ELVIRA By Francesca Duval
CAPITULO UNO
Mis primeros pasos
Desde que tengo uso de razón, siempre me gustaron los de mi mismo sexo, esto causó que en mi niñez tenga muchos problemas en mi casa y con mi familia. Papá era una persona estricta y con mentalidad retrógrada, cuando yo nací él estaba bordeando los 40 años, y mi mamá era la típica mujer sumisa de la época y mucho más joven que él, debía tener en ese entonces 30 años ó menos. Como corría la década de los años 60 todo lo que se salía de los moldes establecidos, estaba visto como malo ó deforme, y así me lo hacían sentir desde bien niño.
Aparte de mi padre y mi madre, en casa estaban mis hermanos de 10, 9 y mi hermana de 6 años, y yo de nombre Gabriel, de 4 años, en el momento en que empiezo este relato. Mi hermana fue mi primera compañera de juegos, y siempre me gustó jugar con sus muñecas antes que jugar a las guerras ó al fútbol, con mis hermanos y por eso era el centro de sus bromas y burlas. Mi hermanita siempre fue buena conmigo y me defendía de mis hermanos, por esto es que preferíamos jugar en su dormitorio, antes que hacerlo en la calle ó en el patio. Me gustaba hacer de mujer en nuestros juegos infantiles, algunas veces inclusive, llegué á vestirme con las ropas de mi hermanita y me encantaba mirarme en el espejo, aunque sus ropas me quedaban un poco grandes, me sentía cómodo y feliz con ellas.
Mi piel es muy blanca y mi pelo castaño es totalmente lizo, mis ojos son color marrón claro y grandes, mi nariz pequeña y aguileña, mi boca es carnosa y bien roja, era extremadamente flaco y enfermizo, todo lo contrario de mis robustos hermanos, por lo que cuando me vestía con las ropas de mi hermanita parecía otra niña, y realmente me encantaba, a mi hermanita le gustaba verme vestida de niña y me decía que yo era en los juegos su otra "hermanita" y en esos momentos me llamaba "Elvira", jugábamos todos los juegos típicos que las niñas practicaban en esa época, mis hermanos varones me trataban muy mal y siempre fui blanco de sus burlas. Hasta que un día mi madre me descubrió vestido de mujer y se armó el primer revuelo en la casa. Me prohibieron seguir jugando con mi hermanita y me inscribieron en un Jardín de Infantes, para quitarme las "malas influencias".
El remedio fue peor que la enfermedad, ya que a los pocos días me enamoré perdidamente de un compañerito de mi salón, y el escándalo volvió á estallar cuando la profesora me encontró tratando de besarlo á la fuerza. Otra vez reunión de familia, para ver que se hacía conmigo, paliza y castigo, hasta que se tome una decisión, que tardó solo dos días, que fue lo que tardó mi abuela en contestar que me recibiría gustosa en su casa. Mi madre me informó, que me iría a vivir con mi abuela, en otra ciudad hasta que se me pasen mis problemas de conducta.
Pocos días antes de mi cumpleaños número 5, viajamos con mi madre a la ciudad de mi abuela donde según mi padre modificaría mi forma de ser, Mi abuela resultó una anciana que sufría de artritis deformánte, por esto solo podía moverse en silla de ruedas y la mayor parte del tiempo lo pasaba acostada en su cama. Mi abuela era viuda hacía muchos años, vivía en un Departamento en un señorial y antiguo edificio, en el centro de esta nueva ciudad. Era un edificio de cuatro plantas, con seis departamentos por piso y nosotros vivíamos en el tercer piso, cerca a las escaleras y el ascensor que muy pocas veces utilicé. El Departamento de mi abuela era de tres Dormitorios y dependencias, todo muy amplio y con grandes ventanales, me alojaron en uno de los dormitorios, que mi madre se encargó de amoblar y decorar, con todos los juguetes de chicos que se podía encontrar en esa época. Fue así que me vi rodeado de pistolas, cañones, soldaditos y toda clase de camiones de juguete.
Mi madre se regresó a su casa á las dos semanas, después de inscribirme en un colegio de curas, que en ese entonces decían que era el mejor y el más estricto y que por cualquier falta de los alumnos, los castigos eran físicos, golpes en las manos ó en las nalgas según el tipo de falta. El colegio quedaba á dos cuadras del edificio y la Nana ó la criada que vivía en casa de mi abuela fue la encargada de llevarme hasta el Colegio y buscarme a la salida de las clases. Era uno de los más chicos ya que con cinco años cumplidos todavía me tocaba un curso de jardín de infantes.
La Nana era una señora de la edad más ó menos de mi abuela, pero parecía una mujer de hierro ya que era bien morena, gorda y casi nunca hablaba, cuando salíamos á la calle me tomaba de la mano y no me soltaba hasta llegar á destino. Mi abuela a pesar de su enfermedad era una mujer buena, un poco estricta y amargada, por causa de su enfermedad y de entrada me fijó las reglas de su casa, me fijó también una mesada, que religiosamente me daba el primer día de cada mes. Para mi cumpleaños número 5, solo recibí una postal de mi padre y hermanos , Nana me hizo una torta, Abuela me regalo una camisa y mi mamá un avión de juguete con muchas luces. Después que mi madre se regresó a nuestro pueblo, el tiempo fue pasando sin que tenga oportunidad de hacer nada de mención, ya que vivía en estrecha vigilancia todo el tiempo, en el colegio los curas eran muy estrictos, ya desde el primer día comencé a recibir castigos por mi lento aprendizaje, mis manos y mis nalguitas recibieron los mismos golpes que ya mi madre y mi padre me daban en casa. Como a las dos semanas y luego de adaptarme un poco al nuevo ambiente, dejé de llorar solo en el inmenso cuarto que era el Dormitorio donde vivía, otra cosa que ayudó en mi adaptación es que me comencé a enamorar de un cura joven, que era mi maestro de Religión, con él soñaba en mi cuarto, recostado en mi cama, en lugar de jugar con los juguetes, que me dejó mi madre y una vez que terminaba las tareas en el Dormitorio de mi abuela.
A mi abuela le daban masajes tres veces por semana en las tardes, venía un señor gordo que casi no hablaba con nosotros, la Nana le abría la puerta y lo acompañaba al cuarto de mi abuela y luego cerraba la puerta y se iba á la cocina. Después del masajista, eran contadas las personas que venían al Departamento, el Médico, el plomero, el mandadero del Almacén y algún otro más que no recuerdo en este momento. Mi abuela no tenía muchas amistades y su vida era solitaria, esta soledad me comenzó a calar hondo, en mi corta existencia y pronto comencé a extrañar a mis hermanos y a mis padres, en el colegio me volví huraño y solo cuando veía al cura del que estaba enamorado me sentía bien, éste era un hombre de unos 25 ó 26 años rubio y de ojos azules, era alegre y nunca me trataba mal, solo por él aguanté hasta el final del año escolar y cuando salimos de vacaciones finales, mi vida se volvió muy monótona, ya que a parte de mi abuela y Nana no tenía con quien hablar. La vida para un crío de 5 años, solitario y con tendencias femeninas a veces puede ser muy dura.
Las fiestas de fin de año pasaron sin novedad, y aunque Nana me sacaba de compras al mercado y otros lugares, casi nunca salía. Por esos días descubrí en un puestos de juguetes en el mercado una muñeca que me atrajo solo de verla la primera vez, era una muñeca tamaño natural parecía un bebé y en la primera oportunidad que tuve me la compré. Mientras Nana hacía sus compras en otro lado del mercado, me dejó a que la espere en el puesto de venta de una amiga, en la primera oportunidad que tuve, me escapé, fui corriendo y la compré, como si fuera para un regalo, la hice envolver bien y cuando Nana más tarde me preguntó que era ese paquete, le dije que era el regalo para un compañero que me había invitado a su cumpleaños la próxima semana (Eso era verdad). Ya en casa oculté la muñeca y coloqué en su lugar uno de los juguetes nuevos, que me había dejado mi mamá y lo envolví con el mismo papel de regalo. A la semana siguiente, cuando Nana me llevó al cumpleaños, yo salí con el regalo para mi compañero sin que se dieran cuenta del cambio. De esa forma tuve mi primera muñeca, con la que jugaba en mi cuarto, cuando sabía que mi abuela y Nana estaban ocupadas y que me ayudaba a reforzar mis instintos femeninos.
Jugaba todo el tiempo con mi muñeca, yo era siempre la madre y en mis juegos el cura rubio y de ojos celestes era el padre. Como estaba en vacaciones, mi abuela hacia que ayude a Nana en las tareas de la casa, pero tras que ella se acostaba ó estaba ocupada con algo, corría a mi cuarto a jugar con mi muñeca. Un día que ayudaba a tender la ropa recién lavada, en la terraza del edificio á Nana, encontré un calzón de mujer recién lavado y tirado cerca de las escaleras, lo oculté bajo mi camisa, más tarde, ya solo en mi cuarto, me desnudé frente al espejo grande del Ropero y me lo puse, era un calzón de señora en una tela que parecía seda, de color crema, me quedó muy grande, pero me encantó la suavidad de la tela en contacto con mi piel, desde esa noche me lo ponía debajo de mi pijama para dormir y muchas veces me lo puse en lugar de mi calzoncillo bajo mis ropas de diario.
CAPITULO DOS
Carlos
Otro suceso de esa época cambiaría mi vida para siempre. El señor gordo que venía a masajear á mi abuela se enfermó ó se fue, no estoy seguro, pero los primeros días de Febrero apareció otro señor que venía a darle los masajes, cuando lo vi me quedé mudo y sentí que mi corazón me dio un vuelco, era un tipo de unos 23 años, alto, fuerte, moreno sin ser negro, de pelo negro y ensortijado y las facciones de su rostro eran suaves y tenía una sonrisa hermosa, de blancos dientes, quedé prendado de él inmediatamente. Yo estaba sentado en el Living escuchando la radio, cuando él entró invitado por Nana y cuando me saludó, sonrió y para mi el tiempo se detuvo, pensé que era el hombre más hermoso que había visto. Me fui a mi cuarto para pensar en este Señor. Calculando la hora en que tenía que irse, volví al Living para verlo de nuevo y cuando salió acompañado por Nana, me sonrió y se despidió, no se si logré despedirme, pero me quedé mirando la puerta, hasta que Nana me habló para que me vaya á bañar. Esa noche mi mente solo pensaba en él y del cura de mi colegio no volví a acordarme por mucho tiempo.
Con el paso de los días me acostumbré a verlo y esperarlo en el Living para que me salude. como a las dos semanas, mi abuela no podía recibirlo cuando él llegó, porque estaba ocupada y le pidió Nana que espere en el Living, él vino y se sentó en un sillón frente á mi, yo no podía hablar y lo miraba sin decir nada. Fue él quien me preguntó mi nombre y cuantos años tenía, le contesté con un hilo de voz, él movió su cabeza y no dijo nada más y mientras él miraba para todos lados, yo me recree mirando sus facciones y sin poder articular palabra, aunque quería preguntarle muchas cosas. Estuvo sentado como diez minutos conmigo, a ratos me miraba y yo con mucha vergüenza miraba para otro lado, cuando dejaba de mirarme lo volvía á mirar, hasta que vino Nana y se lo llevó al cuarto de mi abuela.
Con cinco años cumplidos yo no tenía casi ningún conocimiento sexual y solo me lo podía imaginar á mi lado, y que yo lo acariciaba en su rostro, su pelo y que nos decíamos palabras cariñosas. Una noche en que estabamos cenando en el Dormitorio de mi abuela, esta le comentó a Nana que el nuevo masajista y dijo su nombre, Carlos, era mucho mejor que el anterior y que se sentía mucho mejor desde que le daba masajes y que le aumentaría el sueldo. Así me enteré de su nombre y en mi cuarto, jugaba que mi muñeca era su hija y que yo era su esposa. Hasta que empezaron las clases nuevamente, y volví a la rutina de las tareas y el estudio, ya que entré a primero de primaria, un día que venía de la escuela vimos al masajista salir de un edificio que estaba á lo diagonal del nuestro, en la calle del frente, nos saludó con la mano y se fue hacia el otro lado, Nana me dijo que él vivía en ese edificio. Me olvidé de ese incidente hasta que un día me invitaron á un cumpleaños de un compañero de curso á ese mismo Edificio y me hice el propósito de hacerme amigo de este niño para poder visitarlo y así poder ver al masajista. En el colegio ya no estaba el cura del año pasado, lo que ayudó a que yo solo piense en el masajista todo el tiempo y no me fije en nadie más.
Con el tiempo me hice amigo del otro niño y después de hablar con él, pedí permiso á mi abuela para ir a su casa á estudiar, abuela me dio permiso y Nana me llevaba y me dejaba en la casa del niño y después volvía a buscarme. Durante un mes estuve yendo tres veces por semana al Departamento del niño y no pude saber cual era el Departamento de Carlos el masajista, hasta que un día que salía con Nana lo encontramos en la portón de ingreso y se paró a saludarnos y nos preguntó de donde veníamos, Nana le dijo que del Departamento de mi compañero y él dijo que vivía un piso más arriba y dijo el número de su Departamento, durante todo el retorno hasta la casa lo repetí en mi mente para no olvidarlo. Durante esos meses solo lo veía cuando venía a darle los masajes á mi abuela, y una que otra vez cuando iba a la casa de mi compañero. Hasta que un día enfermó Nana, con una gripe muy fuerte por lo que tuvo que quedarse en cama y ese día no fui a clases, para poder atender a mi abuela y a Nana. Bajo la dirección de las dos me encargué de la casa, hasta cociné para ellas y cuando mi abuela insinuó de contratar una enfermera, les dije que yo solo podía con todo y como Nana solo estaría unos dos días en cama por orden del medico, después ella se podría hacer cargo de todo, mi abuela aceptó y así fue como me encargué de todo.
Nana estaba con fiebre alta, durmiendo de a ratos en su cuarto y con mi abuela en su silla de ruedas no le hicimos faltar nada, por la tarde mi abuela se acostó en su cama para esperar al masajista, yo me quedé atento al timbre, sentado en el Living. Cuando sonó el timbre corrí á abrir la puerta y cuando lo vi, con mi corazón que se quería salir de mi pecho, lo hice pasar y lo llevé hasta el cuarto de mi abuela, abrí la puerta para que pase y al entrar me agradeció y pasó una de sus manos por mi pelo, sentí como si una corriente eléctrica hubiera recorrido todo mi cuerpito, con mi cara ardiendo por el rubor, volví a cerrar la puerta y me dirigí a mi Dormitorio, me acosté en mi cama, luego de sacar de debajo de ella mi muñeca y abrazado á ella me puse a soñar con el masajista.
No supe cuanto tiempo pasó, hasta que sentí que mi puerta se abrió, asustado pensando que era Nana ó mi abuela, oculté atrás de mi cuerpo mi muñeca, pero vi que era el masajista, me sonrió y me dijo que se tenía que ir y si le podía abrir la puerta, me levanté con mi muñeca oculta tras mi cuerpo, sin saber que hacer, entonces él mirándome á los ojos, se retiró de la puerta hacia el pasillo, reaccioné y metí bajo mi cama la muñeca y corrí a abrirle la puerta, estaba rojo de vergüenza y cuando él salía me puso una mano en el pelo y me dijo hasta el Jueves nene y se fue, yo quería decirle que no le diga nada á mi abuela, pero no me atreví y cerré la puerta muy nervioso, me fui a mi cuarto con la idea de hacer desaparecer la muñeca, negar todo cuando mi abuela se entere, en ese momento escuché que mi abuela me hablaba, pero solo quería que le lleve un vaso de refresco y que saque de su dormitorio las cosas de masajes y los lleve al cuarto de la lavandería y que después vea como estaba Nana. Hice todo lo que me dijo, después me fui a mi cuarto á pensar. Así estuve toda la tarde, hasta que Nana me llamó para que prepare la cena. Ella solo tomó una taza de leche caliente con galletitas en su cuarto, mi abuela y yo cenamos en su cuarto como siempre, una ensalada y la consabida infusión que tomaba ella y para mi un emparedado de carnes frías, y un gran vaso de jugo de naranja . Más tarde lavé todo en la cocina y después de bañarme y ver que las dos estaban bien, me dirigí a mi cuarto para acostarme, cuando sonó el timbre, era el medico, que después de ver a Nana y conversar un rato con mi abuela, lo acompañe hasta la puerta de salida. Se fue el medico y después de conversar con mi abuela me acosté y como estaba muy cansado me dormí de un tirón.
El día siguiente fue igual que el anterior, atender á las dos enfermas y dejar pasar al medico que vino por la mañana y suministró remedios á Nana y á mi abuela, esta me ayudó en su silla de ruedas, por la tarde le dije que necesitaba ir a la casa de mi compañero a copiar las tareas, de esos dos días que no fui al Colegio, abuela conversó con Nana y me dio permiso, luego que Nana le dijo que era en el edificio de enfrente, con la condición de que no me tarde, que tenga cuidado al cruzar la calle y que me vigilaría por la ventana de su Dormitorio, que daba a esa calle y que no se movería de ese lugar hasta que yo regrese. Salí muy nervioso, ya que era la primera vez que lo hacía solo, desde la calle vi a mi abuela asomada a su ventana, la saludé con la mano y crucé la calle, entré al otro edificio, mientras subía por las escaleras esperaba ver al masajista, pero no apareció, llegué hasta Departamento de mi compañero, su mamá me abrió la puerta y me hizo pasar, les expliqué que necesitaba las tareas y me llevó con su hijo, quien me las prestó para que las copie en la mesa de su comedor.
Cuando terminé, su mamá me acompañó hasta la puerta de salida, después de despedirme, caminé por el pasillo mientras escuchaba como se cerraba la puerta á mi espalda, al llegar a la escalera miré hacia el piso de arriba, donde sabía que vivía el masajista, di dos pasos hacia arriba y me entró pánico, las piernas me temblaron y me senté en una grada, sin atreverme a subir ó a irme a casa de mi abuela. Pasaron como cinco minutos en que escuché unos pasos que subían las gradas, pensando que era él me levanté, pero era otro vecino del piso de mi compañero, que llegaba en ese momento, me volví a sentar y así estuve por un rato, cuando de nuevo escuché pasos de varias personas que bajaban por las escaleras, me levanté y comencé a bajar las escaleras, cuando al doblar en el último descanso, me topé con él de frente, me asusté mucho, creo que hasta grite de la impresión, él se detuvo unos escalones antes, me sonrió y me saludó, yo trataba de hablar pero no me salía la voz, me tomó de la cabeza suavemente y me preguntó si venía de donde mi amiguito, le respondí que si, que me estaba yendo a casa, me preguntó por mi abuela y le dije que estaba bien, varias personas bajaron y pasaron a nuestro lado, pero yo no las vi, solo tenía ojos para mirarlo, él comenzó a subir los escalones y se despidió de mi, yo lo miraba sin hablar, mientras él pasaba á mi lado, me di la vuelta para ver como se alejaba, entonces me acordé del incidente en mi cuarto, él ya había dado la vuelta al recodo del primer tramo de la escalera que llevaba á su piso, cuando sin pensar corrí tras él, cuando llegué a su piso lo vi caminando por el pasillo, á unos cinco metros de donde me paré, él al escuchar mis pasos se detuvo, se dio la vuelta y me miró, yo quería dar la vuelta y escapar, pero mis piernas se negaban á obedeserme, solo respiraba agitado por el esfuerzo y lo miraba, él comenzó a caminar hasta donde yo estaba y deteniéndose a un metro de mi, me preguntó que me pasaba, avergonzado bajé la vista, le dije que no le diga á mi abuela lo que había visto en mi cuarto, mi voz salía como un hilo fino y sentía muchas ganas de llorar, apenas lograba articular palabras, él se acercó más a mi, agachándose un poco, tomó mi cara con su mano, por mi barbilla, la levantó hasta que lo miré a los ojos, me dijo que no me preocupe que no le diría nada, las lagrimas salieron de mis ojos sin que pueda detenerlas, para que no me viera así, di media vuelta y bajé los escalones a toda velocidad, solo escuché cuando él me llamaba por mi nombre, no paré hasta encontrarme en la calle, con mi corazón desbocado miré hacia arriba y vi a mi abuela que seguía mirando por la ventana, como pude la saludé con una mano y crucé la calle.
Al día siguiente, Nana seguía en cama y con mi abuela arreglamos la casa y después del desayuno me dejó ir al colegio solo por primera vez, luego de hacerme un sin número de recomendaciones y de decirme que no le diría nada a mis padres y que ya era mayorsito como para ir y volver sin la compañía de Nana, no tuve problemas á la ida, al regreso me regresé con mi compañerito y su mamá, mi abuela estaba mirando desde su ventana y vio como me despedí de ellos con un saludo con la mano, luego entré en nuestro edificio. Mi abuela me felicitó y luego la ayudé con el almuerzo y con el cuidado de Nana, cuando estaba terminando de lavar los platos sonó el timbre de la puerta, dejé todo y corrí a abrir sabiendo que sería él, abrí la puerta y lo miré con vergüenza y un poco asustado, me saludó y me tocó el pelo como hacía siempre al verme, lo hice pasar y lo acompañé al cuarto de mi abuela, me guiñó el ojo cuando entraba. A la media hora mi abuela me llamó y me dijo que lo acompañe hasta la puerta, no hablamos mientras lo acompañaba y cuando abrí la puerta para que salga me revolvió el pelo con su mano, me dijo hasta el viernes, moví mi cabeza afirmativamente sin articular palabra porque tenía un nudo en la garganta, él me sonrió y se fue, lo seguí con la mirada hasta que se perdió.
Cuando llegaron las vacaciones de Invierno ya tenía mayor confianza con él y ya lo llamaba por su nombre, Carlos, y él me llamaba por el mío, como Nana y mi abuela ya no me vigilaban tanto, algunas veces podía hablar con él y nunca me tocó el tema de la muñeca, pero si hablábamos de otros temas y pronto me acostumbré a su presencia. Por esos días vino mi madre y se alojó en mi cuarto, se quedó dos días en los que me celebró mi cumpleaños número Seis, solos mi abuela, Nana, ella, yo y una torta. También averiguó en el colegio y con mi abuela sobre mi comportamiento y al no tener ninguna queja, se regresó a su pueblo dejándome al cuidado de mi abuela hasta fin de año. El día que se fue mi madre, Carlos vino a la casa y después de los masajes, mientras lo acompañaba a la puerta le conté que seguiría hasta fin de año viviendo con mi abuela y él se alegró mucho y me dijo que si necesitaba algo no dude en llamarlo, le respondí que si, mientras él me revolvía el cabello al despedirse. En esas vacaciones de medio año, mi abuela ya me dejó ir á casa de mi compañero, sin que me acompañe Nana, pero como él no me atraía mucho, estaba solo un rato en su casa, porque me aburría con sus juegos que no me gustaban, así que me salía á sentarme en las gradas del primer piso de su edificio, por si lograba ver á Carlos. Mis desvelos tuvieron su resultado una tarde en que después de estar un rato en casa de ese niño, me salí y me senté en los escalones de siempre, estaba ensimismado pensando en que solo me quedaban tres días de vacaciones, cuando sentí su voz atrás mío:
Que haces acá bebe? Me dijo.
Nada! Le conteste asustado mientras me levantaba.
No está tu amiguito? Me volvió a preguntar.
No, no está! Le mentí, un poco más calmado aunque muy nervioso, mientras lo miraba a la cara, él comenzó a caminar y al pasar a mi lado me revolvió el pelo y me dijo que regresaba enseguida. Me quedé mirando como bajaba los escalones hasta que se perdió por la salida del edificio. No sabía que hacer, si marcharme ó quedarme por si regresaba, me senté de nuevo en los escalones, mientras mi corazón se quería salir de mi pecho.