SIN QUERER, QUERIENDO- 16
Buscamos un hotel y lo encontramos afuerita del centro de la ciudad. En la administración, Las Niñas, Mis Niñas, se sentaron en unos sillones del lobby y yo registré nuestro ingreso en habitaciones separadas. Pues sí, compañeros. No era el caso exponerse tan visiblemente. Así que a ultima hora, decidí "invertir en seguridad". Total, el dinero no era mío. Y aunque así fuera, ¿para qué exponerse a levantar suspicacias, tanto allá, como acá al regreso? Quería que esa noche fuera completamente relajada, no necesitaba distraerme o disminuir placeres prometidos, y tan esperados, con esas dos amazonas juveniles por la incertidumbre de no haber manejado bien las cosas y/o por haber dejado cabos sueltos. En esos tiempos fui muchas cosas, las que Ustedes quieran, ¿ESTÚPIDO?, no.
Cuando las habitaciones estuvieron registradas, nos fuimos a un Wall-mart a comprar ropa interior para las chicas y para mí, así como artículos de aseo personal para todos. No llevábamos nada, el viaje era de ida y vuelta. También compré cerveza y una botella de wishky para humedecer un poco la noche, cómo si eso fuera a hacer falta. En el departamento de farmacia pregunté por algunas pastillas anticonceptivas, ya me empezaba a preocupar por las continuas y abundantes descargas de semen a las que sometía a esas criaturas. Nena estaba al principio de su período, pero Sara estaba en mero en medio del suyo, en sus días más propensos y mis mocos eran muy metiches. No fuera a ser el diablo y por un descuido me hicieran padre y tío-abuelo al mismo tiempo, ¡SAFOS!
-Patek...- no sé qué- son ampolletas- me dijo la dependienta, respondiendo a mis preguntas- una antes, después o entre el acto, no hay problema.
-Ampolletas?, no tiene algo tomado, como cápsulas o pastillas?
-Usted me pide algo práctico. Y las pastillas son una diaria y calendarizadas. Esto es lo último y lo mejor que hay.
-Contra indicaciones?
-Pues no. Realmente no las hay. Es un "medicamento" muy noble.
-Deme dos con sus jeringas, por favor.
Cuando pagaba, en el mostrador vi un tubo de vaselina y lo agregué a la cuenta. Esa noche iba a ir de visita a lugarcitos que sólo conocía con mis dedos y mi lengua, ¡claro que sí!
Regresamos al hotel a eso de las 7:00 pm. La primera en protestar por haber pedido dos cuartos, en pleno elevador rumbo a las habitaciones, fue Sara.
-Porqué, tío?! Ahora que podíamos estar juntos toda la noche!
-Porqué qué?- preguntó Nena.
-Porque pidió cuarto para nosotras y para él, no te has fijado que le dieron dos llaves?- le respondió la observadora pelirroja.
-Apoco, tío?!- preguntó la morena algo incrédula y algo molesta.
-Tranquilas, tranquilas mis amores- les aclaré. Más vale así, ya veremos cómo nos arreglamos para estar en un cuarto los tres, ya sea en el mío o en el suyo. Pero por lo pronto debemos ser discretos y cuidadosos, ya se los he dicho muchas veces. Miren: Ustedes no llevan mis apellidos, ¡aguas! Eso es aquí. Y al regreso, quién sabe si no será mejor así: decir que cada quien tuvo su habitación. No sé, ustedes piénsenle. Ustedes conocen mejor a sus madres. No vayan sospechando algo... Cómo ven?
-Sí, verdad?- dijo Nena mirando a su prima, preguntándole.
-Se me hace que sí tienes razón, como siempre, jijiji- secundó Sara sonriéndose ya más controlada. Razonando las cosas.
Entraron a su habitación y yo a la mía. Eran contiguos los dos cuartos. No lo supuse, ya que los números no eran seguidos, uno era el 208 y el mío el 210. Pensé, cuando me los asignaron, que estarían uno frente al otro. Tal vez el tipo del mostrador decidió dármelos así, yo no lo solicité, bueno, pues gracias!. Quedamos de bajar a tomar una soda al restaurante, después de darnos un merecido regaderazo, les di un beso a cada una en la boca y les dije que me esperaran a que yo les tocara cuando pasara por ellas. Cuando estaba desnudo completamente para meterme a bañar, tocaron a mi puerta. Me envolví en la toalla y, suponiendo que sería una de ellas en busca del primer round, me encaminé a la puerta.
Cuando la abrí, no había nadie. Saqué la cabeza y revisé el pasillo, estaba vacío y la puerta de ellas estaba perfectamente cerrada. Cerré de nuevo y, al encaminarme al baño, otra vez: toc, toc, toc. Oooh que la!... Cuando me devolví, ubiqué los toquidos en una puerta que yo suponía era de un guardarropa o algo así. Le quité un seguro que tenía cerrándola por mi lado y la abrí, y que va apareciendo!...
Nena, el amor de mis amores! Con su mini, la blusa abierta y sus tacones puestos. Las habitaciones estaban inter-comunicadas por dentro por esas puertas. Cada cuarto tenía una, empalmadas, que se cerraba por dentro, correspondientemente.
-Tío, te luciste!- me dijo la Reina pensando que eso era cosa mía, echándose en mis brazos a besarme tomándome del cuello.
-Para que vea mi amor- le dije, chupándole los labios y sujetándola de la cinturita, pegándole el monstruo que se escondía bajo la toalla. No le quise aclarar lo de las puertas. Ni yo mismo me creía tanta suerte- Y Sara?
-Me ganó el baño. Yo me puse a curiosear en el cuarto y cuando abrí esta puerta te toqué. Estaba segura que daba a tu cuarto!- me respondió continuando con sus besos de lengua y acariciándome la cara y el pelo con sus manitas tibias.
La verga se empezó a despertar al sentir las puntitas de sus senos calándome en el pecho, traía la blusa desabotonada. Nos dábamos lengua a todo vapor y nos acariciábamos como auténticos enamorados. Yo estaba recargado en un mueble, así que podía agenciarme su boca y su cuerpo sin batallar demasiado. Le subí la faldita y se la puse de faja, agarrándome con ambas manos de esas enormes manzanas que tenía por nalgas esa adolescente exasperante. Le dije al oído que me quitara la toalla y me enderecé, poniéndome de pie frente a ella, acariciándole la carita y el cabello. Cuando la toalla cayó, la verga respingó y la golpeó en el abdomen, quedando depositada sobre su estómago, casi hasta donde empezaban sus senos.
-Ay, tío. Qué vergota tienes!- me dijo mirando hacia abajo, a la cabezota apuntando a sus labios.
La volteé para arriba, tomándola de la cara y la besé de nuevo mientras ella se apoderaba del mazo con sus manos y lo jalaba muy despacio, sintiendo como crecía poco a poco, hasta el tope. Me fui bajando por su cuello hasta que llegué a sus chichitas puntiagudas y se las besé un poco. Seguí bajando y me puse de rodillas. La volteé y la recargué en el mueble, dándome la espalda, o más bien, dándome las nalgas en la cara. Las abrí y le metí la lengua entre ellas, queriendo alcanzar su culito lindo. Ella se resistió. Se me hizo raro, pero le seguí lamiendo el hoyito. Le subí una pierna al borde del mueble y metí bien mi lengua en su papita rica, a lamerla toda, pintándola con saliva. Otra vez se resistió, alejándose de mí y separándome de ella con una de sus manos.
-Qué te pasa, mi amor?, te molesta- pregunté.
-No, tío. Es que me siento sucia. Todo el día sin bañarme... tal vez huela feo...
Pues no. Para nada, no le olían nada mal sus rinconcitos. Ni por el palito de en la mañana, ni por el ajetreo de la jornada de compras y las dedeadas que le anduve dando todo el día, para nada. Deliciosa la niña. Olía a carne fresca, eso sí.
-Nombre, mi cielo. Hueles a princesa, mamacita. Hueles riquísimo- le respondí sumiéndome de boca completamente entre sus nalguitas, para que viera, para comprobarle que le decía la verdad. Saqué toda la lengua y la forcé sobre esas partecitas tan apetitosas.
-Aaahhh, qué riiicooo- me respondió cuando sintió mi lengua bien adentro de sus tibias carnitas, de sus sensibles labios vaginales y el los bordes del culito. Su mano ya no me retiró, al contrario, me tomó un mechón de cabello y lo usó de agarradera, para presionarme la cara sobre y entre sus traseros.
Así de rodillas, me puse a pensar en eso de los olores del día y me froté la cabezota de la verga con los dedos, me separé de ella momentáneamente y me los olí. ¡Puta madre! Esa sí que apestaba a rata muerta. Le lengüetié el chocito un par de veces más y me puse de pie. Me rasqué la cabeza, hasta sentía piojos, me cae. Miré la puerta del baño y le dije:
-Quítate la ropa, Nena. Vamos a bañarnos- convencido de que el que requería de un baño urgente, era yo y mi hediondo compañero.
Se deshizo de la falda y de la blusa, era todo lo que llevaba puesto y nos fuimos al baño, tomados de la mano. Mientras se calentaba el agua seguimos en la cosecha de besitos y arrumacos. Me senté en el escusado, sobre la tapa y la separé de mí, casi un metro. Quería ver completamente, sin prisas y sin reservas todo el poderío del cuerpo de esa Diva Imperial, sólo subida en sus zapatos de tacón. Cuánta exquisitez!, no había duda: Era y es, hasta la fecha, la niña-mujer más hermosa que mis ojos pudieron llegar a ver, y que mis manos pudieron llegar a disfrutar. La atraje a mí y le deposité un beso en pleno ombligo alargado, armonioso, agraciado. Le lamí todo el abdomen y la pancita plana y bruñida mientras mis manos recorrían de abajo para arriba sus poderosas y largas piernas y sus redondísimas e inflamadas nalgas. (Y si preño este abdomen tan hermoso? ¡Total!, me vale madre lo que pase)- pensé, neciamente, socarronamente, botaratemente enamorado. Trastornado por tanta perfección, por semejante preciosidad que ya sentía totalmente mía.
¡Ay huey!, reaccioné y le dije que se metiera a la regadera, que yo no me tardaba. Fui y preparé la jeringa y un kleenex empapado con loción para después de afeitarse, y regresé con ella.
-Te voy a poner esta inyección, mi amor. Acércate- le dije en el borde de la ducha.
-Para que es, tío?
-Estoy echándote adentro mucha lechita, mi vida. Esta evita el embarazo.
-Duele?- preguntó. ¡Era una niña! Eso es lo que realmente le importaba, no para lo que sirviera la medicina.
-Poquito. Lo prometo.
-Bueno.
La aguja se fue como si fuera de aire. En semejantes nalgas de repisa escurriendo de agua, ya sabrán lo que se batalló para que entrara, ¡nada! Le sobé el piquete con el paño de papel impregnado de alcohol y ni se quejó.
-Listo. Dolió?
-No. Para nada. Qué miedosa soy, verdad, tío.
-Algo. Pero a lo que te voy a meter ahorita, ya no le tienes miedo. Verdad?, mamacita!
-No. Pero ya vente, papacito. Ya traigo ganas, jijiji.
Me deslicé bajo de la ducha, con ella y empezamos otra vez a besarnos y acariciarnos. Qué delicia! Era la primera vez que estaba con ella en la regadera. Qué cosa más memorable sentir su cuerpo pegado al mío bajo la acción del agua. Nos enjabonamos y nos lavamos mutuamente. Sus manitas lavaron mi espalda, mi pecho, mis piernas y desde luego, mis testículos y mi vergota, derecha como palo de closet. Sus manos enjabonadas se deslizaban con ternura por todo el cañón, recorriéndolo sabroso y resbaloso. Una manita me lavaba bien la cabezota hinchada y la otra el tronco venoso y duro. Obligándome a ponerme de puntitas, recargado en la pared y sacando bien mi abdomen, mirando sus ojazos, con sus largas pestañas inundadas de agua, interesados en las dimensiones que sus movimientos lavatorios habían provocado. Eran cerca de las 10 pulgadas de verga, las que esa niñita traviesa había logrado sacarme de carne del bajo vientre, en forma de macana policíaca enjabonada.
-Que bárbaro, tío! Mira cómo se te pone, bien grande...
-Síguele, mi alma... mmmmhh... se va a poner más grande... mmmhhh... qué ricas manitas tienes, chiquita...
La vergona casi le rozaba el mentón. Ella no la dejaba de frotar con jabón en sus manos, exprimiéndomela bien, a conciencia. Ya no me la lavaba solamente, me la ordeñaba toda, desde la base hasta la punta, muy fuerte, dejándola hecha un verdadero animal inmoderado y desbocado. Muy callados, sin abrir la boca estábamos viendo cada quien, el prodigio que esas lindas manos de uñas largas y cuidadas estaban haciendo en la bestia, cuando...
-Qué están haciendo sin mí?- era Sara que vino de su cuarto con nosotros- eeehh!, ni me avisan. Y esas puertas?, de dónde salieron?- preguntó.
-Yo las encontré y le toqué a mi tío- le respondió Nena, sin dejar de "lavarme" la vergonona.
-Qué le haces a mi tío? Mira cómo lo tienes!- le dijo mirando la deformidad que su prima tenía en sus manitas.
-Lo estoy bañando. Mira cómo se la estoy poniendo.
-Híjoles!, manita. Ya como lo tienes! Bien grande que se la pusiste...
La morena enjuagó el animal y no sólo ellas, sino yo también, nos quedamos impresionados de ver el estado en que lo había dejado. Parecía otra verga, la vergona de otro hombre. Enormemente grande y cabezona, monstruosa! El agua caía sobre el lomo y rebotaba a sus impresionadas y hermosas caritas. Nena la soltó y las dos la observaban en silencio, asombradas del calibre de tranca que tenían tan cerca. Yo permanecí de puntas en mis pies y con mis riñones bien echados para delante, respingándola en sus caras.
-Qué, mis amores?- les pregunté forzándola a dar más brinquitos.
-Qué cosona, tío- balbuceó Nena llevándose una mano a la vaginita, sintiendo cómo sus hormonas el empezaban a quitar el control sobre su cuerpazo voluptuoso.
-Qué rica la tienes, está bien bonita y bien buena- secundó la otra tocándose la boca con los dedos, también en un acto involuntario.
-Chúpala, Sarita, cómetela, mi vida- le pedí, observando cómo se le formaba gran cantidad de saliva en las encías y en los labios colorados y cimbrándola otro poco a los ojos de las dos.
La pelirroja se inclinó afianzando como pudo la vergota por el tronco, su manita no alcanzaba ni a rodear la mitad, y se dispuso a mamar calabaza, pues en eso traía convertida la cabezona del fierro, que fue lo único que pudo chupetear y mordisquear. Era la primera vez que no se pudo meter la cabezota y parte de la verga en la boca. Tanto ella como su hermanita, Nora la rubia, eran de boca grandecita y podían con ella, pero Nena tenía la boquita más chica que ellas. Mientras una se apoderaba oralmente de lo que podía de mí, tomé a la otra y le introduje la lengua en la boca. Ella misma me tomó de la mano y la depositó entre sus piernas para acariciarle la vagina. Nena estaba de verdad ardiendo. Su osito rezumbaba de babita y estaba muy caliente. A pesar de que el agua de la regadera estaba tibia, sus partes lo estaban más.
Con una mano le frotaba la papita y con la otra la colita, poniéndola en puntas y casi separándola del piso, de lado a mí, sin dejar de explorar su boca con mi lengua. La pobre niña se ahogaba en mi aliento, esa caricia doble en medio de su anatomía, la estaba perdiendo totalmente. Mis dedos podían tocarse unos con otros debajo de su cuerpo, en verdad la rozaba muy fuerte con mis manos. Dos dedos, el medio y el índice de mi mano los deslicé dentro de su chochito y el medio de la otra, lo empecé a forzar en su culito apretado. Sentí cómo entró la primera falange y sin esperar, lo hundí hasta la mitad. Ella abrió sus ojos para mirarme fijamente y yo le devolví la mirada y la besé con más pasión todavía, dejándole mi dedón a medias en sus hoyito lindo. Penetrándola doblemente por vez primera, por la vaginita y por el culito.
Sara se puso de pie, dejando a Mostrenco solo. Se ubicó dándome la espalda y frotándose en él, como si fuera bailarina exótica, reptando con sus nalguitas en mis piernas, pasándose la vergononona por el espinazo. Dejé la delantera de Nena, pero seguí en la trasera con mi dedo. Con la mano libre acomodé a la rojilla y doblé un poco mis piernas, para poder acceder a su vaginita; aunque la niña era alta y de piernas largas, sí que era más pequeña que yo. Con su manita por entre sus piernas alcanzó la verga y se la apuntó al centro mismo de la Gloria. Se la pasó una media docena de veces por la rendijita y se empezó a rempujar en mi contra, buscando la penetración. Le fui metiendo la cabezota poco a poco, la sentí inusualmente cerrada, y luego el tronco hasta la mitad. Ella misma se empezó a asesinar solita, sacándose y metiéndose el chilón en impulsos largos y lentos.
Empotrada en mi dedo, mi Nena miraba para abajo, recargada en mi pecho, la manera en que le abría las entrañas a su delgadita pero tragona prima. Se veían cerca de 15-16 centímetros de tronco venoso, cuando Sara iba de salida y, poco a poco, se los iba consumiendo con su vaginita elástica y deliciosa. Los labios de la papita de la niña se plegaban al tubo de la verga, parecían una boca gigante mamándome la talla completa. Era un espectáculo grotesco, parecía imposible que semejante infamia fuera posible.
-Está demasiado grande- dijo Nena suspirando.
-Qué cosa?, mi vida- le pregunté hincándole el dedo otro poquito en el culito, sintiéndolo casi completo dentro de ella.
-La cosita de Sara... aaahhh....está demasiado grande- me aclaró. Estaba sorprendida, como yo cuando la vi por vez primera, con la vagina larga y amplia de su prima.
-Y la tiene deliciosa. Ya se la has probado?
-No. Mmmhhh...
-Sólo ella te ha comido a ti?
-Sí. Aaaggghh...Yo nunca... mmmhhh...
-Está muy rica. La quieres probar?
-Sí... mmmhhh.... si tú quie.... mmmhh... res... se la... aaahhh... se la como...
-Debes ser tú la que se la quieras chupar, mi vida.
-Sí... mmmhhh... sí me... la quiero.... aaahhh.... comer... mmmhhh.... se la quie mmmh ro chupar
-Voltéate, ponte a su lado- le dije sin sacarle el dedo de la colita y cerrando la regadera.
Cuando las tuve así, empinaditas delante de mí, pude comparar sus traseritas lindas. La de Sara, recogida, enjuta, esbelta pero muy linda con mi verdugón bien metido entre las nalgas albas y rosaditas. La de Nena, desafiante, amplia y ampulosa, redonda y cachetona con mi dedo hasta el tope entre sus nalgotas doradas y brillantes. Saqué mi medio del culín de la morena y la macana del vaginín de la pelirroja y la cambié al orificio fecal de Nena. Se lo empujé un poco, pero ella se quejó y se me retiró medio asustada. La dejé por la paz. Empezábamos, otra vez, con sus temores añejos al grosor y tamaño del animal; ya habría oportunidades nuevas, la faena apenas empezaba.
Les dije que nos fuéramos a la cama King-Size, que ambas habitaciones tenían, y nos salimos empapados. Retiré el cubre cama y dejé las blancas sábanas. Ellas se recostaron y yo fui a donde tenía la otra inyección y la preparé para Sara. Regresé y le dije que se pusiera boca abajo para aplicársela. Desde luego que preguntó, pero Nena y yo le aclaramos el efecto de la misma y se dejó inyectar sin mayores problemas al respecto. Cuando terminé le sobé con alcohol y le dije a la morena que le lamiera la nalguita para que le pasara el dolor y yo me senté en un sillón al lado de la cama. La pelirroja permaneció acostada, sintiendo la fresca lengua de su prima en la nalga lastimada, dejándose lamer dócilmente. Luego le dije a Nena que le relamiera en medio de las pompis y le lamía todo el surco comedidamente, haciendo que Sara cerrara sus hermosos ojos y se estremeciera toda.
Cuando la Reina le dejó el culito bien ensalivado a su prima, la volteó y la puso boca arriba. La flaquita abrió sus largas piernas ofreciéndole su vagina larga y muy abierta por la cogida que le di en la regadera, cinco minutos antes. Mi Amor, se metió en medio y comenzó sus besos y caricias lenguoncitas. Aprendió rápido! Sara se levantaba del colchón, impulsándose con sus pies al sentir la traviesa lengua de La Diva en el cuello de su vagina, moviéndose lúdicamente, seguramente recordando cómo yo se la movía interiormente a ella cuando me ahogaba entre sus piernonas fantásticas.
Cuando las vi bien encarriladas, me fui a su habitación y tomé el teléfono para marcar a casa, para informar que ya estábamos acomodados y que no había novedades. Me senté en la cama y desde allí las veía retozar alegremente. Me contestó Daniela, la mamá de Mi Reina.
-Bueno?
-Dany?
-Sí.
-Soy yo. Cómo estás?
-Bien, mi amor. Ustedes, cómo van?
-Te dijo tu mamá lo que nos pasó?
-Ay sí. Qué terco papá. Nunca hizo caso de que checara esa camioneta de vez en cuando. Es grave lo que le pasó?
-No. Pero es riesgoso viajar así.
-Entiendo. Y las niñas?
-Están en su cuarto. Las dejé para que descansaran un poco y se dieran un baño. Al rato las llevo a cenar y a pasearnos un poco.
-No están juntos? En un mismo cuarto?
-No. Les renté su propia habitación.
-Ay, mi amor. Para qué gastas? Ellas podían dormirse contigo. Total, es una noche nada más.
-No, cómo crees? Ya casi son una señoritas, necesitan privacidad. Quieren hablar de sus cosas, moverse a gusto por la habitación, ver la tele, etcétera. Tal vez no me lo digan, pero yo debo entenderlas e interpretarlas, no?
-Mmmm, mi amor. Qué felices serían si sus papás fueran como tú. Eres lo máximo. Por eso te quieren tanto.
-Y yo las quiero como si fueran mis hijitas. Las adoro.
Desde allá podía verlas. Ya Nena se había salido de entre las piernas de la Rojis y ambas estaban en su consulta besucona. Se devoraban! Sara ya tenía a Nena recostada en la cama y se tendía sobre ella comiéndole la boca y recorriendo con sus blancas manos los sinuosos contornos del cuerpazo de la Diosa. Mostrenco, que nunca dejó de estar bien duro, babeaba con furia, como si oliera a la distancia las pieles y los pliegues de las adolescentes libertinas que se gozaban a 15 metros de distancia, en la otra cama.
-Y tú? Cómo estás? Cómo está mi amiguito, bueno, mi amigote?- preguntó mi cuñada.
-Bien. Paradote como siempre- le respondí jalándomela lentamente, sin dejar de mirar el espectáculo que me daban mis desenfrenadas sobrinitas.
-Y porqué la traes parada?
-Es que me di un baño y me recosté. No sé, me siento muy relajado y se me paró bárbaro.
-Mucho?
-Bastante.
En eso las niñas se separaron y me buscaron, encontrándome en su cama, recargado en la cabecera y jalándome bien el animal. Les hice señas de que vinieran a mí y de que hicieran silencio. Ellas se acercaron de puntitas y yo las acomodé entre mis piernas, panzas a la cama con sus caras frente al garrote casi a punto de estallar. Entre las dos, a cuatro manos, la empezaron a acariciar y a besar mientras yo seguía con Daniela al teléfono. Alcancé el control remoto del televisor y lo encendí.
-Qué tan grande la traes, mi amor?- preguntó mi cuñada en voz baja. Al parecer alguien andaba cerca de ella.
-Reventándose. Bien cabezona y dura, como a ti te gusta.
-Mmmm qué rica. Hubiera ido contigo.
-Para qué?- le pregunté, viendo a su hijita, Nena, con la cabezota entre sus labios, chupando del agujerito mión la babilla que me salía del fierro.
-Para comérmela toda.
-Se me hace que no te cabe en la boca.
-Tan grande la traes?
-Sí, demasiado. Ando muy caliente... mmmhhh... Nenitaaaa- me quejé al sentir la lengüita de la Reina tallándome el orificio del glande, sacando toda la miel que pudiera y a Sara lamiéndome los huevos con esa lengua tan filosa y larga, muy cerca de mi escroto.
-Te la estás agarrando acordándote de mí?
-Sí. Me la estoy jalando toda, mamacita... mmmhhh...
-Qué rico le haces. Te quejas como cuando te la estoy mamando.
-Mmmmhh, sí verdad?
Las Ninfas dejaron por la paz mi tolete y se recostaron boca arriba a mis pies, una enseguida de la otra abriéndose de piernas y mostrándome sus vaginitas lampiñas de 13 años recién cumplidos, citándome, invitándome a colgar y a acudir a esos rincones húmedos y resbalosos. Las dos se pasaban los dedos por allí, mirándome a los ojos hablando por teléfono. Ambas se masturbaban viciosamente, muy despacio inundándose las brillosas rajitas que estaban produciendo caldillo en cantidad industrial. Yo seguí con las caricias manuales alrededor y de abajo para arriba y viceversa del monstruo, apuntándolo a la vagina de cada una.
Cuando se lo apuntaba a Sara, ella abría más sus piernas y hacía movimientos pélvicos, como si me la cogiera a la distancia. Luego, cuando se la apuntaba a Nena, lo mismo, pero ésta abría también su boquita y entre cerraba sus ojos, como si en verdad sintiera que le rellenaba toda la papita de camote. Linda que se veía mi Amorcito! Incluso empezaba a temblar, a descontrolarse como la primera vez que la tuve completa para mí, en la tienda de su madre, aquel domingo en que casi pierde el sentido de lo caliente que la puse. Su cuerpo le ganaba a su psiquis de notable manera. Era demasiado cuerpo para una chiquilla tan pequeña, para una mente infantil todavía.
-Bueno, ya colguemos. Mañana me reporto. Se me hace que las niñas ya tienen hambre. Las voy a llevar a cenar algo rico, a que coman bien.
-Te vas a quedar así? No quieres que te ayude a descansar?
-No. Ahorita aviento toda la lumbre pensando en tu boca, en que te atraganto toda de mecos y te lleno la cara hermosa que tienes de leche caliente.
-Qué rico! Guárdame un poco para comérmela toda, mi amor.
-Ok. Nos vemos mañana.
-Cuídense. Te amo, baye.
Cuando colgué me fui y me acomodé entre las super extremidades de Nena y le apunté el cernícalo directo a su vaginita inundada y humeante. Se lo fui entregando hasta que ya no pude avanzar más, sintiendo como su respiración se interrumpía durante todo el viaje de mi decena de pulgadas sumergiéndose de seguidillo en su cuerpo amado tan caliente... muy caliente y suave. Afiancé mis rodillas en el colchón y mis brazos de su cintura y por vez primera, en una cama auténtica y a la antigüita, se la metía y sacaba como lo que era, MI MUJER.
Sara sólo presenciaba en silencio nuestro baile de amor. Ni siquiera participó con sus manos acariciándome a mí ni a su prima. Como si respetara, por fin, eso que ella notó desde un principio y que tantos celos y dificultades nos causó: El hechizo mutuo, el apego que su prima y yo sentíamos uno por el otro desde que nos conocimos.
Fueron cerca de 20 minutos los que Nena y yo nos dedicamos a deleitarnos carnalmente. Su temprana instrucción amatoria quedó de manifiesto. Nuestros cuerpos y carnes se acoplaban como si hubieran estado predispuestos desde siempre. Para esas fechas, en mis veintes altos, ya llevaba muchas viejas en mi "haber", decenas; pero esa mocosa, en sus dieses bajos, estaba barriendo CON TODAS, incluyendo a su tía Lorena, mi esposa y la mejor de las que tuve, por eso me casé con ella. La pasión, los besos, el contacto de su cuerpo, su saliva, su olor, la sensación de tenerla completamente penetrada, TODO... todo fue inigualable para mí esa noche. Jamás sentí algo tan completo, tan total con una mujer.
Le besaba las mejillas y el cuello con amor, le lamía los senos, las axilas, las orejas, luego me prendía de nuevo de su boca. Nos besábamos profundamente, como si nuestras salivas fueran un bálsamo fresco en el sol del desierto o una droga para el moribundo o el vino para el teporocho. Me recostaba todo encima de ella, cuidando no aplastarla y rodeaba su cabeza con mis brazos, comiéndome su boca, sintiendo su cariñosas manos en mis costillas y sus uñas en mi espalda mientras se otorgaba bucalmente a mí, completa y prodigadamente. Abajo nuestros vientres avanzaban uno contra el otro, rítmicamente. La verga la rellenaba completamente. Entraba y salía de ella sacando vapor, sacando caldillo de sirena. Me apoyaba en mis brazos y me enderezaba, de la cintura para arriba, pues con mi vientre planchaba el suyo, abarrotaba el suyo. Ella se colgaba de mis hombros y me lamía el pecho, me lo mordía con ardor, con fuerza, gruñendo como gatita. Quejándose felinamente debajo de su macho.
Sentí venirme el caudal de revoltosos, violento e incontrolable. Me tendí sobre ella, como estaba minutos antes, rodeando su cabeza con mis brazos y diciéndole sinceramente que la amaba, que ya le iba a dar lo mío. Nos miramos a los ojos fijamente y le empecé a entregar "mi sueldo"... Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho violentos borbotones de lava masculina y enamorada le bañaron las entrañas juveniles, sin retirarnos la mirada ni un instante. Ella solo abría y cerraba su boquita, muy cerca de la mía, en cada chorro que sentía que entraba en su cuerpo divino, en cada inflamón que el perno enloquecido daba bien metido entre sus viscosidades, abriéndoselo inusualmente. Cuando acabé de rendirle cuentas, nos besamos tiernamente, revolviendo nuestros fluidos. Salivas, sudores, humores, humedades quedaron mezcladas y revueltas. Almas también.
¿Sara? ...Muda... Silente...