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Me hicieron creer que era afeminado. (11)

en Amor filial

                                                  Dentro de mi cabeza rondaban un montón de ideas, el yin y el yan luchaban por qué dirección tomar y me tuve que sentar en un banco que había en la plazoleta de la iglesia, había un sólo árbol y debajo de su sombra intenté serenarme antes de ir a casa, no había nadie por las calles y eso me vino bien.  En la balanza estaba poniendo las ventajas que se me ofrecían, eran magnificas y además estaban al alcance de mi mano, quizás si las dejaba pasar ya no volverían a presentarse, por otra parte estaba mi familia, mi ambiente etc. pero mi parte más práctica me decía que mi familia siempre estaría ahí, además, aunque les estaba y estaría eternamente agradecido reconocía que a todas las mujeres les había dado lo que quizás más necesitaban que era mi polla ahora debía volar y seguir mi camino. 

                                                  El pueblo me quedaba pequeño, ya tenía como clientas a las mujeres más influyentes y las follaba a mi voluntad, ya sólo podía esperar a que en el mejor de los casos tuviera alguna clienta más y en el peor y el más probable que alguna hablara más de la cuenta y algún minero con malas pulgas me rompiera los débiles huesos de mi cuerpo, en esos devaneos estaba cuando oí de lejos una sirena, el sonido de una sirena en una cuenca minera siempre es presagio de algún accidente y empezaron a asomar cabezas por puertas y ventanas de gente curiosa y preocupada a la vez, la sirena resultó ser de una ambulancia, todos miramos en dirección a los pozos mineros pero tomó la dirección contraria, hacia la parte alta del pueblo, ya muchas cabezas se escondieron sin interés pero al rato unos hombres que salían del bar dijeron despreocupadamente…

  • No pasa nada era de esperar, ha parado en casa del Jefe de Policía, creo que le ha dado un infarto, la verdad es que no lo siento lo más mínimo.
  • A todo cerdo le llega su San Martin, ya ves.

                                                  Pensé en un momento por Jacinta y Olivia, las mujeres estarían padeciendo pero después de analizarlo un poco pensé que quizá fuera un regalo del cielo para ellas, aquel hombre no se merecía ningún afecto y como ya tampoco se burlaría de mí, la verdad, no lo sentí,.

                                                  Llegué a casa y ya había llegado la noticia, mi abuela me miró escudriñando mi reacción pero como sólo sentía indiferencia se quedó tranquila, en la cena pese que me había propuesto dar la noticia oficial de mis planes al final no me atreví, veía a todas ellas y me daba pena dejarlas, mi ángel bueno me decía que allí estaba bien, no me faltaba nada pero mi ángel malo y el más sabio me decía que no, que debía dejarlas a todas, que tenía que vivir mi vida, una por una habían sido muy cariñosas conmigo pero yo les había pagado con la misma moneda, decidí posponer la noticia para mejor ocasión y me fui a dormir.

                                                  La conciencia no me dejaba pegar ojo, ya hacía rato que no se oían ruidos en casa cuando me levanté y me fui a la habitación de mi abuela, estaba durmiendo boca arriba y sin despertarla me quité la ropa y entré en su mullida cama, al levantar la sábana vi que estaba desnuda, no llevaba ni siguiera bragas y era raro, la polla se me puso dura al verle las tetas y el coño canoso y sin más subí sobre ella entre sus piernas, la polla apuntaba a los labios, me mojé el capullo con saliva y empujé, con una suavidad pasmosa se metió hasta la mitad y cuando estuvo adentro me llevé la mayor sorpresa, al oído me dijo.

  • Por fin te has decidido, te he estado esperando muchos días.
  • He estado ocupado y esta noche me he decidido aunque tenía mis dudas, no sabía si debía venir.
  • Si no hubieses venido hoy habría ido yo a tu cama, ya estaba desnuda.
  • Pues yo he venido para follar contigo.
  • Mmm, me gusta tu decisión y no tengo más que decirte que estoy a tu disposición, fóllame cuanto quieras.
  • Te voy a hacer pasar un rato que no se te va a olvidar, luego te contaré una cosa.
  • ¿Por ese orden?, lo que prefieras.
  • Dame tus tetas Antonia.
  • Son tuyas Carlos, ya lo sabes.

                                                  Me empleé a fondo con mi abuela, ahora ya no era el aprendiz, ahora era el que le decía cómo y cuando debía cambiar de posición y qué tenía que hacer, Antonia sólo gemía y jadeaba y… se corría claro, me pidió que descansara un poco porque el coño le ardía pero le di la vuelta y le metí la polla en el culo, también la hice cabalgar y hacerme una mamada pero cuando quise correrme preferí que me hiciera una paja con sus tetas y me corrí en su cara, le llené el pelo, los ojos y la boca de leche pero ella lamió los goterones y los tragó, quedamos agotados pero satisfechos.

  • ¿Te has dado cuenta de una cosa Carlos?
  • No Antonia, dime.
  • Pues que hoy ha sido la primera vez que lo hemos hecho de noche, sin la excusa de la siesta, me has tratado como a una mujer y me has hecho subir a la luna, he perdido la cuenta de los orgasmos que he tenido, ni yo me lo creo a mi edad, pero todo esto aunque me encante sospecho que quiere decir algo, no sé… sabe a despedida.
  • Antonia, a ti no te puedo ocultar nada y he querido decírtelo primero a ti, me voy a Madrid.
  • ¿Qué dices muchacho, cuándo?
  • No lo sé seguro pero muy pronto, me he decidido ya.
  • Pero si no tienes donde ir y la academia no ha empezado aún, ¿qué va a hacer sólo en la capital?
  • Antonia, ya tengo casa y en la academia a lo mejor me admiten de “oyente” y no te preocupes saldré adelante, estoy decidido.
  • Te veo mayor Carlos y me gusta, eres un hombre y seguro que te irá bien, me alegro por ti aunque… te voy a extrañar mucho.
  • ¿Y a mi polla no?
  • Jajaja, no te lo iba a decir pero casi tanto como a ti.
  • Jajaja, eso tiene arregló cómeme la polla otra vez que te voy a llenar el coño de leche como recuerdo.
  • Eso está hecho Carlos.

                                                  Esta vez fue de misionero, cogido a sus tetas se la metí y ella me rodeó con sus piernas para que no me escapara, quería tenerme todo lo más adentro que pudiera, no sabía cuándo podría repetir este momento y lo quería recordar, nos corrimos los dos a la vez, en el momento que noté las palpitaciones de mi glande me susurró.

  • No te reprimas y córrete, te estoy esperando.
  • Gracias Antonia.

                                                  Me vacié completamente y ella me empapó de sus flujos, quedamos tendidos boca arriba y me dijo.

  • Me encantaría que estuvieses toda la noche en mi cama, seguro que volveríamos a corrernos pero es más conveniente que te vuelvas a tu habitación, es mejor guardar las apariencias.
  • Te quiero abuela.
  • No más que yo.

                                                  Ya más tranquilo moralmente me fui pensando en que tendría que comenzar a “marcar las pautas” para que no se aprovecharan de mí, aún con inexperiencia, me daba cuenta que no dejaría que me usaran o usaran “lo mío” como quisieran y a voluntad. 

                                                  Me fui a mi habitación y me dormí enseguida pero no estaba tranquilo y me desperté de madrugada, pensé que una ducha me relajaría y salí de puntillas al baño, apenas había cerrado la cortina oí que se abría la puerta y entraba alguien, no quise moverme ni hacer ruido, esperaba que quien quiera que fuera volviera a salir sin percatarse de mí y oí levantarse la tapa del inodoro y el consiguiente chorro, por supuesto era de mujer y miré entre la cortina, vi que la melena era de mi tía, esperé y observé.  Debía tener la vejiga llena porque tardó lo suyo, luego el ya consabido papelito pero tardaba bastante y volví a mirar.

                                                  Julia estaba todavía sentada pero con las piernas bien abiertas y con el culo apoyado al borde del wáter se acariciaba el coño con los dedos, tenía los ojos cerrados concentrada en lo que sentía y no me vio cuando saqué entre la cortina mi polla, jadeaba cada vez con más fuerza hasta que de momento dio un grito ahogado.

  • ¡Joder sobrino, qué susto me has dado!, ¿por qué no me has avisado que estabas ahí?
  • Quería darte una sorpresa.
  • Y me la has dado o por lo menos tu polla, ¡que espectáculo de buena mañana! y ¿qué haces ahí?
  • Me iba a duchar pero ahora prefiero que me la mames, me has puesto muy caliente al verte hacer un dedo.
  • ¡Vaya con Carlos!  ¿No das una puntada sin hilo, verdad?
  • Tu lo has dicho Julia pero si no te gusta mi aguja…
  • Cómo te aprovechas, sabes que me vuelvo loca por ella pero aquí puede venir alguien.
  • No lo creo, es demasiado temprano y eres la primera en levantarse siempre para preparar los desayunos, hoy el desayuno te lo he preparado yo.
  • Y tiene muy buena pinta sí pero sal y te la chupo aquí afuera.
  • Me gusta así, pon una toalla en el suelo para que no hacerte daño en las rodillas y quítate el camisón.
  • ¿Así te gusta, caprichoso?
  • Me pareces cada día más sexi.
  • Eso no me lo creo, ¡trae para acá esa polla anda!

 

                                                  No llegué a sacar los pies de la ducha pero mi tía se apañaba bien, la polla le llegaba justo a la altura de la boca y a la vez que me la chupaba le veía las tetas debajo, yo estaba plácidamente presentando la polla a la vez que le dirigía la cabeza cogiéndole del pelo para que chupara por donde más gusto me daba, ella también se notaba que estaba disfrutando de la verga en su boca cuando se oyó el pestillo de la puerta moverse, tuvo el tiempo justo para meterse en la ducha conmigo, cerró la cortina y nos quedamos casi pegados sin respirar, no teníamos idea quien podría madrugar tanto y oímos los mismos ruidos que cuando había entrado ella, el chorro no era tan potente y pensamos que podía ser mi abuela, con la mirada nos preguntábamos qué podíamos hacer y ella se animó a averiguar quién estaba orinando, abrió los ojos y asustada pegándose más a mí me dijo al oído.

  • Es mi hija.
  • ¿Cuál de las dos?
  • Alicia, la pequeña.
  • ¿Qué hacemos?
  • Espera…  ¿Quién está ahí?
  • Hola mamá, no te había visto.  ¿Qué haces?
  • Me estoy duchando ¿y tú?
  • Me he despertado, estaba soñando y no me podía dormir.
  • Sería una pesadilla.
  • No, no era una pesadilla mamá.
  • Entonces… ¿qué soñabas?
  • Mmm, bueno… ya no me acuerdo pero no era una pesadilla precisamente.
  • Vale, cuando termines te vuelves a la cama que todavía es temprano.
  • Voy a lavarme un poco, estoy toda mojada.

 

                                                  Nos quedamos esperando, suponíamos que se lavaría las manos pero cuando oímos el agua del bidet quedamos inmóviles, me abracé a Julia y mi polla volvió a subir entre sus muslos, Julia protestaba porque se le incrustaba entre la ingle pero mientras el grifo del bidet no se cerraba, se oyó a mi prima Alicia como suspiraba y emitía unos leves gemidos apagados, por el ruido del chapoteo quise asomarme pero mi tía no me dejó y lo hizo ella, se volvió hacia mí con la mirada asombrada.

  • ¡Se está masturbando!  Mi hija pequeña se está metiendo dos dedos en el coño con más arte que yo, ¿será posible?
  • ¡Déjame asomarme que lo vea!
  • Nooo ¿qué quieres, ver cómo se corre? ¿y si nos ve?  Eres un morboso.
  • Igual que tú.

                                                  Me frenó que nos pudiera ver, no quería que mi prima nos pillara desnudos en la ducha y con la polla entre las piernas de su madre pero habría dado algo bueno por ver junto a su madre cómo se hacía una paja y cómo se corría luego.

                                                  Tuvimos que asistir en el “palco de los ciegos”, Alicia aceleraba su mano entre sus piernas, parecía haberse olvidado de su madre con el gusto que le daba el chorro de agua tibia en el coño, la chica gemía calladamente a la vez que yo empujaba a su madre, la ducha no dejaba espacio para muchos movimientos pero la empujé contra la pared, tuvo que abrir las piernas porque el capullo le iba a abrir los labios de todas formas pero sólo consintió que la pasara entre ellos sin meterla, me mordió la oreja en venganza pero era un dulce dolor comparado con el gusto que me daba, las tetas se me clavaban en el pecho pero no por eso me separaba de ella.

                                                  Alicia se corrió gritando, se había olvidado de su madre y Julia se asomó, detrás de ella miré por una rendija y vi cómo mi prima con las piernas a cada lado del bidet, frotaba con una mano el clítoris y con la otra se metía dos dedos, el agua corría entre los labios y salpicaba el suelo.

                                                  Quise abrir nuestro grifo para que recordara que estaba su madre a un metro escaso oyéndola pero Julia me contuvo al oído.

  • Déjala, ¿no ves que la niña se está corriendo?
  • Me gustaría veros a las dos correrse al mismo tiempo.
  • Calla loco, serías capaz de follarme para que me viera.
  • Me encantaría ver la cara de Alicia al verte con mi polla adentro, jajaja.
  • Eres muy malo, espera a que se vaya por lo menos.  Hija, ¿aún estás ahí, te has secado bien?
  • Si mamá ahora acabo, es que estaba esperando que saliera el agua caliente.
  • Vale hija, vete a dormir otro poco.
  • Sí mamá, ¿quieres que te ayude a enjabonarte?
  • ¡Nooo, deja que ya estoy enjabonada!, enseguida me enjuago y me pongo leche corporal.

                                                  Mi prima salió por fin y Julia separó el culo de la pared ofreciéndomelo, asomó medio cuerpo de la cortina y me dejó libertad para cogerme a su cintura y follarla a mi gusto, estaba enardecido con la masturbación de mi prima pero Julia también se había mojado mucho al oírla gemir, se corrió apoyada con las manos en sus rodillas y luego se volvió hacia mí y me dijo.

  • Échame le leche por las tetas, es bueno para el cutis.

                                                  Salí duchado y relajado, mi tía se quedó quitándose el semen que le había salpicado por todo el cuerpo desde el pecho hasta la barriga y me tumbé otro rato, cuando salí al comedor mis primas ya estaban desayunando vestidas para el instituto, parecían dos colegiales de lo más inocentes.

                                                  Las primeras clientas de mi abuela le acabaron de dar más detalles sobre el caso, el odiado jefe de policía había firmado el “finiquito”, las mujeres desconocedoras del tema se compadecían de su mujer y la pobre chica que les atendía, imagino que en el momento que se llevaran al frio cuerpo del jefe las dos se meterían en la cama para festejar la libertad, por un momento lamenté no estar entre ellas, le habría dado una ración de polla que no habrían despreciado mientras se comían los respectivos coños.

                                                  Por la tarde llamé a la señora Francisca, quería ponerle en antecedente de la buena nueva con Ana la mujer del médico y me dijo que no estaba en casa pero si quería podíamos hablar en casa del cura, no me gustaba el plan pero insistió mucho porque era importante, pasé por la iglesia oscura y por la consabida puerta disimulada de la sacristía entré a la casa abadía, allí encontré a Juana la hermana del cura con cara triste y a doña Francisca, me llevaron al comedor y me invitaron a tomar asiento, pregunté por el cura pero me contestaron con evasivas, que estaba enfermo, imaginé que habría recaído de la depresión y no insistí, desde la habitación del hombre se oyó que llamaba a su hermana y en ese momento le conté brevemente a Francisca el plan de Ana, le encantó y se felicitó por la intuición que había tenido respecto a su falta de polla, me prometió insistir en la academia para que me acogieran de momento aunque fuera como oyente.

                                                  Desde la habitación del cura se oían  lamentos lastimosos, me extraño mucho y la señora Francisca que no era demasiado discreta me informó bajito el motivo de la enfermedad el cura, ella misma me confesó que una vez enterada del miembro que usaba el sacerdote había colaborado con Juana en hacer algún trío con él, las había dejado a las dos agotadas pero satisfechas, el cura envalentonado con el éxito de su verga había tomado la táctica de confesar a las mujeres jóvenes y menos jóvenes pero vistosas de una manera muy particular.

                                                  En el confesionario la penitencia la impartía diciéndoles que metieran la mano entre las cortinillas sobre el libro de oraciones, alguna de ellas comentaban que les pareció que le habían tocado el brazo “sin sotana” pero otras distinguieron claramente que aquello era una polla en toda regla y hubo una que se entusiasmó demasiado y no cogió el libro sino la polla y no la soltó hasta que un chorro de leche le salpicó el vestido de los domingos, las demás mujeres se burlaron de ella al verla “duchada” y ella en venganza se lo dijo a su marido, casualmente era un minero poco adicto al olor a cirio y que no cabía en la jaula del ascensor para bajar a la mina de grande que era, el minero se había “confesado” al cura y la penitencia casi fue la extremaunción porque le dio tal paliza que le había roto varios huesos.

                                                  Habían comentado en la parroquia que se había caído por la escalera del campanario y que habían pedido al obispo que lo trasladara de pueblo o que lo jubilara, ante los gritos del cura acudimos a ayudar a Juana, tenía al hombre tendido sobre la cama y le había puesto la botella para orinar, el problema era que como tenía los brazos escayolados su hermana le había cogido la polla para meterla en el tubo y se le había puesto dura y no podía sacarla, la situación era cómica y morbosa a la vez, la hermana inclinada sobre la entrepierna del cura intentando sacarle la verga que cuanto más se la tocaba más gorda era.

                                                  Francisca me miró y en su cara vi la lujuria de la situación y me señaló a Juana, la chica pendiente de la barra de su hermano se sujetaba apenas con los pies en el suelo y el cuerpo sobre su hermano, levanté la falda de la chica hasta la cintura, ya no llevaba las medias ásperas del primer día ni las bragas de tela, se había actualizado y mi polla también, la saqué y, separando lo justo los pies de Juana con los míos, bajé las bragas hasta medio muslo, cuando quiso darse cuenta ya tenía media polla adentro y suspiró, al segundo empujón entró toda y se tuvo que apoyar en el colchón dejando al hermano en manos de Francisca, dicen que la veteranía es un grado y ella con saliva y caricias le fue sacando la polla de la botella, aunque no la dejó mucho rato al aire porque se la metió a duras penas en la boca.

                                                  El hombre con el pecho vendado por las costillas rotas no podía evitarlo y fue el preludio para que Francisca se subiera a la cama y ladeándose las bragas se sentara sobre el magullado cura, Juana gemía y se debatía para que no le metiera a traición la polla pero se había deshecho de las bragas tirando de ellas hasta dejarlas caer y ahora abría las piernas para que entrara hasta el fondo, Francisca se corrió con gemidos ahogados por el diámetro de la verga y el cura, sin poder hacer otra cosa, la inundó de leche que se escurrió a lo largo de su mástil.  Juana sin querer ser demasiado escandalosa tuvo un fuerte orgasmo atenuado por la sábana entre los dientes y yo en el último momento cambié de agujero y en pleno orgasmo de la chica se la metí en el más seguro culo.

                                                  Cuando salí de allí me fui contento, por lo menos me había “despedido” adecuadamente y sabiendo que también habían recibido su merecido.

                                                  En la cena ya les dije oficialmente que pensaba marcharme, mi madre fue la más afectada como era de esperar, mis primas se lo tomaron como una aventura hasta que cayeron en la cuenta de que se despedían de mi polla por un tiempo y mi tía dio un suspiro que todos interpretamos como de añoranza.

                                                  A mis primas no las pude esquivar porque me estaban esperando en mi habitación para que le diera detalles y optamos por ir a la suya que era más discreta y espaciosa, ya habían juntado las dos camas y nada más entrar se quitaron los pijamas que llevaban, yo creía que iba a poder distraerlas contándoles proyectos e ideas para mi nueva casa pero Alicia me cortó en seco.

  • ¿Cómo ha estado la ducha Carlos?
  • Eeeeh…  ¿Qué ducha?
  • Tú dirás, la que te has dado o mejor la que os habéis dado mi madre y tú.
  • ¿Qué dices Alicia? -preguntó su hermana-
  • ¡Ah!  Es verdad que tú no estabas, la ducha que se dieron Carlos y mamá y no sólo ducha porque estuvieron follando detrás de la cortina.
  • ¿Qué dices Alicia?  Te lo estás inventando ¿y tú que hacías?
  • ¿No lo sabes?, me estaba haciendo un dedo en el bidet y vosotros llenos de morbo mirándome hasta que me corrí, os vi por un pliegue de la cortina y el cristal casi opaco.
  • ¿Has estado follando con mi madre?  Cuéntanos Carlos, ¿cómo folla mi madre, mejor o peor que nosotras?
  • Joder con las niñas, ahora lo veréis, os voy a coger a las dos y si no quedáis contentas protestáis a vuestra madre.
  • Jajaja, eso nos parece justo Carlos, jajaja.

                                                  Alicia como era de esperar me tumbó en la cama y entre las dos me sacaron la polla y a estirones la ropa, se lanzaron ávidas de sexo, querían demostrar que ellas jodían más y mejor que su madre y lo cierto es que no sabría qué decir, se metieron la polla por donde podían y por donde no, entre las dos iban de pique y no me dejaban moverme hasta que dije basta y las puse una sobre la otra haciéndose un 69, les fui metiendo la polla por culo, coño y boca por este orden a las dos como una ruleta rusa, se corrieron sin orden y yo conseguí hacerlo en la boca de una de ellas, tampoco me importaba cuál, pude reservar algo de semen para una segunda descarga y le llené el culo a otra prima, la sábana estaba llena de flujo y semen, ya no temía la opinión de mi madre porque ya sabía lo que pasaba entre las mujeres de la casa y yo, me fui dormir cuando ya estábamos extenuados.

                                                  Por la mañana mi tía me miraba con ojos golosos, yo me moría de ganas por decirle que había follado con sus hijas en competición con ella sin saberlo y me guardaba una idea en la recámara por si se podía conseguir.

                                                  Por la tarde vi por la calle a Cintia y su madre Amelia, bajaban del autobús porque habían ido al pueblo más grande para hacerse una revisión, estaban muy contentas, en la ecografía descubrieron que los chicos gemelos iban a ser dos chicas y estaban estupendamente, el vientre le hacía sombra en los pies y me dijo si le podía soltar unas pinzas del vestido, me invitaron a merendar y no pude excusarme, al hacerle el vestido lo había previsto y fue muy fácil descoser las pinzas.  Cintia se había quitado el vestido nada más entrar en su casa y el sujetador lo había dejado colgado sobre una silla, su madre sonreía contenta y también se cambió de ropa por una más liviana.

  • Espera mamá, esta noticia hay que celebrarla.
 

                                                  La hija se acercó a su madre y le quitó la bata que llevaba y el sujetador.

  • ¿Qué, te parece la merienda Carlos?
  • Esperad, yo me pondré también a juego.

                                                  Me quité la ropa hasta los calzoncillos y la polla se levantó  45º las dos mujeres se acercaron a mí y me rodearon, notaba sus cuerpo, sus tetas aprisionándome y la barriga de Cintia empujándome, me extraño que fuera Elvira la madre la que me cogiera la polla la primera pero tuve la sorpresa de que me guió hasta su hija, ya se había sentado recostada en el sofá y se había quitado las mínimas bragas, me llevó hasta su coño y lo encaró, con delicadeza me empujó del culo y apretó, me metió en el coño de su hija y me puso las manos en las tetas súper hinchadas, mi boca la dediqué a las tetas de la madre que lo agradeció acariciándome la cabeza.

  • La ginecóloga le ha recomendado ya que procure no tener sexo, por lo menos vaginal, pero tú eres la excepción, te mereces saludar a las niñas, seguro que te reconocerán cuando nazcan, que ya falta muy poco.

                                                  Cintia disfrutó de mi polla, todavía no tenía dilatada la vagina y apretaba como la de una adolescente, estaba feliz y no tardó en tener un orgasmo, su madre me hizo notar que a la vez que su hija se estremecía en su vientre aparecían unos bultos alborotados, las niñas seguramente estaban disfrutando por lo menos de notar feliz a su madre, me iba a correr en ella pero pensé en su recomendación y me volví a su madre, también se lo merecía, pero cuando la vi ya se había agachado y con las manos se separaba las nalgas, se le notaba brillante de crema el culo y no lo dudé, me sujeté a sus caderas y me hundí, estaba lubricado por los flujos de Cintia y su madre no fue obstáculo, el glande entró como un tapón de corcho y el resto se deslizó suavemente, la mujer se tuvo que apoyar en la mesa del comedor para aguantar los envites y se corrió y también lo iba a hacer yo cuando Cintia dijo.

  • Mamá que la doctora sólo ha hablado de sexo vaginal, pero de oral ni de anal no.

                                                  Cogió la polla que salía de su madre y se la puso entre los labios, una serie de latigazos llenaron el paladar y se lo ofreció a su madre, entre las dos tragaron la leche que les había regalado, fue como sellar una buena amistad, les conté que me iba del pueblo aunque no dejaría de venir a la menor ocasión, ellas lo comprendieron y aunque apenadas, me dijo la hija.

  • Gracias Carlos, has sido muy considerado con nosotras, desde un principio me ayudaste en el momento peor y de paso has hecho que mi madre sea feliz, ha rejuvenecido muchos años y nos hemos hecho amigas de verdad pero quería pedirte un favor…
  • Si está en mi mano…
  • Me gustaría que fueras el padrino de una de mis hijas, mi madre y yo hemos convenido llamarle a la mayor Carla, ¿te parece bien?
  • Me estáis emocionando Cintia, sería un detalle precioso, sólo espero que nazcan bien y que las hagas unas mujercitas como vosotras.

                                                  Nos abrazamos y entre lagrimas nos despedimos, yo ya no estaría cuando pariera pero haría todo lo posible para saber de ellas.

                                                  Cuando llegué a casa aún se me notaba lo emocionado que estaba pero pronto me cambió el semblante, mi madre me miró seria y me pregunto.

  • ¿Carlos, ha pasado algo con don Cayo el médico?  Ha mandado recado que quiere hablar con nosotros sin falta.

                                                  Las rodillas me temblaron, imaginé que habría descubierto mi cita con su mujer y quería poner las cosas bien claras delante de mi madre, yo estaba tranquilo que por tema de salud no sería porque ya hacía mucho que no lo visitaba como paciente, gracias al cielo pues era su mejor cliente.

  • Me extraña mucho la actitud de don Cayo, ¿no se te ocurre nada sobre lo que quiere hablar con nosotros, hijo te encuentras mal y no me lo has dicho?
  • No mamá, estoy perfectamente, estoy tan extrañado como tú.
  • Lo que más me intriga es que no nos ha citado en la consulta, quiere que vayamos a su casa…

                                                  Todavía me quedé más pensativo, allí en su casa podría armar un escándalo sin testigos, se me presentaba un futuro negro.

                                                  Mi madre se vistió con la ropa que mejor creía adecuada para una visita particular y me hizo ponerme también acorde dentro de mi línea, cuando nos presentamos en su puerta nos abrió don Cayo personalmente, la cara que tenía no daba ninguna pista, lo cierto es que era tan inexpresivo como Buster Keaton siempre y nos hizo pasar al salón, por una puerta apareció Ana, su mujer, nos la presentó oficialmente, al estar juntos pude apreciar las diferencia entre los dos, además de la edad evidente la vivacidad de Ana contra la apatía del médico se hicieron más que patentes, la chica sirvió café y se sentó cerca de su marido, el silencio y la expectación era sepulcral, a mi madre le temblaban las manos y yo tenía la boca seca.

  • Ejem… Teresa os he mandado llamar junto con tu hijo… porque tengo una cosa importante que tratar con vosotros -la cucharilla tintineaba en mi taza-
  • Usted dirá don Cayo, confieso que estoy muy preocupada, si es porque mi hijo está enfermo dígalo ya y si es que ha hecho algo improcedente también pero no nos tenga en ascuas.
  • Tranquila Teresa, no es nada de eso, mi mujer me ha contado que Carlos quiere cursar estudios en Madrid de modista o modisto, no sé cómo llamarlo, te tengo que decir que no me extraña… porque de minero… no lo veo, lo conozco muchos años y lo he visto crecer.  Ana me dice que es un buen chico y que tiene mucho porvenir, que ha cosido para las señoras más influyentes del pueblo incluso doña Francisca le va a costear los estudios y… Ana me ha convencido, vamos a contribuir en lo que podemos, mi mujer tiene un piso en Madrid y está deshabitado y para nosotros sería una tranquilidad saber que no se deteriora al estar cerrado y estamos dispuestos a dejar que lo ocupe, es un piso no muy grande pero creo que en él podrá hacer sus cosas, es amplio y muy soleado, está en la parte antigua pero tiene dos habitaciones grandes de matrimonio y una sala donde podrá estudiar y trabajar si lo necesita, lo que siento es que no os puedo ayudar en los gastos, esto creo que lo podréis asumir vosotros, nosotros con que esté cuidado y limpio nos conformamos, sabemos que sois buena gente, sólo te pido que seas discreto y comedido pues ya sabes, el vecindario son todo personas mayores y no queremos fiestas ni escándalos, también te pido que dejes una de las habitaciones libre por si Ana tiene que ir a comprar alguna cosa y no tiene que ir a un hotel, jajaja, ¿Qué os parece?
  • Don Cayo y doña Ana, no sabe lo agradecida que estoy, vamos que estamos, era un problema para nosotros buscar un sitio donde hospedar a Carlos, en una pensión sólo podría dormir y un alquiler en Madrid… sería muy caro para nosotros, de lo que ha dicho de cuidarlo, no se preocupe, ya sabe que Carlos es muy limpio, más que una mujer y mañoso…. Tiene unas manos… para nosotras es un sueño.
  • Pues no se hable más, cuando Ana tenga que ir a Madrid que se vaya con Carlos y se lo enseñe y si le gusta que lo adecenten un poco, los muebles no son nuevos pero Ana puede estar un fin de semana con él ayudándole a acomodarse y ya le deja un juego de llaves y… Carlos tú a estudiar mucho ¿eh?, Ana espera mucho de ti, me ha dicho que eres una maravilla en lo tuyo y yo me lo creo si lo dice ella.

 

                                                  Ana se levantó y nos sirvió otra taza de café, yo la vi ya de otra manera, cada movimiento imaginaba que estábamos ya en su piso, y me la comía con los ojos. Mi madre se deshacía en agradecimientos y el médico estaba orgulloso de hacer también de mecenas, cuando salimos de la casa mi madre me abrazó, estaba eufórica, olía muy bien con la colonia que se había puesto y con su abrazo me trasmitió un montón de sensaciones.

                                                  La cena fue especial, mi madre nada más llegar a casa pregonó a todos la buena nueva, mi abuela hizo como que no lo sabía y mi tía me abrazó todavía más fuerte que mi madre, quería aprovechar los momentos que nos quedaban y me estrujó las tetas en mi pecho, mis primas saltaban de alegría, para ellas era una excusa para que les trajera regalos de Madrid y posiblemente hacerme alguna visita.

                                                  Nos acostamos tarde haciendo proyectos, mi tía se ocuparía de prepararme comida, ya se imaginaba cocinándome los platos que más me gustaban, mi abuela sería la encargada de mandármelo con el autobús y mi madre me prepararía la ropa.

                                                  Ya estaba durmiendo cuando noté que en la cama se metía alguien enseguida noté el olor del perfume, era Teresa mi madre y era el perfume lo único que llevaba encima, me quise hacer a un lado para dejarle sitio pero me susurró al oído.

  • No Carlos, quédate en el medio, ahora vengo yo a tu cama, quiero estar contigo toda la noche, quiero que seas mi hombre.

                                                  Me pillo medio soñoliento y tardé un poco en reaccionar pero noté que mi madre no mentía porque se arrodilló entre mis piernas y me bajó los calzoncillos, me separó las piernas y metió la cara entre ellas, empezó por los huevos y fue subiendo hasta que lamió toda la polla, cuando la tuve como el asta de la bandera se sentó sobre mi y de un estirón me quitó la camiseta, se inclinó sobre mí y apoyando las tetas sobre mi pecho me buscó la boca y me besó mordiéndome un poco el labio, estaba cachonda y quería demostrármelo, se movía suavemente pasando los labios del coño sobre mi polla tumbada hasta el ombligo y me mojaba de flujo desde los huevos hasta el capullo, me puso las tetas a la altura de la boca y se las mordí, al bajar se encontró con mi polla en la entrada de su vagina y siguió bajando hasta tenerla clavada hasta los huevos, se movía sensualmente disfrutando lentamente y le dije.

  • Teresa  estás en mi cama y en mi cama mando yo, te voy a follar como a mí me gusta.
  • ¡Oooh! Carlos mi hombre, fóllame como tú quieras y haz que me corra como una perra.

                                                  Nunca había oído a mi madre tan caliente y la levanté un poco, mi polla le cosió literalmente el coño desde abajo y cuando me cansé le di la vuelta y le subí las piernas a la cabeza, apoyado en la cama con las manos y la punta de los pies le penetré con vigor, ella gemía calladamente para que no nos escucharan pero no pudo más y me atrajo hacia ella, me besó, plegada como estaba me besaba levantando el culo arqueándose como una gimnasta, nunca pensé que tendría tanta agilidad aunque luego le pasara factura pero mientras le duró el orgasmo no dejó de besarme metiendo la lengua hasta mi campanilla´

  • ¡Qué delicia!  Carlos ahora por…

                                                  No pudo terminar porque ya el capullo lo tenía enterrado en el culo, me había anticipado y sin cambiar de postura le enculé, fue abriendo las piernas estiradas a 90º y le iba metiendo el tronco arrastrando el esfínter que se lubricaba con los jugos que le manaba el coño.

  • Espera Teresa no te corras aún.
  • ¿No, por qué?
  • Date la vuelta, ponte a cuatro manos y apoya la cabeza en la almohada.
  • ¿Así?
  • Perfecto, separa bien las piernas.

                                                  Teresa sabía lo que quería y soplo un poco al notar como entraba en su culo dilatado, era un agujero negro como un pozo sin fondo pero lo llené de carne dura,  Teresa aguantó lo que pudo pero se dejó caer hacia adelante al fallarle las fuerzas ante las sacudidas que sentía en todo el cuerpo, se estaba corriendo y por los muslos le bajaba el zumo vaginal, la seguí y quedé tumbado sobre su espalda, por los lados le asomaban las tetas y las cogí, los pezones estaban tan duros que me escocían las yemas de los dedos y ya me iba a correr, lo notó en sus entrañas cuando empezaron las palpitaciones en la verga.

  • Espera un poco Carlos, lléname las tetas de leche.

 

                                                  Aún tuvo fuerzas para darse la vuelta y cogió las dos tetas manteniéndolas separadas para recibir mi polla, trepé sobre ella y le confié mis huevos y mi polla entre ellas, cerró dejando sólo asomar el capullo y las agitó, apoyado hacia atrás, le acariciaba el clítoris, había plegado las piernas y me hacía de respaldo, estaba tan cómodo que la paja duró lo que ella quiso.

  • Carlos, estoy admirada de lo que aguantas, me he corrido dos veces y me voy a correr con tus caricias otra vez, tengo las tetas irritadas y las manos entumecidas.
  • Pero la boca no, ábrela y chúpame la polla hasta que te la llene y hazlo bien porque te taparé la nariz sino.

                                                  No le hice más indicaciones, la polla la tenía roja de tanto frotamiento y agradeció las pasadas de lengua y al entrar entre sus labios fue como un bálsamo, me cogió de la cadera y ella imprimía el ritmo, se metía la polla todo lo que podía pero yo cada vez iba apoyándome un poco más y más y llegue a enterrarla casi toda, no protestó pero ya notaba que iba a eyacular y como pudo me dijo.

  • ¡Sácala un poco para que pueda saborear tu leche!
  • Como quieras Teresa.

                                                  La saqué toda menos el glande, notaba la lengua como me pulsaba el frenillo y desde la nuca me dio un latigazo que me recorrió la espalda hasta los huevos, allí una explosión derramó toda la leche contenida hasta la boca de Teresa, con los labios apretados como el culo unos momentos antes recibió sin perder ni una gota la leche que le llegaba a borbotones y fue tragando y tragando hasta que ya no me salió nada, aún aspiró por si quedaba algún rastro y volvió a tragarse medio tronco, con la mano amasaba los huevos para que terminara de eyacular pero de momento estaba seco.

  • ¿Tienes idea de lo que te voy a añorar Carlos?
  • Me lo imagino, acostumbrada a ver a tu hijo siempre por aquí…
  • No me refiero a eso, quiero decir a lo que voy a desear que me folles así, con ese ardor y ese cariño.
  • Tú también me follas así Teresa, contigo he pasado las noches enteras gozando.
  • Y lo seguiremos haciendo ¿me lo prometes? Estoy loca por tenerte adentro.
  • Claro, procuraré venir con frecuencia y pasaremos las noches los dos juntos.
  • ¿Seguro?  Imagino que tendrás más compromisos… jajaja.  Somos muchas…
  • ¡Teresaaa! no seas mala, ya procuraré quedar bien con todas.
  • Eso espero, todas te queremos mucho pero… yo soy tu Teresa.
 

Continuará.

 

Agradezco sus valoraciones y comentarios.

 

Gracias.

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