En la sala de espera para mi médico hay una hembra genial, con unas tetas impactantes y un culo que cuando se agacha para agarrar una revista me deja anonadado. Está sentada al lado mío. Yo; 1,80 m, 70 Kg., ojos verdes, cuerpo de gimnasio (estudio profesorado de gimnasia); empiezo a darme manija, y mi pija empieza a subir, hasta que alcanza ese estado en el que a todos los hombres nos da paranoia de que se note, pero que en realidad se nota más por nuestras caras de "paja" que por el bulto que el miembro genera. Estoy más acostumbrado a usar bóxer, pero como después del médico me tenía que ir al profesorado de gimnasia me puse un slip. Por suerte, porque el slip sostienen más, pero a la vez, al apretarte excita más. Mi verga está tan parada que el cuerito está del todo para atrás. Ya siento como el líquido preseminal sale por la punta de mi chota. Me moja la pierna, y el calzoncillo. Estoy que no puedo más. Por desgracia escucho:
Paciente 324.
Soy yo. Con coraje me paro y me dirijo hacia la puerta. Entro. Antes del consultorio médico hay una pequeña sala donde está el enfermero que pesa y mide a los pacientes.
Sacáte la ropa me dice-
Yo tímido y más aún por mi estado cachondísimo, empiezo por la remera pensando y pensando que por favor desaparezca esta erección. Nada. Es más, cada vez me doy más manija y la pija se alza más.
Quedáte en calzones.
Intento disimular poniéndome de espaldas al hombre, me la acomodo rápidamente aunque muy notoriamente y me doy vuelta. Cuando lo miro, la timidez hace que la polla se me pare más aún y se escapa por arriba del elástico que lo sostiene. Él, me mira y se ríe.
No es nada, a tu edad es más difícil controlarte. Piensa en otra cosa y súbete a la balanza.
Mientras el hace todos los movimientos para pesarme y medirme yo intento distraerme, pero es imposible, estoy coloradísimo de la timidez y paradísimo de la calentura, y esa situación aún me calentaba más. Huelo el olor a verga que yo desprendo y no sé qué hacer. Ya con toda la confianza que el tipo me dio, le seco el líquido con el dedo gordo, pero el olor seguía insoportable. Me dice:
Ya está: 1,80 m. y 70 Kg., vení por acá, la ropa déjala ahí.
¡Mierda! Lo sigo, abre la puerta del consultorio, y está el médico sentado. Yo rapidísimo me adelanto a la camilla para sentarme y que el bulto se note menos. Desde este ángulo se ven unas revistas porno debajo de los "Rp/" del médico y unos preservativos. Mi pija estalla. El médico parece de unos 32 años, 1,80 m de altura, castaño oscuro y ojos marrones. Unos 80 Kg., con un cuerpo muy atlético.
A ver macho, es la primera vez que venís. Tengo que iniciar tu historia clínica. Para ello unas preguntas. Respónde con confianza, nadie se va a enterar.
Bueno.
¿Fumas?
No.
¿Tomás o tomaste drogas?
No.
¿Tuviste relaciones sexuales?
(ESTALLO) No.
Muy bien... ponte boca abajo que vamos a ver tus pulmones.
Obedezco, mi pija se comprime aún más, a esta altura estoy resignado a estar tan cachondo. Siento el estetoscopio frío en mi espalda durante un tiempo.
Date vuelta.
Me doy vuelta con cara de disimulo, un disimulo inútil, ya que el bulto era bien notorio de una verga muy dura y muy caliente. Me acuerdo de la chica de la sala de espera. Cierro los ojos y siento sus manos calientes también tocar mi ingle.
Todo bien. ¿Estás excitado? (afirmo con la cabeza). OK, no te preocupes. Bájate el slip.
Lo hago, entre tímido y contento. Qué bueno es sentir esa libertad después de un rato de una posible condena perpetua. Yo me miro la pija. Está toda mojada. La glande sale entera para afuera y brilla. El líquido preseminal está no sólo en la punta. Llega hasta la base. Desperdicio un olor a pija, huevos y macho que hasta se sorprende el médico.
Está todo normal. ¿sabes ponerte un preservativo? (afirmo con la cabeza). A ver ponte este.
Me da un preservativo cerrado. Yo lo abro y me lo coloco si problemas.
¿Te masturbas seguido?
Yo tardo en responder de la vergüenza.
No seas tímido es algo natural, especialmente en el hombre, ¿lo haces?
Sí, por lo menos una vez al día.
Yo también. ¿y cómo lo haces?
A esta altura la charla parecía entre amigos más que entre médico y paciente.
Normal, como todos.
A ver, muéstrame.
Excitado llevo la mano hasta mi polla, que de tan lubricada que está, no necesito moverme el cuerito, sólo paso la mano hacia abajo y arriba, lentamente, lo miro, él mira exclusivamente mi polla como si fuese de un laboratorio en el que investigan pijas de adolescentes. En eso noto que se baja el cierre del pantalón y me muestra, yo quedo fascinado, nunca había visto la pija de un adulto, eso me excita más. Es poco más grande que la mía, está muy tiesa al igual que la mía. Me dice:
Yo estoy igual que vos, mientras esperaba estaba mirando unas revistas, que me dejaron de la nuca.... ¿quieres que nos pajeemos?
Sí.
Mira, tengo un gel, que ayuda bastante, te doy un consejo, nunca se lo cuentes a nadie, es muy bueno ponerse el gel en el glande y frotarse con la yema de los dedos.
Saca el gel del bosillo del guardapolvo, se esparce en la suya y luego pone una cantidad más generosa en la mía... se frota con las yemas y me dice:
Hazlo tú también.
Lleva sus manos hacía mi polla y hace el mismo movimiento que con la suya. Estaba de lujo. Luego de un rato, empezamos a bombear más rápido, hasta que entra la secretaria. Él queda de tal forma (de espaldas hacia ella) y le habla sin darse vuelta. El único que queda en evidencia soy yo, con la pija a mil, toda brillante por el líquido propio y el gel agregado, la secretaria sonríe. Antes de que se vaya el médico, que por cierto se llama Sebastián gira completamente quedando él también en evidencia y dice:
Si llama alguien dile que no estoy y, si quieres ayudarnos a mí y a este pobre y virgen adolescente, hazlo también.
La secretaria cierra la puerta con llaves, se agacha ante él y empieza a chuparle la polla de una forma increíble. Yo, que sigo acostado me siento enseguida apuntando mi polla también para ella. Ella, por un segundo deja de succionarle a él, me pone de pie y acera mi polla a la de él, de tal forma que se chocan ambas glandes. Con una pija en una mano y la otra en la otra empieza a juguetera haciendo girar las glandes entre sí, que estaban tan lubricadas que ese trabajo lo hace de maravillas. Se lleva mi polla a su boca. Ah! Es una sensación que no puedo explicar. Primero sólo me chupa la glande... luego se la mete hasta la garganta y después me pasa suavemente la lengua desde la base hasta la punta. El médico (¡Sebas!), me mira con cara de cómplice. Ella se va desnudando a medida que continúa el juego con y entre nosotros dos. De repente él me dice.
Empieza por acá -señalándome la concha de esta mujer fenomenal abierta y chorreante...- Así.-le mete su polla mostrándome cómo hacerlo a mí.
Lo hago. Es una sensación espectacular. De repente mi amigo el médico se pone al lado mío y encima su pija a la mía y le hacemos una "doble penetración". Siento su pija adulta enseñándole todo a la mía y es hace que no pueda más. Agarro su pija con la mano, la saco y empiezo a pajearla agradeciéndole. Saco mi polla también, a lo cual la secretaria vuelve a la posición inicial y empieza a chupar una y otra, una y otra. Los dos acabamos parte en su rostro y otra parte encima de la pija de otro. Ella nos limpia la leche ajena de nuestras pijas con su lengua y se la traga contentísima. Yo abrazo a Sebastián, apoyando pija con pija, lo que hace que no se duerman rápidamente. Estamos los dos cansadísimos, sudados, y en el consultorio a un olor a verga que no se explica. O sí se explica. La mujer se va. Yo me acuesto totalmente desnudo en la camilla. El empieza a vestirse (sólo las partes que se sacó sacado: el pantalón está bajo y la camisa desabrochada). Una vez que él queda como antes, suspira y continúa:
Muy bien, está todo normal. Eres un chico sano. Toma esto (me regala 3 forros). Y esto (saca un Rp/ y anota un NRO de teléfono). Es el de mi celular. No dudes en llamarme cualquier urgencia que tengas. Quiero que seamos amigos. Los dos la pasamos muy bien ¿no?
Sí, muchas gracias.
Ya sin vergüenza me bajo de la camilla y salgo a la salita donde estaba el otro hombre totalmente desnudo. Olvido mi slip en el consultorio. Se asoma Sebastián y me dice:
Relajado ¿eh?, te olvidaste esto (me entrega el slip).
Quedamos los tres hombres, (el enfermero, el médico y yo) en ese pequeño lugar el enfermero nos mira con cara cómplice. Yo me visto tranquilamente, lo saludo con un fuertísimo abrazo y le digo:
Otra vez muchas gracias. Te voy a llamar, no te preocupes, eres un capo.
Me voy. Salgo del consultorio y en la sala de espera ya no hay nadie. Ni siquiera la secretaria. Pasaron 45 minutos desde que entré. Me voy y guardo muy bien el teléfono de, a partir de hoy, mi mejor amigo.