Mientras sigan demostrándome que no se cansan y aburren con mis recuerdos, relatos y estilo, yo seguiré publicando para Ustedes. Todavía falta mucho por contarles. Sigan opinando a cerca de ellos y de mí, positiva o negativamente. Ese será el termómetro que usaré para decir: ADELANTE o BASTA.
SIN QUERER, QUERIENDO- 12
El descaro de mis "amantes", y el mío, se puso de manifiesto en el transcurso de la semana siguiente a la primera vez de Nena la Reina. Las niñas, mis tres sicalípticas sobrinitas, ya estaban inmersas en la ola de desenfreno comunitario que iniciamos la mañana del ultimo sábado, cuando las agarré a las tres juntas en la escalera. Ya no me preocupaba que estuvieran reunidas platicando o jugando en casa. Eso ya no fue un obstáculo para echar mano de una o dos, o hasta de las tres, "para descansar la bestia". Cualquier descuido de sus madres, tías y abuela era bueno para ponerlas a mamar tranca o a coger.
Con Sara y con Nena me echaba unos rapidines agradables, a secas, ya sea en mi cuarto o en donde las agarrara, pero sólo eso: palito rapiditos, no se podía más; pero ya Sara no se quejaba nada, Nena sí, todavía andaba adolorida del interior de la vagina, como que estaba más tiernita que su prima, la gimnasta. Diablo de criatura, Sara la pelirroja, a todas horas andaba mojadita y lista para recibir el defecto en que se me estaba convirtiendo la verga, pues ya casi no la podía controlar. Siempre se desbocaba cuando sentía cerca de alguna de mis Ninfas. Aparte, para el miércoles a Nena le vino el periodo y ya no se pudo contar con ella para ensartar bulbo, así que Sarita, de las niñas, se convirtió en la depositaria absoluta de mi kilo y medio de verga.
Ese miércoles, las tres estaban viendo la televisión. Mi suegra y esposa dormían la siesta. Llegué del trabajo a las 3:30 pm y me llamaron a que fuera con ellas, me rodaron y me besaron saludándome cada una, una sólo con los labios, otra en la mejilla y otra, Sara, de lengua, sin reservas, colgándose de mi cuello, audaz: haciéndose observar por Nena, su rival, según ella.
-Acompáñanos a ver la tele, tío. Abue y mi tía Lorena están bien dormidas... no quieres?, me dijeron una y otra, arrastrando las palabras, coqueteándome veladamente, resbalándose cada una a mis costados, retándose. Me fui y me di un baño en mi casa. Envuelto en la toalla, solamente, como salí de la ducha me fui para abajo con ellas. Me coloqué en un sillón, detrás de las niñas que estaban sentadas en el piso, frente el televisor. Sin abrir la boca, me empecé a tocar la verga y los huevos por debajo de la toalla, provocando que el fiero animal me creciera de balazo. La primera en voltear a buscar "lo suyo", fue la rubia Nora, quien quitó sus ojos azules de la pantalla y los posó sobre la escasa tela de la toalla que me tapaba la aberración que ya traía.
Me retiré el paño y la enderecé completa, como plátano macho, larga y muy colorada. Le hice una seña a Norita de que se acercara y gateando se vino hasta mis pies. Le ofrecí la verga en la boquita y se recargó en mis piernas desnudas empezando el penoso trabajo de meterse la cabezota entre los labios. Le agarré las mejillas y empecé un mete-saca lento, pero constante en su apretada boquilla. A los 5 minutos, su hermana y su prima ya descansaban con sus respectivos codos, cada una, en una de mis piernas, viendo a la mocosa rubia devorándome el temido platanón.
Se lo retiré a Nora y le dije a Nena: -Cómetelo, mi amor, mámalo bien. Así, de ladito se lo ofrecí en la boquita a la enfermita (le estaba bajando la regla) y lo empezó a degustar, ya sin limpiar la saliva de su prima, perdiendo ascos y escrúpulos antiguos. Con su barbilla descansando en mi muslo, la tomaba de la nuca con una mano y con la otra le hundía la deformidad entre los labios, introduciéndole cabeza y unos 5 centímetros de verga, metiendo y sacando... sacando y metiendo... metiendo y sacando... sacando y metiendo, viendo cómo se hacía en mi pierna un arroyito de saliva, de su saliva bendita, que avanzaba para abajo.
Sara no perdía detalle de la mamadota que su odiada prima me estaba dando, sus celos siempre estaban presentes. Si no fuera porque mi mano era la que envolvía mi verga y no la de la morenita, la pelirroja se la hubiera arrebatado desde hacía rato. Notando esto le dije:
-Quítate los calzoncitos, Sara, te voy a coger, mi alma- se la quité a Nena de la boca y la enderecé completa, sacudiéndola despacio a los ojos de la flaquilla. Te la voy a meter toda, cariñito, mira cómo la traigo.
-Sí... sí, tío- me respondió poniéndose de pie y alzándose las naguas para sacarse los choninos, sin dejar de admirar, como las otras dos, semejante forajido brilloso por la baba de su prima.
Ven, súbete en ella, entiérratela tú solita- le pedí cuando sus calzones cayeron a un lado.
Como en el baño de la alberca, pero ahora con testigos, se la fue enchufando en su alargada y sonrosada rendijita, hasta que ya no cupo más. Ella quería que le entrara más verga, pero ya le había topado, ya no le cabía más, como las veces anteriores en que sí se le fue toda. De alguna manera, tal parecía que el pene me seguía creciendo más, cada día se notaba más largo y más robusto. Le dije que ya no se esforzara tanto, que se podía lastimar pues claramente sentía el fondo de su cerviz en la punta del cañón de 24 centímetros que ya me cargaba.
Nos fundimos en un beso lengüeteador y caliente, delante de sus parientas, y empezamos la danza del amor, cogiendo muy rico. Su ligereza me excitaba más, casi no pesaba, pero cómo me apretaba la enormidad de verga que le prescribía!, sentía como si me la estuviera absorbiendo con la oquedad resbalosa y caliente de su vagina tan flexible y tan elástica.
Nena y Nora no perdían detalle, estaban atentas viendo cómo me clavaba a la pelirroja cada vez más fuerte, olvidándome de consideraciones, sintiendo su aguante femenino, que no infantil. Escuchando sus suspiros continuos y notando en ellos mucha fogosidad, para nada sufrimiento. Con mis manos bien asidas a sus costados la subía por todo lo alto, hasta que sólo la cabezona estuviera en su papayita y luego la iba bajando, sintiendo sobre las venas de mi vargaza, la pulida pared vaginal de esa adolescente tan sedosa, tan mórbida.
Como si no cargara a nadie, me puse de pie y rodeé el sillón. La deposité con su espalda en el respaldo y la recosté, con su rojo cabello colgando hacia abajo, hacia atrás. Me empecé a mover así, yo de pie, no se la había desempotrado y me la limé como 10 minutos. 10 minutos deliciosos escuchando sus quejiditos apagados, sus suspiros entrecortados cuando le venían los 4-5 orgasmos perennes que disfrutó, con sus larguísimas piernas sobre mis hombros, y con sus pies suavísimos en mi boca, besándoselos como si fuera diosa, chupándole sus deditos pálidos y largos. Mis manos, simultáneamente, apreciaban la piel tersa y muy delgada de sus muslos, de sus nalguitas enjutas pero muy redondas.
Cuando recalé en las otras dos, noté en Nena una mueca de disgusto importante al presenciar mi embeleso con su prima. También su celo hacia ella era evidente y por la forma en que me miraba deduje que el gozo que sentía yo al poseer a Sara no lo podía disimular, es que estaba deliciosa esa flaca! Mi serrucho la recorría como si estuviera cortando madera, sin obstáculo alguno. Qué vagina más dúctil y juguetona tenía esa niña! Se la dejaba ir de ida y vuelta con confianza, sin el menor temor de hacerle daño.
-Dame chichita, mi amor- le pedí a la morena remolona y celosa.
Se enderezó, se desabrochó la blusa de la escuela que todavía traía puesta, se subió a jalones el corpiño y se echo de pechos sobre mi cara, subida en el sillón al lado de la pelirroja. Vientos huracanados!: cogiéndome una de las mejores vaginas que hubiera probado nunca y con los dedillos de pezones en mi boca, de la niña más excitante de la casa! Poca madre!
La incontinencia de mi eyaculación desbocada no la pude controlar, ni siquiera hice el esfuerzo de retirarle la vergona a Sara... me vine como auténtico jamelgo dentro de ella, me valió madre! La pelirroja pegó un alarido agudo cuando sintió, por vez primera, la hinchazón violenta, diferente, de mi vegota y la presión feroz de una andanada masculina en sus entresijos. De pura suerte nadie fuera del cuarto de tv la escuchó. Le vacié toda la carga completa de mis testículos, un cuarto de litro mínimo le deposité en sus ovarios infantiles, mientras mi lengua peleaba con la de Nena, que al verme con la boca abierta por la pasión de la descarga se prendió de ella y metió su lengua hasta mi campanilla; cruel y sádica morena!
Las mandé a bañar a las tres, rápido antes de que tía y abuela dieran señales de vida y yo me fui a dormir mi siesta, satisfecho y algo extenuado. Esas impúberes me dejaban realmente p´al kilo, muy madreado. Además tenía que ir con mi cuñada a su negocio, a hacerle el trabajo de iluminación. Desde el domingo ya no había vuelto.
El acoso de Daniela, mi caliente y cursi cuñada y madre de Nena, durante los dos días que me tardé en instalarle la iluminación, no tuvo madre. A mordidas me atacaba la verga cada que se le presentaba la oportunidad. A veces yo estaba sobre una escalera trabajando en la bodega y ella venía, me la sacaba y, sin importarle que su marido estuviera, como siempre, aplastado en el escritorio del frente, se ponía a mamar y mamar, hasta que recibía su ración de atole caliente y espeso, muy denso, porque estaba descargándola mucho, todos los días, a todas horas. Ya no me pedía que se la metiera, aceptó dócilmente su papel de mamadora. Estaba muy dispuesta a sacarme la cuajada a chupadas en cuanto yo lo solicitara y en donde se me ofreciera, aunque el ultimo día de trabajo, cuando lo terminé, no me pude contener y le di una buena cogida callejera.
Fue el jueves. Lunes y martes, no había ido a su tienda. Esa semana me tocó ir de mañana a mi trabajo y llegué con ellos al local a eso de las 3 pm. Andaba sin comer, como ellos, así que acordamos ir a un restaurante, a consumir algo antes de empezar a trabajar. Ella iba inusualmente arreglada y atractiva, para mí, desde luego. Llevaba una falda corta y ceñida, en color rojo y una blusa de manga larga, roja también, por dentro, con un cinto ancho que le marcaba mucho la cintura y zapatos, rojos, de tacón muy alto, con medias al muslo, las noté cuando la subía al coche del esposo, al asiento de atrás y ella me las enseñó, disimuladamente para que aquel no se diera cuenta. Maquillaje exagerado, con los labios muy delineados y pintados de carmesí, como su vestimenta, con su negrísimo cabello suelto cayendo sobre su cara y espalda, despampanante de verdad. Muy, muy bella la señora.
Llegamos a cargar gasolina y su marido se bajó del carro, yo permanecí en el asiento del copiloto. Ella de inmediato estiró su mano sobre mi respaldo y me empezó a acariciar con las uñas la nuca y el cuello, diciéndome que traía muchas ganas de estar conmigo. Me volteé a hablar con ella y se abrió de piernas, enseñándome sus medias color humo y sus bragas púrpuras, también.
-Daniela, hoy estás imponente!, le dije contemplando el interior de sus muslazos y lo apretadito que se veían sus calzones rojos sobre su vagina.
-Para ti, mi amor.
-Hasta los calzones son rojos... y eso?
-No son calzones, es una tanguita muy fina y mi brassier también lo es, rojo y muy fino.
-Toda en rojo... porqué?
-Hoy me siento diabólica, te traigo muchas ganas, cómo ves?
-Eres muy hermosa, en serio.
-Gracias, mi amor, soy tuya.
-Difícil de creer...
-Qué cosa?
-Que yo pudiera ser dueño de una dama como tú.
-Lo eres, no lo dudes, me siento tuya, completamente. Aunque tú sólo quieras mi boca.
-Me cae que ahora sí te cogería por todos lados, mamacita.
-Júramelo...
-Te lo juro. Te vez deliciosa- le dije mirando extasiado su impresionante belleza.
Dany buscó a su esposo por el vidrio trasero y al verlo entretenido con la bomba de gasolina, se acercó a mí y por encima del respaldo de mi asiento abrió su boca y sacó la serpentina de su lengua dirigiéndola a mi cara, a que se la chupara. No nos besamos, propiamente dicho, sólo le chupé la larga lengua con mis labios, no se quería despintar y dejar evidencias de un beso delator sobre mi boca. Como yo veía hacia atrás del carro, a su esposo, le estuve dando ese semi beso muy cachondo, hasta que El Cachas acabó de cargar y pagar el servicio, separándonos casi justamente cuando abría la puerta para subirse.
Llegamos a un restaurante y entramos con el marido por delante de nosotros. Ella me tomó del brazo, como si fuera conmigo y no con él. El mutismo silencioso que se hacía por las mesas por donde íbamos avanzando, confirmaba que Daniela ese día estaba suprema. Los hombres la contemplaban descaradamente, sin importarles las damas con las que estaban sentados. En un momento dado ya no pudimos ir juntos, no cabíamos por los estrechos pasillos de las mesas y la situé delante mío. Hasta me frené un poco para poder contemplarla, a dos metros de mí. Deliciosa, muy guapa la señora. Movía su nalgatorio con cadencia, sabiendo que me lo iba comiendo con los ojos. Sus piernas enfundadas en esas medias invitaban a caer de rodillas a adorarlas a besos y mordidas. Dios!!, qué buenísima estaba mi cuñada, me cae.
Mi concuño, se detuvo a saludar a unos conocidos y nosotros seguimos hasta la mesa y nos sentamos.
-Ay, Danielita, qué buena estás... callaste a todo el restaurante cuando entramos, te fijaste?
-Típico, mi amor, siempre pasa, pero ya te lo dije: Yo, soy tuya.
-Siempre te pasa?
-Siempre, vida, desde que tenía 12 ó 13 años. Ya estoy acostumbrada.
-Estabas muy buena de niña?
-Sí, has de cuenta mi hija, sólo que muy blanca. Nena es morenita por su padre, el prieto ese- me respondió con cierto dejo de desprecio que ya había yo notado antes.
-Porqué?, Nena está muy buena?, yo la veo como una niña bonita, solamente.
-Pues sí, mi amor!, eres su tío amado. No la ves con otros ojos, como otros cabrones- me respondió mirando hacia donde estaba su esposo platicando con sus amigos.
-Cuáles otros?, no entiendo.
-Los hombres mayores... los viejos que la ven por la calle, o en la casa cuando hay visitas. No te has fijado?, casi se le quieren echar encima a mi´ja.
-No, ni en cuenta.
-Fíjate bien, ya verás. Incluso ese perro, no respeta nada. Lo odio.
-Quién, tu marido?!- pregunté comprobando mis sospechas.
-Sí, desgraciado. No le tengo nada de confianza, te lo juro. Es capaz de violar a su hija un día de estos. Hasta una vez que me estaba cogiendo, por lo caliente que se puso conmigo se le salió una frase, me dijo "Nena, mi hijita qué rica estás". Maldito!, cómo ves?
En eso estábamos, cuando llegó el "Cornudo Incestuoso" y nos dijo que iba a comer con sus amigos, que tenía un buen negocio con ellos, que si no habría problema. Desde luego que le aseguramos que de ninguna manera; para qué chingados lo queríamos?
A los 10 minutos vino y nos dejó las llaves de su auto, que porque se iba con ellos a ver ese negociazo y que nosotros nos moviéramos sin él. Excelente!!
Seguimos conversando sobre el tema y Daniela me confió que sorprendió a su esposo enseñándole la verga a Nena. Que no estaba muy segura, por eso no le había reclamado nada, pero que casi lo estaba. Que se le hizo anómalo sorprenderlo así y luego ató cabos.
-Lo encontré en el baño, sacudiéndose el pitillo que tiene, sabiendo que mi´ja se iba a levantar al baño, a media noche. Nena se regresó del baño, inquieta y se acostó. Yo fui a ver qué pasaba y lo encontré con la verga bien parada, masturbándose. Cabrón de mierda, cómo ves?
-Se asustaría la niña, digo, con el garrotón de tu viejo, no?
-Nombre, mi amor! Garrotón el tuyo, papacito, qué vergona tienes, vida. La de ese imbécil no le llega ni a la mitad a la tuya. Pero es la mala acción lo que me encabrona, infeliz! Es su hija!
-Bueno, menos mal. Qué tal si él la tuviera como la mía. tal vez se traumaría la Nenita, no?
-No lo dudes!, jajaja, mi pobre niña se asombraría mucho si te viera semejante monstruo!
-(Jajaja), pendeja- pensé- si supieras que el asombrado fui yo.
Terminamos de comer y nos fuimos al carro. Apenas abrí la puerta para subirla y se me echó encima a besos. Allí mismo, entre la puerta y el coche nos dimos un entre. Me embarré todo su cuerpazo encima y la besé con ansia, impresionado de su hermosura y de su sexualidad desbocada. Por fin pude, y la pude a ella, separarla de mí y nos arrancamos a la tienda, a seguir trabajando. La falda se la subió mucho ella misma y revelaba casi todas sus piernas, impecablemente vestidas por las medias finas que traía, hasta arriba de sus muslos torneados y larguísimos.
No podía poner atención al camino, no podía separar mis ojos de tanta belleza. Los contrastes de la falda roja con sus medias ahumadas, de la satinada parte de la braga tan ajustada a su bollito contrastando con la desnudez superior de sus muslos me jalaba la mirada hacia allá. Ella lo notó y con sus dedos se jaló la tanga a un ladito y abrió sus piernas, dejándome ver su rajada jugosa, pasándose los dedos por ahí y diciéndome con mucha malignidad:
-Mi amor... no podrías hacer el favor de comerme tantito?, me estoy cociendo en mi jugo...
-Aquí, cómo?!
-Sí, aquí mismo. Mira qué rica la tengo... ándale, párate.. estaciónate... mira, no se te antoja?, mira cómo se me ve de apetecible... no quieres meterle la lengua?...
Chingas a tu madre! Las sienes me palpitaban, la boca se me secó. Ese día estaba muy caliente ese mujerón, andaba muy guapa y, por si fuera poco, se estaba portando mal en serio.
Di vuelta en la primera esquina que pude y me metí a una colonia. Me estacioné en una plaza y ahí estoy: Comiendo papaya de Reina Madre a las 4:30 de la tarde. Allá en medio de esas piernas de infarto, escuchaba los gritos y las risas de los niños jugando en el parque aquel, pero mi hambre vaginal por esa super señora era más poderosa que mi ecuanimidad.
Aprovechando los vidrios teñidos, oscurecidos, y el aire acondicionado del coche, me alimenté un buen rato de semejante manjar. Luego que descansó a grito pelón un par de veces, me enderecé y me saqué la vergona para que me la catara a mamadas. Se tendió sobre mis piernas, puso su rodillas en el piso del carro y la agarró como si fuera una imagen religiosa, con devoción, con contemplación. Me la empezó a lamer muy suavemente, apenas tocándola con sus manos, sin hacer presión con sus dedos y su lengua. Mirándome con sus gigantescos ojos negros bien maquillados, la recorría a lengüetazos de arriba para abajo y luego me empezó a besar la cabezona, muy despacio, untándole los labios y los dientes, con la boca cerrada.
La dejó de besar y se alejó unos centímetros de ella, mirándola con atención en todo su esplendor, bien erguida, sosteniéndola con una mano y masajeándola con la otra, frotándole la cabezota ensalivada y apretándola, encantada y satisfecha de toda ella, de toda mi vergonona que tan orgulloso me tenía. Después de tres minutos de contemplación se acercó a ella, calladita, como si no quisiera despertar a alguien y se la fue metiendo entre los labios, con voracidad, con apetito. Ni parecía que acababa de comer. Sentí la mejor de las mamadas que hasta ese día me había prodigado esa mujer tan bellísima, tan hermosa que bien podía hacer una telenovela en cualquier canal de televisión, con el papel estelar, se los aseguro. Empezó a temblar, como su hija, como si tuviese frío y a decir entrecortadamente:
-Jorge... chup, chup... Jorge mi amor chup mi vida chup qué vergaza tienes, papacito... no seas malito... chup, chup... no seas malito conmigo... métemela... chup, chup... yo te amo... métemela por favor... métemela toda.... chup, chup... tu vergototota amada... chup... mira qué grande la tienes... chup... qué cabezona... chup, chup... qué gruesota....reviéntame con tu vergota... papacito... no te niegues... chup, chup... no seas malo conmigo... chup... yo te amo... chup, chup... Jorge, si?
-Súbete Dany, te doy permiso, mátate sola- le dije, sin poder ya resistirme a dama tan preciosa.
-Sí, mi amor, gracias!!- me dijo mientras con desesperación se deshacía de la tanga roja y se subía a horcajadas en el monstruo maldito que ya estaba enviciando a dos generaciones. Como si fuera una boca gigante sentí como me fue devorando completo el garrote, sentía su calientísima vagina abrazándome la verga. Su temperatura era muy alta. No recuerdo otra papaya más caliente que esa. Estaba ardiendo en serio la Doña. Me incendiaba la verga y los sentidos.
Le abrí la blusa y me topé con su brassier rojo, también, finísimo. Una pieza de lencería muy cara y excitante que guardando esos melones pálidos, en verdad lucía. Parecía que lo habían hecho para ella, para esos portentos de senos femeninos.
-Qué hermosura de tetas tienes, Dany- le dije sintiéndome opacado frente a tanta belleza, frente a tanta perfección.
-Son de mi amor.
-De tu marido?, no me las prestará?
-Chistoso. Son tuyas. Tú eres mi amor. Sácalos... cómetelas, bebé. Mi bebé hermoso.
con algo de esfuerzo las saqué por arriba del sujetador, le quedaba justito. Ella misma se bajó un tirante del hombro al brazo y salió una completa. Sin perder tiempo me prendí del melocotón sonrosado del pezón grande que quedó a escasos centímetros de mi boca antojada y lo succioné como si le saliera wishky, mi bebida favorita, sin dejar de clavármela con decisión.
Fueron cerca de 35-40 minutos los que estuvimos allí parados, cogiendo en el carro del Cuernos. Los asientos quedaron para el car-wash, pero urgente!, la señora los llenó y embarró todos de jalea, se vino como 10 veces, me embarró los muslos de nata, como si se hubiera orinado. Cabrona vieja, andaba ardiendo! También le vacié toda la gabela en la pepa, hasta bien adentro y como su sobrina Sara, también se estremeció cuando sintió la presión tan potente y hasta tan adentro de ella, tan al fondo de su canal cervical, bien relleno de carne dura. Se apretó a mí, parecía que quería arrancarme el garrote con las piernas y la vagina hirviente y me echó el par de senos de concurso en la cara, frotándomelos en el rostro, ahogándome entre ellos.
-Aaaayyyy, papacitoooo... échamelos, dámelos todos.... aaahhhh.... qué bárbaro!... eres mi semental, mi garañón!... aahhhggg... qué venidota, mi amooorrr, aaahhh... más... más!... dámelo todooo... embarázame, Jorge!... aaagghhh, mmmhhh... te amo... aaayyy, qué rico, ándale! ponme panzona, dame un hijo, como a Lorena... lo quiero, dámelo... te amooo...
Nos compusimos un poco y nos fuimos a su tienda a trabajar hasta la noche, hasta terminar. Conversando y trabajando, seguimos con el tema del incestuoso de su marido y me dijo algo que me dejó muy emocionado.
-Ya mero se llega el día en que él se lleva a Nena y a sus primas, Sara y Nora, a Laredo, Texas, a comprar los regalos de Navidad, ahí por noviembre. Fíjate nomás! De por sí, a las niñas no les gusta andar con él, dicen que es muy aburrido y regañón, y ahora con esto? Cual confianza le puedo tener de que se lleve a mi´ja sola con él, sin mí? Te imaginas mi desasosiego? Contigo son felices, desde que llegaste se han identificado mucho. Le voy a decir a mamá que mejor tú las lleves, cómo ves? Nos harías ese favor? Me lo harías a mí, mi amor?
-Yo también las disfruto mucho, son mis amores. Si ustedes lo creen conveniente, con mucho gusto lo haría. Por mis niñas, lo que sea!, y por ti, ni se diga- le respondí. No pude ocultar el brinco que me dio el corazón... Y oculté, lo mejor que pude, el brinco que me dio LA VERGA.