SIN QUERER, QUERIENDO- 13
El viaje a Laredo quedó pactado para el segundo sábado de noviembre de 1988. Sara y Nena antes festejaron juntas su 13° cumpleaños. La primera el 29 de octubre y la segunda el 1 de noviembre. El sábado siguiente, el primero del mes, se hizo una cena en la casa, con música grabada, aprovechando los amplios jardines que la rodeaban. Las nietas, las dos, desde luego se esmeraron en aparecer delante de la concurrencia con sus mejores galas y cuidaron hasta el ultimo detalle de su arreglo personal.
Las festejadas, al salir cuando ya estaba casi llena la convocatoria, dejaron con la boquiabiertos a todos y a todas, incluyéndome a mí. Sara, la pelirroja, iba ataviada con un vestido corto, negro, sencillo, de manga al codo, cuello en "V" y muy ajustado a su cuerpo, con unos zapatos cerrados de tacón completo, sin medias. Su esbeltez y palidez resaltaban enormemente en ese vestidito. Sus senos libres se marcaban retadores y elegantes, su cintura de avispa contrastaba con sus caderas y nalguitas firmes y redondas. Pero lo que de veras obligaba a posarles la vista sin reservas eran sus larguísimas piernas, torneadas y moldeadas por la danza y la gimnasia que desde hacía años practicaba.
Nena, no sólo nos dejó con las bocas abiertas. La morena hizo que los caballeros presentes, al unísono, dejaran escapar un siseo con sus dientes, que aunque en lo privativo fuera reservado, en conjunto fue bastante sonoro, cuando pasó entre las mesas, contoneando segura de sí misma todo lo que tan tempranamente le había entregado la naturaleza, y que para satisfacción mía, me había entregado a mí; pues TODA esa hermosura era de tío Jorge. La Reina de Reinas apareció completa en color blanco, incluyendo los zapatos de gran tacón. Como la pelirroja, su vestidito era muy pequeño, pero de tirantes, mostrando sus hombros redondos y buena parte de su doradita espalda. La tela era muy delgada, de un lienzo muy tenue y elástico. En la cintura traía un cinto delgado de charol blanco, también, lo que remarcaba, como si hiciera falta, su mínima cintura y la caída mortal de sus caderas y trasero tan dilatados, remarcados excesivamente por lo afianzado de la falda en su final a media pierna, como se usaban en aquellos años, muy entubadas de la parte de abajo.
Sin brassier o corpiño alguno, en las dos homenajeadas, que disimularan un poco los botones de sus senos, los cuatro pezones efebos eran evidentes en esa noche fresca. Y sin pañillo de fondo en sus asientos, sin entre faldas, se dibujaban sutilmente las pantaletitas pequeñas que escogieron, esa velada, para guardar sus deleites femeninos. Desde luego que las dos andaban copiosamente maquilladas, aparentando, por la estatura ganada por los tacones y por la apariencia del cosmético, más de los 13 años que estaban festejando. Parecían dos Lolitas de 15-16 años listas para una satírica subasta. Varios miles de dólares hubieran corrido esa noche, si de eso se hubiese tratado la reunión, de venderlas!
Y vaya que clientes no hubieran faltado...
La misma Daniela, a lo lejos, me señaló con su dedo índice en su ojo, para que me fijara, como me lo había sugerido días antes, cómo los presentes se devoraban a las niñas con sus obscenas miradas; unos más, otros menos, pero todos pusieron cara de QUIEEEROOO!!. Pobres diablos... cuánta desventura había en esos rostros exasperados viendo tanta energía adolescente, tanta potencia inalcanzable. Cuántos de ellos no firmarían un cheque en blanco por un par de impunes horas a solas con alguna de ellas, para contemplarlas, para acariciarlas, para comérselas por todos lados, para gozárselas plenamente... COMO YO!!
Sobra decir que el asedio de los jóvenes invitados fue superlativo. Hasta fila hacían para bailar con ellas. Sus madres tuvieron que poner orden, pues hubo algunos conatos de pleito entre ellos cuando alguno se sentía desplazado por otro más picudo. "¡Dos piezas cada uno!", les gritó Daniela, la mamadora madre de Nena, secundada y ayudada por su hermana, la mamá de Sara y Nora. Si eran casi dos docenas de pelados, ya se imaginarán lo ocupadas que estuvieron mis Ninfas, y lo lejos que quedé yo de tirarles mano u otra cosa, beneficiándome de lo hermosas que estaban esa noche. No, no hubo modo... con ellas.
En una mesa, allá al fondo, como siempre, donde ya casi no llegaba la luz, entre unos árboles frondosos de ramas bajas... estaba mi cuñadita, la taciturna María Eugenia, Maru, como le decíamos todos. Ella ya contaba con 16 años para entonces, los había completado en septiembre; desde luego no quiso fiesta, ni pastel, ni nada para festejarla. Así era ella. Sola y aburrida, presenciaba los homenajes a sus sobrinas. Su disgusto por la gente siempre fue notable, no le gustaba la compañía de nadie. No tenía amigas, no tenía novio, era reservadísima con el mundo todo, pero no conmigo. A mí me dispensaba sus más níveas sonrisas cuando me veía, su confianza y sus conversaciones... y otras cositas también. Ella, como lo recordarán fue la primera en atender oralmente mi chorizo, dejarse atender por mi boca y luego, atenderme vaginalmente.
Mi mujer, ya para parir en tres o cuatro semanas, decidió irse a quedar a la casa de una amiga. No podía estar sino acostada, así que no hubiera disfrutado de la fiesta y seguramente el barullo juvenil y la música tan alta, no la hubiesen dejado descansar tranquilamente. Por lo tanto yo andaba "chino libre", relajado y sin pendientes de pareja.
Cuando divisé a Maru al fondo del patio, como quiera le pregunté a mi suegra por ella, para "despistar al enemigo". La señora me dijo que allá estaba, como siempre, retirada de, y fastidiada por, la felicidad ajena.
-Ha qué niña ésta. Voy a quedarme con ella, pobrecita- le respondí afablemente.
-Ay, Jorge, eres un amor de cuñado. A ver si no te aburres, nunca se sabe con ella cómo andará de modos.
-No se apure, suegra. Conmigo sí se divierte. Sólo dígale a un mesero que no se olvide de mí, por favor, no?, que me surta de wihsky allá mismo.
-Jajaja, sí, mi´jo!, no te preocupes, ahora te lo mando. Vete con mi´ja y entretenla un poco, a ver si se le quita lo aburrida a esa mocosa caprichosa.
-Va a ver que yo sí lo logro.
Me encaminé al fondo del patio, a "divertir a la niña". También como sus sobrinas, ella andaba muy bonita esa noche. De negro toda, mini falda y blusa, bien maquillada, con su cabello negro azulado suelto sobre su pálida cara y su espalda. Sentada con sus piernas sin medias y sus brazos cruzados, seria. Con un vaso de refresco frente a ella.
-Por qué tan solita, señorita?, le pregunté sentándome a su derecha junto a ella y echando mi brazo izquierdo sobre su respaldo. Con una confianza que nadie se atrevería e tener con ella, por su carácter encontrado.
-Aquí, esperando algún galán que se digne acercarse a mí.
-Acá tan al fondo de la pachanga no creo que te vayan a ver. Está muy oscuro y te tapan las ramas del árbol. Los galanes no te ven. No te ve nadie, princesa!, jajaja.
-El galán que me interesa ya llegó y acá al fondo estaremos más a gusto, solitos y tapados por las hojas del árbol- me respondió sonriendo simpáticamente, sin voltear a mirarme, de perfil a mí, enseñándome las perlas perfectas de sus dientes blancos, contrastando con el carmesí encendido de su lápiz labial.
En eso llegó el mesero. Agarré el vaso de Maru y se lo entregué al camarero pidiéndole dos wihskys.
-Me vas a hacer tomar eso?- me preguntó mi cuñada cuando se alejó el mesero.
-Tu abue me dijo que te divirtiera. Además ya tienes 16, no quieres?
-Yo: lo que tú digas. Bien lo sabes.
-Bueno, pues empiézame a agarrar la verga, no?- le respondí al oído, oliendo su perfume delicioso. Olfateando el aroma de su shampoo y acondicionador en su brillante cabello negrísimo.
Ella se descruzó de brazos y metió el derecho abajo del mantel. Sobando suavemente mis balones y mi verga vimos acercarse al camarero con nuestros vasos, ni cuando llegó frente a nosotros ella me dejó de acariciar bajo del lienzo la verga ya levantada bajo mi pantalón.
Como si nada pasara nos pusimos a platicar de diferentes cuestiones, viendo a la distancia a la concurrencia bailando, bebiendo y conversando animadamente. Yo acariciaba sus costillas y su cintura con mi mano izquierda, mientras ella, con la derecha empezaba una puñeta suave sobre la tela de mi talega. Con la verga descansado en mi muslo, creciendo poco a poco hasta que me llegó al borde del bolsillo izquierdo.
-Ay, papito! Ya te creció mucho, la tienes muy parada- comentó en un suspiro.
-Me la pones al cien, mi cielo, con tu manita.
-Sácatela para agarrarla bien. Nadie nos ve.
Con una mano mía y una de ella, sacamos al pepino al exterior de mi bragueta y me la rodeo con su suavísima mano, jalando lentamente el pellejo, acompasadamente.
-La tienes riquísima. Bien gruesa, bien grandota, me encanta- dijo volteando a mí, con sus ojos encendidos y poniendo peligrosamente sus labios cerca de mi boca, dejándome oler su aliento perfumado y tibio.
-Tómale, despístale mamacita. Estás tan hermosa que me dan ganas de meterte la lengua en la boca- le respondí retirándole mi cara y tomando mi vaso, bebiendo nerviosamente.
-Yo también me quemo por besarte- respondió tomando su vaso.
Ella también bebió del suyo y siguió masturbando fierro, tranquila, más tranquila que yo.
Continuamos en la charla y en la chaqueta, la verga me empezaba a gotear y el mesero ya nos había traído tres bebidas a cada uno, sin que por eso, Maru dejara su oculta tarea jalatoria. El alcohol y las manos de la dieziseisañera hicieron lo suyo y ya no me estaba conformando con sus masturbaciones, ni ella con masturbarme. Yo ya estaba con mis nalgas en el borde de la silla, sacando bien mis riñones, sintiendo cómo la niña me recorría todo el garrote con su húmeda manita, pues mis supuraciones seminales servían de lubricante en las talladotas que me daba en todo el cañón que hacía un toldo con el mantel.
-Mamacita!, qué buena eres para jalarme la verga. Me matassss!- le comenté estirando bien mis piernas, sintiendo la detallada puñeta que me hacía la jovencita.
-Me encanta ponerte así, bien caliente. Ponértela gigantesca, la tienes bien rica. La siento muy grande, demasiado, como si te estuviera creciendo, no sé... no estaba así, verdad?
-Sí, siempre ha estado igual.
-No es cierto, la tienes más grande, no la tenías así. Mira!
La movió debajo del paño, como si fuera el acto de magia donde el mago mueve una pelota abajo de un pañuelo y la verga salió muy por encima de la mesa, frotándose escondida en la tela del mantel. Motivando que sus enormes ojos negros se abrieran incrédulos, aprensivos. Qué bárbaro, Jorge, la tienes bieeen graaande!, me dijo sin fijarse en que alguien podría ver el show mágico-sexual de mi salchichón.
El mesero se encaminaba a nosotros con la cuarta copa de la noche. Se lo hice notar y ella sin mayor aspaviento la volvió a su lugar. Seguimos bebiendo y metí mi mano entre sus piernas, acariciando hasta muy arriba, sobre la telilla del calzón su vaginita guardada.
Con la bebida nos dieron ganas de orinar y ella se fue al baño y yo me fui tras el árbol que nos cubría a vaciar la vejiga. Batallé para descargar, la traía bien parada, hasta me tuve que retirar del tronco del árbol pues el chorro rebotaba muy arriba y me salpicaba los pantalones. Chingado!
Maru regresó cuando yo ya estaba sentado de nuevo y me dio una bolita de tela blanca, para que me la guardara en la bolsa. Era algo parecido a un pañuelo satinado pequeño.
-Qué es esto?- pregunté.
-Mi calzón, me lo quité en el baño para que me toques bien la cosita.
-Ay, Marucita, no respondo si te la meto aquí mismo, eh?
-Qué más quisiera yo... traigo muchas ganas, estás bien bueno. Ando empapada, como a ti te gusta. Tengo muchas ganas de que me la metas. Toda... hasta adentro...
Mi mano voló de inmediato entre sus piernas lindas ya bien abiertas, escondidas bajo el mantel y la mesa. Con mi dedo medio empecé a recorrer toda la largura de esa papita tan rica y estrecha. Bebiendo y hablando como si nada, veía cómo se le marcaban las chapas en las mejillas por la calentura que traía ya la difícil adolescente, la dificultosa niña que en mis manos era candela pura, ardiente plastilina o masilla flexible a mis deseos.
Sintiendo el atolillo que me cubría el dedo, se lo fui encajando. Incluso me recargué en la mesa con mi brazo derecho en ella, dándole la espalda a la fiesta, viendo a Maru de frente. Así le metí el dedo hasta el tope, mirando cómo habría su boca sintiendo la invasión manual en su vagina. Me miraba seria, respirando con dificultad, queriendo tirar un grito de satisfacción, con la boca medio abierta, y como yo minutos antes, con sus nalgas en el borde de la silla y sus piernonas bien abiertas, moviéndose de atrás hacia delante persiguiendo mi dedo, rodando sobre sus nalgas, metiéndoselo ella sola.
Sensualmente se mordía los labios, mirándome fijamente. Luego se empezó a pasar la lengua por la boca, como si estuviera recogiendo malteada embarrada en ella, divina que se veía la muchacha. Yo empecé a buscar la posibilidad de llevarla atrás del árbol, donde había orinado minutos antes. Quería cogérmela allá mismo, ya nada me importaba, ni a ella tampoco. El alcohol y la calentura se estaban apoderando de nosotros. Pensaba recargarla en el tronco que había meado minutos antes y de nalgas a mí, sumergirle todo el animal en la papayita, al fin que ya estaba descalzonada.
-Cómemela... cómeme la cosita, ya no aguanto...- me dijo con una voz muy temblorosa que no dejaba dudas de que estaba ardiendo.
-Aquí no se puede, no van a ver.
-Me vale... cómeme!- replicó enderezándose y agarrándome del cuello, queriéndome forzar a sumergirme en sus entresijos.
-No... espérate Maru!, no van a ver- le dije tomando su mano y retirándola de mi pescuezo- vente, vamos aquí atrás.
-Atrás, adónde?
-Al árbol.
-Allí me vas a comer?
-Nombre!, allí te la voy a meter empinadita en el tronco, por atrás, no quieres?
-Sí... sí, vamos. Quiero que me lo hagas, ya me anda... me arde mucho la cosita. Llévame.
Se acomodó la faldita y se puso de pie. Apenas nos levantábamos cuando vimos a mi suegra que venía a nuestra mesa, casi nos sorprende! Nos quedamos ahí parados y nos tranquilizamos.
-Jorge, llamó Lorena. Que se le olvidó el termómetro. Ya ves que se tiene que tomar la temperatura por la mañana y por la noche. Que se lo lleves por favor, a casa de su amiga-, me dijo la señora extendiendo su mano con el artefacto aquel.
-Válgame.. ya por fin había convencido a "esta señorita" de que fuéramos a bailar!
-Pues llévatela, que de perdido te acompañe. Qué hace aquí toda aburrida?, la fastidiada.
-Ay, mamá!, le respondió la cuñadita y no fuimos a llevarle a mi esposa el BENDITO termómetro.
Mal salimos de la casa, en mi carro y Maru se me echó encima a besarme en la boca mientras conducía. Así avanzamos unas cuadras, dándonos lengua mutuamente y metiéndole la mano entre los muslos hermosos, acariciando pepita y piernas. Le dije que nos controláramos pues llegaríamos a nuestro destino muy excitados y su hermana podría sospechar algo. Así que tranquilitos, lo más que pudimos, llegamos con mi esposa, a 20-25 minutos de camino. Si hubiéramos seguido jugando en el viaje, no me habría podido bajar del coche, pues seguramente la verga se me hubiese notado hasta Laredo, Texas, a donde iría con mis Ninfas el próximo fin de semana.
Llegué, saludé, entregué y me fui mucho p´al carajo, con el metro y 55 centímetros y los 50 kilos de preciosa chiquilla que sin querer queriendo, traía en mi carro.
Ahora sí: Manos y lenguas volaban tendidas sobre nuestras pieles, protuberancias, agujeros y bocas. Conduciendo y agasajando íbamos por la calle, nos valía poco quién nos viera. Me paré en una tienda y me compré un seis de cerveza, pensando qué hacer. No podía andar por la calle metiéndole mano a una menor de edad y mucho menos metiéndole la verga por la boca o por el coño.
Chingue a su madre! Al motel...
Los tragos anteriores y las cervezas me dieron valor y me encaminé a uno con mi Lolita a mi lado sobándome la verga bien paradota, emocionada por lo que le iba a hacer a esa peque tan encantadora: Metérsele hasta el esternón! Llegamos, pagamos y entramos al cuarto. Ni en cuenta, las empleadas ni se fijaron en ella, los cristales ahumados del carro cumplieron su función a las maravillas.
A toda prisa nos desnudamos completamente y nos empezamos a acariciar, así de pie frente al espejo. La volteé de espaldas a mí y le pasé el vergonón por entre las piernas, sacándoselo por enfrente. Salía toda la cabezona brillante y rotunda por debajo de su papita.
-Hijo e su... mira cómo la tienes!- me dijo mientras le acariciaba circularmente los senos divinos de gota que tenía la hermosa chica.
-Cómo, mamacita?- le pregunté besándole el cuello.
-Bien larga... te digo que no la tenías así- se la empujé otro poco, sacándola apropósito más por delante de ella. Toda la cabezota y 5-6 centímetros de verga salieron de en medio de sus blancas y tersas piernas.
-Está igual, Maruchita.
-Nombre!, mira cómo se ve... la tienes mucho más grande y gruesa. No es la primera vez que me la pones así, entre mis piernas. Está grandísima. La siento más ancha también! Me separa mucho allí- me replicó agarrándola con su mano y jalándola, dando la impresión de que ella misma se masturbaba una verga postiza.
-Y no te gusta?
-Me encanta... la tienes bien buenota, métemela ya... ándale... méteme tu vergota.
Se la pasé por allá, por debajo de ella, como si tocara el chelo, de ida y vuelta irritándole la vaginita, mojándola cada vez más, sintiendo cómo se le deslizaba fácilmente con ese aceite natural que salía de sus entrañas, a donde muy pronto iría yo de visita con mi pistón.
La volteé y se la metí entre las piernas pero ahora de frente. Nos besamos con locura, ella estaba enloquecida montada en ese caballo a puro pelo, sintiendo todo el lomo recorriéndole la pepita de atrás para delante y vuelta de nuevo, parada derechita y yo con mis piernas dobladas. Era muy bajita de estatura con referencia a mí.
La agarré de las axilas y la levanté y senté en el mueble aquel, le estuve absorbiendo los pechos un ratito, la abrí de piernas y me puse de rodillas a darle una buena lengüeteada en la vagina. Descansó ya sin reservas a grito pelón cuando le introduje la lengua completa. La bajé y me la llevé a la cama. La puse boca arriba y me iba a situar entre su piernas a coger rico, pero ella me dijo "no, espérate", y me hizo hincarme a su lado, a la altura de su cara, con la verga reventándome de gorda y se prendió de ella, tragaldabas. Me dio una buena mamada mientras le metía dos dedos en al vaginita, así de rodillas con ella devorándome la anormalidad.
-Mmmm... aaaghhh.... chup, chup... qué vergona tienes!, qué rica- alcanzó a decir antes de que se la empujara hasta el gollete. Casi le reviento la boquita, pero ni así hizo el intento de sacársela, hasta me agarró de las nalgas y con sus manos me presionaba contra su cara. Diantre de niña tragona!
-Ya, Marucha, vamos a coger. No nos podemos tardar tanto- le dije tratando de retirarle la verga de la boca. pero ella más me presionaba por el culo con sus manos y brazos, para que no se la sacara. Al contrario, quería que la ahogara con el armatoste.
-Nnnnhh... nnnnnhhh!- respondía moviendo la cabeza a modo de negativa, con el delineador y el rímel de ojos completamente embarrados en las ojeras, por el lagrimeo constante que el monstruo le provocaba, tan enchufado en su garganta.
-Mira cómo traes los ojos!, ándale déjame cogerte- hice un esfuerzo y se la logré sacar de la boca, parecía aspiradora!-mira cómo quedaste!.
-No hay problema, en mi bolsa traigo mis pinturas. Ya métemela, ya no doy más- me respondió abriéndose de piernas y pasándose la mano por la vagina, demostrándome cómo andaba- me pica, dame... dame ya!
Me coloqué y se la metí de filillo, hasta adentro. Estuvimos serruchando unos diez minutos. Se vino dos veces a puro grito, andaba ardiendo la chula. La levanté y la puse de cañoncito, empinadita con sus nalguitas bien arriba. Se la dejé ir así otro ratito, pero cada que se la sacaba, su culito me sonreía travieso. Así que acordándome de la elasticidad del fondillo de su hermana Daniela, le metí un dedo, luego otro y los empecé a mover como si hiciera un boquete en la masa del pan. Poco a poco notaba como la presión de su esfínter era menor sobre mis dedos. Alrededor de ellos sentía que iba dando de sí. La niña se quejaba como si fuera camión de bomberos y se echaba de nalgas sobre mis dedos, encajándose en ellos, simultáneamente mientras se encajaba en la vergotota ella sola, orgasmándose otro par de veces con esta caricia negra. Yo ni me movía, ella hacía todo el trabajo pesado.
Le saqué la verga de la vagina y le empecé a cabecear el chico, ella se quedó quietecita, sabiendo, presintiendo mis intenciones. Se la fui metiendo poco a poco. La cabeza entró con algunos pujidos de parte de ella y luego le entraron poco más de cinco centímetros del cuerpo de mostrenco. Se la dejé quieta, sin moverme y ella solita, cuando se sintió relajada analmente, se empezó a mover de nalgas contra la verga, controlada por mis manos en su cintura, pues no se la quería meter mucho, estaba muy tierna todavía.
Su culito me apretaba el fierro deliciosamente. Su temperatura era muy alta, se sentía calientito... calientito. Así, despacio, me la estuve trabando por la cola hasta que sentí que me iba a explotar el chile a cremazos. Se la saqué, otra vez no se dejaba y se me echaba de culo sobre la verga! Y me vine en sus nalgas y su espalda, gritando tan fuerte que se debió escuchar en los cuartos contiguos. Se volteó y se recostó sobre la cama y sobre la cuajada que le dejé en las espaldas, dejándome hincado y muy fatigado. Me estiró su mano y me dijo:
-Ven.
Me recosté a su lado y nos besamos suavemente, con mi brazo en su cuello, cubriéndole el pecho, protegiéndola; muy agradecido de tanta pasión, de tanta sensualidad hacia mí obsequiada por esa beldad de 16 años.
Nos dimos un bañito vaquero y nos fuimos a la fiesta, de nuevo. En el camino me dijo que sentía la colita muy abierta y que le dolía. Le dije que se metiera a bañar y se la lavara bien y luego se pusiera toallas húmedas allí, que no pasaba nada. "Para mañana vas a quedar lista para otra chinga, mamacita!, qué buen culito tienes!", le dije dándole un beso en la mejilla. Entramos sin que nadie nos notara. Al rato mi suegra se topó conmigo y me preguntó qué cuando habíamos llegado.
-Uh, hace ya bastante rato, suegra.
-Vá! Ni me fijé, ando bien atareada. Cómo les fue?
-Muy bien. Ya su hija tiene su termómetro. Todo en orden.
-Qué bueno. Y Maru?
-Por ahí anda. Hace rato que no la veo, desde que llegamos le perdí la pista.
-Mmmm, no dudes que ya se encerró en su cuarto. Qué chica más aburrida, verdad?
-Pues conmigo, no. Déjela, tal vez con el tiempo cambiará, es muy joven todavía.
-Tal vez. Si la ves le dices que se divierta, a ti te hace mucho caso.
-Claro!, no se apure.
Me senté cerca de los bailantes, a beber agusto y a contemplar a mis Niñas meneándose con la música. Una y otra me mandaban sonrisas coquetas y lúdicas a la distancia. Ya sabían que el próximo sábado nos iríamos a Laredo, solitos. De seguro en esas sonrisas tiernas iban los escarlatas pensamientos de todo lo que, recíprocamente, nos íbamos a regalar.
Una sonrisa más grande, casi risa, me invadió a mí, al acordarme de las palabras de mi suegra: "Mmmm, no dudes que ya se encerró en su cuarto, qué chica más aburrida...". lo que no sabía es que la Marucha no estaba aburrida, estaba adolorida, poniéndose fomentos de agua fría en el culito. ¡¡Alma mía!!