Ya he leído varios de los relatos de esta web, y pensando que podría hacer pasar tantos buenos ratos como me habían hecho pasar a mí, me animé a escribir este relato en el que cuento como me desvirgué.
Soy Nick, un tío de 15 años, pero la historia que relato ocurrió hará unos 9 meses, con tan solo 14 años. Soy ciertamente atlético, de tez morena aunque no me considero especialmente guapo de cara.
Christie es mi amiga desde la infancia, e íbamos a comer uno a casa del otro una vez a la semana. El tiempo la hizo cambiar, y ahora es una tía con dos tetas como sandías, un culo respingón y una varicita que me pone especialmente cachondo.
Ocurrió que un día, peleando en broma, no se si sin querer me agarró de mis partes nobles, yo estaba bastante caliente ante el contacto del juego, y ella lo notó.
Se puso roja como un tomate y paramos en seguida.
Lo bueno vino una semana después. Yo notaba que la cosa entre nosotros se calentaba por momentos, y estaba esperando que fuese a más en cualquier momento.
Estaba sentada frente a mi ordenador y me dijo que la diera un masaje en los hombros.
Yo, que no era tonto, no me resistí a la oportunidad de sobe y la metí las manos por debajo de la camiseta para llegar mejor a los hombros.
De improviso, ella me preguntó si la semana anterior me había puesto tan caliente por ella. Yo me quede pilladísimo, creía que no lo había notado, pero la dije que sí.
Entonces se volvió y dijo-pues tú también me calientas a mí, así que, ¿Por qué esperar?
Yo me dije que esa era mi oportunidad, así que deslice mis manos de sus hombros a esas tetas que me hacen delirar cada vez que pienso en ellas. Sentí el éxtasis cuando ascendía a la cumbre, y Chris se quitó la sudadera y la camiseta, dejando al descubierto un hermoso cuerpo de adolescente. Me acerqué a ella y la besé. Me metía la lengua hasta la garganta. Exploraba cada centímetro de su cavidad bucal en mi particular nirvana. La quité el sujetador no sin dificultad, y empecé a comerla los pechos.
Ella me había quitado la camisa y jugueteaba con mis abdominales, que tras mucho esfuerzo había conseguido marcar. Me incorporé pasando la lengua por su valle y su cuello, y ella bajó sus manos hasta mi paquete. Me bajó pantalones y calzones hasta el suelo y me empezó a pajear con una seguridad impresionante. Estaba en el cielo. Se arrodilló y empezó a mamar cuan un bebé hace con el pecho de su madre. Se metía los 21 cms hasta el fondo, y de vez en cuando se paraba ajuguetear con el capullo y su lengua. Estaba a punto, pero con toda mi picardía no la avisé, y me corrí en toda su cara y su boca. Nunca he echado tanta leche. Tenía la cara llena, y en vez de picarse, se relamió y dijo que la encantaba.
De su naricita pendían gotas de semen, y cuando caían se estrellaban contra sus tetazas.
-Ahora te toca a ti-dijo, y me hizo bajar la cabeza hasta su sexo, que empecé a chupar y mordisquear con avidez. Me mojó entero, y con ese excitante olor mi miembro volvió a resurgir. Entonces la dije que me hiciese una cubana. Qué bien estaba aquello. Aguanté una barbaridad, y cuando nos cansamos, nos decidimos a intentar follar. Ella se tumbó boca abajo en su cama, y me arrodillé entre sus piernas
Con delicadeza metí el miembro en su coño, y fui empujando poco a poco hasta topar con un fondo. Supe lo que era, y ella lloraba del dolor y el placer mezclados, aunque me pedía más. De un empujón la desvirgué, y la tapé la boca besándola para que no gritase.
Empecé un mete-saca vertiginoso que me llevó a correrme a los 4 o 5 minutos. Me dijo que tomaba píldoras así que no me preocupé.
Llamó alguien a portero automático, era su hermana, a la que abrió y corrimos vestirnos y a limpiar cualquier pista.
Espero, queridos lectores, que os haya gustado tanto como a mi, sed felices.