Desde que tenia 4 años me nació el deseo de ponerme ropa femenina, incluso jugar con muñecas, desde muy pequeñito me encerraba en el ropero de mis hermanas las cuales me llevan varios años y me vestía con su ropa interior. Al mismo tiempo me nació la necesidad de sentir algo masculino en contacto con mis nalguitas, una vez tome un cigarrillo de un visitante de la casa, lo cual relacionaba con algo muy masculino y a escondidas lo introduje entre mis calzoncitos para sentirlo en contacto con mis nalgas y eso me hacia sentir algo muy bonito.
Así fui creciendo, con mi mamá y mis dos hermanas, muy pronto ellas notaron mi afición por la ropa femenina pero nunca dijeron nada. A veces pasaba largas temporadas sin que tocara una sola prenda de mujer, sin embargo periódicamente me entraba una necesidad muy fuerte de vestirme, en ése entonces como niña.
Cuando tenía 14 años, revolvieron mi foto de colegio con las fotos de las niñas, pensando que yo era una de ellas, ya que mi rostro siempre fue muy tierno, dulce y un poco femenino para ser niño, entonces se me vino a la mente la idea de transformarme completamente en una linda colegiala, para lo cual me valí de los uniformes que habían dejado de usar mis hermanas y ya que habían asistido al mismo colegio que yo no habría problema, puse manos a la obra y recolecté cosméticos, ropa y zapatos, entonces me ricé las pestañas y puse rimel en ellas, me puse delineador de ojos, un poco de lápiz labial, aretes, una blusita blanca y debajo un corpiño al cual le puse algodón para simular unas pequeñas bubis, una pantaletita blanca de algodón, la falda del colegio era tipo escocesa roja y tableada, a la cual le recorte bastante para que me quedara muy corta, calcetas blancas y zapatillas negras. Arregle y esponje mi cabello para lograr una apariencia muy femenina.
Entonces me mire al espejo, me gusté mucho, pero había que pasar la verdadera prueba, salí a la calle a comprar algunas cosas y en el camino me encontré con unos vecinos que no me reconocieron para nada, eso me dio confianza de seguir y mas adelante pase frente a un grupo de muchachos de unos 17 años que jugaban fútbol, cuando me silbaron y dijeron piropos supe que había pasado la prueba satisfactoriamente
Pero no iba a quedarme ahí, como mi colegio tenia dos turnos y yo asistía al matutino decidí probar mi nueva imagen en el turno vespertino donde los chicos eran un poco mayores. Yo aproveche el cambio de turno para esconderme en un salón reservado para utensilios de limpieza y cosas viejas que ya no usaban, allí me vestí y me transforme en una linda colegiala, solo salí a la hora del descanso, los chicos al mirar una alumna nueva; blanca, delgada, un poco bajita, con una carita angelical, muy coqueta y con una faldita tan corta, comenzaron a entusiasmarse. La tiendita del colegio era muy pequeña y todos se arremolinaban para poder comprar un lunch, claro está que los chicos aprovechaban esa confusión para manosear a las chicas a su antojo, cosa que algunas disfrutaban y yo sabiendo eso me dirigí de inmediato a la tiendita para probar mi suerte, en cuanto estuve entre la multitud comencé a sentir las manos de los chicos manoseándome mis piernas y mis nalguitas, lo cual no les costaba mucho trabajo por lo corto de mi falda, dejé que me manosearan cuanto quisieran y uno de ellos hasta se atrevió a meterme el dedo en mi culito, cuando termino el recreo me retire a mi escondite completamente extasiada, nunca imagine que pudiera sentirme tan femenina, tan deseada y tan satisfecha.
Al día siguiente repetí mi actuación y los chicos de la escuela hasta me estaban esperando para poder regocijarse con mis nalgas; me las agarraban, me las acariciaban, me las apretaban, pasaban sus dedos por debajo de mi pantaleta y los introducían en mi culito, yo solo me limitaba a fingir que no pasaba nada y a disfrutarlo.
Estando en mi escondite y lista para cambiarme, me sorprendió la llegada de Don Julio el jardinero del colegio, un hombre de unos 45 años, alto, moreno, un poco corpulento, quien al verme de inmediato me inquirió que estaba haciendo en ése lugar, yo no podía responderle pues estaba petrificada de miedo, entonces él me amenazó con llevarme ante el Director por faltar a mis clases, lo cual hubiera sido catastrófico para mí, yo comencé a lloriquear y pedirle que por favor no lo hiciera, que haría cualquier cosa, entonces él sonrió y me miro de arriba abajo, tomo una silla y se sentó detrás de mí de modo que mi traserito quedaba frente a él, comenzó a acariciar mis piernas, subió sus manos por debajo de mi diminuta falda y acaricio mis nalgas, las apretó, las estrujo, se levanto y empezó a frotar su pene que ya se encontraba erecto contra mi trasero, quiso acariciar mis tetas pero al sentirlas tan pequeñas pensó que todavía no se desarrollaban, entonces bajo sus manos a mi entrepierna, yo me había cubierto aquella parte con cinta adhesiva muy bien apretada, al tocarme lo noto y me dijo: Así que no eres niña, pero quisieras serlo, verdad, pues ahora te voy a convertir en toda una mujercita.
Me inclinó sobre un escritorio y de nuevo frotó su pene contra mi trasero, se aflojo el cincho, bajo sus pantalones, levanto mi falda y siguió frotándome con su enorme miembro que guardaba en sus calzoncillos, entonces se agacho y acariciando mis nalguitas bajo mi pequeña pantaleta, yo estaba totalmente estupefacta, no podía creer lo que me estaba pasando, de pronto sentí su rostro en mi trasero besándome las nalgas, me las abrió y empezó a besarme el culito, luego lo chupo, lo lamió, lo succionó, pasaba su lengua y la metía en mi pequeño orificio, nunca me habían dado tan rica comida de culo, yo sentía mi cara muy caliente, que me ardía de pasión y excitación, todo me daba vueltas, creía que me desmayaría, entonces se levanto e hizo que cambiáramos de posición, ahora yo me encontraba sentada frente a él con su pene en mi cara, una enorme víbora morena, grande, gruesa, y con el glande completamente hinchado de excitación, me tomo de la nuca y comenzó a frotarme su miembro entre mis labios, yo adivine lo que quería que hiciera y abrí mi boca, él lo introdujo solo un poco, al sentirlo entre mis labios instintivamente empecé a chuparlo y de pronto ya no podía parar, se lo mamaba ávidamente aunque no cabía por completo en mi boca, él me retiro y volvió a inclinarme sobre el escritorio, entonces ensalivo mi culo para lubricarlo, yo ya estaba dispuesta a recibir la tremenda estocada pues acababa de ver el tamaño de su miembro y me preguntaba si todo eso podría entrar en mi pequeño culito, pero yo ya lo deseaba, no me importaba nada, solo quería sentir ese tremendo gusanote penetrándome, como si entrara en una tierna manzana. Sentí su enorme pene a la entrada de mi cuevita, estaba empinada frente a él con mis piernas muy abiertas y mis nalgas bien paraditas, entonces comenzó a abrirse paso entre mis nalguitas, era enorme, sentía que me partiría en dos, yo movía mi cabeza incontrolablemente, trate de safarme echándome para delante, pero fue inútil, él me tenia bien cogida y siguió metiendomelo poco a poco y no se detuvo hasta que lo introdujo completamente dentro de mí, yo chille y grite y hasta algunas lagrimas rodaron por mis mejillas, pero ¡como lo estaba disfrutando!, de pronto el empezó a sacarlo y sentí un poco de alivio, pero de nuevo lo introdujo, siguió repitiendo ese movimiento haciéndolo cada vez mas rápido y cada vez que lo metía lo empujaba con más fuerza, yo me arqueaba de placer, parecía una gatita en celo, nunca había experimentado esa sensación tan intensa entre el placer y el dolor con tanta excitación, tanta pasión, tanto sexo y entonces él se estremeció y pude sentir que se venia dentro de mí, estaba chorreando todo su semen ardiente dentro de mí, ¡que ricura, que delicia!, en ése momento me sentí completamente invadida, poseída y sometida, por un hombre que me acababa de convertir en toda una ¡mujercita!.