Siempre estuve caliente con mi cuñada, es una chica menudita, pero de muy buenas formas y tiene un no se qué que me vuelve loco. No desaprovecho oportunidad para notar sus pezones a través de su remera o su bombacha debajo de su ajustadísimo pantalón.
Siempre tuve la fantasía de poder follármela, de poseerla, de oirla gemir y pedir por mi pene, pero nunca se mostró interesada ya que es más bien recatada y tímida, sumisa a veces, pero tenía la seguridad de que su timidez jugaría en mi favor. Aclaro que también está casada, cosa que contribuye a que mi fantasía se vea postergada indefinidamente.
Pero después de 6 años de conocerla y verla a diario las ganas de hacerla mía pudieron más que mi paciencia, así que en una oportunidad que evalué conveniente hice lo que a continuación voy a contarles.
En una oportunidad que mi esposa fue a visitar a su madre por lapso de una semana a otra ciudad y que su esposo por motivos de trabajo también se ausentó el mismo tiempo puse en práctica lo que durante tanto tiempo había imaginado.
La invité una tarde a que pasara por casa para tomar un café juntos y charláramos un poco después que saliera del gimnasio pues le gusta mantenerse en forma. Aceptó sin dudar en lo más mínimo lo que le esperaba.
Llegó puntualmente, todavía algo transpirada por la actividad física, y se desplomó sobre el sofá a descansar un poco. Le acerqué un baso con jugo de frutas para que no notara las partículas en suspensión del calmante que le había agregado, una cantidad suficiente para provocarle flojera pero que se mantenga conciente.
Luego de beber el contenido en su totalidad me pidió prestada la ducha para sacarse la transpiración y ponerse ropa nueva prestada de mi mujer pues comparten la talla. Esto era algo que no tenía previsto, pero benefició mis planes ya que se iba a sacar la ropa voluntariamente. Tal como lo pensé, sentí que me llamaba desde el baño, diciendo que no se sentía bien, que estaba mareada. Entré en seguida y la encontré sentada en el water, con los codos en las rodillas y tomándose la cabeza con las manos, solamente conservaba la tanga y la remera, que mojada como estaba permitía vislumbrar sus duros pezones, erguidos y orgullosos. Le dije que le iba a llevar a la cama, la tomé en mis brazos y le llevé.
Al llegar al dormitorio ya le costaba mantener los ojos abiertos, te debe haber bajado la presión, le dije. La puse sobre la cama y probé acariciándole el muslo desnudo, no hubo reacción ninguna, seguí acercando mi mano a su intimidad por el lado interno del muslo y ya casi llegando a tocar su tanga me preguntó qué es lo que hacía en un tono de voz que casi era un susurro. Le dije, te voy a ser sincero, siempre tuve la fantasía de llenarte tus agujeros de leche, así que lo voy a hacer hoy, quieras o no. Si cooperás lo vas a disfrutar mucho, si no cooperás... no creo que vaya a ser tu mejor noche.
Sus ojos trataron de enfocarme para ver, supongo, si le estaba haciendo una broma. Mi mano llegó a su transpirada tanga confirmando mis dichos. Empecé a frotar mi mano por su monte de venus mientras que con la otra le abrí un poco las piernas para poder estar más cómodo. Deslicé mi dedo por el medio de sus labios vaginales por fuera de la tanga, desde el clítoris hasta casi su ano. Al poco tiempo de hacer esto noté que su humedad se colaba por la tela haciendo que empezara a excitarme.
Empezó a pedirme que no la tocara más, que no estaba bien. De ninguna manera, le dije, no voy a parar hasta que sientas mis 30 centímetros adentro. Al oir esto no pudo evitar mirar mi entrepierna. Me paré, me bajé los pantalones y los calzoncillos y le mostré mi pene, ya estaba bien parado y manando gotitas de líquido preseminal. Lo que más le debe haber impresionado es el grosor, pues estoy orgulloso del pedazo de palo que llevo entre mis piernas.
Antes que pueda decir nada más me las arreglé para terminar de sacarle la ropa, dejándola totalmente desnuda y a mi merced. Tomé sus pezones con mis dedos y empecé a estrujarlos con fuerza hasta que estuvieron bien duritos y parados, seguí hasta que noté que se ponían morados y sensibles. Trató de defenderse y le dí un revés con mi mano, no muy fuerte para no marcarla pero lo suficiente como para que entendiera que no estaba jugando. Mirá perra, más vale que te portes bien, por que ya te dije que te voy a coger hasta que me canse. No pudo ocultar su cara de sorpresa y una lágrima salió de sus ojos.
Me dejó besarle los pechos, le pasé la lengua por esos pezones hermosos. Fui bajando una mano por su panza hasta su conchita que empecé a acariciar, con la palma le frotaba el clítoris y con el dedo mayor le separé los labios de la vagina y se lo introduje parcialmente, cada tanto lo sacaba y lo llevaba hasta el ano para ir lubricándolo.
Ella seguía medio ida por el efecto de la pastilla, así que no se resistió con fuerza a mi manoseo pero murmuraba súplicas para que la dejara en paz. Mientras tanto le besaba el cuello, el pecho, los pezones dejando un rastro de saliva por donde pasaba.
Sentí que empezaba a humedecer nuevamente la conchita. Empecé a meterle el dedo mayor en todo su largo, moviéndolo suavemente, después metí otro dedo y otro, al cuarto ya costaba más y tenía que hacer fuerza. Saqué mi mano y la obligué a que lamiera su propio líquido vaginal a la vez que me lubricaba la mano.
Eché mi peso sobre ella para que nos se moviera y empecé a meterle la mano, juntando todos los dedos en punta. Sentí como se dilataba levemente su vagina para albergar a todos mis dedos, ella se quejaba y trataba de moverse, pero yo peso 90 kilos y no le resultaba fácil. Una vez que sentí que estaba lo suficientemente abierta bajé la mano entre sus piernas e hice lo mismo con su culo. Al meter el primer dedo largó un gritito de dolor y sentí el esfínter apretarse sobre mi última falange, a ese le siguieron dos dedos más. La zorra se retorcía como una víbora, gimiendo de dolor mientras su virgen culo se dilataba lentamente.
Una vez que sentí su esfínter dilatado como lo quería la dejé tendida en la cama y me fui a buscar un pote de vaselina al botiquín del baño.
Al volver noté que ya estaba más despierta y mirándome en forma desafiante. La tomé de los pelos y la obligué a sentarse en el borde de la cama, con las piernas abiertas y mirando hacia arriba.
Ahora me la vas a chupar y te vas a tomar todo lo que te de, me entendiste? Le acerqué la pija a la cara y como no abría la boca comencé a apretarle un pezón, resistió el dolor sin ocultarlo así que le solté el pelo y le apreté el otro con todas mis fuerzas, trató de liberarse pero le fue imposible. Abrí la boca y empezá a chupar por que tus hijos se van a alimentar de mamadera. Recapacitó y empezó a acercar la boca a mi pene, la abrió un poco y empezó a besarme el glande, después se la empezó a meter y terminó tragándosela casi toda sin ocultar su cara de asco. Con una mano en su nuca la obligué a tomar ritmo, mi pene entraba y salía cada vez más mojado. La obligué a que me mirara a los ojos mientras me la chupaba por que eso me excitaba mucho. Empecé a excitarme más y mi palo creció al máximo de su grosor y longitud, por más fuerza que yo hacía para metérsela no entraba más que la mitad y le llenaba toda la boca. Cuando estaba por acabar le di un último empujón hacia adentro y me corrí con tal fuerza que comenzó a las arcadas y la leche le brotaba por la comisura de los labios. Vamos perrita, tomate todo, no quiero que se caiga nada o te lo vas a tomar del piso. Con un dedo fui juntando todo lo que se le había chorreado por la cara y el pecho y se lo día a tomar, también le dije que me limpiara bien el pene.
Con unas cintas de género grueso le até las manos a la cabecera de la cama, boca abajo, colocándola en cuatro patas le até las rodillas con otras tiras más largas también a la cabecera de forma que no podía bajar el culo de la posición en que había quedado. Como trató de resistirse tuve que apelar otra vez al dolor, esta vez le agarré una teta con toda mi mano y le clavé los dedos con fuerza, casi instantáneamente se colocó ella misma en la posición que yo le decía.
Me coloqué detrás de ellas, entre las piernas y comencé a lamerle el culo y la vagina mientras la pajeaba con un dedo directamente en el clítoris. Subía y bajaba con la lengua, metiéndosela lo más posible en sus huecos, sintiendo el amargo sabor a perra. Cuando hube terminado esto tomé el pote de vaselina y comencé a untarla, con un dedo le lubriqué el interior de la vagina y luego hice lo mismo en el culo.
Como todavía no había logrado una segunda erección completa la hice mirar para el costado y que me la chupara otra vez. Me pidió que parara, que ya estaba bien, que nunca se la habían metido en el culo y que le dolió mucho los dedos que le metí. No terminó de decir esto por que tenía mi chota en la boca, obligada por mi mano en su nuca recorrió toda la extensión de mi pene.
Tomé un juego de bolas chinas que había dejado sobre la mesa de noche y con la mano libre comencé a metérselas en el culo, desde la más chica hasta la más grande, eran siete bolas. Hasta la cuarte entró bien, las dos siguientes con más fuerza, la última ya me costó bastante. Ella trataba en vano de impedir que lo hiciera y tampoco podía gritar porque tenía la boca llena de mi chota, pero sus ojos demostraban que su esfínter estaba al máximo de dilatación. Unté la bola con un poco de la vaselina que tenía en la vagina y con la palma de la mano se la empujé para dentro. Sentí que todo su cuerpo se tensaba y temblaba, para luego aflojarse de nuevo.
Cuando ví que mi pene ya estaba bien hinchado otra vez volvía a mi posición detrás de ella. Con el glande le recorrí toda la raya del culo hasta el clítoris y vuelta, un par de veces. Después apunté a la entrada de su vagina que secretaba líquidos vaginales en abundancia. Ves puta, mirá como te mojás solita, lo estás disfrutando mucho, no? Seguro que querés que te la meta rápido para poder gozar... y me interrumpió diciendo que no, que no le gustaba lo que estaba haciendo con ella, que se sentía todavía mareada y muy dolorida y que le dejara ir.
De un golpe se la metí hasta los huevos, tardó unos segundos en poder gritar por la sorpresa de verse invadida tan abruptamente. Su vagina se abrió en su totalidad para dar paso mi grueso palote, yo mismo sentí que hacía tope en algún lugar adentro de ella. Empecé a moverme, la sacaba toda y volvía a arremeter con fuerza, cada vez era un grito más apagado hasta que solamente fue un suspiro. La agarré de las caderas y le empecé a dar con fuerza, se oía el clatch cuando chocaban los dos cuerpos. Sentía en mi pene las bolas chinas que estaban metidas en su culo y eso hacía que me ponga a mil. Cuando estaba por acabar paré un poco y se la saqué. Tomé el piolín de las bolas chinas que salía de su culo y tiré, una a una las bolas fueron saliendo provocando nuevos temblores en su cuerpo y más gemidos de dolor. Al salir la última y aprovechando la exagerada dilatación de su esfínter se la metí hasta el fondo, la tomé de los pechos y empecé a moverme rápido, clavándola salvajemente, cada vez con más violencia hasta que en una última embestida me corrí abundantemente en sus entrañas. Ella estaba flácida, apenas se sostenía por sus piernas abiertas al máximo. La leche salía de su culo teñida de marrón. Por la dilatación sufrida en su ano y en su vagina no volvieron a su tamaño inicial. Como último acto la obligué a que me la limpiara con la lengua. Tomá puta, me la ensucié con tus mierdas, así que ahora me la vas a limpiar bien. Ya no tenía voluntad para resistirse, así que lo hizo sin ocultar las arcadas que le producía hacerlo.
La desaté y le invité a bañarse, cosa que hizo sin demoras. Al salir del baño vestida con ropas de mi esposa la tomé de los hombros y la empujé contra la pared y le dije, en cuanto sepa que contastes algo de lo que pasó te voy a volver a atar y la vas a pasar realmente mal. Prometió no decir nada.
Poco cambió desde ese día, trata de ir a visitar a mi esposa cuando yo no estoy, y si estoy me esquiva la mirada, pero sé que nunca va a decir nada por vergüenza.