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Me hicieron creer que era afeminado. (36)

en Amor filial

                                       Los tramites fueron rápidos, la tienda de Bea cerró inmediatamente, hicimos inventario de las prendas que tenía en ese momento y se las pagué a buen precio para que no perdiera nada, incluso que sacara un beneficio comparable a unas “rebajas”. La tienda estaba muy bien decorada por lo que los cambios fueron mínimos y como estaba justo pared con pared abrimos otra puerta de comunicación con el almacén del taller, ahora las dos tiendas y el taller eran todo un local, de inmediato acordé con las chicas en darle un ambiente un poco diferente, la primera tienda sería la de Rosa, mis creaciones más originales las vendería allí pero en la de Bea vendería modelos no tan exclusivos pero más asequibles, aproveché para vender todo lo que tenía la tienda antes del cambio, a muy buen precio, aproveché para vender todo lo que tenía la tienda y añadí secciones de complementos, lencería y algo de bisutería, más adelante quizá pondría algo de zapatería exclusiva y quién sabe si algo más.

                                      Entre los tres comenzamos y lo hicimos con buen pie, a la inauguración invité a todas las clientas asiduas y a otras potenciales que manejaban los hilos de la alta sociedad, por supuesto acudió la negra Inés vestida con uno de los más espectaculares modelos, le aconsejé que no estuviera vestida con el mismo modelo ni media hora, continuamente entraba en el probador y salía con otro modelo si cabe más bonito todavía.  Bea estaba maravillosa, era una mujer que sin necesidad de arreglarse llamaba la atención, de una simpatía natural y una forma fabulosa de conectar con las clientas.

                                      Rosa, era todo lo contrario, aunque mayor también sabía vestir elegante pero de una forma menos llamativa, su punto fuerte era la visión de saber lo que buscaba cada clienta y anticiparse a ella, vendía sólo dándole unos retoques a las prendas que llevaban y después le demostraba cómo luciría con nuestros modelos, yo atendía a las clientas más asiduas sin olvidar a las que se asomaban por primera vez a mi casa.

                                      La noche que abrimos las dos tiendas a la vez se paralizó el tráfico de coches, la multitud de gente “guapa” y de curiosos colapsaron la calle y tuvo que acudir la guardia urbana para organizar la circulación.  Rosa estaba pletórica y Bea entusiasmada, entre las dos organizaron un catering, con unos camareros jóvenes muy atractivos que repartían sonrisas y canapés a todas las damas, las chicas los uniformaron con unos pantalones negros sin camisa pero unos puños blancos en las muñecas y un falso cuello con una pajarita por toda indumentaria en el torso, cada una había colaborado para que todo saliera bien.  Emilia y Nerea habían traído a fotógrafos de las revistas más afamadas y su hermana negra nos sorprendió invitando a amigas modelos que alternaban los vestidos cambiándose entre ellas, lo cierto es que fue precioso y muy llamativo ver a los vestidos lucidos por varias chicas espectaculares y las clientas alucinaron al estar “codeándose” con modelos normalmente inaccesibles.  Entre todas le dieron mucha más categoría al evento.

                                      Cuando pudimos cerrar a altas horas de la noche despedimos a todas y cada una, repartimos besos como si fueran golosinas y agradecimos a las modelos su participación, a Inés y sus hermanas las invitamos a acompañarnos a cenar pero declinaron.

                                      Con las puertas cerradas nos abrazamos, las dos mujeres olían a perfumes diferentes pero embriagadores, por un momento noté que Rosa se notaba un poco acomplejada por la juventud de Bea, la miraba con cierto recelo, la joven no hacía nada por parecer “la preferida” pero quise dejarlo claro desde el primer día, después de invitarlas a cenar en el restaurante más de moda de Madrid (para que nos viera todo el mundo) les hice una proposición que creí que no iban a despreciar.

  • Estoy seguro que formamos el mejor equipo de trabajo de Madrid, estoy muy contento de contar con vosotras y quisiera demostrároslo, os invito a mi casa.
  • Gracias, estoy de acuerdo, somos el mejor trío que existe pero… estoy muy cansada, ya no soy tan joven como vosotros, mejor me voy a casa.
  • Ni lo pienses Rosa, eres la mujer más importante de aquí, yo soy la novata y la que tiene que aprender de ti, no podría hacer nada sin tu ayuda y sin tus consejos, además… Carlos no sería el mismo sin ti a su lado, ¿verdad Carlos?

                                      Bea me miró con cara pícara a la vez que se acercaba a la triste Rosa, la rodeaba con sus brazos y le daba un beso en la boca.  Cogió desprevenida a Rosa que abrió los ojos asombrada, el beso no dejaba lugar a dudas, estaba claro que Bea la apreciaba y reconocía su “liderazgo” y que contaba con ella para acompañarme fuera del horario de trabajo.

                                      La expresión de la profesora cambió radicalmente, no sólo devolvió el beso a Bea sino que pasó la mano entre sus piernas para aclararle que la había comprendido y se lo agradecía, sin más me cogieron cada una de un brazo y caminamos por la acera hasta donde había aparcado el coche.

                                      Bea siguió dando muestras de “colaboración” a Rosa, nada más entrar en casa la abrazó por detrás y le cogió las tetas, Rosa se volvió, le dio un beso en la boca y dejó que le abriera la blusa, las manos femeninas demostraron su habilidad y despasó los botones con la rapidez de una cremallera, tiró de la blusa hacia arriba y la sacó de la falda, no se contentó con eso y pasó las manos por debajo de los brazos, apretó un poco el contorno del sujetador y el cierre se soltó automáticamente, con una habilidad propia de mujer, pasó los pulgares por debajo de la prenda liberando los tirante y las copas al mismo tiempo, las tetas de Rosa saltaron hacia adelante a la vez, apenas caídas eran un par espectacular, Bea las cogió desde abajo y me las ofreció en bandeja.

                                      Yo estaba alucinado al ver la actitud de la nueva empleada, estaba ganándose a Rosa completamente y lo hacía tan delicadamente que Rosa aparentemente se “olvidó” de mí, se giró en redondo y rodeó la cintura de Bea, aplastó su tetas con las de la chica y la besó de una manera que no había visto nunca, la joven se ruborizó al sentir aquel beso, era un beso cargado de sensualidad y pasión.

                                      Las manos de Rosa se movieron rápidamente, demostraron su veteranía y en un momento desnudó a la joven, la camisa, el sujetador, la falda y la bragas fueron visto y no visto, no esperó ni llevarla a mi cama, sobre el reposabrazos de mi sofá la sentó con las piernas separadas y le aplicó la boca al coño.  Por la cara que hacía Bea deduje que nunca le habían comido el coño como esa vez, no sabía qué hacer, parecía que por momentos quería separar la boca de Rosa de su coño porque la iba a hacer desmayar pero al instante le apretaba la cabeza contra sus labios mojados para que no dejara ningún rincón sin lamer.

                                      Rosa no paró hasta provocarle un orgasmo formidable, la joven Bea sólo se apoyaba con el culo en el brazo del sillón porque los brazos y las piernas revoloteaban sin control, los gemidos llenaban la casa, chillaba pidiendo que siguiera chupando y lamiendo y no podía parar, la boca de la veterana no paraba y siguió corriéndose como una loca.

                                      Cuando Rosa dejó a Bea en medio de su enésimo orgasmo sólo lo hizo para cogerme la mano y tirar de mí, buscó en mi bragueta y sacó no sin dificultad la polla que sólo con la escena ya estaba dura como un palo, la cogió y le descubrió el glande acercándola a la vagina de Bea, todavía la sacudían los espasmos de la corrida cuando entré sin vacilar, me clavé hasta el fondo, estaba tan mojada que me escurrí sin sentir, el anillo del capullo pulsó todos los pliegues de Bea y se volvió a correr.

                                      Estaba claro que Rosa quería demostrarle a Bea que no sólo era la primera mujer sino que estaba capacitada para serlo y acudió a sus tetas a la vez que la follaba yo.  La chica no sabía adónde acudir, sus tetas tan duras como piedras eran chupadas, mordidas y lamidas por la experta boca de Rosa, las areolas y los pezones desaparecían entre sus labios llenándole la boca, no perdía tiempo y con una mano buscaba su culo y empujaba el dedo pulgar hasta colarlo entero en la chica, los jadeos parecían lamentos, ya no podía controlar sus movimientos y le dejaba hacer todo lo que quería, los espasmos eran eternos y de su coño manaban flujos abundantes mojándome del ombligo hacia abajo.

  • Uf, me voy a correr Rosa, no puedo aguantar el ver cómo la haces disfrutar a Bea, no puedo aguantar más.
  • Espera Carlos, quiero tu leche… en la boca… toda.
  • No sé si podré esperar, siento que me sale la leche a borbotones.
  • No te preocupes y córrete a gusto.

                                      Rosa demostró que estaba tan ágil como una muchacha y se arrodilló entre las piernas de Bea, sacó mi polla y la metió en la boca, la primera andanada la hizo toser, le llené la boca pero cerró los labios herméticamente hasta que no quedó nada en los huevos, me miró con cara amorosa y abrió la boca, sacó la lengua formando una cuchara llena de leche espesa y blanca, hizo gárgaras mirándome a los ojos hasta que de un trago tragó todo para luego sonreír y enseñarme su dentadura perfecta.

                                      Bea había quedado tendida en el sofá después de la serie de orgasmos ininterrumpidos, tenía una sonrisa beatífica, como si hubiera caído del cielo en ese momento, Rosa me llevó a mi cama, por el camino terminamos de desnudarnos y cuando subí a la cama estaba tan desnudo como ella, su sonrisa lo decía todo, quería demostrarme que podía hacerme tan feliz como cualquier mujer, sin distinción de edad o físico, a mí no tenía que convencerme mucho porque ya me lo había demostrado muchas veces, era una “madura” que sabía cómo llevar a un hombre al éxtasis pero advertí que estaba empeñada en refrendarlo frente a Bea.

                                      A partir de ese momento fue ella la que tomó “el mando”, de reojo miraba a Bea asegurándose que la joven no perdía detalle, realmente no había competencia sino admiración.  La chica se acercó a la cama y quedó a nuestro lado con la clara actitud de que no pensaba interferir, Rosa tenía luz verde para todo y se tomó su tiempo, me colocó tendido y me separó los brazos y las piernas, cogió aceite y me embadurnó todo el cuerpo, brillaba como una bombilla encendida cuando se arrodilló a mi lado y se roció también con aceite, luego se deslizó entre mis piernas y me cubrió con su cuerpo, como una serpiente fue reptando sobre mí, noté sus tetas sobre mis piernas y cuando subía, los pezones me arañaban la piel.

                                      No dejó de frotarse sobre mi cuerpo hasta estar tendida sobre mí, se movía sobre mis brazos con los suyos y sus piernas sobre las mías, al frotar su pubis sobre el mío la polla se interpuso, levantó un poco el vientre hasta que la verga se tumbó entre los dos en la postura más cómoda para ella, luego volvió a dejarse caer y la aplastó entre los dos, en el tronco notaba el vello recién nacido rozarme el frenillo, estaba consiguiendo una erección dolorosa, los labios se abrían y me rodeaban el falo como un perrito caliente, subía y bajaba a lo largo de él, el clítoris me forzaba el capullo estirando el prepucio hasta más allá de su resistencia, las venas hinchadas parecían que iban a estallar, notaba la vibración del clítoris al abrazarme y me trasmitía un placer difícil de controlar.

                                      Las tetas eran otro tema, las paseaba sobre mi pecho depilado, debía de sentir la misma sensación en ellos como yo con los de su pubis y no escatimó movimientos rozándome apenas, cuando iban endureciéndose iba dejándose caer y presionaba más y más, me hundía la piel del pecho y se aplastaban sobre mí, notaba cómo se endurecían las areolas y los pezones marcaban su recorrido.

                                      Cuando su boca buscó la mía sus brazos se alargaron sobre los míos hasta cogerme las manos, parecíamos el Hombre de Vitruvio duplicado, al sentir que sus dedos se enredaban con los míos y su boca llenaba de lengua la mía me corrí.

                                      Fue una corrida suave, apenas me palpitaba la polla pero no dejó de manar leche que se quedaba entre los vientres de los dos, en contra fueron unos largos minutos que disfruté sobre todo al ver a Rosa cómo temblaba a la vez pues se contagió teniendo un orgasmo también muy placentero pero que nos hizo fundirnos física y sobre todo sentimentalmente.  Bea no perdió detalle, tumbada a nuestro lado miraba con interés a la altura de nuestras cinturas los temblores de los dos y cómo se extendía la mancha de semen hasta llegar al pecho.

                                      Rosa quedó sobre mí con la cabeza caída sobre mi hombro, emocionalmente estaba tan agotada como si se hubiera corrido cabalgándome a galope, Bea quiso demostrarle que estaba “a su lado” y sin llegar a tocarla con las manos le besó desde la rabadilla hasta la nuca, fueron unos besos dulces y mínimos pero que causaron tanto efecto como el más ardiente de las lamidas, cuando la besaba entre los omoplatos noté que los pezones volvían a endurecerse y por consiguiente mi polla se hizo hueco entre los dos, al llegar a la nuca con sus labios Rosa volvió a correrse, esta vez noté que por mis huevos se escurría el flujo que brotaba de su coño abierto.

                                      El broche de oro fue la lamida que le ofreció en el coño, con la cabeza entre nuestras piernas repartió placer arriba y abajo, tenía mis huevos y el coño a la vez a su alcance y no perdió la ocasión.  Rosa empezó a moverse, acusaba la lengua de Bea y lamía lentamente, debió pensar que era una pena desaprovechar la polla dura que sujetaba con su cuerpo y resbaló sobre mí subiendo por mi cuerpo, el aceite y mi leche me hacían muy resbaladizo y subió justo hasta que mi polla coincidió con sus labios, Bea seguía lamiendo su coño y mi polla según se iba descubriendo y cuando apareció entre sus piernas mi capullo, Bea se lo metió en la boca y lo dejó brillante, luego lo sostuvo hasta que Rosa fue bajando, la polla se metió lentamente pero sin parar hasta desaparecer en el interior de su vagina.

                                      Nada más moverse unas cuantas veces descargué otra andanada de leche, por los lados de la vagina salía con fuerza al clavarla adentro, Bea procuraba que no llegara a caer a la sábana y mantenía la polla y el coño impoluto.

                                      Rosa comprendió que la joven no era una amenaza para ella y le rogó que se pusiera delante de ella, nuestras cabezas se separaron para alojar la entrepierna de la chica que con buena voluntad lo logró, la boca de Rosa se encargó del coño, a mí me tocó su culo, fue una lucha de titanes, los dos queríamos agradecerle su detalle y le hicimos correrse varias veces seguidas, gemía y rogaba que paráramos pero no se alejaba, al contrario se apretaba contra nosotros para que siguiéramos lamiéndola, cuando se separó la cara de Rosa y la mía estaban mojadas de saliva y flujo de Bea.

                                      Después de esa noche Bea se ganó la confianza de la profesora, ya no tuvo recelo y muchas veces coincidimos en la cama juntos y cuando no, una o la otra nos felicitaba y nos deseaba mucho placer.

                                      Las tiendas funcionaron de maravilla, curiosamente lo primero que se vendió fue el género que tenía Bea en su tienda, parecía que era una novedad total y debajo del paraguas de mi nombre las clientas me lo quitaron de las manos, rellenamos la tienda de género actual y empezamos a vender a buen ritmo, Rosa en su tienda y Bea en la suya y yo diseñando pronto necesitamos de ayuda.  Se lo comenté a Emilia y se ofreció para buscar a alguien que nos ayudara tanto en la tienda como en el despacho, sabíamos que sería difícil sustituir a alguien como María y a las primeras candidatas las desestimamos, cuando ya estábamos desanimados apareció una chiquilla, una adolescente apenas, era la antítesis de María.

                                      Físicamente tenía una cara aniñada, pecosa y tan lisa como una tabla, llevaba el pelo negro liso a lo chico, peinada con raya al lado derecho y la cara adornada con unos enooormes ojos negros y unos labios finos pero que al reír se formaba una boca muy grande, era graciosa pero un poco diferente a lo que estábamos acostumbrados a ver, a las chicas les encantó enseguida y a mí cuando la vi manejar la máquina de escribir y la resolución frente a los papeles, se llamaba Elena y la contraté, la chica demostró mucho interés desde el principio y se integró fácilmente.

                                      Entre los cuatro las cosas funcionaban bien y ya pude dedicarme más a lo mío, el diseño y la confección, me podía sentir contento porque en poco tiempo mi casa la conocía el “todo” Madrid, tenía invitaciones de varias pasarelas y en cualquier presentación contaban conmigo.

                                      Cuando me llamó mi madre el corazón me dio un vuelco, me di cuenta que hacía más de quince días que no le había llamado preguntando por mi hijo Carlitos, normalmente llamaba varias veces por semana pero por unas cosas u otras se me había pasado hacerlo, quizá por la confianza de que mi madre se ocupaba de criarlo me confié.

  • ¡Hola mamá! ¿pasa algo?
  • Hola hijo, ¿qué si pasa? ¡vaya padre eres tú!  Si que te preocupas de Carlitos.
  • Lo siento Teresa, ya sabes que estoy muy ocupado, la tienda nueva y todo lo demás, ahora también hemos estado seleccionado a una persona para sustituir a María, como persona sé que será insustituible pero nos hace falta a alguien que nos lleve el tema de la oficina.
  • Sí, lo entiendo Carlos pero todo en esta vida no es trabajo, está tu hijo, sabes que eres padre y le debes unas atenciones aunque sean mínimas.
  • Ya lo sé Teresa, te pido otra vez perdón pero compréndeme, cuando estás inmerso en el trabajo a veces hay que dar prioridades y sé que mi hijo está en las mejores manos… las de su abuela.
  • ¡Carlos, que te conozco como si te hubiera parido y lo hice!, no me vengas dando coba porque no la necesito, la semana que viene por si no te acuerdas es el cumpleaños de Carlitos, tú verás lo que haces.
  • ¿Ya?...  ¡No me digas que ha pasado un año!, qué barbaridad, no te preocupes Teresa, ahí estaré como su padre que soy.
  • No esperaba menos de ti Carlos, te esperamos.

                                      Sudaba cuando colgué el teléfono, ¿cómo se me pudo olvidar que mi Carlitos ya tenía un año?, nada más colgar busqué a Rosa y le metí prisa para solucionar los modelos que teníamos a medias, quería ir al cumpleaños de mi hijo y de paso poder estar algún día con mi familia y no hacer “la visita del doctor”.

  • No te preocupes Carlos, tendremos todo preparado, los nuevos tejidos están a punto de llegar y enseguida haré los patrones y empezaré a coser.
  • Gracias Rosa y ¿qué tal Elena la chica nueva, se adapta al trabajo?
  • Muy bien, desde el primer día se puso a ordenar papeles y ya lo tiene controlado, el otro día entré en el despacho en el momento que estaba hablando con un proveedor de tela, le debíamos dos facturas por un despiste nuestro y ¡no sabes con qué arte lo convenció para pedir excusas y sacarle un nuevo pedido!  Parece una chica muy eficiente pero…
  • ¿Qué pero tiene?
  • No, sólo es que ya la ves… tan poca cosa, tan tímida… me contó o mejor dicho le saqué que siempre ha estado estudiando en un colegio de monjas, no ha salido para nada y este es su primer trabajo, allí estudió Secretariado de Dirección con unas notas fabulosas aunque nunca pensó que saldría a la calle a trabajar…
  • ¿Y qué?
  • Pues que no sabe nada del mundo, no quise sonsacarle pero me da la impresión de que es demasiado inocente.
  • Déjala, ya irá aprendiendo con el tiempo, no la agobies.
  • Ya lo sé pero me sabría mal que le hicieran daño al verla tan ingenua.

                                      No le contesté porque no sabía qué decirle pero me preocupé igual que ella, la chica era muy joven, demasiado para el trabajo en la tienda pero era un cerebro, tenía un interés desmedido por trabajar y lo hacía de maravilla, estaba muy contento por haberla encontrado aunque lo que decía Rosa era verdad, tendría que pensar en algo.

                                      El día que llegó el pedido de tela nos pusimos muy contentos, estábamos impacientes por tocar los tejidos y comprobar el cuerpo y el tacto de la tela, nos quedamos después de cerrar Rosa, Bea y yo para abrir los paquetes, Elena se asomó al taller para despedirse y sin volvernos le dijimos adiós, ella al vernos enfrascados en los rollos de tela se sintió mal y quiso ayudar, sin decir nada se sentó a la mesa de corte y cogió los albaranes, lo primero que hizo fue comprobar que el pedido había llegado todo correcto y cuando lo hizo nos dio “permiso” para seguir.

                                      Nos lanzamos como lobos, tirando de los rollos y sacando las telas sobre la mesa, había de todo, forros y telas de vestidos de fantasía y de calle, entre Rosa y Bea se los mostraban asombradas, parecía que les encantaba mi compra, Bea no pudo resistir y al ver una tela brillante dorada se quitó la camisa y quedó en sujetador, nosotros no le dimos importancia pero Elena se volvió pudorosamente.

                                      Rosa me miró con disimulo, cruzamos miradas y sin decir nada nos pusimos de acuerdo, se acercó a Bea y la envolvió con la tela como una túnica  griega, ella se miraba al espejo y se movía como una reina, Rosa le dijo que todavía le sentaría mejor sin las marcas que le hacía el sujetador, a Bea no le resultó ningún inconveniente soltarlo y lanzarlo a la mesa, justo al lado de Elena.

                                      Ésta lo esquivó como si fuera un bicho raro, Rosa me miraba y la observábamos, el sujetador cayó de un modo que dejaba las copas abiertas hacia arriba, a poco que imagináramos se apreciaba el tamaño de los pechos de la chica y no era poco, Elena quería mirar pero algo en ella se lo impedía, creí que sería algo de envidia sana porque ella no tenía ni proyecto de tetas pero me preocupaba bastante la forma de mirar, era una combinación de temor y escándalo.

                                      Por casualidad Bea al mirarse en el espejo vio que la falda tampoco favorecía los movimientos y le deformaba la tela para la idea que se hacía del vestido de noche, soltó la prenda y salió de ella dejándola en el suelo.  Elena nada más verla en el suelo sin llegar a ver a Bea sin ella pues se cubría totalmente con la tela, se tapó los ojos, creí que incluso se santiguaba, quedé asustado y Rosa también, ya no parecía un problema de vergüenza, quizá por eso Rosa quiso indagar y comprobar hasta dónde podía llegar.

  • Jajaja, estás guapísima Bea pareces la esposa de un senador romano.
  • ¿La esposa de un senador?  ¡Si soy una vestal griega!
  • Jajaja, ¿una vestal?  Creo que ya has pasado la edad adecuada, quien parecería una vestal de verdad sería Elena, ¡pruébale a ella la tela y verás la diferencia!
  • No, yo no, no me puedo probar eso, me da mucha vergüenza y además…
  • No me digas que tienes vergüenza de nosotras… ya ves Bea es una joven que no tiene problema en quitarse la ropa y yo menos mira…

                                      En dos movimientos Rosa se quitó la blusa por la cabeza y soltó el sujetador que cayó al lado del de Bea, se notaba la diferencia de talla, dejó al descubierto sus tetas, estaban un poco más caídas que las de la “vestal” aunque era una gloria verlas pero Elena se tapó los ojos como si hubiera visto al anticristo, Rosa no le hizo caso y siguió…

  • Ya ves y si lo haces por Carlos… es un hombre pero aquí dentro no hay sexos, el oficio no nos permite vergüenzas ni miradas con mala intención, puedes tener la seguridad de que para nosotros los cuerpos son como maniquís.
  • ¡Ah!, no me había dado cuenta, si lo dices por eso cuando me he quitado la falda lo he hecho con toda naturalidad, estamos entre amigos y somos todos iguales, mira.

                                      Bea abrió la tela y como una mariposa extendió los brazos, él tejido hizo de telón de fondo a su cuerpo, sólo con unas mínimas braguitas color carne daba la impresión de estar completamente desnuda, aunque habría hecho el mismo efecto si no llevara bragas pues estaba totalmente depilada, la expresión de Elena fue de terror, se tapó la cara y se volvió de espalda, las dos mujeres acudieron a ella, la abrazaron para consolarla e interesarse por ella.

                                      El resultado no fue el deseado, se notaba cómo la chiquilla estaba completamente fuera de sí, el contacto de las dos mujeres casi desnudas, tocándole con las manos y sobre todo con las tetas hicieron que Elena se encogiera hasta casi desaparecer, se notaba cohibida al máximo y ninguno de todos sabíamos cómo actuar.

                                      Ya estábamos totalmente descolocados cuando de Elena salió una vocecilla apenas audible.

  • Bu… bueno, si queréis me probaré la tela también…
  • ¿Lo dices en serio, o lo haces sólo por complacernos?
  • No, de verdad, es que nunca he visto nada parecido, en el colegio siempre nos han enseñado que todo era pecado, “por obra u omisión”, ni pensamiento, palabra, ni obra y menos por mirada, claro, por eso cuando Bea se ha quitado el…
  • El sujetador o sostén o sujetatetas, dilo como quieras Elena, no tengas apuro.
  • … El sujetador, era la primera vez que veía uno “puesto”, en revistas y escaparates si he visto alguno pero no he tocado ninguno y como no necesito ponerme…
  • Mujer… pero en el colegio, las compañeras… no sé, ¿no os enseñaban nada de sexo?  Ya sois mayores para saber cosas…
  • Siempre nos decían que cuando fuera el momento ya lo aprenderíamos.
  • ¿Y qué opinas al vernos a nosotras, Bea es una mujer joven, espectacular y yo… no estoy mal para mi edad, si no que te lo diga Carlos?
  • Eso es cierto, para mí el cuerpo de una persona es algo natural, reconozco que Bea tiene un cuerpo muy curvilíneo y Rosa también pero ya me ves a mí, soy delgado, flaco diría yo y aunque soy hombre tampoco tengo ningún pudor en desnudarme delante de ellas, somos como una gran familia, sin tabúes.
  • ¿Tú ves, entiendo que ahora lo veas todo con los ojos de una chiquilla inocente y lo creas todo pecaminoso pero en la desnudez no hay pecado?, te deberías acostumbrar pero ya veo que te costará bastante, tienes la mente muy cerrada todavía.
  • No, si yo quiero aprender y pensar como vosotros, siempre me he preguntado cosas estando en el colegio pero mis compañeras todavía eran más tímidas que yo, excepto una, Carmen siempre estaba protestando y preguntando, por eso la suspendieron injustamente y la echaron del colegio.
  • ¡Qué lástima, con unas pocas clases podíais haber aprendido lo básico y no os encontraríais tan traumatizadas!
  • ¿Y vosotros podríais enseñarme?
  • Nosotros no somos profesores, lo mismo te decimos algo que es incorrecto y te perjudicamos más, lo ideal sería que fuera algún profesor que te explicara todo.
  • De todas formas creo que más que aprender deberías cambiar tu actitud, ser más abierta y lo demás ya vendrá, en eso tenían razón tus profesoras.
  • Entonces ¿creéis que si cambio mi forma de ver las cosas será más fácil?
  • Sin lugar a dudas.
  • Está bien si queréis me puedo probar la tela como Bea pero por favor no me miréis, tengo el cuerpo muy feo, no estoy desarrollada como mujer…
  • ¿Ah, lo dices por eso?  Precisamente es lo que menos importancia le damos…

                                      Elena se puso en pie y fue al lado de Bea, ésta seguía sólo con las bragas de color carne por toda indumentaria y Elena se puso a su lado, la miró y admiró sus tetas elevadas, las tenía un poco más grandes que cuando la conocí, recuerdo que la primera vez que tuve un “encuentro” con ella era delgada, con pocas tetas aunque puntiagudas hacia arriba, tampoco tenía casi caderas pero la apariencia vivaz de la chica compensaba todo, ahora me fijé más en ella y me di cuenta de que se había “puesto” tetas porque no creía que le hubieran crecido dos o más tallas, pero le sentaban bien, de no conocerla de antes no lo hubiera notado, el cirujano le hizo un buen trabajo.

                                      Al mismo tiempo miró por el pequeño escote de su camiseta y se decepcionó, se podía ver los zapatos directamente, en un arranque de valor cogió la camiseta del borde de abajo y tiró de ella por encima de la cabeza, nos miramos los tres después de ver el cuerpo de Elena, estaba convencido que yo tenía más formas que ella, era una tabla total, de no su edad real juraría que era menor de edad y no es que estuviera delgada ni anémica, simplemente era que no tenía forma de nada, desde los hombros hasta la cintura tanto por delante como por detrás no se le distinguían diferencias, las clavículas se le notaban apenas pero a partir de ahí el pecho era completamente liso, los pezones eran como los míos y el estómago plano igual que el vientre.

                                      Rosa se acercó y le puso la tela por encima de los hombros pero le dijo al oído que el pantalón que llevaba no era muy “griego clásico”, se lo dijo de una forma que con la gran cultura de Elena lo comprendió enseguida.  Rosa en un primer momento la cubrió con la tela mientras se soltaba el cinturón, cuando lo hubo hecho y los pantalones salían por los pies quitó la tela y la chiquilla quedó con las piernas desnudas, no tenía culo tampoco debajo de las holgadas braguitas de rayas de colores y al incorporarse tapándose la entrepierna nos miramos como si nada nos llamara la atención, la misma chica notó que hacía el ridículo, frente a ella tenía a dos mujeres prácticamente desnudas, con unas curvas voluptuosas y que se movían con toda naturalidad.

                                      Pudimos conseguir no mirarla pese a la curiosidad que nos producía y ya se sintió cómoda.  Rosa aprovechó para quitarse la falda con la excusa de probarse también la tela y nos enseñó la braguitas bikini con trasparencias que mostraba los labios del coño, Bea le insinuó que mejor si se quitaba también la prenda para que no le marcara las caderas y Rosa lo hizo pero a su vez le dijo a Bea que las suyas también se marcaban, no tuvo que repetirlo y también se las quitó, no hubieron grandes cambios, lo único que se le veía claramente eran los labios del coño depilado con el clítoris asomando curioso.

                                      Elena miraba a las dos y no sabía qué hacer, también me miraba a mí que hacía cara de póker, lo vio todo tan natural que se adaptó convencida, ella misma decidió bajarse la prenda nada erótica primero hasta medio muslo (cómo prueba) y después hasta los tobillos decidida del todo.  Rosa fue la primera en opinar, fue una “mentira piadosa”.

  • ¡Vaya, Elena nos engañaba!, no nos había dicho que tenía un cuerpo tan bonito, un poco diferente a lo que se ve por ahí pero perfecto, ¿verdad Carlos?

                                      Con eso ya me obligaba a entrar en la conversación y opinar directamente, miré por encima a la chica que cruzaba los dedos de los pies apretando los muslos y se cubría las tetas o lo que deberían ser las tetas con el otro brazo.

  • ¡Waw! Es cierto, estoy pensando en hablar con Inés y que opine ella, quizá en un futuro podría ser una modelo famosa ¿Quieres andar hacia allí y volver Elena?

                                      La chica más animada por mis comentarios se alejó encogida siguiendo tapando el culo al ir pero al volver ya había hecho acopio de valor y vino andando normalmente, me fijé en el triángulo negro de su entrepierna, al contrario de lo que esperaba, el vello que lo cubría era negro, largo y liso, le caía como una cascada tapando casi los labios del juvenil coño que colgaban finos superados todavía por unos labios menores que como una almeja traslucían entre los muslos.

                                      Bea pensó lo mismo que yo y cuando estuvo a nuestra altura sacó de su bolso un peine y se arrodilló frente a la chica, ella no sospechaba nada pero cuando vio que llevaba el peine en la mano se retiró temerosa, Rosa estuvo rápida y se puso detrás de la joven para que Bea pudiera “peinarla” debidamente, le pasó el peine de arriba abajo y lo desenredó, ya con sólo eso cambió de aspecto pero cuando le hizo la raya al medio y pasó a un lado y al otro toda la pelambrera aparecieron unos labios carnosos que se prolongaban entre las piernas desde que se abrían a mitad del pubis, tenía un coño muy apetitoso y tuve que ponerme detrás de la mesa de corte para que no se notara el bulto de la polla que ya se había despertado, tanto Bea como Rosa, hacía rato que se percataron de esto y con discreción me lo habían hecho notar.

  • Así está mejor ¿no crees Rosa?
  • ¿A ver?  Sí, la verdad es que luce mucho más, tiene una melena lacia pero bonita, aunque yo la tenía rizada y me molestaba.  ¿A ti no Elena?
  • N… no nunca lo he pensado.
  • Pues imagínate la sensación de ir sin esos molestos y antiestético pelos, yo de ti no me lo pensaba, ¿qué opinas Bea?
  • Ya ves, lo primero que hago es repasarme el pubis para que no tener ningún roce, ¿a ti que te parece Carlos?
  • No puedo estar más de acuerdo con vosotras, yo también voy depilado pero si Elena no quiere…
  • Yo no he dicho que no, sólo he dicho que no se me había ocurrido, es igual que el vello de las axilas.
  • ¡No me digas que tampoco te depilas!  Rosa ¿tú me ayudarías a asear a Elena? Entre las dos la dejaríamos como un bebé.
  • Claro pero sólo si Elena quiere, igual como es tan tímida le da mucha vergüenza, la pena es lo que pensarán si le ven ese plumero al levantar los brazos.
  • Nunca me he depilado, en el colegio decían que si sale es por algo, que la Naturaleza es sabia y que debíamos de dejarlo todo como crecía, igual que en los pezones, a alguna de mis amigas le salían pelos en las areolas, a mi también aunque pocos pero son largos, la verdad es que como no tengo tetas aún me es igual.
  • Tú lo has dicho, todavía no te han crecido pero imagina cuando las tengas como nosotras… si no te los quitas antes luego saldrán como alambres…
  • Si quieres entre las dos te depilamos toda, ya verás cómo te alegras.
  • Bueno chicas, yo os dejo con vuestra tarea, espero que dejéis a Elena mucho más bella de lo que es, el que no tenga tetas ahora no es ningún inconveniente, a los hombres nos gustan todas, no te preocupes Elena, confía con las chicas, si te parece bien ya me enseñarás cómo has quedado y si estás contenta.
  • Sí Carlos, ya no me da vergüenza, te enseñaré lo que quieras.
  • Vale, me voy a casa, ya os veré mañana.

 

                                      Desde casa llamé a Teresa, le prometí que al siguiente fin de semana estaría con ella, y todavía más, me quedaría un par de días más, así podría jugar con mi hijo Carlitos y conocernos mejor.  Oí como mi madre se sonaba la nariz, lloriqueando aunque lo que más me gustó fue la despedida.

  • Te espero Carlos, sabes que tienes un sitio en mi cama.
  • Ya lo sé Teresa, estoy impaciente por abrazarte.

Continuará.

Si les gustó valoren y comenten.

Gracias.

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