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Me hicieron creer que era afeminado. (26)

en Amor filial

                                                  Cuando Rosa me confirmó la fecha en que ya disponía de tiempo para mí, llamé a casa, tenía muchas ganas de saber de mi familia pero también de anunciarles mis nuevos proyectos, en esos momentos era complicado ir al pueblo pero esperaba que lo comprendieran.

  • ¿Hola, quién está al aparato?
  • ¡Hola cariño, soy tu madre!, ¿cómo estás?
  • Hola mamá, estoy muy bien ¿y tú y las demás?
  • Bastante bien, la abuela está un poco delicada pero ya sabes, la edad…
  • ¿Pero es preocupante? ¡Si es así, mañana mismo estoy ahí!
  • ¡Nooo, tranquilo, sólo son achaques, lo de siempre…!
  • ¡Ah, bueno!, de todas formas iré a verla en cuanto pueda, ¿y tú, cómo estás de verdad?
  • Bien, snif snif, con muchas ganas de verte, imagínate…
  • Tranquila mamá, yo también tengo muchas gana de… verte, Teresa.
  • Mmm, ¡cómo me gusta que me llames Teresa!
  • Y a mí, no sabes lo que añoro tus abrazos y…
  • Shiiit, calla que ya me pones al pensarlo, siempre dejo tu lado vacío en mi cama por si acaso me sorprendes.
  • No te preocupes Teresa, cuando vaya lo notarás enseguida, jajaja.
  • Por favor Carlos, no me digas eso porque… ya estoy húmeda al oírte.
  • Teresa, tengo una noticia muy buena que contarte, me voy a establecer por mi cuenta, tengo unos buenos amigos que me ayudan y muchas influencias entre la gente rica que me presentarán a la alta sociedad.
  • ¡Qué bien, sabía que lo conseguirías, te quiero Carlos!
  • Y yo Teresa, no sabes cuánto.
  • Sí lo sé Carlos, sí lo sé…  Espera Carlos, aquí viene tu tía, te dejo con ella, un beso muy fuerte hijo…
  • … Hola amor, ¿cómo estás sobrino?
  • Hola tía, muy bien ¿y tú?
  • Te lo puedes imaginar, ansiosa de tenerte.
  • Yo también tengo ganas de verte.
  • ¿Cuándo podremos vernos?  Es para prepararme, ya sabes…
  • Jajaja ¿es qué ya no te depilas?
  • Noooo, ¿para qué, si tú no estás aquí?
  • No te preocupes no tardaré en estar contigo, supongo que podrás esperar.
  • No estoy segura, ya no sé que inventar, las verduras ya no me satisfacen, necesito tu polla, lo sabes.
  • Paciencia Julia, yo también tengo ganas de ti.
  • Pero seguro que tendrás alguna madrileña que te calentará la cama.
  • ¡Una no, varias!, jajaja.
  • ¡Qué malo eres, cuando entres en la mía me vengaré!
  • Dulce venganza Julia, no sé si podré resistir, jajaja…
  • … ¡Primoooo, como estás!...
  • … Espera Carlos, te dejo con tu prima Cris, está más loca cada día, besos…
  • Adiós Julia…  Hola Cris, ¿cómo te va?
  • Muy bien, ¿Cuándo vienes?
  • No lo sé y puede que tarde, he montado un taller propio.
  • ¡Qué bien!, se lo diré a mi chica e iremos a verte.
  • Cuando queráis pero avisad antes.
  • Ya lo sé, para no cogerte con compañía, jajaja.
  • Tú sí que sabes ¿y tú hermana?
  • Muy bien, ya la conoces pero te gustaría verla ahora, le han crecido las tetas una barbaridad, no le viene ningún sujetador de los que conoces.  Jajaja.
  • Mmm, dile que ya tengo ganas de probarlas, deben estar deliciosas.
  • Sí pero no como las mías, jajaja.
  • De eso estoy casi seguro.
  • ¿Casi?  ¡Ya te lo demostraré!
  • De acuerdo, comeré las de las dos y opinaré.
  • Me parece que has aprendido mucho en ese Madrid.
  • Lo justo, bueno chicas, dadle un beso muy fuerte a la abuela.
  • De acuerdo, siempre te nombra, parece que sus siestas no son lo mismo sin ti, jajaja.
  • No digas eso, dile que cuando vaya le haré una cura de urgencia, jajaja.
  • ¡Adiós guapo!
  • Adiós preciosa...

                                                  Por el momento quedé tranquilo, mi familia estaba bien… bueno Antonia tenía sus problemillas con el azúcar y el colesterol pero nada grave, yo creí que era más morriña por verme que otra cosa, estaba seguro que dos días con sus siestas correspondientes conmigo y se enderezaría como una flor.

                                                  Con lo que me habían pagado las últimas clientas, compré la tela más bonita y cara que encontré y le hice un vestido a Rosa con las últimas tendencias que conocía y busqué el conjunto de lencería más delicado y sensual.  En una tienda especializada de moda me enseñaron varios, la chica ya ponía mala cara pues tenía el mostrador lleno de cajas abiertas, se acercaba la hora de comer y tenía que cerrar, con todo el oficio me enseñaba los sujetadores más primorosos que había recibido recientemente pero conociendo las tetas de Rosa quería regalarle algo que le hicieran justicia y que no hubiera visto nunca, los había de tul, de encaje, de blonda y más pero ninguno me parecía suficiente para ella.

                                                  Del mostrador resbaló una caja y cayó al suelo desparramándose la prenda, la dependienta se apresuró en recogerla y yo instintivamente también, nos encontramos los dos agachados recogiendo el mismo sujetador cuando la miré a los ojos, los tenía tan azules que mareaban como si me asomara por la borda de un barco pero mi mirada bajó hacía su escote, casualmente llevaba un sujetador de seda del mismo color que sus ojos.

  • ¡Ya está, ya me he decidido!
  • Uf, gracias a Dios, ya pensaba que con la cantidad de modelos que tenemos no hubiera ninguno a su gusto.
  • Tiene razón, creo que ustedes son la mejor tienda de lencería de Madrid.
  • Gracias pero dígame que sujetador quiere y lo envuelvo rápido.
  • Muy bien, quiero uno como el que usted lleva.
  • ¿Cómo el mío precisamente?
  • Sí, lo he visto al agacharse y me ha convencido, es precioso.  Si lo prepara para regalo no molesto más.
  • Es que… ¡no tengo ninguno como éste!
  • ¿Cómo puede ser, si tiene de todos los modelos y colores?
  • Sí, pero éste lo pedí sólo para mí, por el color de mis ojos, ¿sabe?
  • Ya me he dado cuenta que hace juego con sus ojos, me encantan los dos y como sólo puedo comprar la prenda, la quiero.  Se lo pago ya, ¡cóbreme!
  • De verdad no puedo… he recibido el pedido esta mañana y nada más verlo me lo he puesto, si quiere verlo le puedo pedir otro para la semana que viene.
  • Ya que lo dice… me está convenciendo, aunque no sé… no quiero contrariarle pero me gusta el suyo.
  • ¡Qué pena, se lo vendería si hubiera venido dos horas antes!, yo me esperaría a la otra semana, pero ahora ya usado…
  • ¿Tanto se notará que está estrenado?  Arrugarse no se habrá arrugado porque usted lo llena totalmente…
  • Desde luego y la seda se adapta al volumen del pecho perfectamente, mire.

                                                  La chica no sabía qué hacer para convencerme que debía esperar ya que ningún otro me gustaba y perdería la venta después de una hora eligiendo, me enseñó cómo le quedaba, abrió su camisa del uniforme de la tienda, tenía la piel blanquísima y al contraste con el azul de la prenda todavía resaltaba más pero lo que más me impresionó fue la delicadeza del tejido que se adaptaba a sus tetas como una segunda piel, la joven para mejor explicación estiró la prenda tensándola demostrándome la suavidad de la seda.

  • ¡Fíjese bien lo suave que es!, se adapta al cuerpo como ningún tejido, toque, toque y verá.
  • Gracias se lo agradezco, porque no había visto seda como ésta.
  • ¡Es seda natural! pero no se prive, toque y note la suavidad de la seda.

                                                  El sujetador era de triangulo, desde la cinta que rodeaba el contorno del pecho subían dos triángulos de seda que con un fruncido por debajo recogía el pecho estrechándose hacia arriba y formando los tirantes, pasé los dedos por el triángulo sin tocar la piel.

  • Fíjese en el detalle, los tirantes también se pueden atar atrás del cuello para llevar con un escote más bajo en la espalda.

                                                  La chica en su interés por hacerme todas las demostraciones soltó el tirante y lo ató por detrás del cuello pero hizo un nudo que se tensó por la suavidad del tejido.

  • Perdone ¿podría soltarme el nudo que se me ha hecho?
  • No faltaría más, déjeme ver.

                                                  Desde atrás, con los brazos levantados sujetando su melena para dejarme actuar, la chica dejaba ver el nacimiento de sus tetas por debajo de las axilas, tenía unas tetas importantes, redondas y un poco aplastadas aunque no le caían y en el centro de cada una de ellas la marca abultada del pezón sobresalía del resto calcando hasta los mínimos poros que rodeaban su areola.

  • Lo siento, no puedo desatarlo, creo que usted tiene más habilidad que yo, ya sabe, nosotros los hombres…
  • Está bien, intentaré soltarlo pero si quiere esté pendiente por si se suelta, que no caiga hacia adelante, no quisiera que me viera nada.
  • Por supuesto, no me lo perdonaría nunca.

                                                  Puse las dos manos a menos de un centímetro de los triángulos que hacían de copas, los pechos realmente estaban libres debajo de ellos y sólo servían de adorno o mejor de escaparate de los pezones.

                                                  Esperé con las manos preparadas como cazos delante de las tetas de la chica, de improviso se soltó uno de los triángulos y se cayó pero mis manos actuaron con los reflejos de un espadachín y recogí las tetas al aire, la chica contuvo la respiración al notar mis manos supliendo al sujetador y se volvió hacia mí sin saber qué hacer.

                                                  Miré sus ojos azules y la seda del mismo color pero lo que más me atrajo fue el rojo fuego de sus labios, un imán no nos atraería más fuerte porque nuestras bocas se unieron, puso sus manos sobre las mías que sujetaban sus tetas y apretó todavía más, pesaban bastante y se notaban llenas pero no caían y los pezones hasta ahora casi escondidos salieron exageradamente.

  • Me gusta la seda, es tan sutil… noto tus pezones como si los tuviera en la mano.
  • Es que los tienes, el sujetador ya se cayó.

                                                  La besé en el cuello y miré hacia abajo, en efecto, de la prenda azul no quedaba nada, en mis manos llenas de carne blanquísima destacaban la areolas rosadas en el centro de cada teta, con el beso me obligó separar los dedos para dejar salir a los dátiles que empujaban y la atraje contra mi pegando su culo contra mi polla.

  • ¿Tú también llevas ropa interior de seda?
  • ¿Por qué lo dices?
  • Porque noto tu polla entre mis nalgas y me quema.
  • Será porque se ha salido del bóxer y está libre pegada a ti, ¿tus bragas son también azules como el sujetador?
  • No, no llevo, no me las he puesto todavía, sólo el sujetador.
  • Pues me las llevo también, ¿quieres recoger el sujetador del suelo?
  • Claro pero no me sueltes, caería hacia adelante, perdería el equilibrio.
  • No te preocupes, tengo la solución.

                                                  La dependienta se agachó para coger el sujetador azul del suelo pero lo hizo lentamente, tan despacio que me dio tiempo para subirle la falda hasta la cintura, cuando estaba en forma de 7 saqué la polla y tras una pincelada por sus labios se la metí en el coño, me pareció que iba depilada pero en realidad sólo lo estaba por la parte de los labios menores, adelante, en el pubis, lucía un triángulo con el vello corto y rizado que descubrí cuando pasé los dedos buscando su clítoris.

                                                  Apenas pudo alcanzar la prenda que de tan delicada estaba aplastada en el suelo cuando mi polla entró hasta el final del recorrido, no le había llegado a soltar las tetas que ahora pesaban todavía más.

                                                  La chica apoyó las manos en sus rodillas mientras yo la sujeté por la cadera para que no cayera hacia adelante, a cada embestida gemía, tenía un culo bastante relleno pero no era obstáculo para que la polla se hundiera completamente.

  • ¿Te gusta que te la metan por el culo?
  • Sí pero ahora no estoy preparada, necesito dilatarme y lubricarme.
  • Eso puedo solucionarlo yo, no te preocupes.

                                                  De un salivazo regué la regata del culo dejando que escurriera hasta llegar a su destino, de la dilatación se encargaría mi capullo y para eso lo remojé en su coño antes de presionarle el agujero, la chica debía conocer bien la ceremonia de una follada anal porque se relajó nada más sentir mi glande apuntándole y el esfínter cedió sin apenas presión.

                                                  El anillo del capullo entró y desapareció hasta la mitad, ella suspiraba soplando  y separando las piernas cada vez que yo empujaba.

  • ¡Espera un momento, no te muevas, déjame a mí!

                                                  Estuve quieto esperando y ella se encargó de culear clavándose lo que quedaba de polla, se incorporó, se apoyó contra la pared y me cambió las manos de sus caderas llevándolas a sus tetas.

  • ¡Empótrame sin miedo, párteme el culo, me gusta tu polla!

 

                                                  Apoyada de manos contra la pared y con las piernas atrasadas y separadas me recibía entre ellas, cogido a sus tetas apenas movía los pies, sólo balanceaba mi cintura y me clavaba hasta el fondo de su culo, cuando se corrió pegó la cabeza a la pared y dijo.

  • ¡No pares de follarme hasta que te corras adentro, necesito tu leche desde que entraste en la tienda!
  • A mí también me gustas toda, tienes un cuerpo divino y tu culo no desmerece a tus tetas ni a tu coño.
  • Ya lo sé, me gusta que me empotren contra la pared y tú lo haces muy bien.
  • Me voy a correr ya, le lleno de leche, síííí, toma mi leche, me voy a vaciar hasta que se te salga por la garganta.
  • Mmm, la noto, la noto quemándome, me gusta, lléname de leche.

                                                  Le di la vuelta y besé sus labios rojos que no perdieron color pero las tetas quedaron moradas cuando las chupé después de correrse otra vez con mi boca en ellas.  Antes de irme me obsequió con una mamada, sentado en una silla en el almacén, se arrodilló delante de mí y atrapó la verga entre sus pechos hasta que las cubrí de leche.

                                                  Con primor envolvió su sujetador poniéndole las etiquetas que tenía guardadas y añadió las bragas al conjunto, le pagué y antes de salir por la puerta le di un apretón a sus tetas que bailaban sueltas debajo de su camisa.

                                                  Rosa me sorprendió cuando llegó en un taxi al taller, sacó del portaequipajes dos máquinas desmontadas, una remalladora y una máquina de coser automática, en el asiento de atrás también llevaba dos cajas de cartón con sus utensilios de coser, le ayudé a entrarlas y elegimos entre los dos la distribución del taller, lo hicimos con su criterio profesional y tuve que reconocer que tenía un buen gusto, yo había previsto que las luces que puso el decorador estuvieran a una altura ideal para trabajar y mi “empleada” se sentó en su máquina y sonrió.

  • ¿Qué ordena, jefe?
  • Lo primero que te levantes y me acompañes al probador.
  • ¡Si no tenemos vestidos!
  • Tú sí y te lo vas a probar.
  • ¡Ooooh, que bonito aunque con este escote se me va a ver…!
  • También he pensado en eso, pruébate también este conjunto de seda natural, imagino que te gustará, a mi me encanta, me costó decidirme pero al final tuve que convencer a la dependienta y me lo vendió aunque ya lo tenía adjudicado.
  • Me encanta pero… se marca todo, los pezones parece que se salen.
  • De eso se trata, me gustará asomarme y verlos marcando su dureza.
  • Déjame que te bese.
  • Pero sólo un beso porque si no, no empezaremos a trabajar y eso es lo primero.

                                                  Yo sabía de antemano que a aquel beso le seguiría otro y otro y que al final el sofá-cama nos acogería como la última vez y follaríamos por la inauguración, el sujetador azul me había traído suerte y con él había follado a dos bellezas en un día.

                                                  Acordamos que sólo follaríamos fuera de horario y en su casa o en la mía, el lugar de trabajo sería sagrado y sólo utilizaría el sofá para “medir a las clientas” en esto estuvimos de acuerdo y una vez aclaradas mis normas con la clientela preparamos los patrones y las telas que según Bea se llevarían en la temporada siguiente.

                                                  Una mañana se asomó una mujer a la puerta mientras Rosa y yo estábamos escalando los patrones, era la Cartera que trajo el correo, me extrañó porque allí no me conocía nadie pero en efecto sólo ponían en el sobre “para el Sr. Carlos” y la dirección, supuse que sería cosa de Jorge o de Adela pero al abrirlo vi una cartulina con un escrito en una caligrafía exquisita que con el membrete de un escudo nobiliario me invitaba a tomar el té un jueves por la tarde.

                                                  Nos miramos sorprendidos, ¡era de la Marquesa de Piedrafría! y me invitaba a un té en compañía de sus amigas nada menos.

                                                  Me puse tan nervioso que temblaban mis manos, no podía ni coger una taza ni darle vuelta al azúcar y menos con la “elegancia” que supuestamente reinaría en aquella casa y mucho menos aún de protocolo y maneras de comportarse, mi única defensa era hacerme el histriónico que no se me daba mal y así disimular mis carencias pero Rosa me cogió de los brazos y me zarandeó.

  • Tranquilo Carlos, ha llegado el momento de tomarse esto en serio, necesitas una cultura, no de tratar a la gente, sino de alternar con “esa” gente, tenemos poco tiempo, también debemos renovar tu vestuario, ahora eres un futuro modisto y debes ir acorde, si quieres un poco extravagante pero muy elegante, te presentaré a una amiga que trabaja en el hotel Ritz, ella te enseñará cómo comportarte.
  • No sé Rosa, no sé, me da terror hacer el ridículo, ten en cuenta que yo vengo de un pueblo pequeño y no estoy hecho a ese ambiente.
  • No te preocupes y confía en mí.

                                                  El traje que eligió Rosa para mí era muy elegante, fuimos a una sastrería del centro y probé varios pero al final elegí uno que tenía un poco de brillo, la camisa y los zapatos los compramos en la calle que me compré la ropa tan “especial” y bajo la atenta mirada de Rosa elegimos lo más adecuado.

                                                  Cuando entramos al hall del Hotel Ritz me sentí pequeño aunque íbamos vestidos elegantes, yo con mi traje y Rosa con su vestido nuevo, preguntó en Recepción por su amiga Celia y un botones nos llevó a una habitación del cuarto piso, pensé que el muchacho creyó que íbamos a follar unas horas y puso la mano hueca esperando y mirando al techo, me supo mal quitarle la ilusión y le di un billete (pequeño, claro), al fijarnos en la habitación quedamos extasiados, había una mesa con ruedas perfectamente montada con dos sillas.  De inmediato se abrió la puerta y apareció Celia, iba vestida con un traje chaqueta con falda estrecha muy elegante con el logo del hotel, tendría más o menos la edad de Rosa y nada más verse se abrazaron y besaron efusivamente, me presentó y me gustó que Celia me tratara con la misma confianza que a Rosa, luego me invitó a sentarme en una silla.

                                                  Rosa se sentó en la de enfrente y Celia nos explicó la forma correcta de coger los cubiertos, copas, tazas y servilletas, nunca creí que sería tan complicado, me gustaba más cenar sobre la cama, con una mujer desnuda delante.

                                                  A mi lado había una cubitera con una botella de champan en hielo y me enseñó la forma correcta de descorchar y servir, me explicó que la forma de las copas anchas de champán era una copia de la forma de las tetas de María Antonieta que había mandado fabricar su marido el Rey de Francia, bebimos a su salud y las mujeres celebraron que le estuviera chupando las tetas nada menos que a María Antonieta.

                                                  Celia era muy divertida, ya en confianza se mostró como era en realidad fuera de la severidad del cargo y bebió con nosotros, le contamos el motivo de mi interés por el protocolo, la mujer se tronchaba de risa y nos dedicó una exhibición jocosa de las maneras de moverse en las reuniones de “damas”, nos reímos a rabiar y al final nos sentamos los tres en la cama grande.  Celia no creía que sin más me admitieran en el círculo tan cerrado como era el de la Marquesa pero Rosa le enseñó mis argumentos, cuando tiró de la bragueta de mi pantalón e invitó a Celia a que metiera la mano por ella.

                                                  Con mirada incrédula lo hizo y de pronto la sacó chillando como si hubiera tocado un bicho, Rosa se rió de ella y lo volvió a intentar, ya para entonces mi bicho era más peligroso pero Celia había reunido valor y lo sacó a la luz.

  • ¡Dios… si no lo veo no lo creo, qué rabo tienes Carlos!
  • ¿No te lo decía yo?  ¡Imagina cuando se pone peleón!
  • … Me gustaría verlo…
  • Celia creo que mereces verlo y probarlo, me has hecho un gran favor y estoy en deuda contigo, te voy a follar y cuando salgas de aquí vas a sellar la habitación para que la limpien de leche, jajaja.
  • ¿Has oído lo que me ha dicho Rosa?
  • ¡Y no miente, te lo puedo asegurar por experiencia!
  • ¿Tú has probado eso?
  • Muchas veces y cada día me gusta más.
  • Eso es demasiado para mi, ayúdame tú, para mi sola es mucho.
  • Como quieras pero luego lo querrás todo para ti.

                                                  Rosa le había quitado la chaqueta y soltado la falda, nos sorprendimos los dos porque Celia debajo del severo uniforme llevaba un liguero negro que sujetaban unas medias grises con costura y unas braguitas negras también tan altas de sisa que le hacían las piernas altísimas, al quitarle la camisa vimos el resto del lote, el uniforme le disimulaba mucho las tetas que tenía, me recordaran un poco a las de Cris pero más “hechas”, se notaban que pesaban y se movían con más calma aunque brillaban igual y los pezones en punta obligaban al sujetador de balcón a hacer grandes esfuerzos por retenerlos.

                                                  Mi pantalón cayó a la alfombra y el bóxer con él, la polla a 45º y sin la americana ni nada más fui hacia ellas, Rosa había quedado con su conjunto azul, todavía no la había visto con él puesto y me gustó cómo le quedaba.

                                                  Rosa sabía que la persona más importante allí era Celia, bajó de la cama y cogió la polla guiándome a donde esperaba Celia, la chica quedó hipnotizada viéndome venir pero Rosa la tranquilizó dándole un beso en la boca, su amiga lo recibió con gusto pero antes que Rosa terminara de comerle la boca sintió como entraba mi polla en su coño, sólo había ladeado sus bragas y con el liguero y las medias entré hasta el fondo de su coño depilado a la brasileña.

  • ¡Mmm!, ooooh déjame respirar un poco Rosa, este chico me está partiendo el coño, ¡qué rabo tiene!  ¿Dónde lo tenías escondido?, me podías haber avisado antes.
  • Pues no sabes lo mejor…
  • ¿Mejor, qué puede haber mejor?
  • Ya lo verás…

 

                                                  Celia perdió todo el protocolo cuando gritaba que la follara sin miedo, ya no necesitaba la colaboración de Rosa aunque ésta ayudaba lamiéndole los pezones para que se corriera más a gusto, yo le acariciaba el clítoris a mi amiga que con las piernas abierta me lo ofrecía.

  • ¡Aaaah!, ¿qué me haces?, ¡me matas, no me había corrido nunca así!

                                                  Celia se corrió sin saber si mi polla entraba o salía, era un placer tan intenso y continuo que abrazó a su amiga y la besó sacudida por el orgasmo que la descoyuntó, aproveché mientras se reponía para metérsela a Rosa, ésta ya tenía el coño tan mojado que apenas me escurrí ya estaba clavado totalmente.

                                                  Celia dio señales de vida al rato y se puso a mirar cómo taladraba el coño de Rosa pero su amiga sabía que el trabajo estaba sólo a medias y le dijo que se arrodillara en la alfombra poniendo el cuerpo sobre el colchón, fue a la mesa y trajo el platillo con la mantequilla, todavía estaba fría pero a Celia lo que le impresionó era que le untaba el culo con ella, al meterle un dedo no le supo mal, era su amiga del alma pero al notar dos ya se sentía traicionada por Rosa y al notar el calor de mi capullo se volvió con los ojos espantados.

  • ¡Rosa!  ¿Qué haces Rosa?  ¿No intentarás…? ¡aaaaggg!

                                                  Para entonces ya era tarde porque ya había empujado lo suficiente para que entrara aplastado en su agujero, hundiendo la cara en la sábana gritaba con sordina, Rosa a su lado le acariciaba el pelo como a los gatos, dándole ánimos y prometiéndole que no duraría mucho como así pasó, al adaptarse a mi diámetro me pedía…

  • ¡No pares Carlos, no pares ahora por Dios, fóllame el culo hasta que te rompas los huevos contra mí!, quiero correrme contigo adentro, no lo había hecho nunca por miedo pero ha valido la pena… ¡síííí, me corroooo  yaaa!

                                                  Y casi lo consigo, le daba tales empujones que chasqueaban contra sus nalgas, debía darse sesiones de ultravioleta porque estaba muy morena y no se le notaba las marcas del bikini y en los hoyuelos de las caderas encajé los pulgares para presionar más y entre sus nalgas mi polla se hundía forzando el esfínter que no quería dejarme entrar totalmente en él.

                                                  Rosa la vio tan apurada que quiso que me corriera con ella y qué mejor sitio que donde estaba, conocía mi sensibilidad en los huevos y cuando Celia apoyó su cabeza en la sábana girando la cara con los ojos en blanco y la boca abierta para no ahogarse sacudida por un orgasmo fenomenal metió la manos entre mis piernas, me cogió los huevos y los amasó con cuidado, se encogieron duros y se vaciaron en el culo de Celia, miré hacia abajo y descubrí su otra mano acariciándole el clítoris.

                                                  Quedamos los dos tumbados sobre la cama, Rosa nos quiso regalar sus tetas y paseando a gatas sobre nosotros nos dejó que le chupáramos una cada uno, Celia la lamía sacando su lengua pero yo aspiré el pezón entero obligándole a agacharse más pudiendo Celia imitarme, con los dos pezones dentro de nuestras bocas Rosa no pudo resistirlo y se corrió cayendo sobre nosotros cruzada.

                                                  Su peso no molestaba porque al mismo tiempo le acariciábamos todo el cuerpo, la espalda, los hombros o los muslos, ella ronroneaba de gusto con las sensaciones que le provocábamos y se removía para que le recorriéramos toda la piel.

                                                  Era tarde cuando salimos del hotel, Celia había terminado su turno y nos llevó a casa, primero a mi porque le venía de paso y al despedirnos me dio un beso en la boca que casi me hace desistir de subir y marcharme a la suya pero se fue con Rosa, por la complicidad que tenían supuse que dormirían en cualquier casa de las dos, nunca le pregunté.

                                                  El día que tenía cita con la Marquesa estaba más nervioso que si me fuera a casar, me miraba en el probador desde todos los ángulos, quería dar una buena sensación y siempre encontraba alguna arruga en el traje o en la camisa lila de seda, Rosa me miraba y se burlaba de mi pero salió del probador y cuando volvió me dio una cajita, la abrí y quedé deslumbrado, era un reloj de marca y casi tan femenino como si lo hubiera comprado para ella.

  • ¡Qué maravilla!, ¿es para mí?
  • Claro tonto, es mi regalo para que tengas éxito.
  • No puedo ir, no me atrevo, estoy nerviosísimo.
  • No te preocupes, te daré un remedio infalible.

                                                  Se arrodilló frente a mí y me sacó la verga, demostró una habilidad pasmosa y poniéndose el capullo apenas sujeto por los labios me cogió la polla con tres dedos y como si fumara un habano agitó hasta que le llené el paladar de leche.

                                                  Cuando el taxi me avisó que me esperaba salí con mucha moral, Rosa me había demostrado que podía conseguirlo y con la ayuda de su amiga Celia y el último “empuje” de ánimo salí en dirección a la casa de la Marquesa.

                                                  No bien el taxista me dijo que habíamos llegado creí que se había equivocado, yo esperaba una casona con un jardín y una escalinata gótica y grandes ventanales pero estábamos frente a la puerta corrediza  en medio de una valla coronada por rosales, parece que me esperaban porque antes de llegar a llamar, la puerta empezó a deslizarse y por el telefonillo me dijeron…

  • Por la puerta de cristal, por favor.
  • Gracias.

                                                  Un camino con baldosas me llevó a la fachada que era toda de cristal con las paredes lisas blancas, me costó encontrar la entrada porque no se distinguía y me causó la sensación de que se estarían divirtiendo a mi costa al parecer un paleto.

                                                  De pronto una hoja del cristal se deslizó y apareció Cari, iba con un vestido blanco, holgado hasta los pies de inspiración ibicenca, me abrazó como si me conociera de toda la vida y colgándose del brazo me llevó al interior, quedé deslumbrado por lo minimalista que era la decoración o mejor dicho por la ausencia de decoración, seguramente tenía yo más cosas en mi pequeño piso que en aquella mansión, apenas me dio tiempo para fijarme porque entramos en un saloncito en el que nos esperaban tres señoras también vestidas de blanco, eran de la misma edad más o menos y bastante modernas, estaban frente a una mesita en la que un tapete verde y unas cartas revelaban lo que estaban haciendo cuando yo llegué.

                                                  Se levantaron muy educadas al verme y una por una vinieron a saludarme, todas ellas vestían del mismo estilo, vestidos de lino largos hasta los pies con apenas escote pero de un blanco níveo, tenían adornos de puntillas de encaje y hacían un contraste tremendo con su piel morena y que no parecía de rayos UVA, estaba seguro que sería de alguna cala semi secreta de Ibiza, cuando volvieron ordenadamente a sus asientos pude verlas como por rayos X al pasar por el contraluz del gran ventanal de cristal.

                                                  Por las formas del trasluz podía ver que debajo del vestido no llevaban nada, la curva tan delimitada de sus pechos me indicaba que ningún sostén las ceñía y la sombra que traslucía en los pezones me lo confirmaba, para más detalle cuando tensaron la falda para sentarse tampoco marcaba ninguna señal de llevar ni siquiera el hilo dental de un tanga, entre las piernas no se notaba sombra alguna por lo que me aclaraba que, además de no llevar nada, iban depiladas.

                                                  Me saetearon a preguntas, todas querían saber de mi y de mis proyectos y pasada la primera oleada interrogatoria Cari se levantó y fue hacia la cocina, me dejó sólo frente a las tres damas que me volvieron a preguntar pero esta vez de temas más personales, si tenía… pareja, que tendencias tenía para vestir a las mujeres, si prefería a las jóvenes o a las “maduritas”, a cada pregunta me tocaban las manos o los brazos e iban ganando confianza conmigo, al momento volvió Cari, nos giramos todos al verla venir, no llevaba nada en las manos pero andaba de una forma que me recordaba a las modelos en la pasarela, sin duda se exhibía delante de nosotros, al caminar sus caderas ondulaban y las tetas iban de derecha a izquierda con toda libertad.

                                                  El interrogatorio siguió cada vez más íntimo, Cari aportaba algún detalle de su visita a mi taller y sus amigas hacían muestras fingidas de escandalizarse, quizá eso alentaba a Cari a ser más explícita cada vez alabando mi “oficio”.

                                                  Me salvó la entrada de una joven con una bandeja, hasta llegar a nosotros no me fijé en la recién llegada preocupado por atender a las damas, al dejar la bandeja sobre la mesita se inclinó para servirme y me miró.  Quedé paralizado, la joven era rubia casi platino con unos ojos verdes intensos y unos labios finos pero perfilados con un tono rosa pálido, los ojos se adornaban con unas cejas pobladas un poco más oscuras que la melena lacia y debajo de ellas una tenue sombra le daba vida a su rostro, al sonreír para preguntar si me apetecía leche en el té vi el paraíso, tartamudeé y Cari se rió al verme tan azorado.

  • Perdona Carlos, no te he presentado, es Nerea, es la mayor de mis hijas y se parece a mí cuando era joven, como verás es una belleza.
  • Sí, sí, es más que una belleza, creí haber visto un ángel.
  • Jajaja, por lo visto has impresionado a Carlos, salúdale Nerea es mi nuevo modisto.
  • Hola Carlos, encantada de conocerte, me gustó el vestido que te compró mi madre, si fuera de mi talla se lo quitaría.
  • Jajaja y a nosotras también nos gustó mucho.

                                                  La chica una vez servido hizo una simpática reverencia y se marchó, yo tomé el té a la vez que las mujeres, hacía lo mismo que ellas para no desentonar pero al probar el té hice un gesto de extrañeza, era la primera vez que lo probaba y sin azúcar me pareció horrible, aunque habría tomado cicuta si me la hubiera servido Nerea.  No obstante lo terminé pero cuando quisieron que repitiera decliné, Cari me miró extrañada…

  • ¿Qué no te ha gustado cariño?, te pido otro inmediatamente…
  • No, sí, bueno es que yo soy más de café…
  • Haberlo dicho hombre, enseguida te traen café, ¿lo prefieres de Brasil, Colombia o Moka?, te lo puedo ofrecer irlandés, con anís o “carajillo”, lo que prefieras…
  • Gracias, uno sólo y corto por favor.

                                                  Cari salió a la cocina haciendo otra demostración de cuerpo, esta vez de espaldas moviendo las nalgas y la cintura y al momento volvió con los mismos andares, las otras ya la esperaban para que siguiera comentando su visita a mi taller, por el momento Cari se contenía de dar detalles explícitos pero poco a poco iba acercándose peligrosamente a lo que pasó.

                                                  Unos pasos a mi espalda con sonido de tacones me hicieron volver la cabeza, instintivamente salté de la silla y me di la vuelta, detrás de una bandejita de plata venía una figura alta, estilizada como una pluma de pavo real con un vestido largo dorado claro que le cubría hasta los altísimos tacones, el escote por delante le llegaba a la cintura, era estrecho pero mostraba todo el pecho y no las tetas porque apenas tenía pero lo que más me impactó fue su cara, unos ojos negros azabache todavía destacaban de su dentadura blanquísima sobre su piel negra, los labios carnosos pitados de rojo oscuro y un pelo corto ensortijado que enmarcaban los pómulos brillantes, al dejar la bandeja sobre la mesa se agachó ligeramente, me preguntó si quería azúcar, no oí la pregunta porque estaba pendiente del escote que se le había abierto, al contraste de la ventana pude ver unas tetas minúsculas pero puntiagudas, eran los pezones y un poco más, lo ideal para lucir aquella maravilla de vestido.

  • Lo siento Carlos, no te he presentado debidamente, es mi hija Inés.
  • Ya, ya lo imagino, es una diosa entre los mortales…
  • Jajaja, veo que te ha gustado, no me extraña.
  • Carlos, te preguntaba si querías azúcar y cuanto…
  • ¡Oh perdona Inés pero me he quedado en shock admirándote!
  • Ya lo he notado, he sentido el calor de tu mirada debajo del vestido, jajaja.
  • Es que no puedo resistirme a la belleza y tú eres tan bella que me vuelves loco.
  • Mmm, me gusta cómo lo dices, debes de saber valorar las cosas…
  • No lo dudes, me gustaría demostrártelo… te haría el vestido más fabuloso que se haya visto, serías mi musa y te pasearía por todas las pasarelas del mundo.
  • Mmm, veo que mi hija te inspira pero para eso tienes que llegar primero, aunque estoy segura que llegarás, de momento puedes practicar con nosotras porque ya estamos un poco celosas de Inés, jajaja.
  • Lo siento, me he dejado llevar por los sueños, de todas formas me gustaría hacerle algo especial.
  • A mí también me gustaría y te prometo que te visitaré pronto, porque tengo un evento para exhibir un automóvil de lujo en la Feria del Automóvil de Ginebra, me vería mucha gente importante.
  • No deberías hacerlo, porque eclipsarías al coche, jajaja.
  • Jajaja, me gustas Carlos, sabes decir lo que gusta oír.
  • Sólo digo lo que siento, eres preciosa, una diosa de ébano.

                                                  Inés se marchó hacia el fondo y quedé ensimismado mirándola hasta que desapareció, su imagen se me quedó grabada en la memoria, tenía un cuerpo perfecto, estilizado pero perfecto, la cintura, las caderas, los hombros y la cabeza le hacían un conjunto armonioso, me imaginé que las piernas y el vientre serían acordes porque no las pude ver pero no desestimé hacerlo.  Al girarme me encontré con la realidad, las cuatro “maduritas” esperaban a que les llenara de elogios los oídos también y cada una procuraba demostrarme sus “cualidades”, una de ella presumía de culo y procuraba tensar el vestido a cada momento, la marca de las nalgas se le notaban debajo de la leve tela blanca a la vez que otra lo hacía echando los hombros hacia atrás sacando pecho, otra tiraba del estómago para que se notara que sus tetas no caían y se marcaban altas y duras y otra con cualquier excusa nos enseñaba el bronceado de sus muslos hasta prácticamente la ingle tapándose “pudorosamente” para que no se le viera nada porque iba totalmente depilada.

                                                  De la mesita de juego pasamos al salón inmenso donde sólo había un sofá largo y otro haciendo ángulo, una mesita baja y dos cuadros y dos jarrones con flores naturales, las damas me rodearon estrechamente y una a una pidieron opinión sobre qué prenda le iría bien para su tipo, unas a las otras se “criticaban” y sacaban a relucir malévolamente sus defectos para realzar sus virtudes.  Me tocó suavizar unos y otros dándoles soluciones “mágicas”, para ello tuve que demostrarles “in situ” cómo adecuar sus prendas para sacarles el mayor partido, una a una las toqué, las acorté o les ceñí la tela a su cuerpo, apretándoles las tetas o subiéndolas si era necesario, la morena me dijo que los bikinis le marcaban los labios del coño y se subió el vestido hasta la cintura, tuve que disimular pensando en el té para que mi polla no “levantara cabeza” y con un trozo de la orilla de su mismo vestido blanco le demostré cómo podía disimular aquellos labios tan prominentes.

                                                  Una de ellas ya descaradamente me dijo que su problema eran los pezones que se le marcaban demasiado al menor roce y sin más se subió el vestido hasta quitárselo por la cabeza, verdaderamente tenía un cuerpo muy deseable para su edad pero me contuve de chuparle las tetas delante de todas y le aconsejé que se pusiera una doble tela a forma de pezonera. 

                                                  Ya no sabía que inventar ante el acoso de las cuatro cuando sonó el teléfono, era el marido de una de ellas que venía a recogerla y de paso se llevaría a las otras, cuando llegó en pocos minutos me estrechó la mano tan fuerte que casi me la destroza y me invitó a llevarme al centro, yo vi mi balsa de salvación y acepté encantado no sin antes prometerles volver para tomar el té (o café)…

Continuará.

Agradezco sus valoraciones y comentarios.

Gracias.

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