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Me hicieron creer que era afeminado. (41)

en Amor filial

                                       Pasamos casi toda la noche hablando, bueno a decir verdad  hablando y haciendo el amor, era la primera vez que sentía que el sexo era diferente, no era precisamente en las posturas y en la fogosidad sino en la forma sentimental en unirse, Rosa me trataba con un cariño que me hacía levitar, yo procuraba compensarle igual y el resultado era una sensación especial, incluso teníamos presente que entre los dos había “algo” que nos unía mucho más que anteriormente.

                                      Rosa escuchó abrazada a mi brazo las narraciones que hice de las conversaciones que tuve con mi abuela, de vez en cuando pasaba la mano por mi polla y comprobaba que la tenía tan dura como si estuviera viviéndolo en ese momento, me acariciaba tratándome como antaño lo hacía Antonia, enseñándome desde la A a la Z todo el abecedario del sexo, a mi mujer le gustaba saber cómo había evolucionado hasta ser como era ahora, admiraba y agradecía a mi abuela sin conocerla, era muy inteligente y me enseñó realmente lo que me iba a hacer falta cuando fuera “mayor”.

                                      Por la incomprensión de la gente del pueblo no pude ir mucho al colegio, se burlaban de mi por mi apariencia y mis modales femeninos, mi familia optó por darme entre todas la “educación” y los conocimientos que en su día me hicieron mucho bien.  Eran clases sin horarios ni asignaturas prefijadas pero abarcaban todos los temas en los que había poca o nada de teoría pero mucho de práctica, solamente con el ejemplo y el día a día cada una puso si “granito de arena” pero hicieron un buen trabajo, de esto me di cuenta ya de mayor porque los chicos de mi edad eran “normales” o sea brutos y escandalosos, en cambio yo tenía una educación refinada en que los tabús no existían.

                                      Para mí todo fue progresivo y gradual por lo que no extrañaba nada, el instinto de la naturaleza me llevaba de la mano y la compañía de mis primas y las mujeres mayores tampoco me frenaron, con mis primas descubrí el sexo como tres niños sin malicia y aunque con las otras mujeres tenía “historias” independientes en realidad todo estaba dentro de un contexto.

                                      No quise contarle nada más explicito a Rosa con la esperanza inocente de que lo pasara por alto pero se subió sobre mí, estábamos desnudos y no le costó quedar sentada simplemente aprisionando mi polla con su coño abierto, sus labios abrazaban el tronco de la verga dejando asomar sólo el capullo.

                                      Desde que llegamos mi familia se comportó con Rosa con toda naturalidad (como antes de irme a Madrid), ya la conocían de un viaje anterior en que me acompañó pero en calidad de compañera de trabajo y socia, después de cenar Rosa tuvo la clarividencia de aclararles a todas las asistentes, o sea, a toda mi familia, que “sabía” de la relación tan especial que teníamos entre nosotros y que ya se sentía integrada en el ámbito familiar y en sus costumbres, aclarándoles que deseaba que se comportaran conmigo (y con ella) de la misma manera que hasta entonces.

  • Carlos, te agradezco que me hayas contado tu juventud con tu abuela y te creo y aunque respeto tu intimidad y tus recuerdos voy a ser sincera y te digo, si no quieres decirme nada lo comprenderé pero ya sabes “soy mayor” que tú y me das a pensar que las mujeres (con muy buen criterio) colaboraron todas y cada una de ellas desde su punto de vista en tu “educación”.
  • ¿Qué quieres decir Rosa?
  • Vamos Carlos, que no nací ayer…
  • Está bien Rosa, siempre te he considerado muy inteligente pero adivina…
  • Jajaja.  Adivina no pero un poco bruja… no me hagas caso, ha sido una impresión que me dio cuando vi cómo te besaba y abrazaba tu tía Julia, tu madre aunque más discreta tampoco fue en saludo “normal” ni qué decir de tus primas, jajaja, la juventud es muy impetuosa, imagino a las dos tan diferentes aun siendo hermanas con poca edad de diferencia y las dos sin dar el menor pábulo a las habladurías de la gente hicieron que las “llevaras de la mano” en el mundo del sexo.
  • Me deslumbras con tu “clarividencia”, jajaja, no vas mal encaminada pero creo que mejor no te cuento más cosas, hace tiempo que pasó todo y no quisiera que tuvieras mal concepto de mi familia.
  • Todo lo contrario, ya sabes que no me asusto de nada y viendo el resultado frente de mí o ahora debajo me alegro y felicito a tu familia “en general”, jajaja.

 

                                      A la vez que razonaba todo esto se movía de adelante hacia atrás manteniendo la polla en un estado de máxima dureza, se movía con una maestría que me tenía a punto de correrme pero que no llegaba a consumar.

  • Estoy segura que Antonia estuvo más de dos veces haciendo lo mismo que yo ahora, me habría gustado veros, sería una gran mujer pero follaba tan bien que gozaba de ti a la vez que te enseñaba con toda la paciencia del mundo.
  • Uf, Rosa, para un momento porque entre lo que haces y lo que me recuerdas a Antonia me tienes hecho un burro.
  • Ya lo he notado, te ha crecido la polla el doble, me frotas el clítoris con tus venas haciéndome mojar como una fuente, me gustaría seguir así hasta hacerte correr pero voy a pasar varias páginas de las lecciones de tu abuela y me la voy a meter, quiero que te corras adentro de mí porque me voy a morir con el orgasmo que me está llegando.

 

                                      Hizo todo como lo anunció, levantó al culo y sin manos buscó el capullo, cuando lo tuvo entre los labios menores se dejó caer y entró de golpe hasta que desapareció entre sus labios.

  • Sí, así Antonia, ¡me gusta cómo te la metes!

                                      Ni yo mismo creía lo que habían escuchado mis oídos, había nombrado a mi difunta abuela cuando mi mujer metió mi tronco en su coño, sentí la misma sensación que cuando Antonia me explicaba cada día un poco más lo que debía hacer y el último día decidió que ya era hora de clavarse mi verga para el goce de los dos. 

                                      Rosa sonrió al oírme, se movió haciendo círculos alrededor de mi verga para que le hiciera sentir todos sus pliegues con mi capullo, quizá la sensación de ser tan excitante como mi primer polvo o el sentirse “mi maestra” en ese momento fue lo que le produjo un orgasmo terrible, se apoyó con las manos sobre mi pecho para sujetarse sin caerse sobre mí, era imposible porque la tenía sujeta con las manos en las tetas pero las sacudidas no pararon por varios minutos.

                                      Las “lecciones” terminaron al sentir cómo la llenaba de líquido caliente aunque siguió moviéndose, hizo el esfuerzo de continuar sobre  mí hasta que se tumbó sobre mi pecho, apoyó despacio las tetas sobre mi pecho y me besó en la boca sin llegar a sacarse la polla.

                                      Nos dormimos al poco rato con la paz que producen los buenos recuerdos, primero nos cogimos de la mano y boca arriba estuvimos ensimismados en nuestros recuerdos y sensaciones luego el sueño se apoderó de nosotros y Rosa se giró hacia un lado y yo hacia el otro.

                                      A media noche noté fresco, en un primer momento recordé que en la habitación de Antonia cuando esto me pasaba me abrazaba a ella, al estar desnuda me “abrigaba” abrazándome contra sus tetas, le metía mi pierna entre las suyas y notaba el calor de su coño calentando todo mi cuerpo pero ahora no, pasé la mano hacia atrás y noté al culo de Rosa que dormía profundamente pero yo tenía la misma sensación de frío especialmente en la polla, no nos habíamos tapado con la ropa siquiera y así de lado la polla me descansaba sobre la sábana.

                                      Por no despertar a Rosa me resigné a pasar un poco de fresco por la madrugada pero noté que el frescor estaba localizado precisamente en la polla, ésta empezó a dar muestras de vida y fue creciendo paulatinamente cambiando el fresco por tibieza y después por calor, volví a pasar la mano a mi espalda pensando que Rosa quería seguir haciendo el amor pero toqué la curva que hacía su cintura con su cadera, seguía vuelta de espaldas y durmiendo plácidamente.

                                      Ya picado de curiosidad moví la mano pero no a mi polla sino más allá, cogí una cabeza por la melena, en la completa oscuridad no pude ver si era morena, rubia o castaña pero la sujeté y di un golpe de cintura, oí un gemido ahogado porque sin avisar había metido la polla en una boca anónima, en un primer momento me puso las manos en mi pubis haciendo tope para que no metiera más pero fue aflojando y poco a poco le entró toda a la vez que acariciaba los huevos.

                                      Me sentí mal porque mi mujer estaba a mi lado durmiendo y aquella cabeza se había metido en nuestras habitación (la de mi mujer y mía) y por mucho que Rosa había declarado que “conocía” las costumbres familiares y que quería que siguiera todo como siempre me parecía una falta de “todo” hacia mi mujer y hacia mí de la propietaria de aquella boca que me estaba mamando la polla pero los propósitos y todos mis miedos fueron desapareciendo según la lengua iba poniéndome más y más cachondo aún sabiendo que Rosa roncaba confiada detrás de mí.

                                      No moví las manos, sólo sujetando con la palma en el cogote de quien fuera me corrí después de una serie de metidas rápidas y animado por la lengua que presionaba el capullo contra el paladar terminó de provocarme una corrida que no tuve inconveniente en derramar en aquella boca tan activa.

                                      Nada más echar la última gota de leche aquellos labios presionaron la polla que fue menguando y poco a poco se retiraron sin dejar salir ni una pizca de semen, oí el leve chirrido de la puerta al abrirse y cerrarse con sigilo y todo volvió al silencio habitual, sólo interrumpido por el respirar fuerte de Rosa.

                                      Volví a tocar hacia atrás y las nalgas de mi mujer seguían vueltas hacia mí, con la convicción de que había sido un sueño me volví a dormir.

                                      Por la mañana nos despertamos pronto o mejor dicho nos despertaron, apenas eran las ocho cuando se abrió la puerta como un huracán, nosotros estábamos desnudos sobre la cama como habíamos quedado después de follar por la noche y lo que menos esperábamos era la visita de Carlitos, acababa de desayunar y quiso despertarnos, no nos dio tiempo siquiera a cubrirnos con la sábana y trepó a la cama tumbándose entre nosotros.

  • ¡Buenos días papá, dame un beso!, ¿has dormido bien?
  • Si hijo, he dormido como un ángel, como tú.
  • ¡Buenos días mamá, dame otro beso!  ¿Tú también has dormido bien?
  • Sí encanto, he dormido de un tirón toda la noche.

                                      El crío estaba contento y quería jugar, no le dio importancia a que estuviéramos desnudos y empezó a saltar sobre nosotros como si fuera un superhombre, a Rosa cuando le dio el beso no fue sólo uno sino que le llenó la cara de besos, vi como se le humedecían los ojos y lo abrazaba estrujándolo contra sus pechos. Era como un torbellino cuando saltaba sobre nosotros sin dar tiempo a cubrirnos.

                                      Carlitos siguió saltando entre nosotros hasta que quedó cruzado entre los dos, con la cabeza sobre el vientre de Rosa y las piernas sobre el mío, para él todo era un juego de lo más divertido, en un momento con su manita le cogió un pezón a Rosa, ésta me miró entre sorprendida y divertida, el niño lo cogió fuerte y no lo soltaba pero cuando yo disfrutaba mirándolo alargó la otra mano y me cogió la polla blanda a mí, la agarró como si fuera su peluche preferido y entonces fue Rosa la que se tronchaba de risa, no nos atrevimos ninguno de los dos en evitar que jugara con “nuestras cosas”, en cada mano nos tenía sujetos y nosotros éramos los que no sabíamos que hacer.

                                      El crío nos tuvo agarrados unos momentos como quien tiene un juguete nuevo pero de momento quedó inmóvil, lo miramos extrañados, soltó nuestras “pertenencias” y abrazó al vientre de Rosa poniendo el oído debajo del ombligo, la palabra que dijo nos puso la piel de gallina.

  • ¿La nena?, ¡hola Rosi!
  • ¿Qué has dicho Carlitos?
  • Es la nena, me ha dicho hola, aún no sabe hablar y me ha hecho un ruido pero se ha alegrado de verme.

                                      Nos miramos y no sabíamos si reír o llorar, el niño que todavía no sabía nada de niños ni que estaba preñada ni siquiera que éramos pareja, nos llamaba papá y mamá y sabía que en la tripa llevaba a una niña y además la había bautizado por su cuenta, ¡nos había quitado la exclusiva y las dudas de qué nombre ponerle!  Aquél niño era un portento, después volvió a poner el oído pero se volvió desilusionado.

  • Ya no me oye, debe estar jugando… adiós.

                                      El niño pasó sobre nosotros gateando, no respetó si con las rodillas me aplastaba los huevos o las tetas de Rosa y se escurrió de la cama desapareciendo como un vendaval, como había venido.

  • Carlos, no te lo creerás, sé que es imposible, todavía es un feto y no tendrá ni forma pero he sentido que se movía fuerte cuando Carlitos le hablaba, luego se ha vuelto a mover al despedirse y después nada…  ¿Es posible?
  • No lo sé Rosa, no tengo ni idea, es extraordinario lo que ha hecho el niño, se lo preguntaré a mi madre que tiene experiencia en parir.
  • Mejor pregúntaselo a Julia, tu tía ha tenido dos y… lleva un perfume inconfundible, ha inundado la habitación cuando ha entrado a media noche para hacerte una mamada.
  • ¡Rosa, no dormías, qué vergüenza!  Lo siento, es culpa mía.
  • Jajaja, era imposible dormir con los movimientos que hacías metiéndole la polla hasta la campanilla y ella sin querer gemía de gusto cuando se atragantaba, jajaja.
  • Lo siento Rosa, en principio creí que era tú la que quería “guerra” y te toqué.
  • Sí, me tocaste tres veces y las tres estaba “durmiendo” pero tú se la clavaste en la boca sin pensártelo dos veces.
  • Perdóname Rosa, soy incorregible.
  • Jajaja, no te preocupes, ya te dije que te quería como eres, aunque no pensé que abarcabas tanto, hasta el ámbito familiar, jajaja.

 

                                      Quedé admirado otra vez por la comprensión de Rosa hacia mis “devaneos” aunque me propuse evitar en lo posible prodigarme demasiado.  Para “compensarla” me incliné sobre ella y cogiéndole el pezón que había magullado mi hijo le di un beso y rodé sobre ella hasta que abrió las piernas y tumbado en un perfecto misionero le metí la polla en el coño abierto de par en par.

                                      No teníamos prisa y me movía lentamente metiéndola hasta el fondo y sacándola hasta casi el glande, cuando la tenía casi afuera la volvía a meter suavemente mirando a los ojos a Rosa que suspiraba gozando de cada centímetro de carne dura que recibía, en una de estas sacadas la puerta se volvió a abrir sin llamar, entró Teresa, mi madre con su delantal, dio por hecho que todavía estaríamos durmiendo, fue directamente a las cortinas y las descorrió.

                                      Intenté cubrirnos con la sábana sobre todo a Rosa pero al volverse vio la escena, yo con las piernas abiertas, los huevos pegados a la polla que estaba punto de volver a entrar en el coño de Rosa, las piernas de ella todavía sobresalían más por los costados y me abrazaba por la espalda clavándome las uñas a la vez que yo le amasaba las tetas, Teresa ni se inmutó y se sentó en la cama a nuestro lado…

  • Vamos pareja, ya tendréis tiempo de follar aunque con ese rabo no me extraña que siempre estés dispuesta nuera, no sé a quién le habrá salido, su padre no estaba mal pero Carlos vuelve loca a cualquiera y lo sabe usar, te lo aseguro, ¡ah!, perdonad la confianza sólo he venido para avisaros que el desayuno está en la mesa.
 

                                      Tan rápida como entró volvió a salir dejándonos a mitad de follada, Rosa me miró incrédula sin creerse lo que había pasado, yo me encogí de hombros, sabía que mi madre no tenía intención de inmiscuirse en nuestra intimidad, así y todo la encontré demasiado atrevida, aunque pensé que lo hizo como si hubiera estado yo sólo o mejor aún, considerando a mi mujer tanto como a mí, entonces me dejé caer volviendo a meter la verga hasta el final y Rosa me dijo al oído.

  • Déjalo Carlos, tu madre tiene razón en todo, tenemos mucho tiempo para follar y lo haremos y sobre lo que estoy siempre dispuesta tampoco mentía, lo de tu padre no lo sé pero que vuelves loca a cualquiera lo afirmo y de lo que la sabes usar parece que habla con conocimiento de causa también, mmm.
  • Por favor Rosa, no se te escapa nada, vamos a seguir con lo que estamos.
  • No, déjalo, ya has oído a… Teresa tenemos mucho tiempo y el desayuno se enfría… jajaja.

                                      Cuando la saqué hizo el ruido de un tapón, la tenía más dura que nunca, el oír la “confesión” de mi madre cuando estaba follando a Rosa imaginé lo que sería hacerlo con las dos a la vez y la verdad no sé en cuál de las dos habría preferido correrme.

                                      Al sentarnos a la mesa ya estaban todos reunidos, nadie hizo mención de nada, unos buenos días a coro como la cosa más normal del mundo y nos sentamos, los únicos asientos libres estaban al lado de Julia, uno a cada lado, ella se ofreció para dejarnos a los dos juntos pero declinamos, Rosa al momento me miró y aspiró, me estaba confirmando el perfume que inundó nuestra habitación cuando me hizo la mamada secreta.

                                      Para más datos mi tía llevaba una blusa con un escote abierto que mostraba sus tetas separadas y en punta, no tenía canalillo parecía el Estrecho de Gibraltar con el Peñón a un lado y el otro monte al lado contrario como las columnas de Hércules, las tenía tersas y brillantes, Rosa me miró de reojo y se mordió el labio, a ella también le gustaban aquellas tetas y me lo demostró.

                                      La despedida fue de los más “normal”, Teresa me besó muy cerca de la boca y después me dio un piquito cariñoso, Julia me incrustó entre el Estrecho africano y me preguntó al oído a la vez que me mordía el lóbulo.

  • ¿Te ha gustado la mamada?  La próxima vez me la harás tú a mí, gracias por hacerme abuela.
  • Pero Julia, ¡que estaba mi mujer al lado!
  • Rosa ya es como mi hermana, como Teresa, ¿ya no te acuerdas?

                                      Cris y Gema me abrazaron las dos a la vez, las cuatro tetas se pegaron a mí, mientras que Cris me abrazaba el cuello y me besaba Gema agarraba la polla insinuando que la futura mamá sería ella, mi prima pequeña lloriqueaba cuando me abrazó, se colgó literalmente de mi cuello y pegada a mí me dijo.

  • Primo, te necesito a ti y a tu polla, no puedo encontrar a ningún chico que me guste porque después de ti nadie es bastante bueno para mí, me haces falta, estoy desesperada, creo que he follado con todos pero nadie vale la pena, ¿crees que podremos pasar una noche juntos?
  • Claro prima, cuando quieras me avisas y te invito a casa un fin de semana.
  • Sí, claro pero… ya me entiendes, ahora ya no es igual, Rosa es estupenda pero estás casado…
  • No te preocupes por eso, si de verdad quieres, ven.
  • Iré.

                                      El salto que dio Carlitos para abrazarme me pilló desprevenido, parecía que tenía fijación por mis huevos porque con la rodilla me dio a los dos a la vez, aguanté como el más “macho” de los hombres el dolor que sentía entre las piernas mientras me llenaba de besos y lloré por los dos motivos, se lo pasé a Rosa que lo sostuvo entre sus brazos y sus tetas mientras la besaba de oreja a oreja, cuando lo dejó escurrirse sobre ella el niño apoyó la oreja en la panza de Rosa y le dijo.

  • Adiós Rosi, cuando salgas de ahí jugaremos al pillo-pillo.

                                      Todos quedamos boquiabiertos por la ocurrencia del crío, el caso es que lo dijo con toda naturalidad y salió corriendo, Rosa se cogió el bajo vientre y me miró, supe lo que quería decir, había sentido otro movimiento como por la mañana.

                                      El viaje de vuelta estuvo plagado de comentarios, Rosa estaba encantada con mi familia aunque no podía sospechar que hubiera una relación tan íntima entre todos, era bastante liberal pero aquello la sorprendió totalmente sobre todo la naturalidad que reinaba entre nosotros aunque se sintió abrigada por el recibimiento conque la acogieron.

                                      En parte creo que le confirmó todavía más que yo era especial en el tema de sexo y que nada de lo que sucediera debía extrañarle porque los sentimientos iban por otro canal diferente.

                                      En las tiendas todo seguía igual, las angustias de Rosa duraron poco y según iba notándose la barriguita de Rosi hacía la vida totalmente normal, Bea y Elena estaban compenetradas, las dos se entendían muy bien, posiblemente por la proximidad en la edad y porque Bea hacía de tutora de la joven, le había abierto los ojos al mundo y le había enseñado a todo dándole una educación que no tenía cuando salió del colegio de monjas.

                                      El comportamiento con Rosa curiosamente no varió, en parte porque ella tuvo la sensatez desde un principio de dejar claro que no cambiarían las cosas, la única diferencia era que ahora éramos cuatro a atender, las dos jóvenes se preocupaban de los avances del embarazo de Rosa y se prestaban a hacer cualquier cosa que pudiera suponer un esfuerzo para mi mujer.

                                      En cuanto al resto todo seguía igual, un día que tuve un problema con un diseño estuve toda la noche en el taller dibujando y tirando papeles emborronados, Elena llegó más temprano de lo habitual y me vio desaliñado enfrascado en un montón de dibujos, lo primero que hizo fue un café muy fuerte dejándomelo sobre la mesa de trabajo y lo segundo fue colarse por debajo de la mesa y abrirme la bragueta.

                                      Apenas me di cuenta cuando tenía la polla afuera y de una lamida la descapullo hasta ponerla dura, di dos sorbo de café y corrí la silla hacia atrás, la chica más cómoda entre mis piernas bajó los pantalones y calzoncillos a los tobillos y de rodillas me dio una mamada que me supo a gloria.

                                      Le advertí que me iba a correr, que parara porque le iba a manchar el vestido pero ella se lo bajó a la cintura en previsión, no llevaba sujetador porque se había convencido de que el relleno no la hacía más sexi y siguió chupando.

                                      Me corrí en su boca y al separarse todavía le salpiqué los pezones, mientras la chica me dejaba con una mano debajo de su barbilla, para no mancharse de semen, se cruzó con Rosa que acababa de llegar, yo estaba de espaldas repantigado en la silla despatarrado y con la polla en alto destilando las últimas gotas.  Rosa le sonrió a Elena y le dijo…

  • Gracias Elena, es lo que más falta le hacía, después de una noche trabajando es la mejor terapia.

                                      Me volví al oírla y me tapé instintivamente aunque era inútil, el mástil seguía con ganas de seguir, la boca de Elena todavía no estaba a la altura de las otras dos pero en ese momento vi a Rosa que miraba a la puerta de la tienda de Bea, descubrí apoyada en el quicio de la puerta a la sonriente chica que había sido testigo de la mayoría de la mamada, a la llamada de Rosa ésta acudió y no hizo falta explicarle nada, se volvió de espalda y subió la falda, las bragas cayeron al suelo y se acercó, su mano entre sus piernas alcanzó mi polla y la guió a su coño mojado, reculó hasta que metió el capullo y se sentó de golpe sobre mí.

                                      Le cogí las tetas por detrás, metí los dedos por debajo de las copas del sujetador y lo hice subir hasta el cuello a la vez que recogía las dos bolas en las manos, le amasé y le pellizque los pezones al ritmo de los saltos que me hacía, la chica que venía caliente se corrió primero pero apenas había acabado de sacudirse por el orgasmo la llené de leche, Rosa estaba observando a nuestro lado y Bea al sentir que la llenaba esperó a que acabara y se levantó, todavía tenía la polla mojada de flujo y semen cuando Rosa se inclinó y me lamió desde el capullo hasta los huevos,

                                                                                                    

                                      Quedé con los brazos colgando, noté que alguien me sujetaba la cabeza y vi que era Elena, la tenía apoyada en su pecho entre los pezones y fue un bálsamo para mi, entre las tres me sujetaron y me llevaron al sofá, con una tela me cubrieron y salieron a sus respectivos puestos de trabajo para abrir las tiendas.

                                      Cuando desperté ya era media mañana, de pronto tuve una iluminación, vi claro adonde estaba el problema del vestido y corrí a la mesa, iba sin nada de cintura hacia abajo, la polla pegada a los huevos, casi me siento sobre ella y en un momento redibujé todo el vestido de un tirón.

                                      Al grito que di acudieron las tres, con los brazos al cielo sujetando victorioso el papel con el diseño, las piernas separadas y la polla colgando con los huevos vacios, las tres aplaudieron mi “gesta”, dejé el papel en la mesa y abrí los brazos para abrazarlas a las tres, ellas habían propiciado mi “musa”, no sé qué mano fue la que se ocupó de mi polla pero en un momento  la tenía tan dura que me obligaba a apartarme un poco del abrazo estrecho con las tres mujeres.

                                      Dos se separaron para hacer sitio, una se había agachado y subido la falda a los riñones, el culo blanco podía ser de cualquiera pero tan delgado y liso no podía ser más que de Elena, sabía de sus limitaciones y se ofreció para compensar la mamada inexperta que me dio, pasé los brazos sobre los hombros de Rosa y Bea y entre la dos guiaron mi polla hacia el culo de Elena, no fallé, la chica aguando estoicamente, le dolió pero Bea le había enseñado a lubricarse con saliva en caso de urgencia y a relajarse.

                                      Entre las dos mayores la sujetaron de los huesos de las caderas para que no se escapara y yo sólo tuve que empujar, Rosa y Bea me jaleaban para que siguiera empujando y le contaban a Elena lo que le quedaba “de sufrir”, a la joven se le hizo corto, cuando la tuve clavada preguntó cuánto faltaba y las otras rieron con ganas.

                                      No paré de entrar y salir hasta que la chica se corrió cayendo hacia adelante, la verga quedó balanceándose en el aire y Rosa ocupó su puesto, esta vez me cogí a sus tetas y le volví a meter la polla, Bea había alcanzado el bote de crema y como un rayo le había untado el culo a mi mujer, la experiencia y la crema hicieron que fuera un suspiro, lo único que salió de sus labios al entrar sin detenerme.

                                      Bea se ocupó de que mis huevos no estuvieran desatendidos y los chupaba cuando me separaba de Rosa, un dedo de la chica me provocó que adelantara a Rosa y me corrí en su culo y ella al notarlo aceleró para no dejarme sólo en el éxtasis, apoyada con las manos en las rodillas resistió mis envites y su orgasmo.

                                      Cuando nos sentamos todos en el sofá nos temblaban las piernas de haber follado de pie todo el rato pero todos estábamos contentos y el vestido dibujado, Rosa no tardaría en hacer los patrones y coserlo, Bea se lo probaría la primera, seguramente tendría su “premio” y Elena también tendría un “plus” por la visión de la necesidad de su “jefe”.

                                      Por la tarde se detuvo un taxi a la puerta de la tienda, no le hicimos caso pues era habitual, de él bajó una mujer bastante joven o por lo menos a mi me lo pareció, me era familiar y detrás de ella aparecieron dos jóvenes iguales, eran mi ahijada Carla y su hermana Beatriz con la madre, tímidamente se asomaron al escaparate y rápidamente salí a recibirlas, no se atrevían a entrar por el lujo de la tienda pero las invité con toda clase de atenciones.

                                      A Cintia, la madre, ya se le notaba el paso de los años, recordé cuando la conocí, se había quedado preñada de alguien que ni conocía y yo ahijé a Carla una de las gemelas, tanto ella como su hermana Beatriz se habían convertido en dos preciosas señoritas, su madre se había esforzado en darles una educación y una cultura exquisita, le pregunté por su madre, la señora Elvira, abuela de las chicas, me dijeron que ya estaba mayor pero que no olvidaba las “visitas” que les hacía.

                                      Rosa enseguida captó la información y dedujo que a la madre y la abuela les había dado mi tratamiento como a tantas otras y por ende no dudaba que en un futuro no muy lejano les dedicara mis favores a mi ahijada y a su hermana, yo todavía no lo había pensado pero no tardaría en darle la razón a mi mujer.

                                      Las recién llegadas contaron que venían de paso a Madrid, preguntaron a mi tía donde estaba la tienda y en un taxi llegaron desde la estación, al ver la categoría de la tienda y los precios se desanimaron para comprar algo pero yo encargué a las dos dependientas para que encontraran algo dentro de su “nivel”, Bea se encargó de las dos jóvenes y Rosa de su madre, mi mujer no tardó en sonsacarle mi “historia” con ella y su madre con lo que se reafirmó de mi bien ganada fama.

                                      Bea menos susceptible se dedicó a buscar algo que pudieran llevarse que fuera de moda pero no demasiado caro, cuando volvieron las dos al taller adonde yo estaba, Cintia venía entusiasmada con un vestido que le había “aconsejado” Rosa, se salía de su presupuesto pero al asegurarle que le haría un buen precio hizo oídos sordos a su conciencia previsora y se decidió.

                                      Bea les enseñó con picardía la lencería que acabábamos de recibir, era muy atrevida para la edad de las jóvenes pero la persuasión de Bea las convenció enseguida, Carla vino entusiasmada porque no quiso quitársela, le cortó la etiqueta y dio por comprada la prenda, Beatriz al enterarse de que mi compañera se llamaba Bea cayó rendida a sus pies y compró lo que ésta quiso, en el taller delante de todos las dos chicas nos enseñaron su elección.

                                      Bea me miró diciéndome con la mirada que valía la pena verlas al “natural”, sabía mis gustos mejor que yo y en el probador había visto y “tocado” aquellas maravillas de tetas de las dos crías.  Alentadas por las demás y por la ilusión que tenían con sus elecciones no tuvieron inconveniente de mostrarnos las prendas puestas, Rosa mirándome la cara de satisfacción que tenía le hizo una seña a Bea.

  • Bea, ¿Por qué no le muestras ese modelo que tenemos reservado para la actriz …?, sólo para que se lo pruebe, es un primor de prenda.
  • ¡Ah, es verdad!  No lo había pensado, como es tan exclusivo…

 

                                      Bea comprendió inmediatamente lo que pretendía Rosa y sacó de un cajón un modelo muy sexi y lo envolvió en una caja de cartón decorada con un paño de terciopelo lila, era un sujetador con apenas copa de encaje negro, era tan mínimo que no dejaba nada a la imaginación, nada más ver el envoltorio tanto la madre como las hijas saltaban impacientes a la vez que Bea con toda ceremonia lo desplegaba como si fuera un tesoro, cuando lo desplegó delante de todas lo hizo con aire triunfal.

                                      Rosa fue la que más lo alabó por lo menos a viva voz, las demás no podían ni cerrar la boca, Bea miró a Rosa con aire cómplice y le preguntó si no contravenían las normas de la casa y se lo dejaba probar a una de ellas, las tres recién llegadas se miraban expectantes para ver cuál de ellas sería la afortunada.

                                      Rosa como “matriarca” dio la solución, lo echarían a suerte y metió tres papeles en la caja de terciopelo para que eligieran por “casualidad” (en realidad los tres papeles tenían el nombre de Beatriz)  la primera que sacó un papelito fue Beatriz la gemela de mi ahijada, desde que nacieron siempre fue la más adelantada y ahora que ya era una mujer su desarrollo había llegado a un nivel extraordinario.

                                      Beatriz se pavoneó delante de las otras por la suerte que tuvo y Rosa se ofreció a probárselo, a la chica no le importó y a su familia menos porque querían vérselo puesto ya que no podían ser ellas las elegidas, al quitarse el sujetador que llevaba nos enseñó lo que Bea nos había insinuado, tenía unas tetas altas puntiagudas con unos pezones abultados y oscuros, se apreciaba la dureza por el brillo de la piel.

                                      Rosa no escatimó “esfuerzos” al ajustárselo para que le quedara perfecto, sus manos recorrían el par de tetas con una suavidad y una habilidad que hacían suspirar a la chica, su hermana la envidiaba y suspiraba igual que ella cuando Rosa pasaba los dedos entre la tela y el pezón para “disimularlo”, su madre la miraba y se imaginaba las caricias que le hacía yo años ha, desde antes de nacer ellas y luego cuando mamé de sus pechos.

                                      Bea fue un paso más allá y debajo del paño lila sacó las braguitas a juego, al enseñarlas fue como si hubiera sacado el número premiado de la lotería, Carla las cogió con cuidado y las pasó por su mejilla, en cambio su madre por instinto olió la zona donde debía cubrir el coño, recordando los buenos tiempos.

  • Rosa ¿crees que sería demasiado si se prueba el conjunto entero?  Si no lo tiene mucho tiempo puesto la actriz no lo notará.
  • Tienes razón Bea pero compréndelo, cambiarse aquí delante…
  • Bueno ahí está el probador, si quieres la acompañas, ya que le probaste el sujetador…

 

                                      A Rosa no hubo que convencerla y a Beatriz menos, salió derecha hacia el probador y al momento desde adentro me llamó.

  • Carlos, ¿puedes venir?  Necesito tu opinión.
  • Voy enseguida, sólo faltaría que estuviera defectuosa.

                                      Fui al probador y vi que ya se había quitado la falda y estaba con sus bragas juveniles de rayitas de colorines, la comparación era evidente, de una prenda de encaje negro trasparente a unas bragas de algodón de adolescente era abismal, Beatriz no lo dudó, se quitó las suyas con un sólo movimiento de cadera y cayeron al suelo, Rosa para que no se estropearan se arrodilló a los pies de la chica que se apoyó en mi brazo y levantó una pierna y luego la otra, frente la cara de Rosa tenía el pubis ensortijado de Beatriz, lo llevaba salvaje, nunca se había depilado y el vello se extendía por las ingles y subía en una estrecha línea hasta el ombligo, brillaba como el azabache y olía a princesa de cuento.

                                      Agachada Rosa me mostraba su escote que forzado por la postura parecía que iban a reventar las tetas con la presión del sujetador, la polla empezó a hacer acto de presencia y a Rosa no le pasó desapercibido, con todo el cuidado del mundo, como si estuviera vistiendo a una reina para la ceremonia de su boda, fue subiendo las bragas por las piernas torneadas de Beatriz, ésta con una pierna en alto se cogía a mi apretándose contra mi brazo, sus tetas se aplastaban marcándome los pezones y esto acrecentaba mi erección.

                                      Cuando las bragas llegaron a la unión de los muslos Rosa le tocó las piernas para que las separara y poder acomodarla sin deformarla, la chica obedeció al instante apoyando la pierna en el taburete a su lado.

                                      Rosa encontró “ligeras dificultades” para subirlas y las achacó a la abundante pelambrera de la joven, antes de que aquella se excusara por semejante melena Rosa le puso a mano sobre el felpudo y presionando le dio la forma para que entrara, debajo de la mata de rizos Rosa encontró no solo los labios hinchados y húmedos del coño de Beatriz sino el clítoris que abultaba con el glande descubierto, el roce que le dio entre dos dedos atrapándolo hizo que gimiera a la vez que se abrazaba a mí, estaba tan excitada, primero por la emoción y luego por la suavidad de las manos de mi mujer, que, por momentos, se derretía.

                                      Beatriz se aferraba a mi cuello, la sentía respirar agitadamente en mi oreja y no ayudaba nada para conservar la compostura, Rosa por su parte intentaba infructuosamente alisar la “permanente” pubiana, pensó que si la humedecía con saliva domaría a los rizos, lo intentó mojando los dedos en la boca pero apenas se aguantaban porque saltaban otra vez a su remolino original, pensó que habría que hacer un remojo masivo y acercó la lengua y al sentir el aroma que emanaba la entrepierna de la joven le pasó la lengua de abajo arriba.

                                      El abrazo que me atenazaba se incrementó, se pegó a mí con todo su cuerpo, sólo dejaba a Rosa el espacio imprescindible para que siguiera con lo que estaba haciendo y cada pasada de lengua que le prodigaba me mordía el lóbulo de la oreja y me incrustaba sus tetas deformándolas ignorando al sujetador fantástico que lucía.

                                      Sin darse cuenta con la pierna sobre la banqueta iba separando las rodillas y la cara de Rosa iba ganando terreno, ya había conseguido “peinar” la melena en dos mitades y su lengua se paseaba sin obstáculo abriendo los labios cubiertos de pelo justo hasta la orilla de la vagina.

                                      Noté que se pegaba a mi metiendo su pierna entre las mías, abrió los ojos sorprendida al notar el bulto que se deslizaba a lo largo de mi muslo.

  • ¿Carlos, eso que noto pegado a ti es tuyo?
  • Y tuyo si quieres.
  • Me gustaría mucho probarlo pero…
  • Si lo dices por Rosa no te preocupes, a ella le encanta hacer lo que te hace en éste momento, ¿te gusta lo que hace?
  • Me encanta… no me lo habían hecho antes y menos una mujer pero es delicioso.
  • Si quieres podemos hacer una cosa, Rosa te va a provocar un orgasmo fabuloso, lo sé porque a ella le gusta tanto como a ti y después me va a sacar la polla y te la va a poner donde estés más mojada, ¿te apetece?
  • Estoy loca por probarlo pero me da miedo, ya sabía que tenías una polla grande, mi madre nos contó cuando fuimos mayores lo que hiciste por ella, también mi abuela contaba maravillas de esta polla, no sé si podré aguantar esta cosa dentro de mí.
  • Eso te lo aseguro y te va a gustar muchísimo, lo que temo es que tu madre y tu hermana se enfaden si se enteran.
  • No lo creas, cuando vinimos teníamos la esperanza de que a una de nosotras nos follaras, no sabíamos a quien y la suerte me tocó a mí, soy afortunada.

                                      Rosa estaba oyendo la conversación y aceleró las lamidas y adelantó el plan sacándome la polla poniéndosela en la mano a la chica, en un primer momento la soltó al notar el grosor y el calor que desprendía pero Rosa insistió cogiéndole la mano y acompañándola hasta retirarme el prepucio y dejar el capullo rojo ardiendo como una brasa.

                                      La predicción que le hice se cumplió porque Rosa fue directamente al clítoris y lo lamió, chupó y mordió hasta que la chica se corrió en su boca, le mojó la cara con sus jugos y temblando entre mis brazos resistió las oleadas de placer que la zarandearon.

                                      Ella sola se agachó para besar a Rosa que continuaba de rodillas frente a ella, al mismo tiempo que se besaban apasionadamente me puse detrás de la chica, separé los muslos y apunté al coño, era comparable a la mantequilla caliente el capullo entró sin apenas dificultad, no pensé si sería virgen o no pero de dos empujones más la enterré hasta los huevos.

                                      Entre los labios de las dos se escapaban los gemidos que no podía reprimir al notar que le hundía la verga hasta lo más profundo.

                                      No paré hasta que se volvió a correr, su madre y su hermana esperaban la “prueba” de la lencería entretenidas por mi compañera Bea, ésta había encontrado la manera de encantarlas como a una serpiente sacándoles más conjuntos de lencería, las dos estaba en “paños menores” cada cuál de todos más bonitos y escasos, pero las dos o mejor dicho las tres se volvieron hacia nosotros cuando salimos del probador, Beatriz se había puesto correctamente por fin el conjunto incluso las braguitas aunque las llevaba mojadas de flujo, cosa que advirtieron las tres aunque no dijeron nada.

                                      También callaron el detalle de que en la mejilla de Beatriz había quedado un goterón de leche que no había relamido al correrme en su boca, Rosa le había dejado el capricho de última hora aunque contaba que sería ella la que degustaría el “premio” final.

                                      No dijimos nada pero Bea nos explicó las características de la madre y la hija con sus diferencias y sus analogías, les quitó las piezas delante de mí para que apreciara las tetas de mi ahijada, no eran como las de su hermana pero nada despreciables, las de su madre ya no eran las que me comí llenas de leche materna pero también merecían un rato de dedicación.

                                      Les hice un precio especial, a Beatriz le regalé el conjunto que había mojado y quedó encantada, su madre tuvo un buen descuento en el vestido y mi ahijada tuvo un regalo de unos zapatos de tacón alto que le encantaron.

                                      Las despedí en la puerta del almacén donde prometieron volver aunque les rogué que avisaran primero, las llevaría a comer y posiblemente a mi casa, al saber que su madre les había puesto en antecedentes no había excusa para follarlas a las tres y no lo haría solo, me acompañaría como mínimo Rosa y tal vez Bea también, eran una futuras buenas clientas.

                                      Cuando volví a entrar a la tienda Elena vino alborozada, traía una carta donde la representante de una actriz internacional nos avisaba que, en una visita relámpago, la diva nos quería visitar, nos avisaba que era un poco “exigente” y nosotros nos reunimos y acordamos que la trataríamos en consecuencia, nos interesaba tener una buena clienta que nos trajera clientas internacionales.

Continuará.

Agradezco sus valoraciones y comentarios.

Gracias.

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