SIN QUERER, QUERIENDO- 11
Daniela y "Cornelius", su viejo, se fueron a la ferretería y yo me puse a revisar un contacto adentro de la bodega, en cuclillas apoyado en una de mis rodillas, viendo de dónde iba a sacar corriente para los apagadores de las nuevas lámparas que iba a instalar.
A los 5 minutos, a mi lado, a un metro de mí, estaban unos zapatitos color hueso, de medio tacón. Al ir subiendo mi mirada me encontré con una calcetitas a los tobillos, luego con unas pantorrillas... unas rodillas... unos muslos morenitos, anchurosos y tersos... una faldita apretada color uva que pujaba por contener las onduladas y tortuosas caderas que contenían. Era Nena, la poderosa, quien ya se había deshecho de la blusa camisera que traía minutos antes y estaba sólo en camiseta de tirantes, color blanco, sin corpiño, con sus pezoncitos ya bien alzados, punzando la delgada telita de la camisetita y vino a mí, solita sin que yo la haya llamado.
Sin ponerme de pie la miré a la cara, su sonrisita enigmática me iluminó desde allá arriba, sus brillantes ojos cafés me alucinaron. Qué perfecta criatura, por Dios!
Volví a recorrerla con mis ojos, ahora de arriba para abajo y no, no encontré defecto alguno, toda ella era perfecta, imponente. Me le quedé viendo a la falda, directamente sin parpadear siquiera, justo a la altura de mi cara, y rompí el silencio:
-Levántate la falda, mi´ja, enséñame tu calzoncito.
Ella se empezó a estirar y jalar hacia arriba la faldita y fue descubriendo poco a poco sus espectaculares piernas completas, cuando la falda iba llegando a su entrepierna, me confió:
-Ya no traigo calzones, tío... ya me los quité. Me los pongo de nuevo?
-No, para qué?
-Pues me los quieres ver, no?- me respondió con cándida inocencia, cómo si yo fuera un chico de su edad, interesado en "verle los chones" solamente. ¡Mi cielo!
-Nombre, alma mía!, a ver, enséñame tu cosita.
Se alzó la falda a la cintura y apareció. Apareció la vaginita peloncita de la Reina de Reinas, divina y casi intacta; sólo le había metido la cabezota de la verga, submarinamente, casi 15 días antes. Para qué les describo el conjunto que hacían sus muslos, sus caderas curvas y sus abultadita patatita?, no acabaría hoy, y ni así podría ser lo más explícito posible. Sólo pudo decirles que, 15 años después, esa visión está aún en mi mente, marcada, cincelada y esculpida. Pero no sé cómo se las podría describir, lo siento.
Hoy, precisamente, para que se den una idea, vi en televisión a una adolescente que se le parece mucho, cuando Nena lo era. Se trata de Sherlín, la niña que hizo las películas mexicanas aquellas de "Tu primera vez" y "Tu segunda vez", y además participó en una telenovela que se acaba de terminar en el Canal de las Estrellas: "Clase 406", ¿la ubican? Bueno, pues hagan de cuenta a Mi Reina, sólo que un poco más morena de piel, pero muy parecidas las dos, de cara y de cuerpecito. Hasta de voz, me cae.
Lo contemplé unos minutos, ese conjunto infantil, grabándomelo bien, estudiando cada pliegue, cada contorno, cada bellito claro de sus piernas desesperantes y le dije:
-Ábretela, mamita, enséñamela.
-Así, tío?...- me respondió jalándose a un lado, con sus deditos, las alitas de los labios de su vaginita, mostrándome el color rojito de su interior, babosito y brillante pues ya andaba mojadita.
-Estás mojada de ahí, Nenita?
-Sí... la siento resbalosa y calientita... quieres?, me preguntó adelantando unos centímetros sus caderas, como queriendo alcanzar mi boca a la distancia. Cómo le gustaba que se la chupara!, qué rica niña!
-Ven, dame tantito, le pedí sin levantarme, al contrario, me puse de rodillas completamente.
Se acercó a mi boca y me ofreció sus dulzuras. Saqué mi lengua y la empecé a recorrer de abajo para arriba, como si fuera un pobre perro sediento, recorriéndole toda la rajadita por en medio, saboreando el néctar agridulce que me brindaba y que me embriagaba. Escuché sus suspiros entrecortados cuando pasaba mi lengua por la parte superior de su pepita, sobre su clítoris pequeño. Mis manos no podían quedarse estacionadas y recorrían con codicia sus muslones suaves y largos, sus caderas duras y sus nalguitas que aunque las empujaba fuerte sobre mi rostro, aún quedaba mucha carne disponible para apretar con mis dedos tentones.
La recargué en la pared y me senté en el suelo, la tomé de las nalgas con mis manos, a modo de asiento y le dije que se abriera bien de piernas; frente a mi cara quedó expuesta completamente su vagina inundada ya de mi saliva y de sus extractos empalagosos. Metí lo más que pude mi lengua en sus entrañas y la empecé a mover con ahínco. Me quería ahogar, quería perder la vida en entre esas columnas de mármol ahumado, tibio y liso; ¡qué hermosura de muerte sería esa: asfixiado por la entrepierna de esa deidad sutil e inverosímil!
Metía mi boca cerrada, parándola mucho como si le quisiera besar el alma con mis labios, luego le hundía la nariz, soy narigón... para nada chato, y se la movía, también sorbiéndola fuerte, quería también sacarle el caldo con mis fosas nasales, estaba desbocado, alimentándome como fuera, hasta nasalmente de la bebita más hermosa que haya yo visto jamás.
Volvía a atacarla con la lengua, recorriéndole, áspera y muy despacio, toda la vagina, de largo y ancho, y la observaba. Sus brazos alzados, sus manos en la pared, no sé si deteniéndose o empujándose sobre mi boca, con los ojos cerrados suspirando muy fuerte, sintiendo los espasmos que mi boca provocaba en el centro de su cuerpazo, en mero enmedio de su humanidad femenina e infantil. Sus orgasmos eran seguiditos, parecía tener un escapecito en la vaginita, se contorsionaba toda y me soltaba chorritos continuos de esencia licuosa y salada, de nutriente savia corporal salinosa y rica.
-Ayyy... tío... qué rico sientooo... aaahhh... aaahhh....- me dijo subiendo una de sus piernas divinas, retrayéndola para arriba y abriéndola bien, confiada de que yo podía soportar su peso con mis brazos, moviéndose al ritmo de mi lengua martirizante como una verdadera culebra desbocada, reptando en mis manos, perdida completamente con mi caricia oral y disfrutando del orgasmo más amplio que sentía de los que había estado teniendo hasta ese momento.
Dejé su papita inundada y la puse de pie en el suelo, -Hay, no me sostienen las piernas, me siento débil- me dijo cuando se plantó de nuevo frente a mi cara.
-Ahora se te pasa, quítate la falda y la camiseta, déjame verte toda, princesa- le respondí y se empezó a desnudar completa ante mí, sentado en el vil suelo. Con la verga haciéndome una carpa circense. Viendo cómo se sacaba la camiseta por encima de su cabeza, alzando su brazos y percibiendo el aroma inexplicable e inconfundible de sus axilas hermosas hasta el piso, a 1 metro, donde estaba yo reposado.
Cuando cayó la falda al piso, no pude disimular una mueca de estúpido. Qué cosa más hermosa, qué cuerpo tenía esa chamaca, cuanta perfección de 12 años de edad!
Me enderecé y me hinqué frente a ella, abrazándola de su pequeñísima cintura, sosteniéndola pues se veía que sus piernas no se recuperaban todavía de sus orgasmitos anteriores, y poniendo mi mejilla en sus pechitos, sintiendo con mis brazos como se ampliaba notablemente hacia debajo de su talle, hacia sus caderas y nalgas... protervamente, estallantemente, explosivamente...
Al percibir cómo me tomaba de la cabeza y me la movía sobre sus senitos, metiéndome las verguitas duras de sus pezones en el oído, jugueteando con mi oreja, volteé mi cara y me prendí de ellos, ensalivándoselos bien, absorbiendo como borreguito hambriento, mirando su hermosa carita y sintiendo sus dedos alborotándome el cabello, mirando de cerca cómo se los sorbía, uno y luego el otro.
En seguida me fui a su boca. Nos besamos cómo auténticos amantes enamorados, primero muy suavemente, dándonos media lengua nada más, acariciándonosla mutuamente, con amor... Luego con pasión verdadera, invadiéndonos completamente las bocas recíprocamente con las lenguas, desbocados en nuestros respectivos brazos, los suyos en mi cuello y los míos en su brevísima cintura.
Me separé de ella y su mirada me dejó muy impresionado, le brillaban centellantes los ojos y sus facciones se veían diferentes, menos infantiles. La empecé a besar en los labios y le pregunté:
-Ya se te pasó la debilidad de tu piernas, mamita?
-Sí, ya me siento un poco mejor.
-Te dije que se te pasaría rápido. A ver, voltéate, recárgate en la pared.
-Así?- me respondió poniéndome su nalgatorio en el rostro y sus manos en el muro, y volteando sobre su hombro a verme allá abajo, sabiendo muy bien cómo me gustaban sus nalgas redondas y muy paraditas.
-Ay, mamita!, mira nada más que cosas más hermosas tienes!, cosita!
-Hay tío, jijiji, cómo dices!- me respondió, sin poder ocultar más que era sólo una niña. Pero qué niña, qué bárbara!, qué nalgas tenía!
Se las empecé a amasar encantado de su dureza y suavidad, de su circunferencia pronunciada, de su color, de su peso, de su textura, de su... de su... todo!, qué buenas nalgas estaba yo disfrutando, cuánta alucinación cumplida por fin!
Las empecé a besar, ya no me conformé con sobar solamente, luego ya no me conformé con besarlas y se las empecé a morder, a lamer, a pasarles mi boca completamente abierta por una y luego la otra, jaloneándolas con mis manos, encantado de su elasticidad tan joven, de cómo le temblaban con firmeza y se volvían a acomodar en su posición.
En uno de esos jalones alcancé a ver su culito claro, pequeño y más blanco que sus nalgotas. Me dejé ir de hocico entre esos melones chinos y rotundos y metí mi lengua hasta el orificio cagón que al verlo se me antojó tanto como su vecino, al principio de esta quimera que estaba viviendo, y se lo lamí como si mi lengua fuera una mariposa revoloteando sobre y en él. De inmediato se empezó a quejar suavemente, sintiendo esa nueva caricia, convenciéndose de lo mucho que me gustaba y la quería, al ser capaz de lamerle allí; como me lo dijo tiempo después, pensando con inexperiencia e inocencia, que "eso era sucio porque por allí sale la caca".
Sin poder más me puse de pie y me saqué la sudadera y el short, quedando en pelotas, como ella, sólo con los tenis. La verga me rebotaba descontrolada, no podía contener el brincoteo violento que me daba. Los ojos de la niña se abrieron como platos al ver al monstruo desbocado y babeante, pues también me salían grandes hilos de liquido que se colgaban del cabezón exagerado, hasta desprenderse casi llegando al suelo.
-Huy, tío... mira cómo está tu esa!
-Tu qué?, en qué quedamos, mamita?
-Este... tu vergota, tío, mira cómo te brinca! Mira cómo le sale algo, es chis?
-No, mi vida, es juguito rico, ven pruébalo.
Ahora ella estaba de rodillas con la verga apuntillándole los labios, embadurnándoselos de baba seminal. Abrió su boquita divina y le metí el medio kilo de cabeza que traía disponible, de inmediato empezó a beber moquillo de hombre, a deslizarlo por su garganta a su estomaguito juvenil, vitaminizándose mi Reina. Luego la puse a repasarme con su lengua y a besarme los huevos, le levanté la carita, viendo para arriba, con su barbilla pegada a mis pelotas y le puse la viga sobre el rostro, atravesándoselo completo. Salían casi 10 centímetros por entre su flequillo, por arriba de su frente!. Condenada bestia en que me convertía por esa pequeña!, un maldito demonio era yo cuando estaba con esa niña!
-Lámela bien, Nenita- le solicité sin dejarla que quitara su barbilla de mis testículos.
La recorría toda con su lengua desde el frenillo hasta la base, donde se pegaba con mi saco, de ida y vuelta, muchas veces, mirándome a mí, por un lado y otro de la vergona que le tapaba más de la mitad de la carita, con los ojos medio cerrados por el placer que estaba sintiendo. Yo le sostenía la cabeza con mis manos, manejándola debajo de la deformidad, pasándome su boca y lengua por la panzota del pene. Las suyas se colgaban de él, pues tendía a irse a mi abdomen, por lo erecto que lo tenía. Debía de flexionar mis piernas para alcanzar su boca, pues ella ya no estaba de rodillas, sino sentada, y no sobre sus nalgas o piernas, más bien con su vaginita en el suelo, con sus piernas dobladas a sus costados, abatida por el descontrol que yo tenía, por lo fuerte que la usaba debajo de mis genitales. De repente me empezó a mordisquear y a tallarse mi vergonona más fuerte de lo común, con mucha violencia, como si quisiera hacerse daño ella sola en la boca y la lengua y a quejarse fuerte, como sufriendo por algo.
-Aaaahhh... aaahhh... uuuggghhh.... aaahhhh.... uuuggghhh....
-Qué te pasa?, Nena, te sientes mal?
-Aaahhh...no sé... me siento muy rara... aaaaggghh, chup...chup... como si me fuera a desmayar... aaahhhggg....chup... como muy desesperada.... aaahhhggg.
No mames!!, le quité la verga de la cara y me arrodillé con ella que bajó su cabeza y cerró sus ojos, con la boca toda embarrada de saliva y muy despeinada. El chongo ya lo traía por en casa de la madre, todo descompuesto.
-Ya, mi vida... no te asustes, no pasa nada.
-Hay, tío, siento muchas cosas... me siento muy... no sé cómo...
-Qué sientes, cariñito, explícame...
-Me pica mucho la pipi y siento que se me abre y se me cierra mucho, y me duelen las chichis... mira cómo están!- me dijo indicándome sus pezones, larguísimos y muy hinchados, casi explotándole.
-Pero me dijiste que te sentías desmayar.
-No, estoy bien, siento como frío y calor al mismo tiempo... y mi pipi... mi pipi... aayy.... lo siento muy caliente... y se abre y se cierra, tío- me aclaró metiéndose una manita entre las piernas y sacándola completamente cubierta de jalea transparente y brillante. Mira!
-A ver, levántate... déjame vértelo.
Cuando se enderezó ayudada por mí, pude ver la humedad que dejó en el piso. Una mancha de miel como si hubiera estado allí un panal fresco, desjugándose solo.
La recargué en la pared, de espaldas a mí y le dije que se agachara para revisarle la vaginita, el pipi, como ellas la llamaban. No tenía nada de malo, pero sus contracciones eran considerables y muy visibles, parecía un pez fuera del agua desconociendo nuestra atmósfera, agonizando. Lo que necesitaba era VERGA!. Eso era lo que esa preciosidad de vagina infantil solicitaba como si tuviera voz y voto propios: ¡¡UNA VERGA!!
La parte interna y superior de sus muslos, en el "gordito", en la grasita que se proyecta una contra otra, estaba cubierta de ese suero que le salió del agujerito, como si se lo hubieran embarrado apropósito por toda esa área. Otra vez acerqué mi boca, pero ahora para recoger con mi lengua lo más que pudiese de esa agua bendita. A chuparle esas partecitas, en mi boca sentía como si estuviera chupando unos globitos suaves y resbalosos. Ella sola se echaba sobre mi boca de nalgas, con su papita por delante, no quería que le lamiera las piernas, quería que le lamiera la vagina, notable!, estaba sobrecalentada la puberta, no estaba enferma, estaba CALIENTE.
Me puse de pie y me situé detrás de ella, manteniéndola de espaldas a mí y le empecé a pasar la verga por la vaginita, cabeceándola... se la iba a dejar ir, ya le había mandado el recado con su madre la noche anterior, si ella no lo había entendido y no se lo había dado, no era mi pedo... Y si llegaban, ni modo, que encontraran a su hijita como mariposa en alfiler, ya me valía madre.
Cuando se la empecé a meter ni se quejó. La cabezona pasó fácil, estaba muy abierta y lubricada. Encontré su himen poco más adelante y sin miramientos la acuchillé sin avisarle, de seguro iba a empezar con sus quejas a cerca de lo grueso y pesado que traía el veregonón... Vámonos!, hasta el fondo y sin parar.
-Aahhh!... tío, me dolió!... aaayyy... no, tío... me duele el pipi... huuuyy... sácamela... no!
-Espérate, cielo. Aguanta tantito... va a pasar... eso... eso... aguántese mi valiente princesa.
-Aayyy, tío... tío... la siento muy dentro de... aaayyy, tío... de mí... me arde... el pipi.
-Ya no te duele, verdad?
-No, casi no... pero ahora siento que me arde... me siento muy mojada... mucho, tío.
-Te estás mojado más... es natural... espérate- le contesté. Yo no quería ni moverme, esperaba que la verga no empezara con sus brincoteos descontrolados dentro del chochito de la Reina. Hacía esfuerzos milagrosos por no pensar que ya estaba dentro de ELLA, de la más deseada de las mujeres que habían cruzado mi vida, para dejarla acostumbrarse al invasor profano que le atravesaba, por fin, todo el vientre por dentro.
-No... aaayyy.... no es eso que me salió antes... mmmmhh...la siento como agua, como pis.
-(Sangre), pensé, pero no le dije nada, -no te asustes reina, ya va a pasar, sólo aguanta dos minutos más... ya... ya... ya casi-, le dije sintiendo como me la iba hormando y percibía ya sus contracciones, dando de sí.
Se la fui sacando y poco a poco aparecían sus cuagulitos sobre el lomo del camotón que iba abandonando su cuerpo. Luego se la fui ensartando otra vez, despacito para que se fuera acostumbrando, sin prisas. Así estuvimos cerca de 10 minutitos, entrando y saliendo con calmita para no lastimarla más. Luego ya más confiado se la empecé a meter más fuertecito, cuando noté que la sangre se disolvió entre la melaza que me cubría la verga, perdiendo sus color rojizo y volviéndose blanquecina transparente.
-Aaahhh, tío... qué ricooo.... siento muy riquísimooo... mmmhhh...
-Ya no te duele?... mmmhhh...
-Aaagghh....no, ya casi no... aaayyy... qué ricooo...
-Mamacita... mmmhhh..., qué rica estásss... mmmhhh.... mamita... mmmhhh....
Con media verga dentro solamente, para no forzarla según yo, le daba unas cogidas muy sabrosas, acariciando con una mano sus nalguitas y con la otra controlando las arremetidas y las metidas. Cuando me decidí a metérsela más ella sola ya había avanzado, casi imperceptiblemente ya estaba a tres cuartos. La amacicé de la cinturita y cuando agarraba impulso, sonó el teléfono.
-Mi mamá!
- Ve a contestar, si te pregunta, sólo si te pregunta, eh?, le dices que estás viendo la tele, y que yo estoy trabajando acá atrás, entendiste?- le dije sacándole la verga y hablándole claramente y a los ojos, que me entendiera bien. Así vete, córrele!- le dije cuando la vi con intenciones de agarrar la falda y ponérsela, sabiendo que todos los cristales estaban tapados con periódicos viejos o pintados. No se podía ver nada para adentro.
Después de tres minutos regresó y me dijo que su mamá quería hablar conmigo. Nos tomamos de la mano y caminamos, desnudos como andábamos, hasta el teléfono, al escritorio donde había estado su papá, una hora antes.
-Bueno?
-Mi amor... soy yo...
-Dany, hola... cómo van?
-Lentos, hay mucha gente y estamos teniendo algunos problemas para conseguirlo todo.
-Ok. Te encargo un Centro de Carga, anótale bien... y háblame otra vez, por si se ofrece algo más, no?
-Sólo para eso?
-No. También para oír tu voz- le dije muy bajito, Nena su hija, estaba parada a mi lado agarrándome la verga que seguía bien parada, apuntando para arriba.
-Verdad que sí, mi amor?, verdad que tú también me amas?
-Algo hay de eso... sí.
-Ahí cerca anda Nena, o qué?
-Sí, viendo tele.
-Ah, vaya, entiendo.
-Y tu esposo?
-Lo dejé en la ferretería, para venir a hablarte.
-Bien, algo más?
-No sé, dime que me quieres.
-Y cómo, hay testigos cerca...
- Bueno si quieres yo te digo cositas y tú sólo me respondes lo que puedas, si?
-Bueno- a que pinche vieja!, y yo con la reata reventándose en las manitas de su hija, que me la seguía estirando y apretando, CARAAAJOOO!!
Me senté en el sillón del escritorio y le indiqué a nena que se montara en mí. Poco a poco se fue dejando caer sobre mi vergón, zampándose media verga ya sin mucho sufrimiento, como sería de suponerse en una niña de sólo 12 años con un culebrón como el mío. Para nada!, ni gestos hizo.
-Cómo está mi vergona?- me preguntó su madre, al otro lado de la línea.
-Buena, cómo crees tú?
-Buenísima, mi amor, la tienes deliciosa. Al rato que llegue te la voy a mamar de nuevo, si?
-Bueno, cómo quieras.
-O me vas a coger?... sí, verdad?
-Ya veremos... mmmhhh- no pude evitar quejarme al sentir las contracciones y los subibajas de la Reina, en y sobre el monstruo inundado de su emulsión. Se estaba derritiendo la criatura.
-Qué te pasa, amor?
-Es que me acuerdo...
-Mmmmhhh, qué rico le hiciste. Gracias por acordarte de mí.
-Ok. Déjame seguirle, no?, el pajarito está escuchando- le dije muy en secreto, viendo a Nena con sus ojos cerrados, sintiendo ausente cómo le entraba casi todo el chilón.
-Bueno, te hablo al rato, a ver qué más necesitas, sale?
-Adiós.
-Dime que me amas- A qué vieja tan empalagosa!, ojalá que esta niña no llegue a ser así, me lleva la chingada!
-Sí... baye.
Apenas le colgué y me prendí de las tetitas de la niña. Cogiendo y mamando, mamando y cogiendo. Así cargadita y ensartada me la llevé para atrás, al "sillón viejo y grande para que me la entierres", y acostadita, a la misionero, al naturalito se la estuve trabando como media hora mientras nos besábamos muy cachondamente y le seguía chupando sus pezones cada vez más puntiagudos e irritados y le lamía las deliciosas axilas.
Tal y como lo presentía desde que la conocí, su mórbido y suculento cuerpo se acopló a todas mis demandas, hasta pareciera que ya tenía experiencia. Bajo el mío, se movía como una damita hecha y derecha, la diferencia de edades y calibres quedó en el olvido. En ocasiones yo me quedaba inmóvil, sólo sosteniéndome con mis brazos sobre ella y Nena era la que se meneaba debajo de mí, metiéndose y sacándose la verga ella sola, como si tuviera piecesitos en la espalda y las nalgas, deslizándose sobre la cama de ida y vuelta, jalándome del cuello y con su lengüita de fuera, pidiéndome en silencio que la besara, IMPRESIONANTE!
Al sentir la venida cerca me salí de ella y me la jalé con calma, quería ver despacio ese cuerpo perfecto, abierto de piernas y conmigo en medio, sacudiéndome y jalándome el engendro. Ella se me echaba de grupa sobre la verga, como si quisiera encajarse sola en ella, como si fuera balero! La dejé y cayó en ella con su papita justo en la punta.
-Aaahhh... aaagghhh.... mmmhhh... ricoooo... ggrrrrhhh.... ricoooo.... gggrrrrrrhh...
Empezó a ronronear como minina y a moverse sola sobre la verga bien metida en ella, a mover su grupa de atrás para adelante y vuelta otra vez, ensartándose y desensartándose ella sola, mirándome directo a los ojos, seria, callada, pero con una cara de satisfacción y calentura que me desbocó los mocos como caballos de carreras por la pista interna de mis 23 centímetros, víctimas de esa vaginita, que apenas 40 minutos antes había perdido su virginidad. Apenas se la alcancé a sacar, incluso el primer chorro se lo aventé adentro, cuando al sentir que se la sacaba, ella sola adelantó la cintura, inconforme de que se la retirara, aún no llenaba! Apunté mi vergota a su pecho, pero como siempre, me falló y los chorros fueron a dar a su cara, fui bajando la mira y empecé a cubrirle los senitos y el abdomen. Luego fui y me monté en su pecho, sin aplastarla para que me chupara los últimos gotones de leche que me salían.
La dejé hecha un basilisco. Terrible, toda cubierta de semen. Así no podía quedarse, podía haber problemas, pues aparte, tanto ella como yo, olíamos demasiado a sexo, y de seguro los papás no tardarían en llamar de nuevo, si no es que llegaban sin avisar.
Rápidamente me la llevé al baño y la limpié lo mejor que pude, tampoco era el caso que oliera tanto a jabón barato. También yo me di un baño a medias, más con agua que con jabón. Le dije que se maquillara un poco y que se hiciera la coleta del pelo como la traía.
Lo que más me preocupaba era el olor, el ambiente estaba impregnado a genitales y libídine, y cómo no?, si esa niña y yo casi sacamos chispas cuando estuvimos amándonos y haciendo sexo auténtico. Lo resolví "técnicamente": Puse en corto un balastro usado, que me encontré allí, soy electricista como se los dije en el relato pasado, hasta con lo ojos cerrados lo hubiera logrado y éste empezó a echar humo. Quienes habrán olido tal aroma sabrán de su potencia y penetración tan desagradables.
Después de un rato, cuando se impregnó bien todo el local y de que, convenientemente, Nena y yo también, hice un recado para los padres de la niña, donde les avisaba que nos retirábamos a casa, que nos buscaran por allá, cuando llegaran y que tuvieran cuidado con las luces, que no las dejaran encendidas. Por el camino le pregunté a mi, ahora sí, toda mía, Nena querida, si le dolía algo y me dijo que el abdomen y la "pipi" por dentro, claro!, si se dio unos azotónes muy fuertes en mi mostrenco, y no era un juguete precisamente. Le pregunté que para cuándo le bajaba la regla y me dijo que ya mero, que a media semana.
-Bueno, pues quéjate de cólicos con tu mamá, por el periodo, y haz que te dé unas pastillas, con eso se te va a quitar, sale?
-Sí, tío, como tú me digas.
-Te gustó, mamita?
-Sí, papito, mucho. Pensaba que me iba a doler más.
-Ya ves, mi cielo, te dije que era cosa de aguantarse un poco. Que le perdieras el miedo.
-Sí, le tenía mucho miedo a tu vergota, verdad, tío.
-Eh eh, demasiado diría yo.
-Ay, sí, si vieras cómo se te pone de gruesa!... pero ya, ya no le temo. Ahora me gusta más, jijiji.
-Qué bueno, mi amor. De aquí para adelante ya no te va a doler nadita, vas a ver.
-Nunca?
-Bueno, casi nunca- le respondí cuando me acordé de ese blancuzco culito que me comí al principio y que de seguro no iba a pasar mucho tiempo sin que yo visitara con otro de mis apéndices, y no precisamente tan corto, como mi lengua.
Cuando llegamos le dije que se quejara fuerte de la pestilencia que traía en la ropa y el cabello y que se metiera a bañar. Yo me fui a comentar con mi esposa y suegros lo "ocurrido" en la tienda de Daniela, mientras "trabajaba".
En eso sonó el teléfono y era ella:
-Bueno.
-Jorge?, qué pasó, porqué se fueron?
-Hizo corto algo mientras trabajaba y se llenó de humo el local. Arreglé lo que pude, pero Nena se empezó a sentir mal con el olor a quemado y mejor nos vinimos, me la traje a la casa. Mañana checo bien el problema.
-Sí, huele demasiado a quemado, ya me imagino a mi hija, es muy delicada para los olores.
-Sí, DEMASIADO- le respondí, recordando que fueron los olores de mis testículos y de mi verga los que la pusieron como planchita de las antiguas...