Mis recuerdos me llevan a mi niñez, cuando tenía unos 12 años. Mi hermana Idoia, seis años mayor que yo acababa de quedarse embarazada de su novio Juan. La verdad es que ni siquiera era su novio. El muy cabrón, seguramente en el primer polvo de Idoia, no sólo se había conformado con llevarse su virgo sino que además había aprovechado su inexperiencia para engañarla y dejar que le dejase correrse dentro de ella, lo cual además de servir a la niña para dejarla preñada, sirvió también para que su novio no volviese a llamarla más tan pronto supo de su embarazo.
Mi padre, un militar de los de vieja escuela, nada más saber que pronto sería abuelo se encabronó de tal manera que no sólo la pagó con mi hermana, sino que sus efectos colaterales llegaron tanto a mi madre como a mi.
Se acabaron las salidas con los amigos, las llamadas de teléfono, las visitas y no contento con aquello, en cuanto se enfadaba soltaba rápidamente la mano, alcanzando al que más cerca tenía, ya fuese mi madre, mi hermana o yo.
Como vivíamos en el país vasco, mi padre pasaba mucho tiempo acuartelado, ausencia que aprovechaba mi madre para visitar a su hermana, mi tía, que también vivía allí.
La familia de mi tía era totalmente distinta a la nuestra. Mi tío trabajaba en una fábrica de herramientas y mi tía cosía en otra empresa. Tenían dos hijos, mi primo Rubén de 8 años y su hermana Edurne de 14. A veces pasaba algunos días con ellos, sobre todo cuando mi padre libraba y se tiraba varios días seguidos en casa amargándonos la existencia a los tres. Así que mi madre aprovechaba la excusa para mandarme con su hermana evitando con ello que alguna leche me alcanzase.
Cuando me quedaba en casa de mis tíos, apenas jugaba con mi primo. Con su edad se pasaba todo el día viendo dibujos y pintando, con lo que yo me aburría más que una ostra y tenía que invertarme mil cosas para entretenerme.
Recuerdo que más de una vez me escondía bajo la cama de mi prima, que vive en un caserón antiguo com muchas habitaciones, para disfrutar sintiendo como Edurne se desnudaba en su cuarto y se duchaba. Tan pronto como escuchaba el ruido de la ducha salía de mi escondite y cogiendo sus bragas y sujetador me acariciaba a su salud, pensando en su bonito cuerpo de adolescente. Nunca la había visto totalmente desnuda, aunque si en ropa interior, por lo que dediqué la primera noche del largo fin de semana que me esperaba con ella para idear algo que me permitiese contemplar su desnudez.
Trasteando por la casa descubrí una habitación con trastos que justo coincidía con la pared del cuarto de Edurne, así que no me costó nada de trabajo preparar un pequeño orificio camuflado entre el dibujo de la pared que me permitía atisbar a través de él y ver parte de la habitación de mi prima y su cama.
Por fin tenía un lugar desde el que espiar sus movimientos. Aproveché que había escuchado su intención de bañarse para subir corriendo a mi observatorio a esperar su llegada. Abrí con cuidado el orificio que tenía tapado con cera para evitar que la luz le descubriese y me dispuse a mirar. A través del mismo se veía casi toda la habitación de mi prima, con la cama en el centro y en un lado la puerta que dada al baño.
Al instante llegó Edurne. Tiró su cartera sobre la mesa y cerró con llave la puerta. La ví como pasaba al baño y escuché el ruido del agua al correr. Seguro que acababa de poner a llenar la bañera. Enseguida sacó del armario varias prendas de ropa que colocó suavemente sobre una silla y se dispuso a desnudarse. Se quitó la camisa y la camiseta quedándose en sujetador. Se deshizo de los zapatos y del pantalón quedando solo vestida con unas braguitas blancas y el pequeño sujetador, que tapaban sus pequeños pezones y los rizos de su coño. Aún la ví pasear por el cuarto cogiendo algunas cosas antes de meterse en el baño. Ni que decir tiene que ante tanta desnudez mi picha había crecido hasta casi hacerme daño en los pantalones, por lo que no dudé en liberarla para evitar males mayores. Esperé a que saliese del baño mientras acariciaba mi rabo con suavidad. Por fin salió envuelta en una toalla rosa. Se sentó en la cama. Comenzó secándose el pelo. Cuando creyó que ya lo tenía seco se quitó la toalla y se puso de pie. Lo que vi me dejo alelado. Bajo la tela se ocultaba uno de los cuerpos más bonitos que ha visto hasta ahora. Sus dos pequeñas tetas se veían coronadas por sendos pezones oscuros que contrastaban con su piel blanca mientras que bajo su vientre un bosque de rizos castaños tapaban su gruta. Se movió por el cuarto mostrándome todos los rincones de su cuerpo mientras mi aparato crecía y crecía sin parar. La muy guarra sacó un papel de bajo los libros y se tumbó desnuda en la cama. Enseguida comenzó a tocarse las tetas y entre las piernas. Yo no perdía detalle de aquella escena mientras acariciaba mi picha, pues a esa edad aún no sabía que era una paja, si bien lograba alcanzar un estado de gran excitación al acariciar mi aparato.
Miré por el agujero viendo como mi prima se cascaba una buena paja con aquellos papeles. Me llamó la atención ver como su mano se restregaba una y otra vez entre sus piernas y la cara tan rara que ponía. Tras un rato de movimientos abrió de golpe las piernas, gimió algo y se quedó como muerta. Yo me asusté y abandoné mi observatorio con prisa.
Tras la cena, y mientras el resto de familiares veían la tele, yo subí sigilosamente al cuarto de Edurne y busqué entre sus libros. Lo que allí encontré me dejó pasmado. Se trataba de una carta en la que un chico que firmaba como Carlos relataba con detalle como mi prima le había pajeado en un campamento de verano. Corrí con la carta entre mis manos y me dispuse a sacar tajada de aquel descubrimiento.
Al día siguiente, y aprovechando que no había nadie en casa tanteé a mi prima.
-Sé lo que haces en tu cuarto después de bañarte...- dije.
-Que sabrás tú... monicaco...- respondió.
-Lo sé todo, como te tocas mientras lees la carta de Carlos y hasta la cara que pones cuando terminas...-añadí.
-...serás hijoputa...-dijo mientras salía corriendo hacia su cuarto.
Al momento volvió cabreada.
-Dame la carta o le diré a mis padres que te echen de esta casa...- me dijo muy enfadada.
-No me jodas...si le dices algo te echarán también a ti por puta...- me limité a decir.
-Que quieres por darme la carta...- me propuso.
-Que me hagas lo mismo que a Carlos...-dije mientras sonreía.
-Pero si tú sólo eres un pequeño cabrón, y él tiene 15 años...-
-Ese el el trato...lo tomas o lo dejas...- terminé a decir.
La jornada pasó sin que ni siquiera nos mirásemos a los ojos. Por la noche, tras acostarnos, me dirigí a mi observatorio y la ví tumbada en la cama llorando. Me dio algo de pena y pensé en anular mi chantaje, pero tras ver su cuerpecito tapado sólo por un pijaba me volví atrás. Debería continuar con aquello.
Tras la comida mis tíos se fueron a dormir la siesta, por lo que nos quedamos sólos Edurne y yo.
-Vamos al desván...-me dijo.
Sin yo decir nada le acompañé hasta arriba. Al entrar cerró la puerta con pestillo. Allí había multitud de cacharros, así que nos retiramos cerca de una ventana, sobre una alfombra que ella estiró sobre una vieja hamaca.
-Bájate el pantalón...-me ordenó.
Yo me bajé el pantalón y el calzoncillo dejando a la vista una minúscula minga, que al contacto con su mano creció por momentos hasta alcanzar diez centímetros de longitud.
Edurne comenzó a acariciar mi pito con brusquedad al principio, que se fue convirtiendo en suavidad después. Yo estaba en la gloria viendo como mi prima me bajaba y subía el pellejo de la picha de forma acompasada. Me fijé mucho en como me miraba a los ojos, que por cierto estaban como platos ante tanto gustirrinín, y en como no decía nada. Ante tanto calor mi cuerpo comenzó a sentir una extraña sensación que jamás había experimentado. Mi picha ardía cada vez más mientras el cuerpo me devolvía una sensación muy placentera que no supe como explicar. Ante mi inquietud, Edurne bombeó con mayor firmeza mi polla. Aquello me iba a matar si duraba mucho más. Un escalofrío recorrió mi columna mientras mi picha palpitaba de gusto. El temblor se acentuó y casi me caigo para atrás de gusto. Mi prima siguió con la mano mientras mis ojos se ponían blancos y de mi boca sólo acertó a salir un gruñido.
-¿Ya te has corrido...?- me preguntó mientras paraba de mover la mano.
-Creo que si...-acerté a decir sin saber muy bien a que se refería.
-Bueno, más que correrte te ha entrado sólo el gusto, pues aún eres muy chico para que te salga la leche...-
Recorrió con la yema del dedo la punta de mi picha, jugando con la poca babilla que había salido de ella.
-Venga...vámonos...-ordenó.
Me vestí rápidamente y salimos los dos de allí. Me fijé en su dedo manchado con mi baba que brillaba a la luz. Seguí todo el tiempo su dedo para ver que hacía con la babilla. Tan pronto como creyó que yo estaba descuidado se lo llevó a la boca y lo chupó.
Pensé que aquel líquido era asqueroso y no sabía como mi prima lo había chupado, aunque con el tiempo supe el porqué.
Le devolví la carta y marché a mi casa. Durante la semana siguiente cada noche repetía yo solo la paja pensando en aquella escena.
A la semana siguiente volví a su casa pensando que ya se le había olvidado todo cuando me sorprendí al oirle decir que quería jugar conmigo en el desván.
Subí con ella asustando, pues creía que me iba a pegar.
Al llegar arriba cerró con llave y tras volver al mismo sitio, ella misma me desabrochó el pantalón y tras bajar el slip cogió mi pequeño aparato y lo agitó hasta hacerlo revivir.
Noté que le brillaban los ojos por lo que supuse que aquello le comenzaba a gustar tanto como a mí.
-Te la voy a cascar pero con una condición...-me dijo.
-Vale, lo que tú quieras...-acerté a decir.
-Que no me mires...-
Enseguida me puso un pañuelo tapando mis ojos que me dejó a oscuras. Noté como quitaba la mano y la sustituía por algo más húmedo que me gustó mucho más. Con disimulo aparté un poco el pañuelo y vi su cabeza subiendo y bajando sobre mi pito. La muy cabrona me la estaba chupando. Dejé que siguiera con su trabajo mientras de nuevo mi cuerpo se iba excitando más y más hasta ponerme cardíaco perdido. Vi como ella bajaba una de sus manos a su entrepierna y se frotaba el coño con frenesí al compás de su boca.
Aquello fué ya demasiado y con un placer indescriptible exploté en su boca notando como de nuevo algo de mi ser se derramaba en su garganta. No fue mucho, pero seguro que la babilla le llegó a la boca pues la escuché relamerse varias veces. Me dijo que me vistiese y me preguntó si me había gustado.
Le dije que mucho.
-Si no dices nada...te prometo que el próximo día será mejor...- dijo antes de marcharse.
El fin de semana lo pasé en la gloria con ella, pues ahora teníamos algo en común que ocultar y disfrutábamos con ello.
El sábado siguiente volví al desván con ella. Me volvió a tapar los ojos y de nuevo me la chupó. Tras un largo rato quitó la boca. Yo me quedé extrañado, pero enseguida noté como se subía sobre mis piernas y como tras coger mi polla con la mano se la acercaba a su entrepierna. Noté el roce de mi capullo con sus pelos y como su almeja se abría para dejar paso a mi carne. Noté lo apretado y lubricado de su coño mientras se clavaba sobre mí. Cuando entró toda sentí un placer enorme por la situación. Al notar ella que tenía toda dentro se quedó quieta unos instantes para comenzar lentamente a subir y bajar sobre mi palo.
Me quitó el pañuelo y besó mis labios metiendo su lengua en mi boca. Me gustó aquello y le seguí el juego. Siguió cabalgando sobre mis piernas de forma rítmica. No sé lo que pudo durar aquello, pero la niña estaba disfrutando de lo lindo follándose a su primo.
Noté como Edurne se convulsionaba y gritaba. La muy zorra acababa de correrse con mi picha. Noté una repentina humedad en los bajos. Su cuerpo acabada de desfallecer y ahora caía sobre mí. Ante tal situación mi picha se aflojó y se salió de su conejo.
Ella se dio cuenta y me la volvió a chupar, ahora sin pañuelo mientras me miraba a los ojos. Cuando el aparato se puso como un palo se montó sobre él y cogiéndolo con la mano se lo metió hasta el fondo. Aquello me puso a cien. Edurne cabalgaba metiéndose el nabo hasta los huevos mientras no dejaba de hacer ruiditos extraños con la boca. El calor de mi polla, sumado al de su almejita elevó el termostato de mi aguante y noté de nuevo los temblores que precedían al gusto. Así que le agarré bien fuerte las tetas y dejé que me siguiese follando. Cuando el calambre que estaba sintiendo terminó de explotar, llegó el gusto que se transformó en placer al notar como mi polla palpitaba dentro del coño de mi prima y las primeras gotas de leche salían por su punta hasta chocar con el fondo de su almeja. Fueron varios las explosiones de mi miembro, pero seguro que sólo apenas cuatro gotas de leche abandonaron mi rabo para incorporarse a sus líquidos. Aquello me pudo costar la muerte si no hubiese sido por ella que me besó con pasión y devolvió el aliento.
No sé cuanto tiempo pasamos pegados, pero a mi me pareció una eternidad. Cuando creímos oportuno nos separamos, nos besamos, nos vestimos y salimos de allí. Desde aquel día miré a mi prima con otros ojos, y hasta que no tuve novia algunos años después ella fue quien me ordeñó cada fin de semana. Le estuve llenando el coño de leche hasta que mi polla comenzó a expulsar una cantidad apreciable, desde entonces follábamos con condón o me la chupaba hasta tragarse mi simiente. Desde entonces cada vez que me corro dentro de mi novia pienso en aquellos primeros polvos y en el día en que me desvirgó.
C. FERNANDEZ