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Me hicieron creer que era afeminado. (12)

en Amor filial

                                                  Me levanté tarde, el día anterior había sido muy agitado en todos los aspectos, en emociones y en casa del médico y en mi cama, me di un tiempo mirando a mi alrededor, tendría que trasladar todo aquello que me era imprescindible, sobre todo la máquina de coser, los patrones y cajas con hilos etc.  

                                                  Miré el calendario y ya estaba prácticamente acabado todo, los encargos estaban anotados meticulosamente con las medidas y demás detalles, en un cajón tenía todo ordenado, mi madre se maravillaba por lo ordenado que era aunque quien no me conocía a fondo lo achacaba a mi apariencia tan “pulcra y femenina” pero lo cierto es que siempre he sido cuidadoso y ahora seguía los consejos de las personas que sabían mucho más que yo.  

                                                  Uno de los consejos que me dio doña Francisca cuando se lo dije fue que no cambiara y al decirlo se refería a muchas cosas entre ellas a mi “apariencia amanerada” me aseguró que me sería muy útil, en mi casa cada una también me llenó de recomendaciones pero yo intuía en mi cabeza que ya estaba marcada la conducta que debía seguir.

                                                  Seguía haciéndome el remolón en la cama pero el olor a tostadas con mermelada y café recién hecho me hizo levantar como un autómata y, después de ducharme, ir hacia la cocina.

  • ¡Hola “bello durmiente” parece que esta noche se te han pegado las sábanas!, te tengo preparado el desayuno y creo que te gustará.
  • Gracias Julia, desde la cama ya lo he olido y sabía que era obra tuya, todo lo tuyo está bueno.          
 

                                                  Más que nada por agradecimiento me había pegado a su culo y le cogía las tetas desde detrás a la vez que le susurraba lo buena que estaba.

  • Venga zalamero, ya te acordarás de las comidas que te preparo y de… otras cosas de comer que siempre las tengo calientes para ti…
  • Uy Julia que peligro tienes… es mejor que desayune porque si no voy a coger un empacho de tus manjares.
  • Porque no quieres, aquí están.

                                                  Julia con coquetería se levantó el suéter que llevaba y me enseñó el sujetador que le ceñía las dos bolas que se resistían a estar encerradas, se le marcaban los pezones debajo de la tela y me lo hizo notar pellizcándoselos.

                                                  Salí de la cocina lo antes posible, no tenía ningún plan urgente y quería despistarme, mi madre había ido a comprar ropa para mi estancia y mi abuela estaba en la tienda ocupada como siempre, mis primas en el instituto y vendrían a la hora de comer por lo que quise salir a dar una vuelta, ya estaba casi cerrando detrás de mí cuando desde la cocina oí a mi tía que con voz irónica pero apremiante me preguntó.

  • ¿Y mis cortinas?, está claro que no tienes interés por mis cosas, ¡qué desengaños se lleva una!

                                                  Quedé paralizado en la puerta y entonces recordé que había ido dejando las cortinas de Julia para el último momento y este parecía serlo, di la vuelta sobre mis talones y sin decir nada fui a mi habitación y desenterré las cortinas de debajo de un montón de retales sobrantes.  Realmente no faltaba mucho pero un día por otro todavía estaban sin acabar, me senté delante de la máquina de coser y de una forma frenética acabé de coser las dichosas cortinas, con una sonrisa de oreja a oreja cuando las tuve terminadas fui a buscar a mi tía, tenía cara de enfadada o por lo menos eso quería aparentar y sin mirarme casi me dijo cortante.

  • Ya era hora, siempre soy la última, ve preparando la escalera que las vamos a colgar enseguida no sea que te vayas y me quede sin cortinas.

 

                                                  Tenía razón, desde que las empecé habían pasado meses, un día por una cosa u otra o por algún encargo urgente las fui relegando hasta que se me olvidaron del todo, enfadado conmigo mismo apunté en mi calendario de tareas con letras rojas las cortinas de mi tía, no me volvería a pasar otra vez.

                                                  Con las cortinas y la escalera fui a la habitación de Julia, subí para colgarlas pero me había olvidado de cómo ponerlas igual que las que había quitado viejas, estaba complicado y no tardó en acudir Julia al ver que tardaba.

  • Carlos, no me digas que después de tanto tiempo no las has cosido bien, déjame a ver si yo me acuerdo.

                                                  Julia desde al suelo miraba hacia arriba y opinaba donde debían ir colgados los ganchos, yo en el tercer escalón intentaba ya por amor propio en colgarlas debidamente intentando guardar el equilibrio pero mi tía pronto perdió el interés por las cortinas al notar que su cara estaba pegada a mi pierna, inclinó la cabeza sobre mi muslo y no tardó en sentir la aparición de un bulto que ya conocía, con los labios abiertos sobre el pantalón recorrió todo a lo largo de mi verga, estuvo jugando con ella, mordisqueaba y recorría de principio a fin provocando que cada vez fuera más y más grande, no me dejaba concentrarme y menos con el riesgo de que se escurriera la escalera.

                                                  Julia no tenía mucha paciencia y pronto se cansó de jugar y me soltó el cinturón y de un estirón me bajó pantalones y calzoncillos hasta los tobillos, mi polla saltó como un resorte frente a sus ojos y su semblante se iluminó, en la postura que estaba no podía soltar la cortina porque se habría desgarrado al estar mal sujeta y tuve que aguantar sin poder moverme mientras Julia con las dos manos descapullaba la verga y después de dos lamidas la engullía.  Me cogió del culo para que no la esquivara y ciegamente se dedicó a comer hasta tragar más de lo que podía, yo intentaba por lo menos bajar de la escalera y estar en igualdad de condiciones, ya puestos en faena follaríamos los dos pero lo que no esperábamos ninguno fue las voces a coro desde la puerta de la habitación.

  • ¡MAMÁ, QUÉ HACES!

                                                  Julia se quedo petrificada igual que yo pero sin sacarse la polla de la boca miró de lado a la puerta donde estaban sus hijas y luego hacia arriba a mí, me preguntaba qué hacer aunque yo tampoco tenía respuesta para aquella situación, la solución que encontró fue el contraataque.

  • ¿Qué hacéis aquí a estas horas, no tendríais que estar en el instituto?
  • Hoy teníamos examen de matemáticas y hemos terminado las primeras, por si no lo sabes tus hijas siempre sacan sobresaliente y hemos vuelto al acabar pero no me has contestado ¿qué estás haciendo? -contestó Cris-
  • ¿No lo ves hermana?  Le está mamando la polla a nuestro primo, que no se puede mover.
  • No lo hubiera pensado de ti mamá.

                                                  Julia estaba aguantando el chaparrón de sus hijas, sin saber que excusa poner porque la cosa estaba clara, no había duda de que me comía la polla con avaricia, de hecho seguía con ella en la boca.  Alicia se acercó decidida hasta nosotros seguida de su hermana mayor, yo cerré los ojos temiéndome lo peor.

  • ¡Qué egoísta eres mamá!, el pobre Carlos indefenso y tu ahí tragándote su polla, ¿no piensas en él?
  • Es verdad mamá, qué menos que darle alguna compensación.

                                                  No alcanzaba a comprender las intenciones de mi primas, en un primer momento parecían indignadas y ofendidas con su madre pero ahora parecía que se habían puesto de mi parte, cuando abrí los ojos vi que entre las dos chicas le estaban abriendo el vestido de Julia y la estaban desnudando, desde arriba de la escalera parecía estar en otro mundo pero no, las hijas aprovechaban el shock de su madre que seguía sujeta a mí y con la boca llena dejándose hacer, le quitaron el vestido y pensé que se contentarían con ese “castigo” creí que le iban a hacer pasar un rato de ridículo, las chicas nunca habían comentado nada de su madre en nuestros escarceos sexuales pero ahora se portaban como unas mujeres adultas que manejaban a su madre como una marioneta.

                                                  Al vestido le siguió el sujetador, las tetas largas separadas y puntiagudas de Julia quedaron frente a mí, tenía los pezones duros (imagino que por mi polla) y Alicia se las cogió desde abajo y las sopesó mostrándomelas.

  • ¿Carlos, verdad que te gusta más ver las tetas de mi madre en directo?
  • Sí, claro.
  • ¿Y tú Mamá, no notas como crece su polla en tu boca al verlas? ¡qué poca imaginación!
  • Pues todavía le puede engordar más, mamá prepárate que te vas a atragantar.

                                                  Parecía que estábamos toda la tarde en aquella situación pero realmente habían pasado segundos, a lo sumo algún minuto y Julia no había podido percatarse de que estaba en bragas con las tetas ofrecidas por Alicia para que se las viera y lo más curioso es que tenía razón mi polla había crecido bastante entre sus labios.  Alicia como ya era de esperar se adelantaba a todo y tiró del elástico de la cintura de las bragas de su madre y se las bajó, ya estaba completamente desnuda frente a la escalera y por supuesto frente a mí.

  • ¡Mamá tienes el coño recién depilado!, a Carlos también le gustará verlo ¿a qué sí?
  • Me… me encanta Alicia.
  • Y mi madre también, fíjate como se le llena la boca, casi no puede respirar...
  • ¿Qué te parece Alicia si le ayudamos a Carlos?  Se lo ha ganado.

 

                                                  No tenía ni idea de lo que pretendían las dos primas, parecía que no se percataran de que su madre estaba desnuda con mi polla completamente dura y gruesa dentro de la boca, pero ellas parecía que la ignoraban y decidieron colaborar también.  Cris le quitó el uniforme a Alicia y luego se lo quitó ella misma, a la vez que Alicia se acercaba a mí y reclamaba su parte de polla a su madre, ésta azarada sacó un trozo de tronco y dejó que su hija lo lamiera como un plátano pero se sorprendió más cuando Cris, la más tímida en apariencia se acercaba a ellas y me absorbía los huevos, Julia vio que si quedaba inmóvil iba a perder hasta su parte por lo que se unió ya definitivamente a las bocas de sus hijas.

  • Un momento chicas, parece que os gusta demasiado mi polla y os lo agradezco pero creo que no soy una estatua de piedra y también tengo algo que decir, dejadme que baje de aquí y en la cama os demostraré que os puedo dar la réplica.

 

                                                  Las tres se pusieron de acuerdo inmediatamente y se separaron de mí, bajé de la escalera como las vedettes en el escenario y las empujé hacia la cama, ya iban a subir cuando les dije.

  • Bien, ahora me toca a mi dirigir el sarao, poneros de rodillas en la orilla de la cama y levantar esos culos que quiero verlos bien abiertos.

                                                  El espectáculo era precioso, los tres culos encarados hacia mí, los coños con los labios húmedos y por debajo los tres pares de tetas, por primera vez me di cuenta de que a Cris se le habían desarrollado bastante las suyas, en esa postura colgando se le apreciaban mucho más grandes, las tenía como su madre, separadas y puntiagudas mientras que Alicia las tenía como las de la mía, redondas y con el pezón rodeado por una areola morena.  

                                                  La casualidad hizo que en el medio quedara Cris y su madre y la hermana a su lado, me decidí a que era el mejor momento de aclarar muchas cosas, aunque según mi madre era un secreto a voces.  Me acerqué a Cris y me cogí a su cintura.

  • Creo que Cris se merece la primera follada, cuando la desvirgué tenía el coño como de mantequilla y me encantó, por eso le voy a meter la polla como me la ha dejado tu madre, espero que te guste Cris.
  • ¡Ooooh sí, me encanta Carlos, métela más, no pares, me quema pero hasta dentro del todo!
  • ¡Por Dios qué lenguaje! -murmuró Julia-
  • Mmm, deja que te coja las tetas, te han crecido mucho, dentro de poco las tendrás como tu madre, ¿sabes una cosa? me gusta mucho chuparle los pezones a tu madre, los tiene muy sensibles y se le ponen tan duros que me llenan la boca.
  • ¡Carlos por favor, que son mis hijas!
  • Precisamente Julia, no tienes ni idea lo bien que folla Alicia, a ella no la desvirgué, dice que se lo hizo ella pero no sé si creérmelo.
  • ¡Sí, me metí el mango del cepillo del pelo lo juro! pero tu polla ha sido la primera.
  • Joder hijas, no sé qué decir, no sé a quién habéis salido.
  • Jajaja ¿a quién va a ser?, a ti Julia pero todavía les llevas ventaja, follas mejor que ellas y haces unas mamadas y unas pajas de premio pero no te confíes porque te van a ganar cualquier día de estos, también lo hacen de maravilla, ahora la voy a meter en el coño de Alicia, me gusta la pelambrera negra que tiene, va a ser un contraste con la tuya Julia, depilada o no me gustan todas, cada una tiene su aquel.

 

                                                  Alicia gimió al notar mi polla entrarle de un tirón, ella podía y lo soportó, le gustaban las sensaciones fuertes y que la follara sin contemplaciones, por eso se corrió al poco rato, su madre movía las caderas para llamar mi atención y reclamar su parte, no tarde en complacerla, entrar en su coño era como pasar el pórtico de la gloria de una catedral, una sensación de grandeza.  El trato que me daba con sus músculos vaginales era una gozada, parecía que me absorbía hasta pegar los huevos con sus labios, sus tetas las disfruté como quise, las tenía tan duras que no se me marcaban los dedos al masajearlas y tan separadas que se le podían ver los pezones a la vez por los costados. 

                                                  Julia sabía lo que se hacía y quería hacer que me corriera en ella pero escupí en su culo y le metí el dedo pulgar, se quedó estática, creía que lo siguiente iba a ser mi polla pero me salí y fui a buscar el culo casi virgen de Cris.

                                                  Tuve que ir con cuidado con ella, casi se me agotó la saliva en su culo pero al final entró, por lo menos el glande lubricado, el resto no tanto y le empujaba el esfínter hacia adentro, la chica soplando y jadeando esperó callada hasta que notó que me pegaba a ella, Alicia ayudaba a su hermana lamiéndome la polla y lubricando el tronco según iba entrando y su madre me amasaba los huevos para que me corriera aunque fuera en el culo de su hija.

                                                  El orgasmo de Cris fue callado pero intenso y después de unas sacudidas cayó de bruces sobre la sábana.  Alicia sonrió maliciosa, sabía que la siguiente iba a ser ella y no se equivocó, ya se había lubricado el culo y dilatado con dos dedos por lo que apenas opuso resistencia, entré con cuidado pero sin detenerme y ella misma me llevó las manos a sus tetas, me recordó a mi madre y casi me corro pensando en ella, Alicia tenía mucha facilidad en correrse, tenía un control admirable, se concentraba y al momento se venía entre estertores, tuve que dejarla porque quedó al lado de Cris.

                                                  Julia ya esperaba impaciente, había cogido crema de su mesita y estaba embadurnada con ella, su culo era suave ya dilatado y sin más me metí en ella, movía las caderas en todas direcciones provocando que la polla creciera y penetrara adentro, ella misma separaba las nalgas para recibir más cantidad, todo le parecía poco pero no quería correrme y dejar a las hijas sin su premio y tuve que sacar la polla cuando empecé a notar los síntomas de mi eyaculación, les dije que se tumbaran pegadas en la sábana, me puse al lado de ellas, Cris fue la encargada de pajearme, había aprendido mucho y me cogió la polla del tronco y la estuvo sacudiendo pero su hermana se impacientó y le dijo.

  • ¡Déjamela Cris, verás que corrida tiene!, nos va a cubrir las tetas a todas de leche.

                                                  Alicia era divina, sabía o intuía lo que más me gustaba, me cogió la polla del mismo capullo y con crema de su madre me pajeó, Julia con los huevos me animaba y como había vaticinado Alicia con varios chorros de leche regué las seis tetas de las chicas, parecían montañas coronadas de nieve, Cris tuvo la idea y se las chupó a Alicia y entre las dos a su madre, al final las tres se dejaron las tetas tan brillantes y duras que me pidieron más, yo estaba agotado pero Julia quiso imponer su voluntad.

  • Un momento niñas, creo que me he ganado el chuparle la polla a Carlos, me habéis interrumpido en lo mejor, así que se la voy a mamar hasta que se corra en mi boca.
  • ¿Y no nos vas a dejar a nosotras un poco?, ¡hay que compartir mamá! Siempre nos lo has dicho.
  • ¡Vaya con las niñas!, me habéis salido golosas, vale compartiremos su corrida.

                                                  Julia se apoderó de mi polla, me tumbé cómodamente boca arriba esperando a lo que quisieran hacerme y las tres se portaron de lujo, su madre les iba marcando la pauta y lo que no se le ocurría a una lo inventaba la otra.  Cuando les avisé las tres juntaron las bocas y a cada chorro se iban turnando, me enseñaron que tenían suficiente cantidad de espuma lechosa y se la tragaron, quedamos desnudos los cuatro sobre la cama y  en el suelo, sujetadores, bragas y vestidos esparcidos con mis pantalones colgando de la escalera.

                                                  Estaba contento porque les había dado motivos para conocerse mejor, ahora ya había puesto las cartas arriba a todas las mujeres de mi familia, ya me podía ir tranquilo.

                                                  Pasé una semana preparando cosas, mi abuela encargó en la ciudad una maleta porque en mi casa no se acostumbraba a viajar y la única que había era de madera de antes de la guerra, mi madre por su parte se ocupó de la ropa, imaginaba que le devolvería toda las mudas para que me las lavara pero yo estaba dispuesto a defenderme como fuera para no pedir ayuda, Julia se pasó toda la tarde guisando para mí.

                                                  Por fin el día de la partida llegó, reconozco que estaba como un flan ante la gran aventura que se me presentaba por delante pero cuando apenas amanecido sonó el pito del coche del médico don Cayo, ya tenía todo el equipaje detrás de la puerta y al abrir me encontré de sopetón con la cara pecosa de Ana, en la acera estaba su marido esperando que al verme vino a saludarme y enseguida fue a abrir el maletero del coche, quería llevarnos a la estación del tren de Mieres antes de empezar el consultorio. 

                                                  De mi casa salieron en procesión todas las mujeres con las manos ocupadas de paquetes y bultos como si fuera de  expedición al Himalaya, hubieron besos, abrazos y lloros por parte de todos incluyéndome a mi claro pero al final salimos del pueblo, el médico estaba contento, tenía grandes esperanzas conmigo, había asistido a mi nacimiento y curado de innumerables enfermedades y ahora parecía que iba a conquistar medio mundo, a su lado Ana su mujer pelirroja mucho más joven que él intentaba disimular la emoción que tenía pues iba a contribuir a realizar mi sueño y yo en el asiento de atrás miraba por la ventanilla intentando grabar en la retina los paisajes de los valles, las minas y todo lo que dejaba atrás.

                                                  Cuando llegamos a Mieres don Cayo compró los billetes, yo me quise pagar por lo menos el mío pero él no lo consintió y se lo agradecí mucho porque aunque toda mi familia me había dado dinero no sabía en qué me tenía que ver.

                                                  El médico no pudo esperar la llegada del tren y volvió a la aldea Ana y yo nos quedamos en la sala de espera rodeados de equipaje, Ana estaba guapa como no podía ser de otra forma pero vestía muy discreta con su pelo rojo recogido en un moño en el cogote, no me salían las palabras y no tenía argumentos de lo ilusionado que estaba y apenas pude decirle a Ana lo feliz que me hacía, además de ofrecerme su casa me acompañaba y me hacía sentir como un hombre importante aunque hacíamos una pareja de lo más inverosímil. 

                                                  Cuando por megafonía anunciaron la llegada del tren salté como un gamo y tuve que llevar al vagón de cola toda la cantidad de cosas, hasta el encargado de las maletas se asombró de todo lo que llevaba en contraste de Ana que sólo llevaba una maleta pequeña y un neceser.

                                                  En el tren Ana me explicaba lo que veíamos por la ventanilla, el paisaje que nunca había visto pues no había salido del pueblo, yo la miraba embelesado, aun sin estar maquillada estaba hermosa, su vestido sencillo no influía ni le restaba belleza, ella me miraba risueña, mis posturas y mis maneras de moverme le hacían gracia, la ropa tampoco ayudaba mucho porque me gustaba vestir según mis gustos un poco extravagantes para los demás, recuerdo que doña Francisca insistió mucho que no cambiara para nada, debía seguir vistiendo como me gustara y actuando lo mismo por dos motivos, porque me convenía para mis propósitos y porque si intentaba adoptar actitudes de “macho” hacía el ridículo total. 

                                                  Cuando hablaba Ana me quedaba mirándola embobado, ella se ponía colorada y me giraba la cara.

  • ¿Qué miras curioso?, me pones nerviosa.
  • Me encanta verte Ana, eres perfecta tu cara, tu pelo y toda tú me encantas, estoy deseando llegar a Madrid.
  • ¿Tanta curiosidad tienes por ver la gran ciudad?
  • No, tengo ganas de estar contigo en tu casa.
  • Jajaja, que impetuoso que eres, nadie que no te conozca se imagina tu forma de ser.
 

                                                  Según nos acercábamos a Madrid los pueblos iban aumentando y después de bastantes horas llegamos, yo pensaba que era entrar como en mi pueblo y bajar del tren pero un sinfín de casas, barrios y calles nos recibió interminable pero al fin vi la estación de Chamartín y fue un shock para mí.  Ana me miraba y sonreía, parecía un chiquillo delante de una juguetería y ella fue la encargada de contratar a un mozo que nos llevó todo el equipaje hasta un taxi en el exterior, al llegar a su casa apenas me di cuenta, intenté pagar pero Ana lo impidió, el taxista me miró con cara irónica y sonrió.

                                                  La casa estaba en una calle estrecha con apenas tráfico de coches, se notaba que eran casas típicas de años ya pasados, con gente mayor y tiendas de barrio, en los balcones habían ropas tendidas y cuando bajó el equipaje el taxista sudaba, yo en un gesto de hombría le di una propina que a él indudablemente le pareció mísera pero yo no tenía ni idea del valor de las cosas.  

                                                  El patio tenía una puerta altísima de madera maciza con una innegable falta de cuidado y en el interior las cosas no mejoraban, había una portería que ya no se utilizaba y un ascensor acristalado que daba vértigo aún antes de subir en él, yo temeroso cogí la maleta que más pesaba e hice mención de preferir la escalera pero Ana me detuvo y me dijo.

  • Carlos es el ático… te aconsejo el ascensor y no te preocupes que nunca ha tenido ningún problema.
  • Si tú lo dices.

                                                  En el rellano último se esparcieron todos los paquetes y cajas que llevaba cuando Ana abrió la puerta, el piso realmente antiguo, con el suelo enlosado a cuadros negros y blancos y los techos de más de tres metros, las lámparas altas y un pasillo interminable.

  • Ve entrando todo, no hace falta que lo coloques adentro que ya habrá tiempo, mientras yo voy a dar la luz y el agua.

                                                  Ana abrió los balcones con puertas tan altas como los techos y entonces vi todos los muebles cubiertos por sábanas viejas para evitar el polvo, parecía una casa fantasma.

  • Ven Carlos antes de nada te voy a enseñar la casa, luego ya pondremos un poco de orden.

                                                  La chica fue enseñándome las estancias, yo memorizaba y les iba dando utilidad, aquí el taller, el comedor, mi habitación, una pequeña salita y el recibidor y al final la habitación que se reservaba Ana para cuando viniera a la ciudad.  Según pasábamos iba tirando de las sábanas y paños que cubrían los muebles y poco a poco se veía más habitable, al llegar a su habitación sacó una llave de su monedero y abrió, la habitación pese a estar desmontada era la más acogedora, con una cama de matrimonio y una ventana grande, un armario empotrado la hacía más espaciosa, la chica destapó la sábana que cubría los muebles y vi que sobre la cama sólo estaba el colchón desnudo, me quedé decepcionado pero Ana se percató y abriendo un cajón del armario sacó una sábana limpia y la extendió sobre la cama.

  • ¿Te gusta mas así Carlos?
  • Así sí, con esto me sobra.

                                                  Me acerqué a ella, le rodeé con los brazos y lo primero que hice fue soltarle el pelo, el moño que llevaba le hacía diez años mayor por lo menos y al repartirle la melena rojiza por los hombros pareció que el sol entraba por la ventana iluminando todo.

  • Así me gustas más, estás preciosa Ana, no sé cómo he podido contenerme desde que salimos de casa.

                                                  La abracé y ella me correspondió, nos buscamos las bocas y nos fundimos en un beso que terminamos sobre el colchón, le quité como pude el pudoroso vestido que llevaba y me dio la primera sorpresa en mi nueva casa, debajo de él llevaba la más primorosa lencería que había visto en mi vida, quise ver todo el conjunto entero y acabé de quitarle el vestido, Ana se levantó y se alejó para que le pudiera ver desde todos los ángulos, yo, a la vez, me iba quitando mi ropa, ella giraba dejándome ver su figura.  Desde la cama la llamé y ella acudió, la besé sobre el sujetador, demostrándole que me encantaba su gusto por la ropa bonita.

                                                  Al momento le solté el cierre trasero y una oleada de pecas rojizas me llenó la vista, era como un campo de amapolas con los dos centros bien delineados del mismo color, las areolas y los pezones azafrán me embelesaron y ella me los acercó a la boca, los chupé uno tras otro hasta ponerlos rojos de verdad, la hice tumbarse conmigo y le di la vuelta subiendo a su lado, la besé desde la garganta hasta el ombligo, le llené el canalillo de besos y al llegar al pubis bajé las bragas lentamente, esa fue la siguiente sorpresa de la mañana.

                                                  Ana se había depilado, su piel blanquísima apenas dejaba mostrar el triangulo rosa del vello rasurado, el monte de Venus carnoso estaba cerrado hermético pero Ana fue abriendo las piernas y los labios se abrieron como el telón de un teatro, la piel rosada descubría el clítoris de la chica, estaba brillante aunque aún estaba cubierto por el pequeño prepucio, me lancé entre sus muslos y besé, lamí y chupé los labios que por momentos se mojaban, el clítoris apareció despejado y brillante y los labios de la vagina se separaron invitándome a entrar, fui subiendo y besando toda su piel, las caderas, el vientre, el ombligo, el estómago y las tetas pero esta vez no fui directamente a los pezones, besé donde nacían por debajo del pecho, fui rodeando con mi boca todo alrededor hasta llegar a los costado.

                                                  En las axilas le hice cosquillas sin querer pero corregí enseguida besándole los hombros y el cuello, ella se movía ofreciéndome toda su piel, notaba cómo se le erizaba el vello pelirrojo de la nuca y al llegar a las orejas mi polla ya iba entrando entre los labios abiertos del coño, al notarme me abrazó y me besó con verdadero furor y ella misma abrió las piernas a cada lado de la cama, empujé y me metí en ella, cerró los ojos y suspiró.

  • ¡Aaaah que placer Carlos!, que gusto me da cuando me la metes así, tan dura y tan gruesa, me llenas toda.
  • Y tú también tienes un coño tan estrecho que parece una adolescente, me gusta follar contigo Ana, eres un cielo de mujer.
  • Sigue así Carlos pero no tengas prisa, tenemos el fin de semana para nosotros, le he dicho a Cayo que te limpiaría toda la casa porque estaría llena de polvo.
  • Y tienes razón vamos a tener mucho polvo que quitar.
  • Mmm, me gustan tus polvos Carlos.

                                                  No comimos nada aunque en el recibidor estaban las provisiones que mi tía julia me había preparado, sólo cuando Ana ya había “sufrido” su tercer orgasmo y yo me había corrido en su coño dos veces nos acordamos de ir a ver lo que había en las cajas.

                                                  ¡Hasta un mantel de cuadros rojos me había preparado! junto con toda clase de cubiertos, vasos y hasta una botella de vino, Ana empezó a preparar la mesa del comedor pero tuve una idea.

  • Ana, te agradezco tu generosidad de dejar que me hospede en tu casa.
  • Mi casa es ahora tu casa Carlos, no lo olvides.
  • Entonces te invito a mi casa Ana, vamos a mi habitación, comeremos sobre la cama y te aseguro que el postre te va a gustar.

 

                                                  Ana como una chiquilla recogió todo y sacando otra sábana limpia la extendió y sobre ella el mantel campestre, llenamos de viandas el mantel y nos sentamos desnudos uno frente a otro y con las piernas cruzadas me mostraba los labios del coño húmedos y manchados de espuma de mi semen y su jugo, mi polla descansaba a lo largo del mantel con el capullo descubierto, comimos de todo y compartimos bocado con bocado, ella me daba a mí y yo a ella, cuando me ofrecía algo sus tetas se balanceaban sobre el mantel y yo se las cogía para acercarlas a mí, ella me correspondía cogiéndome la polla con las dos manos cuando le pasaba un bocado para que lo probara.

  • Ana tus tetas me vuelven loco, además de duras y sensibles el color de tus pecas me pone la polla dura.
  • ¡Y yo que pensaba que no te gustarían! mi marido no me ha dicho nunca nada del color de mi pelo.
  • Ahora comprendo porque dicen que está perdiendo vista, jajaja.
  • Mmm, que malo eres pero me gusta que te gusten mis tetas, a mí también me gusta tu polla, aunque confieso que engañas, tan flacucho y debilucho y tienes una verga que enamora.
  • Y que está a tu disposición, me pregunto si no te apetecería como postre comerte mi polla, a cambio te correspondería saciándome de esos labios que tan despejados te has dejado.
  • ¿Te gusta que me haya depilado?  A Cayo una vez que lo hice no le gustó, dijo que era antihigiénico.
  • Pues a mí me encanta saborear ese clítoris tan sensible sin ningún impedimento, lo sí que sentiría que se enfadara al verte como una niña.
  • No temas, cuando se le ocurra tocarme ya me habrá crecido el pelo, jajaja.
 

                                                  Ana se separó del mantel y se echó de espaldas levantando las piernas y con los dedos separó los labios del coño enseñándome el clítoris hinchado y brillante, me levanté y antes de que bajara las piernas le metí la polla sin pensarlo, entró suave pero directa, estaba cruzado a ella, haciendo la tijera y la penetraba totalmente, la chica gemía y tiraba de mí buscando el máximo contacto, me moví saliendo y entrando verticalmente y entonces me enamoré del agujero trasero, no era como el de mi tía o el de mi madre, ellas lo tenían oscuro y arrugado pero Ana era como una reunión de pecas y tan liso como su ombligo.

  • Carlos, sé lo que estás pensando.
  • ¿Y qué te parece la idea?
  • Me da un poco de miedo, nadie ha entrado por ahí.
  • ¿Ni siquiera Cayo?
  • Imposible, no se le pone tan dura como para eso, se le doblaba y me hacía daño.
  • Yo te aseguro que no se me doblará pero si me haces caso no lo vas a notar.
  • Confío contigo.

                                                  Eché una mirada alrededor, Julia había tenido una idea genial, mantequilla para el desayuno, abrí el bote y repartí generosamente en el culo de Ana y mi polla, esperé a que se atemperara y se puso casi líquida, la presión fue lenta pero constante y la relajación de Ana puso el resto, el capullo entró suspiró aliviada y el tronco acabó hundiéndose en el recto, el ano rodeaba mi tronco presionando las venas que cada vez se hinchaban más y más, la polla se puso al máximo grosor pero para Ana era cada vez más placentero.

  • Lo estaba deseando desde que te conocí, ahora entra en mí hasta adentro.
  • Si te molesta me lo dices y salgo.
  • No te preocupes, fóllame el culo Carlos, lo haces muy bien.

                                                  Cambiamos de postura varias veces, a lo perrito o a lo misionero le enculaba de todas formas, incluso tendida boca abajo, seguí metiéndosela en el culo, la chica se corrió con gran regocijo, celebró su primer orgasmo anal como una fiesta y yo la acompañé, me vacié hasta dejar el culo abierto manando leche.

  • Ha sido una delicia, me has desvirgado el culo como un sueño, será uno de los juegos favoritos a partir de ahora.
  • Si quieres en cuanto se me ponga dura otra vez seguimos.
  • No, es mejor que aprovechemos el tiempo, debemos arreglar la casa, tenemos toda la noche para seguir follando.
  • Te doy la razón aunque no te prometo nada, es posible que te le meta sin que te des cuenta, Jajaja.

                                                  Nos organizamos, Ana lavó suelo y yo quité el polvo de los muebles, la nevera ya tenía frío y fui colocando todo en la alacena y en el frigo, la ropa y mis cosas de coser en su sitio, acabamos agotados pero ya era tarde cuando terminamos.

  • Ana, ¿conoces el barrio?, te invito a cenar.
  • Hace tiempo había una taberna donde se tomaban unas tapas y una sidra natural al estilo asturiano, supongo que estará todavía.
  • Vamos a averiguarlo.

                                                  Por suerte estaba y sobre todo llena de gente, tuvimos suerte porque el dueño nos notó el acento del terruño y nos buscó un rincón con una mesa, nos ofreció cosas que normalmente las cocinaba para él y los suyos y no las ponía a la venta y nos invitó a sidra escanciada en los vasos apropiados.  Fue una cena magnifica, esta vez no consentí que pagara Ana aunque lo intentó, estaba dispuesto a tomar ya mi rol de hombre autosuficiente.

                                                  Cuando volvimos a casa, ya por el segundo piso en el ascensor nos estábamos besando, en el cuarto me había sacado la polla y me la frotaba contra su muslo, me marcaba las uñas en las venas pero me daba igual, mis manos por debajo de la blusa también habían tomado posesión de sus tetas y cuando llegamos al ático ya estábamos casi desnudos, acabamos de desnudarnos en el pasillo y salimos a la terraza, desde allí se veían las luces de Madrid, las cúpulas de las iglesias y los edificios oficiales y típicos de la zona más elegantes.

                                                  Ana sacó una manta de un armario y la extendió en el suelo, nos tumbamos y cogidos de la mano estuvimos contando las constelaciones, me sorprendió que era una experta en estrellas, disfruté oyéndola con su entusiasmo pero pasó la mano por encima y encontró el cuerpo celeste que más le gustaba, mi glande redondo, se inclinó sobre mi y sin decir palabra se lo metió en la boca, con una suavidad pasmosa me lamió la polla, besaba mordía y lamía con una lentitud que me tenía al máximo, yo levantaba el culo del suelo para que me la comiera de una vez pero ella quería que disfrutara de una buena mamada, le rocé el culo y Ana pasó una pierna sobre mi cara, olía a mujer caliente y fue abriendo rodillas y bajando hasta pegar su coño en mi boca.

                                                  Todos los manjares asturianos no sabían ni la mitad de bien que aquellos labios, mi dedo entró en su culo y con sorpresa noté que ella me imitaba, sentí que su dedo rodeaba humedecido mi culo y su dedo delgado entraba como un supositorio pero al acariciarme por dentro mi polla respondió con una dureza desmedida y sin avisarle me corrí en su boca, por las comisuras de los labios se le salía el semen pero ella aguantó hasta que dejó de salir para relamer el tronco y hasta los huevos y dejarme limpio como un bebé, mis dedos entraron en ella, dos en su coño y dos en su culo, el pulgar se centró en el clítoris y la lengua se paseó por los labios, noté cómo se tensaba incluso se intentó levantar pero cayó de nuevo sobre mi boca y tras unos estertores se corrió agitadamente.

  • ¡Qué bonita es Madrid de noche!  He disfrutado mucho.
  • ¿Qué te parece si nos vamos a la cama?, estaremos más cómodos.
  • Pero esta vez a la mía, seré la anfitriona.

                                                  Nos levantamos y con la manta al hombro entramos directamente a la habitación de Ana, me tumbé y ella me dijo que me pusiera en el medio de la cama, esta vez no me chupó la polla, se sentó encima y sin apoyarse mucho recorrió con su coño la verga dormida, a lo largo de mi vientre estuvo paseando hasta que fue resucitando.  Entre sus labios al principio no se veía el glande pero según iba creciendo asomaba hasta que parecía un perrito caliente, se adelantó hacia mí y me besó, todavía tenía el sabor de mi leche en su boca.

  • Tu boca sabe a mi leche.
  • ¿Te gusta?  La tuya también sabe a mi flujo.
  • Está delicioso, invítame a más leche.
  • Y tú a más jugo.

 

                                                  El beso fue largo, recorrimos todos los rincones de la boca con la lengua y con las manos le atrapaba las tetas, fue bajando y entre los labios ya no tenía mi polla ahora resbalaba hasta meterse en ella, gemía al notarse invadida pero sonreía feliz, cuando la tuvo toda adentro se incorporó y empezó a saltar, yo le mantenía sujetas las tetas pellizcándole los pezones rojizos, según iba jadeando con más frecuencia acaricié su clítoris abierto y al momento notó que le llegaba el orgasmo pero no paró por eso.

  • Acompáñame Carlos por favor, quiero notar cómo te corres a la vez dentro de mí.

 

                                                  Estuve admirando su cuerpo, tan lindo, su melena flotaba en el aire, toda ella pintada de pecas rojas y donde no tenía pecas la piel tan blanca que resplandecía, no me concentré y no llegué a correrme como quería.

  • ¿Por qué has tardado tanto Carlos?, ahora me va a venir otro más, no me había pasado nunca pero me corrooooo amor, me corrooo.

                                                  Ana se agitaba descontrolada, se echaba hacia atrás y seguía saltando sobre mi polla que no podía ablandarse por la excitación de verle las tetas botar con ella.

  • Déjame ver tu culo Ana.

                                                  La chica se levantó sin fuerza y se dio la vuelta se sentó sobre mis piernas, las nalgas blancas y redondas las dejó para que las viera bien incluso se levantó un poco para que le diera dos palmadas, cuando volvió a bajar notó que mi polla, aunque no tan rígida como la vez anterior, podría optar por entrar en su culo otra vez, la chica me acarició los huevos a la vez que en la puerta de su ano crecía el capullo, cuando estuvo a su gusto se dejó deslizar hasta que le entró, a partir de ahí resbaló hasta quedar empalada.

                                                  Se echó hacia atrás apoyándose en mi pecho, yo le sujetaba de las tetas y ella se movía lentamente, hasta que se volvió a mi oído.

  • ¿Tú crees que podría correrme otra vez por el culo?
  • Depende sólo de ti por mi parte aquí me tienes ya adentro.

                                                  Confiada y convencida se movió resbalando encima, nuestros cuerpos estaban sudados pero con el leve movimiento la chica se estremeció de la cabeza a los pies y lo consiguió, se volvió a correr, no le dije nada pero ella comprendió que yo ya no estaba para más experimentos y se dejó caer a mi lado.  Dormimos abrazados, por la poca luz que entraba por la ventana le veía su rostro reposar satisfecho, no me podía imaginar que aquella belleza al día siguiente iba a estar en los brazos del doctor Cayo.

                                                  Por la mañana me despertó un fuerte olor a mermelada y a café pero sobre todo a mermelada, pensé que había preparado el desayuno y perezosamente abrí los ojos, comprendí en seguida el porqué ese olor tan fuerte a mermelada de ciruela, frente a mi nariz estaban los muslos de Ana separados y entre ellos una generosa capa de mermelada en su coño depilado que brillaba y la cubría hasta entre las nalgas, fue el desayuno más suculento que pude comer, ella se mantenía a duras penas en equilibrio recibiendo mis lamidas y cuando acabé con la cara manchada de rojo se volvió y me dijo pícara.

  • Ahora me toca a mí desayunar.
 

                                                  Ya tenía un bote de nata montada y me roció el capullo como una flor de algodón de feria, no dejó nada, cogiendo con las dos manos mi verga se empleó en el capullo hasta que no pude más, entre la nata salieron los chorros de leche caliente.

  • Ana quiero más mermelada, me ha sabido a poco.

                                                  La comida de coño con mermelada fue tan explosiva que me atrapó la cabeza con sus muslos y se corrió estrujándome las orejas, luego descansamos tomando el café.

                                                  Ana se levantó y fue a su bolso sacó un sobre y me lo dio, no sospechaba que adentro habría dinero y menos la cantidad que había.

  • Toma Carlos, esto me lo ha dado mi marido por si tienes necesidades al principio.
  • Ni pensarlo, me ofendes Ana, con lo que habéis hecho por mí me doy por muy feliz, quiero luchar por mí mismo.
  • No seas tonto Carlos, mi marido te aprecia mucho, ha insistido para que lo aceptes, ya sabes que no tenemos hijos y no creo que tengamos, para nosotros tu eres como nuestro hijo si quieres míralo así, este dinero te lo voy a dejar entre la ropa de cama de mi habitación, será como tu banco, si quieres lo gastas y si no ya sabes que tienes un depósito por si acaso, pero por favor, no quiero que tengas necesidades y si te hiciera falta más dinero no dudes que para nosotros será una satisfacción, considéralo como un préstamo que no tienes que devolver y aquí tienes la llave de mi cuarto, sólo tú la tienes, será nuestro nido de amor.
  • Gracias Ana pero que conste, será un préstamo y estoy seguro que triunfaré y entonces os lo devolveré con creces.
  • Estoy segura y mi marido también.

                                                  Un poco antes de la hora del tren después de besarnos en el pasillo la acompañé a la estación, en el taxi estuvimos besándonos otro momento hasta que el taxista carraspeó, llegué hasta subir al vagón y volví a besarla hasta que sonó el silbato del maquinista.  Ana me prometía soñar conmigo, con el fin de semana que habíamos pasado y que procuraría volver pronto, la vi llorar por la ventanilla y esperé hasta que el tren se perdió entre una playa de vías, de vuelta compré un plano de Madrid, a partir de ahora ya sería mi problema el conseguir mis objetivos y volví andando a casa.

Continuará.

 

Agradezco sus comentarios y valoraciones.

 

Gracias.

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