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Me hicieron creer que era afeminado. (27)

en Amor filial

                                      Rosa esperaba impaciente en el taller para que le contara la reunión con las damas, yo sabía que sólo era un primer paso y que debía seguir por ese camino, comprendía que en realidad fue un “examen” y que entre las cuatro decidirían mi futuro, por lo menos de momento pero si tenía éxito me darían un espaldarazo que me lanzaría como un misil.

                                      Le comenté ilusionado la conversación con las dos hijas, sobre todo con Inés, al explicarle cómo era y la impresión que me había causado, Rosa se rió a la vez que me rozaba la polla, se había dado cuenta que con sólo contarle su belleza e imaginarla en mi sofá ya se había puesto a media asta.

                                      A Rosa también le gustó la idea de hacerle un vestido espectacular, le haría un diseño en papel a todo color, se lo presentaría en la próxima reunión de té y si la convencía trataría que eligiera el tejido y accediera a probárselo, además suponía que la marca de lujo del automóvil también tendría algo que opinar, pues de ella dependía mucho la imagen en un marco tan publicitado como la Feria del Automóvil de Ginebra.

                                      Compré los materiales de dibujo que me hacían falta, desde pequeño siempre tuve buena mano para dibujar y ahora era el momento de demostrarlo, a Rosa se le daba mejor el seguir con el proyecto una vez decidido, patrones, confección, etc.

                                      Con la información que me dio Bea para la próxima temporada, la relación de colores y mis ideas para armonizar todo ello me puse a trabajar, a mi lado tenía un montón de hojas de papel arrugadas de los bocetos que no me gustaban, quería que Inés se ilusionara tanto como yo y para eso tenía que esforzarme al máximo.  Estuve hasta altas horas de la madrugada, en un principio Rosa me ayudaba y opinaba a mi lado, luego ya tarde salió a buscar unos bocadillos porque yo no levantaba la cabeza del papel y al final se dejó caer agotada en el sofá y se durmió, cuando me di cuenta la cubrí con una tela gruesa para que no cogiera frío y seguí con lo mío.

                                      Era la primera vez que veía dormir a Rosa, me gustó ver su rostro, parecía que soñaba porque sonreía, me dieron ganas de dejarlo todo, al fin y al cabo no eran más que mis ilusiones, me habría acurrucado junto a ella y posiblemente la despertaría con mis besos, debajo de aquella tela la acariciaría y seguramente la desnudaría y después… pero no, me propuse trabajar de firme y eso hice, los momento de asueto quedamos que serían fuera de horas de trabajo, (pero ya eran horas de “muy” fuera de trabajo, tampoco me saltaría mis propias normas…), ¡no, definitivamente no!, seguiría trabajando, aún con la tentación de Rosa a mi lado.

                                      Por la mañana cuando despertó yo me había quedado dormido sobre el papel de dibujo, durante toda la noche había pintado a acuarela un esbozo con las ideas que se me habían ocurrido durante mi vigilia, me despertó el aroma a café recién hecho que Rosa puso a mi lado, ya se había duchado y arreglado y estaba preparada para seguir trabajando.

                                      Me llevó como un títere hasta la ducha, en la puerta me quitó la ropa a la vez que me sujetaba contra la pared para que no me desplomara, abrió el grifo y esperó a que el agua saliera a su gusto y me puso debajo de la cascada que caía sobre mí.

                                      Estaba tan cansado que ni eso me despabilaba y Rosa tomó una rápida decisión, con una mano, manteniéndome apoyado contra los azulejos, se quitó la falda y la blusa, los zapatos y el sujetador, entró conmigo debajo del agua llevándome como un pelele.

                                      Noté como me lavaba el pelo y luego el pecho y la espalda con una esponja, Rosa me ofreció la esponja para que continuara yo pero no le hice caso, se vio obligada a seguir y con cuidado su mano pasó entre mis piernas, como pude separé los muslos para que hiciera lo que quisiera y enjabonó los huevos y la polla caída.

                                      El agua la mojaba igual que a mí y los rizos del pelo le goteaban aplastados en su cara, pasó y repasó por entre mis nalgas, el jabón me daba una sensación de paz que me relajaba mucho, ya iba a enjuagarme cuando se dio cuenta de que se había dejado un detalle, con la esponja otra vez enjabonada me cogió la polla y retiró el prepucio, giró la esponja sobre él como si cerrara un tapón de rosca y al tocarme el frenillo me dio un calambre.

                                      Mi polla no estaba tan agotada como yo y sin más empezó a crecerle en la mano, la sostuvo mirándola cómo iba tomando tamaño y al salirse entre los dedos cogió con la otra mano los huevos que se replegaban formando un conjunto.

                                      Cerró el grifo y se arrodilló frente a mí, con la cabeza caída no me di casi cuenta hasta que cogió la polla con las dos manos y la puso frente a sus labios, aspiró y el glande entró sin rozar los dientes, el calor de su lengua presionando contra el paladar me reanimó más que el agua de la ducha.

                                      Cuando ya comprobó que la polla se mantenía erecta me soltó y me puso las manos en el culo tirando hacia ella, poco a poco iba tomando conciencia de lo que ocurría y fui yo quien le cogí la cabeza por las orejas y tomé la iniciativa, con sólo el movimiento de pelvis le follé la boca, ella estaba quieta esperando solamente y acariciándome los huevos, sus tetas goteaban agua de la ducha y más abajo sólo se veían sus bragas lila mojadas, entre las nalgas le escurrían las gotas de agua que se deslizaban por su espalda provenientes de su pelo, cuando notó que mi polla palpitaba con intermitencia apartó la cara y se puso de espaldas a mí apoyada contra la pared de enfrente, bajó sus bragas haciendo un rollo hasta los tobillos y sacó un pié, con las piernas separadas y las manos en la pared me esperó.

  • ¡Vale Carlos, métela a ver si te animas!

                                      Su cintura estaba mojada pero me agarré fuerte, las nalgas las tenía abiertas y por ellas resbaló el capullo hasta llegar a su coño entreabierto, todavía arqueó un poco la cintura y al empujar lentamente fui entrando hasta apoyarme en ella totalmente.

                                      Cogido a sus tetas colgantes le metí la polla con desesperación, ella aguantó hasta que pudo y yo no tardé mucho más, fue un polvo rápido pero cuando salí estaba listo para comerme el mundo otra vez, abracé a Rosa apretándola contra mi pecho, sus tetas quemaban y sus pezones casi herían.

  • ¿Qué hora es, Rosa?
  • Las ocho y media, Carlos.
  • Estupendo, todavía lo hemos hecho fuera del horario de trabajo como quedamos.

                                      Nos miramos y nos echamos a reír aunque contentos por haber “cumplido” el horario.  La mañana empezó con mucho trabajo, le expliqué mis ideas y con algunas correcciones que me dio de última hora lo dejamos pendiente de mostrarlo en la “futura” reunión de té.

                                      A media mañana tuvimos una inesperada pero encantadora visita, detrás del cristal de la puerta apareció una figura alta, oscura y delgada, Rosa fue a abrir y al momento supo quién era, yo estaba en el almacén y desde la puerta me llamó.

  • Carlos, tienes visita, es Inés.
  • ¿Cómo lo has sabido, si no me conoces?
  • Te conozco mucho más de lo que crees, Carlos no ha dejado de hablar de ti desde que volvió de tu casa.
  • Jajaja, no lo puedo creer, ¡si pensé que no se fijaría en mí!
  • De eso te puedo asegurar que Carlos es incapaz, eres tal como te ha descrito, una belleza de ébano.

 

                                      Cuando salí y la vi quedé petrificado, además de verla tan bella me emocionó que se acordara de mí, parecía un bebé balbuceando a su lado, en cambio allí estaba con aquella sonrisa de dientes blancos perfectos y labios carnosos.

  • Estoy encantado de verte Inés, no creí que te acordarías de mí.
  • Ni tú de mí, fue un instante tan rápido… pero le pregunté a mi madre, me dio la dirección y… ¡aquí estoy!
  • ¿Y en qué te puedo ayudar, Inés?
  • ¿Ya no te acuerdas?  Te comenté que necesitaba un vestido para…
  • Claro que me acuerdo, ¿cómo se me iba a olvidar?
  • Inés…  Carlos ha estado toda la noche pensando en ti y en tu vestido, jajaja.
  • Pasa y te lo enseño…

                                      Aquella chica con el cuerpo tan estilizado, las piernas tan largas y el color de su piel era lo más exótico que había visto en mi vida, le enseñé con toda mi ilusión el vestido que había pensado para ella, pintado a trazos con acuarela le daba una idea bastante acertada de lo que había pensado.

                                      Inés sonrió complacida y sin más se levantó del sofá.

  • Perfecto, vamos al probador y tómame medidas…
  • Uf… claro, ¿pero… no quieres que te explique con detalle el vestido?
  • No hace falta, me fio de ti, estoy segura de que será la sensación de la Feria.

                                      Rosa nos acompañó al probador con el metro y la libreta para apuntar pero cuando vio que Inés se abría el vestido que llevaba cruzado y que debajo no llevaba nada hizo un “mutis por el foro” y desapareció.

                                      Los espejos reflejaban la silueta de Inés, era más alta que ellos con aquellos tacones de aguja y tanto uno como el otro me enseñaban la maravilla que tenía delante por los cuatro costados, además de la cara tan exótica su cuerpo delgado (pero no huesudo) mostraba unas medidas perfectas para lucir mi vestido como una “top model”, desdelos hombros hasta la cintura era totalmente un triángulo invertido, la cintura tan estrecha que se podía abarcar con las dos manos y unas tetas proporcionas a su cuerpo, pequeñas, muy pequeñas pero con el tono de piel que tenía todavía se destacaban los pezones en ellas, eran unas leves protuberancias, que apenas cogían en la mano hueca pero que le permitían llevar escotes de vértigo y en eso ya había pensado yo, iba a hacer un vestido que todo el mundo pensara…  ¿Cómo se lo podrá sujetar sin perderlo?

 

                                      El culo lo tenía elevado con apenas caderas y los muslos torneados al juntarse le formaban un pliegue que parecía cerrarse hermético pero al ir depilada marcaba el comienzo de sus labios negros como toda ella, al moverse para que le midiera la cadera abrió las piernas y pude ver el interior de sus labios, el color carmesí del clítoris me aceleró el corazón y tuvo el resultado previsto.

  • Veo que mi madre no me ha engañado.
  • ¿Por qué dices eso?
  • Justamente por el bulto que marcan tus pantalones, porque… no me dirás que llevas ahí la regla de medir, jajaja.
  • ¡Oooh!  Lo siento Inés, no ha sido queriendo pero tu belleza no es inmune ni a mi polla ni a mí.
  • Ya me lo dijo mi madre “no te vayas sin probar la polla de Carlos, es una delicia”, jajaja.
  • Vaya con Cari, se nota que te quiere mucho.
  • Nos quiere, porque lo dijo delante de mis hermanas, jajaja.
  • ¿Lo oyó Nerea?  Oh Dios…
  • Jajaja y Emilia también, no la conoces pero es la más guapa de las tres.
  • Imposible, tú eres la más guapa seguro.
  • Jajaja, ¡que no te oiga Nerea, es la mayor pero está muy bien!
  • Pero el cuerpo que tienes tú es envidiable…
  • Según gustos, ¿qué me dirías de una morena, ojos verdes, una talla 100 de pecho y un culo alto y unas caderas como un cántaro romano?
  • ¿Así es Emilia?  Vaya que tres monumentos, deberíais estar en un museo.
  • Jajaja y no te he dicho otras cosas porque romperías la bragueta desde adentro.
  • ¿Sí, tanto son?
  • Somos, a las tres nos gusta follar como locas, jajaja.
  • Por todos los santos, no voy a poder dormir nunca más pensando en vosotras.
  • De momento puedes empezar por mí, creo que te gustará mi coño, es un “poquito” más moreno que el de Emilia pero se traga las pollas como perritos calientes.
  • Imagino que será como todas.
  • Eso no lo sabrás hasta que metas tu verga en él, si quieres te puedo dar un aperitivo con la boca, mis labios están acolchados y te darán un placer que será raro si no te corres en ella.
  • Me lo pintas tentador ¿y tu culo?
  • ¡Ah, prefieres empezar por mi culo!  Pues aquí lo tienes, llénalo y pártelo, a mi madre le gustó mucho, ya me lo dijo.
  • Me gustará saber tu opinión cuando le tengas adentro, vamos al sofá y ponte de rodillas.

 

                                      La chica fue obediente y con el sonido de los tacones salió desnuda hacia el sofá, tuve que ponerme de puntillas para apuntar a su culo, era totalmente negro igual que todo su cuerpo excepto las palmas de las manos y los pies aun así no tuve dificultad en encontrarlo, después de haber escupido en la punta del capullo cogí la crema que con disimulo había dejado Rosa en previsión y le unté la zona, pasando como un pincel apreté donde menos resistencia noté y la chica se cogió al respaldo con las uñas largas clavadas en la tapicería.

  • ¡Ooooh mi madre no me había contado esto!, Carlos sácala por favor que me rompes el culo, esa polla es enorme, no te la había visto antes si no, no me la metes.
  • ¡Qué pena, creí que tu madre te había aleccionado del todo!, ahora ya es un poco tarde para volverse atrás, te voy a follar el culo, el coño y la boca y más no porque no puedo pero cuando vayas luciendo tu vestido te acordarás de mi polla.
  • Por favor, ya que está adentro déjala pero ten cuidado, porque soy muy estrecha de todo.
  • Eso será hasta hoy porque mañana te podrás meter hasta el freno de mano del coche.
  • Joder Carlos, no puedo resistir, sácala un poco que descanse.
  • No te preocupes, te adaptarás al momento, no eres la única que lo dice.
  • Sí… ya duele menos…  ¿Y dices que a mi madre también se la metiste así?
  • Claro y gozó como nunca, tu madre tiene una cola divina.
  • Me gusta cuando dices “la cola”, ella lo dice mucho.
  • A mí me decía que le cogiera el orto, imagino que sería lo mismo, jajaja.

                                      Cogido de las estrechas caderas de Inés le imprimí un movimiento suave pero rápido, el temblor que la sacudió era digno de ver, con aquella espalda tan negra y brillante, el culo con las pequeñas caderas y la cintura de avispa, apenas le podía coger las tetas, aunque agachada tenía un poco más pero los pezones le salían lo suficiente.

                                      No llegué a parar y según le clavaba la polla en el culo la saqué y cambié de lugar.

  • ¡Aaaag, ya te dije que soy muy estrecha Carlos!, me da mucho gusto pero me estás rompiendo el coño también y eso que lo tengo encharcado.
  • Pues prepárate porque te voy a llenar la boca y correrme en tus labios, los tienes más gruesos que los del coño.

                                      Inés apoyó la cabeza en el respaldo con los brazos estirados sobre él, se corrió como si tuviera un ataque de hipo llenándome la polla de jugos blancos cómo la nieve que caían en cascada entre sus muslos, hacían un contraste con su piel que parecía crema dentífrica.

                                      Apenas estaba calmándose cuando le di una palmada en el culo y se dio la vuelta, ya tenía los gruesos labios abiertos y mi polla entró directa, cuando los cerró tras el glande descargué toda la corrida contenida, su culo y su coño me habían puesto como un burro y el exotismo de su cuerpo me habían enaltecido hasta el máximo.

                                      Me miraba con aquellos ojos tan hermosos y los labios cerrados herméticamente sobre mi polla, lagrimeaba tragando sin parar toda la leche que le traspasaba, cuando ya apenas me salía abrió la boca, sobre la lengua carmín un lago blanco desbordaba por los lados y echando la cabeza hacia atrás se lo tragó todo.

                                      Tendida todo lo larga que era en el sofá parecía una faraona egipcia, su bello cuerpo estaba desmadejado pero mantenía su belleza, noté detrás de mí la mano de Rosa que me cogía la polla todavía “morcillona”.

  • Es preciosa, te envidio, nunca había visto un cuerpo tan perfecto, me encanta.
  • Te conozco Rosa, estás deseando comerle el coño.
  • Nos conocemos Carlos pero no lo haré si tú no me metes esta maravilla en el mío.

                                      Inés no dijo nada cuando Rosa se arrodilló al lado del sofá sobre la moqueta, simplemente separó las piernas dejando una sobre el respaldo y la otra caída al suelo, Rosa le lamió desde el ombligo hasta el pubis, no esperé a que llegara al coño, me puse detrás de ella y me la meneé un momento hasta ponerla a punto, entre los labios de Rosa metí la polla, su gemido se ahogó en el coño de Inés, le estaba lamiendo el clítoris encarnado de la muchacha que se movía como tocada por un cable eléctrico.

                                      Rosa estaba concentrada con aquella beldad y a la vez recibiendo mi verga en su coño, se corrió antes que Inés pero esperó hasta que ésta le llenara la cara de sus jugos blancos espumosos.  Inés quedó abierta de piernas sacudida por los espasmos de su orgasmo brutal pero Rosa siguió lamiéndola hasta llegar al culo pasando por su burbujeante vagina.

                                      Cuando me iba a correr me levanté y me puse sobre el pecho de Inés, las ráfagas de semen le llenaron el pecho, cubriéndole las tetas, sus pezones perecían islas en un mar blanco espeso.

                                      Cuando Inés se marchó me dijo…

  • Si el vestido me sienta tan bien como tu polla, será un éxito mundial, lo contaré a mi madre y a sus amigas, pronto sabrás de ellas.
  • Mmm, unas señoras encantadoras, estaré impaciente de sus noticias.
  • Pero antes que a ellas conocerás a mis hermanas, que también te gustarán, seguro.

                                      La acompañé a la puerta del taller para despedir y admirar los andares tan elegantes de Inés, en la puerta de la tienda de al lado estaba Alicia que me felicitó con el dedo arriba.

                                      Imagino que la Feria sería un éxito porque en las revistas tanto de Motor como en las de Moda aparecía Inés con mi vestido, incluso en televisión aparecía en un anuncio de la marca italiana, me había mandado un cheque muy sustancioso cuando le envié el vestido a su casa, todavía no me habían invitado a otra sesión pero tampoco habían venido Nerea ni Emilia y aprendí a esperar.

  • ¡Muy buena clientela estás haciendo Carlos, te felicito…  buenas tardes...!
  • ¡Hola buenas tardes Alicia!, ¿cómo te va?
  • Ya lo ves, muy bien, espiando a las mujeres que salen de tu taller, aquella negra que vi la última vez era preciosa…
  • ¿Una negra?... ¡ah sí! es cierto, preciosa y un cuerpo de maravilla.
  • ¿No será la modelo que sale en todas la revistas del corazón?
  • Pues no sé, no tengo mucho tiempo para leer revistas pero posiblemente.
  • Lo decía porque en ellas cuando le preguntan por el modisto de su vestido no lo dice pero parece que es un “amigo” suyo que tiene muy buen gusto, me gustaría conocerlo.
  • Jajaja Alicia, te tengo por muy inteligente y creo que conoces y muy bien al modisto, creo recordar que estuviste follando con él, aunque ya hace bastante tiempo creo.
  • Si demasiado ya, no sabes cuánto me acuerdo de aquel rato que pasamos, deberíamos repetirlo pronto.
  • Por mi no hay problema, aunque también creo recordar que me mandarías clientas y todavía no han llegado.
  • Pues no será porque no me preguntan por los vestidos que expones en el escaparate, ¿los haces tú todos?
  • Claro, son para amigas que confían en mí, ya ves, así voy practicando.
  • Pues no tardarás en recibir a una clienta mía que no deja de insistirme, yo intento venderle de los míos pero se está poniendo pesada, de todas formas ya sabes, si no “paga” ella pagaré yo y no te quejarás.
  • Cuando quieras, aunque procuraré “cobrarle” y quitarte la clienta, jajaja.
  • Eso es jugar con ventaja porque con esa polla que gastas…
  • Siempre podrás cobrar una “comisión” por la venta, jajaja.
  • De eso no tengo duda.

                                      Cuando se marchó moviendo las caderas le tuve que explicar a Rosa la primera vez que nos “conocimos”, después de follar me propuso darme una parte de la venta de los vestidos que le confeccionara a sus clientas y no me pareció muy ético, por eso intentaría esquivarla o sino, quitarle las clientas que eran gente de dinero…

                                      Pero Alicia no olvidaba las cosas y a los pocos días vino una clienta toda enjoyada, le atendí como a todas pero cuando me dijo que la enviaba Alicia redoblé mis atenciones, a una señal Rosa le ofreció café y galletas suecas, a la mujer le encantaron porque era muy golosa, lo adiviné porque era bastante gruesa, muy gruesa diría yo y además tenía bastante edad.

                                      No perdí la esperanza, al fin y al cabo pensaba cobrar si no a la clienta lo pagaría Alicia, aunque no creía que lo hiciera a disgusto, la señora resultó ser muy amable y cuando le ofrecí la mejor silla que tenía se sentó con la intención de pasar allí toda la tarde, Rosa me miró recomendándome paciencia, parecía que era un dardo envenenado de Alicia.

  • Me voy a presentar soy la señora de Bermúdez, no sé si le sonará el apellido, a lo mejor si le nombro el Banco *****
  • Claro, no faltaba más, aunque sólo de oídas.
  • Imagino que sí, es un banco sólo para grandes capitales, ya sabe… empresas, inversores, exportadores etc.  No tiene oficinas por ahí pero como le digo es el Director o mejor dicho el dueño, en fin las acciones y demás, el caso es que todas las tardes que salgo a pasear veo los vestidos que tiene en el escaparate y me gustan mucho, me hacen recordar mi juventud, en mi mansión rodeada de criados y caprichos.
  • Ya, entiendo…  ¿Y?
  • Nada, sólo eso, me gusta soñar y siempre que paso a comprarle a Alicia alguna cosa le pregunto, ella me ha animado a pasar y ver su taller, ya ve.
  • Pues encantado de conocerla señora…
  • Angustias, me llamo Angustias.
  • Mucho gusto, señora Angustias, yo me llamo Carlos.
  • Sí, me lo dijo Alicia, me contó que quiere hacerse un hueco en la moda.
  • Es más que eso, es un sueño y trabajo duro para conseguirlo.
  • Eso me gusta, me gusta ver a los jóvenes luchar por sus sueños, yo tengo un sueño también, bueno… es inalcanzable, pero sigue siendo un sueño, ¿mi marido… qué quiere que le diga…?  Trabajando todos los días, ya está mayor pero menos mal que tiene a unas secretarias que están pendientes de él, que si no…
  • Lo imagino trabajando mucho, no tendrá tiempo para casi nada.
  • Para nada, nada, nada pero yo sigo soñando… ¿usted sería tan amable de venir a mi casa y tomarme medidas allí?, me haría un vestido o algo, es que como estoy tan pesada en un probador es muy incómodo.
  • Claro doña Angustias, iré encantado cuando me diga.
  • Pues si le parece bien mañana es buen día, mi marido tiene balance y no vendrá a casa en todo el día.

                                      Rosa se estaba tronchando de risa al oír la conversación, ya se imaginaba la escena pero yo me lo tomé como un gaje del oficio, sería una prueba más en mi carrera.

                                      Al día siguiente tomé un taxi hacia la casa de doña Angustias, vivía en una urbanización bastante elitista a las afueras del norte de Madrid y me recibió un Ama de Llaves de mediana edad con un elegante uniforme gris, al verme ya supuso quien era.

  • ¿Usted es Carlos, verdad, el modisto que espera la señora?
  • Pues sí, ha acertado usted, la señora me está esperando, me citó para esta mañana.
  • Ya me lo dijo, aunque creo que hoy no es un buen día…
  • Perdone, si la señora no puede recibirme como dijo no hay problema, le ruego que le diga que la atenderé como se merece en mi taller, ya sabe donde estoy.
  • ¡No, no me ha entendido!, lo que ocurre es que la señora ayer cuando vino se torció un pié, ya sabe, el peso, la edad y ha sufrido un esguince, el doctor le ha prohibido levantarse de la cama.
  • Eso es otra cosa, en ese caso le ruego que le diga que vine y que lamento su percance, aquí le dejo mi teléfono para que me llame cuando se restablezca…
  • ¡Fernanda!  ¿Quién es?…  Si es Carlos que pase… quiero verlo.

                                      El Ama de Llaves al oír desde el fondo del pasillo la orden de su señora se hizo a un lado y me invitó a pasar.  Me acompañó a la habitación del fondo del pasillo y desapareció.  En una inmensa cama estaba postrada doña Angustias con la pierna apoyada entre almohadones, a su lado una joven con bata blanca le masajeaba el pié dañado a la vez que la señora se quejaba del dolor que le producía.

  • Pase Carlos, lo siento pero mire en qué situación me encuentro, aquí imposibilitada de moverme, menos mal que mi sobrina Cecilia me da masajes, está estudiando para masajista ¿sabe? y lo hace muy bien aunque reconozco que soy una quejica.
  • Siento lo que le ha pasado y espero que con la ayuda de Cecilia se reponga pronto, por mi no se preocupe, volveré cuando se encuentre en condiciones, este es mi número de teléfono, me puede llamar en horario de trabajo.
  • Sí que me sabe mal, debí de avisarle antes de venir para que no se molestara, de todas formas ya que está aquí… tengo una idea, como mi sobrina es tan amable conmigo me gustaría que le hiciera algo, lo que ella quiera, tenía la idea de comprarle alguna cosa a Alicia pero ya sabe que no tiene ropa juvenil, creo que usted sabrá acertar más el gusto de Cecilia.
  • Estaré encantado, intentaré hacerle algo que le guste a Cecilia.
  • Muy bien, cariño ¿quieres acompañar a Carlos y le dices lo que te gustaría y que te tome medidas?  Te aseguro que te gustará.
  • Sí tía, Carlos ¿quieres venir y te enseño la ropa que tengo?  Te dará una idea de mis gustos…

                                      Fuimos por el pasillo a una habitación cercana, la casa era muy espaciosa y las habitaciones, por tanto también lo era aquella, tenía un ventanal muy grande que daba al jardín, Cecilia me invitó a sentarme en una butaca mientras ella elegía en su armario la ropa que le gustaba para que le hiciera algo del mismo estilo, estaba esperando y me llamaron la atención los álamos que movía el viento en el jardín, estaba tupido de vegetación y los setos perfectamente recortados cerraban la parcela al exterior.

                                      Me fijé que entre los setos se movía algo, debía ser el jardinero trabajando a la otra parte pero me parecieron demasiados movimientos y repetitivos y puse más atención, de pronto de entre los setos salió corriendo Fernanda perseguida por el jardinero, supuse que sería el jardinero por el sombrero de paja porque era lo único que llevaba puesto, entre sus piernas asomaba una polla que parecía el astil de una azada.  Fernanda corría entre los setos y entre uno y otro pude ver que tampoco iba sobrada de ropa, la falda que llevaba arremangada para correr mostraba unas bonitas piernas blancas y las tetas desnudas sueltas bailando de lado a lado por la carrera, me parecieron demasiado duras para la edad que le había calculado al llegar.

                                      Fernanda corría sujetándose la falda para no tropezar pero el jardinero iba ganándole terreno cada vez, “volando” detrás de ella con la polla oscilando de parte a parte, me levanté para observar mejor y pude ver el momento en que la alcanzó, Fernanda tropezó sobre un montón de hojarasca y el muchacho se le echó encima, ella manoteaba sin mucha convicción riéndose excitada, éste le atrapó una teta y sin más le chupó el pezón, Fernanda estaba desarmada y con las manos intentaba sin éxito separar la cabeza masculina de su teta pero él no estaba dispuesto a soltar su presa y pasó al otro pezón, ya Fernanda insistía menos cada vez y ni se preocupaba que la falda se le había quedado subida por la cintura al caer.

                                      Después de chuparle las tetas con devoción, el joven jardinero buscó su boca y la besó, la poca resistencia que ponía Fernanda se esfumó en un segundo y rodeó con un brazo su cabeza y con la mano libre buscó la polla que cabeceaba dura como una estaca.

                                      El mozo intentaba meterla entre las piernas de Fernanda pero ella quería probarla antes y se soltó dándole la vuelta, con la polla al viento oscilando como un álamo más se lo metió en la boca y aspiró, me sorprendí cómo le cupo prácticamente todo aquel rabo, al joven debió sucederle lo mismo porque quedó inmóvil como si le hubiera caído un rayo, con las piernas y brazos abiertos gozó de la mamada que le daba Fernanda.

                                      Ahora Fernanda ya no era Ama de Llaves, se había convertido en Ama de la Verga del jardinero y disfrutaba de su oficio, con las dos manos le bajaba el prepucio y le chupaba el capullo brillante de saliva.

                                      Vi cómo se quitaba la falda por los pies y trepaba por el cuerpo del joven, ahora era ella la que lo besaba dejándole sus tetas colgando a su disposición, el jardinero no desaprovechó el momento y las atrapó con las manos tirando de ellas hasta hacerla tumbarse sobre él, Fernanda con las piernas alrededor del chico dejaba que le lamiera los pezones sintiendo entre sus muslos la verga vertical pero cuando éste quiso tomar aire ella se dejó caer hacia atrás y se clavó aquella polla candente.

                                      Yo tenía la nariz pegada al cristal ensimismado mirando la follada campestre y por eso no me di cuenta de que a mi lado estaba Cecilia, ni tampoco me di cuenta de que una mano la tenía entre la bata de masajista por un hueco de un botón despasado, su mirada con los ojos entornados parecía que ya no estaba muy pendiente de lo que ocurría afuera, estaba ensimismada sintiendo que un orgasmo estaba amenazándola.

                                      A su lado la cogí por la cintura, ella ni se inmutó esperando la inminente oleada de placer, le fui abriendo la bata y descubrí un sujetador sin tirantes, tiré de la copa y la teta saltó vibrando, le chupé el pezón directamente, aspiré tragándome la areola con él y seguí abriendo botones, la bata cayó al suelo y vi que las bragas las llevaba a medio bajar encajadas en los muslos.

                                      Mi polla reclamaba salir a gritos y la liberé buscando la otra mano de la chica, al notar su calor cerró la mano sobre ella apretando tan fuerte que me hacía daño, me moví hacia adelante y soltó un poco, lo suficiente para que la polla corriera entre sus dedos, seguí moviéndome como si le follara la mano, era una paja “invertida” pues estaba como hipnotizada con su orgasmo que no podía tardar pero que no llegaba.

                                      Seguí moviendo la cintura a su lado, su otra mano agitaba con velocidad el clítoris inflamado, el único gesto de vida fue que cambió de mano y la que tenía mi polla fue a su coño y al revés, noté la diferencia, mi polla ya estaba a punto de arder como una cerilla con el roce seco de su mano, ahora con la suavidad de los jugos de la otra mano me relajé.

                                      Decididamente estaba empeñada en correrse con la mano y no quise quitarle la ilusión, se dejó llevar a la mesa sin abrir los ojos, la puse en la misma esquina y la levanté hasta dejarle las piernas colgando por cada lado en ángulo, de pie mientras ella seguía agitando el botón me acerqué y por debajo de su mano fui metiéndole la polla entre los labios.

                                      Cecilia iba aflojando sus dedos permitiendo que mi verga fuera entrando en ella y cuando soltó del todo ya estaba adentro, derrotada y sin fuerza me susurró al oído.

  • Carlos no puedo más, no consigo correrme, fóllame tú, necesito correrme, estoy muy caliente al ver a Fernanda y la polla del jardinero y la tuya no es menor, métemela ya.
  • Sí Cecilia, deja ya tu clítoris, te voy a follar como nunca te lo han hecho y luego te comeré el coño para que te corras otra vez.
  • ¿Dos veces seguidas?  Nunca lo he logrado, no puedo reponerme tan rápido.
  • No te preocupes y relájate.

                                      Me clavé en Cecilia, sentada como estaba en el canto de la mesa mis huevos tocaban peligrosamente la esquina de madera pero lo polla se perdía dentro de Cecilia, me abrazó al momento, era lo que le estaba faltando, la imagen de la verga que llenaba a Fernanda ahora la tenía adentro llenándola a ella.

                                      Me abrazó con todas sus fuerzas con las piernas oscilando al aire cuando le atravesó la sacudida, sus tetas se incrustaban en mi pecho.

  • ¡Aaaah por fin, que corrida Carlos!
  • Pues es sólo la primera.
  • No puedo moverme, déjame reposar un  poco.
  • No hace falta que te muevas, túmbate hacia atrás y déjame a mí.

                                      Con las piernas levantadas en el canto de la mesa tenía su coño a mi disposición, acerqué la butaca que tenía detrás y me senté cómodamente, le puse las piernas sobre mis hombros y mi cara se encerró entre sus muslos.

  • ¡Aaaah!  ¿Qué me haces Carlos?, eso no, está demasiado sensible ahora, me vas a matar de gusto, no lo puedo soportar.

                                     

                                      Naturalmente no le hice caso y seguí lamiendo, cuando notaba que saltaba al tocarle el botón hipersensible metía la lengua en su vagina mojándome de flujo y luego acudía entre sus nalgas hasta lamerle el culo que abierto daba contracciones al toque de mi lengua, sus manos estiraban sus pezones intentando llevárselos a su boca pero no lo conseguía, sus tetas no daban para tanto.

                                      Cuando ya gritaba para que parara noté una vibración en su pelvis y seguí acelerando más y más, ya saltaba evitando tanto placer que la hacía saltar incontroladamente y se volvió a correr, una oleada de flujo que me pareció que meaba me inundó la cara pero seguí lamiendo hasta que cayó con los brazos abiertos y completamente derrotados.

                                      Mi lengua bajó de intensidad y se centró en su culo, estaba relajado, mi lengua intentó entrar un poco y lo consiguió, me animé y un dedo se coló mojado con lo que salía del coño, mi polla pedía su recompensa y se la concedí, me puse de pié y me abracé a sus piernas ahora verticales pegadas a mi pecho, mi polla se acercó y en un golpe entró el capullo.

  • ¡Aaaagg! ¿qué has hecho bruto, me la has metido en el culo?
  • Un poco sólo, la puntita nada más.
  • Me vas a matar, por ahí no se puede.
  • ¿Cómo lo sabes, lo has intentado alguna vez?
  • Sí, con el dedo pero no cabe más.
  • Ya te ha entrado la cabeza, el resto es un paseo.
  • No te creo, la tienes muy gruesa, me romperás.
  • Tú eres masajista y sabes de relajación y dilatación, prueba a hacerlo tú misma.
  • Mmm, mmm, ¡despacio Carlos, despacio, ya, ya va entrando, cuidado, cuidadoooo, sí ahora mejor, sigue, sigueee, ya todaaaa!

                                      Tiré de sus piernas hasta pegarlas a mi pecho y mi polla se hundió en su culo, por la ventana vi a Fernanda que estaba recibiendo en su culo también la barra del jardinero, apoyada contra el tronco de un álamo con las piernas separadas recibía los envites del mozo que le sujetaba las tetas por detrás, creo que nos corrimos los dos a la vez y digo que lo creo porque a mí se me nubló la vista al correrme en el culo de Cecilia, ella gritaba también pues era su tercer orgasmo.

  • No puede ser Carlos, me he corrido tres veces seguidas, es un sueño.
  • Para mí también, me ha gustado verte gozar, a tu tía también le habría gustado verte feliz.
  • Jajaja, ya lo creo, me dijo que tenía intenciones de que te “portaras” bien con ella, es uno de sus “sueños”
  • Jajaja, procuraré no defraudarla pero ya sabes lo que dijo Calderón de la Barca, “los sueños, sueños son”.

Continuará.

Si les gustó valoren y comenten.

Gracias.

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