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Me hicieron creer que era afeminado. (24)

en Amor filial

                                                  En la Academia pedí consejo a Rosa y le insinué un hipotético proyecto para vestir a una persona con las características (difuminadas) de Lola, la Profesora, conociéndome, pronto dedujo que la mujer era lesbiana y que yo quería ofrecerle algo más femenino, me sonrió y me llevó a su mesa, las demás chicas como siempre estaban hablando en un murmullo incesante que no tenía nada que ver con la clase.  En una hoja de papel grande estuvo diseñando bocetos de prendas que podían encajar en el trabajo para Lola, yo estaba sorprendido de la facilidad con que la Maestra había captado la idea aunque me tuvo que “despertar” porque me había quedado embebido fijándome en la abertura del escote que presentaba al inclinarse sobre el papel.

  • Jajaja, Carlos, si no te conociera pensaría que eres un adolescente salido que se queda babeando por unas tetas.
  • ¡Oh!  Perdona Rosa, la verdad es que la belleza me atrae sin darme cuenta y las tuyas tienen de sobra, me hacen soñar en momentos deliciosos.
  • Jajaja y eso que las has probado con profusión, de todos modos ya sabes que están a tu disposición y no sólo ellas, cuando quieras tengo mi coño listo para ti, ¡mira!
  • Mmm, que maravilla y eso que me dices a mí que estoy salido y ya estás mojada.
  • Es que me haces rejuvenecer al pensar en tu polla ¿a ver?, joder Carlos ya la tienes como un tronco.
  • Jajaja, lista para atacar, jajaja.

 

                                                  Detrás de la mesa de la Profesora no se veían las manos que iban de mi entrepierna a la suya y viceversa, se notaba excitada y recordé que ya había decorado mi taller, tendría que cumplir mi palabra e invitarla a comer y darle el “postre” en el sofá.

                                                  Por la tarde con las ideas que me había dado Rosa puse manos a la obra, eran unas ideas vagas pero fui aplicando también las mías y entre las dos iban conformando el boceto inicial, estaba imbuido en mi trabajo cuando se abrió la puerta y oí una voz conocida.

  • Hola, buenas tardes, lo prometido es deuda, ¡ya estoy aquí!
  • Hola Bea, ya te extrañaba, ¿cómo te ha ido por Paris, lo has pasado bien?
  • Ha sido una maravilla, he estado en varios desfiles de mucha categoría, me invitaron a muchas Firmas incluso visité unos talleres, fantástico todo.
  • Me alegro pero imagino que no todo habrá sido trabajo…
  • Jajaja, ya sé por dónde vas... pues no todo, si quieres que te sea sincera he dormido pocas noches sola aunque te confieso que me he llevado más de una decepción, demasiado divo pero en la cama… me he acordado mucho de ti, la verdad.
  • Gracias por lo que me toca, yo no he estado parado tampoco.
  • Ya imagino, tú engañas bastante y me alegro porque sino estarías siempre rodeado de jóvenes guapas y no quedaría nada para las maduritas como yo.
  • ¿Tú madurita?, si estás para coger pan y mojar, ya creí que no te acordabas de tu promesa.
  • Jajaja, por eso he dicho al entrar que las promesas son deudas, vengo con ánimo de cumplirlas, aquí te traigo unas ideas para la próxima temporada.
  • Bueno sí pero no me refería a esas promesas.
  • Jajaja, ya lo sé también vengo por eso, no vine antes porque estabas de obras y yo también estaba “con el semáforo rojo” pero ya pasó todo y podemos cumplir lo prometido.
  • Pues has llegado a tiempo, voy a coger un condón porque con lo que has viajado no me fío de esta gente, vamos a estrenar el sofá-cama nuevo, espera que voy a cerrar la puerta y bajo las persianas.
  • ¡Nooo, no hace falta, yo siempre exijo condón menos a ti, sería un pecado!

                                                  Cuando me volví hacia Bea, ya se había quitado el elegante vestido como Encargada de la tienda de lujo vecina, enseguida vi que no había perdido el tiempo en Paris, había recorrido las mejores tiendas de lencería y había hecho acopio, me acerqué a ella y la abracé por detrás, Bea se echó hacia atrás y me cogió la cabeza sobre su pelo, dejó las dos tetas a mi alcance, tenía el típico cuerpo de parisina, espigado con unas tetas escasas pero turgentes y unas caderas que sin ser voluptuosas eran armoniosas con el resto de su figura, era la chica a la que todo le caía bien, pizpireta y alegre y con unos ojos tan expresivos que te hacían hervir la sangre.

                                                  No me atreví a quitarle el sujetador, era una obra de arte y como tal preferí verlo puesto a arrugado en un rincón pero las bragas sí que fueron objeto de mi atención, deslicé los dedos por el elástico de la cintura y bajé lo suficiente para que mi polla pasara entre sus muslos, Bea los separó justo hasta ver el capullo cómo asomaba por delante para volverlos a juntar otra vez, con los brazos cruzados sobre el pecho de la chica y las manos cubriendo las copas del sujetador le besé el cuello, la piel se le erizó en todo el cuerpo, el pelo se levantó en la nuca y los pezones me llenaron la palma de la mano.

                                                  Bea movió su culo de atrás hacia adelante en una cadencia lenta pero continua, sus manos detrás de mi retenían mi culo para que no retrocediera y se fue inclinando sobre el sofá que ya había desdoblado haciéndolo cama, fui besándola en la espalda a la vez que aflojaba el abrazo pero Bea continuaba moviéndose con las piernas cerradas, mi polla seguía apareciendo por delante pero ahora rozaba el clítoris que cada vez notaba más duro, la humedad cada vez más abundante hacía que resbalara sin problema entre los labios que abrazaban mi capullo, ya a medio recorrido y cuando apenas sus manos habían llegado al asiento del sofá, mi verga cambió de rumbo, hasta ahora había pasado de largo entre los labios menores deslizándose suavemente pero ahora tras un momento de duda se coló por la ruta más fácil y caliente.

                                                  Al notarlo Bea plantó las palmas de las manos en el sofá y subió un pie también en el asiento,  entré como un tren expreso en un túnel, derecho sin miedo y hasta el final, al sentirme arqueó la cintura elevando más todavía el culo, los chasquidos de la polla al entrar resbalando se oían en el silencio sólo interrumpido por los gemidos y exclamaciones de la mujer.

  • ¡No pares Carlos, métela hasta dentro y no te preocupes por nada!, el otro día me quedé con ganas de que te corrieras adentro pero estaba en unos días muy peligrosos, ahora no hay problema, córrete adentro cuando quieras.
  • No te preocupes, hoy te llenaré y espero que no sea sólo el coño.
  • Como quieras pero primero el coño por favor, lo necesito.

                                                  Las bragas ya habían caído hacía rato al suelo pero el sujetador seguía en su sitio, ella intentó quitárselo pero yo preferí cogerle las tetas desde atrás sin sacarlas de las copas, sólo tiré de ellas hasta asomar la areola y el pezón, éste aparecía apenas pero quedaba enganchado en el tul y recibía las caricias de mis dedos.

  • ¡Carlos, ya no puedo más, me voy a correr, muévete más deprisa y córrete también!
  • No te preocupes por mí, me gusta ver tu espalda adornada por el sujetador negro.
  • ¡Quítamelo o lo que prefieras pero fóllame más duro, sólo me falta un poco para correrme!
  • Agacha más la cabeza pero no bajes el pié, quiero clavarte la polla estando abierta del todo.
  • ¿Así te parece bien?
  • Sí, así está bien aunque me haces dudar.
  • ¿Porqué te hago dudar?, si tienes mi coño chorreando con tu polla.
  • Sí pero tu culo me hace guiños también.
  • ¡No por favor, el culo no!, desde que me lo rompiste no lo ha tocado nadie, en Francia no quise aunque insistieron mucho.
  • No compares, ahora lo tienes tan abierto como el coño, estás a igualdad de condiciones.
  • ¡Pero yo quiero que te corras en el coño y con tanta conversación me voy a correr sola, córrete de una vez!
  • Tú lo has querido pero ya sabes, luego me darás tu culo.
  • ¡¡Mi culo y lo que quieras pero ahora fóllame duro el coño de una vez joder, me corrooo Carlos, me corrooooo!!

 

                                                  Tuve que sujetarla pues estaba en un mal equilibrio aunque un punto de apoyo crucial era mi verga hundida hasta los huevos, me convenció al verla tan ansiosa de mi leche y a la vez que le llenaba la vagina de semen caliente le metí el pulgar en el culo, apenas hizo un movimiento al notarme porque estaba recibiendo lo que quería.

                                                  Hasta el sofá se movió con los estertores de Bea, sus jadeos y gemidos llenaron el local, la chica era bastante escandalosa cuando el orgasmo la atacaba y se desahogó con la cara pegada a la cama.  Quedó en la misma postura intentando reponerse de las sacudidas del orgasmo, por lo que escupí sobre el culo que tenía en primer plano.

  • Espera Carlos, por lo menos deja que baje el pie al suelo y me ponga en cuatro, ya no me aguantan las piernas.
  • No, te prefiero así pero si quieres cambia de pierna y descansa la otra,  vas a recibir mi polla de una vez y quiero que entre como por un tobogán.
  • ¡Aaaag, Carlos me matas con esa polla, no tienes compasión de mí, te hundes hasta el fondo!
  • Sí y me encanta, me gustaría que vieras como boquea tu culo y se traga la tranca.
  • ¡Joder, mi culo es un cabrón igual que tú, me estás partiendo en doooos!
  • No creas, sólo tiene buen gusto, has hecho bien en reservar este culo para mí, tu culo además es listo.
  • Uf, ya va pasando, ya no duele tanto, ahora ya puedes moverte, ha valido la pena esperar a tu verga, casi me has reventado pero es deliciosa.

                                                  Cogido al muslo y a la cadera de Bea, me aferré a ella clavándole la polla hasta que no pude más, notaba la suavidad sedosa del intestino y parecía estar sobre una sábana de seda.

  • Bea, date la vuelta que no quiero que mi leche se pierda en tu culo, quiero que la saborees.
  • ¡Por Dios Carlos!, ¿me la estás sacando del culo y quieres que me la trague?
  • Por supuesto, tu lengua es más cariñosa que tu culo, es momento para chupar y tragar, prepárate cuando te avise.

 

                                                  Fue sacar y meter en un movimiento, apenas noté el cambio de temperatura del culo al paladar y con lo apurado que iba, me desfogué, echándole las ráfagas de semen que Bea iba tragando sentada en el sofá conmigo de pié frente a ella, con la mano acariciaba los huevos para que saliera hasta la última lechada y cuando ya no salía más me miró y abrió la boca enseñándome el charco blanco que hacía su lengua, tragó y volvió a enseñármela, ya no quedaba más que su sonrisa.

  • Trae un papel y un lápiz que te voy a enseñar las últimas tendencias para el año que viene pero te advierto que esto es secretísimo y que no lo debes comentar con nadie y menos divulgarlo y te aviso que si me preguntan lo negaré todo, esto se podría considerar como espionaje industrial, ¡ah! y te prohíbo que lo apliques con ninguna de las clientas que te pueda mandar tu otra vecina de al lado ¿entiendes?
  • Claro mujer, sabes que soy muy discreto, sólo lo aplicaré sutilmente y…  ¿Qué colores van a estar de moda?
  • Joder  Carlos, me pides mucho pero tú lo vales y tu polla mucho más, aquí te los anoto, guarda este papel como oro en paño.
  • Te lo prometo Bea, te acabas de ganar otra follada como ésta, te la mereces.
  • ¿De verdad?, eso no me lo pierdo.

 

                                                  Todavía estuvimos un rato tumbados en el sofá-cama, al fin me decidí a quitarle el sujetador, de todas formas ya se le había deslizado y una teta y parte de la otra ya estaban afuera y se las lamí, no eran grandes pero cabían en la palma de la mano y los pezones no eran nada perezosos por lo que disfruté con ellos y ella con mi lengua, sentado en el sofá recibí la cabalgada de Bea, sentada sobre mí se empaló literalmente cogiéndome las manos y llevándoselas a las tetas, cuando la vi apurada acaricié el clítoris que me rozaba en mi pubis depilado y explotó en un orgasmo que mojó hasta la tapicería.

                                                  Bea se marchó después de arreglarse y quedar impoluta como cuando entró, el paseo era corto, al lado de mi taller estaba su tienda y en ella entró con paso elegante como si hubiera desfilado por una pasarela.

                                                  Con la información que acababa de darme miré el boceto que le había hecho para Lola y ya no me gustó por lo que decidí tirarlo y volver a empezar, con las ideas de Rosa decidí hacerle una falda estrecha, esperaba que se calzara un zapato más alto y por si acaso le corté un pantalón ancho pero me hacía falta una chaqueta que con el color de última moda le combinaría a la perfección, le pediría a Bea que me dejara una de sus prendas de la tienda y sacaría los patrones, me propuse comprar yo la tela, haría un sacrificio pero esperaba que me resarciría de ello.

                                                  Todo esto lo fui plasmando y en pocos días ya estaba listo para la prueba por eso cuando una tarde la silueta alta y poco femenina de Lola se recortó en mi puerta me alegré de haberme apresurado.

  • Hola Carlos, disculpa por haber aparecido así de inmediato sin llamar pero pasaba cerca y he querido saber cómo llevabas mi encargo.
  • Hola Lola, me encanta verte y sobre todo me gusta ver que has cambiado bastante tu aspecto, no es que antes no estuvieras guapa pero ahora, tienes algo que llama la atención, ¡déjame ver!
  • No seas adulador, sólo me he pintado un poco y que conste que lo he hecho pensando en ti aunque tengo que reconocer que en el Partido he notado que los hombres y las mujeres me miran de otra forma.
  • Me gusta saberlo, como ves no hace falta ser tan estricta, tú sigues siendo la misma aunque a los demás les resultas más atractiva.
  • No sé, esa palabra me suena a machismo y eso es lo que más me repele.
  • No mujer, el parecer agradable a la vista no es de machista, ya has dicho que a las mujeres también les gustas.
  • Sí a algunas más que a otras incluso demasiado diría yo, jajaja.
  • ¡A ver si ahora haces una revolución de mujeres y tienes un club de fans!, jajaja.
  • Pues a alguna no la despreciaría y no quedaría quejosa de mí, jajaja.
  • Estoy seguro, mira lo que te estoy preparando, es un conjunto que puedes combinar, te he hecho esta falda que con una camisa o blusa bonita puedes lucir en cualquier acto y si quieres tienes también la opción de este pantalón ancho que también combina, de todas formas y por mi cuenta te he cosido esta chaqueta que va con cualquiera, esta te la regalo yo, pasa al probador y vas viendo el efecto.

                                                  Lola entró en el probador y se quitó la ropa, vestía una camisa blanca de seda y un pantalón azul con unos zapatos de leve tacón que la hacían llamar la atención, el pelo se lo había teñido levemente haciéndose mechas y en conjunto estaba bastante bonita.

                                                  Me gustó el detalle que la camisa se abrochaba al revés que la vez anterior que era de hombre y sobre todo que debajo de ella llevaba un sujetador que no tenía nada que ver con aquel antiguo que parecía un cilicio monjil,  cuando le di las prendas nuevas estaba en dos piezas frente a los espejos y la vi toda entera, las tetas le llenaban el sujetador y ella se miraba por ambos lados comprobando su figura con cierta coquetería, discretamente salí del probador para que se convenciera de su aspecto y de paso buscar alfileres y la cinta métrica en el almacén.

                                                  Estaba yo al fondo del local cuando de repente la puerta de la calle se abrió y desde la misma puerta oí una voz que me era familiar.

  • Buenas tardes Carlos, ¡por fin he venido y estoy hambrienta de verga!  Jajaja, así que prepárate  a disfrutar.

 

                                                  De momento sentí una confusión total, no reconocía quien podía ser pero por la forma de hablar seguro que me conocía y aunque lo decía jocosamente lo consideré demasiado atrevido sobre todo sin saber quién podía estar conmigo.

  • Hola, lo siento porque no te puedo ofrecer una polla pero… ya me gustaría, porque eres preciosa.
  • ¡Oh! Perdón ¿no está Carlos?  Creí que estaría sólo, me llamo Silvia.
  • Yo soy Lola y no tienes porqué disculparte, para mí no ha sido nada desagradable, al contrario pero si buscas a Carlos ahora saldrá, está en el almacén.

                                                  No sabía si salir o esperar a que se calmara la situación, se habían encontrado de sopetón Lola y la nueva visitante y por la forma que hablaban no parecían muy contrariadas.  Me decidí a afrontar la ocasión y en un momento ya reconocí que la recién llegada era Silvia la Miss, iba vestida de una forma totalmente opuesta a Lola, (aunque ésta estaba en dos piezas en ese momento) que era la máxima expresión de feminidad, con una blusa con escote de barco y una falda a tablas parecía Olivia Newton John de Grease, los hombros al desnudo y con los pechos libres debajo de la blusa.

                                                  Las dos mujeres, por un momento, quedaron asombradas mirándose aunque no tardaron en reaccionar, Lola cambió de expresión pasando la mirada sobre Silvia como un escáner,  indudablemente le gustó y curiosamente a Silvia también le impactó Lola, simplemente vestida con lo imprescindible tenía un cuerpo muy apetecible que no pareció desagradarle, tras unos segundos que a mí me parecieron horas las dos se adelantaron y en medio del taller se abrazaron, fue un abrazo que en nada parecía de compromiso.  Lola la rodeó con sus brazos pegándose a ella y Silvia al ser también alta la rodeó quedando unidas por un momento aplastando sus tetas, mi asombro no acabó cuando Lola dijo con toda naturalidad.

  • ¿Carlos qué te parece si Silvia opina sobre el vestido que me estás haciendo, parece que tiene mucho gusto al vestir a juzgar por su aspecto y… es muy bella.
  • Gracias Lola, encantada de poder ayudar, ¿vienes Carlos?

                                                  Las dos entraron en el probador y yo detrás con las prendas casi acabadas,

  • Me encanta la lencería que llevas Lola, te sienta divina.
  • Gracias, la he comprado para que me vea Carlos, él me aconsejó que luciera mis tetas, yo en principio estaba asqueada con ellas.
  • ¿Por qué?, son preciosas y debes hacer caso a Carlos, él sabe mucho de tetas ¿verdad Carlos?
  • Lo cierto es que sí, me gustan mucho y a todas les saco provecho, jajaja.
  • Pues las tuyas tampoco deben estar mal, debes llevar un sujetador muy lindo también.
  • Jajaja, siento desilusionarte pero no llevo nada, me gusta sentirme suelta, ya ves.
  • ¡No me lo creo, si no se nota!
  • Pues es raro porque tengo unos pezones demasiado curiosos y a cualquier motivo salen a husmear, jajaja.
  • Me gustaría verlos, ¿quieres que los comparemos?
  • No hay ningún problema, si a Carlos no le sabe mal, jajaja.
  • No por Dios, sacar vuestras tetas a relucir, yo seré el sufridor que contenga la polla lo más quieta posible, jajaja.
  • Por nosotras no te prives, ¿Silvia sabes que tiene un pene que parece un consolador gigante, es más grande que el mío?, jajaja.
  • Ya lo conozco, por eso cuando entré ya se lo pedía, lo echo mucho de menos, jajaja. baja esos pantalones Carlos que ya estoy mojada.
  • A mí los hombres no me van pero el consolador de Carlos me vuelve loca.
  • Caray Carlos, ya no me acordaba, la de mi marido es enana a tu lado.
  • ¿Estás casada?, no creí que…
  • Pche... pues sí, me casé hace poco pero no desprecio un cuerpo bonito y Lola el tuyo…
  • Veo que nos entendemos… ¿Carlos qué, te parece si… me pruebas tu consolador Pepino, ya parece que quiere actuar también?

                                                  Hasta ahora no había querido intervenir activamente, las dos mujeres se lanzaban indirectas (muy directas) y yo estaba a la expectativa de los acontecimientos, me subí los pantalones metiendo la polla malamente y salí hasta el escaparate, cogí el vestido de Silvia y solté las persianas hasta abajo, abrí el sofá cama en previsión y me asomé al probador.

                                                  Lola estaba comiéndole las tetas a Silvia que se había bajado la blusa hasta la cintura, la visión de las tetas erguidas de la Miss, era una tentación difícil de resistir y Lola no pudo hacerlo, Silvia le había soltado el sujetador a Lola y le acariciaba las tetas que colgaban más caídas, al verme me hizo una seña para que me uniera a ellas, me agaché y lamí las de Lola, caían apuntando los pezones hacia el suelo pero estaban duros y brillantes y al sentirme cambió la postura abriendo las piernas.  Bajé las bragas de Lola y al sentirse libre acabó de separar las piernas para que le acariciara el clítoris, noté que se había depilado (otra muestra del cambio) y mis dedos buscaron su clítoris ya duro,

                                                  Silvia me buscó, localizó la polla y descubrió el prepucio dejando el capullo colorado al aire, a la vez que cogía la cabeza de Lola y la dirigía hacia él pero pareció que no era ese su plan aunque no quiso contradecir a Silvia y cogiendo el tronco con las dos manos se lo llevó a la boca, por encima de ella Silvia me besó en la boca, ya pude hacerme con sus tetas, eran de una perfección absoluta y aunque todavía mojadas por las saliva de Lola las chupé con glotonería.

                                                  Lola seguía chupándome la polla, había conseguido meterla en la boca entera y con tesón procuraba que entrara lo más posible, el espejo reflejaba las imágenes repetidas de los tres liados entre piernas, tetas, culos y polla, por lo que propuse que nos saliéramos al sofá, la idea fue aceptada por unanimidad y sin llegar a desligarnos del todo fuimos los tres hasta el sofá-cama, caímos y seguimos con nuestros quehaceres.  Lola había tomado mi polla como su juguete preferido y Silvia me ofrecía sus tetas, ya se había deshecho de la falda y las mínimas bragas que llevaba ya habían caído al suelo enmoquetado, se notaban húmedas y brillantes pese a su trasparencia.

  • ¡Pepino métete en casa de Papaya, por favor!

                                                  Silvia me miró extrañada pero le dije que le siguiera la corriente y ella misma me guió la polla al coño de Lola, con las dos manos la llevó a la vez que la dama se ponía en cuatro.

  • ¡Por todos los santos Pepino, no me rompas el coño, sabes que debes tratarme con delicadeza como hace tu primo pequeño!

 

                                                  Silvia alucinaba pero le dije que la dejara estar y que apuntara bien, la Miss apuntó como si el coño fuera suyo y a su señal empujé, el quejido resonó en la estancia pero la polla entró hasta la mitad.

  • ¡Ay Pepino, Pepino que me revienta… pero… sigue, sigue más, ya se me pasa!
  • ¿Qué dice la Papaya?
  • Dice que le gusta mucho pero ha entrado tan bruscamente que me ahogaba, lo notaba hasta en la garganta!

                                                  Silvia me besaba a la vez que mi mano repasaba su coño, la chica estaba deseosa de mí y me lo demostraba.

  • Oh Carlos, ¡qué ganas de sentirte! No sabes lo que te he añorado, mi marido…
  • ¿Qué tu marido no te folla?, todos los hombre son iguales…
  • Tienes razón Lola pero tú tienes tus juguetes.
  • Ah sí y este es mi preferido aunque el otro no está mal, pese que ahora ha pasado a un segundo plano.
  • ¿Ya lo has desahuciado?
  • Nooo, sólo que ahora me lo meto en el culo, después que me enseñaste a hacerlo cada día me gusta más, como te prometí lo he traído, lo podremos compartir con Silvia, yo quiero que me metas los dos consoladores a la vez y a lo mejor a Silvia tampoco le importa sentirse llena de polla.

                                                  A Silvia le gustó la idea porque me abrazó apretando su pubis a mi mano, nunca la habían llenado dos pollas a la vez y la idea no parecía mala, cuando Lola se corrió se dejó caer sobre el asiento y se salió la polla, Silvia se tumbó acostada y abrió las piernas, entre ellas me deslicé y fui bajando, Lola alargó la mano, agarró la verga y la dirigió hasta el coño de Silvia, aprovechó para acariciarle el clítoris lo cual agradeció la Miss pellizcándole un pezón, mi polla entró con una fuerza brutal en Silvia, la chica me gustaba mucho y de dos clavadas me hundí en ella, con los codos en el asiento y las manos en sus tetas me moví bombeando.

                                                  Lola no estaba ociosa y su cabeza estaba entre nuestras piernas, miraba de cerca cómo me incrustaba en Silvia y esperaba a que mis huevos se separaran para lamerlos, sus lamidas se fueron extendiendo hasta la vagina de Silvia para pasar al agujero rosado de la Miss, extendió los flujos de la chica rubia por el contorno y dilató con un dedo el orificio.

                                                  Quise cambiar de postura pero Lola estaba atenta y al sacar la polla de Silvia se la metió en la boca, la lamió hasta ponerla más dura si era posible y la enfocó en el culo de Silvia, ésta abrió los ojos sorprendida por la maniobra de Lola pero sonrió y yo empujé.

                                                  Lola fue testigo de cómo Silvia admitía mi rabo, el glande forzaba y se deformaba al intentar abrirse paso hasta que lo consiguió, milímetro a milímetro vio pasar el tronco mojado de jugo espumoso hacia adentro obligando al esfínter a hundirse con él, estaba admirada de cómo Silvia abría gustosa las piernas para facilitar mi entrada y le dio una idea, buscó en su bolso que estaba sobre una silla y sacó su juguete sonriendo orgullosa.

                                                  Lola no iba a ser menos que Silvia y ya había visto como entraba, mojó con sus jugos el falo de látex y el ano con saliva y lo apuntó certeramente, de rodillas junto a Silvia le demostraba cómo ella también sabía recibir una buena polla aunque estuviera fría.

  • ¡Carlos, ahora, por favor, méteme tu juguete en mi coño, quiero los dos!
  • Pero Lola, ahora lo tengo ocupado dentro de Silvia, ¡no querrás dejarla desamparada!
  • No claro pero Silvia me comprende ¿verdad Silvia?

 

                                                  La rubia me miró condescendiente y accedió sin ganas, saqué la polla tan lentamente como pude con la promesa de volverla a meter y sin apenas mirar la hundí en el coño de Lola, tropecé con el medio consolador que todavía le sobresalía del culo a Lola y con el pubis empujé a fondo, mi polla y su consolador entraron a la vez en ella, gritó desgarradoramente pero no se quejó, suspiraba hiperventilando pero “mi primo” y yo  estábamos dentro, notaba la frialdad del látex por la fina separación de la vagina y el recto pero no tardó en aclimatarse a la temperatura del culo de Lola.

                                                  Cuando me retiré un poco vi que el consolador se había hundido dentro del culo de Lola, no quise alarmarla pero el esfínter había cerrado su espacio y el juguete había desaparecido, con la mirada le mostré a Silvia la situación y ella misma se hizo cargo del problema.

  • ¿Cómo te sientes Lola, te gusta por el culo y el coño a la vez?
  • Síííí, me encanta, noto el culo lleno del todo y me llega hasta el estómago, creí que había cambiado y era la polla de Carlos.
  • Es que Carlos es muy convincente. Métela otra vez  Carlos.
  • ¡Qué barbaridad, ahora sí que estoy llenaaaa!, sácala un poco y del culo también, no aguanto más y me voy a correr por los dos lados, aaaah!

 

                                                  Lola se corrió moviéndose sin parar, el esfínter cada vez estaba más cerrado y ya no se veía el mando del vibrador, parecía que no iba a abrirse más, yo estaba muy preocupado y más al ver la cara de Silvia, ninguno de los dos sabíamos que hacer mientras que Lola era inconsciente del problema, para ella lo más importante era el orgasmo doble que la sacudía.  Parece que a Silvia se le ocurrió una idea, era una locura pero a mí no se me ocurría otra mejor.

  • ¡Carlos méteme la polla a mí en el coño y fóllame hasta correrte pero no acabes en mí, avísame antes!

                                                  Ciegamente obedecí y mientras la follaba desesperadamente al oído Silvia me contó su idea, no creí que fuera buena pero no había una segunda opción y acepté.  Le metía la polla como una máquina de coser pero no lograba la excitación suficiente para correrme, Silvia aguantaba en su coño estoicamente cuando un orgasmo la sacudió, hizo esfuerzos sobre humanos para no gemir y seguir aguantando la follada que la perforaba hasta hundirle el útero pero con la insistencia por fin mis huevos se unieron a la causa y amenazaron de explotar.

                                                  Se lo dije a Silvia y sacándola me la llevó al agujero cerrado del culo de Lola que apenas se podía mover empalada.

  • ¡Métesela en el culo Carlos, ahora!
  • ¡En el culo no, que estoy llena a rebosar!
  • ¡Tú te callas y no te muevas!
  • ¡No por favor, por el culo no…!

                                                  Los ruegos de Lola no los atendí, Silvia me tenía la polla en la entrada del culo de Lola meneándomela para que no se me bajara la excitación, la tuvo que agitar con ambas manos y hasta chuparla para lubricarla pero cuando ya palpitaba y el capullo estaba brillante como un fresón empujé y se metió todo el glande, con la punta choqué con el consolador y debí pulsar algún botón porque se puso a vibrar, esto fue lo que me excitó del todo y me corrí llenado el recto de crema caliente.  Lola sin saberlo y por la nueva sensación interior se volvió a correr y con sus contracciones, mi leche y las vibraciones del consolador el aparato me siguió en la salida, después de mi capullo apareció el mando que teóricamente no debería entrar y Silvia que estaba preparada lo atrapó.

                                                  No sabía cómo detenerlo, el aparato vibraba y giraba sobre sí mismo,  además tenía varias velocidades y Silvia activó todas sin querer, Lola se deshacía en orgasmo tras orgasmo y cuando al fin logró pararlo lo sacó lentamente.

  • ¡Nooo! ¿por qué lo habéis sacado?, ¡me estaba corriendo como nunca, ahora me siento vacía!

 

                                                  Nos miramos, Lola no se había percatado de nada en su furor sexual, yo me imaginaba yendo al hospital para que le sacaran del culo aquel enorme consolador (aunque a ella le pareciera poco) los dos estallamos en una carcajada y Lola nos acompañó sin entender muy bien por qué nos reíamos.

                                                  Quedamos los tres tendidos sobre el sofá, mi polla todavía habría querido meterse en otro sitio caliente pero mi cabeza fue más sensata y desistí, a un lado estaba Silvia con un cuerpo espectacular con el coño rebosando flujo y al otro Lola desmadejada, con el culo totalmente abierto, curiosamente ahora el esfínter había renunciado a cerrarse y semejaba a un pretil de un pozo sin fondo y las tetas de Lola se esparcían por los costados mientras que las de Silvia se erguían hacia el techo.

  • ¿Os pruebo los vestidos?
  • Es igual, confiamos en tu buen hacer, seguro que estarán preciosos, el mío ya puedes terminarlo.
  • Pero el tuyo te lo puedes llevar Silvia, aunque te confieso que es toda una atracción, muchas mujeres se fijan en él.
  • Me encanta, ya me verás con él en la convención que asisto con mi marido, a todo el mundo le diré que me lo has confeccionado tú.
  • Gracias Silvia, estoy muy contento de tenerte como amiga y clienta.
  • Eso siempre, ya lo sabes, volveré a no tardar y te encargaré algo más, mi marido paga y bien eso lo tengo que reconocer, jajaja.
  • Mmm, ya sabes que lo haría gratis por ti jajaja.  Lo que me ha sorprendido es tu complicidad con Lola, ¡si no os conocíais hasta hace un rato!
  • No hacen falta presentaciones, se ve a la legua que es una mujer muy sensual y muy curiosa.
  • Es cierto, ya me gustaste cuando te vi llegar, tienes un cuerpo fantástico y Carlos me ha enseñado cosas que hace unos días me negaba a conocer, hoy me habéis hecho un buen regalo los dos, no lo olvidaré, también correré la voz entre mis amistades.

                                                  Las dos mujeres se fueron casi juntas, Lola salió primero al darse cuenta de que llegaba tarde a una reunión pero Silvia todavía se quedó un rato conmigo, le probé el vestido para asegurarme y a la vez me contó el viaje de bodas con su marido en la isla Mauricio, el paisaje y el Resort era una maravilla pero la compañía… su marido al pasar los días se fue apagando como una vela, ella lo aducía porque debía estar estresado pero en sueños nombraba a sus secretarías, por eso me prometió seguir viniendo a verme para “pasar” un rato agradable, le juré que le haría un hueco en mi agenda, todavía tuvimos tiempo en darnos unas mamadas mutuas y cuando se fue con el vestido debajo del brazo me dejó un cheque bancario por un valor mucho más alto del que le había pedido por el vestido.

                                                  Lola tampoco se había portado nada mal, en un sobre había dejado sobre la mesa una cantidad de dinero que incluía la chaqueta con una nota que decía. “Sé que nunca te podré pagar lo que has hecho por mí pero quiero que sepas que allí donde esté te recordaré siempre, este dinero que sirva para que perfecciones tu profesión, quizá nos veamos en Paris” me emocioné al leerlo sobre todo porque Lola se había ido contenta conmigo y con mi polla, me prometí seguir su consejo, mi sueño era mostrar mi propia colección en las pasarelas parisinas.

                                                  En pocos días me había quedado con el escaparate vacío, notaba cómo las señoras se habían acostumbrado a pasar para ver mis vestidos y ahora que no había más que los maniquíes desnudos acercaban la cara al cristal para tratar de adivinar si seguía cosiendo, una de ellas si no la más curiosa, la más atrevida se asomó después de llamar y me preguntó, dijo que en ese momento no tenía tiempo pero que volvería, me fijé que iba toda enjoyada y con toda la ropa y complementos de marca.

                                                  Yo estaba organizando el almacén porque había comprado dos “burros” (así se les llaman a los percheros largos con ruedas donde se van colgando las prendas), quería prepararme por si el negocio arrancaba alguna vez, también había encontrado en el Rastro unas láminas de unas modelos vestidas de los años 20, con largos vestidos de seda y miradas lánguidas, sobre la mesa había esparcido unas cuantas revistas de moda y unos planos para hacer los patrones que editaba una famosa revista de costura.  En algún rincón cerca del escaparate puse unos macetones de plantas de interior que le daban vida a la estancia.

                                                  Cuando tuve terminada la decoración fui a la Academia y procurando que no me oyeran le dije a Rosa que la invitaba a comer y a inaugurar “oficialmente” mi taller, al oír “oficialmente” sonrió sabiendo a lo que me refería, ella también deseaba “mojar” la “Cueva del Tesoro” y no con champan precisamente. 

                                                  Quedamos para el viernes siguiente que era el día que normalmente nos “mudábamos” con la ropa, más por ser el fin de semana, al llegar a clase quedé alucinado al verla, casi siempre se daba un poco de sombra en los ojos y un leve toque de lápiz de labios pero esta mañana venía con el pelo de peluquería y un vestido que según presumió ante nosotros se había hecho ella desde el principio, las demás iban todas más arregladas que normalmente, a excepción, claro está de Adela, ésta presumía de estar sobre todas las demás y no tenía que hacer muchos esfuerzos para lograrlo, iba tan ceñida que apenas podía sentarse y no lo hacía por falso pudor como las demás para no enseñar demasiado las piernas, lo hacía para no reventar las costuras de la falda, debajo de su suéter ajustado al máximo me recordaba a Sofía Loren en sus más provocativas fotografías.

                                                  Rosa no iba tan exagerada pero se le notaba que con más sencillez tenía más clase a la hora de vestir.  Sin quererlo fui con mucho el centro de atención y sobre todo la confirmación para todas, excepto las “beneficiadas”, de mis preferencias sexuales, me puse mi ropa llamativa, pocas me habían visto así y un silencio se hizo al llegar a clase, siguió un murmullo entre mis compañeras, exceptuando a Adela que miraba con disimulo con una sonrisa malévola y Rosa que se sentía orgullosa secretamente de mí.

                                                  Procuramos no salir juntos de clase y en una cafetería esperé a Rosa que se entretuvo deliberadamente unos minutos.

                                                  Yo me había informado por Vero de los restaurantes en que podría invitar a la Profesora sin salir como “gallina desplumada” y al decírselo a Rosa no obstante le pareció demasiado caro para mi “disecada” cartera, le conté que acababa de cobrar y muy bien cobrados dos vestidos, uno de fiesta y otro que al explicárselo recordó como de la mujer “especial”, le gustó la solución que le había dado y opinó que aún así le había cobrado poco.

                                                  Íbamos por la calle paseando hacia el restaurante cuando Rosa se colgó de mi brazo, la gente que nos cruzábamos se giraba admirada y extrañada por la pareja tan insólita que formábamos, una mujer madura pero atractiva y un mozalbete escuálido y vestido casi como un arlequín, noté que se sentía orgullosa de mí y quería demostrarlo a todos y desde luego no dejaba lugar a dudas.

                                                  Al recibirnos el maître nos aconsejó una mesa al lado del ventanal con vista a la calle principal pero Rosa prefirió otra que estaba al fondo en un rincón apenas iluminado, no comprendí el porqué hasta que nos sentamos, era una mesa redonda que rodeaba un sillón también redondo, en él cabrían cuatro personas holgadamente pero ella se juntó a mí, tanto que nuestras piernas se tocaban, no le importó cuando el camarero nos insinuó que si queríamos estar más separados podíamos cambiar de mesa incluso apoyó su cabeza en mi hombro tratando de convencer al camarero, éste comprendió que preferíamos sin duda estar allí y que cuanto menos apareciera por nuestra mesa mejor.

                                                  Yo estaba dispuesto a tirar la casa por la ventana con Rosa, era una oportunidad ideal para agradecer todo el interés que me había demostrado pero ella me frenó a la hora de pedir exquisiteces y pasándome la mano por el muslo me dijo al oído.

  • Carlos, te agradezco la comida, ha sido todo un detalle pero esto para mí sólo es el aperitivo, la comida de verdad la vamos a hacer en ese sofá tuyo que me has contado.

 

                                                  Además el marisco que había pedido lo acompañé con un vino blanco de Ribeiro gallego, Rosa lo saboreaba con deleite y pronto en sus mejillas aparecieron dos rosetones a la vez que se animaba más en su conversación, a las palabras siguieron las obras y lo primero que hizo fue ir abriéndose la blusa, el calor que tenía no era de la comida sino que le salía de adentro,  no dejaba de confesar el calor que le salía y abanicaba su escote con una solapa de la blusa, el pecho lo tenía brillante de sudor y entre las tetas empezó a correr una gotita que se iba a perder en el canalillo, me cogió la mano y con mi dedo corazón la cazó justo cuando ya entraba en la estrechez y lo acercó a sus labios.

                                                  Abrió la boca y metió el dedo chupándolo entre la lengua y el paladar, me estaba haciendo tal felación digital que llegó a tragarse el dedo completamente, mi polla ya estaba doblada pero a punto de reventar los pantalones color fucsia, en un ágil movimiento su mano debajo del mantel abrió la cremallera y liberó al cautivo, me bajó el prepucio dejándome la polla brillante y despejada, sólo con las venas moradas, mirándome a los ojos dejó caer su servilleta al suelo y se agachó a recogerla, al momento noté la boca tibia y húmeda de Rosa que se tragaba mi polla vertical,  fueron tres o cuatro subidas y bajadas y estuvo a punto de hacerme eyacular, para tranquilizarme me enseñó que ya tenía su servilleta preparada por si acaso salía un geiser de leche por encima de los platos.

                                                  No tomamos ni postre, pagué y salimos, nos abrazamos nada más salir, yo la cogía del hombro, ella de mi cintura y así llegamos a mi taller…

                                                  No llegué a encender las luces, al contrario, bajé las persianas venecianas y cerré la puerta por dentro, desde allí fuimos directos al sofá.

Continuará.

Agradezco sus valoraciones y comentarios.

Gracias.

 

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