Por las tardes siempre salíamos a jugar con otros chicos y jugábamos al escondite, al pañuelo o a la botella. Yo casi siempre me emparejaba con una vecinita de mi misma edad, unos doce años llamada Edurne. Recuerdo que una tarde estábamos todos jugando, cuatro chicos y cuatro chicas, cuando uno de los chicos mayores, primo de un amigo y de unos 14 años, nos dijo que jugar con nosotros era un aburrimiento y que él en su barrio jugaba mejor.
Le dijimos que a qué jugaba y nos dijo que a las cosquillas ricas. Todos le preguntamos sorprendidos que que juego era ese, pero aquel nos dijo que éramos muy pequeños para jugar. Le insistimos varias veces para que nos dijera como era ese juego y finalmente tras mucho insistir nos hizo prometer que nos lo diría si guardábamos el secreto. Todos juramos que guardaríamos el secreto pero además él puso una condición; que nos lo iría diciendo uno a uno, empezando por las chicas. Todos aceptamos y quedamos para el día siguiente. Durante el resto de la tarde jugamos a los juegos de siempre.
Al día siguiente llegamos los ocho, yo, Edurne, Luis, Iván, Pepe, Ana Luisa, Maribel y Rocío. Comenzamos a jugar al escondite a la espera del primo de Luis llamado Fran. Cuando llegó todos le rodeamos deseosos de saber que era ese juego tan maravilloso que practicaba y que tan misteriosamente guardaba para si. Le dijimos que nos lo explicara, pero el dijo que no, que se lo explicaría a una sóla chica. Las cuatro que había rápidamente le rodearon, pero él eligió a la mayor, a Maribel, de casi 13 años. Ambos se marcharon rápidamente en dirección a un trastero. Al cabo de media hora más o menos volvieron los dos riéndose y con la cara muy roja. Le preguntamos que si habían jugado y ambos nos contestaron que si, pero cuando les pedimos detalles se negaron a decir más. Al rato se volvió a marchar Fran con otra chica, en este caso con Rocío, una morenita de 12 años bastante graciosa. Maribel mientras hablaba con Luis y ambos se marchaban también tras los primeros. En eso que llegó corriendo mi hermana Cristina, un año menor que yo, a decirme que mi tío había tenido un accidente por lo que tuvimos que irnos a verle. Como mis padres vieron que la cosa era grave decidieron que nos quedáramos con él los tres meses de verano, así que no pude volver hasta que empezó de nuevo el curso.
Recuerdo que cuando regresamos todos mis amigos me recibieron muy contentos. Todos comentaban lo bueno que era jugar a las cosquillas ricas, que ya lo hacían entre ellos y que querían que yo jugase con ellos. Les dije que estaba deseando, así que cuando llegó la tarde nos volvimos a juntar todos y comenzamos a jugar. Mis amigos se emparejaron entre ellos y a mi me dejaron con Maribel. La chica me llevó a un cuartillo que se usaba para guardar los trastos de la limpieza. Allí dentro nos ocultamos entre unos sacos. Maribel me dijo que quería ver mi "cosa". Yo me negué, pues me daba mucha vergüenza, pero ella me dijo que no pasaba nada, que si quería jugar a las "cosquillas" tenía que enseñársela, pues todos los chicos así lo hacían. Me volví a negar, y ella, para animarme me dijo que me iba a enseñar la suya. Al instante se puso de pie, se levantó la falda y se quitó sus braguitas blancas. Me quedé de piedra al ver aquello por primera vez.
Allí, entre sus blancas piernecitas se abría un pequeño bosquecillo de pelos castaños. Se volvió a bajar la falda, ya sin bragas y me dijo que ahora me tocaba a mi.
Obedecí de inmediato. Me quité el pantalón y me bajé el calzoncillo hasta las rodillas. Mi pito se encontraba en un estado de semierección, quizás debido a la visión que Maribel me había proporcionado momentos antes. Me dijo que me la jalase. No entendí a que se refería.
Con su tierna manecilla me cogió la mía y me la colocó abarcando mi pequeño rabo. Una vez que la tuvo así inició un movimiento con mi muñeca de arriba a abajo.
-Esto debes de hacerlo tu solito.- me dijo.
Se sentó frente a mi con las piernecitas abiertas. Pude ver su sexo abierto rodeado de aquellos pequeños rizos. La visión de aquello así como el movimiento de mi mano comenzó a calentarme de una manera rara. Mi pito se puso duro como una piedra y mi cuerpo comenzó a sentir una sensación extraña que nunca antes había sentido. Me asusté y paré, pero la chica me dijo que siguiese que me iba a gustar mucho. Vi como su mano se acercó entre sus piernas y comenzó a moverse despacio. Como aquello me dio confianza seguí moviendo mi rabo de arriba abajo. Pronto cogimos ambos el mismo ritmo. Después de un rato moviendo su mano entre las piernas mi amiga comenzó a poner caras muy raras y a gritar.
-Me están viniendo, me están viniendo, me llegan, me llegan, ahhhhh, mmmm....-.
Se enconvó hacia atrás, cerró los ojos y continuó balbuceando durante un rato más. Al ver aquello me asusté y paré. Mi amiga se dio cuenta y apartando mi mano del rabo puso la suya y siguió con el movimiento.
-Déjame a mi, verás que cosa más rica...- me dijo.
Siguió con el meneo un rato más, pues mi cosa había disminuido su dureza, aunque al sentir el tibio calor de su mano volvió a recuperarla. Me fijé mucho entre sus piernas. Miré su rajita brillando y de un color más oscuro que al principio. De repente mi cuerpo comenzó a tensarse. Noté unos latidos en mi pito y una extraña sensación que subía desde mis pies hasta arriba.
-Creo que me están llegando...- le dije casi balbuceando.
-Me llegan las cosquillas...me llegan...ahhhhh ahhhh... grité como pude mientras el gusto de mi primera paja me invadía.
Mi cuerpo se tensó por un instante y mi vista se nubló. El placer me envolvió por completo. Notaba como mi pito seguía palpitando y como la manecilla de Maribel seguía subiendo y bajando ahora más despacio.
La chica paró y tocó la cabezota de mi rabo.
- A ti aún no te sale leche porque eres pequeño, pero cuando seas mayor te saldrá y notarás más rico...- me dijo satisfecha.
-Que es eso de la leche...- pregunté.
-A Fran ya le sale. Es como si se orinase pero más blanco. Yo la he tocado. Es pegajosa pero muy rica...-
De repente escuchamos ruidos y tras vestirnos salimos despacio para no ser descubiertos.
Al día siguiente volvimos a juntarnos casi todos.
-Jugamos a las cosquillas?...-propuso Ana Luisa.
-Vale...- dijimos todos.
Yo me emparejé con Edurne. Era una chica mona, de mi edad, con un pelo larguísimo y algo delgadita.
Nos marchamos al mismo cuarto de limpieza y nos sentamos uno frente al otro. La chica se quitó el top. Por primera vez contemplé dos tetas al natural. Sabía que las chicas las tenían pero nunca las había visto así. Ella se dió cuenta de mi interés.
-Puedes tocarlas si quieres...- me dijo.
Alargué mi mano y con cuidado toqué sus pechitos. No eran muy grandes, apenas como dos medias manzanas. Con lentitud acaricié su entorno, primero uno y luego el otro. Ella cogió mi mano y la dirigió hacia los pezones. Eran como dos pequeños garbanzos rodeados de una zona más oscura que contrastaba con lo blanco de su piel. Comencé a acariciarlos con temor. Ella misma se mojó uno de sus dedos en la boca y comenzó a acariciarse los pezones. Cogió uno de ellos y lo retorció con lentitud. Su cara se relajó y comenzó a suspirar. Mientras tanto yo me había desprendido de la ropa y ahora acariciaba mi pito. La visión de ella acariciándose las tetillas hizo que mi rabo se endureciese. Se levantó, se quitó las braguitas y volvió a sentarse con las piernas bien abiertas.
Me fijé en su rajita. Al igual que Maribel, Edurne también tenía pelillos allá abajo. Comenzó a acariciarse entre las piernas. Ví como movía su dedo arriba y abajo mientras se acariciaba con la otra mano los pezones.
-Sigue tú...- me dijo.
Puse mi mano entre sus piernas. Por primera vez sentí el tibio roce de sus rizos junto a mis dedos y la humedad de sus carnes. Acaricié su almejita con ciudado para no lastimarla y seguí con el roce. Cogió mi mano y la dirigió hacia su boca. Me chupó los dedos y los volvió a bajar rozando con ellos la entrada de su almejita. Seguí moviendo la mano al compás de sus indicaciones mientras ella recogía mi aparato e iniciaba los movimientos de la paja. Poco a poco comenzamos a calentarnos. Con cuidado seguí acariciando su clítoris mientras con la otra mano le acariciaba los pezones. En un momento dado bajé y se los chupé. El calor de su cuerpo unido a su manipulación me estaba haciendo llegar al cielo. Tras algunos minutos, la chica comenzó a gemir. Aceleré el ritmo de mis caricias hasta notar como Edurne se tensaba y gritaba de placer.
-Ya me vienen, ya me vienen, ahhhh, ahmmm mmmmm...-
Se relamía los labios mientras temblaba como si tuviese frío. Adelantándome a todo le pasé bien los dedos por su pipa empapándolos con sus jugos para llevarlos seguidamente a mis labios. Noté el sabor agridulce de los mismos. Ella agradeció la paja y sonrió al verme chupar mis dedos. Por primera vez había pajeado a una chica y probado sus jugos.
-Sabes que lo haces muy bien...?. Ha sido la primera vez que he sentido tanto con un chico...-
Me besó en la boca.
-Ahora tú...- me dijo.
-Pero te lo voy a hacer de otra forma...-
Al momento se puso a subir y bajar el pellejo de mi rabo, y cuando vió que estaba bien dura agachó la cabeza y se la metió en la boca.
Enseguida noté diferente a la otra vez. Ahora sentía el calor de sus labios y la humedad de su lengua rodeando mi pito. Sentía la saliva lubricar mi pellejo arriba y abajo. Con lentitud estiré una mano hasta plantarla en su almejita. Jugué con sus rizos y creo que llegué a meterle la punta de uno de mis dedos en su pequeño agujerito. La visión de su cuerpo desnudo frente a mi, el calor de su chochito en mis dedos y la chupada que me estaba proporcionando fue demasiado para el aguante de mi cuerpo y exploté de forma sublime en su boca. Mis músculos se tensaron, mientras el gusto me invadía. Noté distinto a la paja de Maribel. Las "cosquillas ricas" esta vez eran superiores y creo que hasta noté como alguna gotilla de líquido abandonó mi picha para clavarse en la garganta de Edurne.
-Ya me vienen, ya me vienen...- grité-
Al oir mis gemidos la chica aceleró sus movimientos alargando el recorrido de sus labios.
Continuó varios minutos más sorbiendo mis energías que se escapaban por todo mi cuerpo.
-Ha sido demasiado...- solo pude decir.
-Lo haces mejor que Maribel...- dije mientras le daba un beso de agradecimiento.
Nos vestimos y salimos de allí.
Durante varios días lo hice con las distintas chicas. Unas veces me la jalaba yo y otras me la hacían ellas. Yo por mi parte también le hice dedos a todas. Algunas veces íbamos dos chicos y una chica o dos chicas y yo.
Unos meses después, cuando estaba con Ana Luisa en el trasterillo haciéndonos cosquillas ricas la chica me sorprendió.
-Quiero que me la metas un poco...- me dijo.
-Que te meta el qué...- pregunté asombrado.
-Ya sabes,... que me metas tu cosa en mi almejita... Edurne me ha dicho que el otro día se la metió Luis y que se siente muy gustoso...-
Como pudimos nos colocamos en el suelo, sobre unos sacos. Ella abrió bien su pepita sujetándose los lados con las manos. Yo coloqué mi pito erecto aún, pues ninguno de los dos nos habíamos corrido aún, apuntando al centro de su hoyito. Jugué un poco con la puntita haciendo que subiese y bajase a lo largo de su raya, mojando bien con sus jugos la cabezota. Así permanecimos un buen rato sin saber que hacer hasta que cuando me agaché para besarle la boca, la naturaleza se encargó de hacer el resto. Sentí como sus carnes se apoderaban de mi picha y como la cabeza iba entrando en ella. Supongo que la humedad de sus jugos junto a los míos ayudó a ello. De repente el avance cesó. Noté como algo impedía la penetración. Con el tiempo supe que se trataba de su virgo. Ella misma se encargó de apretarme los cachetes del culo y hacer que volviese a avanzar. Sorbí sus labios besando los míos y como su lengua jugaba con la mía. Instintivamente comenzamos a movernos al compás sintiendo el uno el roce del cuerpo del otro. Recuerdo que jugué con sus pezoncitos relamiendo las aureolas oscuras. No sé lo que pudo durar aquello, pero yo me encontraba en la gloria tirándome a Ana Luisa. Algunos minutos después ella comenzó a jadear mientras me avisaba de la llegada de su gusto. Yo aproveché la calentura que llevaba y metiendo y sacando con fuerza mi polla dentro de su almejita me dispuse también a correrme. Finalmente ambos llegamos a la vez. Noté unos calambres sobrenaturales recorriendo todo mi cuerpo y como el interior de su chochito me exprimía el rabo como si de una gran mano se tratase. Aquello era la gloria. Por primera mez me había corrido dentro del coñito de una chica, aunque aún no me salía nada de dentro, noté como algunas gotas eran expulsadas de mis huevos yéndose a clavar en el interior de su gruta.
Al terminar nos quedamos ambos inmóviles. Yo con mi picha aún erecta dentro de ella. Durante las semanas siguiente fui iniciando al resto de las chicas hasta follármelas a todas.
Así pasaron algunas semanas en las cuáles inicié asimismo a mis amigos en el arte de joder a las chicas.
Recuerdo que una tarde me encontré a Maribel.
-Hola, juegas a meter...?- Me preguntó.
Ya no decíamos "cosquillas ricas" sino que lo llamábamos por su nombre. Nos fuimos al cuarto de contadores, pues el de la limpieza estaba ocupado por otros chicos. Tras desnudarnos ambos y chuparnos nuestros cuerpos comenzamos a follar. Me preguntó que se debía sentir cuando un chico mayor te echaba la leche dentro. No supe qué decirle, pero le dije que si quería podía probarlo con Fran, ya que a él si le salía. Acordé que le prepararía una cita pero con la condición de que me dejara estar presente. Me dijo que sí, así que aceleré mis movimientos y me corrí dentro de su pepita como otras veces había hecho. Tras la llegada de mi gusto me salí y le comí la pipa hasta que se corrió en mis labios, aprovechando para meterle los dedos hasta dentro y jugar con sus rizos castaños.
Al día siguiente preparé la cita hablando con Fran. Por la tarde nos metimos los tres en el cuarto de la limpieza y empezamos la función. Fran se desnudó por completo dejando ver un hermoso nabo, mucho mayor que el mío rodeado por un verdadero bosque de rizos oscuros. Tomó a la chica y le quitó la camiseta dejándola en sujetador. Con cuidado fue bajando las copas del mismo hasta dejar al aire sus aureolas oscuras coronadas por un lindo pezón. Ella por su parte le tocaba el rabo deseosa de ser penetrada. Cuando llevaban un rato tocándose, él la cogió por las axilas, la subió sobre sus piernas y se la fue metiendo poco a poco. Ante aquel espectáculo comencé a meneármela. Veía a la chica subiendo y bajando sobre el rabo de Fran mientras sus pequeñas tetillas se bamboleaban frotándose en el pecho del chico. En un momento dado él la bajó apoyándola en unos sacos. Ahora tenía su almejita a la altura de la cintura. Volvió a metérsela despacio. Cuando se la clavó toda comenzó el movimiento de mete y saca, primero despacio para ir acelerando conforme el gusto le llegaba. La chiquilla no decía nada.
-Me corro...me corro..- gritó él.
Su cuerpo se tensó mientras disparaba la leche dentro de la chica. Permaneció dentro de ella un instante y cuando notó que su polla se arrugaba se la sacó.
Observé como al sacarle el rabo de la almejita un chorrito de líquido espeso salió de entre los rizos de ella yéndole a caer por entre los muslos.
-Puedes follártela tú si quieres...- me dijo.
Como yo no había llegado aún, me dispuse a terminar. Me acerqué a la chica y poco a poco le fui clavando mi pito. Sentí que estaba muy resbaloso y caliente, supongo que eso era la leche de Fran. Me tumbé un poco para chuparle los labios a Maribel. Rocé sus pezones y los estrujé con cariño. No sé el tiempo que estuve penetrándola, pero llegó un momento en que ella se corrió pues noté sus convulsiones en la almejita, así que aceleré mis movimientos y también me corrí regando su interior con las pocas gotas que aún me salía.
Desde entonces no he parado de jugar con todas las chicas. Ahora ya me sale bastante lefa y disfruto regando las pelambreras de todas. Soy un adicto a la leche y me gusta sentir como se derrama dentro de una buena almeja, y si es jóven mejor.
M.C