SIN QUERER, QUERIENDO- 7
-Haaay, tío... tío... está mucho muy gorda, me abre mucho... siento que se me estira mi cosita, me dijo Nena en un quejido, cuando forcé un poco la puertita de su virgen abertura vaginal con la manzana de cabezota que se me hacía al sentir, por fin, que ya la tenía a mi disposición, que la realidad desplazaba a mis más sucios sueños, sueños que tuve en los últimos seis meses, desde que llegué a vivir a la casa de sus abuelos.
Todas las fantasías que viví con esta divinidad de 12 años de edad estaban a punto de realizarse. Sus brazos rodeaban mi cuello, los míos soportaban el escaso peso de su cuerpo bajo el agua, mis manos no descansaban, no, ni de chiste, ellas acariciaban con deleite los contornos de sus caderas, muslos y nalgas, las impresionantes nalgas de esta adolescente exasperante, la más hermosa y perfecta adolescente que haya yo visto en mis, entonces, 26 años de vida, y hasta ahora a mis 42.
-Aflójate, mamita, te la voy a ir metiendo despacito, ya casi entra la cabecita, aguántese mi amor, le pedí empujándole otro centímetro de manzana.
-Cabecita??, cabezota!, tío, me duele... la tienes grandísima... despacio... me duele hasta la colita... haaayyy... haaayy.
-Así, Nenita, aguanta... cosita rica... ya casi pasa la cabeza, sólo te voy a meter la cabecita y así no quedamos, si?, le decía yo mientras vigilaba a sus primas y a la puerta de acceso al balneario.
-Sí... sí... sólo la esa... la cabeza, tío, sólo tu cabecita... porque me duele... no puedo... me duele la colita, te lo juro, eres muy grande, tío... lo tienes muy grande, estoy muy chiquita... haaayy... haaahh...ya no!, estoy muy chiquita para ti, no seas malo.
Pobrecita de la Reina de Reinas, de verdad era demasiado para ella. A pesar de estar tan desarrollada, tan "cuerpuda", sus genitales eran todavía infantiles, demasiado pequeños y estrechos; por eso sentía dolor en el recto, porque se lo estaba oprimiendo con mi pene maduro contra su cóxis, contra su columna vertebral, aplastándolo con mi verga adulta completamente desarrollada y en estado absoluto de excitación, en estado absoluto de preparación para invadir a una hembra por la vagina... pero de tamaño normal, no una vaginita infantil, tan tierna y aún en desarrollo como la de esta pequeña, como la de todas las niñas de 12 años.
Bueno... eso creía yo...
Con un dedo le empecé a acariciar el culito adolorido y aplastado, con suavidad lo pasaba por donde media cabezona se hundía en su vaginita para recoger algo de moquito que se formaba en la entrada y se lo aplicaba en el ano con movimientos delicados, sintiendo que ese moquillo no se disolvía en el agua, sino que resbalaba la acción de mis dedos. Al parecer esa caricia lubricada sirvió, pues dejó de quejarse y me dio su boca abierta, besándome con desesperación y con sus ojos cerrados, entregada y dispuesta. Le gustó mucho que le manipularan el culito, qué rica niña.
Aproveché y le di un empujón más fuerte, sintiendo cómo la cabezona pasaba completa por la abertura de su papita apretada. Se quejó en mis labios, sin separarse de mí, con su boquita muy abierta sobre la mía, sin besarme, sólo con su boca abierta en la mía, agarrando aire de mí y dándome el suyo. Me quedé quieto y le dije que ya había pasado la cabezona, se alejó un poco de mi boca y me miró a los ojos, más relajada pues el tronco de mi verga es menos gordo que la cereza y ésta ya descansaba en su conducto vaginal, lo que le daba a ella cierto confort, pero a mí me ponía la eyaculación en la punta, incontrolable.
-Ya no te duele, mamita? Ya pasó?
-Yo no tanto, pero ahora la siento rica... muy rica... papito, me respondió con sus ojos medio cerrados, muy caliente mi Reina, muy excitada.
-Le seguimos?, cómo ves?, le dije atrayéndola a mi boca, recorriéndole con la lengua los labios, pintándoselos con mi saliva.
-No ha entrado ya la mitad?!, la siento muy adentro...
-No, mami, sólo te he metido la cabecita, nada más la cabecita, como quedamos.
-Así déjamela, si?, un ratito más, la siento muy así.
-Bueno, como tú mandes, mamita, tú dices yo obedezco, ok?, le dije buscando hacerla sentir con el control para que se confiara. Qué caso tenía precipitarse?, ya era mía... toda mía.
Así sosteniéndola por sus nalguitas, con mi vergona encajada en ella por la punta, me separé de la pared donde estaba recargado y me fui al centro de la piscina, con ella montada en mí, sin sacársela. Dando la impresión de que jugábamos en el agua, yo nadaba de espaldas con ella sobre mí de un lado a otro de la alberca. Luego me la llevé a lo bajito y me puse de rodillas en el fondo, con ella montada en mis muslos, hasta que casi llegamos a lo menos profundo y la recosté sobre el agua que hincado me daba por la cintura, con la verga metida entre sus piernas, moviéndosela con más confianza, sintiendo como se iba acomodando al peso del invasor.
Las hermanitas, Sara y Nora, descansaban afuera de la pila, en unas sillas en la orilla, mirándonos "jugar", suponía yo que ajenas a lo que pasaba bajo el agua.
En los movimientos iba yo entrando poco a poco más en la humanidad de Nena, ya sentía que dos centímetros del tronco de la verga se le estaban yendo casi imperceptiblemente, calmadito, sin prisas. Yo la tomaba de la cintura, sin reservas, valiéndome poco si nos veían o no, la recostaba sobre el agua y la alejaba y acercaba a mí sacándole un poquito la cabezona y volviéndosela a meter, deslizándola suavemente sobre la superficie... tranquilo, mirando su abdomen perfecto, sus brazos y hombros redonditos y morenos y sus pechos puntiagudos calando bajo el pequeño sostén del bañador, con unas increíbles ganas de mordérselos y chupárselos mientras me la seguía "medio cogiendo". Es que se le veían retadores, claramente dibujados bajo la telita, tan erectos como todo el seno, duro, vertical a pesar de estar boca arriba, parecían dos cuernitos firmes y encantadores.
Esa visión me nubló el poco sentido común que me quedaba, la tomé y la alcé de nuevo y nos dirigimos a la parte profunda, con ella abrazada de mi cuello, besándonos sin importarnos que sus primas nos vieran, ya qué mas nos daba! Su vaginita había dado de sí, ya me apretaba menos la cabezota depositada en ella. A pesar de que el agua estaba tibia por los calentadores, la sentíamos fría pues nuestros cuerpos superaban su temperatura.
-A dónde vamos, tío?, me vas a robar?, me preguntó muy coquetilla mi reina, agarrándose más fuerte de mi cuello y apretándome los riñones con sus piernonas.
-A lo hondo, mamita, te quiero besar los pechitos, no quieres?
-Huuy, sí. Mira cómo los traigo, como hinchaditos... me respondió sacándose uno por un lado del sostén y mostrándomelo, tapándolo de la mirada de sus primas con mi cuerpo.
-Cosita!, qué bonito mi´ja, está hermoso, le respondí empujándole otro poco la verga adentro de su cuevita caliente. Qué esfuerzo estaba haciendo para no reventar en lechazos!!
-Haaay, tío, me la empujas... ya la metiste más, la siento muy metida.
-Te gusta?, te duele?, le dije mientras forzaba mi cuello para meterme a la boca esa mini verguita de pezón que me ofreció.
-Poquito, más bien siento que me estira mucho y siento como un relleno en mi cosita, mmmhhh, pero me gusta, me dijo sacándome de la boca su pezón y colgándose de mi cuello y echándose para atrás hasta que su largo cabello negro tocó el agua, con el senito de fuera, brilloso por mi saliva... MAMACITA!!, qué visión tan hermosa, qué infamia de niña tan perfecta!! Cuánta carga sexual en una pequeña de 12 años, increíble! Haaay, tío, me la metiste más, qué bárbaro!, me dijo cuando sintió que se la empujé con algo de fuerza, no lo pude evitar, la visión que me regaló motivó mi embate descontrolado.
-Un poquito, reina, sólo un poquito más, no te asustes.
-Es demasiado, ya la siento muy adentro, ya me está doliendo otra vez, la traes muy dura, se quejó.
Tenía razón, ya eran cerca de 5-6 centímetros lo que le había retacado de verga de piedra, ya sentía claramente su himen virginal rozándome el agujero mión del pene, ya sólo era cosa de atravesarlo, ya no había para atrás, se la iba a dejar ir sin pedirle permiso, me valía madre si gritaba y pataleaba, no me iba a remorder la conciencia a estas alturas, ya era hora.
-Ya te la voy a meter toda, mamita... prepárese mi reina, le dije levantándola de nuevo hacia mí.
-Y si me duele... te la siento demasiado hinchada, me respondió al oído.
-Sí, mi´ja, sí va a doler, pero luego vas a sentir lo más rico de la vida, ya no quieres?
-Bueno sí, pero despacio... por favor, está muy gordota, tío... papito.
-Sí le damos despacio te va a doler más, hay que darle un buen empujón, te va a doler y ya, como si algo se abriera y se cerrara rápido, pero si te doy despacio, vas a sufrir más... le dije soltándole el brassier del bikini por la espalda y poniéndole una de las copas hecha bola en la boca. Muérdelo, mira apóyate en mi hombro, chiquita... no tengas miedo.
Con una mano apoyé su cabeza en mi hombro, con su boca amordazada en mi cuello para ahogar el quejido o grito que de seguro iba a dar cuando le arrempujara mis 2.5 pulgadas de grosor, porque de que iba a gritar no había duda... eso que ni qué. Con la otra le jaloneé el calzoncito más hacia un lado de su papita todavía invadida con mi garrote, la amacicé de su cinturita y me eché un poco para atrás agarrando vuelo, sintiendo como temblaba sobre mí, expectante. Mi endiablado cerebro no daba más, sólo algo muy importante evitaría que este cuerpecito que a tantos desasosegaba fuera, por fin, todo mío. Ni aunque llegara alguien por la puerta me haría retroceder; a ver cómo le hacía para despistar las miradas de quien entrase, me valía poco!... le iba a empujar hasta los pulmones con la punta de la verga, me cae!!...
-TÏO... TÍO!!, Sara se está vomitando!, tío, córrele!!, un grito agudo me volvió a la realidad, sólo momentáneamente, porque volteé a ver a la rubia manoteando asustada en la orilla de la alberca, pero terco de mí, volví a agarrar a Nena de la cintura ahora con mis dos manos, emperrado en meterle toda la vergona completita, aunque nos viera la inoportuna, nada me importaba más que eso!!. TÍOOO, Sara se está vomitando, ándale!!, volvió a gritar Nora, más fuerte aún.
-Ahi voy... ahi voy!, le respondí fastidiado, sacándole, muy a mi pesar, la verga a la morenita y tomándola de la mano para llevármela a lo bajito, -Ahí voy, vete para allá con ella, le dije a la huera y me fui acomodando el calzón mientras Nena, disimuladamente, se acomodaba el sostén y el bikini.
Carajo!!, ya la tenía. Me salí de la pila y fui a donde estaba Sara la pelirroja, sentada en la silla playera, agachada y enferma con sus rojos cabellos mojados cubriendo su cara. En el suelo sólo había saliva, baba en cantidad, no alimentos regresados.
-Qué tienes, mi´ja?, le pregunté algo molesto.
-Me duele el estómago, tío, me dio mucho asco y me vomité.
-Comiste algo antes de meterte a la alberca?, le pregunte preocupado pensando en una posible congestión, algo que sí sería grave.
-Sí, en la casa, me comí unas papitas y un refresco.
-Hijita... porqué hiciste eso?, puede ser peligroso, le dije más preocupado todavía.
-Hay tío, me duele la panza, llévame al baño, si?
-No, cómo yo?, que te lleve tu hermana, yo no debo entrar al baño de mujeres, le dije con toda la negra intención de quedarme a solas con su prima para continuar con lo pendiente.
-Tengo miedo, tío, llévame tú, al fin que ni hay nadie... me contradijo lloriqueando.
Ni modo de dejarla así. La sostuve y la levanté de la silla encaminándonos al baño de damas y diciéndole a las otras dos que si se metían al agua, sería sólo a lo bajito, que no tardábamos. Abrazada por los hombros me llevé a la pelirroja caminando lentamente mientras ella me rodeaba la cintura, apoyándose en mí. Entramos al sanitario vacío y nos encaminamos al lavabo. En el espejo de los lava manos pude ver sus ojos posarse insolentes en mi verga semi erecta bien resaltada en mi apretado calzón color blanco. Al llegar abrió una llave y se enjuagó la boca. Al agacharse y enderezarse no dejaba de mirarme la verga, ya sea por el espejo o volteando deliberadamente a espiarla, cuando se inclinaba en la llave del agua.
-Ya estás mejor, Sarita?, pregunté acariciándola por la espalda y el cabello.
-No, estoy enojada, tú ni me haces caso, me respondió dejándome boquiabierto.
-Cómo dices?
-Que tú ni me haces caso, nomás quieres estar con Nena, a mí ni me pelas, me dijo enojadilla.
-Por qué dices eso, princesa?, no es cierto.
-Sí, desde el día de la fiesta ya ni hemos estado, sólo quieres estar con mi prima, y yo?, nunca... siguió reclamándome segura y hablando como lo hacen las adolescentes. O sea, al decir hemos estado o estar con, se refería a lo obvio.
-Entonces no te sentiste mal?, mentirosa, me asustaste.
-Sí, sí me sentí mal, pero no porque hubiera comido algo. Es que sentí coraje de verte sólo con Nena y a mí ni me pelas, como ella está más buena que yo, seguía recriminándome.
-No mi vida, no pienses eso, tú me gustas mucho, estás muy bonita y lo que hicimos en el coche no se me ha olvidado, cómo crees eso?, le dije tratando de conformarla, se veía sinceramente enojada, relegada. No lo había notado.
-Deveras?
-Claro tontita!, mírate en el espejo, estás divina!
Dejó de mirarme a mí para mirarse ella en el espejo. Qué guapa niña!, sus rasgos tan delicados, su piel tan blanca, su figura tan esbelta, hermosa en serio! Le saqué el cabello de detrás de la orejas y se lo puse en la cara, a los costados, normal, peinándola con mis dedos... mamita!. Qué chula, qué bonita se veía. Perfecta, ni una peca, ni una imperfección en la cara. Pálida, ojona, casi divina, su boca sonrosada no parecía de a deveras, parecía un dulce fino, un pastelito costoso, caro. La levanté de la barbilla y la volteé a mí diciéndole que si ya se había convencido que ella era la más bonita y le di un beso en los labios. Y no le mentí: sí, era la más bonita, Nena era la más sexi, arrasadora, ésta, la más guapa, la más bella, bellísima!.
-Ya te sientes mejor?, nos vamos?, no vaya a llegar una señora y me encuentre aquí.
-No, quiero hacer del baño.
-Bueno, te espero allá.
-No, tío, quédate conmigo, tengo miedo de sentirme mal otra vez.
-Pero...
-Ven, no me tardo, ándale!... me jaló de la mano y me llevo con ella a uno de los cubículos del baño.
Entramos a uno y se empezó a bajar el calzoncito rojo de su traje de baño hasta los tobillos, mirándome directo a los ojos, exhibiéndose, allí vi por vez primera su vaginita muy rosadita y lampiña. Se sentó en el escusado y me dijo que cerrara la puerta. Yo la iba a cerrar por fuera, desde luego, pero ella me dijo que no, que entrara con ella "porque se estaba mareando". Entré y desde luego, apenas cabíamos, mi entrepierna quedó a escasos 20 centímetros de su cara y mis rodillas rozando las suyas, justitos.
-Hay tío, estás bien piernudo, mira como tienes aquí, me dijo mientras me tocaba con sus deditos el músculo externo de los muslos, pero con su mirada fija en el bultón que se me empezaba a levantar en los calzones.
-Sí mi´ja, tú crees?, mira por dentro también, es que corro mucho, hago mucho ejercicio... le dije abriendo un poco las piernas con la intención de que me las acariciara por dentro también, cosa que hizo de inmediato apretando mis musculosas extremidades.
-Sí, verdad. Pero porqué si yo estoy en danza y gimnasia, no se me desarrollan tanto las piernas?, como a ti, mira!
-Tal vez más adelante, cuando crezcas más. Ya verás.
-Ojalá, tío. Quiero tener unas piernotas como las de Nena, que te gustan tanto, me decía acariciándome más rico.
-Cómo sabes que me gustan mucho las piernas de Nena?
-Porque te vi como se las besabas en la casa, cuando llegamos de la fiesta, se veía que te gustan mucho, se las lamías y mordías como desesperado.
-Pues no estabas dormida, pillina?
-No, si desde que veníamos en tu coche venía viendo como le agarrabas las piernas a mi prima y escuchando cómo se ponían de acuerdo para cuando llegáramos. Me hice la dormida y me fui a verlos, escondida.
-Y qué viste?
-Todo. Vi como la besabas bien rico y como le comías su esa, hasta que llegaron mis abuelos y tías de la fiesta y todos corrimos a nuestros cuartos. Desde esa noche tengo envidia de Nena. Tengo celos.
-No tienes porqué, Sarita, mira todo esto es tuyo, le dije agarrándome obscenamente toda la verga sobre el calzón.
Poco a poco fue subiendo las manos a la protuberancia inflamada de mi bikini, acariciando, recorriéndola y apretando suavemente todo el vergón ya bien parado que pujaba por abandonar el calzón. Yo me recargué en la puerta cerrada y sólo presenciaba la devoción con que me tocaba, embelesado con la suprema imagen de sus delicadas manitas, delgadas, blancas y largas, moviéndose con amor, sobre la apretada funda que me hacía la tela de la tanga de baño sobre y alrededor del vergonón enhiesto.
-Muérdelo, gatita, le pedí a la niña recordando las insolentes confesiones de mi esposa de que al maldito Sergio se la masticaba y al muy hijo de puta le encantaba.
-Ehh?, me respondió amenzada. Estaba hipnotizada con mi bultazo.
-Que lo muerdas, muérdeme el bulto Sarita, muérdemelo todo, preciosa.
La tomé de la cabeza y la acerqué a mi verga, se la tallé en la boca y no pasó mucho para que me la empezara a mordisquear toda, como si comiera plátano macho a tarascadas por los lados. No sé, tal vez por la protección de la tela del calzón, pero esa caricia me gustó mucho. La tomé del cabello y haciéndole un chongo en la nuca, de ahí la controlaba para pasarme su boca abierta por todo el chile de ida y vuelta, dándole tan duro con la verga que se me salió por abajo del bikini, por la pierna izquierda. Ya sin garra de por medio, la puse a morderme el garrote otra vez, qué rico!, con razón al pinche Sergio le gustaba tanto que mi esposita le matara a mordidas la vergota que tenía el infeliz. Perra mordelona!!
Sin mucho esfuerzo se la fui metiendo en la boca, sólo le puse la carita recargada en mi muslo y así, de ladito, se la fui hundiendo parejito entre los labios, primero entró la cabezona, luego 7-8 centímetros de apretada verga. Me incliné queriendo ver de cerca la invasión de esa boquita de aristócrata y la aplané de la cara contra mi pierna y con la otra mano me manejaba la verga, forzándosela en la boca, mirando como se la hacía un chipote en la mejilla dibujándosele la cabezota en el cachete. Luego la puse de frente a mí y formando el chongo de nuevo, se la metía y sacaba de la boquita de corrido, delicioso; ella se dejaba hacer dócilmente, ni las manos metía. Mi varilla corrugada de 2.5 pulgadas entraba y salía infame de esa boca encantadora y joven, infantil, sedosa y justa. Las venas de mi garrote hacían brincotear esos labios sonrosados cuando iban abandonando su boquita y luego se lo ponía de frente, que lo viera bien, que lo observara todo, imponente, grosero. Me movía a los lados, para que se balanceara toda la vergona, para que la gozara con sus ojos verdes.
-Te gusta, gatita?
-Sí... mucho... me gusta mucho... me encanta, está bien grande... bien fuertota... bien rica.
-La quieres chupar de nuevo?
-Sí, mucho... te la quiero chupar muchísimo... desde la noche de la fiesta me gustó mucho su sabor... ya te la quería chupar otra vez... ya me moría de ganas de comértela de nuevo.
-Abre la boquita y no metas las manos, ahí te va, no cierres los ojos, mírame a mí, le respondí y se la metí en la boca. Ella dócil y obediente la recibió hasta la garganta, hasta la campanilla, mirándome fijamente, con sus manitas descansando en sus piernas.
Al verla así, tan mansita, tan bonita, le saqué la vergotota de la boca y la forcé a que me lamiera los huevos, la cantidad de saliva que le salió era escandalosa, eran arroyos de baba, hilillos espumosos que le colgaban de los labios. La puse a que me frotara las ingles con la lengua, a que me mordiera los huevos, a que me los llenara de saliva bendita. Cómo le gusto!!, la separaba de mis hinchados testículos y se los acercaba de nuevo, pero la controlaba del chongo prefabricado, sin dejarla llevárselos a la boca, y Sara sacaba su lengua filosa, larga y como perrita quería alcanzarlos para seguirse alimentando de tanate de macho.
La levanté del escusado donde estaba sentada y le limpié la boca babosa con mi mano para meterle toda la lengua hasta las amígdalas mientras mi mano se dirigía a su papita, me impresionó mucho cuando sentí lo inundada que estaba, tan inundada como su boca cuando mamaba verga, encharcada y resbalosa. Impaciente, sintiendo la desesperación de sus besos y el ansia con que me atacaba la boca con la suya, le metí un dedo y luego otro moviéndolos en sus interiores con facilidad, apretaditos pero con la facilidad que daba la lubricación generosa que tenía la niñita en su cajoncito.
Mis dedos descontrolados se movían adentro de ella hasta los nudillos, completamente enterrados en su vaginita, con mi pulgar frotando su clítoris, ella sólo se quejaba de placer, nunca de dolor... Raro, no?
-No te duele, Sarita, no te duele que te meta los dedos así?, le pregunté al oído queriendo salir de dudas, impactado por la violencia de mis invasiones desconsideradas en su agujerito y la comodidad con que las recibía.
-No, tío... siento delicioso... haaay... haaayy... dale... haaayy.... qué rico...
-Pero porqué no te duele?, ya has estado con hombres?
-No, nunca, bueno sólo contigo... ahaaaahhh..., sólo contigo. Pero, dicen mis compañeras de danza y gimnasia, que con los compases... haaayyy...aaahhh... con los compases que nos ponen a hacer las maestras, ya no somos vírgenes... haaayyyy, qué rico me haces... será por eso... aaahhh.
Nombre!, para qué seguía investigando, no había tiempo qué perder. La volteé y la subí de rodillas en la taza del baño, de espaldas a mí. Le pasé la vergota por la vaginita cabeceándola rudamente, sin miramientos, sin preocupaciones y se la dejé ir poco a poco. Al principio se quejó un poco, luego sólo hubo quejiditos suaves cuando más de media verga le taladraba el chochito largo y muy mojado. La papita de esta pelirroja era la delicia de delicias, muy alargada, desproporcionada para su esbeltez y delgadez, hasta parecía filipina, no mexicana, ya ven cómo son las chinitas esas, de vagina muy alargada, grande a pesar de ser tan flacas, deliciosas de su perrito.
Luego me senté yo en el escusado, sobre la tapa y me la subí montada sobre la vergota, y a darle así otro ratito. Le saqué el top deportivo que le tapaba sus pechitos y me puse a chupar limón mientras ella seguía cabalgando verga. Muy escasita de senos, pero muy ricos y pálidos como toda ella; pero buena para coger, qué bárbara!!, escasa de carnes, flaquita, pero con una vaginita chupadora en serio. Sentía cómo me absorbía todo el fierro, como si me lo estuviera mamando con la pepa, y su cara... su carita... hermosa!, qué niña más agraciada de rostro, bellísima, bonita de a madre!, no me cansaba de comerme a besos esa boca y esa cara tan hermosísimas, tan angelicales!
Cuando sentí mi corrida llegar violenta, me la bajé y la senté en el inodoro, quería bañar ese rostro etéreo con mi lechona, quería dejarlo inundado y cubierto de mi venida, contemplar cosa tan perfecta nadando en mi leche. La puse frente a mí y le dije que se quedara quieta que le iba a gustar lo que le daría y me empecé a masturbar rápido y fuerte. Los chorros se sucedieron infames estrellándose en todos los puntos de su bellísima carita... en la frente, en la nariz, en los ojos, en su boca y barbilla, toda su belleza facial quedó guardada bajo una espesa capa, bajo una mascarilla de esencia masculina. Le abrí la boca y le puse la cabezota en medio de los labios, así, sólo así, sin moverla... contemplando mi obra. Luego me la empecé a exprimir, entregándole 3-4 goterones de leche que ella succionó tranquila.
La metí bajo una regadera y la dejé bañándose. Yo me salí a la alberca con las otra dos princesas. Sólo esperamos a la pelirroja y nos retiramos a casa.
Se me peló la morena de fuego, pero mal no me la pasé, para nada.
Ya tendría, y buscaría, otras oportunidades para consumar mis intenciones: Satisfacer completamente mi delirio por esa NENA... y el que ella tenía conmigo...