima de sus hombros.

Continuará.

 

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