Secreto de verano
Tenía dieciséis años y yo siempre había sabido que era gay. Desde muy pequeño ya me empezaron a interesar los niños más que las niñas, y al llegar a la pubertad me excitaba muchísimo al compartir el vestuario con mis compañeros, teniendo que salir más de una vez corriendo de las duchas para disimular mis frecuentes erecciones. Pues en ese verano, me fui de vacaciones al pueblecito donde siempre iba. No me solía relacionar con casi nadie, era de lo más solitario, pero ese año, se instaló en la casa de al lado una familia cuyo hijo de mi edad, Jaime, era como una
especie de tentación. Recuerdo que la primera vez que nos vimos se me empalmó de forma inmediata, era rubio, con los ojos azules, cara aniñada, llevaba unos pantalones cortos que dejaban el vello de sus piernas al descubierto.
Después de presentarnos corrí a casa a cascarme una paja pensando en él. Poco a poco nos fuimos haciendo amigos, jugábamos juntos, montábamos en bici, íbamos de excursión. Siempre que podía yo aprovechaba para quitarme la camiseta con la excusa del calor y para animarle a él. Sin camiseta era espectacular, tenía los pezones pequeños, y de espaldas podía verle el contorno de su culo, me volvía loco, no paraba de machacármela una y otra vez pensando en él.
Un día, Jaime me comentó la existencia de una cala nudista cerca del pueblo, y sugirió la idea de acercarnos a ver el espectáculo. Nos acercamos y desde los alrededores empezamos a mirar y nos pareció de lo más curioso. Él parecía entusiasmado con aquello, tanto que propuso ir al día siguiente a bañarnos allí. Yo, claro, excitado por la idea de verle
en bolas, acepté encantado. Pues lo hicimos, llegamos al día siguiente a la cala, nos pusimos en un rincón bastante apartado porque nos daba algo de vergüenza ponernos desnudos en medio de todo el mundo. Primero nos quedamos en bañador, y acordamos quitarnos el resto a la vez. Yo estaba a cien, contamos hasta tres y nos lo quitamos, nos quedamos mirando el uno al otro, no podía apartar la vista de su rabo y él del mío. Estaba rodeado de una corona de pelo rubio, poco pero denso, su polla era más o menos como la mía, y el prepucio le dejaba asomar lo que parecía ser el inicio de una erección. Se estaba empalmando delante de mí y yo, cómo no, no podía dejar de hacer lo mismo. En breve nos encontramos el uno frente al otro empalmado y sin saber qué decir. Jaime dijo de meternos en el agua para evitar ser vistos con la polla empalmada en medio de la playa. Una vez en el agua empezamos a acercarnos, sin más le agarré su polla con mi mano, aún seguía empalmada, a él no pareció molestarle, más bien lo contrario. Uní su polla a la mía, le besé y me devolvió el beso, entonces le sugerí irnos a mi casa a ver lo que podíamos hacer. Él aceptó, salimos corriendo y fuimos a mi casa sin
casi hablarnos y con una excitación enorme, sólo le pregunté si había hecho algo así alguna vez y me contestó que no, que era virgen pero que creía que había llegado el día de dejar de serlo. Yo ya había tenido un par de experiencias pero
nada de importancia, además no habían sido completas, por lo que también era un inexperto.
En mi casa no había nadie pero subimos a mi habitación con cuidado y cerramos con llave. Una vez allí empezamos a besarnos lentamente y a desnudarnos mientras no parábamos de acariciarnos. Nos quedamos en bañador, entonces me tumbé en la cama y me lo quité, él hizo lo mismo e hice que se sentará delante de mí de forma que mi polla tocará su culo y no le viese la cara. Le agarré la polla, durita, compacta y con algo de presemen en el capullo. Comencé a cascársela mientras con la otra mano le apretaba los huevos y le masajeaba el camino que lleva de los huevos al culo, notando sus contracciones de placer. Su respiración se hacía cada vez más profunda, noté que estaba a punto de correrse y paré. Él se apartó, nos besamos otra vez, me tumbé en la cama, mis piernas sobre sus piernas, empezó a cascarme una paja mientras que con su mano izquierda buscaba imparable mi agujero, introduciéndome un dedo en
el culo mientras yo gemía de placer. Entonces empezó a chupármela, al principio sólo el capullo mientras me sobaba huevos, se apartó un poco, y comenzó a pasar sus manos de arriba abajo por mis piernas, como si se tratase de una paja, acariciando lo pelos de mis piernas que estaban como los de una gallina, estaba a cien y a punto de correrme, no podía ni hablar, sólo gemir. Le paré como pude pues no quería correrme tan pronto, y hundí mi boca en sus huevos, se los chupé una y otra vez, estaba dispuesto a arrancárselos cuando empecé a recorrer con mi lengua su polla, de abajo a arriba y empecé a chapársela, hasta dentro llegando con su capullo hasta la garganta y teniendo que parar en alguna ocasión para evitar que se corriera. Me la saqué de la boca y le fui chupando desde su capullo hasta el culo. Le di la vuelta, tenía un culo precioso, perfecto, sin nada de pelo y con el agujero bien visible. Le mordí y le chupé los huevos desde atrás y empecé a meterle la lengua en el agujero. Jaime disfrutaba, gemía y tenía contracciones constantemente. Había llegado el momento de metérsela, me levanté y cogí un bote de crema para no quemarte al sol, era lo único que tenía cerca. Me unté el dedo índice y se lo metí en el culo preparando la llegada de mi polla. Se dio la vuelta y me beso, le pregunté si estaba seguro y me pidió por favor que se la metiera ya. Me unté la polla de crema, acerque mi capullo a su agujero y le metí la puntita, Jaime se estremeció, "sigue" me pedía, le agarré por la cintura y mi polla entró hasta el fondo con un gritó de dolor de Jaime. Empecé a follármelo con los repetidos suspiros y grititos de Jaime, le gustaba y a mí me excitaba eso. Se la saqué y le di la vuelta, quería ver su cara mientras me lo tiraba. Pasó sus piernas por encima de mis hombros y se la metí, mientras me lo follaba le agarré la polla con la mano y le cascaba una paja. Notaba que estaba a punto de correrme y aceleré mis embestidas ante los gemidos de Jaime y me corrí dando un gran grito de placer. Estaba exhausto, me aparté y se agachó ante mí agarrándome la polla y metiéndosela en la boca, dejándola limpia.
Era mi turno de recibir, me llené la mano de crema y se la unté en la polla mientras le besaba. Él se untó el dedo mientras me tumbaba y me lo introdujo hasta dentro de mi culo. Estaba preparado, le pasé mis piernas por encima de sus hombros y le descubrí el camino. Puso su polla encima de mi agujero, se la noté caliente, firme y capaz de perforar. Con su mano colocó su capullo en el agujero y empujó, me la metió hasta la mitad mientras yo del dolor le agarraba de sus manos al grito de "más, más", y dio el último empujón hasta el fondo. Yo gemía una y otra vez, notaba su polla en mi interior con toda su forma, estaba caliente como salida del horno. Empezó a follarme mientras sentía su poder para hacerme gozar dentro mi culo. Yo le ayudaba realizando movimientos parejos y le acariciaba los pezones, el pecho, el vientre... Jaime paró, y sin sacársela me besó durante un buen rato. Luego me folló cada vez más deprisa, sabía que se estaba corriendo por que notaba sus contracciones y yo estaba apunto de hacer lo mismo sin necesidad de que nadie me tocase la polla. Empezó a gemir, sabía que estaba listo, yo también y empecé a cascármela, quería
que coincidiesen ambas corridas. Noté cómo su leche pasaba de su polla a mi culo, una y otra vez, penetrando en mi interior, al ritmo de sus gemidos. También llegaba yo al orgasmo, pero no gemí, contuve el aliento para no gritar del placer que estaba sintiendo, me corrí y manché a Jaime de leche todo su pecho. Él se apartó dejando ver la polla folladora que tan buen trabajo había hecho, le tomé la mano he hice que se tumbara. Chupé con mi lengua mi propia leche de su cuerpo y le limpié su polla de la suya, poco a poco, sintiendo los pequeños orgasmos que sentía a cada pasada de mi lengua por su capullo. Después, nos besamos, intercambiando nuestras leches con nuestras salivas. Nos quedamos un rato abrazados en la cama y besándonos repetidas veces, después nos duchamos juntos haciéndonos un par de mamadas.
Cuando acabamos de vestirnos salimos a dar una vuelta como si nada hubiese pasado.
Ese fue nuestro secreto de cada verano.