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Me hicieron creer que era afeminado. (8)

en Amor filial

                                                  Me levanté temprano, tenía el trabajo atrasado y quería ponerme al día con el encargo de la sotana me había quedado rezagado, ya prácticamente tenía acabado el vestido de Merche pero no quería demostrarle que quería volver demasiado pronto y lo dejé colgado en la percha, el de la madre de Cintia también estaba adelantado y el de su hija preñada un poco más atrasado por lo que quería llevarlos los dos juntos.

                                                  Me encontré en un momento en que no tenía demasiada urgencia por ninguno hasta que me acordé de Jacinta la mujer del jefe de policía y de la chica que los cuidaba, subí la cuesta con los vestidos y tuve la suerte que no estaba en casa su marido, les había avisado y me alegré, cada vez que veía a aquel hombre me temblaban las piernas en cambio su mujer era todo lo contrario.  Me recibió en la puerta Olivia, al no estar su jefe iba vestida con una camiseta y una falda corta por encima de la rodilla y nada más cerrar tras de mi me abrazó en el pasillo, me empujó contra la pared y me besó, sus labios tan juveniles me supieron a gloria, eran tan carnosos y tiernos que al meterle la lengua entre ello daba tanto placer como los que tenía verticales. 

                                                  El beso fue largo pero me repuse y entonces por respuesta la empujé contra la pared de enfrente, la chica saltó y me rodeó la cintura con las piernas envolviéndome la cabeza con sus brazos, mis manos fueron a sus nalgas para sujetarla, me sorprendió gratamente cuando los dedos se me entrelazaron debajo del culo de Olivia, la chica no pesaba apenas porque se sujetaba bien y yo pude agarrarla cómodamente, en el culo no encontré las bragas que acostumbraba a ver y con uno de mis dedos probé a buscarlas, no encontré tejido alguno sino más bien calor y humedad.  

                                                  Olivia al sentir como mi dedo exploraba entre sus labios, dio un chillido riéndose a carcajadas, por la puerta del cuarto de Jacinta asomó la mujer del poli, llevaba un batín de seda y sonrió al vernos, íbamos de pared en pared dándonos besos.  La chica intentaba evitar sin mucho empeño que mi dedo hurgara en su coño y lo pude enterrar hasta la palma de la mano y, cuando llegamos a donde esperaba Jacinta, dejé bajar a Olivia, la señora reía al imaginar lo que estaba pasando y antes de que me diera cuenta me había cogido la mano y había chupado mi dedo húmedo.

                                                  Me abrazaron entre las dos, a la vez que me metían en la habitación, una por detrás y otra por delante soltaron los pantalones y la camisa a lunares de mi madre, el pantalón les costó sacarlo porque me venía pequeño, me empujaron a la cama y estiraron las dos de cada camal hasta sacarme calzoncillos, pantalón y hasta calcetines y zapatos.  Al notarme desnudo completamente algo me avergoncé pero me duró poco porque Jacinta se quitó la bata y se igualó a mí y entre los dos despojamos a Olivia de lo poco que llevaba.

                                                  En principio no sabía por dónde empezar, las chicas reían y se miraban picaronas y cuando me iba a decidir con cual empezaba, las descubrí sobre la cama, Jacinta estaba sobre Olivia, le estaba comiendo el coño tierno dejándole caer sus tetas sobre su ombligo, Olivia no perdía el tiempo porque tenía su cabeza incrustada entre las piernas de Jacinta, las dos se mamaban los coño con avaricia entre gemidos, me puse como un toro, la polla saltaba pidiendo guerra y no me decidía por cual agujero meterla, lo dejé pendiente y al ver el culo de Jacinta abierto me uní a Olivia y a la  vez que ésta le lamía el clítoris yo le chupaba el ano, Jacinta no se concentraba en lamer entre las piernas a Olivia y se corrió al instante, la joven recibió la espuma blanca que manaba del coño de Jacinta y le ayudé, nos dimos un beso en el que intercambiamos fluidos.

                                                  Jacinta cayó rendida sobre Olivia, le aplastó las tetas contra ella pero Olivia rodó y cambió de posición quedando sobre Jacinta, la seguía lamiendo, a bajo ritmo pues estaba desmadejada pero cambié de rumbo y pasé detrás de Olivia que mantenía su culo elevado, vi lo mojado que tenía el coño de mis caricias anteriores y me vino de perlas, le di una pincelada con la polla y en el centro atiné, no fue una entrada brusca pero si continua, no paré hasta que no quedó nada por meter, Jacinta se recuperó lo suficiente para sacar la lengua y lamer el coño que tenía arriba a su alcance. 

                                                  Cuando la chica se corrió no quiso evitar la oleada de flujo que recibió en la cara, yo tampoco estaba para perder tiempo y seguí bombeando hasta el último momento, aunque en el bolsillo llevaba dos condones que había previsto al salir de casa, Jacinta veía sobre su frente como mis huevos pegados a la polla se balanceaban y al ver que se comprimían adivinó lo que iba a pasar, esperó a que me quedara quieto y noté como me palpitaban las venas, esperó a que sacara la polla, no quería llenar a la chica y me encontré la boca de Jacinta abierta, cambié de hueco y me vacié en su culo sin remordimientos.

                                                  A la chica joven le afectó más el orgasmo que a Jacinta y quedó desparramada sobre la sábana.

  • Yo también quiero de esa medicina Carlos.
  • Uf, Jacinta, me he vaciado en Olivia, no sé si podré cumplir contigo.
  • Estoy segura que sí, de todas formas cuenta con mi ayuda.

                                                  La mujer del poli se arrodilló sobre la cama entre mis piernas, con las dos manos atrapó la polla fláccida la enderezó y lamiendo con la punta de la lengua el frenillo del glande consiguió lo que yo creía imposible, al tenerla ya a su gusto dio un grito de triunfo y se tendió a mi lado para que yo me subiera sobre ella.

  • En mi coño Carlos, quiero tu leche en mi coño.

                                                  Del pantalón saqué un condón y con los dientes rasgué el sobre me lo puse con una mano a la vez que pellizcaba el pezón a Jacinta, noté algo raro pero por la tensión del momento no me fijé, pero por el gemido que dio sospeché que había pasado algo fuera de lo común.

  • Lo siento Jacinta si te he hecho daño, me habré puesto mal el condón.
  • Nooo Carlos, nada de eso es maravilloso sigue así, muévete.

                                                  Seguí moviéndome y la mujer se deshacía gimiendo y estirándose las tetas, me intrigó y saqué un momento la polla, quedé alucinado, del condón salían unas protuberancias flexibles que pulsaban los pliegues de la vagina de Jacinta y la elevaban al cielo, ya sin miedo volví a hundirme y no tardó en agarrase a la sábana.  Olivia la vio tan apurada que acudió a consolarla pero Jacinta se abrazó a ella para compartir su orgasmo, las dos se fundieron en una serie de besos y caricias que me aceleraron el ritmo, me pude aguantar más de lo que creía porque hacía poco que había eyaculado pero el final no podía ser otro, y tras varias clavadas rápidas quedé tenso dentro de Jacinta.

                                                  Llené el preservativo hinchándolo hasta media polla y sujetándolo para no perderlo adentro me salí, quedé exhausto y sólo tuve fuerzas para mirar el envoltorio, decía que eran de “máxima sensibilidad”, sin duda mi abuela había pedido que fueran surtidos.  Olivia como recompensa  levantó el condón a la luz, ella tampoco había visto nada semejante pero como si fuera una copa de champan puso los labios en el borde y apretó desde abajo, de un sólo trago se lo tragó.

                                                  Al rato de estar los tres sobre la cama acariciándonos y riendo saqué los vestido de las chicas, a Jacinta le gustó el suyo, en apariencia era tan pudoroso como le exigía su marido pero el escote se abría con unos corchetes invisibles y podía escotarlo lo que quisiera, ya estaba terminado y el de Olivia también le gustó.  Era muy juvenil pero me dijo que sólo lo usaría cuando saliera a la calle para no provocar la lujuria del amo.

                                                  Íbamos a comenzar otra sesión de sexo cuando un coche paró en la puerta, unos fuertes golpes en el marco urgieron para que abrieran al grito de “Abran somos la policía”, nos asustamos todos y Jacinta se puso la bata de seda mientras que Olivia y yo desnudos cogimos nuestra ropa y nos escondimos en la habitación de la chica, la mujer del jefe abrió temiéndose lo peor pero nada más abrir sin pedir permiso ni explicaciones irrumpieron dos policías gigantes y corpulentos, yo temblaba en mi escondite igual que la chica mirando por la rendija de la puerta, entre los dos policías iba colgando de sus hombros el jefe, borracho hasta perder el conocimiento.  

                                                  Jacinta apurada les indicó el cuarto de invitados y lo dejaron tirado sin siquiera quitarle los zapatos, luego sin decir ni adiós se fueron dando un portazo, Jacinta nos dijo que ya no había peligro, estaba inconsciente y tardaría en despertar, en la habitación de Olivia nos abrazamos, la mujer se había abierto la bata para sentir nuestros tres cuerpos desnudos, nos besamos y prometimos que volveríamos a vernos pronto, lo de los vestidos podía prolongarse en el futuro.

                                                  En la cena las caras eran un poema, mi madre con la mirada baja estaba triste se le notaba todo el día, mis primas la mayor estaba ensimismada mientras que Alicia era un torbellino, Julia mi tía se movía de aquí para allá sin dejar de provocarme a la menor ocasión y me abuela nos miraba a todos con su sabia dulzura.

                                                  Me fui a mi habitación y me puse a coser o eso quería pero me dio un bajón de moral, dejé todo y miré a mi alrededor, el calendario lleno de apuntes, las perchas, los montones de retales y mi cama vacía, se me llenaron los ojos de lagrimas, pensé en lo que tenía, me di cuenta de lo que valía todo aquello las personas, el trato, todo el mundo giraba a mi alrededor y en cambio yo sólo hacía que recibir, incluso el dinero que me iba ganando me lo quedaba yo, no admitían nada para que yo triunfara y yo no aportaba nada.  

                                                  Me acordé de mi madre, de cómo había salido llorando de mi habitación decepcionada, había venido adrede para ayudarme, hacía cualquier cosa por mí y yo la había despedido como si nada, los ojos me escocían cuando salí de mi habitación pasé por el pasillo y oí los ruidos tantas veces oídos, mi abuela roncando, mi tía suspirando, mis primas seguramente estudiando y mi madre…  no lo pensé dos veces y abrí su habitación, no se veía apenas un bulto en la penumbra, pensé en mi abuela y en mi tía y pasé al lado vacío de la cama y me escurrí adentro.

                                                  Estuve quieto pensando que a mi lado estaba mi madre hecha un ovillo, notaba su respiración su tibieza y me acurruqué pegado a ella, tardó en darse cuenta pero cuando me notó se sobresaltó.

  • ¿Quién es, que pasa?
  • No pasa nada mamá soy yo, Carlos.
  • ¿Estás enfermo o tienes fiebre?
  • No tranquila sólo quiero peguntarte algo.
  • Dime hijo, dime.
  • Mamá quiero pasar la noche contigo.
  • ¿Qué dices Carlos, la noche conmigo… porqué?
  • Porque te quiero y siento que no me he portado bien contigo, me he alejado un poco de ti.

 

                                                  Mi madre me abrazó llorando, me estrujó como si fuera un peluche y de pronto se paró en seco.

  • Pero hijo… si… ¡estás desnudo completamente!
  • Claro, por eso quiero pasar la noche contigo, tú haces todo por mí y yo quiero hacer lo que pueda por ti.
  • Hijo… ¡qué emocionada estoy, claro que quiero que estés conmigo!
  • Gracias Teresa, esta noche no quiero ser tu hijo, quiero ser simplemente Carlos para ti, tú serás Teresa para mí.
  • Lo que tú digas Carlos.

                                                  Mi madre no sabía qué hacer ni yo tampoco pero recordé a mi abuela, a ella le gustó que le tocara primero las tetas y eso mismo hice yo, acerqué las manos a las tetas de mi madre.

  • Mmm, tus tetas Teresa, mi sueño dorado… ¿me dejas tocarlas?
  • Claro Carlos, son tuyas.

                                                  Mi madre iba con el camisón pero al pedirle las tetas se incorporó y se lo sacó por la cabeza, ya no se tapó con la sábana y dejó su par de redondas tetas a mi disposición, me incorporé sobre ella y las chupé, después de acariciarlas en su redondez.  Teresa notó mi polla rozándola y la cogió con suavidad a la vez que abría las piernas, fui subiendo por ella hasta quedar encajado entre los muslos. 

                                                  Mi madre suspiraba al notar que me aproximaba a su sexo pero no podía ni quería evitarlo y cuando estuve sobre ella me buscó la boca y me besó, no era el beso de una madre, era el beso de una mujer que quería dar y recibir amor y allí estaba yo para eso, yo dudaba pero con las manos en mis nalgas me atrajo y me deslicé dentro de ella, el calor de su coño me invadió, gimió de placer y de satisfacción de tenerme sobre ella y con ella, me llenó de besos susurrándome.

  • Así Carlos así, ya estás adentro de mí ahora, hazme tuya quiero tu polla, quiero que me folles hasta quedar rendidos, esta noche es nuestra.

                                                  Nunca había oído hablar a mi madre como una mujer pero eso era lo que yo quería, estaba con una mujer que quería y deseaba hacerla feliz.  Me moví lentamente tan lentamente que Teresa se acoplaba a mí para que pudiera entrar en ella lo más posible, pasada ya la primera sensación cariñosa ahora queríamos placer y Teresa levantó las piernas y las apoyó sobre mis hombros, el culo se elevó y todavía pude clavarme más en ella, le cogí las tetas y las amasé, los grandes pezones me recordaron por un momento a los de Alicia pero aquellos eran de mujer, estaban maduros, raspaban el paladar al chuparlos, a la mínima insinuación mi madre cambiaba de postura y como yo quería se puso a cuatro patas.  

                                                  Follamos como locos, para descansar me puse detrás haciendo la cucharita y ella levantó la pierna para que me cruzara haciendo la tijera, el vello de los dos se mezcló al enterrar mi verga hasta los huevos y Teresa me acariciaba con cada nueva postura.

  • Carlos, que placer, cuánto tiempo deseándolo, me gusta tu polla, desde que me la metí la primera vez no he dejado de soñar  con éste momento, ahora ya es mía la tengo para mí sola aunque sea por una noche.
  • No Teresa, no será sólo esta noche, habrán muchas más noches.
  • ¡Qué feliz me haces Carlos, fóllame sin freno, córrete cuando quieras y dónde quieras!
  • Esta noche vamos a hace el amor por todos lados, te lo prometo.
  • ¡Hacer el amor!, cuánto tiempo sin oír esa palabra y tú lo elevas a la máxima categoría.

                                                  Teresa no aguantó mucho por lo menos la primera corrida, se abrazó a mí como si fuera la tabla de salvación y no me soltó hasta que su corazón volvió a latir a un ritmo casi normal, me clavó los pezones en el pecho, no sabía qué hacer para que gozara más de ella.

  • Mi culo… ¿te apetece mi culo Carlos?
  • Claro, de ti me apetece todo Teresa.

 

                                                  Ya no tuve que decirle nada, sacó de su mesita un tubo de crema y me untó la polla bien y lo dejó.

  • ¿Qué tú no te lubricas Teresa?
  • No amor, quiero sentir tu polla al natural, quiero que me partas el culo en pedazos.
  • ¿Entonces para qué me has puesto a mí?
  • Para que no te irrites y sigas metiéndomela por donde gustes.

 

                                                  No le vi la cara cuando se la hinqué de rodillas en la sábana pero vi que agarraba la tela y la arrugaba y no dijo nada, sólo un suspiro largo cuando le llegó al fondo del recto.

  • ¿Dónde quieres que me corra Teresa?
  • Elígelo tú, soy toda tuya, mi boca, mi culo, mi sexo… o mis tetas, lléname de leche Carlos.

                                                  Estuve pensándolo un minuto, la ofenda era tentadora pero quise correrme en misionero, mirándole la cara, viendo la expresión de felicidad y de placer a la vez, Teresa me regaló otro orgasmo a la vez que yo la llenaba de semen.

                                                  Caímos rendidos abrazados y sin darme cuanta me dormí con su olor a sexo y amor, cuando me desperté no había amanecido aún pero mi madre ya había empezado la segunda ronda.  De rodillas a mi lado se ocupaba de levantarme la polla otra vez y no le costó mucho, al notar que me había despertado me lamió los huevos y pasó una pierna sobre mí, el olor de su coño no se parecía a ninguno, su hermana era diferente y su madre también, de mis primas ni lo cuento, son mucho más suave pero Teresa, olía a mujer ardiente, no me lo había planteado nunca, desde que había enviudado no había follado y para ella era un sacrificio enorme que había hecho por mí.

                                                  Me abracé a sus caderas y ella fue separando las rodillas hasta descansar sus labios mojados con los de mi boca, lamí desesperadamente el clítoris y los labios menores a la vez que me llenaba la boca de la espuma que manaba, mis dedos taponaron su culo y ella hizo lo mismo conmigo, estallamos en una corrida mutua explosiva y nos quedamos cruzados sobre la cama, ya amanecidos la rocé y me incorporé sobre ella.

  • Teresa, la noche se acaba pero nuestro amor no, quiero follarte otra vez.
  • Si cielo, me arde el coño ya.

                                                  Se puso abierta con los brazos en cruz y caí sobre ella, cogiéndole las tetas y besándonos nos volvimos a correr, la cama estaba llena de manchas cuando me levanté.

  • No te preocupes, las tengo que lavar yo.
  • Hasta luego Teresa.
  • Nos vemos en la cocina amor.

                                                  Al entrar a mi habitación deshice la cama un poco por si entraba alguien, fue buena idea porque al rato entraba mi tía ofreciéndose para lo que quisiera, me levanté de un salto y delante de ella me vestí, Julia aún aprovechó para arrodillarse delante de mí y darle unas chupadas a la verga caída.

  • Mmm, a esta polla le hace falta un rato de atención.
  • No creo pero me lo debes Julia.

 

                                                  Me decidí después de un buen almuerzo, en la mesa competían Julia y Teresa, las dos hermanas estaban pendientes de mi y entre las dos me hincharon a comida, me dispuse a volver a la iglesia, cuando lo dije en la mesa todas me miraron cada una con una cara pero la más beatífica era la de mi abuela, llamé por teléfono antes de ir y Juana me confirmó que a las cinco era buena hora su hermano habría dicho ya él rosario y estaría en su cuarto y que podía entrar por la puerta disimulada que había en la sacristía.

                                                  Nos sentamos a comer, mi madre estaba pletórica, mi tía en su línea, enseñándome las tetas a cada momento y cuando iba a la cocina y nadie la veía más que yo levantaba el delantal y me enseñaba que no llevaba bragas debajo de la falda, mi abuela les preguntó a mis primas cómo llevaban las clases y ellas contestaron a dúo.

  • Muy bien abuela, de maravilla.
  • ¿Seguro?, mirad que lo preguntaré a la profesora que viene a comprar todos los días el pan.
  • Bueno… regular.
  • Ya sabía, seguro que mal.
  • Carlos, ¿tú podrías ayudar a tus primas a estudiar?
  • Abuela si yo no he ido a escuela más que lo justo.
  • Pero tú sabes lo principal enseñarles a estudiar, poner interés y aplicarte.
  • Vale abuela, lo haré por ti.

                                                  Seguí todo al pie de la letra, la iglesia estaba sola con alguna vela encendida y pasé a la casa abadía, en la habitación del cura no se oía nada y seguí, al fondo me esperaba Juana, nada más entrar cerró la puerta y por un momento me acordé de la visita anterior del cambio de carácter de Juana aunque luego se aclaró todo, ahora ya iba preparado y llevaba dos preservativos “de castigo” en el bolsillo, la mujer esta vez no se fue por las ramas y me dio el metro para que terminara de tomar medidas, se quitó el jersey y la camisa, el sujetador había desaparecido y la falda cayó a sus pies pero lo que más me llamó la atención fue al ver su rostro.

                                                  Juana se había pintado los labios y sombreado los ojos, estaba bonita, no se parecía a la otra que conocí dándome tortas, las tetas una vez libres del cilicio que las martirizaba aparecían erguidas y desafiantes y el triángulo piloso de su entrepierna se veía recortado perfectamente, dio una vuelta en redondo para que la viera por todo los lados, hasta el culo me pareció más alto y redondo y se había puesto unas medias con bandas elásticas.

  • ¿Por dónde quieres empezar a medir?
  • Perdona pero traigo mi metro

 

                                                  Abrí los pantalones y me saqué la verga, no pudo evitar mirarme con lujuria pero cuando ya se iba a arrodillar frente a mí la cogí de los pezones y la levanté.

  • Creo que ya es hora de que dejar de arrodillarte, por lo menos frente mí.
  • A Juana le gustó y fue retrocediendo hasta su cama, se echó hacia atrás y abriendo las piernas me llamó con los dedos.
 

                                                  Salté sobre ella y la cama chirrió, la mujer estaba hambrienta de sexo  me cogió la polla y se la llevó al coño, incluso la embutió queriendo que la penetrara enseguida, lo hice pero a mi manera, se la hice desear, le pasé la polla por los labios de arriba abajo rozándole el clítoris, me rogaba y suplicaba que se la metiera pero no quise, el clítoris estaba tan salido que me enganchaba al pasar y me preguntó desesperada.

  • ¿Por qué no me la metes o es que prefieres primero mi culo?
  • Shhht, ahora mando yo ¡levanta las piernas!

 

                                                  La chica levantó obediente las piernas y seguí “pintándola” desde el pubis hasta la rabadilla, el agujero del culo se abría y cerraba queriendo llamar mi atención  pero preferí meterla primero por el coño.

  • ¡Aaaah por fin, que gusto, cómo siento tu polla dentro de mí!
  • Gózala ahora que puedes, es toda para ti.
  • Gracias Carlos, y pensar que te dije aquellas barbaridades…
  • Olvídalo y mueve el culo.

                                                  Juana se retorcía para que yo estuviera presionando contra ella, quería notar en su matriz el capullo chato y lo conseguía, se corrió con un grito de placer que inundó la habitación pero no paró de moverse, quería recuperar el tiempo perdido, yo me preparé el condón rugoso, sabía que iba a ser lo máximo para Juana y ya lo tenía listo en la mano cuando la puerta se abrió y apareció una figura enorme vestida de negro, era la sotana mía, a mí se me nubló la vista pero a ella debió helarse la sangre porque no pudo ni gritar, la voz del hombre resonó como un trueno.

  • ¿Qué haces Juana, quien es este hombre?
  • ¡Ooooh, señor… párroco!, es…  Carlos… mi modisto.
  • ¿Cómo señor párroco?, soy tu hermano Pedro imbécil.
  • Perdona Pedro, ¿cómo estás levantado?, te vas a poner peor de la depresión.
  • Ya no tengo depresión, me he dado cuenta que estaba aburrido de tanta monotonía, el otro día os oí follar y estuve pensando que debía sobreponerme y con voluntad lo he conseguido, ya está bien de pastillas.
  • ¿Y… que vas a hacer hermano?
  • ¿Qué voy a hacer?  Mira.

                                                  El hombretón casi tapaba la puerta pero entró y cerró, la tira de botones que le había cosido yo llegaba casi hasta el suelo pero el sólo despasó ocho o diez y de adentro sacó una polla enorme junto a los huevos, su hermana abrió los ojos como platos y yo también, nunca había visto una polla más que la mía y sabía que era grande porque me lo decían pero aquella era enorme, algo más corta pero el doble de gruesa y además estaba operado o circuncidado, qué se yo pero tenía un glande puntiagudo como un fresón, avanzó hacia nosotros y retrocedí.

  • Gracias chico, ahora me toca a mí.
  • ¿Qué vas a hacer Pedro?
  • Ya lo verás y no me llames Pedro, siempre me llamabas Pedrín cuando jugábamos a médicos de críos Juanita.
  • Espera, con esa polla no te me acerques, de pequeños la tenías normal.
  • Pues ya me ves he crecido en todo, tú tenías un coñito pelado y rosado y ahora tienes un hucha peluda para llenar, como a mí me gustan.

 

                                                  El cura tenía las ideas claras, terminó de abrir la sotana, estaba cubierto de vello casi como un oso y ocupó el lugar que había dejado libre y sin contemplaciones le metió la polla gigante a su hermana que todavía tenía las piernas abiertas de par en par.

  • Vamos chico, puedes colaborar, aquí hay agujeros para los dos.
  • Lo que diga señor párroco.
  • Nada de eso, Pedrín a secas y métesela ya, donde quieras, en la boca o el culo pero el coño es mío, por lo menos de momento.

 

                                                  La hermana acusó la barra como el antebrazo del cura pero le entró, ya estaba mojada y no fue difícil.

  • ¡Ooooh Pedrín que polla tienes y no me habías dicho nadaaa!
  • Ni tú tampoco que tenías este coño tan bueno y estas tetas para morderlas.
  • Es que con sotana…  ¿Quién iba a pensar?…
  • Y tú con hábito o con esa ropa gris, ¡toma polla Juanita…!
  • Me vas a partir bruto.
  • ¡Venga Carlos anímate!, espera que te la ponga en posición y se la metes por el culo, sé que le gusta.

                                                  El gigante levantó a Juanita como una pluma y se la echó encima dejándome al aire su culo, se le veía al coño dilatado admitiendo aquella monstruosidad pero no se quejaba, me acerqué y subí a la cama, poniendo las piernas entre las de los hermanos me dejé caer desde arriba metiendo la polla de un golpe.

  • ¡Aaaaag, por el cielo entero no me folléis los dos a la vez, de uno en uno!
  • Cállate, sé que te gusta y a mí también.  Dale Carlos.

                                                  Juanita se corrió entre las dos pollas, yo notaba pasar aquella barra al lado del culo, sólo separados por el leve conducto parecía un autobús, entraba y salía con un vigor envidiable, aún estaba la chica acusando su orgasmo moviendo las piernas y los brazos entre nosotros dos cuando el cura la elevó con facilidad.

  • Ahora cambiamos, Carlos tú ahora en el coño, yo voy a probar ese culo.
  • Por favor Pedrín el culo no, no voy a poder sentarme en meses.
  • Seguro, porque te voy a estar follando todos los días, desde hoy vas a dormir conmigo en mi cama.
  • ¿De verdad? Ooooh sííí, me gusta Pedrín.

                                                  Tumbado de espaldas en la cama Pedrín sujetaba a su hermana cogiéndole las tetas por detrás, y frente a mí las piernas abiertas de Juanita con los labios del coño enrojecido, me puse el condón de “castigo” y se la metí, la chica notó a los dos entrarle a la vez y le llenamos pero yo le hice más efecto.

  • Otra vez, me voy a correr otra vez, no paréis, por favor, Carlos me estás llevando al cielo.
  • ¿Y yo no, perdida?
  • Sííí  pero no es igual, contigo no puedo ni respirar pero me gustaaa.
  • Ya lo sé y me voy a correr en tu culo, ya verás.
  • Sí en el culo sí…  Córrete hermano.
  • ¿Te sobra otro condón como ese Carlos?
  • Sí, tengo otro.
  • Pues déjamelo para esta noche no quiero preñar a mi hermana, no me faltaba más que eso.

 

                                                  Sacamos la polla el mismo tiempo después de llenarle el cuerpo de leche y la chica se sintió vacía pero satisfecha, el hermano se quedó tumbado en la cama con la polla caída sobre el muslo, le salía por un lado, mientras yo le tomaba medidas en el pecho y la cadera de la hermana.

  • Buenas tetas y culo ¿eh?
  • Si, esta para follarla otra vez.
  • ¿Para qué crees que estoy esperando que termines?

                                                  Recogí mi ropa y mis medidas y me dispuse a salir, la hermana estaba cabalgando al cura y él desde abajo me dijo riendo.

  • Ya verás que estragos hago a partir de ahora con las beatas que vienen a confesarse.

                                                  Salí por la iglesia como había entrado unas mujeres ya estaban haciendo cola en el confesionario y las compadecí.

                                                  Cuando entré en la habitación de mis primas por la noche ya todas dormían menos ellas, me estaban esperando con los libros en las manos, de Cris no me preocupé pero de Alicia si y miré que leía, entre las hojas tenía la foto de la pareja follando y se la rompí.

  • Alicia ¿no te dije que no quería que tuvieras eso y me dijiste que la devolverías?
  • Perdona pero era mía, me la dieron en clase.
  • Pues no te hace falta ya, así que a partir de ahora todo va a cambiar, yo no sé nada de matemáticas ni de gramática pero si sé que hay que trabajar con interés para conseguir algo en la vida. Ya sois mayores, sois mujeres, lo sé porque os he desvirgado yo y eso tiene mucha importancia, eso da responsabilidad, así que a partir de ahora ayudareis en casa y os portareis como mujeres y en clase no os digo nada… quiero sobresalientes en todo o casi.
  • Te lo prometemos Carlos, nos has dado una lección, te hemos entendido, creíamos que nos ibas a dar clase pero esta ha sido una buena charla pero como tú has dicho… ya somos mujeres y…
  • ¿Qué es lo que queréis?
  • Queremos follar contigo las dos a la vez.

                                                  Se me echaron las dos encima riendo y desnudándome a fuerza de tirones, yo evitaba sin mucho empeño que lo hicieran pero mis manos acudían a las tetas y las entrepiernas de las dos chicas.  Cris se había despabilado mucho y había imitado a su hermana esperándome sin bragas ya, pude meter el dedo pulgar y el corazón en el culo y el coño de cada una de ellas para que me dejaran, se quedaron inmóviles esperando hasta que Alicia saltó y se apoderó de la polla, las dos riñeron por ella y la mayor ganó la partida dejándose caer sobre ella, me gustó sentir la estrechez de Cris, estaba tierna como una paloma y se la metía toda como una mujer adulta.  Alicia sabía mi debilidad y me puso sus tetas en la boca, me acordé de mi madre y Cris lo notó.

  • ¿Qué te pasa Carlos?  Se te ha puesto la polla más dura y gorda.
  • No te preocupes y fóllame tú.
  • Eso no lo dudes primo.
  • No me llames primo, me llamo Carlos.
  • Cómeme las tetas Carlos, jajaja. -dijo Alicia-

                                                  Mis manos no dejaban las tetas de Cris y sus pezones y el coño de Alicia, era una gozada enredar mis dedos en los pelos ensortijados de la chica, de paso le acariciaba el clítoris haciéndola saltar de gusto.

                                                  Alicia se corrió en mi mano y me llenó de flujo la palma.

  • ¡Bébetelo Carlos!
  • Carlos ¡me voy a correr también! -dijo Cris-
  • No te preocupes puedes hacerlo, luego te sigo yo.
  • ¿Te vas a correr dentro de mí por fin?
  • Si pero con este condón que he traído para ti.

                                                  Fue un gran placer soltar toda la carga dentro de Cris, era como una mujer mini, sabía manejar los músculos vaginales casi como su madre y me hizo una demostración que me desarmó.

  • ¿Has disfrutado Carlos?, yo sí lo he hecho, me ha encantado sentir tu leche caliente, aunque me habría gustado más sin el condón.
  • Por ahora tendrás que conformarte con él y no se te ocurra hacerlo de otra manera que te conozco.
  • Ya lo sé Carlos.
  • Ahora me toca a mí Cris, tú ya has disfrutado.
  • Me estaría siempre así, con él adentro.
  • Ya lo sé pero no debes ser acaparadora y menos con tu hermana pequeña.

                                                  Alicia sabía cómo ponerme la polla dura y no dejó que decayera del todo, tenía el arma secreta de sus tetas y me puso las dos abrazando la polla, pasaba los pezones sobre al glande y lo hacían vibrar, tenía la idea fija y no perdió el tiempo al notar que ya se mantenía vertical se puso a cuatro patas, ella prefería que se la metiera por detrás y que le cogiera las tetas colgando, me puse el condón de primeras para evitar que algún “bichito” de la anterior eyaculación se le colara por donde no quería y lentamente empujé.

  • Mmm, Carlos, no es lo mismo, te noto duro pero el tacto no es tan caliente.
  • Ya lo sé Alicia pero es seguro, piénsalo para tus próximas ocasiones, vale la pena sacrificarse pero trataré de compensarte en algo.

 

                                                  Bajé la mano entre sus piernas, el clítoris no era tan desarrollado como el de Cris pero estaba tan duro como el de su hermana, lo acaricié con dos dedos y con la otra mano el pezón, fue un trabajo conjunto que a Alicia le supo a gloria, la chica se culeaba buscándome y se apretaba contra mí en cada contacto, subió el pie para que pudiera acoplarme mejor entre sus nalgas y me incrusté entre sus labios.

  • ¡Aaaag, Carlos así, sí sigue así!…
  • ¿Te gusta cómo te acaricio?
  • Sí, me encanta me voy a correr pronto lo siento venir.
  • Córrete sin miedo luego te alcanzo.

                                                  Lo hice como se lo había prometido, empezó ella pero no había terminado de estremecerse cuando le descargué la andanada de semen, el condón hizo su labor y retuvo todo lo que salió de mi polla y al sacarla ella misma se sorprendió.

  • ¡Vaya lechada Carlos!, no me había imaginado que te saliera tanto cada vez, ¿me dejas que me la beba?
  • Claro Alicia, ha salido para ti y por la boca no te sentará mal.

 

                                                  Alicia ya sabía cómo hacerlo y se metió el anillo en la boca y presionó la punta como un tubo dentífrico, caímos los dos al lado de Cris, miré el reloj ya eran casi las dos de la madrugada, me puse el pijama y me despedí de ellas, me acompañaron a la puerta de su habitación y antes de salir me rodearon pegando sus cuerpos al mío y me dijeron al oído.

  • Gracias por tu clase, hemos aprendido mucho, te haremos caso y desde hoy somos tus mujeres.

                                                  Me lo demostraron pegándome sus tetas contra mí, Alicia con sus redondeces y Cris con la punta de sus pezones, me acosté en mi cama con la esperanza que mis primas tendrían palabra y cumplirían lo prometido.

                                                  Me lo demostraron a la mañana siguiente, se levantaron pronto y ellas mismas se prepararon los desayunos, eran la primera vez que lo hacían y cuando salieron de su habitación ya la habían dejado arreglada, mi tía las miró asombradas pero mi abuela me miró a mí, sabía que mucha culpa del cambio la tenía yo, después de comer las chicas recogieron la mesa, hasta mi madre alucinaba pero no dijo nada, mi abuela ya me esperaba en su habitación, debajo de la sábana ya estaba preparada para oír mi relato en la iglesia y mi “lección” a la chicas.

                                                  A  Antonia le debía la explicación de la tarde anterior con Juana, suponía sin dudarlo que habría follado a Juana y que después de todo no la habría tratado mal pero lo que no podía imaginar el giro que había dado la visita, cuando le dije que el cura había entrado en medio de la follada y que se había quitado la sotana enseñando…

  • Sí abuela sí, tócame el brazo, desde el codo hasta la muñeca.
  • No es posible.
  • Lo que te digo, una polla enorme casi tan larga como ésta pero mucho más gorda y sin prepucio.
  • Caray, me habría gustado veros.
  • Te habría gustado esa verga abuela, te habría llenado más que yo.
  • No digas eso cariño, el tamaño no es lo más importante, con la tuya ya voy servida y aunque tuvieras la mitad también, lo importante en la intención, las vaginas no son tan hondas pero se adaptan y si te gusta lo que te entra eres la mujer más feliz del mundo.

                                                  Antonia me lo demostró subiéndose sobre mí metiéndose la polla y desde su asiento me dijo que siguiera contando a la vez que se movía lentamente.

  • Estábamos acojonados abuela, no sabíamos qué iba a pasar, esperábamos que se desataran las iras del cielo pero no, lo único que me pidió era que le dejara el coño de su hermana, fíjate, lo contento que me eché a un lado y lo asustada que estaba Juana al verlo ir hacia ella con la porra balanceando, aunque se lo rogó y lloró el cura no se amilanó y se la estacó hasta las bolas, tras un momento de adaptación a Juana ya no le pareció tan mal y hasta le supo a poco, me invitaron a unirme y Pedro me ofreció el culo de su hermana, no te puedes imaginar la sensación de notar la polla de un hombre de ese tamaño pasar por al lado de la mía y lo más gracioso es que dijo que sería su compañera de cama a partir de ya.
  • Vaya con los hermanos, ¿qué no se conocían de antes?
  • Parece que de pequeños jugaron mucho a los médicos y se habían tocado los genitales pero desde entonces cada uno había ido por su camino.
  • Genial, si ellos se entienden… y…  ¿Qué ha pasado con tus primas que no se reconocen hoy?
  • ¡Ah! nada, sólo les expliqué un poco lo que entiendo que deben hacer, ya son mujeres y no deben actuar como niñas.  ¡Me pusiste en un aprieto cuando dijiste que les diera clase, si yo no tengo estudios!
  • Jajaja, ya lo sé pero tienes la escuela de la vida que es la que vale, confío en ti pero quiero que me aclares eso de que ya son “mujeres”…
  • ¿Qué quieres que te diga abuela?… pues eso… que ya son mujeres.
  • ¿Quieres de decirme que… ya son mujeres?  Bueno mejor que no me digas nada, confío en ti plenamente y si tú lo dices es porque lo sabes bien y la verdad… me alegro.

 

                                                  Mi abuela aceleró el trote apoyando sus manos en mi pecho, las tetas le colgaban pero preferí acariciarle el clítoris, la melena que tenía ya era canosa y poco espesa pero los labios eran tan suaves como los de todas ellas y alguno de sus orgasmos incluso mejores.

Continuará

 

Agradezco mucho vuestras valoraciones y comentarios.

 

Gracias.

                                                 

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