Jamás pensé que llegaría el día en que pudiera relatar esta cruel historia que tuve que sufrir con tan sólo 11 años de edad. Cruel porque marcaría para siempre mi vida.
Me llamo Borja, yo era un niño alegre, muy extrovertido, a pesar de ser hijo único, muy confiado con las personas, conocidas y desconocidas, pues mi ingenuidad y mi inocencia no entendía de estas cosas. Es el día de hoy que recuerdo los consejos de mi mama, siempre advirtiéndome de mi exceso de confianza: "algún día nos vas a dar un disgusto"...; y así fue, un disgusto que cambiaría para siempre mi carácter.
Con estas características podrán deducir que era un chico también bastante aventurero. Esto me llevo un día a coger mi bicicleta y lanzarme a conocer nuevos sitios. Hay que decir que vivía en un lugar rodeado de campo y un gran embalse (rambla) que siempre lo conocí vacío, sin agua, lleno de chatarras, matorrales, etc... Las casas estaban construidas a lo largo de este embalse que tendría una longitud de 9 Km.
Este lugar se convirtió en una zona frecuentada por drogadictos, mendigos, que utilizaban las grandes tuberías de desagüe, como vivienda, ya que éstas eran tan grandes de diámetro, que podía entrar las personas.
Así que me puse a explorar una mañana este recorrido, sin miedo, cuando llevaba al menos 5 Km. Andados a un ritmo muy lento un mendigo que se encontraba a la salida de una de estas tuberías, me hizo unas señas para que me acercará. Así lo hice. Vi en él un hombre mayor, con el pelo blanco, inofensivo... pero mi inocencia no me advertía del peligro que acechaba. Al acercarme me pidió por favor si le podía echar una mano:
_ "Niño, me dijo el mendigo, tú que eres jovén seguro que me podrás ayudar a sacar un colchón que tengo en la tubería y yo con mi edad no puedo"
_ "Claro!, le dije yo
Solté la bicicleta, cerca de unos matorrales que casí tapaban aquella tubería, y con cuidado de no lastimarme, ya que llevaba bermudas en esa calurosa mañana de verano, seguí al mendigo hasta el interior de la tubería.
He de reconocer, que a pesar de mi valentía, tuve un poco de miedo, estaba muy oscuro y húmedo, lleno de basura y cartones, pero confié en aquel "pobre" mendigo que iba abriendo camino con la luz de una linterna.
Caminamos unos metros hasta que llegamos a un lugar donde había dos mendigos más, que debían de tener la misma edad (50 años). Estaban semitumbados en sus colchones mugrientos y rodeados de botellas vacías. Al llegar el mendigo me presentó a sus amigos y yo correspondí con una sonrisa educadamente, pero tratando de localizar el colchón que había que sacar. Ellos empezaron a burlarse del mendigo que me había llevado hasta allí: "Carne fresca, eh?"..., "la tendremos que probar todos, verdad?"...
Yo no lograba descifrar aquello.... pero no tardaría en saberlo.
Aquellos mendigos semisentados en sus colchones me pidieron que me acercara más, y así lo hice. Me empezó a tocar con sus manos mis piernas, diciéndome lo limpias que las tenía. Llegó a poner su mano en mi nalga, pero yo no le di importancia. Me preguntaron si me duchaba todos los días, yo les dije que si. El otro mendigo se acercó y me dijo si le dejaba olerme, pues le gustaba el olor a limpio. Yo le dije que está bien. Acercó su cara por detrás oliéndome por detrás de mis orejas y en el momento menos inesperado se avalanzó hacia mi tirándome al colchón y agarrándome bien fuerte.
Me dijeron que no tuviera miedo y que si me portaba bien no me harían daño. Me dijeron también que sería inutil que gritara, pues nadie me oiría.
Si mediar palabra me subieron la camiseta pero yo me resistía, entonces me golpearon hasta que deje de moverme. Finalmente me dejaron con el torso al descubierto. Mientras dos de ellos me manoseaban el torso el otro me iba quitando el calzado y seguidamente los calcetines. Me comenzaron a lamer el torso y los pezones. Casi simultaneamente una vez que me quitaron el calzado y los calcetines, me bajaron las bermudas y me dejaron en calzoncillos.
En aquel momento salió una fuerza de mi que pude despojarme de dos de ellos... pero cuando creí que me podía escapar noté que me agarraron del calzoncillo y me tiraron nuevamente al colchón.
Uno de ellos trajo una cuerda y comenzó atarme las manos por detrás haciéndome un gran daño. Una vez que me tenían inmovilizado, sujetándome los pies y la cabeza, me arrancaron el calzoncillo dejando mis genitales al descubierto.
Empezaron a tener una respiración muy fuerte y comenzaron a manosear mi pene y testículos mientras se burlaban de lo pequeñito que la tenía y de lo suave y sin vello. Comencé a gritar pero me taparon la boca y mientras empezaron a pajearmela . Mientras sucedía esto uno de ellos se sentó en mi torso con el pene erecto y me lo puso en la boca hasta que consiguió introducírmela. Para entonces comenzaron incluso a mamármela a mi también consiguiendo que se me pusiera tiesa.
Llegué a estar confundido. Por un lado me daba asco la sensación de tener un pene en la boca y por otro el placer de la mamada que me estaban haciendo.
Como dejé de poner resistencia, me dijeron que iban a ser buenos y que no me la iban a meter por el ano, así que dejé que me manosearan, me la chuparan y yo a ellos.
Todo aquello transcurrió en una hora y media, aproximadamente, me dejaron irme. Regresé a casa, no estaban mis padres, me duché y nunca dije nada a nadie hasta hoy.