La verdad es que en todos mis trabajos encontraba siempre la oportunidad de dar rienda suelta a mis fantasías más secretas. No es que escogiese los trabajos adrede, o tal vez si, pero el caso es que cada vez que cambiaba de trabajo enseguida se me presentaba la ocasión de poder disfrutar de mi pasión por el sexo.
Y no por el sexo llamado "normal" entre un hombre y una mujer, a mi siempre desde bien jovencito me habían atraído las chiquillas mucho más pequeñas que yo, es más, mi primera novia un poco seria la tuve con diecisiete años cuando ella tenía sólo trece, para que se hagan idea de mis inclinaciones.
Bueno, me presentaré: me llamo Mario, vivo en una gran ciudad española y actualmente tengo 41 años. Aunque estudié la carrera de enfermería, se sabe, el trabajo está muy mal y he trabajado en mil cosas distintas.
Mi primer empleo fue de auxiliar de enfermería en la consulta de un pediatra en un barrio bastante marginal de la ciudad. Yo tenía 21 años, y aquel trabajo era bastante aburrido: me limitaba a atender a los pacientes cuando llegaban a consulta y a llevar la agenda del médico, un hombre mayor bastante simpático. La clientela era fundamentalmente gitana, sudamericana, marroquí, es decir, gente de pocos recursos y muchos hijos.
Una mañana vino a la consulta una gitana enormemente gorda con sus cuatro churumbeles, al parecer uno estaba resfriado, el mayor, y los otros tres venía "a remolque", estaban montando tanto jaleo en la consulta que el doctor me pidió por favor que los llevase a la sala de curas que estaba vacía y los entretuviera un poco.
Eran tres mocosos despeinados y mal vestidos, dos gemelos de unos cuatro años y una niña de cinco. A los niños los entretuve enseguida con unos cuadernos y unos lapices y los deje pintando, pero de la chiquilla me apropié yo.... era preciosa, aún en su aspecto desarrapado, de enmarañada melena negra y profundos ojazos verdes, vestida tan solo con un vestidillo de esos de tirantes de algodón color rosa que le quedaba cortito y dejaba casi al aire sus braguitas sucias, y estaba descalza.
Le pregunté como se llamaba y me dijo que Samara. Aproveché que sus hermanos estaban distraídos para apropiarme de aquella princesita gitana, la cogí en brazos y la llevé al otro lado de la sala, tras un biombo, donde había una camilla para las curas.
¿Sabes? Mientras el médico cura a tu hermano yo voy a ponerte a ti una medicina para que no te pongas tambien malita como él, ¿te parece?.
Me dijo que si con la cabeza, tenía carita de susto pero yo estaba tan excitado de tener aquella muñeca en mis manos que no me importó su miedo, la subí a la camilla y la tumbé boca abajo en ella. Levanté su vestido justo para ver sus braguitas amarillas un poco sucias de andar todo el dia por la calle, sentí que mi polla empezaba a crecer dentro de mis pantalones con la sola visión de aquella pequeña prenda tapando su culo respingón y cuando se las bajé despacio hasta los tobillos una tremenda erección creció entre mis piernas.
No quería hacerle daño, pero tampoco que me delatase, y cuando empezó a lloriquear asustada me acerqué a su carita sucia y le susurré:
Escucha, no armes tanto jaleo, sólo voy a ponerte un supositorio para que no te pongas mala como tu hermano, pero si lloras y gritas me enfadaré mucho y te pondré una inyección con la aguja más grande que encuentre, ¿entiendes Samara? Así que se una niña buena y no hagas ruido, como te oiga llorar te pongo la inyección, ¿vale?.
La pobre dijo que si con la cabeza, había conseguido asustarla de verdad, y no se movió, estaba ante mis ojos con las bragas bajadas en los tobillos, me deleité contemplando sus piernecitas morenas, las acaricié muy despacio, y sus nalgas gorditas y respingonas, que también acaricié. Estaba tan excitado que pensé que acabaría corriéndome sin tan siquiera bajarme la bragueta.
Separé un poco sus nalgas, estaba tensa como una piedra, y tuve que abrirle las piernas como en una tijera, para poder ver su agujerito delicioso, metí un poco la punta de mi dedo: estaba ardiendo y apretaba con fuerza. Era una delicia sentir aquel culito apretando mi dedo a cada intento que yo hacía de penetrarlo.
No aprietes tanto que te va a doler más, no ves que el supositorio sino no entra Samara.... no aprietes el culo que te dolerá más.
Ella no lloraba, pero la notaba estremecerse bajo mis manos, gemía como un gatito muy bajito cada vez que mi dedo entraba un poco más en su agujerito cálido, mi dedo entraba y salía cada vez con mayor facilidad hasta que por fín entró del todo, tenía todo mi dedo dentro de aquel delicioso culo tierno y morenito mientras con la otra mano masajeaba sus nalgas.....
Entonces escuché que los gemelos dejaban de pintar y empezaban a armar bulla al otro lado del biombo, así que decidí dar por terminado aquel pequeño placer. Saqué mi dedo de su culito, que se cerró como por encanto, y palmoteé sus nalgas antes de subirle las bragas y volver a sentarla en la camilla. Me miraba con cara de mal genio.
¿Ves como no ha sido para tanto, llorona? Ya tienes el supositorio y asi no te pondrás mala. ¿A que no te ha dolido?.
Si que me ha dolido (dijo ella mirándome enojada).
No seas mentirosa. Es un supositorio mágico, ah, y no le digas nada a tus hermanos ni a nadie, ¿eh? Porque si me entero de que se lo has contado iré a buscarte para ponerte la inyección que te dije, ¿entendido?.
Dijo que si con carita de susto. En aquel momento disfrutaba doblemente, primero por el poder que ejercía en aquella cría y segundo por la erección que me latía dentro del pantalón.
La bajé de la camilla. La llevé con sus hermanos. Me miraba con cara entre enfadada y asustada, y me permití un último placer cuando al cogerla en brazos como para llevarla a su madre aproveché para palpar de nuevo aquel culito tragón y apretar sus nalguitas morenas entre mis dedos.
Cuando se fueron tuve que ir al baño a masturbarme para liberar aquella tensión tan placentera. Pensé que de no ser por los hermanos de Samara que estaban al lado, hubiera podido ir un poco más lejos: quizá lamer aquel culito goloso, quizá introducir un dedo en su conchita, quizá.... pero eso sería en otra ocasión.