CAPITULO CINCO
Una meta fija
Cuando cumplimos tres meces de estar saliendo juntos, Carlos me regaló un vestido con blondas y encajes muy hermoso, y le dije que quería que todo el mundo me vea con él. Carlos me propuso si quería salir con él a la calle, y le dije que si, aunque me daba un poco de vergüenza. Carlos me dijo que me podría vestir y ponerme todas las cosas de niña, que él me había estado regalando y que con un buen peinado, nadie se daría cuenta de mi transformación, ya que mi pelo había crecido un poco más en ese tiempo, y Carlos me lo había recortado tipo "Príncipe Valiente" que era una serie que salía en los periódicos dominicales y se puso de moda entre los chicos en ese entonces, como tenía el pelo lacio, en mi se veía muy bien. A mi abuela le dije que el peluquero del colegio me lo había hecho, con permiso de los Sacerdotes y no me tocó más el tema de mi pelo largo, acepté su propuesta y quedamos que para el siguiente Domingo, él vería la forma de que mi abuela me diera permiso, para que pueda salir.
Ese Miercoles mientras le daba masajes á mi abuela, Carlos le dijo que le daría sus masajes el Domingo por la mañana, ya que por la tarde estaba viajando y que recién estaría de regreso el Martes. Escogimos con Carlos ese Domingo, ya que yo tenía cumpleaños en casa de un compañero, á unas tres cuadras del Departamento y Nana quedó de dejarme en el lugar, al paso para tomarse la tarde libre y que me pasaría á buscar a las siete de la noche, para regresar junto con ella al departamento.
La mañana del Domingo pasó rápido, ya que Carlos vino a las 10 y le dio los masajes á mi abuela y solo cuando se iba me pudo guiñar un ojo. Por la tarde me alisté con mis ropas de niño y a las Tres de la tarde Nana me llevó al cumpleaños, como era un poco temprano, fui el primero en llegar. La mamá del niño nos recibió, Nana me dijo que me pasaría a buscar a las 7 de la noche y se fue. Estuve como media hora jugando con mi compañero y cuando comenzaron a llegar los demás niños, logré salir sin ser visto, me dirigí corriendo hasta la esquina de la calle donde vivía, después de ver que mi abuela no estaba en la ventana, corrí y me metí al edificio donde vivía Carlos, subí los escalones sin parar y gracias a Dios no me encontré con nadie hasta llegar a la puerta del Departamento de Carlos.
Abrí con mi llave y entré, Carlos estaba durmiendo desnudo, solo con calsoncillos, como lo adoptó desde que yo iba casi todos los días, estaba destapado, me encantaba verlo así, me tiré encima de su espalda y lo desperté a besos. Carlos despertó, respondió a mis besos y me preguntó si me había visto alguien, le contesté que nadie, mientras bajaba una manito y me apoderaba de su pene, lo besaba y acariciaba con la otra en su pecho velludo, Carlos se puso de espaldas y me acomodó arriba suyo, mientras le bajaba su calzoncillo y colocaba mis piernitas á sus costados, le bajé los calzoncillos hasta las rodillas y me metí su flácido pene en mi boquita mientras subía mis manos y lo tomaba por el tronco y los testículos, su pene me llenaba toda la boca, se lo comencé a chupar hasta que comencé a sentir como crecía dentro de mi boquita. Mientras yo le chupaba el pene, Carlos me acariciaba mis piernitas y metía una mano por dentro de mi pantalón corto y me acariciaba las nalguitas y mi culito.
Mi pantalón era con elástico en la cintura, así que Carlos me los bajó un poco, junto con mi calsoncillo y siguió acariciándome, mientras yo literalmente me tragaba su pene, hasta donde daba mi boquita y tocaba el fondo de mi garganta, me gustaba que me acaricie, a ratos sentía unas oleadas de placer que me hacían tragarme más su pene y apretarlo con los labios, mi cabeza parecía tener vida propia al moverse, chupando su ya duro y mojado pene, cuando me avisó que estaba por terminar, me preparé y recibí los chorros de su semen en mi garganta y me los fui tragando como su pene los iba lanzando.
Lo chupé un rato más, hasta que dejó de palpitar y comenzó a ablandarse dentro de mi boquita, luego me dio la vuelta y me besó, mientras me decía que ya era una experta y que lo sabía mamar muy bien, me desnudó y me llevó a su baño, me bañó y lo ayudé a bañarse, mientras nos besábamos, después de la ducha me tomó por las nalguitas y me alzó para que mi cara quede a la altura de la de él, mientras nos besábamos, una de las manos que me sostenían por las nalguitas, la recorrió un poco, con un dedo me fue tocando y apretando mi esfínter, hasta que entró un poquito en mi abierto culito, sentí como una corriente eléctrica en todo mi cuerpito y cuando entró otro poco sentí un dolor que me hizo gemir y quejarme, mientras nos seguíamos besando en la boca, era dolor y gusto juntos lo que su dedo dentro de mi culito me hacía sentir, solo metió un poco de su dedo como lo hacía siempre y lo movió un poco mientras yo lo abrazaba con mis piernitas por su cadera, sentía como mi penecito se hinchaba por un momento y luego sentía como un estremecimiento, que en ese momento no sabía lo que era, lo besaba más rápido y apasionadamente, hasta que esa sensación en mi penecito pasaba, al rato sacó su dedo y me depositó en el piso de la ducha, mientras me secaba y luego me llevó a la cama.
Me puso un calsoncito de encajes color blanco, con flores rojas y blancas pequeñitas, un par de medias de niña color blancas pequeños vivos rojos, el vestido que me había regalado hacía tres días y que era de una sola pieza en tono roza pálido, con encajes más vivos en la pechera, y un ruedo amplio y largo como se comenzaba á usar en esa época, por último unos zapatitos de vestir, cerrados, color blanco con taco bajo, después me llevó y me hizo sentar frente al espejo grande y abrió una caja pequeña de cuero negro, que tenía en su mesa de noche y extrajo varias piezas para maquillar, me retocó las pestañas con un lápiz especial, luego mis cejas, después me puso un lápiz labial color carne, que solo dio brillo a mis pálidos labios, por último, un poco rubor a mis mejillas. Cuando me paré para mirarme en el espejo, me peinó mis cabellos lacios hacía atrás y me colocó una especie de Vincha con un lazo en forma de corbatita blanca y roja al medio. Me colocó un reloj de niña en mi muñeca izquierda, que me había regalado cuando cumplimos el primer mes de estar juntos y una esclava de oro en mi otra muñeca, regalo que me hizo cuando cumplí mis 7 años, luego colocó en mi cuello, una medallita de oro que me había regalado la semana pasada. Se paró a un lado para que pueda mirar mi imagen en el espejo, quedé con la boca abierta por lo que me devolvía el espejo. No era yo, era una hermosa niña de ocho años, la que me miraba del otro lado del espejo, parecía un año mayor del que en ese momento tenía, mi rostro había cambiado totalmente con el peinado para atrás, y con los retoques en mis ojos mi boca y mis mejillas estaba totalmente cambiada, el vestido y las medias y zapatos me daban el aspecto de una niña bella y delicada. Desde que llegué a la casa de la abuela, había engordado un poco, tenía más carne en mis pierna y bracitos, también estaba un poco más alta, Carlos me había dicho que mis nalguitas estaban más llenitas y más bonitas, desde que él me las acariciaba.
Después él se cambió y se colocó un traje oscuro, con una camisa blanca y corbata á rayas, un sombrero de fieltro que estaban de moda en esa época y cuando estuvo listo me tomó de la mano y después de vernos una vez más en el espejo y ver que parecíamos un padre joven con su pequeña y preciosa hija, nos dirigimos hacía la puerta de salida.
Cuando llegamos al portón de salida del edificio, yo me quedé adentro, mientras Carlos salió a esperar por un Taxi y ver si mi abuela no estaba en la ventana, yo me moría de nervios mientras veía la espalda de Carlos. Paró un Taxi y me hizo señas de que salga, con mi corazón dando botes salí apresurada, agarrando con mis nerviosas manitos los bordes del vestido, me introduje en el auto, mientras Carlos cerraba la puerta y daba la vuelta para subir por el otro lado.
Nos dirigimos al centro comercial de la ciudad, en el trayecto yo me moría de nervios, mientras Carlos charlaba con el chofer, Cuando llegamos Carlos pago el importe de la carrera y cuando me bajaba, el chofer me dijo que era una niña muy bella, le sonreí y tomé de la mano a Carlos, comenzamos á caminar por la calle, llena de gente extraña. Muy poca gente me miraba y los que lo hacían, no mostraban signos de verme como un bicho raro. Incluso me encontré de frente con un compañero del colegio que estaba al lado de su familia, y ni me miró, mientras yo me asusté un poco y lo tomé con más fuerza de la mano á Carlos, pasaron y me sentí más aliviada. Entramos a una Fuente de Soda y nos sentamos en una mesa, cerca á la puerta y junto a unos ventanales vidriados, por donde podíamos ver a los que pasaban por la calle, y todos nos podían ver á nosotros. El mozo nos saludó y me sonrió y me dijo niña, cuando me ofreció la carta, yo no hablaba, Carlos pidió unos helados para los dos y después que el mozo se fue, me dijo que me tranquilice, que nadie se iba á dar cuenta de nada, porque realmente parecía una hermosa niña, me dijo que incluso mi voz suave era como de una niña, que no tenía de que preocuparme. Escucharlo y verlo tan calmado me tranquilizó, ya más calmada, me puse á conversar con él. Carlos me hacía reír con sus ocurrencias y sus bromas, pronto me olvide de mis temores y comencé á actuar como si siempre hubiera vestido de esta forma y fuera lo más habitual en mi, solo que Carlos me dijo que en presencia de extraños le tenía que decir papá, él me diría Elvira ó hija.
Después de la Fuente de Soda paseamos por las calles del centro de la mano. Carlos se encontró con unos amigos que nos saludaron amablemente y siguieron su camino sin sospechar nada. En una Juguetería Carlos me regaló una muñeca, en una tienda que entramos me compró unos zapatitos para niña que estaban de moda. Más tarde tomamos otro Taxi y regresamos al Departamento y al momento de bajar miré a la ventana de mi abuela y por suerte no la vi, entré corriendo en el edificio mientras Carlos pagaba al taxista y luego me siguió.
Cuando estuvimos dentro del Departamento me sentí a salvo y abrasé a Carlos diciéndole que lo amaba y que me encantó salir vestida de niña con él, y que me sentía su mujer y que quería vivir con él siempre, no separarnos jamás. Carlos me abrazó y me dijo que él era también feliz y que había disfrutado mucho, me dijo que teníamos como una hora más para estar juntos y que la quería aprovechar. Me paró sobre la cama y mientras me besaba, me comenzó a desnudar, yo le pedí que no me saque él calsoncito, que con el puesto me sentía más mujer y me encantaba sentir la suavidad de la tela en la piel de mis nalguitas, Carlos se desnudó totalmente y se acostó a mi lado y me comenzó a acariciar mientras nos besábamos, mi cuerpito desaparecía bajo el suyo y me sentía una mujer en sus brazos, cuando sus manos llegaron a mis nalguitas y me las estaba acariciando metiéndola por dentro de mi calzón, me apoderé de su pene con una mano, se la apreté y comencé a sobar y a mover, sintiendo su calor tibio y como iba creciendo entre mis dedos, que lo apretaban suavemente.
Carlos me decía al oído que quería poseerme, que quería hacerme su mujer de verdad y yo muy excitado por sus caricias, por sentir su pene cada vez más duro en mi manito, y entre la parte baja de mis muslos, por lo que me estaba haciendo con su otra mano en mi culito, le respondí que era su mujer, que quería ser su mujer toda la vida. Carlos dejó de besarme y me acomodó arriba de él y mientras yo me llevaba su pene a la boca y comenzaba á chuparlo, él hizo a un lado el elástico de la entrepierna del calsoncito, con sus manos me abrió los cachetes de mis nalgas y me comenzó a besar mi culito, casi sentándose sobre la cama para poder alcansarlo, me tenía alzado por las caderas y yo me sostenía con mis dos manitas en el tronco de su pene mientras chupaba la cabeza y parte del tronco de su ya húmedo y erecto pene.
Dejó de chupar mi culito y con su lengua me comenzó a penetrar, mi mojado esfínter se abría y dejaba entrar un poco su lengua dándome un placer inenarrable, increíble y exquisito, me entró como una desesperación y mi penecito me palpitaba mucho y lo sentía hinchado, me tragué su pene hasta que tocó contra mi garganta y me produjeron arcadas como las primeras veces, no me importaba, sentí que mi penecito estalló en orgasmos secos como tres veces, mientras se lo seguía chupando, mi penecito se hinchaba y estallaba, su lengua entraba y salía de mi culito cada vez más rápido, yo lo seguía pajeando y chupando también más rápido, hasta que sentí que se vino en mi garganta, me tragué todos los chorros de semen que depositó dentro de mi boquita, Carlos me soltó y se recostó mientras yo lo chupaba suavemente, tragándome sus jugos hasta dejar limpio su pene, limpié con el dorso de mi mano mi boca, mientras me daba vuelta y me recostaba á su lado, lo abrasaba colocando mi mejilla en su velludo pecho, me encantaba sentir los vellos de su pecho sobre mis mejillas, así estuvimos un rato, hasta que Carlos se levantó y me llevó al baño en sus brazos. Me lavó mi cara y me puso mi ropa de niño, me peinó de nuevo mientras conversábamos sobre lo que habíamos hecho y que yo quería volver á repetir.
Cuando yo estuve listo, se vistió con otras ropas más informales y me acompañó hasta la casa de mi compañero, después de ver que mi abuela se había apartado de su ventana, nos despedimos media cuadra antes y yo entré a la casa del cumpleañéro sin ser visto, me senté en una silla alejado de todos á esperar por Nana. Llegó al rato y corrí a su encuentro como si la estuviera esperando desde hacia rato, Nana buscó a la dueña de casa y se despidió de ella, ya en la calle me preguntó si me había divertido y le dije que mucho, como nunca en mi vida. No hablamos más hasta llegar donde mi abuela.
A partir del día siguiente, todas las tarde salía de casa como de costumbre y me iba al Departamento de mi compañero, para dirigirme á los diez minutos, al Departamento de Carlos.
Cuando entraba a su dormitorio casi siempre lo encontraba durmiendo y sin que nadie me diga lo que tenía que hacer, me desnudaba y como Carlos dormía de espaldas, tapado con una leve sabana, lo destapaba, me hincaba en la cama a su lado, llevaba mis manitos a su pene y se lo agarraba, agachándome lo metía a mi boca y se lo comenzaba a chupar golosamente, él despertaba y sonriéndome me saludaba, me decía que siga, que era el mejor despertar de su vida. Se lo chupaba con ganas, tragándome sus jugos y salivando todo su pene para poder meterlo y sacarlo más fácil, Carlos me tomaba de la cadera y me subía sobre su pecho, sin que yo dejara de chuparlo en ningún momento, comenzaba a acariciar mis nalguitas y mi culito, mientras me decía que le gustaría mucho penetrarme, que mi culito lo volvía loco, al escucharlo hablar, yo me excitaba más y se lo chupaba más rápido, él me apretaba mi esfínter con un dedo y me gustaba más, yo comenzaba á mover mi cadera como queriendo meterme su dedo, pero él solo me acariciaba y cuando sentía que su pene se comenzaba á hinchar a punto de acabar, se medio sentaba y con su lengua me chupaba mi culito, mientras con sus manos apartaba mis nalguitas y me penetraba con su lengua mi culito, que se abría para que su lengua me llene de un placer que en ese momento no sabía como explicarlo, pero que me hacía que le chupe más rápido su erecto pene, hasta que sentía que explotaba en mi boquita, llenándome con su semen, me lo tragaba y lo seguía chupando suavemente, mientras él se volvía á acostar y me decía que lo hacía muy feliz, en esos momentos yo ya tenía orgasmos secos, y mi pequeño penecito acababa hasta tres ó cuatro veces en cada sesión, cuando sentía que su pene se aflojaba dentro de mi boquita me lo sacaba, y me acostaba a su lado, él me besaba en mi boca sintiendo el sabor y el olor que su pene dejaba en mis labios.
Después me vestía con las ropas de niña que él me regalaba y así preparaba el té para los dos y pasábamos la tarde juntos, yo como su niña mujer y él como mi hombre, mi marido, mi macho decía él, algunas veces me metía su dedo en mi culito en lugar de su lengua, pero solo un poco casi una cuarta parte y lo movía, metiendo y sacando un poco dentro de mi culito, hasta que sentía los orgasmos secos en todo mi cuerpo y en mi penecito, me dolía un poco más que con su lengua, pero el placer era distinto, era más intenso y lo disfrutaba más. Algunas veces en mi desesperación y calentura, le decía á Carlos que me meta su lengua ó su dedo más fuerte dentro de mi culito, pero él no lo hacía y me decía que tenía que tener paciencia.