SIN QUERER, QUERIENDO... 15
Primero que nada: GRACIAS. De verdad agradezco sus amables, e inmerecidos, comentarios. "Sin querer, queriendo- 14", habitó, momentáneamente, en el primer lugar del TOP 100, en este prestigiado Portal. Espero compensar tanta deferencia con mis siguientes Relatos.
GRACIAS A TODOS.
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Sábado, 7:00 AM, 18°C. Soleado, a pesar de estar en pleno otoño, y muy agradable. Así iniciábamos nuestro viaje a la frontera, a comprar los regalos de Navidad de ese GLORIOSOg año de 1987. El plan original era irnos entre 5 y 6 de la mañana. No. Como siempre, Las Divas, se tomaron todo el tiempo del mundo, después de levantarse tarde, para estar listas para salir. El viaje era de un día, de ida y vuelta, y a ese paso volveríamos hasta muy tarde por la noche. Otra variante tuvo el plan de viaje: Una comadre de mi suegra, Doña Tere, viajaba con nosotros. Aprovechando el traslado nuestro, la dejaríamos de paso en Cd. Anáhuac, de donde ella era, en un poblado cercano a nuestro destino. Aunque nos tendríamos que desviar unos kilómetros, nada pude objetar y me la tuve que llevar. Con todo eso, calculaba yo que no estaríamos en Laredo antes de las 12 Hs y si a esto agregamos que las tiendas se cierran a las 17, ya iba bastante presionado, ni modo, a atorarle pues.
Por fin, después de que todos tuvimos que hacer presión sobre las niñas, salimos en una camioneta de mi suegro, una Chevrolet- Suburvan ´86, nuevecita. Doña Tere y yo, adelante, Las Ninfas, atrás. Las dos llevaban pants y sudaderas, no me explicaba porqué entonces, se tardaron tanto para salir. Ni siquiera iban maquilladas y las dos traían el cabello cogido en una coleta tras la cabeza. Iban bien bañadas, se notaba, fuera de eso nada del otro mundo. Es más, en cuanto salimos de la casa, se acomodaron en los amplios asientos y se dispusieron a seguir durmiendo. La Sra. Tere y yo íbamos platicando de diferentes cosas y ellas, inconscientes.
En Ciénega de Flores, NL, a casi una hora de camino, en ese entonces, me estacioné frente a un restaurante para almorzar. Un Machacado con Huevo no se podía dispensar al pasar por en medio de ese pueblo. Las niñas se enderezaron y preguntaron qué pasaba. A desayunar, mi almas!- les aclaré. Nos bajamos del mueble y las dos se abrazaron mimosas de mi cintura para caminar al comedor. Tengo sueño...- me dijo Nena, recostándose en mi pecho al caminar, apoyándome casi todo su peso. Más! Pero si te acabas de levantar!- le respondí riéndome y tú, Sarita?, también tienes sueño?, le pregunté a la pelirroja, esperando una respuesta parecida. No, tío. Yo tengo ganas- me aclaró segura tomándome de la cara y dándome un besito en los labios, con Doña Tere caminando por la acera tres metros delante de nosotros, dándonos la espalda.
-Ganas de qué?, mamacita- le pregunté observando a la señora y apretándola más a mí.
-De comerte a besos, de chupártela, de que me chupes a mí y de muchas cosas más- me respondió sacando su lengüita y pasándomela por los labios en plena calle.
Nena, al ver a su prima lanzada, me tomó la mano que llevaba en su cintura y la puso en una de sus redondas nalgas, mirándome a los ojos, con un fulgor tempranero.
-Yo también, tío. Ya me muero por estar contigo, haciéndote cositas. Para qué la traíamos?- me preguntó indicando con su cara a la ancianita que estaba por llegar a la puerta del restaurante.
-Tu abuelita me pidió el favor, no me pude negar- respondí resignado y ella se acercó a mi oído, ya cuando estábamos detrás de Doña Tere, diciéndome muy en secreto.
-Mmmm, papito, ya te viniéramos comiendo por todo en el camino- se me separó, dejándome sinceramente muy impresionado y le dijo a su prima- Verdad?, Sara.
-Qué?- preguntó la otra.
-Tú di que sí, huey- le respondió Nena con una miradita traviesa.
-Sí, claro que sí- le respondió la pelirroja al imaginarse de lo que se trataba, mirándome muy coquetamente, como aquella.
Cabronas huercas!, les valía madre todo. Me iban a dar una santa calentada, que para qué les cuento. Desde ese momento empecé a cavilar en cómo le haría para comérmelas aunque fuera una vez a cada una. Debía idear algo. No todos los días se podía andar a solas con semejantes ninfomanitas tan hermosas y, además, tan mórbidas y tan ricas. Pedimos cada uno, incluyendo a nuestra compañera de viaje y comimos bien todos. Mis Amores antes de medio plato, no pudieron más, lo servían muy bien. Se quejaron del calor y me pidieron las llaves de la troca. El día ya estaba calentando, el sol daba a todo lo que daba y ya andábamos por los 23-24 grados. Se fueron a la camioneta y regresaron con una bolsa de plástico, me entregaron las llaves y se metieron al baño del local.
Doña Tere y yo terminamos de almorzar y pedimos más café, iniciando una entretenida plática de sobre mesa. Casi después de media hora las primas salieron del baño, ya el restaurante estaba más lleno. Hombres y mujeres, seguramente con el mismo destino que llevábamos nosotros, ocupaban más de la mitad las mesas disponibles. El bullicio propio de un comedor medio lleno, era bastante sonoro y en un momento, de repente, cesó. Al notar a dos jóvenes en una mesa anexa a la nuestra, desentenderse de sus platillos y atender a algo que se aproximaba a su mesa, dirigí mis ojos a esa dirección y que las voy viendo!...
Hijas de la chingada! Parecían otras. En la bolsa de plástico traían todo lo necesario para "disfrazarse de señoritas" y vaya que lo lograron. Bien maquilladas, con el cabello suelto y con tacones las dos. Nena con una falda de esas que le gustaban, bien cortitas y apretadas color verde militar, con una blusa de manga corta, amarilla, amarrada a la cintura, con unas calcetitas al tobillo. Sara, con una falda voladita, de tablones, en color blanco, muy pequeña, después supe que era parte de un uniforme de bastonera que usó en Sexto año, casi dos años antes. Ya se imaginarán cómo le quedaba. Con un chaleco de piel color vino, sobrepuesto encima de una camiseta de tirantes, pero sin calcetas, con sus pies desnudos en los zapatos de taconcito, color vino, como el chaleco. Se sentaron y Doña Tere, desde luego, les preguntó que para qué se habían arreglado tanto. Ellas ni caso le hicieron y me preguntaron si ya nos íbamos. Pagué y salimos a seguir nuestro camino.
Por la carretera las miraba por el espejo y ellas me devolvían las miradas, serias, inexpresivas, sabiendo bien el efecto que habían provocado en mí, y en Mostrenco, al verlas tan antojables. La viejita se quedó dormida a los 20 minutos y ellas empezaron a buscarle ruido al chicharrón. Sara se quitó el chalequito que llevaba encima de la camiseta y Nena se desabrochó la camisa amarilla que llevaba puesta, mostrándome sus senitos por el espejo interior, no traía corpiño. Acomodé el espejo hacia abajo, buscando un panorama de sus faldas. Ellas al notarlo me mostraban sus hermosas piernas. No había a cuál irle. Los sedosos y llenitos muslones dorados de Nena me encandilaban; pero las larguísimas y pálidas piernas de Sara me encantaban. Cuando noté que ellas mismas se recorrían las piernas con las manos y que éstas no correspondían, pues las pálidas manos de una estaban en los esplendorosos muslos de la morena y las manos de ella en las blancas piernas de la otra, acomodé el retrovisor para verles las caritas y nada!, que ya se iban devorando a besos, mamacitas!, y yo con el garrote reventándome y con el "entrego" roncando junto a mí.
Mirándome las dos a los ojos se iban saciando una de la otra. Sus besos eran de verdad deliciosos, muy calientes. Yo subía y bajaba el espejo, queriendo evitar perderme detalle alguno de las caricias perniles que se prodigaban sin dejar de besarse. La más emocionada era Sara que llevaba casi recostada a Nena en el asiento metiéndole toda la lengua en la boca a su prima y acariciando hasta bien arriba las piernonas de la morena de fuego. Ésta, volteó a mirarme por el espejo y yo le hice señas con mi dedo por el espejo. Puso atención e interpretó que le decía que le diera a su prima de sus pechos, descubiertos desde que se desabrochó la blusa, desde que reiniciamos el viaje.
Nena separó a Sara de su boca y la dirigió a sus pezones ya muy erguidos. La pelirroja le pasó su larga lengua por uno y otro y la morena emitió un quejidito delicioso al sentir semejante contacto lésbico-incestuoso. Así estuvieron unos minutos y unos kilómetros, yo iba que no me enfriaba ni el clima de la camioneta, que desde hacía rato había encendido. La verga me brincaba como si quisiera pelea, desbocada y urgida por ir a guardarse en alguno de esos agujeritos que tanto le gustaban.
Sara le iba, literalmente, devorando los pechos a mi Nena y ambas se acariciaban mutuamente las piernas y las nalguitas. Luego, otra vez, se prendían en esos besos salivosos y lenguosos que ya dominaban a la perfección. Malditas!, me llevaban de chofer mientras se refocilaban una con la otra. La pelirroja, en el colmo de la calentura, le empezó a jalar el calzón a su prima para bajárselo, pero ya íbamos llegando a un poblado y les hice la seña de que se esperaran. Ya no traía gasolina y tenía que detenerme, si no, de seguro se hubieran dado boca por las vaginas mutuamente, ya estaban muy clientes las morritas.
En Sabinas, al bajar la velocidad, Doña Tere se despertó y ellas se separaron acomodándose las ropas y sacando cada una, como si fuera un rito, sus pinturas para remaquillarse y cubrir los espacios sin pintura que se comieron una de la otra.
Me metí a una gasolinera y me paré junto a una bomba. Cuando pagué, la señora dijo que quería ir al baño. Las niñas le preguntaron que "de cuál" iba a hacer, si del uno o del dos y ella les respondió, riéndose, que qué les importaba y todos nos reímos. Ellas le contestaron que allí estaba muy sucio, que por eso le preguntaban. Doña Tere aclaró que ya el almuerzo había hecho lo suyo y Nena me dijo que le diera a un restaurante que estaba a dos cuadras, donde el baño sí estaba muy limpio, que ellas ya lo conocían.
Llegué y me estacioné entre dos camionetas altas como la nuestra. Le dije a Sara que acompañara a la señora al baño y la esperara. Cuando ella se enderezó para salirse le dije en secreto para que la viejita no me escuchara: "Se tardan tantito". Sara se sonrió y le dijo a Nena: -SUERTUDA!- le dio un juguetón empellón y se bajó riendo tomando a la doña del brazo, encaminándose despacio al interior del restaurante aquel.
No habían entrado y yo, sin apagar la camioneta, puse en el vidrio delantero un parasol de cartón que traía mi suegro, y sin bajar los oscurecidos cristales del mueble, me desabroché los pantalones y le dije a Mi Reina:
-Ándale, Nenita, mámame la verga. Mira cómo me la dejaron, ¡cabroncitas!
-Ay, tío. Qué rica la traes- me respondió metiéndose entre los asientos delanteros y de rodillas, de ladito me agarró el fierro y me lo empezó a masturbar lamiendo bien la cabezota. Le sale mucha agüita... chup, chup... mmmhh... rico.
-Te gusta, mi amor?- le preguntaba mientras le acariciaba los cabellos.
-Mmmhh.... me encanta... chup, chup... está bien rica... chp, chup...
-Chúpala fuerte, mi´ja. A ver si hay tiempo de darte lechita, no quieres?
-Chup, chup... sí. Dámela mucho... chup, chup... ándale... dame la lechita- le dijo a la verga, hablándole directamente a ella, como le enseñé. Mamita!, tan pendejita...
-Pues ya no le hables! Apúrate, chúpala fuerte!- le respondí hundiéndole la verga hasta el cuello, por dentro, llenando completamente esa boca que tantos oscuros deseos me provocó, apenas unos días atrás.
Pasaron cinco minutos, tiempo en que la cabeza de Nena nunca dejó de bajar y subir, decidida a obtener su premio. Esa mamadita ha sido una de las mejores que recuerdo que me dio esa Reina, estaba desbocada mamando verga como posesa. Hice el asiento hasta atrás y lo recosté otro poco, para estar más cómodo y ver mejor el trabajito que la niña le hacía al garrotón de verga que se comía. Desde luego que ya no completé con su boca y desesperado le pedí que se quitara los calzones y se montara en mi vergona. Ella se enderezó, ardiendo, igual que yo y como si nada se despojó de ellos. Cuando se subió la faldita a la cintura y vi sus piernotas completas las quise tocar y besar, pero era algo difícil, por la posición que teníamos. Así que la agarré de la cintura y me la monté en la verga. Apurada se dejó caer en ella y yo la atraje también a mí, por las caderas, por lo que echó un buen grito cuando se le fue media vergota entre la vaginita, sin pausa, sin paciencia alguna de mi parte.
Así, empalada a medias, la empecé a mover encima de mí y ella me besaba deliciosamente. Siempre vigilando para afuera y la puerta del restaurante, nos echamos el primer palito del viaje. Incluso ella sola se desabrochó la camisa amarilla y me dio a beber de sus pezones deliciosos, todavía bien erectos por la boca de Sara y con el sabor de la saliva de aquella. La verga ya estaba completamente dentro de ella. Su jugo me cubría los huevos, chorreaba demasiado la treceañera encima de mí. Le quería arrancar los pezones a mordidas. Los mordía, los chupaba, los lamía, les soplaba, los miraba y se los mordía de nuevo. Pinche huerca!! Me traía pendejo! Qué buenísima estaba y qué buena para coger me salió! Sentía cómo se descargaba orgásmicamnete encima de mí, loca de pasión.
Me la descorché y le dije que se subiera encima de mí, pero de nalguitas. Me puse de lado en el asiento, recargado en la puerta y ella se me sentó en la verga. Se la metí así y ahora tenía el inigualable espectáculo de sus nalgas lindas sobre mi abdomen, con Mostrenco bien hundido en sus entrañas. Ella se agarraba del respaldo del copiloto y se daba de sentoncitos en la verga, esos sí, no tan duros. El riatón ya estaba muy desfigurado por la fricción de su vaginita y le entraba ya muy apretado. A los pocos minutos me vine en ella como un pinche naufrago. Los dos gritamos fuerte cuando el cañón empezó a escupir lumbre. Le retaqué las entrañas con harto atole.
Se la saqué y cuando sólo estaba con la cabezona en la papita le dije que me pasara sus calzoncitos. Al medio empinarse a alcanzarlos en el piso, le vi el nalgatorio en toda su plenitud, con la vergonona babosa tapizada por mis mecos y su miel vaginal, y se la volví a meter fuerte, encantado por semejante visión. Ella se quejó sordamente y se echó completamente encima de mi cuerpo, con su espalda en mi pecho y se empezó a mover como una serpiente sobre la arena del desierto, con sus piernas muy cerradas con el bruto enterrado bien adentro, resbalándose fácilmente por la lubricación de mis mocos y sintiendo todo su cuerpazo sobre mí.
-Te gusta, verdad, reinita?- le pregunté al oído.
-Sí, mucho. La tienes muy rica... mmmhhh... aaayyy... me llega muy adentro... mmmhh, rico- me respondió matándose sola.
-Ya, levántese mi amor. Ya no tardan en regresar. Además te tienes que limpiar.
-Y cómo?, tío- me dijo moviéndose todavía sobre el culebrón.
-En el baño, con tu calzoncitos. Póntelos entre las piernas para que no se te salga la lechita aquí arriba y en el camino. En el baño, con papel te la limpias bien.
-Bueno- me respondió enderezándose y sacándose la verga de su vaginita rica, con el chonino esperando en la puertita a que saliera toda. Cuando salió todo el vergón, éste cayó sobre mi abdomen, como desmayado y ella lo vio por entre sus piernas. Híjoles, tío! La tienes bien grandota. Cómo me puede caber todo eso.
-Pues bien que te cabe, mi amor. Ya ni sufres, verdad?
-Para nada. Ahora sufro cuando me la sacas. Ya no quisiera que me la quitaras nunca.
-Así será, mi vida. Mientras la quieras, será tuya.
-Te amo- me dijo volteándose a mí y dándome un delicioso besito en la boca.
-Y yo a ti, Nenita- le dije sinceramente emocionado.
Se maquilló un poco y se bajó de la camioneta. Caminó con sus piernas apretadas, sosteniéndose la prenda en la papita desbordada de lechota. Se veía hermosa dirigiéndose a la puerta del restaurante. Incluso unos muchachos que salían de allí, amablemente le detuvieron la puerta, eso sí, sin dejar de contemplar semejante belleza de adolescente, con esa mini falda tan corta y apretada. Hasta uno algo le dijo, un piropo. Ella ni los volteó a mirar, como si no existieran, ni las gracias les dio.
Quién me iba a decir que eso ocurriría? Que esa divinidad de muñequita caminaría entre la gente con mi esencia en sus adentros, conteniéndola con su ropa interior? Con el boquetito bien abierto por mi grueso tolete; pero, con sus piernas divinas bien apretadas encaminándose a asear su vaginita encharcada por mí? NADIE!!
Saqué mi pañuelo y me limpié el machete. Cuando todas regresaron les dije que seguía yo y me fui al baño, a mear y a lavarme la verga. Regresé y seguimos nuestro camino. A las 11 AM llegamos a Anáhuac, a donde dejaríamos, por fin, a la comadre de la abuela. Continuamos, ahora MIS AMORES, iban conmigo, las dos en el asiento del copiloto. Sara iba de lado, de frente a mí y Nena en la ventanilla. Platicando, manejando y, desde luego, gozando con mi mano derecha y con mi vista, los perfectos muslos de aquella, agasajándole algo fuerte sus blanquitas piernas. La pelirroja empezó a preguntar qué habíamos hecho cuando ella andaba en el baño, con Doña Teresa. La morena y yo sólo nos sonreíamos y ella insistía en que le platicáramos.
-Ay, Sara! Qué preguntona!- le dijo Nena.
-Díganme! Quiero saber- respondió la rojilla haciendo presión.
-Le digo, tío?-me preguntó mi Reina.
-Pos dile- le respondí.
-Hicimos cositas ricas- empezó Nena.
-Aquí?!, de todo, de todo?!- se sorprendió Sara.
-Sí, de todo. Bien rico- siguió aquella.
-Mentirosa.
-Pregúntale a mi tío.
-Sí, tío? De todo?
-Todo. Mi´ja. Lo hicimos todo. Enséñale, mi´ja- le dije a Nena.
-Mira- le habló a su prima para que volteara a verle allí, bajo la falda.
La morenita se arremangó la mini y emergieron sus muslazos completos. No traía calzón, estaba muy maltrecho y no se lo puso. Sara se asomó y vio la irritada papayita de su prima.
-Híjoles! La traes bien roja y muy abierta, manita.
-Te dije que lo hicimos todo. No nos creías, verdad?- le respondió.
-Se me hacía difícil. En la banqueta y en pleno día. Qué bárbaro, tío.
-Ustedes tienen la culpa. Se venían besando y acariciando mucho, y yo con su madrina acá adelante, malvadas!
-Jajajaja!- se rieron las dos al mismo tiempo
-Te duele, mi´ja?- le pregunté a Nena al ver como se pasaba los deditos por allí, con sus piernazas muy abiertas.
-No, tío. Siento rico. La traigo muy sensible- me dijo con una vocecita muy caliente.
-Ándale, Sarita. Cura a tu prima, mi´jita- le dije a la pelirroja viendo como esa carretera inter estatal estaba muy sola, casi no había tráfico. Además con los cristales bien oscurecidos, no había problema.
-Cómo, tío?- preguntó ella.
-Con tu boquita, mi vida. Chúpale allí.
Sara se deslizó al piso de la camioneta y se puso de rodillas entre las portentosas extremidades de Nena. Hasta su cabeza se veía pequeña entre semejantes piernas. la morena la miraba muda, pero con un semblante de lascivia memorable. La hincada me volteo a ver, como esperando instrucciones. Yo le dije: "Lame, besa, chupa... acaricia, mi vida. Hazle lo que quieras, que sienta rico tu querida prima, ándale"
Ésta empezó a pasar sus manitas por las piernas de su prima, encantada de su textura, de su suavidad, de su belleza increíble, como yo, como el papá de ella, como todos los perros malditos que la veían pasar. Nadie estaba exento de sentir admiración por tanta perfección, Sara no podía ser la excepción. Era demasiada belleza, demasiada preciosura... y tan, pero tan cerca. Nena la contemplaba interesada, miraba con qué parcimonia su prima acariciaba sus muslos. Ella no era todavía conciente del gran poder que tenía en sus extremidades inferiores, apenas se iba a empezar a dar cuenta.
-Ábretela, Nena. Dásela como me la das a mí, mi amor- le dije a Nena, observando y manejando. Ella me volteó a mirar y me sonrió.
Se puso los dedos en la cosita y se jaló las alitas, mostrándole a su prima sus rozaditas suavidades. Come, Sarita. Prueba a tu prima, mi´ja- le sugerí.
Ella se acercó a los pétalos que le ofrecían y empezó a lamer. A lamer como yo se los hacía a ellas, recordando cómo me las comía yo, cómo me alimentaba de ellas desde hacía tiempo. Le morenita se soltó las alitas y se echó más adelante, hasta que sus nalguitas quedaron casi volando en el asiento. Con esto casi le embarró sus pubendeces a su prima en el rostro y la otra no se sacó, al contrario, se acabó de sumergir en tanta perfección.
Nena, alzó sus brazos y los colocó sobre el respaldo, afirmándose de él para moverse licenciosamente en la cara de su parienta, embarrándole sus atolladeros a aquella con la que apenas unos días antes se traía tanto coraje. Yo manejaba lento, tranquilo. Miraba cómo estas criaturas, tan finas, tan delicadas, tan elegantes estaban cambiando tanto. Me parecía un sueño lo que veía, me sentía aturdido, drogado, narcotizado con ese espectáculo. Nena, presionaba la cabeza de Sara en sus entrepiernonas con fuerza, desesperada y seguramente sintiendo el largo estilete de la lengua de aquella llegarle hasta el ombligo, pero por dentro. Y su prima, como yo, se veía que estaba dispuesta a morir comiéndose semejante manjar. A ahogarse entre tanta voluptuosidad infantil y fresca.
Cuando empecé a notar más tráfico y supuse que nos acercábamos a Nuevo Laredo, les dije que ya se sentaran bien. Pero en ese momento la Morena de mis amores se sacudió en un orgasmito tembloroso en plena boca de la víctima en turno de sus morbididades, su propia prima. Ésta, al sentir los estremecimientos de Nena, se agarró con más decisión de los muslones de aquella, dispuesta a terminar todo el trabajo. Niñas, yá!, calmadas. Ya estamos entrando a la ciudad- les llamé la atención, ni me pelaron. Hasta que Sara le recorrió el chochito completo a su primita recogiendo con su filosa lengua el juguillo de la Reina, se salió de entre las piernas de ella y se sentó a su lado.
Nena la tomó de la cara y le metió la lengua en la boca, empezando oootra danza de besos, de esos que ya las estaban enviciando tanto. Hijitas!, ya, déjense. Las van a ver!- les alcé la voz, viendo como el tráfico era ya muy espeso y la gente a la orilla de la calle ya era demasiada, estábamos completamente en la Ciudad. Por fin se separaron, pero Sara se recostó en el pecho de Nena y cerró sus ojazos verdes, suspirando muy bonito. La morenita la acogió cariñosamente entre sus brazos hermosos y le acarició los cabellos. Nada se decían, sólo iban así, muy abrazadas. Nena me volteó a ver y se sonrió deliciosamente. De repente abrió mucho su boca y dijo "aaahhh!", como si agarrara aire al salir de debajo del agua. Busqué la causa de su reacción y la encontré cerca del asiento. Aún con su mini falda hasta sus caderas su prima le iba metiendo un dedito en la vaginita, moviéndole los interiores despacito, pero con buen ritmo. Carajo!, estas criaturas no llenaban!
Pasamos el Puente a las 12:30, ya tarde. No pude recuperar nada de tiempo, había mucha carga vehicular. Compramos lo más que pudimos. A las 16:00, todavía no comíamos. Bueno, Nena y yo, porque lo que era Sara ya se había botaneado una muy buena ración de verija de Reinita. Les pregunté si aguantaban sin comer otra hora, para aprovecharla y me dijeron que sí, que no había problema. Les compré una sodas y le seguimos. Andaban encantadas conmigo, felices. Ellas mismas andaban muy cariñositas, tomadas de las manos para todas partes y dándonos besitos, los tres, donde se pudiera, picoretes solamente nada escandaloso.
Nena se echó todo el tour sin calzón, al puro pelo. Como la falda le apretaba mucho los muslos no se le veía gran cosa, pero el pensar que andaba así me sulfuraba el cerebro y cuando íbamos en la camioneta, de una tienda a otra, le metía la mano entre las piernonas y le acariciaba el vaginín con mis dedos. Todo el día lo trajo bien mojadito, exquisito. Ya me moría por bajarme a beber, como Sara, de tan omnipotente fuente tan dulce.
-Tío, quiero que me hagas eso otra vez- me dijo con la voz temblorosa, en una de esas ocasiones en que le metía todo mi dedo medio derecho en la pepita resbalosa.
-Qué es eso, mamacita?
-Eso que me haces cuando me metes tu cosona.
-Cogerte, mi alma. Dímelo.
-Eso, cogerme. Ya quiero que me cojas otra vez- me decía tranquilamente, mientras se retocaba el maquillaje, con las pierna abiertas y mi dedo bien metido en ella...
PUTA MADRE!! Qué hacía. Ni modo que me las gozara en la orilla de la carretera, en el tornaviaje. Me lleva la chingada!
Cuando acabamos las compras, bueno más bien cuando se acabó la venta y las tiendas empezaron a cerrar nos encaminamos a comer y en una calle muy transitada, y con un gran embotellamiento, llegó la respuesta a mi pregunta desesperada. Después de 10 minutos de tránsito lento, llegamos al motivo del embotellamiento: UNA CAMIONETA SUBURBAN, CASI DEL MISMO MODELO DE LA NUESTRA, ¡¡ D E S C O M P U E S T A !!
Ahí, por fin, se me iluminó la chistera... si se nos descomponía la camioneta, ¿cómo nos podríamos regresar con todas las cosas que ya habíamos comprado? Jejeje, ya estaba. Comimos tranquilamente y les dije de mi plan y que si ellas se querían quedar una noche completa conmigo, deberían ser muy hábiles para manejarse cuando regresáramos y hablar el mismo idioma.
-CLARO!!, tío. Lo que sea. Por tal de estar contigo hacemos lo que tú nos digas!- me dijeron abrazándome emocionadas las dos. Incluso Sara me besó en la boca, por lo alterada que estaba, le valió madre dónde estuviéramos. Mucha gente nos vio besarnos. Desde luego que todas las miradas masculinas, y algunas femeninas, se posaban sobre ellas. Eran el evento de la hamburguesería esa, donde estábamos comiendo. No dudo que en Laredo, Texas, haya jovencitas muy guapas y entre las mismas muchas visitantes y compradoras, abunden las bellezas adolescentes. Pero LAS MÍAS, eran otra cosa, se los aseguro.
Terminamos de comer y buscamos un teléfono para reportar "el problema" a casa. Me contestó mi suegra y le expliqué que ya traíamos todo el cargamento, pero que al querer pasar el Puente, la camioneta se había calentado mucho. Que la temperatura subió exageradamente y le empezó a salir mucho vapor del radiador. La señora me respondió que era de esperarse pues su marido nunca le ponía mano a esa pobre camioneta, incluso ya tenía meses parada, sin usarse. Le dije que si las mamás de las niñas lo preferían, cruzaba el puente con ellas, en taxi y las subía en un autobús, directo para allá. Les llamaba por teléfono, de nuevo, y les daba número de camión y hora de llegada, para que las "capearan" en la Central de Autobuses local. Que no pensaba que llegaran muy tarde, tal vez a las 11 de la noche a más tardar. Que se los preguntara y le llamaba en unos minutos, a ver qué decidían.
Desde luego que de inmediato me dijo que nada tenía qué preguntarles. Que las niñas estarían más seguras conmigo que solas en un autobús, sin importar que no fuera un viaje tan largo. Que nos acomodáramos en un hotel, preferentemente, allá, al Otro Lado y ya mañana sería otro día.
-(Otro día...)- pensé yo- (Pero, todavía, falta... ¡¡TODA LA PINCHE NOCHE!!), seguí pensando.