Alan seguía acostado entre mis piernas encantado con mi verga, salida por un lado del short, entre sus manitas. La revisaba con cuidado y paciencia. La recorría con la mirada desde la base hasta la inflamada cabeza. Pasaba sus dedo índice por las venas que me la irrigaban de sangre, las señalaba una por una, como si las estuviera contando. Se mojaba una uña de saliva y me limpiaba cierto punto en la panza de la verga, como si pensara que era una manchita, era un lunar. Total, muy cariñoso el jotín.
Me quité el short y me puse de nuevo en la misma posición, con él entre mis piernas. Ahora acurrucó mis huevos entre sus suaves manos, como si acurrucara un gatito. Mientras yo me jalaba la vergona bien parada muy cerca de su frente.
Le dije que me besara los huevos. Me corrigió, con su vocecita más femenina: -Se dice testículos, Lalo. Huevos se oye muy feo. Ha bueno. Testículos, bésame los testículos, chiquito. Ándale, le respondí. Hay no. Me gusta más como te oyes cuando me dices que te bese los huevos, me dijo mirándome con una enigmática sonrisa. Se veía precioso el jotito. Bien maquillado y con la cara muy relajada, como si ese fuera su lugar ideal: Entre las piernas de un hombre, con sus genitales tan cerca de su linda la cara. Se veía muy contento el putillo.
Me levanté la verga, jalándomela hacia arriba, y con ella se vinieron mis hinchados huevotes. Hay, te lastimas Cielito!, no te jales tan fuerte, me da dolor que te jales tan recio, me dijo con preocupación , acariciándome las pelotas con devoción.
¿Cielito? ¿Y eso, por qué me dices así?
No sé. Después de lo que está pasando entre nosotros ¿qué somos?, ¿sólo primos como antes?
Pues sabe. ¿tú qué quieres que seamos?
Pues novios ¿no? Ya no creo que seamos primos nada más. ¿no quieres que sea tu novia?, se metió la cabeza de mi verga en la boca y así me miró a los ojos esperando una respuesta afirmativa, desde luego.
Se me hace que todavía no somos novios. Es necesario que nos demos más amor. Que nos hagamos más cosas. Que nos acariciemos más.
Chup, chup, chup.¿Qué más quieres hacerme? o ¿Qué más quieres que te haga? Dímelo y lo hago. Chup, chup, chup. Me gustas mucho y me encantaría ser tu novia.
Por lo pronto mámame bien la verga, ya luego te diré qué sigue. Pónmela bien dura.
¡Más¡ si ya parece de piedra. Mmmm, qué rica la tienes. Chup, Chup. Me pone loca.
Loca? Cómo? de dónde?
Es un decir. Es que siento como toques eléctricos en mi palomita y en la colita cuando estoy contigo. Tiemblo, como de frío. Me siento muy nervioso, como desesperado cuando estoy así, acariciándote. Antes, cuando platicábamos y nos tocábamos; y ahora, así más íntimamente contigo, como que me dan sensaciones en la colita, en mi ano.
A ver, déjame verte ahí, ven. Móntate en mi cara de espaldas a la cabecera, con tu cabeza a mis pies.
Lo subí arriba de mí y le miré de cerca el culito, le abría sus ampulosas nalguitas y le revisaba el chico, pasándole mi dedo por él. Se estremecía todo, temblaba cuando le acariciaba el esfínter. El ano se le abría y cerraba, dependiendo del número de veces que se lo tocara. Alan no perdió el tiempo. Sin que yo le dijera nada me seguía chupando la reata mientras le acariciaba las exquisitas nalgas y el culito. Lo levanté un poco y me metí su chilito en la boca para chupárselo también, simultáneamente. Parecía un caramelito, de lo pequeño y dulce que lo tenía. Sentía sus mamadas muy dedicadas en mi palote y sus manitas acariciando mis pelotas. Tenía buen ritmo el jotito, ¡aprende rápido!
Mientras estábamos así, empecé el trabajo de distensión de su culito con mis dedos. Cada uno que le metía le sacaba un quejidito sordo, por tener mi vergota bien metida en su garganta. Me lo bajé y lo puse de espaldas en la cama. Qué bonito se veía, parecía una mujercita! Si no fuera por sus visibles mini genitales de varón, pensaría que tenía una jovencita muy agraciada en mi cama. Hasta pechitos se le veían.
Así acostado, me miró de una manera tan encantadora, que no pude aguantarme, le abrí las piernas y me tendí sobre él, aplastándolo bajo mi cuerpo y dirigiendo mi boca a la suya. Como si de una dama se tratara me rodeó con su brazos del cuello y nos entregamos a un beso muy húmedo. Mientras nos besábamos yo adelantaba mi cadera hacia él, golpeando con la punta de mi macana el lugar donde se suponía que debería estar una vagina, o sea, a sus huevitos. Le dejé la boca y me bajé a los maicitos de pezones que tenía. Uno por uno se los llené de saliva y se los chupé con pasión sin dejar de empujarle mi cuerno entre las piernas. Muy quedito, mientras le absorbía los pechitos me dijo al oído: -Me están doliendo mis cositas, Lalo, me las estás golpeando mucho con tu cosota, está muy grande y muy fuerte. Ya no me pegues con ella, ¿si, primito, por favor?
Me separé de él y volteé para abajo, a nuestros vientres. Le puse mi garrote descansando en su ingle y nos pusimos a observar. Era impresionante la diferencia. El contraste de tamaños era monstruoso. Mi verga erecta al máximo agobiaba con exageración a la suya. Mi prieto salchichón contrastaba con su blancuzco pitito de manera morbosa. Me hice un poco hacia arriba y le puse los huevos sobre su pirinola parada, sentí una placentera sensación, algo nuevo. Se los estuve pasando por ahí un rato. Él nunca se quejó, al contrario, con sus brazos por sobre su cabeza se dejaba hacer por mí, permisivo y dócil, como mujercita.
Le pregunté qué le parecía la diferencia de tamaños. Me dijo que nunca pensó que llegara a ver algo tan bonito, que la tenía increíble de grande. Me enderecé un poco y se la pasé por el abdomen, por las axilas y por los pezoncitos. Me monté en él y se la pasé por la cara y por el cuello. Por donde se la pasaba dejaba el rastro de humedad de mi moquillo. Se la puse en la boca y así, con los brazos sobre su cabeza y sin agarrarla, se la metí en la boquita, todo muy despacio sin prisas. Le decía que sacara la lengua y se la golpeaba suavemente con ella, rebotándosela en la lengua. Se la volví a meter en la boca y le dije que me la chupara sin dejar de mirarme a los ojos.-Coquetéame, papito, coquetéame como cuando llegué, ¿te acuerdas?. Con sus ojazos y con las pestañas postizas que se puso, me miraba y me los cerraba y abría, pispireteándome. Chiquito! Qué lindo se veía, lo juro. Sentí con eso, mis mocos encarrerárse a la salida de mi verga, fue demasiado. Me retiré de él, no quería venirme. Ya era hora de apropiarme de ese culito suyo.
Me bajé a su entrepierna y me puse a comerlo como si de una chamaca se tratara. Le chupé la verguita y los huevitos con pasión. Se la mamaba con dedicación y seguí con la preparación de su culito con mi dedo gordo bien metido en él hasta el tope, moviéndolo en círculos, ensanchándolo. Empezó a estirar sus piernas descontrolado y me quería alejar de él. Me empujaba de mi cabeza para que me sacara su pitillo de la boca diciéndome que sentía ganas de orinar, que no aguantaba. Lo agarré de la cintura y me aferré a su verguita con fuerza, mirándolo desde allá y diciéndole con mi mirada que lo hiciera, que se lo recibiría. Se arqueó sobre sus espalda y me echó en la boca un liquido agridulce y muy diluido. Supongo que, de alguna manera, se vino y entre ese liquido iban orines más que nada. No me importó, qué de sucio podía tener el orín de un niño de 10 años, y más todavía: de un niño de 10 años en las condiciones en que estaba este. ¡Estaba más cuidado que mi hermana, mujercita, de su misma edad! . No tuve ningún sentimiento de asco o rechazo a su "venida". Al contrario la saboreé como su fuera la venida de una vieja.
Me subí a su boca de nuevo y me situé entre sus piernas. Parecía dormidito por su orgasmito. Le metí la lengua en la boquita y en cuanto la sintió reaccionó y me la empezó a chupar. Me besaba suavecito, a media lengua. Enamorado. Agradecido por hacerlo sentir "mujer".
Ya, "mi cielito". Ya eres mi novia. Le dije, planeando el siguiente paso.
De veras! Qué bueno, Lalo, mi cielo! Te quiero.
Sí chiquito; pero ahora viene lo bueno. Te la voy a meter por la colita.
Hazme lo que quieras. Ya quedamos en que lo que tú digas.
Fui a mi maleta y me traje un bote de crema, me embarré el garrote y le unté en el culito, por fuera y por dentro con mis dedos. Se sentía abierto, preparado.
Me ubiqué entre sus piernas que levanté sobre las mías, me puse de rodillas y se lo apunté al ano. En cuanto sintió la cabezota a la puerta de sus cuerpo me miró directo a los ojos, con muchísima atención, como queriendo grabar ese momento. Se la fui metiendo. Se la fui dando. Lo fui invadiendo de verga por primera vez.
¡Ni un solo quejido, ni un solo gesto de rechazo o de dolor! Le metí la mitad de la verga y se la dejé ahí, sin moverme más. Así ensartado, me recosté sobre él y nos empezamos a dar lengua otra vez. A chuparle sus pezones y su cuello. A besarle las orejas y las mejillas. En cada cambio de objetivo de mis besos, daba un empujoncito, casi imperceptible, suavemente me fui metiendo más y más. ¡Toda! ¡Completa! 22 centímetros de verga le entraron íntegros, duros y macizos. No había duda este niño nació puto. Tal vez era uno de esos muy mencionados casos de mujeres encerradas en el cuerpo de un hombre. Excusa común entre los putos y sus familias, para justificar que son putos. Pero ni así era válida mi teoría: Este nene, de hombre, sólo tiene los mini genitales, el resto de su cuerpo, su cara, su voz y sus modos, son de mujer. De una preciosa mujercita.
Ya te entró toda, cielito.
Sí, la siento muy adentro. Pero me gusta mucho como se siente. Me duele un poco.
Es natural, se te está acostumbrando la colita.
Sí, ya siento menos dolor.
Oye Alan, ¿Aldo si te la metió, verdad?
No. No me la metió por allí.
Ah! Mentiras... me vas a decir mentiras, en qué quedamos, se me hace que mejor no te hago mi novia, eres muy mentirosa. Le dije, se me hizo muy fácil como es que le entró semejante vergón, sin mayores consecuencias.
No. Te lo juro, nadie me la había metido por ahí. Tú eres el primero. Porqué no quieres que sea tu novia, ya no me quieres. Me dijo casi llorando.
No chiquita, sí te quiero mucho. Pero te entró algo fácil. No llores cariñito. Estoy celoso nada más.
Pues no me digas mentirosa y que ya no soy tu novia. Lo que pasa es que yo me he metido cosas por la colita. Cuando me maquillo y me veo al espejo me excito mucho y desde hace como un año, me meto desodorantes de esos redonditos por la colita. Siento muy rico, como ahora, pero no tan grandes. La tuya la siento enorme.
Me lo empecé a coger. Suave al principio y cuando le pregunté si le dolía todavía y me dijo que ya casi no, se la empecé a dejar ir con más confianza. Lo puse de rodillas, empinadito. Lo monté encima de mí, a que me cabalgara con la verga metida hasta el pecho. Me paré y se la metí cargándolo, esta posición es la que más le gustó, decía que le abría mucho el culo y que le encantaba. Me vine dentro de él 3 veces esa noche. Me quedé bien dormido, muerto de tanto esfuerzo. Colmado de sexo. Él se levantaba seguido apurado al baño, a cagar todo lo que le inyecté en el culín; hasta que se vació se quedo dormido, pobre jotito.
De madrugada, yo dormido de lado, él se me acercó de nalgas a la verga y me agarró un brazo para que lo abrazara. Con las puras nalguitas me paró la verga otra vez, restregándose solito en ella, haciéndome sentir su suavidad y calor. Cuando la sintió dura él solito se la fue metiendo en su ya muy abierto culito, y él solito se rebotaba en mi vientre de nalgas, bien ensartado, hasta que casi dormido sentí mi ultima venida en su anito.
Por la mañana ya no estaba en mi cama. Me levanté al baño. Ya era tarde, las 10 de la mañana pasadas. Cuando bajé estaba mi tía en la cocina. La saludé y me serví café. Le pregunté por su comadre, todo en orden. Me dijo que si me habían dejado muy cansado sus hijos. Le dije que no tanto, que sólo Alan me desveló preguntando cosas, que nos habíamos hecho muy amigos.
Sí, le pregunté lo que habían hecho anoche y me contestó: Cosas de hombres, mamá, que no tengo por que decirte.
Ah sí?. Ya ves tía ahí la llevamos.
Ahí la llevas tú, mi´jo. Ojalá y siga así. No sabes lo feliz que me harías si le quitaras lo maricón a mi hijito, Lalo.
Vamos a ver tía. Si no pasa otra cosa, todavía estaré otro mes aquí con ustedes.
Se sonrió agradecida. En cuanto apareció Alan nos saludamos con "virilidad masculina".
Qué onda primo? Te levantaste tarde, huey.
- Quiubo primo? Sí estuvo larga la platica anoche, huey.
Mi tía dijo que nos dejaba solos para que platicáramos, que ella se iba a bañar para irse a ver cómo seguía su comadre al hospital.
Tan pronto oí la regadera, jalé de un brazo a Alan y yo sentado y él de pie nos besamos de lengua lascivamente. Le levanté la camiseta y me puse a chuparle los pezones. Él por su parte me zarandeaba la verga por encima del pants. Me la saqué y lo hinqué a que me diera mi mamadita tempranera, mientras seguía bebiendo mi café.
Así estuvimos todo el resto de mi visita. En cuanto teníamos oportunidad teníamos sexo donde se pudiera. Cuando me vine de regreso a Sonora, él sufrió mucho, yo también; para que digo que yo no. Sí lo extrañé mucho. De a madre.
Volví a la ciudad de México, por motivos de trabajo allá por el 2002 y los fui a saludar. Alan ya no vivía con ellos, los pleitos con su padre empeoraron y en cuanto cumplió la mayoría de edad, se fue de la casa a vivir solo. Su mamá, Flora mi tía, me dio su dirección, me encargó mucho que no me fuera sin ir a visitarlo, que él se acordaba mucho de mí.
Desde luego que lo busqué, yo también lo recordaba con afecto y algo más. Agarré un taxi y me fui a la zona de la Condesa, muy buena zona por cierto. Llegué al edificio de apartamentos correspondiente al domicilio que me dio mi tía y toqué a la puerta de su departamento. No había nadie. Le pregunté a un vecino y no me supo, o no me quiso dar razón; ya ven cómo son por allá, si uno no es conocido, es ratero o secuestrador, o algo les quieres quitar, pobres cabrones, qué puta vida.
Salí a la calle otra vez para tomar un taxi. Me paré sobre la acera y vi venir de frente a mí a una de las mujeres más hermosas que he visto en mi vida y en ¡México, DF!, donde para donde voltees ves puro animal atropellado, puras viejas feas. Donde, para ellos, cualquier prieta de encías moradas es diosa. Aquí se me aparecía esa divinidad envuelta en un vestido ceñido color negro, de manga larga. A medio muslo, sin medias con unas zapatillas finísimas calzando sus perfectos pies. El cabello a media espalda, oscuro, lacio. Su rostro escondido tras unos lentes para sol, se podía adivinar bellísimo, ¡mamacita!. Volaba, no caminaba, etérea, divina. Pasó a mi lado y le dije "Hola cielito", ni me peló, como si pasara junto a un perro. Avanzó como cuatro-cinco metros y de repente se giró. Ya valió, pensé, ya se ofendió, me va a increpar el piropo, pos a ver de a cómo nos toca.
Al voltear a verme se bajó los lentes a la nariz y dijo:-Lalo? Eduardo XXXX, eres tú? Yo me quedé inmóvil, pos esta? Se abalanzó sobre mí corriendo. Me amacicé al piso, estaba grandota, cerca del 1.80 con tacones. Se me echó encima y se colgó de mi cuello, sentí como me hincaba los senos en el pecho, y me besó en la boca! Gritando- Mi cielo, mi cielo!! Soy yo Alan, guey. Mírame!
Casi pierdo el aire. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Porqué?
Entramos a su depa y me platicó todo. Ahora es Alanna. Modelo cotizada de pasarela y modas. Gana mucha lana. Por entonces ya se iba a operar. Yo la acompañé a Los Ángeles a quitarse le tornillito y hacerse una tuerquita. Quedó muy bien, está dichosa. Nos queremos mucho, nos hablamos seguido por teléfono, nos comunicamos vía eMail, y voy a la Capital a visitarla; o nos vemos por acá, en los Estados Unidos, cuando tiene pasarelas o sesiones de fotos en LA o en Las Vegas.
Desde luego que me despedí de su tornillito. Nunca se le desarrolló, siguió tan pequeño como hace 11 años. Pero ahora sí daba una cremita amantequillada, muy sabrosa. Me encantaba estar entre sus piernotas, largas como serpentinas, mamándole el pibotito, para después de un rato de estar duro y duro, recibir mi premio: Una buena ración de leche de Reina. Luego, como antes, subirme a su boca y besarla con devoción, mientras mi palote se iba deslizando en sus interiores, sintiendo como ya lo sabía contraer, haciéndome sentir la misma gloria en la tierra. Escuchando palabras que viniendo de semejante mujer, me llenaban de orgullo:-Hay, mi cielo, tienes la mejor verga que he probado en la vida. La tienes tan rica como cuando me la metías, cuando era niña, papito. Métemela, métemela, así, mi cielo, así...haaay, me matas.
También me hizo el honor de estrenar su tuerquita, quiso que yo fuera el primero, como cuando me dio su culito. ¡Qué delicia!. Jamás soñé con tener la suerte de cogerme semejante ejemplar de mujer. ¡Es una diva!
Nos decimos "Mi cielo". Pero ya no es mi novia, sólo mi prima; con ciertas atribuciones, para envidia de muchos, pero sólo eso: primos. Ya no es mi novia...
... ¡¡QUÉ MÁS QUISIERA YO!!...
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