Amores Delictivos
Mi nombre es Nieves Simón Fernández. Nací en León el 31 de Octubre de 1964. Mi padre, Marcos Simón, es frutero. Tengo dos hermanas: Marisa, que es dos años mayor que yo, y Conchi, dos años menor.
No puedo decir que tuve una infancia feliz, pues mi padre era un perturbado que nos pegaba a mi madre, a mis hermanas y a mí. Era una pesadilla vivir en casa, y de hecho mi padre me llegó a violar cuando yo tenía siete años. Recuerdo perfectamente que me obligaba a chupársela en la trastienda de su frutería. Aquella fue la primera vez que probé el sabor del semen masculino.
Cuando crecí, las cosas no me fueron mejor. Los chicos no se atrevían a acercarse a mí en el instituto, y eso que no me considero tan fea. No obstante, me echaba unos polvos con los más desesperados. A los dieciocho años, tras terminar mis estudios de F.P., decidí irme de casa y quedarme a vivir en Oviedo. Me instalé allí en casa de un amigo de León de quien estaba enamorada y estuve viviendo felizmente con él durante seis años, al final de los cuales nos casamos; era el año 1989.
En los primeros años de mi matrimonio me sentía muy feliz, los dos funcionábamos bien en la cama y no nos faltaba dinero. Pero de repente, mi marido cambió; de la persona tan buena y cariñosa que era se convirtió en un maldito desgraciado que pasaba de mí, me trataba con total indiferencia, y ni me escuchaba cuando yo le hablaba; él insistía que tenía demasiado trabajo y que no tenía tiempo para mí. Tan abandonada y deprimida me sentía que muchas veces pensé en suicidarme; probé todas las maneras posibles por las que una persona puede quitarse la vida, pero nunca decidí dar el paso final porque siempre fui una cobarde cagada de miedo ante la vida, pero la muerte me asustaba todavía mucho más.
En medio de aquella horrible pesadilla, decidí tomar la opción más sensata: buscar ayuda en mi familia. Así que en la primavera de 1995 abandoné a mi marido en Oviedo y me fui a vivir a Madrid, a la casa de mi hermana Marisa.
Marisa se vino a vivir a Madrid en 1987 después de casarse con un hombre llamado Miguel Ángel García García, un policía nacional muy alto y muy guapo, y con unas entradas muy atractivas en la frente, pero que siempre me pareció un palurdo. Ambos tienen una hija llamada Beatriz. Por consejo de mi hermana, recibí tratamiento psicológico de un especialista, pero me dedicaba a follar con él en todas las sesiones hasta que al final me cansé de su consulta y acabé dejándola sin llegar a terminar mi "tratamiento". También pedí la separación de mi marido, y me animó mucho ver a ese miserable mal follador, al que antes había querido, llorar como un niño.
Al principio, mi estancia en Madrid fue muy tranquila. Empecé a trabajar como telefonista en Airtel con un sueldo de 80.000 pesetas al mes, y conocí en el trabajo a un muchacho muy majo de quien me enamoré enseguida. Se llamaba Eduardo ("Edu"), y pronto nos convertimos en muy buenos amigos. Edu me ayudó muchísimo a superar el duro trauma por el que pasé meses atrás, y poco a poco empecé a recuperar la alegría por la vida. Sin embargo, no todo era de color de rosa; Edu tenía novia, y unos meses después de conocernos, se casó. Eso me destrozó, porque yo esperaba tirármelo, y ahora no podía; él tenía entonces veinticuatro años, yo treinta. Para olvidar aquello tomé la decisión de apuntarme en un gimnasio y hacer pesas rodeada de tiarrones macizos.
Yo era la única chica de la clase, por lo que decidí ligar con mis compañeros. Por desgracia, ellos pasaban de mí porque estaban casados o con compromiso, o quizá fueran todos maricones, y pronto empezaron a mirarme como si yo fuera una puta y una buscona. Sin embargo, el profesor no, él era el único con posibilidades para irse a la cama conmigo.
Mi entrenador era un chico muy guapo de la misma edad que Edu, y un poco tímido. Estaba soltero y sin compromiso, así que creí que no tendría dificultades para llevármelo al huerto. Y así fue: tras empezar a insinuarme disimuladamente en sus clases, y quedarme a solas con él con la excusa de practicar más mis ejercicios, insistí en que saliéramos juntos a tomar un café, después al cine, al parque..., y al final, aprovechando que la casa estaba libre porque mi hermana estaba en León con mi cuñado y la niña, le invité a subir y nos acostamos. Yo estaba impaciente por hacerlo, pues no echaba un polvo desde hacía varios años. Sin embargo, no me sentí satisfecha con aquello. Por entonces serían las Navidades de 1997, y en una fiesta de Fin de Año organizada por mis compañeros de trabajo me encontré por casualidad con mi amigo Edu. Ni corta ni perezosa, despaché a mi entrenador y me quedé a pasar el resto del tiempo con Edu.
El Año Nuevo, 1998, no iba a traerme especial fortuna. Edu empezaba a tener problemas con su mujer, y eso me dio esperanzas para iniciar una relación amorosa con él. En primer lugar corté mi relación con mi entrenador, al que dejé muy deprimido y con el corazón partido, y me fui del gimnasio. Después traté de convencer a Edu para que se divorciara de su esposa y se casara conmigo, sin parar de meter cizaña entre ellos para que su separación fuese más rápida. Casi lo consigo, pero Edu al final hizo las paces con su esposa, y a mí me dejó a dos velas. Aquello me costó mi amistad con Edu, el cual no quiso verme a partir de ese momento. Intenté recuperar la amistad con mi entrenador del gimnasio y concerté una cita con él, pero ese miserable me dio plantón.
Puedo perdonar que no me comprendan, que me ignoren, que se rían de mí... pero que una persona me dé plantón, eso sí que no lo perdono. Así que decidí vengarme del que había sido mi entrenador. Para ello hablé con Miguel, mi cuñado el policía y jefe de uno de los módulos internos de la comisaría en la que trabajaba, y le convencí para que pusiera una denuncia contra él. Mi cuñado era un calzonazos que siempre hacía sin rechistar lo que mi hermana y yo le ordenábamos, por lo que colaboró en la farsa. Declaré que mi ex-entrenador me había maltratado, insultado, y que ahora me acosaba y me amenazaba, cosas que no eran verdad, y firmé la denuncia en la comisaria en donde trabajaba Miguel, delante de él. Pero no nos atrevimos a procesarla porque eso hubiera supuesto problemas legales para nosotros, así que la declaración quedó archivada.
No me sentí mejor por aquello. Yo necesitaba echar un polvo fuese como fuese, y como ningún hombre estaba disponible para eso, decidí seducir a mi cuñado, lo cual al principio no me resultó fácil, pues Miguel empezaba a mostrar tendencias homosexuales, lo que le preocupaba mucho a mi hermana. Pero un día, aprovechando que mi Marisa estaba fuera de casa, me acosté con él. Esto demostró que mi cuñado efectivamente estaba volviéndose maricón, porque con lo que más disfrutaba era metiéndole su porra reglamentaria por el culo.
Mi relación con Miguel no duró mucho, hasta que Marisa se enteró porque el cobarde y mariconazo de mi cuñado se confesó ante ella. Aquello casi destrozó a mi familia; mi hermana tuvo que recibir tratamiento psiquiátrico, a la niña también la tuvieron que llevar al psicólogo, y en cuanto a mi cuñado, fue invitado a dejar la comisaria en cuanto se descubrió el asunto de la falsa denuncia, aparte de que sus compañeros empezaron a sospechar de su condición cuando mostraba problemas al sentarse; se decidió que una persona así, dispuesto a desprestigiar de forma injusta el buen nombre de un respetable ciudadano, y capaz de dejar en ridículo el Cuerpo Nacional de Policía, no era recomendable que siguiera formando parte de éste.
Así fue como casi destrocé la familia de mi hermana mayor aprovechándome de la imbecilidad de mi cuñado. Por supuesto, Marisa me echó de su casa maldiciendo mi nombre. Esto ocurrió a mediados de 2000. Me trasladé entonces a un piso alquilado en Laviana, cerca de Oviedo. Y no me sentía muy a gusto allí. Traté de reconciliarme con mi ex-marido, pero él ya no me perdonaba lo que le hice en su día y no quería ni recordarme. Pasé en Laviana hasta el verano del año siguiente, 2001. Volví a Madrid y me puse a trabajar como prostituta en la calle de la Montera, en donde sigo hasta ahora. A veces también voy a la Casa de Campo para ganar dinero extra. Creo que por fin he encontrado mi verdadera vocación, y espero seguir así, porque esta vida me parece muy cómoda, aunque hay veces que paso asco en mi trabajo, como en todos los que he tenido, pero no me importa.
Esta es la historia de mi vida. Puede que tenga un problema muy gordo, pero todavía tengo esperanzas de ser feliz. En todo caso, la vida es bella.
Advertencia: Todos los personajes y situaciones de este relato son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.