miprimita.com

Nos sobran los motivos.

en Bisexuales

21/08/12  08:30

(Ramón sigue recordando ante el espejo todos los pormenores de su relación con Mariano)

Una sonrisa melancólica asomó bajo la nariz de mi amigo. La historia de cómo había conocido a Manuel, el catalán, en la sauna había concluido, descubriéndome una oscura faceta del “tímido Mariano” que desconocía por completo. Sentimientos encontrados nacían en mí, primero, al saberlo disfrutando con otro, me sentía un hombre al borde de un ataque de cuernos y aunque una parte de mí quería pensar que aquello no iba conmigo, que yo era bien distinto,  por otra parte el miedo a perder los momentos que compartíamos atenazaba mi pecho y, por último, estaba mi “hermanito pequeño” que se había metido de lleno en la “batallita” de la cabina  y estaba tieso como un palo. Circunstancia que fue advertida por mi acompañante que no pudo reprimir hacer un chiste:

—¡Ramoncito, vaya lo contento que te has puesto! —me dijo señalando impúdicamente mi entrepierna.

—¡Cómo “pa” no ponerse! Le pones tanta pasión a lo que cuentas,  que termina uno poniéndose palote —instintivamente me metí mano al paquete, fanfarroneando de mi más que evidente virilidad —Porque me tienes que arreglar una cosilla de Hacienda, que si no te ibas a enterar de lo que vale un peine.

—¿Una cosita de Hacienda?

—Sí, es el rollo que he metido en casa por si me  retrasaba…

—¡Ya te vale, prenda!

—Pero que es una mentira a medias, que traigo la documentación en el coche para que le eches un vistazo.

Me miró de arriba abajo, puso cara de perdonarme la vida y me dijo:

—¡La confianza da asco…!

—¡Anda enróllate! —lo miré poniendo cara de niño bueno— ¡Qué me sale a pagar y siempre me ha salido a devolver!

—¡Venga va! Si sabes que no tengo un no “pa” ti… —aunque su tono era condescendiente,  en el fondo estaba deseando ver los papeles,  para saber si realmente me podía echar una  mano.

—¡Sí, eres más “apañao” que un jarrillo lata! —le pegué un cariñoso pescozón, al cual él respondió con una forzada sonrisa.

Me vestí rápidamente y fui al coche por la carpeta donde tenía toda la documentación. Cuando volví ya se había vestido y, hasta parecía una persona decente.

—¡Anda cógete un botellín y así no me das la lata mientras yo te reviso esto! —me dijo a la vez que le echaba un vistazo a los papeles, poniendo cara de intelectual.

En la cocina aproveché  y llamé a Elena para advertirle de que se viniera con alguien, pues no me daba tiempo ir a recogerla, pero no  me cogió el teléfono. Lo mismo, pensé,  todavía estaba en el dichoso cumpleaños y, con el jaleo, no había escuchado el móvil.  

Mientras saboreaba la cerveza, de manera refleja me llevé la mano al paquete, todavía la tenía dura. ¡Vaya cómo me había puesto con  la historia del dichoso polvo con el catalán! Y eso que solo me había contado su primer encuentro, ¡qué si me llega a contar el que se habían pegado días antes!

Volví a manosearme el rabo y pensé: “¡Qué cabrón está hecho el Mariano este! Y eso que parecía tonto cuando lo compramos”

Insólitamente se me había pasado ya el pequeño e incomprensible cabreo, no sé si porque ya me había puesto el traje de hombre casado y de familia o porque sabía que el tío, con lo lejos que estaba,  no suponía competencia alguna. ¿Pero quién me decía a mí, que no pudiera venir otro que a diferencia de mí tuviera todo el tiempo del mundo para él? Fue pensar solo aquella posibilidad y una sensación de tristeza me visitó.

Un cuarto de hora más tarde Mariano me había ahorrado doscientos euros, no solo no tenía que pagar  sino que me devolvían algo, poco pero lo suficiente. Me explicó no sé qué historias de unos gastos desgravables y algo de la actualización del valor catastral,… El caso es que mataba dos pájaros con el mismo tiro: me ahorraba una pasta y tenía la excusa perfecta ante mi santa esposa.

Al despedirme lo apreté fuertemente entre mis brazos y le dije:

—Sí, te ha gustado lo de hoy, ¡cómo España gane la Eurocopa se va mear la gata!

—Promesas, promesas —dijo  sacando la lengua burlonamente pero con una vibrante alegría rebosándole hasta por los ojos.

—Eso sí, mientras si mientras no… ¡No te quedes encerrado —mi tono era casi autoritario.

—¡“Vaaale”, papa!

—Otra cosa, tampoco hace falta que me lo cuentes  todo, que me pongo muy malito escuchándote y uno no está para tantos trotes —aunque intentaba frivolizar la cuestión, la realidad no era otra que me molestaba saberlo en los brazos de otro y como me parecía muy ruin por mi parte exigirle una especie de fidelidad, opté por la solución más fácil: ojos que no ven corazón que no siente.

—… pero sí has sido tu… —intentó justificarse mi amigo.

—Ya pero con una vez me vale… Por cierto, se te da muy bien eso de contar historias guarras…—remarqué categóricamente cada una de las silabas de las dos últimas palabras — Yo que tú las escribía y las colgaba en una de esas páginas  cochinas que hay en Internet.

Su posible replica  quedó relegada por el sonido de mi teléfono: Era Elena.

Me despedí de  él, esta vez con un fuerte apretón de mano y mientras respondía  a mi mujer, le hice un gesto con la mano de que ya lo llamaría.

—¿Ya estás en casa? Pues yo ya voy para allá, ahora estoy saliendo de casa de Mariano… Sí, ya está todo arreglado y no solo no tenemos que pagar, sino que nos devuelven algo… Ahora  te  cuento…

Llegué a casa sobre las dos y media, mis niñas se abalanzaron sobre mí como si hiciera siglos que no me veían, lo que me evitó tener que interpretar ningún papel ante mi mujer. Alba, a sus seis años, le daba veinte vueltas a su hermana mayor en todo y como su objetivo era acaparar mi completa atención, utilizó todas las tretas de las que disponía para hacerlo, dejando a mi otra hija en un segundo plano sin que yo pudiera hacer nada por remediarlo.

Observé a Carmen detenidamente, el hecho de que su hermana pequeña le quitara siempre protagonismo no le importaba lo más mínimo,  es más, juraría que  incluso lo prefería.

Me fijé de nuevo en la encantadora sonrisa de la charlatana de Alba y no pude evitar pensar que si la mayor era el vivo retrato de su madre, ella era clavadita a su tía Marta: generosa y cariñosa como ella sola, pero con complejo de centro del universo.

Ante mi atenta mirada, mi hija menor fue desmenuzando todos y cada uno de los acontecimientos del cumpleaños, que entre otras diversiones tuvo un payaso, un mago, una piñata…

 Una vez Alba me hizo partícipe de todo lo que había pasado en aquellas dos largas horas, dijo algo que me descolocó un poco:

—Papá, ¿sabes quién nos ha traído de vuelta porque mamá no estaba?

La pregunta de la niña me cogió por sorpresa y busqué en  la mirada de mi esposa alguna respuesta. Pero como mi hijita no estaba dispuesta a ser relegada, se echó sobre mí y de un modo tan pertinaz como caprichoso, comenzó a gritar:

 —¡Anda papi, pregúntame quien!

—¿Quién? —mi voz sonó a ida pues me extrañaba mucho que mi mujer hubiera aparcado las niñas y se hubiera ido.

—La mamá de Joselito y Paquito, dos niños de mi clase que son más guay —mi hija al decir esto último se puso las manos sobre la barriga y se contoneó, como si ese gesto hiciera más veraz su afirmación.

Alba siguió charla que te charla hasta la extenuación, pero yo aunque la miraba atentamente  y decía a todo que sí, mi mente no podía quitarme de la cabeza lo ocurrido con su madre. “¿Dónde carajo había ido?” —me preguntaba una y otra vez.

Cuando se cansó de que yo hiciera como que la escuchara, se fue con su hermana a su habitación con la  única meta de seguir enreda que te enreda.  

Me dirigí hacia mi mujer, quien se había ido para la cocina  y preparaba algo para almorzar.

—¿Qué es lo que dice la niña de que la ha tenido que traer no sé quién?

—Nada que me llamó mi cuñada Silvia que iba a ir al Factory, pero no creí que fuera a tardar —aunque Elena me contestó sin dejar de hacer lo que estaba haciendo y de modo impersonal. Noté cierto nerviosismo en su voz, como si temiera que yo le fuera a echar la bronca por ello.

Pese a que no me hizo ni chispa de gracia que dejara las niñas solas, volví a sopesar el hecho de que una discusión con ella me estropearía lo vivido con Mariano y con la callada por respuesta, deje zanjada la cuestión.

Después de comer me senté en el sofá a ver un telefilm tipo melodrama familiar. Por mucho que quería no me podía quitar de la cabeza a mi amigo y  cada vez que recordaba todo lo sucedido durante la mañana, una tintineante pregunta se me venía a la cabeza: “¿Me estaré volviendo Maricón?”

Lo de ser bisexual más o menos lo tenía asimilado. Pero que me hubieran dejado de gustar las tías, era otra cosa bien distinta. De ser así, sería como si mi masculinidad y mi identidad, se hubieran ido irremediablemente por el desagüe.

Desde un poco antes de Semana Santa, no había vuelto a estar con una mujer, pues por mucha fe católica que procesara mi esposa, lo de hacer uso del  santo sacramento del matrimonio nunca había sido una de sus prioridades y como yo no lo buscara,  estaba claro que ella no lo iba a hacer en la vida.  

Aprovechando que las niñas agotadas se habían dormido la siesta, comencé a ponerme meloso. La reina de hielo intuyendo cuales eran mis intenciones, se dejó hacer  pero poniendo la misma pasión en ello que  en freír un huevo.

Fuera como fuera, acabamos en el dormitorio y con la puerta y la luz apagada, mi polla entró en su gruta de un modo mecánico. Si al propio acto de penetrarla no le hubieran acompañado unas caricias en sus hermosos pechos y unos fugaces besos que pude robarle, follar con mi mujer hubiera sido como masturbarse. Aunque lo bueno de las pajas, es que uno no suele guardar recuerdos de ellas.

Tras la ducha post-polvo, las dudas sobre mi hombría seguían bullendo en mi mente, de un modo y forma  que me resultaba hasta molesto. Mi dependencia de Mariano cada vez se me hacía más evidente, sin querer todo mi mundo giraba en torno a él y no podía hacer nada por evitarlo.  

A eso de las siete de la tarde lo llamé para ver si salía a tomar unas copas, pero me dijo que estaba liado con algo del trabajo y que debía terminarlo, sí o sí. Como no estaba dispuesto a quedarme en casa toda la tarde, llamé a “Ervivo” pero nada más escuché como se excusaba para no quedar, comprendí que tenía otro tipo de planes.

—… El Manuel y yo tenemos que hacer un “mandao” esta tarde…

Cuando mi colega “Ervivo” utilizaba el pretexto de hacer un recado, era porque su mujer estaba oyéndolo y lo que me intentaba decir es que se iba de juerga y si su acompañante era el cachondo de Manuel, de seguro había un puticlub de por medio.

Sopesé llamar a Oscar o a cualquier otro, pero un pensamiento malicioso se apoderó de mí: “¿Y si me iba con ellos?” Irreflexivamente le pregunté que si los podía acompañar.

—¡Pues claro Ramón, siempre nos pueden venir tus conocimientos profesionales! —respondió “Ervivo” con la mayor poca vergüenza  de la que era capaz.

Veinte minutos más tarde, salimos en el coche de Manuel hacia un club de carreteras que habían inaugurado cerca del pueblo de Los Palacios.

Por lo que sabía por los compañeros de redes de inmigración ilegal, el dueño el único delito que cometía con las chicas que trabajaban para él es que las tenía contratadas como camareras aunque su oficio, obviamente, era otro bien distinto.

El caso es que aún no eran las ocho de la tarde y tres amigos que rozaban los cuarentas, más calientes que el palo de un churrero, se adentraban en aquel tugurio, con la única intención de que un polvo con un “pibón” les hiciera olvidar su rutinaria vida familiar. La condición  de que para que la tía buena se abriera de piernas hubiera que apoquinar sus buenos euros, nos traía sin cuidado y era como una especie de mal menor, que no afectaba de ningún modo a nuestra arrogante hombría.

A pesar de que no pueda parecer muy ético que un miembro del cuerpo de Policía, frecuentara aquellos antros, era una práctica de lo más habitual entre mis compañeros y ante la que se hacia la vista gorda, es más sabía de  algún que otro inspector y subinspector, que hacían uso de su cargo y se ahorraban pagar en ciertos garitos. Por lo que a nivel laboral, me la traía floja que algún conocido me viera allí.

Mi única preocupación era descubrir si me seguían gustando las mujeres, o me había vuelto bujarrón  del todo. El polvo de esta tarde con Elena, tan falto de pasión como ella acostumbraba no había servido para dejarme claro nada (Sino todo lo contrario).

El local no era diferente del resto, una especie de pub de diseño hortera, en el cual  el personal masculino cataba con la mirada a las diversas vendedoras de sexo que pululaban por él, en espera de que alguna fuera la musa de sus fantasías libidinosas.

Las chicas, en su mayoría extranjeras, intentaban por todos los medios que los bebedores de whisky, gin-tonic y demás mezclas alcohólicas, cayeran en sus voluptuosas redes y las invitaran a una copa. La conversación que acompañaba al trago, en la mayoría de los casos,  era una especie de preludio  a los  veinte minutos de sexo.

Al mismo tiempo que nos acercábamos a la barra para pedir las copas, un grupo de tres chicas, de etnias bien distintas, se aproximaron a nosotros sin ningún sigilo.

Una de ellas, la más joven y la única que parecía Europea, en un español macarrónico  nos dijo: “¿Qué pasa machotes? ¿Nos invitáis a una copa?”. Era casi tan alta como yo y, por el color  excesivamente claro de su piel y lo rubio de sus cabellos, intuí que era rusa o de cualquiera de los países del antiguo bloque soviético.

Sus dos compañeras eran  el reverso de su moneda. Una era negra como el carbón y su tarjeta de presentación consistía en una blanca dentadura y dos enormes tetas, las cuales apenas tapaba con una especie de top de rayas chillonas. Es oírla hablar y su país de origen me quedó cristalino: Brasil.

La tercera, y la que más me gustó, se trataba de una cubanita de veinte y pocos años, sus  grandes ojos oscuros parecían una especie de faro que consiguieron que mi mirada se posara en  su rostro, en  una naricita pequeña y porrona que reinaba sobre unos carnosos labios y en  una melena rizada que caía sobre sus hombros de modo sensual.

Su delgado cuerpo se me antojó una fruta a saborear. No poseía unas tetas grandes, pero su vientre plano y sus voluptuosas caderas despertaron en mí una amalgama de sensaciones, en la que se mezclaban el deseo y la satisfacción que me dio corroborar que las mujeres me seguían gustando cantidad, pues de manera inconsciente mi polla comenzó a crecer bajo el pantalón.

El “flechazo” fue mutuo y la atractiva muchacha, una vez le sirvieron su copa, dirigió toda su atención a mí. La brasileña había elegido como presa a Manuel y “Ervivo” no tuvo más remedio   que contentarse con la que quedaba libre: la “rusa”.

—¡Papito, ¿que “hase” un tipo tan guapo como tú aquí?, ¿acaso la parienta no sabe “apresia” lo que tiene en casa?

Dicen que la gente acude a un burdel no tanto por el sexo, sino en busca de alguien que sepa valorarlo y los escuche. Una especie de terapia, con  el añadido de un gratificante orgasmo. Aunque mis motivaciones aquella tarde-noche eran bien distintas, la cubanita que tenía ante mí parecía tener un sexto sentido y con su primera frase había abierto las puertas para que no solo quedara saciado mi cuerpo, sino también mi espíritu.

Tuvimos una breve pero intensa conversación, en la que entre otras cosas descubrí que se llamaba Flori y que trabajaba como “jinetera” con el único propósito de  reunir el dinero suficiente para  traerse a su familia a España. Poco después  cerramos aquella especie de  transacción económica y  pasamos a las habitaciones del interior del local. Mientras no desnudábamos me habló  de un modo,  que era a la vez, tan cálido como impersonal:

—Papi, si me quieres besar lo puedes “haser”. Normalmente los que vienen aquí son tembas y me limito solamente a singar con “ello”, pero contigo con lo guapo que eres no me importa.

La tía era buena en lo suyo, no solo estaba poniéndome la verga como un leño con su improvisado strip tease, sino que estaba alimentando mi ego para que me sintiera mejor, pero sin querer el niño preguntón que habita en mí, estropeó la magia del momento.

—¿Tembas que es eso?

—¡Ay perdona mi “amol”!, —dijo posando una mano sobre mi pecho de forma delicada, a la vez que  gesticulaba con la  otra —mira que “yevo” años aquí ya, pues todavía sigo usando  las palabras típicas de mi Cuba…

—Eso no es malo —le dije mientras acariciaba su pecho y al tiempo me desprendía de la camisa —las raíces son lo que a uno lo hacen autentico.

—… un tembas —prosiguió la muchacha— es lo que aquí “yamáis carrossa”, viejo…

Envolví con mis brazos aquel pequeño cuerpo desnudo y uniendo su pecho a mi tórax, pegue mi barbilla junto a la suya y le regalé un diminuto piquito. Ella metió la punta de su lengua entre mis labios, tras pasearla entre mis dientes,  esta se entremezclo con la mía, al principio de un modo suave y  después nos adentramos, estrepitosamente y de lleno, en el terreno de la pasión.

¿Cuánto tiempo hacia que no saboreaba el sabor de unos labios? Durante un tiempo, mis contactos sexuales se habían limitado a mi mujer y a Mariano. La primera era más de besitos cortos que de muerdos pasionales  y al segundo, todavía no había tenido cojones de besarlo, seguramente porque irónicamente  en mi fuero interno siguiera pensando que aquello era de maricones (Y yo no lo era).

Los labios de la putita dejaron un gustillo agridulce en mi paladar. Tras el intenso muerdo me desvestí por completo, fue desprenderme de los calzoncillos y mi acompañante no pudo reprimir una descarada observación:

—¡Ay “amol”, vaya “rabaso” que os gastáis! —Tras la jocosa observación una mueca de preocupación se pintó en su rostro—Lo que no sé es si tengo gorro de tu “taya”.

—No te preocupes, yo traigo un par de ellos —dije buscando la cartera y sacándolos de su compartimento secreto.

La morenita sacó uno de los condones de su envase y envolvió mi polla con él, a continuación, de una manera que me pareció tan ceremonial como automática, se agachó ante mí y comenzó a hacerme una soberana  mamada.

Al principio, sus carnosos labios  envolvieron mi glande al tiempo que con su lengua daba pequeños golpecitos sobre él. A pesar de no haber un contacto directo de su boca con mi piel, un placer desmesurado comenzó a recorrer mi cuerpo. La cubanita sabía lo que se hacía y  a pesar de su aparente juventud, daba muestras de poseer una muy dilatada trayectoria “profesional”.

Una vez se cercioró de  que mi nabo estaba duro a más no poder, se levantó y me dijo:

—Mi “amol”, ¿prefieres que siga con el chupa-chupa o nos ponemos a singar?

Dado que yo a aquel lugar más que a echar un polvo, había ido en busca de respuestas  y la boca de aquella mujer en mi polla, estaba produciendo en mí un efecto parecido al de follarme el coño de mi querida esposa aquella tarde, opté por pedirle una práctica sexual que de soltero me volvía loco y que una vez me casé quedó relegado, en lo concerniente a mi vida marital,  en el armario de lo prohibido.

—Flori, me gustaría saborear tu sexo —mis palabras, además de cursis, sonaron  como apagadas, pues sabía que no era una práctica habitual para las prostitutas de aquel tipo de locales, más acostumbradas a dar placer que a recibirlo.

La joven cubana me miró con desconcierto, creo que no tanto por mi petición sino por la forma educada de pedírselo, tras guardar silencio unos segundos,  me dijo con esa particular potente alegría que emanaba de ella:

—¿Por qué no papito? Así me lubrico “ante” de que me la metas, que una en los años de oficio no ha catado muchos rabos como el tuyo … Otra cosa mi “amol”, si lo quieres probar por saber si sabe distinto al de una blanquita, ya te digo que ni sabe ni a flores ni a fresas, sabe a chocho, chocho moreno pero chocho.

El desparpajo de Flori me sacó una sonrisa pues a pesar de los euros que había de por medio, la tía, dentro de lo que cabe, se lo estaba pasando bien y yo por mi parte, iba a hacer todo lo que estuviera en mi mano para que se lo pasara aun mejor.

Se tendió sobre el camastro, abriendo las piernas de modo provocativo e  invitándome a que me agachara ante ella. No me hice de rogar y coloque mi cabeza entre sus piernas, de manera intuitiva aspire el  fuerte olor que emanaba de aquella oquedad,  fue mi cerebro identificar aquel aroma y  mi cipote comenzó a vibrar como un ente independiente.

Posé las palmas de mis manos sobre sus ingles para acceder al interior de aquella fruta sexual con mi lengua, no sin antes observar detenidamente lo que mi paladar iba a saborear, el contraste de colores entre la parte interna y externa de aquella primorosa gruta despertó en mi unos instintos que creía olvidados.

Di un lengüetazo sobre la rasurada y oscura vulva, impregnando con mi saliva cada resquicio de aquella rugosa piel. Olisqueé de nuevo la caliente  hendidura y, sin pensármelo, metí mi lengua en aquella rosada cavidad.

Lamí compulsivamente aquel delicioso manjar, puse instintivamente la lengua sobre el clítoris  y comencé con unos movimientos circulares, aumentando cada vez más  la velocidad, tanto, que podía sentir como la entrepierna de Flori palpitaba, al tiempo que suspiraba de un modo  que, quise entender, no era fingido.

No sé cuánto tiempo estuve sacando y metiendo mi paladar en aquel refugio de placer, solo sé que cuanto más me deleitaba en hacerlo más se enervaban mis sentidos. La miscelánea de olores y  sabores que aquella caliente grieta me estaba regalando, había puesto mis sentidos a flor de piel, degusté sus fluidos como si se tratará del más exquisito maná.   

Pero la bestia de mi entrepierna empezaba a dar muestras de dolor pues quería conocer de primera mano el calor de aquella cueva, sin decir nada aparte mí boca de aquella cálida fruta y me tendí sobre la morenita.

Aunque mi cipote le  gritaba contundentemente a mi cerebro, que quería penetrar sin dilación la raja de la mulatita, vestí mis ademanes de ternura y, al tiempo que acariciaba sus hombros, hundí mi lengua en sus labios.

Sutilmente lleve mis manos hacia sus pechos, tenía los pezones duros fruto de la excitación, aquello alimentó mi ego pues supuse que a diferencia de los gemidos, era algo que no se podía disimular.

Aplasté de manera delicada las sensuales prominencias entre mis manos, a la vez que pegaba mi pelvis a la suya frotando mi erecto miembro contra su vientre. Sentir la calidez de su piel bajo mis dedos, hizo que un sin fin de sensaciones incontrolables recorrieran  todo mi ser.

Resbalé mis manos hasta su abdomen, plano y firme, tan frágil y recio a la vez que no pude evitar pasear mis dedos por toda su superficie de un modo que tildaba más en la curiosidad, que en el obtener placer con ello.

Pese a lo tierno del momento, solo fue un momento dos bes: Bonito y breve. Pues  el monstruo que vivía bajo mi cintura estaba loco por explorar la gelatinosa caverna de Flori y no estaba dispuesto a esperar de ningún modo.  

Con un pequeño empujón metí la cabeza de mi verga en aquella caliente abertura, poco a poco, con un ritmo lento y acompasado, fui abriendo el camino hacia aquel lugar tan cálido como deseado, hasta que, de un modo pasmoso,  los flujos  que lubricaban las paredes vaginales  le abrieron plenamente el paso. Acostumbrado como estaba a ir dosificando su entrada en la vagina de mi mujer, el que el coño de aquella puta se tragara casi de un  golpe mi cipote, me puso como una moto, y los refinados movimientos de un principio dieron paso a mi estilo de follar más salvaje.

La actitud de la cubanita me sorprendió, pues buscó mis labios como si fueran el complemento idóneo para aquel libidinoso momento. El subconsciente me volvió a gastar una mala pasada y, de sopetón, se vinieron los recuerdos de todos los momentos vividos con Mariano y de lo adecuado que habría sido un beso en algunos de ellos.

Evoqué los polvos con mi amigo al tiempo que  mi lengua zigzagueaba con la de la prostituta y, de pronto,  sentí como mi polla perdía  parte de su rigor. En un acto lleno de egoísmo, reseteé mi memoria por completo y me centré en lo que tocaba en aquel preciso instante: follarme un rico “chochete”.

Doblé  su rodilla hacia atrás, hasta colocarla casi a la altura de mi pecho, acomodé mi cintura entre sus muslos y, como empujado por una furia animal, comencé a cabalgarla.

Embelesado por la fricción de nuestros sexos, entraba y salía de ella con una facilidad prodigiosa, inculcando la máxima presión en mis glúteos, como si con cada envite pudiera introducir una porción más de mí en su cuerpo, y dejando que  el desenfreno fuera  mi dueño absoluto.  

En una de estas la mujer paseó sus uñas por mi espalda, sin arañarla pero poniendo el suficiente mimo en cada movimiento para que  mi mente transformará aquellas sensaciones en una especie de parafilia  sexual reprimida. Si mi libertad llevará aparejada la soltería, le hubiera pedido que de un modo felino clavarás sus zarpas en mi espalda, pero como todavía quedaba unas gotas de cordura en mi mente, reprimí la realidad y la sustituí por fantasía.

Imaginar cómo las afiladas uñas rasgaban la piel de mi espalda y hacia brotar la sangre a borbotones bajo ella, fue el estímulo justo y necesario que mi mente necesitaba para llegar al orgasmo.

Mi cara se contrajo en un sinfín de muecas, de forma compulsiva mis caderas bajaron el ritmo y un mar de vida muerta inundó el látex que envolvía mi pene.

Por unos segundos el mundo se detuvo, más fue sentir la presencia de Flori que pugnaba por zafarse de mí y el sitio de mi recreo dio paso a una especie de sentimiento de culpa.

—¡Ay papito, qué bien sabes “hase” el “amol”!

Si hasta el instante anterior, la muchacha me había caído simpática y tal, fue desprenderme de mis miedos por estar perdiendo mi hombría y  haber descargado toda mi testosterona, y su charla me pareció vacua y sin sentido. Intenté seguir siendo amable con la mulatita, pues ella no era la culpable de mis empanadas mentales. Me sentía igual  de mal que las primeras veces que lo hice con Mariano, con la salvedad de que en aquellas ocasiones quien tintineaba en mi cerebro junto a  la palabra culpa era el nombre de mi esposa, y en aquel instante, a quien creía que estaba traicionando era a mi amigo.

En aquel entonces no entendía el porqué de aquello,  aunque el tiempo me daría la respuesta. Una respuesta que me costó mucho aceptar, pero con la que no me quedó más remedio que aprender a  vivir.

Sin darle mucha conversación a la cubanita (Más bien ninguna). Me  terminé de vestir, abandoné el pequeño cuarto y me encaminé hacia la zona de la barra.

En mi interior habitaba un conflicto, parte de mí se sentía satisfecho por saber que un hombre y una mujer podían calmar mis deseos por igual, otra parte de mí decía que ni mi mujer, ni Mariano se merecían nada de aquello.

Al llegar a la zona de la barra me encontré a “Ervivo”, en una actitud que me dio a entender  que me  estaba esperando, pues tenía la mirada fija en la salida de los reservados:

—¡Oye qué le pasa a tu móvil! —su tono rozó lo inquisitivo.

—Qué lo tengo en silencio —contesté a la vez que instintivamente lo buscaba en el bolsillo, para comprobar quien me había podido llamar.

Mi cara de sorpresa al ver quince llamadas, dio paso a la de preocupación al escuchar lo siguiente que me tenía que contar mi amigo.

—Me ha llamado Mariano, por lo visto tu mujer al no poder localizarte lo ha telefoneado  a él…

—¿Qué coño ha pasado?  —dije preso de los nervios, pues Elena si no es  para algo urgente no me llama.

—¡No te asustes, hombre! —“Ervivo” levantó sus manos mostrándome las palmas,  en un vano gesto de tranquilizarme —Por lo visto tu vieja que se ha caído en la ducha, nada grave pero tu mujer se ha tenido que quedar con tus sobrinos y las niñas y tu Marta está sola con ella en el hospital… ¡por eso la urgencia!

—¿ Y mi hermano? —pregunté completamente descompuesto.

—Eso mismo le pregunté yo a Mariano y por lo visto tu David está fuera en un congreso con la mujer…

—¿Dónde le has dicho que estábamos?

—¡“Pos” aquí! —Dijo con total desparpajo mi acompañante —El colega otra cosa no tendrá, pero legal es como él solo y no le da “ar pico”.

—Ya lo sé —mis palabras estaban repletas de pesadumbre.

—¡Pues vete yendo para la puerta, que encima de que el hombre va a venir a buscarte no lo hagas tener que entrar! ¡Qué con lo beato que es, le puede dar algo!

—¿Viene para acá?

—Sí, el Manuel está por ahí con la brasileña esa y va a tardar. Así que le pedí que se “ofreciera amablemente” a llevarte al hospital —la arrogancia y cara dura  de “Ervivo” rebozaba en cada una de sus palabras.

Antes de despedirme, quise dejar los cabos bien atados pues si nuestras mujeres nos cogían en un renuncio en lo referente a aquella tarde,  se nos podía caer el pelo.

—¿Tú que le vas a contar a Nuria?

—Lo mismo que  el Manuel, que hemos venido a Los Palacios a ver unas naves, que uno de mis proveedores está buscando una en la zona por si le vienen bien…—“Ervivo” recitó aquella mentira con total naturalidad y con una credibilidad propia de un premio de Hollywood, pero a mí que lo conocía de muchos años ya, lejos de asombrarme, su frialdad me estremeció.

—¿Y al final le valen o no? —pregunté  en un tono jocoso, con la única intención de  completar los datos sobre  nuestra coartada.

—¡Qué va! —su expresión era una oda a la sinvergonzonería —¡Tenemos que venir otro día!

A pesar de que el nerviosismo y la preocupación copaban mis sentidos, no pude evitar reírme con su ocurrencia.

—Bueno, tú sabrás que con la cosa de esperarte todavía no he mojado la “cloqueta”.

—Lo siento hombre, pero pongo un circo y me crecen los enanos.

—No te preocupes, si me ha venido bien como excusa para quitarme a la rusa esa de encima. —a la vez que me soltaba su perorata,  mi amigo oteaba con la mirada las chicas que circulaban por el  burdel— La “rasputina” era demasiado “jaca” para mí, tú sabes que me gustan manejables como la tuya… por cierto… ¡Habrás dejado el pabellón alto! ¡Qué no me digan después que mis amigos son unas moñas!

—Alto no, ¡al-ti-si-mo! — contesté con énfasis.

—Bueno tío te dejo, que aquella morenita tiene ganas de guerra —dijo  levantándose y dirigiéndose en compañía de su copa hacia una menudita y voluptuosa chica que por sus rasgos parecía sudamericana.

—¡Hasta luego pieza! —le dije mientras me dirigía a la salida.

Durante el rato que aguardé a Mariano, construí mil excusas para explicarle mis motivos para estar allí… ¡Joder, que aquella mañana habíamos estado juntos! Cómo no sabía hasta donde “Ervivo” le había llegado a contar, opté por no decirle ningún embuste, pues si él había demostrado ser sincero conmigo, lo mínimo sería que yo lo fuera  también con él.

Cuando lo vi aparecer, un gesto de preocupación llenaba su rostro. Nada más me monté en el coche y  sin darme tiempo a abrir la boca, me dijo:

—¡No te asustes! Tu madre se ha roto una pierna y la tienen que operar… No es nada grave, pero se tiene que quedar ingresada.

—¿Cómo ha sido?

—Estaba en la ducha y se ha resbalado…Menos mal, que llevaba con ella el dispositivo de tele asistencia, ¡qué si no!

—¡Es que  esta mujer es la más cabezona del mundo! —aunque mis palabras estaban llenas de furia, con quien estaba más enfadado era conmigo mismo por no haberla sabido convencer —.Es que no se quiere venir a vivir con ninguno de nosotros.

—Pues sola tan poco puede estar… —contestó Mariano solemnemente.

—Ya lo sé…

De camino al hospital el tema de conversación fue mi madre y las posibles soluciones que teníamos los hijos para no dejarla desatendida. En ningún momento me hizo algún reproche con respecto al sitio en que había recogido, ni que por mi culpa había tenido que dejar aquello tan importantísimo  que estaba haciendo.

No sé si aquella tarde fue cuando descubrí que me estaba enamorando de él. Lo que sí me di cuenta fue que a pesar de que nos movíamos por un  escabroso sendero, nos sobraban los motivos para seguir caminando por él. Pues por muchas dificultades que encontráramos, la recompensa estaba demostrando ser mayor.

Continuara en: “Bésame, como si el mundo se acabara después”

Acabas de leer:

Historias de un follador enamoradizo

Episodio XXXVI: Nos sobran los motivos.

(Relato que es continuación de “Viviendo deprisa.”)

Hola,  si estás leyendo esto: Muchas gracias por leerme. Si te apetece valora el relato y, sobre todo, deja tu comentario (Pues es el único modo de saber si te ha gustado o no).

Sí es la primera vez que entras a leer un texto mío y te ha gustado la historia de Ramón, esta comenzó en el episodio titulado “Valió la pena”, el cual puedes localizar en mi perfil de autor.

A todos los lectores que han dejado un comentario en la última quincena, mi más sincero agradecimiento y a modo particular: a Rocio: Creo que el personaje con el que no terminas de “amistarte” es Mariano y es lógico, pues la empanada mental que tiene entre quien quiere, la soledad y lo correcto es bastante gorda. De todas maneras, sospecho que leyendo “¿Y cómo es él?”, la situación del personaje te puede quedar bastante más clara; a Albany: Aunque el sexo seguirá presente en la vida de Pepito, durante unos episodios y para no perder credibilidad, he decidido pararme en otros aspectos del mundo de los mayores. Me alegro de que te haya gustado; a Tragapollas manchego: En parte creo que llevas razón con el tema de Matildita, de hecho hice una reflexión al principio de “La churra del Genaro” pues sabía que el tratamiento del personaje podía inducir a eso. De todos modos, lo único que he pretendido contar con la hermana de Francisquito ha sido “la guerra de sexos” que hemos vivido todos en nuestra infancia, donde los niños intentaban imponerse a las niñas y viceversa. Algo parecido pasa en casa de Pepito, aunque en esta “el malo” es su hermano Juan; a Longino: Si te digo que eres el puto amo, no te enfades… ¡Lo eres! Te fijas en detalles que le pasan desapercibido al resto, a la frase que te ha chocado (puede ser más acertada o no), le estuve dando vueltas  y en principio iba a poner: “No sé porque, pero  me dio la sensación de que el muñeco de madera fuera un ser vivo”, pero no me sonaba natural procedente de un niño y la cambie por la otra, que no tenía lógica pero me sonaba más auténtica. Espero que te haya gustado el tratamiento del personaje de  Flori, no es que sea una maravilla pero tampoco creo que me haya quedado muy nefasto. En cuanto a los acentos diacríticos,  para  los “como” y los “que” en las interrogativas indirectas soy un verdadero desastre; a Cuco curioso: Me alegra que te lo pases bien con los relatos de los dos primos, son los que más trabajo me cuesta escribir. En cuanto al título que propones, creo que Pepito si algo hace es preguntar, lo que pasa que la fuente de sus respuestas (Francisquito) no es muy fidedigna; a Pepitoyfrancisquito: Me alegro de que no os haya gustado nada como ha visto Pepito la Semana Santa. En cuanto a la insinuación que haceis del futbol, os diré de que equipos son simpatizantes los personajes de mis historias: Elena, Mariano y Paloma: Sevilla F.C, Ramón y Guillermo: R. Betis, Iván: R. Madrid, José Luis: Cádiz C.F y JJ de David Beckham; a mmj: No sé qué te habrá parecido este relato, se sale un poco de la tónica de lo que he venido escribiendo hasta ahora, pero creo que es necesario para entender lo que viene a continuación(Espero que no se te haya ido por alto el título del próximo capítulo, ese sí es de los tuyos); a ozzo2000 : No sé porque pero me da la sensación de que los pensamientos y sentimientos de Ramón en este capítulo no te son ajenos ¿ Me equivoco? Y a Vieri32: Querido gatito, narrar una historia en primera persona tiene sus ventajas y sus inconvenientes, entre las ventajas está que se empatiza más con el lector y entre los inconvenientes que la información le llega a este sesgada, y si como es el caso de esta historia mía  que se hace desde dos puntos de vista, ¡es la repanocha! Que Ramón y Mariano están locamente enamorados uno del otro es evidente, que los dos a su manera se mienten a ellos mismos, también. Y si Ramón se niega una y otra vez que le puedan gustar los tíos, Mariano por su parte no quiere aceptar lo que siente por su amigo y no  va a parar de buscar alguien por el que sea capaz de sentir lo mismo que por Ramón, aunque sepa que esto es imposible. El término “miarma” es un localismo  cariñoso sevillano que significa mi alma, lo de “hermano pequeño” tres cuartos de lo mismo, he preferido siempre que mis escritos puedan chocar por la inclusión de estos términos a “castellanizarlos” en excesivo.

Antes de despedirme me gustaría invitar a todos mis lectores a que se pasaran a leer los relatos del ejercicio XXIII, en él un grupo de autores de TR (entre los que me incluyo yo) escribimos sobre un tema previamente seleccionado. En esta edición el tema escogido ha sido “Ruptura de la personalidad” y si os gustan los buenos relatos, no os vamos a defraudar.

Mi próximo relato lo subiré en quince días aproximadamente  y en esta misma categoría (bisexuales), formará parte de la serie: “Sexo en Galicia”  y se titulará: “¡Cuidado con Paloma!”.

Hasta entonces, ya sabéis: Paz y amor.

 

Mas de machirulo

El Blues del autobús

Mr Oso encula a la travestí gótica

Hombres calientes en unos baños públicos (2 de 2)

Hombres calientes en unos baños públicos (1 de 2)

Desvirgado por sus primos gemelos

Un camión cargado de nabos

Cruising entre camiones

Mi primera doble penetración

Un ojete la mar de sensible

Un nuevo sumiso para los empotradores

Once machos con los huevos cargados de leche

Un buen atracón de pollas

Por mirar donde no debía, terminó comiendo rabo

Aquí el activo soy yo

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Una doble penetración inesperada

Amarrado, cegado y follado hasta la extenuación

Polvo rápido en el baño

La duquesa del coño insaciable (4 de 4)

La duquesa del coño insaciable (3 de 4)

La duquesa del coño insaciable (2 de 4)

La duquesa del coño insaciable (1 de 4)

¡Pero qué buenos están estos dos hermanos!

Una doble penetración inesperada

El mecánico siempre descarga sus cojones dos veces

Son cosas que pasan

Sexo grupal en el vestuario

La fiesta de las Coca-colas

Un casquete después de la siesta

Pepe se lo monta con sus primos gemelos

Serrvirr de ejemplo

Comer y follar todo es empezar

Con mi ojete preparado para un rabo XL

Al chofer del bus, le sale la leche por las orejas

Mamándole el ciruelo a mi mejor amigo

De cruising en la playa de Rota

Cinco salchichas alemanas para mi culo estrechito

Un mecánico con los huevos cargados de leche

El descomunal rabo del tío Eufrasio

Follado por su tío

Meter toda la carne en el asador

Míos, tuyos, nuestros… ¡De nadie!

Encuentros furtivos en el internado

Antonio y la extraña pareja

Fácil

Bolos, naranjas y bolas.

Vivir sin memoria

El libro de la vida sexual

Reencuentro con mi ex

Punta Candor siempre llama dos veces

Hombres Nextdoor

Mundo de monstruos

Dejándose llevar

Guía de lectura año 2017

Dejar las cosas importantes para más adelante

Una proposición más que indecente

¡No hay huevos!

Ignacito y sus dos velas de cumpleaños

El chivo

La mujer del carnicero

Iván y la extraña pareja

El regreso de Iván

Guerra Civil

Las tres Másqueperras

Toda una vida

Objetos de segunda mano

Follando con el mecánico y el policía (R) 2/2

Follando con el mecánico y el policía (R) 1/2

Ni San Judas Tadeo

La invasión Zombi

Seis grados de separación

¡Arre, arre, caballito!

La más zorra de todas las zorras

Un baño de sinceridad

Barrigas llenas, barrigas vacías

No estaba muerto, estaba de parranda

Dr. Esmeralda y Mrs. Mónica

Yo para ser feliz quiero un camión

Tiritas pa este corazón partio

Corrupto a la fuga

Un polaco, un vasco, un valenciano y un extremeño

El de la mochila rosa

La jodida trena

Tres palabras

Hagamos algo superficial y vulgar

Pensando con la punta de la polla

Quizás en cada pueblo se practique de una forma

Gente que explota

Guía de lectura año 2016

En unos días tan señalados

Desátame (o apriétame más fuerte)

De cruising en los Caños

Putita

Sé cómo desatascar bajantes estrechos

Este mundo loco

Como conocí a mi novio

No debo hablar

El secreto de Rafita

¿De quién es esta polla cascabelera?

Me gusta

Me llamo Ramón y follo un montón

Doce horas con Elena

El pollón de Ramón

Dos cerditos y muchos lobos feroces

El ciprés del Rojo

Follando por primera vez (R) 2/3

Follando por primera vez (R) 3/3

Follando por primera vez (R) 1/3

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Bukkake en la zona de descanso

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

El pollón del tío Eufrasio

Violado por su tío

Talento

Somos lo que somos

Sexo en Galicia: Dos en la carretera

Tres pollas y un solo coño

De amor se puede vivir

Duelo de mamadas

¡Se nos da de puta madre!

Dos hermanos

¿Dónde está la oveja de mi hermano?

¿Por qué lloras, Pepito?

El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

Como Cristiano Ronaldo

Identidad

Fuera de carta

Los gatos no ladran

Su gran noche

Instinto básico

TE comería EL corazón

La fuerza del destino

La voz dormida.

Como la comida rápida.

Las amistades peligrosas.

El profesor de gimnasia.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

Celebrando la derrota

En los vestuarios (E)

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido