SIN QUERER, QUERIENDO- 5
Un cabrón suertudo... eso es lo que yo era. Como en un vil juego de dominó con principiantes, las cosas se acomodaban a mi favor. Explotando la novata curiosidad y la morosidad intrépida de "las jugadoras", avanzaba solo, sin precipitaciones. Excelente!! Ya llevaba tres, tres divinas niñas. Una adolescente taciturna, mi cuñada Maru de 15, esquiva y seria, pero con el resto del mundo, porque lo que era conmigo, para nada. Además de sumamente hermosa, bastante complaciente en el sexo y dispuesta a seguir aprendiendo.
Nora, la pequeña rubia de 11, una beldad en miniatura, de facciones perfectas y con un cuerpecito lleno de curvitas. De muslos llenos y nalgas hinchadas. Callada, eso sí. Nunca hablábamos de mis 8 pulgadas, ni aunque me hincara montado en su pecho, como lo hacía cuando yo mismo veía que la vergona me crecía endiabladamente por su culpa, con toda la intención de ponérsela en primerísimo plano, a que la viera de cerca!, para que dijera algo!, a que alimentara mi ego!... y nada... nada decía. Le gustaba, eso sí se notaba, le gustaba mucho mi verga. Mientras yo me la jalaba ella me la miraba encantada. La recorría con sus ojos azules desde la base hasta la cabezota, pero no decía nada, ni un piropo le echaba a mi encabritado chilón.
-Te gusta, Norita?, le preguntaba mientras me la zarandeaba obscenamente ante sus ojos.
-Sí, me respondía sin decir más, un solo SÏ. Se enderezaba y se apoyaba en sus brazos sentándose en la cama, abriendo bien su boca y sacudiéndose el cabello de su cara, preparándose para recibirla, para dejarme entrar hasta su campanilla como diciéndome "ya no tengo más que agregar, dámela". Y así, yo de rodillas y ella sentada en la cama, le daba de comer, entrando y saliendo de su boquita, hasta ahogarla, hasta que no podía agarrar aire, para sacársela toda, cubierta de su saliva, más parada que cuando se la enseñé, reventándoseme las venas y con la cabezota morada para ver si ahora sí decía algo, pero nada... sólo se limpiaba la boca con el antebrazo, agarraba aire y la volvía a abrir... y dale, y dale, y dale... hasta que me venía la descarga de atole que tanto le gustaba a la comelona huerita.
Y ahora... la hermosa y elegante Sara, de 12 años. Muy esbelta, de piernas y brazos muy largos, pelirroja con una cara de ángel, pálida de piel, de grandes ojos verde-oscuro-pardo y, por lo visto, esta sí bastante impresionable cuando ve algo "tan grande, tan largo y tan grueso" y muy escandalosa y sincera en sus halagos. Qué absurdo!, ella fue la que provocó que su hermana Nora fuera tan reservada en sus opiniones hacia mis genitales, cuando en la escalera la regañó por mirármelos con exagerado interés. Se los platico en mi primer relato. De este angelito me faltaba probar sus ricuras, pero estaba seguro, porque así se veía, que estaba muy rica, tan rica como su hermanita y su tía.
Sólo me faltaba la Reina de Reinas, Nena de 12. La encantadora Nena. La mejor de todas. Incluso, para mí, la mejor de esa casa. A los 12 años era ya la más guapa de todas incluyendo a las mayores, su madre y sus tías. No me lo crean, pero esa criatura estaba impresionantemente hermosa. Ya se las describí un par de veces, relatos atrás: Morena, de piel color canela tierna, de 1.50 m, aprox y poco menos de 50 kgs. Cabello castaño oscuro, lacio a media espalda. Carita ovalada, pómulos altos, nariz pequeña. Con una boca perfecta, carnosa de labios y una fácil y blanquísima sonrisa. Y su cuerpo, compañeros!! Infames y sinuosos muslos, redondos, sedosos como toda ella, largos e interminables, coronados por unas caderas y unas nalgas que quitaban el aliento al que la viera en la casa, en la calle, en las fiestas y dónde estuviera. Y unos pechos paraditos, puntillosos; parecía que siempre tenía frío, no importaba la textura de la blusa que trajera, pues siempre se le dibujaban claramente los pezones. Era imposible no voltear a contemplarla, a disfrutarla con la mirada, aunque en el proceso las observadoras damas presentes te acusaran, con el pensamiento, de chacalón.
Como en esa fiesta del 35 aniversario de matrimonio de mis suegros, qué brutos! Cuánta baba cayó al piso esa noche!! Los adolescentes hacían fila para sacarla a bailar, los adultos aprovechaban cualquier descuido de sus esposas y novias para echarse un taquito de ojo admirando, aunque fuera furtivamente, esa divinidad envuelta en una minifalda satinada y un top-tubo entallado, cubriendo su torneado torso, sus desafiantes tetitas. Con esos tacones tan altos y su cara con un maquillaje tan pesado, bailando suelto, mostrándose toda, dueña de la pista, invitando al estupro. Morenita de fuego, bailando divino con movimientos lentos, siguiendo la cadencia de la música, levantando sus brazos sobre su cabeza, mostrando la blancura de sus axilas, así es, ella morenita, pero sus sobaquitos claros, tersos, perfectos. TODOS la miraban, las otras mujeres en la pista no existían, incluso los que bailaban la veían a ella, no a su pareja!!
Qué divertida me di esa noche. Cómo gocé de mi gran suerte. Qué dicha verles las caras de impaciencia, de nervios, de desventura. Pobres cabrones!!
Mi esposa se la pasó sentada, sólo faltaba poco más de un mes para que se aliviara. Yo me dispuse a beber, casi ni cené. Ya más de rato y viendo aburrido a mi mujer en la platica con cuanta señora se arrimaba a preguntarle cómo iba, me fui y me senté en una mesa cerca de la pista que nunca se ocupó. Mis ninfas, se fueron a sentar conmigo, las tres nietas. Ya estábamos identificados, en la familia, como con una muy buena relación fraternal. Me seguían mucho. Como si el hecho de tener un tío joven fuese para ellas todo un evento, así lo veían todos. Qué suerte, no? Yo era el único que no se quejaba de sus gustos musicales; al contrario, les compraba cuanta novedad saliera de cuanto grupito o cantante juvenil apareciera, o les llevaba posters y revistas. Ya era el tío consentido, siempre estaban conmigo, y esa noche no era la excepción.
Platicando con ellas, rodeándome interesadas en lo que les decía, ni se preocupaban por bailar o ver a los jovencitos que lógicamente estaban al pendiente de ellas, algunos ya ni tan jóvenes, por cierto. Hechos bolita recortábamos y criticábamos a la gente en secreto. Divertidos observábamos los peinados y los vestidos de las señoras, algunos francamente ridículos. Las hermanas, Sara y Nora, estaban sentadas a mis costados y Nena la Reina, enseguida de Sara, a mi izquierda, por lo que no podía escuchar bien, por el ruido de la música, lo que nos decíamos, sólo veía cómo nos carcajeábamos de la risa. Así que se levantó de su silla y de pie me echó un brazo por encima de los hombros y se pegó a mí, haciéndose espacio entre Sara y yo.
Su muslo suave y ancho quedó pegado a mi brazo, ya hacía rato que me había quitado el saco y me había arremangado la camisa, por lo que en mi antebrazo sentía todo el poder y la tersura de esa piernota bendita. La faldita le daba poco más arriba de medio muslo, por lo rápido que se había levantado de su lugar y por su interés en nuestros viboréos, no se la había acomodado. Tener tan cerca esas brillosas piernotas, por la crema que se puso, me tenía bizco, las recorría con la mirada, desde las pantorrillas, por las rodillas, hasta donde me dejaba ver la pequeña faldita. Al terminar con nuestra siguiente "víctima", todos nos reímos y yo me enderecé y la rodeé de su apretada y pequeña cintura jalándola hacía mí sintiendo toda la parte izquierda de su redondo cuerpazo pegado a mí, girándola un poquito buscando el modo de sentir su monte en mis costillas, abultadito, rico. Ella se apretaba a mí, sin soltarme del cuello y del hombro, pegadita a mí, incluso pude oler, momentáneamente, su dulce desodorante al quedar tan cerca su axila de mi cara. Luego, muy en secreto, las citaba y me agachaba y Nena se ponía en cuclillas, agarrándose de mi pierna, así me dejaba ver hasta muy adentro de sus muslos, divisando la blancura de su calzoncito, mamacita!! En todo el viaje de mis ojos por en medio de sus piernas sentía cómo si me hundiera en un lago de perfección, qué bárbara!, que buenota estaba esta niña.
Luego se levantaba de nuevo y se ponía a mi costado tomándome del cuello, paradita junto y pegada a mí. Yo ponía mi mano en mi pierna y con el codo le acariciaba los muslos y la grupa por encima de la falda, sin notar que ella se retirara al sentir mis atrevidas frotaciones. La verga la traía muy parada y me la empecé a agarrar disimuladamente con esa mano, la izquierda. Aunque andaba muy tomado volteé a vigilar a los presentes, a ver si alguien nos observaba. Nada, todos estaban en lo suyo, bailando, bebiendo, hablando. Nadie se fijaba en nosotros. En eso llegó un joven, de unos 17-18 años de muy buena facha, a invitar a Nena a bailar y ella lo rechazó. La acerqué más y la hice que se inclinara sobre mí diciéndole al oído que fuera a bailar, que se divirtiera. No, tío, yo me quiero quedar contigo, me respondió segura. Así, abrazaditos?, le pregunté de nuevo, lanzado y borrachón. Sí, así, me respondió mirándome directo con sus inmensos ojos café oscuro, medio adormecidos por la excitación que le iba subiendo. Se veía hermosa mi niña!
La vergota me brincaba descontrolada, ese cuerpecito me agobiaba, me perdía. Duro, firme, redondo y perfumado, muy perfumado. El olor de su axila me llegaba al centro del cerebro, sus jóvenes feromonas taladraban mis sentidos, esos vapores divinos me embriagaban más que el whisky que desde hacía rato bebía afanosamente, es mi bebida favorita, y ahora, ese sería mi olor favorito. Whisky!!, mi vaso hacía rato que estaba vacío, al buscar un mesero para encargarle otro, encontré los divinos ojos verdes de Sara posados en el bulto que la verga me hacía en el pantalón, como cuando veníamos en el coche al casino, o como cuando llegamos al estacionamiento y me bajé los pantalones enseñándosela, brincona y cabezona. Nora, la rubia, se fue a la mesa de sus padres y aún así Nena siguió parada a mi lado.
Con el mantel me tapé la verga y la miré a los ojos haciéndole la seña de que me la agarrara. Ella deslizó su manita derecha y me la empezó a acariciar a todo lo largo del tronco, sobre el pantalón, escondiendo sus movimientos delante de las super piernas de su prima. El mesero llegó y le pedí otro vaso, se fue y lo trajo. Cuando bebí, me destapé a propósito un poco el mantel y vi cómo Nena miraba la mano de su primita masajeándome el bultote con disimulo. Sus ojos lo dijeron todo, ya nada existió, el interés que esa imagen despertó en ella lo acaparó todo. Me volví a tapar y le dije descarado a Sara, delante de Nena, que me la agarrara con las dos manos. Ella arrimó un poco su silla a mí y se acomodó de tal manera que pudiera maniobrarme la vergota con ambas manitas. Me destapé de nuevo y le dejé ver a Nena como era acariciado por Sara dedicadamente con sus blancas y delgadas manos. La morena con su boquita abierta miraba hipnotizada los frotamientos de su prima en mi grosera erección, veía claramente a la pelirroja amasarme la verga, apretármela mucho y meter su mano izquierda entre mis piernas acariciándome los huevos.
Me volví a tapar y Nena se vino a sentar a mi lado, donde estuvo Nora unos minutos antes. Se veía nerviosa, impaciente. Se veía caliente, vaya! Se le notaba la boca seca, parecía que tenía fiebre, los pómulos se le enrojecieron, acalorada miraba de reojo los movimientos manuales de su prima bajo el mantel. Retiré las manos de Sara de mi chilón y empezamos a platicar de nuevo como si no hubiera pasado nada. Después de una media hora les dije que si ya nos íbamos, que yo ya estaba muy cansado, ya estaba Nora con nosotros otra vez, sentada junto a Nena. Las dos mayores dijeron que sí, que ellas se iban conmigo, no así la rubia, que se quiso quedar con su mamá. Eran cerca de la 1:00 AM, todavía faltaba un buen rato para que se acabara aquello, ya conocía a esta familia, de que agarraban fiesta casi les amanecía. Fui y le dije a mi esposa y suegra que ya la niñas tenían mucho sueño y ellas se los confirmaron bostezando exageradamente, actuando (qué tal?, les digo que todo se me daba solito!!) y nos retiramos.
Salimos y nos dirigimos al carro, ya no le di a Sara las llaves, de pendejo! Tomé a Nena de la cintura y la atraje a mí, rodeándola completa. De inmediato le vergota se me puso de bandera, en firmes! Caminando por dentro del estacionamiento, casi para llegar al coche me busqué las llaves y no las traía, las había dejado en la mesa con mi esposa, se me olvidaron. Le dije a Sara que fuera por ellas con su tía. Cuando nos quedamos solos Nena y yo, me hice el mareado y ella me agarró y me recargué en mi coche abrazándome a su cinturita. Te sientes bien, tío?, me preguntó muy preocupada. Sí mi´ja, me pegaron los tragos, le dije embarrándomela toda frente a mí. Hay tío, me da miedo. Qué te da miedo?, chiquita, ven, le dije tomándola de la cara con una mano y acariciándole la espalda desnuda con la otra, sintiendo como temblaba nerviosa, nunca había sentido a un hombre así. La verga la tenía en su abdomen, cruzándole de lado a lado. Me deslicé un poco hacia abajo por el costado del carro y me abrí de piernas, acomodando a la niña en medio de ellas, aún con tacones yo era bastante más alto, mi intención era hacerla sentir, por vez primera, un buen garrote en su papita, quería ver su reacción.
Con sus manitas entrelazadas en su pecho sintió ahora mi caliente vergón en su entrepierna, su respiración se interrumpió momentáneamente hasta que me terminé de acomodar. La sentí temblar entre mis manos, la sentí quejarse bajito. Tienes frío, reina?, ven abrázame, le dije muy quedo. Mirándome fijamente desenlazó sus manos y las pasó sobre mis hombros, recostándose en el derecho. Empecé a frotarle la verga con suavidad, no quería asustarla, no tenía caso. Cuando noté que ella solita se empezaba a mover sobre mí, más confiada, empecé a acariciarla más aventado, pero con calmita. Fue así como llegué a sus redondísimas nalguitas, por vez primera acariciaba esos portentos infantiles, esas esferas de carnita que tantos pensamientos y sueños insanos despertaban entre conocidos y desconocidos. Muy suavemente los invadí con mis dedos, descubriéndolos, conociéndolos. Nunca había tocado un par de nalgas más perfectas y duritas, las de mi esposa son de campeonato, o eran?, quién sabe cómo irían a quedar después del parto, pero éstas... Dios!!!
-Haaay, tío..., se quejó con vocecita temblorosa, sin dejar de menearse sobre mi vergón. Qué mi´ja?, qué tienes?, le pregunté también excitado. -Siento muy grande tu esa, me aprieta. Dónde mami? Allí, en mi esa, la tienes bien dura y bien grande. Ahorita te la voy a enseñar, la quieres ver?, pregunté. Síii, pero aquí? No, cuando lleguemos a la casa, le dije siempre restregándosela en la papita, cuando lleguemos a la casa le dices a Sara que ya te vas a acostar, que se vaya a su casa y yo te espero en la sala, si? Bueno, pero si llegan mi mamá y mis abuelitos?. Por eso nos quedamos en la sala, de ahí se ve el portón. Bueno, ya viene Sara con las llaves, tío, me respondió y nos separamos.
En cuanto me dio las llaves subí a Nena adelante y a la pelirroja atrás. Emprendimos el viaje a casa y a los diez minutos Sara desapareció del retrovisor, le pregunté a la morenita por su prima y me dijo que venía bien dormida recostada sobre el asiento. Emocionado volteé a ver los muslazos de Nena, deliciosos, en cada arbotante que pasábamos me deslumbraban, gordos y largos, y allí voy... a acariciar esas bellezas por vez primera, platicando, platicando, no dejaba de recorrer con mi mano derecha esos muslones de gimnasta, suavecitos, lampiños.
Cuando llegamos a la casa, Nena le dijo a su prima que despertara porque ya llegábamos y la acompañó a su cuarto. Yo me metí al baño a mear y cuando me la sacudía me llegó un olor nauseabundo. Por la venidota que me di con Sara en el estacionamiento y por las secreciones de la noche, me olía a garras. Me bajé los calzones y me la lavé bien, incluidos los huevos, con champú y jabón, me puse bastante crema y hasta de un desodorante en spray que allí me encontré, era la primera verga que esta pequeña iba a probar, no quería decepcionarla, me la volví a enjuagar y listo. Me lavé bien la boca con el cepillo de dientes más nuevo que encontré, no había problema, eran puras mujercitas las habitantes de esa casa, las probabilidades de que fuera de mi suegro eran escasas, además me valía madre. De seguro también serían sus primeros besos, debía ser considerado, no?
Cuando salí, Nena ya estaba sentada en un sillón de la sala, vestida como llegó, con su mini negra y su top-tubo blanco, aún con tacones, mamita!, qué bueno que no se cambió, se me olvidó decirle que así se quedara. Incluso noté que se había retocado el maquillaje, se veía hermosa. Nervioso, sí nervioso, raro verdad?, ni con su tía Maru, ni con sus primas me puse nervioso, nunca, pero esta princesa me enloquecía, era otra cosa, me acerqué a ella y la puse de pie, quería gozarla con la mirada, disfrutar de su perfección. Empecé a besarle las mejillas, muy calmado, despacito, tratándola como mujercita. Ella sola me ponía la boca cada que cambiaba de mejilla, yo me la brincaba y solo la rozaba con los labios, jugueteando con ella, satisfecho de mis avances. Hasta que al fin me apoderé de sus labios carnosos, virginales y suaves. Les pasé la lengua con suavidad y se la fui introduciendo, poco a poco y pidiéndole la suya. Al ratito ya nos besábamos rico de lenguita mientras mis manos volaban por sus costados, sus pechitos y sus nalgas de ensueño.
Encantado por su protuberante culito la puse de espaldas a mí y le subí la falda a la cintura, viendo desde arriba su calzón blanco, mediano y el ámpula de su trasero me encandiló. Caí de rodillas, quería verlo de cerca, por fin verlo de cerca y al desnudo. Se lo agarré encantado de su firmeza, de su juventud. Los muslos de esa niña, mirados desde atrás eran un poema, los lamí, los mordisqueé, los besé. Le bajé el calzoncito a media pierna y le empiné en el descansa brazos del sillón, a lamerle bien las nalguitas y las piernotas. Le abrí las nalgas y le lenguetié el culito y la pepita rica, dulce, húmeda y semiabierta por las calenturas de la noche. Qué cosa más rica, ni por lo tarde que era, ni por lo que anduvo bailando le olía mal, para nada, ni le sabía desagradable, no, nada de eso. Le quité todo el calzón y la senté, le abrí las piernas y me metí de cara en su vaginita rica, lampiñita, a comérsela toda.
No dejaba de acariciarle las piernas y las pantorrillas, me traía loco su suavidad y su firme textura. La agarraba de los zapatos, por el tacón y se los subía mucho, para que se abriera bien, para llegar bien adentro con mi lengua. Su clítoris se manifestaba en cada pasón de mi lengua, increíble, tan pequeña. Me la comí un buen rato, no sé, media hora tal vez, no me podía separar de ella, se la dejé muy colorada y babeadita. Ella se quejaba bajito y me acariciaba los cabellos, embelesada. Siempre, siempre le gustó mucho esto, que se la mamara, o sea, a ella la enloquecía que se la comiera y a mí me enloquecía comérmela. Nunca probé, hasta hoy, vagina más deliciosa en la vida, jamás.
Seguía descubriendo delicias. Me subí haciendo un esfuerzo por separarme de ese caramelo juvenil y me fui a sus pechitos. Le levanté el top y aparecieron. Amplios de abajo, casi ocupaban todo su pecho estrecho y puntiagudos de arriba, como unos conos anchos de la base y cónicos de arriba, hasta los pezones eran puntiaguditos, oscuritos, café con leche. Me prendí del derecho y acaricié el izquierdo. Durísimos, firmes, los pezones se hinchaban y paraban como si fueran verguitas. Me paseé por cada uno de ellos con la boca, se los juntaba en medio y me los comía juntos, lengüeteando parejo, pasándole mi saliva de pezón a pezón.
Recordando la claridad de su clítoris me subí a su oído y le pregunté si ya le había bajado la regla. Desde los 10 años, por qué?, me dijo en un suspiro. Porque estás muy rica, mi vida, ya eres una mujercita, le respondí viendo como se sonreía orgullosilla, mientras me bajaba a sus tetitas, sin dejar de mirarla a los ojotes bien pintados. Le alcé los brazos y me puse a oler sus axilas, exquisito!, me endiablaba ese aroma, me perdía, me llegaba al centro mismo del psiquis. Se las lamí las dos, qué cosa más rica. Hasta hoy, con 27 años de edad, nunca se rasuró, no necesitó depilarse, nunca le salió un solo bello en las axilas. Me fui de nuevo sobre sus tetitas, a mordisquear y saborear esos pezoncitos tan paraditos.
Otro esfuerzo mayúsculo para separarme de esas verguitas ricas y me puse de pie, ella se enderezó y se puso atenta. La verga me salía por un lado del pantalón, me hacía un pico por la bolsa izquierda, pocas veces la había traído tan parada. Me desabroché el pantalón y los chones y se la enseñé. Eran fácil 9 pulgadas, paradísima que la traía, esta canija me traía enfermo desde hacía tiempo, pero enfermo de muerte. Ella se llevó una mano a la boca, incrédula. Te gusta, reina?, pregunté triunfante. Haaay tío, qué bárbaro, cómo la tienes!, respondió, sonriéndose por momentos, de nervios. Te gusta o no? Sí, pero está muy así. Muy así, cómo. Muy exagerada, no sé. Qué, ya habías visto otras? Sí, la de papá, pero no la tiene así. Te la enseñó tu papá?, pregunté recordando aquello que escuché escondido en las escaleras, cuando les platicó eso a sus primas. No, yo entré al baño y él hacía pipí. Se le veía parada como esta? Sí, se le veía parada, pero era la mitad de la tuya, no estaba tan grande!, me respondió.
CARAJOOO!!!, hasta al padre se le antojaba su hijita. Cómo era posible que la trajera parada cuando meaba??, cabrón concuño. Todavía estaba orinando cuando entraste esa ocasión?, pregunté queriendo asegurarme de mis sospechas. No, ya van varias veces que lo encuentro así, y sólo se la está como sacudiendo. Así?, le pregunté mientras me la zarandeaba ante sus ojazos, viendo cómo se le abrían impresionados. Ándale así, pero la tuya se ve bien grandísima, bien tosca. Puse una rodilla en el sillón y se la estampé en la cara. Subió sus manos y la agarró, casi me vengo ahí mismo, hasta el contacto de las manitas de esta beba era enloquecedor, desesperante. La querías ver, verdad?, le pregunté, esperando una respuesta parecida a la confesión que me hizo su prima en el carro. Sí, me llamaba mucho la atención cómo se te notaba bastante, se me hacía que tenías mucho. Y cómo ves? Hay, tío, tienes bastante, más de lo que me imaginaba, la veo muy gruesa y grande, muy grande. Pues ándale, reina, tócala y bésala, es tuya, toda tuya. Cuando ella empezó a acariciarla con sus manos y sus mejillas escuchamos el cerrojo del portón, llegaban los fiesteros... a correr!!, ella a su cuarto y yo al segundo piso, a esperar a mi panzoncita, para que me diera una buena mamadota y me sacara el jugo acumulado que dejó esta princesa. Lo avanzado, avanzado estaba...