HISTORIA DE ANA (I)
Como es lógico no voy a dar mi nombre auténtico ni la ciudad en la que vivo, pongamos que me llamo Ana y que vivo en Madrid. Mi historia es y está siendo totalmente auténtica, no me siento mal en absoluto y, es más, me pongo canchondísima escribiendo este relato, por eso lo hago y por animar a gente como yo a que lo haga.
Tengo 36 años y no voy a dar mi descripción física porque se puede resumir en una sola frase, estoy muy buena. Estoy separada y tengo dos hijas, Beatriz de 12 y Carla de 10, que para su edad son espectaculares.
Debo decir que yo no siempre he sido así ni he hablado con tanta libertad, más bien todo lo contrario, durante buena parte de mi vida he sido muy tímida.
Estuve en un colegio interna y, aparte de un escarceo con alguna amiguita que yo no considero siquiera una experiencia sexual, poca cosa más. Eso sí, he sido toda la vida muy caliente y yo creo que me quedo la asignatura pendiente del sexo de la época de la niñez y adolescencia.
Hasta los 25 me consideré una persona "normal" con experiencias sexuales "normales" y heterosexuales. A esa edad y sin querer descubrí dos cosas sobre mi que me impactaron mucho; que me gustaban las mujeres y que si eran niñas mejor.
Supongo que habrá algunos lectores que ya se habrán hecho un juicio severo sobre mí y no me extraña, pero como ya he dicho antes, no me arrepiento de nada porque la vida me ha enseñado que TODO el mundo, puesto en las circunstancias adecuadas es capaz de hacer muchas cosas que antes consideraría totalmente inmoral. Eso si, es muy importante entender que para mi lo único que considero realmente inmoral en la vida es el engaño, la traición y, por supuesto, cualquier tipo de violencia sobre otra persona y no digamos un niño. Es decir, yo amo a los niños, como tal y como objeto sexual (si quieren), pero JAMÁS, haría daño a uno de ellos. Y no me pregunten que les haría yo a las personas (¿) que son capaces de hacerlo.
En fin, dicho esto contaré lo que me pasó a la edad de 25 años y cambió mi mentalidad y mi vida para siempre.
Estaba yo de vacaciones con mi abuela en una playa del sur de España. Por las tarde yo solía esperarla en un salón de la planta baja leyendo alguna revista. Uno de los días que estaba esperando estaba yo sola en ese salón leyendo, como siempre, y entraron una pareja de niños, que yo luego vi que eran hermanos. Una niña de unos 11 años y un niño de ocho o nueve. Estaban jugando y no les presté mucha atención esperando que no hicieran mucho ruido. Iban en bikini y bañador y se sentaron en un sofá enfrente de mí. Empezaron a jugar y me di cuenta de que jugaban a que ella era la madre y él era un bebé. Como digo, no di mucha importancia al juego hasta que la niña dijo:
"Toma mi bebé, toma la lechita de mamá "
Yo levanté la vista y vi como el niño "mamaba" del pechito incipiente de la niña como si fuera un bebé glotón. La verdad es que me impactó bastante aquella escena y empecé a sentirme incómoda. Lo que pasó a continuación es lo que de verdad hizo que, por primera vez en mi vida, me mojara completamente ante la visión de una escena de sexo infantil. La niña levantó la vista clavó sus ojos en los míos con una sonrisa mientras decía: "No pares mi niño, no pares " Era totalmente evidente que la zorrita estaba gozando sexualmente como una loca con el chupeteo del inocente hermano y me lo estaba "contando" con los ojos.
La situación no duró más de diez minutos, pero debo decir que nunca me había sentido tan caliente hasta entonces como hasta ese momento.
Fui bruscamente interrumpida por la entrada de mi abuela que, naturalmente, no se dio cuenta de nada. Yo me levanté y le dediqué a la niña la mirada más sexualmente perversa que fui capaz de lanzarle. Ella me devolvió un beso a la vez que me miraba de arriba abajo haciendo una extensa parada en la zona de mi coño que se marcaba en mis pantalones. Después me lanzó un beso al aire.
Esa noche, completamente aturdida, no reconocía mis sentimientos y tenía una clara lucha interior, pero a su vez me entregué a las mayores fantasías con esa niña después de su "seducción" a distancia. Hice memoria y si recordaba haberla visto por la piscina y en la playa pero sin ningún interés por mí parte.
Pasaron dos días y a la niña es como si se la hubiera tragado la tierra. Me sentía totalmente desvalida, traicionada y profundamente triste. Algo que se había despertado en mí tenía que salir a toda prisa. Estaba profundamente enamorada de esa niña y quería tener las más profundas experiencias sexuales con ella.
Es curioso lo pronto que una cambia de "bando". Si me hubieran contado una día antes una historia similar, la hubiera considerado la de una pervertida. Sin embargo hoy me parecía la más apasionante historia de amor.
Después de casi tres días me encontraba muy mal. Además mi abuela tuvo que irse a terminar unos asuntos con unas fincas que poseía en una comarca cercana y que era el motivo real de nuestro viaje, por lo que estaba sola y no tenía ni siquiera con quién charlar.
Serían las cuatro y media de la tarde cuando entré en el ascensor del hotel dispuesta a dormir una siesta que me relajar y me hiciera el tiempo menos cruel. Estaba dentro del ascensor sola cuando se empezaron a cerrar las puertas y de pronto una pequeña mano las detuvo. Las puertas comenzaron a abrirse de nuevo y como una aparición allí, delante de mí, estaba la niña objeto de mis sueños. Debí poner tal cara de felicidad que ella se le escapó una risita a la vez que entraba. Iba vestida con el mismo bikini de la tarde famosa y yo no podía apartar mis ojos de ella.
"Hola", dijo ella muy sonriente y alegre.
Yo no sabía que decir " .voy al segundo piso", balbuceé.
"Lo sé", dijo ella y me dio un vuelco el corazón. Sabía donde me alojaba. "También se que te llamas Ana, ¿A que si?".
No fui capaz de decir palabra y solamente afirmé con la cabeza y la boca abierta. A ella le entró de nuevo la risa.
Llegamos al segundo piso. La puerta se abrió y yo comencé a salir. Fueron unos segundos que me parecieron eternos porque no sabía que iba a pasar a continuación. Yo no había leído esta parte del guión de mi vida. Me di la vuelta y por un momento el mundo a mi alrededor se derrumbó y me quise morirme en ese mismo momento, pues las puertas empezaron a cerrarse y la iba a perder de nuevo. No sé de donde me salió la decisión, pero está claro que no fue un acto consciente porque de pronto, ante el temor de volver a perderla me sorprendí a mi misma sujetando las puertas del ascensor y diciendo:
"¿Quieres venir a mi habitación?"
"!Si!", saltó desde dentro del ascensor como si tuviera un resorte y lo que hacia unos segundos era negrura y desolación se convirtió en el día más radiante de mi vida hasta ese momento. De pronto se abrieron ante mi unas expectativas inimaginables para mi hace tan solo tres días y eso me excitaba sobremanera.
Tuvo un momento de titubeo y dijo "¿Y tu abuela?" Una vez más me sorprendí de que supiera algo de mí. Era evidente que se había fijado en mi y eso me daba una seguridad en la situación que, a todas luces, me era muy conveniente. "No está. Está de viaje". Se le iluminó la cara y comenzó a canturrear y correr a saltitos mientras se dirigía a la puerta de mi habitación. ¿También sabía cual era? No salía de mi asombro y cada vez me gustaba más aquella niña porque parecía tener las ideas muy claras con respecto a mí.
Abrí la puerta de la habitación y a partir de ese momento no supe en absoluto que hacer. Ella correteaba de aquí para allá, abría la neverita, se asomaba a la terraza, siempre canturreando y dando vueltas sobre si misma. Yo me senté en el borde de la cama y no paraba de mirarla ensimismada. De pronto, se vino hacia mi y se sentó en sobre mis piernas. Me miro, me sonrió. Yo no sabía que hacer. Estaba totalmente aturdida y a su entera voluntad. Me miró fijamente y me besó en la boca. No era un beso casto o un beso inexperto como se podría esperar de una niña de su edad. Era un beso apasionado y algo agresivo, pero el más dulce de los besos. Metió su lengua en mi boca y ese fue para mí el punto de arranque. Fue como si me hubieran encendido. Le devolví el beso más apasionado que jamás había dado, la abracé y comencé a acariciar todo su cuerpo. Estuvimos así durante cinco minutos al menos y casi nos ahogamos. Tanto que nos entró la risa a ambas. Separamos nuestras bocas y en ese momento caí en la cuenta de que no sabía su nombre.
- ¿Cómo te llamas?, le pregunté.
- Alicia, me dijo
- Alicia, eres la cosa más bonita que me ha pasado en la vida. Te deseo con toda mi alma., le dije.
- Y yo a ti, Ana, me dijo y comenzó a acariciarme los muslos.
- Alicia, yo no sé si debería hacer algo así con una niña como tu. Tengo miedo a hacer algo que tu no quieras, le dije.
- Ana, SI quiero. Quiero que hagas conmigo lo que quieras, que me comas entera, que me hagas correrme mil veces, que me hagas explotar el coño, que me abras el culo y te metas en é, todo. ¿Entiendes?
Me quedé estupefacta. No podía creer que una niña de 11 años hablara así. A la vez algo había explotado dentro de mí. Las más bajas pasiones sexuales se despertaron de pronto en mí y las saqué a flote.
- Alicia, mi amor, voy a hacer con tu cuerpo lo que jamás te han hecho. Voy a hacerte gozar tanto que no vas a querer que saque mi lengua de tus agujeros, le dije con mi voz más "sucia".
Sin pensárselo dos veces se quitó en un santiamén el bikini y empezó a desnudarme a mí tirándome contra la cama.
Mi amor , le dije.
Ana .mmmm eres una guarra, ¿sabes?, me dijo.
¿Por qué?, le pregunté
Por como me miraste el otro día, me contestó. Yo solo quería darte un calentón y casi me violas allí mismo. Se rió.
Es que me pusiste a cien, mi niña, le dije
Lo sé, dijo ella con una seguridad que me volvió a chocar.
¿Siempre eres así?, le pregunté
Solamente con quién me gusta , me dijo con una sonrisa maliciosa.
Mi niña ..mmmmmmmmmmm vamos a ser muy felices, le dije. Mientras no abrazamos desnudas.
Ella volvió a besarme en la boca. Después bajo a mis pezones mientras me sobaba el chocho con una maestría que me hacia alucinar.
Ana, mámame, casi ordenó. Sin pensarlo dos veces nos dimos la vuelta y nos pusimos en posición de 69.
Asíiiiiiiiiiiiiiii, así, decía. Se ve que era hipercaliente.
Si mi vida, si sigue así, le decía yo.
La visión de aquel coñito sin pelos, rosado y totalmente mojado me volvió loca. Me tiré a por él como una loba. No sé si eran las ganas que ambas teníamos en que aquello ocurriera y lo calientes que estábamos, pero el caso es que corrimos dos veces seguidas en el espacio de veinte minutos, después de meternos la lengua por los chochos y culos hasta los mas profundo de nosotras. Yo no quería perder ninguno de los olores y sabores de los que me estaba adueñando. Emanaba sexo por los cuatro costados.
Yo estaba exhausta y ella también y chorreábamos sudor por todos los poros. Descansamos un rato y, más tranquilas, le pregunté que como era posible en una niña de su edad un comportamiento sexual tan experto y caliente. Me contó, bajo juramento de guardar silencio que su madrastra la había enseñado, a espaldas de su padre, claro, desde los siete años. Pensé en la mujer que acompañaba frecuentemente a los niños y en ese momento la vi como a una maravillosa pervertida a la me gustaría tener entre mis piernas en ese momento.
Pasaron los días y seguimos siempre que pudimos y en las situaciones más inverosímiles practicando nuestros encuentros sexuales, cada vez más fogosos. Me hizo jurar que nunca me acercaría a su madrastra y así lo hice, aunque bien es verdad que, una vez abierta mi caja de Pandora del sexo, me hubiera gustado muchísimo tirarmela.
Llegó el día de marchar. Era un día muy triste. Vivíamos en ciudades distintas y aunque ya lo habíamos arreglado para seguir viéndonos en viajes esporádicos que yo hiciera a su ciudad, iba a echarla mucho de menos. Realmente me había enamorado de esa niña.
La última tarde que pasé en el hotel lo arreglé todo para que pudiéramos vernos tranquilamente y alquilé una habitación extra con la excusa de tener que hacer un trabajo. Una excusa un poco tonta, pero me daba igual. No sabia por qué, pero no tenía el más mínimo miedo de alguien descubriera mi relación a todas luces ilegal, puesto que Alicia era muy lista y lo hubiera negado todo.
Después de una buena ración de sexo en la habitación que había alquilado, estábamos tumbadas en la cama, abrazadas y descansando, pensando en como sería a partir de ahora. Al menos yo.
Ana, me dijo.
¿Qué?, le pregunté.
¿Qué te apuestas a que eres la mujer más guarra del mundo?, me preguntó.
Yo me quedé un poco extrañada y sonriente le dije, "¿Más?.
Mucho más, me dijo ella.
No se por donde vás
Ven conmigo. Se levantó de la cama y me cogió de la mano y me llevó al cuarto de baño.
Túmbate en el suelo. Me ordeno.
¿Para qué?, pregunté inútilmente.
Tú túmbate. Me volvió a ordenar. Me tumbé y cuando estaba así se puso de pié justo encima de mi cara. Lo que me dijo a continuación me dejó de una pieza.
Ana, ¿Cuánto darías porque ahora mismo me meara en tu boca?
Una vez más aquella niña sabía sacar de mi lo más bajo y sucio. Después de unos momentos de sorpresa y casi sin tiempo, algo cambió dentro de mí y me convertí en la más ansiosa guarra y cerda que había en España en esos momentos. Sin dudar, le dije a Alicia.
Mi amor, ¿Cómo puedes saber sacar de mi lo que ni siquiera me imaginaba que llevaba dentro?, Mi vida, claro que si, por favor, méame, méame hasta que te quedes seca . No había terminado de hablar cuando del maravilloso cochito imberbe de mi amante salió un chorro amarillo y caliente directo hacia mi boca. Yo lo bebí ansiosa todo lo que pude y me bañé en aquella maravillosa meada hasta quedar fría. Finalmente me miró y sonriente me dijo, "Es verdad que eres una cerda " y nos reímos con ganas.
Era tan lista aquella pequeña niña que no había yo empezado a sugerir con la mirada que si a ella también le gustaría lo mismo que sin pensarlo dos veces me dijo, "Claro que si, mi cerdita Ana, quiero beberme una buena meada de mi amor". Nos cambiamos las posiciones y, aunque me costó un poco, finalmente eché una meada de campeonato sobre la cara, boca y cuerpo de esa adorable niña.
Después de restregarnos por el suelo del cuarto de baño cubierto con nuestras meadas y hacer un 69 bestial, nos corrimos las dos a la vez con la lengua en lo más profundo del culo de la otra, saboreando mil deliciosos sabores.
Antes de despedirnos definitivamente me dio un paquetito y me dijo: "Toma, un regalo para que pienses en mi". Cuando más tarde lo abrí vi que contenía el famoso bikini y un par de bragas realmente usadas con buenas marcas de todo tipo. Realmente aquella niña era la guarra más guarra que había conocido y, ¡Dios! , como la amaba.
Esta primera parte de mi historia quiero dejarla aquí. Otro día os contaré como Alicia y yo nos seguimos viendo en distintos viajes y como llegamos a realizar las guarrerías más inimaginables.
Después de los años he practicado y practico todas las variantes sexuales y especialmente con aquellas niñas que se cruzan en mi camino. En ese camino tengo dos muy especiales. Mis maravillosas hijas.
Hasta la próxima. Besos.