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Me hicieron creer que era afeminado. (4)

en Amor filial

                                                  La madre de Asun se llamaba Merche, era una mujer espectacular y ella naturalmente lo sabía y lo exhibía, le gustaba vestir provocativamente y allá donde iba hablaba de su marido con demasiada ligereza, el hombre (él sabría sus motivos) se pasaba la vida dentro de la mina haciendo horas extraordinarias y cuando llegaba a casa exhausto no tenía demasiadas ganas de sexo, él era feliz viendo a su mujer lucir su belleza y verla contenta.

                                                  Mi abuela me advirtió que tuviera cuidado con ella porque no era muy discreta que digamos y no me convenía tener mala fama en aquellos pueblos casi aislados entre montañas, atendí a la señora Merche con mucha amabilidad, me contó que su hija le había contado lo buen modisto que apuntaba a ser y que era un chico muy abierto, lo de abierto me escamó un poco, me imaginé que entre la hija y la madre había mucha confianza dada la forma de expresarse y con mucho tacto le emplacé para tomarle medidas cuando acabara los vestidos que tenía entre manos.

                                                  De momento pude convencerla pero la siguiente visita que tuve ya fue más difícil, vino a la tienda preguntando por mí una señora joven pero muy tímida, en cierta manera me recordó a Jacinta, apenas miraba a los ojos y con las manos juntas parecía que pidiera permiso para hablar, mi abuela nos dijo que fuéramos a mi cuarto para hablar, yo me sorprendí porque mi abuela me daba “el bautismo” de profesional, ahora ya no cosía por mediación de ella sino ya tenía mí clientela, eso me llenó de orgullo y más al ver a Antonia como nos acompañaba a mi cuarto y me ayudaba a poner orden porque no se podía ni sentar al estar todo lleno de telas y retales, mi cama apenas se veía debajo de tanto maremágnum, la señora me dijo que en realidad no era para ella el vestido que quería, por un momento respiré aliviado pero cuando me dijo que era para su hija me llamó la atención porque no conocía yo a ninguna chica aparte de las habituales, después de muchos rodeos me contó que su hija había venido desde Avilés.

                                                  Se había marchado buscando trabajo a la ciudad y se puso a servir en casa de unos señores con dinero, estuvo unos meses y se sentía a gusto pero una noche fue a ver un concierto en las fiestas y según contaba conoció a un chico, la cosa parecía normal pero cuando me dijo que había vuelto porque estaba embarazada…, del chico no sabía nada pero el bombo que llevaba era ya imposible de disimular por lo que necesitaba un vestido premamá, yo no sabía que decirle, nunca había cosido nada parecido y no debía ser fácil por lo que me resistí, la señora insistió tanto con los ojos bañados en lágrimas que tuve que acceder, su hija era muy joven para estar sola en la ciudad y ella se veía superada por los acontecimientos, quedé con ella que le avisaría para ir a su casa pero la señora me pidió si podía tomarle medidas en mi casa para evitar rumores, no tuve escapatoria y le dije que sí.

                                                  Yo estaba apurado de trabajo, los vestidos de las dos chicas y las cortinas de mi tía me ocupaban todo el día, mi abuela viendo que mi trabajo me abrumaba en mi habitación pensó en reducir el almacén de la tienda y ponerme un pequeño taller con lo indispensable, espejos, maniquí y perchas y una mesa larga y buena luz, mientras pidió lo necesario para la reforma una mañana vino la señora Cintia con una joven que parecía un poco mayor que yo y aunque llevaba ropa holgada por la postura se le notaba que estaba preñada, les invité a mi habitación y la madre me explicó lo que quería, era muy discreta y no quería que se conociera más de lo necesario, para mí era un desafío por varios motivos sobre todo recordando la promesa a la señora Francisca pero mi abuela tuvo la lucidez de asomar por mi habitación y decirle a Cintia que me dejara trabajar mientras que ellas se tomaban una taza de chocolate con pastas.

                                                  La chica llevaba por recomendación de su madre mucha ropa para disimular la tripa y tuve que decirle que se aligerara un poco, con el metro en la mano empecé a tomar medidas, por la espalda y las mangas no tuve problema pero cuando le medí el pecho me confesó que le había aumentado mucho y suponía que todavía le aumentaría más, le amplié la medida pero no nos pusimos de acuerdo, al final me impuse y le dije que le haría unas lorzas para que se pudiera ampliar pero necesitaba medir la realidad en aquel momento, Marina que era el nombre de la chica debió entender mal seguramente porque sin decirle nada se abrió el vestido y lo dejó caer al suelo, se quedó con el sujetador y las bragas que ya se le escondían debajo del vientre.

  • Tienes razón Carlos, tú sabes lo que tienes que hacer, me daba vergüenza y si estuviera mi madre no lo habría hecho pero es mejor que el vestido me siente ahora bien y si dices que se puede ir ampliando…
  • Claro Marina, ya verás cómo según pasan los meses te lo iré arreglando con las lorzas pero ahora te lo haré para que te dure una temporada, y… ¿dices que te ha aumentado el pecho mucho?
  • Uf, no tienes idea, yo tenía una talla regular pero rápidamente empezaron a crecer y ya ves pero lo que más me llamó la atención es que cambiaron de forma, antes los tenia de punta y ahora se me han hecho redondeados y no me caben en el sujetador, ¿me lo quito y mides mejor?
  • Lo que quieras, desde luego cuanto más natural mejor…

                                                  La chica se soltó el sujetador que le oprimía el pecho, se sujetó con un poco de pudor las copas cuando cayeron los tirantes y yo miré discretamente hacia otro lado, cuando me volví se bajaba las manos cruzadas y uno después del otro me dejó verle los pechos, me quedé sorprendido, realmente le habían crecido porque se le notaban hinchados, altos y duros pero hinchados.

  • ¿Ves lo que te quería explicar?, así sueltas se ve que una teta es más grande que la otra y eso debo saberlo para corregirlo en el vestido.
  • Si ya me he dado cuenta, además los pezones me salen mucho más y son muy sensibles y los círculos se han deformado y se han hecho ovalados.
  • No te preocupes eso lo corregiremos si se suben un poco así… ¿ves?

 

                                                  Le cogí las dos tetas a la vez y se las puse al mismo nivel que tenían antes y las dos paralelas, las areolas volvieron a redondearse y la chica sonrió, se había convencido y ni siquiera había notado que le tenía cogidas las tetas, con dos dedos le rocé los pezones y salieron disparados, ella se encogió un poco pero me dejó hacer, tomé toda clase de medidas de pezón a pezón, el diámetro, por arriba y por debajo poniéndole las tetas duras como piedras, a ella le gustaba entre otras cosa porque volvían a tener la forma puntiaguda de antes.

  • Gracias Carlos, sé que me va a quedar el vestido muy bien, ya ves como se me han puesto, parecen como antes.
  • Las tienes preciosas ahora y antes, me encantan.
  • ¿De verdad?, si estarás harto de ver y tocar tetas, con tantos vestidos…
  • No creas, como las tuyas no había besado ninguna, ¡oh! perdona quise decir tocado.
  • Jajaja, te ha traicionado el pensamiento ¿a qué te habría gustado chupármelas? ¡sé sincero!
  • A ti no te puedo mentir, es cierto en cuanto te las vi me dieron unas ganas terribles de lamerlas sobre todo esos pezones tan duros.
  • Mmm, y a mí, te diré un secreto, nadie me las había tocado antes, tú has sido el primero.
  • No te burles de mí, habrás tenido muchos novios y te habrán acariciado todo el cuerpo, estás con un bombo y ¿me dices que no te las han tocado?… ya me lo creo.
  • De verdad Carlos te lo prometo, la noche que salí con aquel chico sólo había salido esta vez, me emocioné y cuando me di cuenta estaba apoyada en un coche en el aparcamiento con la falda levantada y el chico pegado detrás de mí, ni me tocó ni me besó.
  • Joder… ¡qué puntería! y os corristeis y cada uno a su casa.
  • Ni eso, él sí que se corrió dentro de mí pero yo ni me enteré, acabó enseguida, yo esperaba que hubiera caricias y unos besos pero nada, apenas me di cuenta noté que me desvirgaba y entraba hasta el fondo, a la tercera metida sentí la leche caliente que me inundaba, salió se subió la bragueta y se fue, ni siquiera se quitó los pantalones y ni a mí las bragas, me la metió por el camal.
  • Qué pena, yo nunca habría hecho eso, perdona si te digo que estás muy buena y fíjate cómo me has puesto sólo contándome eso, me estaba imaginando cómo te habría follado yo.
  • Caray Carlos, ¿ese bulto que se te nota es tu polla?
  • Sí… lo siento me da vergüenza haberte dicho todo eso pero me ha salido de adentro.
  • A mí también me da vergüenza pero, me gustaría que me la metieras tú, estoy segura que eres un chico cariñoso.

 

                                                  No hizo falta que me lo dijera dos veces y la bragueta bajó y la polla salió, recordé lo que me había contado y en un segundo me quité los pantalones y los calzoncillos y luego la camisa, me quedé desnudo completamente, ella se quitó las bragas con dificultad y se apoyó en la máquina de coser.

  • ¿No prefieres que nos metamos en la cama?
  • No Carlos, primero quiero que me la metas por detrás como me hizo él, quiero sentir cómo me follas y a la vez que me acaricias las tetas, bésame el cuello o lo que quieras y sobre todo haz que me corra.
  • No te preocupes, no quedarás descontenta.

 

                                                  La barriga le colgaba debajo de las tetas y me vino mejor cogerme a las caderas ella abrió las piernas todo lo que pudo y le pasé la polla como un pincel por los labios del coño, todavía no se lo había visto ni ella casi mi polla por lo que no podía comparar, cuando notó la diferencia fue cuando se la metí despacio pero en tres golpes.

  • ¡Ooooh!, Carlos que polla tienes, no puedo aguantar, párate un momento por favor y vuelve a intentarlo.
  • ¿Así?  ya la tienes toda dentro, ¿la notas?
  • ¡Qué si la noto!  La tengo en las entrañas Carlos, muévete ya por Dios.

                                                  Me cogí a las tetas cuando me aseguré de tenerla clavada del todo, la chica abría las piernas cada vez más y yo me incrustaba entre sus nalgas.

  • Sigue un poco más que me viene ya Carlos y luego te corres, te puedes correr adentro porque más preñada no puedo estar…
  • No te preocupes por mí córrete tú cuando quieras, que no va a ser el último orgasmo que te voy a dar.

 

                                                  Me obedeció al instante, la máquina de coser tintineaba con las sacudidas y temblores que le daba, le tuve que sujetar con cuidado de la cintura para que las piernas no se le doblaran.

  • Síííí, qué gusto, esto es follar, me corroooo, no te salgas por favor, ya no puedo parar.
  • Sigue no te preocupes, disfruta de la corrida, yo puedo esperar aún.

                                                  Le di un manotazo a los trozos de tela cortados y a las cortinas de mi tía tirándolas al suelo, me salí de la chica y me tumbé en el suelo, Cintia cuando me vio con la polla al cielo se sentó de golpe, pensé que se clavaría hasta el feto pero me cabalgó como si estuviera acostumbrada y se volvió a correr las tetas oscilaban sobre mi cara, se las chupé y mordí, me las alternaba para darme los dos pezones.

  • ¿Aún no te corres? ¡qué pena, me habría gustado que me desvirgaras tú!
  • No te preocupes aun no hemos terminado, levántate por favor.

                                                  Cuando se levantó tenía las tetas rojas de mis chupadas y el coño blanco del flujo que desbordaba.

  • Pon las manos en la silla, por favor.
  • ¿En el respaldo?
  • No en el asiento y haz lo que te diga.
  • Tranquilo, haré lo que quieras.

 

                                                  Cintia se puso como le había indicado, me arrodillé detrás de ella y le besé las nalgas, era de piel blanca y abriéndolas vi el agujero rosado, le pasé la lengua y se estremeció.

  • ¿Qué vas a hacerme Carlos?
  • Te voy a desvirgar como te he dicho.
  • Pero por ahí no lo he hecho nunca.
  • Y por delante tampoco hasta que te la metieron.
  • Eso sí pero me da miedo.
  • No te preocupes, hazme caso y no te haré daño, relájate y el resto es cosa mía.

                                                  La chica esperó a que le chupara el culo, le metí la punta de la lengua y noté como abría el esfínter un poco, le pasé un dedo lubricado con sus jugos y le entró hasta la mitad, no puso pegas y le metí otro más.  Cintia suspiraba pero no decía nada, me levanté, le puse la polla en el coño y la lubriqué bien luego la subí al culo y me apoyé.

  • Ahora no te preocupes, ya estás dilatada y lubricada y mi polla también, piensa que te voy a estrenar no importa por donde, imagina que te voy a hacer mujer ahora y déjate llevar.
  • Como digas, seguro que lo vas  a hacer muy bien.
  • Ya lo notarás.

                                                  El problema era el capullo tan redondo para meterlo en el agujero virgen pero Cintia tenía tantas ganas como yo y aguantó, la lucha por entrar la gané yo y al pasar el anillo del glande suspiró, el resto ya fue “coser y cantar”, según iba entrando arqueaba la espalda pero no protestó, encontré el camino del recto enseguida y me hundí en ella, me moví entrando y saliendo.

  • ¡Ooooh Carlos que gusto me da, métela hasta adentro aunque me queje!
  • Sí Cintia, te voy a follar el culo hasta que me corra, ojala que no venga tu madre ahora.
  • ¡Nooo, sería capaz de decírselo a mi hermano Germán!
  • ¿Qué Germán, el que va al colegio con mis primas?
  • Síii, es mi hermano ¿lo conoces?
  • Claro que lo conozco, demasiado.

                                                  Para mí fue como un orgasmo añadido, me estaba follando a la hermana preñada del gilipollas de Germán, me dio un subidón mi ego hasta el punto que le pregunté.

  • ¿Y tu madre no querrá hacerse un vestido?, la encuentro un poco triste, debería cambiar de aspecto.
  • Ya lo he notado, desde que se enteró que yo estaba preñada está así, si me ayudas le haremos volver a ser alegre, mi hermano también le da muchos quebraderos de cabeza.
  • Ya me lo figuro.

                                                  Me corrí a fondo, con todo el placer del mundo, ella lo notó y gimió pero yo no paré.

  • ¿Te has corrido o es que me lo ha parecido?
  • Sí Cintia, me he corrido como nunca pero me ha sabido a poco, voy a sacarla y te le voy a meter en el coño y me correré dentro de ti, voy a gozar y hacerte correr a ti también.

 

                                                  Me tengo por un hombre de palabra y la cumplí, le metí la polla de un golpe en el coño y me moví como una máquina de coser, se corrió al notar mi leche caliente y caímos de rodillas los dos sobre las telas, cuando nos repusimos nos vestimos, al fondo de el pasillo se oyeron las voces de su madre y mi abuela, pero cuando entraron a mi habitación ya estaba todo en orden.

                                                  La madre abrazó a su hija protegiéndola de su estado, ella la miró con pena, mi abuela me miraba con ironía y yo miraba el techo.

                                                  Por la tarde yo ya estaba preparado, Antonia me hizo seña con la cabeza de que me fuera con ella a la siesta, mi madre y Julia estaban admiradas de la complicidad que tenía conmigo, sabían que hablábamos de costura.

                                                  Esta vez hubo consenso, cuando subimos al colchón mullido de mi abuela los dos estábamos ya desnudos del todo, sabíamos que de todas formas no tardaríamos a quitarnos la ropa, mi abuela me miraba esperando que empezara la narración, para ella era un caso especial, una embarazada.  Posiblemente se acordaba cuando ella lo estaba y las veces que había follado con la tripa llena o quizás se había quedado con ganas porque entonces no estaba bien visto, jajaja.

                                                  La polla ya estaba dura cuando me  buscó entre los muslos, yo la esperaba con impaciencia y enseguida le puse las manos en las tetas, se puso al momento boca arriba y se las chupé, era una ceremonia ya aprendida y el guión ya lo habíamos ensayado, se puso de rodillas y buscó con la boca el capullo y se lo tragó a la vez que pasaba su pierna por encima de mi cabeza, antes de que se dejara caer ya le estaba lamiendo el coño, olía a jabón como a mí me gustaba, esta vez yo pensaba correrme antes pero ella lo notó en su paladar y me frenó.

  • Espera Carlos, hoy lo vamos a hacer juntos.
  • ¿El qué abuela?
  • Nos vamos a correr los dos a la vez.
  • Me gusta la idea.
  • Pero antes te voy a hacer un regalo.
  • ¿Un regalo, a mí? ¡qué más regalo que estas siestas!
  • No vale nada pero te servirá de mucho.

                                                  De debajo de la cama sacó una caja, estaba envuelta en papel de embalaje marrón.

  • Mira, te lo iba a envolver pero mejor así es más discreto, mira lo que hay.

                                                  Abrí con impaciencia el paquete y saqué una caja de cartón, no sabía lo que ponía porque estaba en inglés.

  • ¿Qué es abuela?
  • ¿No sabes lo qué es?, jajaja, ¡Dios, qué inocencia! Mira, estos paquetitos son condones ¿sabes para qué son?
  • No nunca los había visto.
  • Espera y verás, estate atento como lo hago.

                                                  Antonia se sentó entre mis piernas y rompió el papel de plata sacando el condón enrollado, me lo enseñó y me lo puso en el capullo.

  • Esto es un capuchón para que lo uses cuando vayas a meter la polla en algún sitio, es muy importante porque te evitarás preñar a alguna mujer o contagiarte de alguna enfermedad ¿entiendes?
  • ¿Y cómo se pone?
  • Así, fíjate como, hay dos maneras, te las enseñaré, primero deja un espacio para la leche cuando te salga que tú tienes mucha y luego…

                                                  Con más habilidad que hubiera pensado escurrió hacia el tronco el condón desenrollándolo y era de mi talla, lo había previsto todo, me enseñó el espacio vacío para la leche y luego lo volvió a enrollar quitándomelo y enseñándome cómo se plegaba, después lo cogió y me lo puso otra vez en el glande y con la boca se lo metió a la vez que con los labios lo iba desenrollando mientras me acariciaba los huevos y me ponía la polla a tope.

  • ¿Quieres ver cómo se usa?
  • Claro.
  • Ven ponte boca arriba.

                                                  Me tumbé como lo había hecho por la mañana con Cintia y mi abuela se sentó sobre mi pero no se metió la polla, antes quiso disfrutar con ella y se paseó sobre ella abrazándola con los labios del coño, ya me mojaba los huevos cuando se levantó un poco y sin tocarme buscó el capullo con el coño, cerró los ojos y se fue metiendo mi polla, era la primera vez que follábamos y no nos habíamos dado cuenta, por lo menos yo, mi abuela me había enseñado la sexualidad de una forma tan natural que ahora estaba cabalgándome como si estuviera paseando en el mejor corcel.

                                                  Las tetas desde abajo se veían diferente y me colgaban hasta donde ella quería, las mordí, lamí y chupé hasta que las puse rojas, la polla no se veía entre los dos cuerpos y busqué su clítoris, estalló en un orgasmo brutal, gemía apretando los labios para que no nos oyera nadie pero no paró de cabalgar, incluso se dio la vuelta dándome la espalda, ya no podía tocar el clítoris y le puse el dedo recto hacia arriba cuando ella bajaba sobre mí, más de la mitad le entró en el culo, se quedó suspendida en el aire, hasta que lentamente se dejó caer hasta clavárselo hasta la segunda falange, se apoyó en mis tobillos y volvió a correrse, cuando se repuso se levantó y se tumbó a mi lado.

  • ¡Oh! Carlos que gusto le has dado a tu pobre abuela, nunca lo olvidaré.
  • No abuela tú me has enseñado y no te lo podré agradecer nunca.
  • Ahora puedes hacer una cosa, te subes sobre mí y me la metes, te puedes correr, en mi caso no hay problema porque no me puedes embarazar pero en otra siempre con el condón y después de meterla en el culo también debes ponértelo si la metes en el coño para evitar infecciones pero conmigo haz lo que gustes.

                                                  Abrió las piernas y nunca habría imaginado que tendría tanta agilidad porque las separó totalmente plegándolas un poco, fui subiendo sobre ella arrastrando la polla por la sábana hasta que llegué al coño, duro como iba lo metí a la primera, gimió al notarlo entrar y me abrazó, me dejé caer sobre sus tetas y me cogió las nalgas y me atrajo hacia sí, estuve bombeando una rato sin prisa, el condón no me molestaba pero no notaba la misma sensación que antes y puesto que no había peligro de embarazo la saqué, ella me miró sonriente y estiró de la goma quitándomela y me dijo al oído.

  • Gracias Carlos, lo estaba deseando, a mí también me gusta más sin condón, lléname de leche caliente.
  • Déjame las tetas Antonia.
  • Ya sabes que son todo tuyas.

                                                  Caí sobre ella apoyado con los codos y las manos en sus pezones, fue un orgasmo sincronizado, mi abuela me esperó hasta que me corrí y lo disfrutamos juntos.  Aún tuvimos tiempo de dormir un rato, cuando salí hacia mi habitación bajo el brazo llevaba la caja de condones, la había pedido en secreto a la ciudad, el usado se lo guardó como recuerdo.

                                                  Mi tía Julia se encargaba de la cocina y en cualquier momento de descanso se pasaba por mi habitación para preguntarme por las cortinas, yo las había plegado con Cintia y las tenía sobre una mesa.

  • Carlos ¿aún no están las cortinas?
  • Lo siento tía, pero con los encargos…
  • ¡Pero yo estaba primero, que luego querrás cobrar encima!  Jajaja.

                                                  Julia como siempre aprovechaba para que me asomara por el balcón de su escote, me dejó ver casi sin disimulo que se había comprado un sujetador nuevo, era precioso, debía haberse gastado un dineral y cuando se aseguró que me había dado cuenta se marchó como si nada.

                                                  En mi cabeza empezaron a rondarme ideas y me levanté, aquella mañana me sentía eufórico y no tenía ganas de coser, pasé por la cocina y cogí una manzana, Julia estaba poniendo el pollo en el horno y me fijé que por detrás se asomaban las bragas, eran del juego del sujetador, esto fue lo que me faltaba a mí, me acerqué y cuando se levantó me restregué en su culo, notó la dureza que pasaba de una nalga a otra incrustándose entre ellas.

  • Mmm, que dura la tienes sobrino.
  • Es que como he visto que metías el pollo al horno me he preguntado si no querrías que te metiera la polla en tu horno.
  • ¡Sobrino, que sorpresa, veo que has aprendido!, me gusta oírte y me pones caliente, la verdad pero no sé si lo dices para picarme.
  • Tal vez pero mira con lo que te voy a picar.

 

                                                  Me había sacado la verga y se la ponía en la mano para que no tuviera dudas de mis intenciones.

  • Madre mía sobrino, que polla tienes y que calientes estás, ya eres un hombre, espera… ven a la alacena y me ayudas a poner aceite en las botellas.
  • Sí Julia, te pongo lo que quieras.

 

                                                  Yo iba desbocado lo reconozco pero mi tía tampoco iba mejor, nada más entrar en el cuartito cerró y se arrodilló a por mí polla pero le cogí de los codos y la levanté y la senté sobre la mesita, se inclinó sobre la pared y le subí las piernas sobre mis hombros, las bragas se le veían perfectamente.

  • Precioso el conjunto de lencería Julia, me gusta.
  • ¿Te has dado cuenta?  Me lo he comprado pensando en ti.
  • Me lo imagino, permíteme que te quite las bragas.
  • ¿Sólo las bragas?
  • De momento cuando te esté follando te quitaré el sujetador y me comeré tus tetas.
  • Joder Carlos, cómo me pones hablándome así.
  • Creo que te mereces una buena follada.
  • Oh sí, una buena por favor.

                                                  Le saqué las bragas cuando levantó el culo tirando de las piernas para que se apoyara sólo en el borde de la mesa, con una pierna en cada hombro me acerqué con la polla en ristre y sin avisar se la clavé, gimió como un animal herido pero se me abrazó al cuello, dejó caer las piernas abiertas de la mesa y abrí la blusa, le solté el sujetador y sin dejar de meterle la polla se lo arranqué prácticamente y las tetas saltaron, Julia era tan joven como Jacinta y desnudas se parecían mucho, aunque las tetas las tenían diferentes, ahora las de Julia sabían a comida y olían un poco a sudor de mujer caliente tanto que mi polla entraba forzada, la tenía a 45º y le rozaba arriba de la vagina, el punto G, fue lo que le produjo el orgasmo tan bestial, le tuve que tapar la boca porque gritaba, ya no jadeaba ni gemía, gritaba que la follara más y más.

                                                  En un principio llevaba la idea de metérsela también por el culo como siempre pero esta vez no sería así, con los treinta y pico de años se podría quedar embarazada pero yo tenía un as en la manga y apuré hasta el final ya Julia me rogaba que parara, el otro orgasmo que tuvo la había dejado exhausta y sintió alivio cuando la saqué, se sentó bien mientras yo me volvía para ponerme el condón, cuando la vi sentada cómodamente la cogí de los muslos y la estiré hasta casi dejarla fuera de la mesa, los pies al lado de mis orejas y mi polla en su coño a tope.

  • ¿Qué haces Carlos? ¡ni se te ocurra, me vas a preñar!
  • Shhht, calla Julia, te voy a llenar de leche hasta la matriz.
  • Joder sobrino que lenguaje más duro pero me gusta oírte, ya no pareces maricón.
  • ¿Maricón?  ya lo ves Julia y ¡ruega que no me quite el condón!
  • ¡No por lo que más quieras, con condón si pero no te lo quites que no tengo ganas de criar otra vez!

                                                  Ya no hubo más protestas, me abracé a los muslos de Julia y la atraje hacia mí, me hundí quedándome quieto, sólo bombeándole leche, ella notaba como se llenaba el depósito del preservativo y suspiraba de alivio, se relajó tumbada sobre la mesa como estaba, me fui retirando y me cogió la polla para que no se saliera el condón lleno de semen, quería asegurarse que no se había roto, lo levantó triunfal pero yo le vi las piernas levantadas y abiertas, se me cruzaron los cables y volví a empujar, esta vez la suerte la tuvo su culo, ella no lo esperaba y yo casi tampoco, gritó pero nadie la oyó y mis huevos se pegaron a las nalgas pegajosas de flujos.

  • Carlos eres un cabrón, me estas partiendo el culoooo, paraaaa.

                                                  Si, paré pero cuando ya le había llenado con la segunda tanda de semen, el intestino le chapoteaba al moverse, la polla hizo un plop cuando salió seguida de un reguero de semen, la dejé despatarrada sobre la mesa cuando salí a la cocina por el pasillo, mi madre me preguntó por su hermana, le dije que debía estar por la cocina.

                                                  La madre de Asun parece que frecuentaba más ahora la tienda de mi abuela, no me decía nada pero yo sabía que se dejaba ver para que me animara a ir a su casa, mi abuela por otro lado parecía decirme que acabara con la situación y una mañana decidí acercarme, sabía que su hija estaba en clase pero lo que no sabía era que su marido estaba en casa, cuando llegué acababa de llegar de la mina y estaba comiendo, el hombre era bajito y enjuto de carnes, el carbón se le había incrustado en la piel blanca de no ver el sol y le daba un aspecto lóbrego.  La mujer me hizo pasar a una salita donde hacían la vida normalmente y me dejó la televisión en marcha para que me distrajera, el marido no tardó en terminar apenas tocó el postre, estaba agotado y fue a darse una ducha, cuando lo vi salir tenía el mismo color de piel y parecía hundido, pasó por mi lado, me saludó con un movimiento de cabeza y desapareció en la habitación, al momento se le oía roncar como un jabalí.

                                                  La señora Merche recogió la mesa del comedor y se reunió conmigo, ya traía la tela que había comprado, era estampada con flores muy llamativa y quería que le hiciera un vestido con mucho vuelo con un volante en el escote y otro en el bajo, para mí era otro reto porque yo no sabía coser lo suficiente y aunque le pusiera interés y la ayuda de mi abuela no sabía cómo iba a solucionar el gusto tan concreto de aquella mujer.

                                                  Ella tenía las ideas muy claras, me dibujó en un papel un boceto de lo que quería, me gustó el detalle porque dibujaba muy bien, me dijo que era maestra aunque no ejercía y le dije que yo también hacía mis bocetos, entre los dos corrió un hilo de simpatía, se sentó a mi lado y me explicó con todo detalle donde quería la cremallera y los volantes, yo estaba admirado además el perfume que me llegaba era mareante, ultimó los detalles y me preguntó mi parecer, a mí personalmente me parecía demasiado atrevido pues ella había dibujado un escote que una vez puesto era como un mirador y se lo dije.

  • Con todo mi respeto señora pienso que el escote que dibuja es muy bonito en el papel pero en la práctica…
  • ¿Qué quieres decir, que no lo llenaré?
  • Nooo, claro que lo llenará pero sospecho que lo llenará demasiado,  perdóneme pero usted tiene mucho pecho y aunque siempre gusta ver unas buenas tetas… no sé, yo subiría un poco el volante.
  • Jajaja, me gusta la manera de decirme que soy tetuda, jajaja.
  • Perdone otra vez, no es tetuda, tiene las justas y preciosas pero es que no deja nada a la imaginación.
  • No creas, aún queda mucho por enseñar, jajaja. ¿me tomas medidas?  Luego discutiremos lo de las tetas otra vez.

                                                  La señora Merche se levantó y entornó la puerta de la salita, abrió la bata y quiso enseñarme a lo que me enfrentaba, sin duda sabía lo buena que estaba y le gustaba que los demás participáramos de ello.

  • ¿Qué opinas Carlos, no te parece que puedo permitirme enseñar un poco?
  • Sin duda tiene un cuerpo divino.
  • Gracias, eres muy amable, no suelen decirme cosas tan lindas.
  • ¿No?, deben estar ciegos…
  • Lo que me dicen son groserías,
  • Porque no tienen sentido de la belleza, es usted perfecta tiene el cuerpo de diosa griega o mejor… de ánfora romana.
  • Por favor… me voy a poner roja… no me esperaba que siendo tú… bueno quiero decir que te gustara tanto… el arte.
  • Precisamente usted es toda arte, tiene un cuerpo para… oh perdón me he pasado.
  • Jajaja, no hombre no, dime lo que quieras me gusta oírte, ¿qué piensa de mi?
  • Por favor no me obligue a decirle lo que pienso, no quisiera que pensara que yo…
  • Venga Carlos suéltalo.
  • Pues… que usted está muy buena, es una mujer para perder la cabeza y… mejor  será que me calle.
  • Mmm, qué tímido me resultas, lástima que tu amigo no lo sea tanto.

                                                  Bajé la vista a mi pantalón, en efecto la polla me bajaba pierna abajo como una serpiente, la visión de Merche en sujetador me ponía malo, llevaba la mínima expresión de tela para que no se le salieran, las areolas le asomaban por encima del encaje y sólo en pensar lo que le quedaba aún por salir me provocaba una erección de categoría.

  • Lo siento señora Merche, no sé que me ha pasado, no tengo perdón.
  • No te preocupes, yo te perdono, te voy a dar un beso para que veas.  

 

                                                  No tuve más remedio que levantarme porque me cogió las mejillas y me estampó un beso en la boca que me volvió loco del todo, la rodeé con los brazos para no parecer un muñeco en sus manos y al apretar su espalda el cierre del sujetador se abrió, no me di cuenta hasta que me separé y la prenda cayó al suelo, a ella le hizo gracia la situación pero a mí me puso más burro de lo que estaba.

  • Jajaja, Carlos pensaría que son la primeras que ves.
  • Como esas sí señora Merche.
  • ¿Y qué te parecen así… de cerca?
  • Maravillosas, para comérselas, ¡perdón!
  • ¡Bah!  Que modesto, seguro que te habrás comido muchas y mejores que las mías.
  • Me acordaría sin duda, las suyas son las mejores, parecen tan duras, tan suaves y tan… sabrosas.
  • Duras y suaves sí que son pero sabrosas si no me lo dices tú yo no llego para probarlas ¿me lo dices?

                                                  No hizo falta que lo repitiera y metí la cara entre las dos, estaban tibias y suaves como había supuesto y tan duras que me tapaban las orejas y no podía casi oír, Merche las juntó para que las comiera, aquellos pezones me recordaron a su hija, Asun también tenía buenas tetas y los pezones parecidos pero ni comparación con la sensualidad que destilaban aquel par de melones.  Merche lo tuvo claro, al meter la cabeza entre las tetas ya tuvo patente para buscarme la polla, ella misma se encargó de sacarla y no la defraudé.

  • Y decías de mis tetas y no dices nada de tu polla, eres muy malo conmigo Carlos, ¿me dejas saborearla también?

                                                  Era una mujer resuelta y me empujó al sillón que había en un rincón, me bajó el pantalón y se arrodilló frente a mí, su cabeza bajaba y subía rítmicamente y yo miraba las tetas que tapaban el resto del cuerpo.

  • Espera Carlos, es una pena desperdiciar esto.

                                                  Se levantó y fue hacia la puerta, los ronquidos llenaron la salita y volvió a cerrar, por el camino se quitó la breves bragas negras y se sentó sobre mis rodillas, las tetas me llegaban a la cara y se deslizó por mis muslos hasta sentir la polla entre sus labios depilados, el capullo fue abriendo camino rozó el clítoris enganchándose en él un momento y siguió acercándose a mí, cruzó los brazos detrás de mi cabeza y de un golpe de cadera adelantó lo suficiente para meterse media polla en el coño, al notarla suspiró y con otro golpe la acabó de enterrar.  Abrí un poco las piernas y ella hundió el culo entre mis muslos buscando mas carne que meter, llegó a pegar sus labios con mis huevos y empezó a moverse. 

                                                  Los pezones me marcaban la camisa de arriba abajo haciendo surcos y a la vez endureciéndose más y más, yo no sabía dónde acudir con las manos, lo mismo le cogía las tetas que las nalgas atrayéndola hacia mí, no podíamos estar más pegados, notaba el juego de los músculos de su vagina amasarme la polla por dentro y me corrí sin poder evitarlo, yo mismo me sorprendí porque normalmente aguantaba bastante pero Merche era especial follaba como los ángeles y lo sabía, cuando se levantó hacía cara de decepción pensaba que se había acabado todo y se sentó al revés echándose contra mi pecho, le cogí las tetas por detrás, las tenía tan exultantes que me moría por follarla otra vez pero ella parecía haber perdido la excitación.

  • ¡Qué tetas tienes Merche! y follas como nadie.
  • ¿Sí, de poco me ha servido?, enseguida te has venido, creí que serías diferente a los demás.
  • Lo siento pero sólo era para entrenar, así me desfogo, ahora es cuando me gusta follar.

 

                                                  Se volvió rápida y me miró pícara.

  • ¿De verdad quieres seguir?  Pues ahora tú tienes el mando, lo que quieras ¿oyes?, lo que quieras.

                                                  Recordé a mi querida madre, la paja con sus tetas había sido de fábula pero las de Merche eran otra cosa y no podía dejar pasar la ocasión, la senté en el sillón y me senté casi sobre ella poniéndole la polla entre las tetas, era una maestra en todo me aplastó la polla después de mamarla un poco para ensalivarla y me escondí entre ellas, sabía que no aguantaría mucho aquella tortura porque Merche aprovechaba cuando salía el capullo para lamerlo y me acordé de Antonia, no debía perder la cabeza ni por aquella maravilla de mujer y ya sentía el ardor en la nuca presagio de la corrida que se avecinaba, la hice que parara, ella creyó que me había corrido otra vez pero la desengañé.

  • Aún no me voy a correr Merche pero quiero que elijas dónde quieres mi leche ¿en la boca o en el culo?
  • ¿Y no puede ser en los dos sitios?
  • Ojalá, de haberlo sabido antes me habría reservado más pero estás tan buena…
  • Vamos a hacer una cosa, te la voy a mamar si tú me comes el coño y luego te doy mi culo.
  • Hecho.

 

                                                  No hubieron discusiones, extendió la tela del vestido en el suelo y sobre él hicimos un 69 que nos subió al cielo, tenía unos labios carnosos en el coño pero los labios menores eran casi tan grandes como los mayores, mi lengua se perdía entre ellos libando el néctar de su vagina poco usada -diría yo-  Merche no perdía el tiempo y me aplicó todos los métodos de “tortura” que sabía, la polla la elevó a un estado de excitación que estuve a punto de correrme en muchos momentos, la mujer sabía retenerme pero yo no sabía retenerla a ella y se corrió en mi boca dos veces seguidas o tal vez un orgasmo súper largo, ya estábamos agotados con las lenguas y las bocas doloridas cuando pidió cambiar.

                                                  Según el acuerdo se puso de rodillas dócilmente con la cabeza apoyada en el suelo, las tetas le tocaban la tela a la vez que la cabeza, separó las nalgas con las manos y separó las piernas, yo me iba a arrodillar detrás de ella pero me pareció tan apetitoso aquel trasero que me quedé de pie sobre su caderas y apuntando hacia abajo le metí la polla sin apuntar, el capullo resbaló por la saliva que le había dejado y fue a colarse como la pelota en el hoyo 18 de golf, vertical hacia abajo hasta desaparecer.  Merche gemía de placer, tenía el culo dilatado y no era de mí, debía tener algún juguete para practicar pero se lo agradecí y ella también, me senté literalmente sobre su culo apretando mi polla en su agujero y le trasvasé toda la leche que había en la reserva y la que había podido producir desde la corrida.

                                                  En ese momento oímos la puerta del baño cerrarse y la tos de fumador de su marido que había aliviado la vejiga y volvía a la cama, nos quedamos quietos unos minutos sin atrevernos a sacar la polla, cuando lo hice de su culo salió hacia arriba una fuente de leche.

                                                  Mi abuela a la hora de comer no dejaba de mirarme, sabía de dónde venía y esperaba mi relato, cuando se lo conté en la siesta me preguntó si había estrenado los condones, le dije que no (no le comenté el que había usado con su hija Julia), que no había hecho falta, Antonia se extrañó pero la tranquilicé diciéndole que me había corrido en el culo, la corrida precipitada en el coño la obvié por precoz y considerando que al estar ella encima se saldría la leche afuera, de todas formas crucé los dedos.

                                                  El cuerpo caliente de mi abuela estaba a mi lado pero nuestras piernas estaban entrelazadas y mi polla en su coño moviéndome mansamente, mis manos en sus tetas y las suyas en mis huevos, nos corrimos lánguidamente, con la satisfacción del deber cumplido y nos dormimos.

                                                  Cuando vinieron mis primas del colegio me buscaron, se habían enterado que había estado en casa de Asun y querían saber que había pasado, les prometí que iría a su habitación a contárselo.

Continuará.

 

Agradezco sus valoraciones y comentarios.

 

Gracias.

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